¿Un final feliz?
Carmen Espaillat: En medio de una relación difícil, ¿te has visto tentada a abandonarla y seguir tu propio camino?
Nancy DeMoss de Wolgemuth: De este lado del cielo, no hay tal cosa como una existencia libre de problemas. Puedes tener toda una lista de deseos, y fantasear y pensar: «Si tan solo no estuviera casada con este hombre; si tan solo estuviera casada con tal otro que es mucho más piadoso. ¡Oh, cuánto me gustaría estar casada con un David!».
¿En serio? ¿Un hombre temperamental? ¿Un hombre propenso a deprimirse? ¿Un hombre con problemas de mujeres? O sea, cada situación y circunstancia de la vida tiene sus retos. No hay tal cosa como una existencia libre de problemas de este lado del cielo. La vida es dura, pero Dios es bueno.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Tantas …
Carmen Espaillat: En medio de una relación difícil, ¿te has visto tentada a abandonarla y seguir tu propio camino?
Nancy DeMoss de Wolgemuth: De este lado del cielo, no hay tal cosa como una existencia libre de problemas. Puedes tener toda una lista de deseos, y fantasear y pensar: «Si tan solo no estuviera casada con este hombre; si tan solo estuviera casada con tal otro que es mucho más piadoso. ¡Oh, cuánto me gustaría estar casada con un David!».
¿En serio? ¿Un hombre temperamental? ¿Un hombre propenso a deprimirse? ¿Un hombre con problemas de mujeres? O sea, cada situación y circunstancia de la vida tiene sus retos. No hay tal cosa como una existencia libre de problemas de este lado del cielo. La vida es dura, pero Dios es bueno.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Tantas mujeres abandonan a sus esposos o abandonan relaciones en busca de otra «mejor», solo para descubrir que la nueva situación puede ser peor que la primera. Lo que creen que tendrá un final feliz las lleva a una crisis peor.
Nancy nos ha estado enseñando cómo relacionarnos con personas difíciles en nuestras vidas en una serie basada en el personaje bíblico «Abigail», del que leemos en 1 Samuel capítulo 25. Para ver este programa en su contexto, puedes escuchar o leer los programas anteriores en esta serie, a través de nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com.
Nancy: Este es un pasaje poderoso. He sido tan desafiada por la vida de Abigail. Esta mujer estaba enfrentando una situación muy, muy difícil, casada con un hombre cuyo nombre, Nabal, significa «necio, insensato» y que vivió el significado de su nombre.
Ese necio puede ser un esposo, puede ser un compañero de trabajo, puede ser un hijo o una hija que se está resistiendo a Dios. Puede ser un familiar o uno de tus padres o un vecino, alguien de tu iglesia.
Piensa en quién es esa persona y encuentra en Abigail una buena enseñanza, no todas las respuestas que necesitas están en este pasaje, pero sí podrás encontrar gran sabiduría sobre cómo tratar con los necios en tu vida.
Cuando terminamos la última sesión, Nabal acababa de morir. En realidad, entró en coma y quedó paralizado de un derrame o algo semejante. Murió diez días después. El Señor le quitó la vida. Las Escrituras muestran claramente que el Señor tomó su vida.
¿No creen que Abigail y David se alegraron años después de que no fueron ellos los que le quitaron la vida a Nabal? De hecho, David fue tentado e inclusive intentó hacerlo. No sabemos si Abigail alguna vez se sintió tentada. Pero tenemos que saber que esta fue una situación difícil que ella enfrentó en esos años.
Vayamos ahora al último capítulo de la historia que termina un poco mejor de donde terminamos en la última sesión. Empezando en el versículo 39 de 1 Samuel 25:
«Cuando David supo que Nabal había muerto, dijo: Bendito sea el SEÑOR, que ha defendido la causa de mi afrenta de manos de Nabal, y ha preservado a su siervo del mal. El SEÑOR también ha devuelto la maldad de Nabal sobre su propia cabeza».
David podía dormir en paz (aunque estuviera en el desierto con piedras como almohada). Él podía dormir en paz porque sabía que Dios había sido quien le puso término a esa situación.
No tomes las cosas en tus propias manos. David había aprendido a dejar que fuera el Señor quien tomara venganza de los insultos que había recibido. Cuando los insultos lleguen, no los absorbas. No tomes represalias. No hagas como Nabal.
David iba a necesitar esta lección cuando se enfrentara al próximo Nabal de su vida, el rey Saúl, que ocurre en el siguiente capítulo. Saúl ha estado rondando y ha estado teniendo rivalidad con David. Pero en el capítulo siguiente, David nuevamente tendrá la oportunidad de quitarle la vida a Saúl.
Pienso que David aprendió algo de esta experiencia. No te vengues. Deja que Dios se vengue del mal. Dios lo hará, en Su tiempo y a Su manera. Con Nabal ocurrió bastante rápido. Con Saúl, no sucedió hasta años después.
Con el Nabal de tu vida, puede que Dios no vengue el mal rápidamente. Puede que Dios no vengue la maldad hecha contra ti mientras vivas. Pero Dios vengará la maldad.
No te pongas a orar en casa, diciendo: «Oh Dios, toma venganza de mi Nabal», porque te conviertes en un Nabal cuando oras así. Te conviertes en una persona necia e insensata y Dios tendrá que tomar venganza de ti por ser vengativa. Revístete del corazón misericordioso de Dios quien, como escuchamos en la última sesión, es sufrido. Él anhela que todos nos arrepintamos y que nadie perezca.
Y si estás casada con un Nabal o si trabajas para un Nabal o si eres la madre de un Nabal, pídele a Dios que libre la vida de esa persona y que vuelva su corazón antes de que sea demasiado tarde para la eternidad. Es una ley del universo.
Proverbios capítulo 29, versículo 23 dice: «El orgullo del hombre lo humillará». Eso fue lo que le pasó a Nabal. Si eres una persona orgullosa, una persona dura, con el corazón endurecido, una persona que no tiene temor del Señor, tal vez estás escuchando este programa por alguna razón.
Tal vez ni siquiera sepas por qué en el día de hoy, pero estás escuchando y eres una persona orgullosa, puedo asegurarte que tu orgullo te humillará. Te destrozará. Te autodestruirás. No importa hasta qué punto, si hay tendencias similares a las de Nabal en tu propio corazón o en tu trato con los demás, eso te humillará.
Pero Proverbios capítulo 29 versículo 23 continúa diciendo: «El de espíritu humilde obtendrá honores».
Eso fue lo que le pasó a Abigail. Y fue lo que le pasó a David, que en última instancia se humilló en su respuesta, y esto reveló su corazón. Deja que el Señor trate con los Nabales de tu vida, con los que te hacen daño. No te conviertas en uno de ellos.
Cuando David fue maltratado por Nabal y un Nabal llegó a su vida, David tuvo una opción. ¿Voy a responder como Nabal y a convertirme en un necio como él? ¿O voy a responder como Abigail que influyó en David para que hiciera lo bueno?
Y siguiendo en el versículo 39 dice:
«Entonces David envió a hablar con Abigail, para tomarla para sí por mujer. Y los siervos de David fueron a casa de Abigail en Carmel, y le hablaron diciendo: David nos ha enviado a ti, para tomarte para sí por mujer. Y ella se levantó y postrándose rostro en tierra, dijo: He aquí, vuestra sierva es una criada para lavar los pies de los siervos de mi señor. Abigail se levantó apresuradamente, montó en un asno, y con sus cinco doncellas que la atendían siguió a los mensajeros de David, y fue su mujer» (vv. 39-42).
Inclusive en esta respuesta de Abigail, ¿no ves humildad, ves un corazón humilde? No soy digna de esto. No merezco ser la esposa del hombre que será rey, la esposa de un hombre que tiene un corazón para Dios.
Abigail conocía las promesas de Dios para David. No sabemos si Dios se las había mostrado de forma divina o si había escuchado las historias de cuando David fue ungido para ser rey. Pero sabía quién era este hombre y no se veía a sí misma como digna o merecedora de ser su esposa. Ella dijo: «Vuestra sierva es una criada para lavar los pies de los siervos de mi señor». Un corazón humilde.
Abigail termina casándose con este hombre a quien ella había influenciado a través de su discernimiento y de su discreción. Su discernimiento, su discreción, su sabiduría lo habían hecho un mejor hombre, lo habían guardado de pecar en un momento de debilidad, en un momento de ira, que no se correspondía a como él usualmente respondía. Su forma razonada de abordarlo, su espíritu al abordarlo, lo rescataron, lo guardaron y lo protegieron de hacer lo que él tenía la intención de hacer.
Ese es el hombre con quien ella termina casándose, el hombre en cuya vida ella invirtió. Suena como un final de cuento de hadas, ¿no es así? Y todos vivieron felices para siempre.
Pero recuerden, no sea que se vayan a encontrar fantaseando con una situación así, o sea, de escapar de su vida junto a Nabal y terminar en una situación que sea todo «color de rosa». Recuerden que aún después de casarse con David, la vida de Abigail no fue un lecho de rosas.
Entre otras cosas, David tenía varias esposas. Lo vemos en el versículo 45. En este punto, ella se convierte en una de tres esposas. Y luego, durante años, no sabemos cuántos, ella tuvo que deambular como fugitiva en el desierto con él y su banda de seiscientos hombres.
El punto vino años más tarde cuando su esposo, en otra situación de pasión desenfrenada, terminó teniendo un amorío con Betsabé. El sufrimiento todavía no había terminado en la vida de esta mujer.
Solo quisiera decir que no importa en qué etapa o estación de tu vida estés, la vida es dura. La vida es dura. No existe tal cosa como una vida sin problemas de este lado del cielo.
Puede que tengas toda una lista de deseos, y fantasees y pienses: «Si tan solo no estuviera casada con este hombre; si tan solo estuviera casada con tal otro que es mucho más piadoso. ¡Oh, cuánto me gustaría estar casada con un David!».
¿En serio? ¿Un hombre temperamental? ¿Propenso a deprimirse? ¿Con problemas de mujeres? O sea, cada situación y circunstancia de la vida tiene sus retos. No existe tal cosa como una vida sin problemas de este lado del cielo.
La vida es dura, pero Dios es bueno; y Dios está santificando y redimiendo la creación caída que nos incluye a ti y a mí. Tu vida va a tener un final de cuento de hadas si eres una hija de Dios. Los justos vivirán felices para siempre.
Pero eso no es aquí, ni es ahora. Por eso es que tienes que mirar a largo plazo, que realmente no es tan largo cuando lo ves a la luz de la eternidad.
Si te encuentras todavía viviendo, trabajando, luchando con un Nabal en tu vida, no pierdas las esperanzas. No te des por vencida. Aférrate a las promesas de Dios. Mira hacia adelante. Mira hacia el final de la historia y ten por cierto que en Su forma y en Su tiempo, Dios vengará toda maldad y a los malvados. Y Dios te bendecirá y te recompensará si has encontrado tu refugio en Él.
Mientras tanto, hasta que llegues a la parte de «vivir feliz para siempre», ¿qué haces? Esperas en el Señor. Aprendes sabiduría. En ocasiones, soportas las penas y el sufrimiento.
De nuevo quiero aclarar que no estoy diciendo que si estás en una situación físicamente abusiva, digas: «Oh, estoy supuesta a soportar esto». Cuando la ley está siendo quebrantada, debes involucrar a las autoridades ordenadas por Dios para que te ayuden.
Pero aunque muchas veces el soportar es muy difícil. No es una amenaza para tu vida; no es una amenaza para tu salud. Solo es difícil. Son los cambios de humor de las personas, sus temperamentos, sus palabras feas, sus espíritus críticos.
¿Qué haces entonces? Aguantas. Esperas en el Señor. Aprendes sabiduría y dejas que Dios use tu vida para influir a los David y a los Nabales.
En un principio, no sabes quién será un Nabal y quién será un David, quién va a responder y quién no. Algunos responderán, como David, a tu súplica.
Dios tenía un plan para la vida de David. Abigail era parte de ese plan y ejerció el papel de una mujer sabia y piadosa en las vidas de ambos hombres.
Un hombre se arrepintió; el otro, no. Esa no era la responsabilidad de Abigail. Su responsabilidad solo era ser la mujer que Dios quería que ella fuera en la vida de ambos hombres.
Mientras hablamos de una contrarrevolución de mujeres piadosas, sabias y bíblicas en nuestro tiempo, estamos hablando de mujeres que responden, piensan, confían y actúan como Abigail. Estas son mujeres con un espíritu manso y humilde, con una sabiduría apacible y con confianza en Dios, quienes básicamente cambiarán este mundo.
Carmen: Nancy DeMoss de Wolgemuth nos ha estado guiando a través de la historia de Abigail. Este personaje bíblico es un gran ejemplo de cómo tratar pacientemente con personas con las que nos es difícil vivir. Escucha lo que una mujer de la audiencia, al escuchar esta enseñanza, le preguntó a Nancy:
Karen: Solo quería que abundaras más con respecto a cuando mencionaste que ciertamente no quisiéramos orarle a Dios que vengue un matrimonio difícil, pidiéndole que termine con la vida de tu esposo.
Sin embargo, en los salmos hay mucha expresión de odio feroz. Solo me pregunto cuál es el balance entre ser invitada por Dios a compartir genuinamente lo que hay en tu corazón, que odias a esa persona o lo que sea y tener la libertad de expresarlo y la confidencialidad de tu caminar con Dios, pero no desarrollar ni abrigar un espíritu vengativo en ti.
Nancy: La pregunta que Karen acaba de hacer es una que nos haríamos al leer los salmos en particular. ¿Recuerdan algunos de esos salmos? Me viene a la mente, por ejemplo, el Salmo 10, cuando David habla sobre las cosas terribles que hacen los impíos. Se jactan de los deseos de su corazón, el codicioso maldice y desprecia al Señor. En la altivez de su rostro, el impío no busca a Dios.
David habla sobre todas estas cosas que hacen los malvados, y luego dice: «Quiebra tú el brazo del impío y del malvado; persigue su maldad hasta que desaparezca» (v.15).
Luego en el capítulo 11 dice: «Sobre los impíos (Dios) hará llover carbones encendidos; fuego, azufre y viento abrasador será la porción de su copa» (v. 6).
Estos son lo que los comentaristas llaman los salmos imprecatorios, es decir, clamar a Dios para que traiga juicio sobre los malvados. Y lo que Karen está diciendo es: «¿Sería correcto alguna vez que nosotras digamos sinceramente al Señor, “quisiera que juzgaras a esta persona”?» Parece ser lo que hizo David bajo inspiración del Espíritu Santo en las Escrituras. Estos son clamores sinceros.
Pienso que necesitamos distinguir entre los motivos que hay en nuestro corazón. ¿Cuál es la razón de querer que Dios se vengue de los malvados? Dios va a vengar a los malvados, pero ¿lo estoy deseando de modo que mi vida puede ser menos miserable, de modo que yo pueda estar en una circunstancia y situación más feliz, más cómoda? ¿Será que mi meta suprema es que estoy deseando ser liberada de la presión?
¿O mi meta suprema es que Dios sea reivindicado? ¿Que la gente lo vea como el Juez y Dios que Él es?
Parte de mí dice: «Bueno, si estás siendo espiritual, debes orar para que Dios los salve, que Dios los lleve al arrepentimiento».
Pienso que así es el corazón de Dios, es lo que Él anhela, y es correcto orar por eso.
Pero pienso que también llega un momento cuando oras: «Señor, muestra que eres Dios y castiga a los malvados por Tu gloria para que la gente sepa que no eres un Dios con el que se puede jugar».
Si los malvados siempre ganan, entonces el mundo podría decir: «¿Quién es Dios?» Podrían agitar sus puños frente al rostro de Dios, como hacen tantos malvados, y decir: «No creemos en ti. No nos importas. No significas nada. No juzgas la maldad».
Si tu corazón ama la gloria de Dios y anhela que Dios sea reivindicado en la vida de tu esposo, de un niño, o de alguien que está siendo un Nabal, que está siendo necio o insensato, pienso que es correcto decir: «Señor, glorifícate. Y si eso significa ejercer juicio sobre los pecadores que no se van a arrepentir, entonces Señor quiero que lo hagas».
Tan pronto haces ese tipo de oración, más te vale que empieces a escudriñar tu propio corazón. Porque si no nos hemos arrepentido de áreas de pecado en nuestras vidas, es como si estuviéramos diciendo: «Señor, júzgame». Y no queremos la justicia de Dios; queremos la misericordia de Dios. Necesitamos la misericordia de Dios.
No deseas el juicio de Dios sobre nadie. Pero en el libro de Apocalipsis, leemos: «Justos son tus juicios, Señor, verdaderos y justos son».
Hay algo con relación a nuestros corazones, que si amamos la gloria de Dios y Su santidad, deberíamos decir: «Señor, no queremos que nadie sea juzgado, pero si los pecadores no van a arrepentirse, te honramos como un Dios de justicia que juzga como corresponde».
Es decir, amamos, en ese sentido, el juicio de Dios porque amamos a Dios y amamos Su santidad y queremos que Dios sea glorificado en las vidas de aquellos que obran en su contra. Y a veces eso sucede a través del juicio.
De modo que si estás orando por juicio, asegúrate de escudriñar tu propio corazón y de que no le estés pidiendo a Dios que juzgue a otra persona por algo por lo cual tú mereces ser juzgada.
Ora muy cuidadosamente con un corazón y una mirada hacia la gloria de Dios. «Señor, deseo que tu reino impere en este mundo. Por lo tanto, te pido que todos los que no estén doblando sus rodillas ante ti, sean traídos al arrepentimiento y a doblar sus rodillas ante Ti porque sino ellos experimentarán Tu ira».
Otra cosa. Cuando oras por el juicio de Dios, puede ser que el juicio sea correctivo. Puede que las consecuencias del pecado de ese Nabal no sean la muerte, sino otras consecuencias que Dios usará para llevar a esa persona al arrepentimiento.
La corrección de Dios en nuestras vidas nos guía al arrepentimiento. El sufrimiento puede llevarnos al arrepentimiento si nuestro sufrimiento es a causa del pecado. De modo que algunas veces estarás orando por el juicio correctivo de Dios en la vida de alguien.
Pedir por un juicio final de proporciones cataclísmicas, que es lo que le sucedió a Nabal, es algo, creo yo, que generalmente no estamos en la posición de hacer. Ciertamente a largo plazo oramos: «Señor, defiende la rectitud y vence a los que hacen el mal».
Pero Dios sabe cuándo y cómo y en qué forma Él recibirá la mayor gloria. El corazón es la clave del asunto aquí. Sí, podemos ser sinceras con Dios.
A propósito, si realmente sientes odio en tu corazón hacia tu esposo o hacia ese Nabal en tu vida, sé sincera con Dios, pero no justifiques tu odio. Cuando eres honesta, lo que estás haciendo, en ese caso, es confesar como pecado la actitud equivocada de tu corazón hacia esa persona.
De modo que sí, dile a Dios dónde estás. Pero díselo con un corazón arrepentido.
«Señor, hay una raíz de amargura en mi corazón. Tengo resentimiento contra esta persona. He deseado que le quites la vida. Dios, eso muestra orgullo de mi parte y está mal. No soy Dios, estoy usurpando tu lugar. No tengo el derecho de tomar la venganza en mis propias manos o desear venganza hacia esa persona. Tú sabes lo que está bien. Tú eres el Dios justo. Dame un corazón compasivo, tierno y amoroso, que anhele que esa persona esté bien contigo».
A veces me pregunto cuántos Nabales, sean estos esposos, jefes, amigos, examigos, exparejas, cuántos esposos –y voy a usar este ejemplo– Dios cambiaría, ablandaría y atraería hacia sí mismo, si hubiera una esposa o una persona en la vida de ese Nabal que realmente se convirtiera en una intercesora para la Gloria de Dios y por amor a Dios. Y que sienta que es más importante que Dios sea glorificado que …
A veces si alguien te ha herido de verdad, no quieres que esa persona se arrepienta. No quieres que esa persona esté bien con Dios. O sea, a decir verdad, quieres verla sufrir porque ella te ha hecho sufrir.
Ahí es donde tenemos que ser sinceras respecto a nuestros propios corazones y decir: «Señor, realmente no he querido que esta persona se arrepienta. Solo he querido que se las vea contigo. Me doy cuenta de que esta es una actitud equivocada. Tu misericordia ha triunfado sobre el juicio en mi vida y quiero que tu misericordia triunfe sobre el juicio en la vida de esa persona. Quiero que esa persona te traiga gloria».
Por eso es que cuando ores por tus hijos o por tu pareja o por quien quiera que sea que no esté siguiendo a Cristo, tienes que pedirle a Dios que te muestre primero tu propio corazón.
- ¿Cuál es la motivación de tu corazón?
- ¿Estás solo deseando ser liberada y aliviada del dolor? En cuyo caso has hecho de esa persona un ídolo en tu vida.
- ¿O estás deseando que Dios sea adorado?
Dios merece ser glorificado por ese hijo rebelde o por ese esposo o excompañero quienquiera que sea. Dios merece ser glorificado por esa persona.
De modo que dices: «Señor, quiero que recibas la honra. Quiero que seas glorificado. Lo que sea que haga falta en la vida de esa persona, estoy dispuesta a alejarme, a mantenerme al margen, a no tratar de rescatar a esa persona de Tus tratos en y con su vida, sino a dejar que Tú hagas lo que haga falta».
Ahora, muchas de ustedes son madres y esa es una oración difícil de hacer y de decirla en serio. Pero si amas la gloria de Dios más que tu propia carne y sangre, probablemente llegarás a un punto en que así es como tienes que orar.
Carmen: Nancy DeMoss de Wolgemuth nos ha estado dando pasos prácticos que podemos seguir para vivir con personas difíciles en nuestras vidas. Uno de ellos es orar por estas personas aunque hayan tomado decisiones necias. Si fuéramos nosotras las necias en las vidas de otras personas, seguramente nos bendeciría saber que están orando por nosotras. Esta enseñanza es una reflexión basada en la vida del personaje bíblico Abigail.
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En nuestro próximo programa Nancy nos traerá más consejos prácticos que aprendemos de la vida del personaje bíblico Abigail. Te esperamos aquí en Aviva Nuestros Corazones.
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