
Un hombre trabajador: la ocupación terrenal de Cristo
Débora: ¿Estás enfrentando a tareas cotidianas el día de hoy? Nancy DeMoss Wolgemuth te anima a llevarlas a cabo y cumplirlas para la gloria de Dios.
Nancy DeMoss Wolgemuth: El trabajo es algo bueno que se hace para la gloria de Dios. ¿Sabías que el trabajo fue establecido desde antes de la caída? ¿Lo sabías?
El trabajo no es una consecuencia de la Caída En Génesis 2:15 dice: «El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén para que lo cultivara y lo cuidara».
El trabajo es bueno; es algo hermoso hecho para Su gloria. Es una tarea dada por Dios para glorificarlo aquí en esta tierra
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Incomparable», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 13 de marzo de 2025.
¿Qué hizo Jesús en los años previos a Su …
Débora: ¿Estás enfrentando a tareas cotidianas el día de hoy? Nancy DeMoss Wolgemuth te anima a llevarlas a cabo y cumplirlas para la gloria de Dios.
Nancy DeMoss Wolgemuth: El trabajo es algo bueno que se hace para la gloria de Dios. ¿Sabías que el trabajo fue establecido desde antes de la caída? ¿Lo sabías?
El trabajo no es una consecuencia de la Caída En Génesis 2:15 dice: «El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén para que lo cultivara y lo cuidara».
El trabajo es bueno; es algo hermoso hecho para Su gloria. Es una tarea dada por Dios para glorificarlo aquí en esta tierra
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Incomparable», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 13 de marzo de 2025.
¿Qué hizo Jesús en los años previos a Su ministerio público alrededor de los treinta años? Nancy DeMoss Wolgemuth responderá esta pregunta.
Nancy: Estamos aprendiendo sobre el Cristo incomparable. Cómo no hay nadie como Jesús, ni remotamente cerca de serlo.
Hemos estado meditando y reflexionando sobre diferentes aspectos de la vida y el ministerio de Cristo, y espero que todo este trayecto esté siendo de aliento para ti. Aún tenemos un largo camino por recorrer, pero nos hemos tomado nuestro tiempo para meditar en Él y dejar que Él llene nuestras mentes con pensamientos maravillosos sobre Su persona.
Ayer nos quedamos con Jesús, a los doce años, en el templo. Y no hay nada más registrado en las Escrituras acerca de Su vida hasta que cumplió los treinta años. Entonces la pregunta es: «¿Qué hizo durante todos esos años?».
Cuando estuvo en el templo a la edad de doce años, dijo que debía ocuparse de los negocios de Su Padre. Entonces, surge la pregunta: «¿Estuvo Él ocupado en los asuntos de Su Padre durante los siguientes dieciocho años, “años de silencio”, o fueron “años desperdiciados”, sin sentido?» ¿Estuvo en el limbo desde los doce hasta los treinta, esperando a que llegara el momento de salir públicamente y comenzar a hacer los negocios de Su Padre?
¿O trabajó en los negocios de Su Padre a los doce años? ¿A los quince? ¿A los diecisiete? ¿A los veintidós? ¿O simplemente comenzó a los treinta años cuando salió al ministerio público?
Bueno, permítanme decirles que Dios no desperdicia nada. Él no pierde el tiempo. Él no desperdicia la vida de Sus hijos. Y yo sugeriría que Jesús no estuvo menos comprometido en los negocios de Su Padre, en hacer la voluntad de Su Padre, durante esos dieciocho años, desde los doce años hasta los treinta, que durante Sus tres años de ministerio público. Él estuvo ocupado en los negocios de Su Padre durante todos esos años.
Ahora, las Escrituras no nos revelan lo que sucedió en esos dieciocho años, solo nos menciona el hecho de que Jesús trabajó en el oficio de carpintería como José. En el Evangelio de Marcos, capítulo 6, vemos que así se le conocía a Jesús. Esto fue escrito durante Su ministerio público, pero los que observaban Sus milagros dijeron:
«¿No es Ese el carpintero, el hijo de María, y hermano de Jacobo, José, Judas y Simón? ¿No están sus hermanas aquí con nosotros? Y se escandalizaban a causa de Él» (Marcos 6:3).
«¿No es este el carpintero?». Así lo conocían: el carpintero. En el pasaje paralelo de Mateo 13, dice: «¿No es este el Hijo del carpintero?» (v. 55). Era conocido de esa manera. El hijo del carpintero.
Ahora, en la antigua cultura judía, se esperaba que los padres enseñaran un oficio a sus hijos. Por cierto, la idea detrás de la palabra «carpintero», no es solo alguien que trabaja con madera, sino más bien como un albañil, un constructor. Era contratista y tal vez construía casas. Un comentarista menciona que probablemente trabajó más con piedra que con madera porque la piedra era más común en las casas en aquellos días. Pero probablemente, Jesús trabajó en el negocio de construcción de su padre terrenal.
Cuando la gente lo llamaba «el carpintero», no era un cumplido. Este era un comentario despectivo, un menosprecio. Es como: «¿Cómo pudo hacer todos estos milagros? Es solo un carpintero. Es hijo de un carpintero». No tenía ninguna formación teológica formal. Él era solo un carpintero.
Bueno, saber que Jesús era conocido de esta manera, dice algo sobre la humildad de Cristo. Veremos esto a lo largo de toda Su vida: la condescendencia de Cristo, «que se despojó a Sí mismo… Se humilló a Sí mismo», nos dice Filipenses 2:7-8.
Eso es parte de. Él dejó el cielo y vino a la tierra para ser conocido como el carpintero. «El Hijo del carpintero». Existen otros títulos en otras partes de las Escrituras para Jesús, y son títulos elevados; son títulos asombrosos. Él es el Señor de gloria, el Anciano de días, el Señor de los ejércitos, el Padre Eterno, el Príncipe de Paz, el Salvador, el Hijo de Dios.
Pero durante esos años de juventud, a Jesús se le conocía simplemente como «el carpintero» o «el Hijo del carpintero».
Y en su libro, El Cristo Incomparable, Oswald Sanders señala que de todas las posibles ocupaciones que Dios podría haber elegido para su Hijo, Él ordenó que Jesús fuera un comerciante, un trabajador común, y que trabajara con Sus manos.
Pudo haber tenido un trabajo más impresionante. Él pudo haber tenido un trabajo administrativo. Pudo tener un cargo político. Pero, en cambio, trabajó duro como un obrero.
Sanders dice que esto debe haber hecho que los ángeles se maravillaran, los ángeles que vivieron con Cristo, el glorioso Hijo de Dios, que es Dios mismo, que siempre estuvo con Dios, el Creador del mundo, que Él bajara a la tierra y no solo naciera en un establo, no solo se convirtiera en un bebé y un niño pequeño, en un niño de tres, de seis y de siete años, que aprendiera el abecedario e hiciera todas las cosas que tenía que hacer.
Tuvo un desarrollo normal; pero luego creció y se convirtió en comerciante, trabajó con Sus manos. Esto debe haber hecho que los ángeles quedaran perplejos.
Pero ver que Jesús era carpintero, que trabajaba con sus manos, que era comerciante, un hombre trabajador, nos recuerda la nobleza y el carácter sagrado del trabajo realizado para la gloria de Dios… cualquier tipo de trabajo realizado para la gloria de Dios. Él santificó el trabajo, por así decirlo, incluso el trabajo manual, o lo que algunos llamarían quizás «trabajo cotidiano, trabajo trivial».
Eso tiene que ser alentador para aquellas de nosotras que en algún aspecto de nuestra vida nos involucramos en algún tipo de trabajo cotidiano. ¿Alguna de ustedes tiene tareas triviales de las cuales es responsable? Por ejemplo, hemos mencionado lo maravilloso que es ser madre, pero hay muchas cosas sobre la maternidad que son todo, menos glamorosas. ¿Y no es cierto?
Ser madre implica mucho trabajo. Cambiar pañales y al mismo tiempo hacer otras tareas de nuestra vida.
Hay personas que se acercan y me dicen: «Quiero hacer lo que tú haces». Bueno, lo que quieren decir es que quieren hacer la parte visible, la parte que piensan que es divertida. Pero lo que no saben son todas las horas invertidas, en el estudio, y en tener la pantalla de la computadora en blanco mientras intento escribir un libro y pensando que no tengo ni idea de qué decir, y trabajar sintiendo como si fueran dolores de parto.
Eso pasa en tu trabajo, en cualquiera que sea tu llamado y en tu vocación espiritual. Jesús santificó el trabajo, el trabajo arduo, el trabajo físico, el trabajo duro, el trabajo cotidiano, el trabajo rutinario realizado para la gloria de Dios.
Él glorificó a Su Padre en el cielo al trabajar con Sus manos durante todos esos años, tal vez sosteniendo a Su madre y a los demás miembros de Su familia después de la muerte de José, porque muchos piensan que es probable que así sucediera.
Verás, Jesús, siendo obrero y carpintero, no pasó simplemente de los doce años a ser rabino, o a hacer milagros y a enseñar. Durante esos años trabajó en el negocio de construcción de su padre. Lo vemos afirmando lo que dice el resto de las Escrituras sobre el trabajo.
El trabajo es algo bueno que hacemos para la gloria de Dios. Fue establecido antes de la caída. ¿Sabías eso? El trabajo no es una consecuencia de la Caída. En Génesis 2 dice: «El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén para que lo cultivara y lo cuidara» (v. 15).
El trabajo es algo muy, muy bueno; es algo hermoso hecho para la gloria de Dios. Es una tarea asignada por Dios para glorificarlo aquí en la tierra. Y Jesús estaba haciendo eso con la carpintería o con la construcción. Tú y yo lo hacemos, aunque de otras maneras, pero es algo que ha sido santificado.
Primera de Tesalonicenses capítulo 4 dice:
«Pero les instamos, hermanos… el llevar una vida tranquila… y trabajen con sus manos… a fin de que se conduzcan honradamente para con los de afuera, y no tengan necesidad de nada» (vv. 10-12).
Tengo algunas amigas con las que semanalmente intercambio peticiones de oración por correo electrónico. Varias de nosotras somos escritoras y oradoras. Nuestras peticiones de oración a menudo se centran en lo que estamos trabajando, un proyecto o una fecha límite. Una de estas mujeres de nuestro grupo escribió esta semana: «No soy oradora. No soy escritora. No estoy haciendo nada interesante como para ponerlo como una petición de oración, pero estoy buscando vivir tranquilamente y trabajar con mis manos».
Ella es esposa, madre, y cuida de su hogar; sirve a la gente de su iglesia local. Y pienso: «¡Sí, hazlo para la gloria de Dios!». Ese es un llamado elevado y santo. Mi llamado a enseñar, o hacer radio, o a escribir libros, no es más alto ni más santo que tu llamado de cuidar tu hogar, trabajar en tu entorno laboral. Si es el llamado de Dios, entonces es para la gloria de Dios. Y es santo y exaltado.
En segunda de Tesalonicenses capítulo 3, Pablo dice:
«Porque no obramos de manera indisciplinada entre ustedes, ni comimos de balde el pan de nadie, [este es el apóstol Pablo] sino que con dificultad y fatiga trabajamos día y noche a fin de no ser carga a ninguno de ustedes… [Les ordenábamos esto] Si alguien no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque oímos que algunos entre ustedes andan desordenadamente, sin trabajar, pero andan metiéndose en todo. A tales personas les ordenamos y exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajando tranquilamente, coman su propio pan» (vv. 7-12).
Hazlo sin tratar de llamar la atención. Hazlo porque es tu vocación. No lo hagas de mala gana. No lo hagas con la esperanza de que todos se den cuenta de lo trabajadora que eres y te den palmaditas en la espalda o aplausos. Hazlo para la gloria de Dios y por amor de Cristo. Jesús modeló eso.
En Hechos capítulo 20, Pablo dice: «Ustedes saben que estas manos me sirvieron para mis propias necesidades y las de los que estaban conmigo». ¿Cuál era el trabajo de Pablo? Bueno, él hacía tiendas de campaña. Él viajaba plantando iglesias; escribía Epístolas, pero se ganaba la vida mientras lo hacía. Él dice:
«En todo les mostré que así, trabajando, [trabajando duro, no se supone que el trabajo sea fácil; es duro trabajar, duro] deben ayudar a los débiles y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir”» (Hechos 20:34-35).
No trabajamos para recibir, sino para tener y poder dar a los demás.
1.ª Timoteo capítulo 5, versículo 8, dice:
«Pero si alguien no provee para los suyos, y especialmente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo».
Jesús siempre estuvo trabajando. Él no comenzó a trabajar cuando llegó a la carpintería de su padre. Él siempre estuvo trabajando para Su Padre celestial. Y esto lo mencionamos anteriormente en una serie sobre Proverbios 8, cuando dice: «Cuando señaló los cimientos de la tierra, yo estaba junto a Él, como arquitecto» (vv. 29-30).
Jesús dijo en Juan capítulo 5: «Hasta ahora Mi Padre trabaja, y Yo también trabajo» (v. 17). Él siempre estuvo trabajando: trabajando con Su Padre, trabajando con Sus manos, y trabajando para cumplir la voluntad de Su Padre.
El punto es que durante este tiempo, de los doce a los treinta años, las Escrituras realmente no nos mencionan nada excepto que llegó a ser conocido como un carpintero, Él no estuvo ocioso. No era perezoso. No estaba pasando solo el rato hasta que llegara el momento de dedicarse al ministerio público. Él demostró el honor de hacer un trabajo productivo para la gloria de Dios.
Como dice Oswald Sanders: «Si para el Hijo de Dios no era despreciable trabajar como artesano, entonces no debería serlo para ninguno de Sus hijos» (p. 70).
Jesús nació en una familia pobre de clase trabajadora. Trabajar no era una opción para esa familia. Pero al trabajar duro, Jesús participó de nuestra humanidad. Se identificó con la gente común trabajadora. Al experimentar el tedio, los desafíos, la laboriosidad del trabajo duro, cargó con la maldición impuesta a Adán de que comería pan con el sudor de su frente. Y eso era parte de llevar la maldición de la caída.
El problema es que vemos diferente el valor y el significado de como Dios lo ve. Tendemos a medir el valor de lo que hacemos en términos de visibilidad, de alcance: lo grande, lo grandioso, lo impresionante, el impacto que tiene ante los demás. Pero Dios no lo mide de esa manera.
A Dios realmente no le impresiona cuántas personas escuchan este programa o cuántas personas leen mis libros. Lo que Él quiere saber es si soy fiel en mi trabajo. ¿Soy obediente al realizar cualquier tarea que Él me haya encomendado hacer para este día?
Verás, en la voluntad de Dios, el trabajo común y cotidiano no trae menos gloria a Dios, no es menos significativo, no es menos necesario que los ministerios públicos o los actos y logros ministeriales impresionantes. Ministrar directamente a la vida de las personas no es más impresionante, ni es más valioso para Dios que lavar los platos, si ese es tu llamado en un momento particular del día, o lavar la ropa o hacer alguna otra tarea cotidiana y tediosa. Todo es para la gloria de Dios y eso es lo que lo hace noble.
El hecho de que Jesús pasó tantos años realizando un trabajo que muchos no considerarían noble o inspirador, debería animarnos a ser fieles en la realización de las tareas rutinarias, ordinarias y que nadie ve, de nuestra vida, y realizarlas de una manera fiel y alegre, gozosa, aunque otras personas no vean o aplaudan el trabajo que estamos haciendo. No lo hacemos para los hombres. ¿No es cierto? ¿Para quién lo hacemos? ¡Para el Señor! Lo estamos haciendo como para Él.
Entonces, vemos que Jesús pasó la mayor parte de su vida adulta trabajando en un oficio físico, y solo tres años en el ministerio público. Esos primeros años no sacudieron al mundo, como nosotras lo mediríamos, pero fueron una preparación vital para el ministerio público.
Así que te animo a que dejes que Dios determine la naturaleza y el alcance de tu servicio en cada etapa de la vida. Deja que Él te dé la descripción de tu trabajo y luego hazlo para la gloria de Dios. Y no te apresures por lograr un ministerio visible y más impactante.
Muchas madres jóvenes que se me acercan, dicen: «Yo quiero estar en el ministerio». Y me digo a mí misma: «¿Y en dónde piensas que estás? Tienes un pequeño de dos años y otro de cinco. ¿Acaso eso no es un ministerio? Tienes un ministerio de tiempo completo. Estás en un ministerio a tiempo completo dando forma y moldeando esas pequeñas vidas».
Pero quizás ese no es tu caso, y dices: «Bueno, Dios no me ha bendecido con hijos. Estoy trabajando en esta oficina, en un puesto administrativo». Entonces hazlo para la gloria de Dios y date cuenta de que eso también es ministerio. Hacer de tu vocación la voluntad de Dios es lo que glorifica a Dios y refleja Su gloria en este mundo.
Si Dios ha puesto en tu corazón servirle de otras maneras, no tengas prisa. Date cuenta de que Dios te está preparando. Él te está madurando. Espera Su tiempo. Serás más efectiva a largo plazo si permites que Dios te de el ministerio que Él quiere que tengas en lugar de perseguir o aspirar a tener más ministerios.
Dios nos ha dado a ti y a mí tanto ministerio en este momento como el que nos ha equipado para manejar. Así que cúmplelo. Cúmplelo con alegría.
En lo que nos queda de tiempo quiero tocar otro aspecto de la vida de Jesús en Su etapa de joven adulto que no escuchamos mencionar a menudo, y es el hecho de que Él permaneció soltero durante toda Su vida terrenal. Piensa en esto conmigo por un momento.
Jesús nunca experimentó la compañía de una esposa. A través de todos los desafíos del trabajo y el ministerio, a través de todas sus pruebas y tribulaciones, Él nunca conoció el consuelo, el aliento y el apoyo que podría haberle brindado tener una pareja. Además, Él nunca conoció la bendición de tener Sus propios hijos. Los niños que Él amaba eran hijos de otras personas.
Puede que digas: «Bueno, Él era Dios, así que no Él necesitaba el matrimonio; no necesitaba hijos». Bueno, pero Él también era completamente humano. Él era un hombre. Tenía deseos y anhelos humanos normales. Las Escrituras nos recuerdan que, en todos los aspectos, Él fue «tentado según nuestra semejanza» (Heb. 4:15). Sin embargo, Él no cometió pecado.
En la medida que vemos a Jesús, debemos asumir que Jesús tenía anhelos humanos naturales, pero no hizo de Sus anhelos un ídolo. No permitió que sus deseos naturales se convirtieran en exigencias. Sabemos que asistió a bodas. Sabemos que fue a fiestas, a cenas, a banquetes. Sabemos que vio a sus amigos y compañeros disfrutando primero del regalo del matrimonio y luego del regalo de los hijos.
Pero también sabemos que Él nunca cedió a la autocompasión. Nunca se molestó con Dios, Su Padre celestial, por negarle esos dones.
Sabemos que Él permaneció moralmente puro durante Sus años de juventud, aun durante Sus treinta, confiando en que Su Padre satisfaría Sus necesidades, incluso (y me atrevo a decirlo) sus necesidades sexuales. Puede parecer un poco irrespetuoso hablar de Jesús con deseos sexuales, pero solo diré esto: no conozco todos los misterios sobre esto, pero sé que Él era un ser sexual.
Él era un hombre y confió en que Su Padre supliría todas Sus necesidades: de compañerismo, de amistad y los deseos humanos. No le molestó Su soltería, sino que la abrazó y se deleitó plenamente en la voluntad y el llamado de Dios para Su vida, y todo lo que ello implicaba. Y para Jesús eso significó ser soltero.
Para Jesús, aceptar el llamado de Dios en Su vida (la soltería) fue tanto un acto de sumisión a la voluntad del Padre como un acto de amor desinteresado por aquellos a quienes vino a servir: es decir, a nosotras. Él estuvo dispuesto a renunciar muchos de los buenos placeres normales (placeres santos) que la mayoría de la gente disfruta, para poder redimirnos de nuestros pecados.
Él sabía que su vida en esta tierra sería corta y que tendría toda la eternidad para saborear la plenitud de gozo y los placeres que se encuentran a la diestra de Su Padre. Para que Él pudiera pagar el precio aquí. Él conocía el gozo que le esperaba, por eso Él soportó, aguantó.
Y cuando Él soportó, no solo la cruz física, el sufrimiento de la crucifixión y todo lo que eso implicaba, sino también otros tipos de cruces a lo largo del camino, incluyendo quizás toda esta área de la soltería. ¿Podría haber sido eso una cruz para Él, como lo es para algunas de nuestras hermanas solteras?
Ya sea que estés soltera o no, hay momentos en los que puedes sentirte muy, muy sola y necesitas que alguien entre en tu corazón y comparta tus necesidades, y anhelos más profundos. Hay mujeres que están casadas con un esposo que no tiene un corazón para el Señor, o simplemente no se conectan entre sí. Aunque no importa cuán grandioso sea tu matrimonio, hay partes de tu corazón que no se pueden integrar plenamente en la vida del otro.
Estás ahí sola, una mujer soltera, una mujer casada con un marido inconverso, llevando sola una carga que nadie más puede llevar plenamente contigo.
Puedes estar sola de muchas maneras: viuda, divorciada, tal vez Dios no te haya concedido las bendiciones del matrimonio o de los hijos, casada con un no creyente, tal vez te acabas de mudar y estás lejos de tus amigas y de las personas que te dan apoyo y aliento.
¿Puedo recordarte lo que dice Hebreos 12? Considera a Cristo: «Consideren [a Cristo]… Para que no se cansen ni se desanimen» (v. 3). «Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza, [dice Hebreos 4], al trono de la gracia…» Gracia, eso es lo que necesitamos en esos momentos. «Para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna» (Heb. 4:15-16).
Así que, amiga solitaria, hermana soltera, mamá que luchas, déjame animarte a recibir el amor de tu Padre celestial, a abrazar Su voluntad y Su llamado para esta y para cada temporada de tu vida, deja que Él te sostenga con Su gracia. Confíale a Él esos anhelos insatisfechos y derrama tu vida por los demás.
Y recuerda que esta vida es muy corta. Así que fija tu mirada en ese Día en el que Él secara cada lágrima, y cada esperanza y anhelo se cumplirá, porque estamos unidas a Cristo, nuestro amado Esposo, por toda la eternidad. Vale la pena la espera.
Débora: Todas estamos escuchando esas palabras de Nancy DeMoss Wolgemuth mientras enfrentamos diferentes cargas hoy. Las verdades que acabamos de escuchar acerca de Jesús pueden darnos a cada una de nosotras una perspectiva eterna. Esta enseñanza es parte de una serie titulada «Incomparable». Espero que esta serie te ayude a ver a Cristo con ojos nuevos.
Si aún no has adquirido «Incomparable», el nuevo libro de Nancy, puedes obtenerlo visitando avivanuestroscorazones.com. Es un recurso complementario perfecto para esta serie en la que estamos. A través de cincuenta lecturas, reflexionarás sobre la historia de Jesús y aprenderás a encontrar todo lo que necesitas en Él. Incluiremos con este un plan de lectura para guiarte a través del libro en los días previos a la Pascua. Para obtener más información, visita AvivaNuestrosCorazones.com
Jesús era perfecto y no necesitaba mostrar ningún arrepentimiento, entonces, ¿por qué necesitaba ser bautizado? Nancy nos hablará sobre el bautismo de Jesús mañana. Te esperamos aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Ayudándote a contemplar la belleza del Cristo incomparable, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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