Un estado de cautiverio
Annamarie Sauter: ¿Has notado que en ocasiones tendemos a invertir las prioridades de Dios para nosotras?
Nancy DeMoss Wolgemuth: El orden de Dios es que lo eterno es más importante que lo temporal o que lo inmediato. Pero ¿cuál es nuestra tendencia? Tendemos a invertir las prioridades y le damos más importancia a lo inmediato y lo temporal; lo hacemos más importante que lo eterno.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
¿Qué es aquello que recibe tu primera atención—antes que otras cosas? Al iniciar un año nuevo es importante que pensemos en esto. Porque hay muchas cosas que puedes hacer o que parece que tienes que hacer y capturan tu atención, pero, ¿es eso en lo que debes invertir tu tiempo ahora? A través de esta serie titulada, Primero lo primero, Nancy te ayudará a invertir sabiamente tu …
Annamarie Sauter: ¿Has notado que en ocasiones tendemos a invertir las prioridades de Dios para nosotras?
Nancy DeMoss Wolgemuth: El orden de Dios es que lo eterno es más importante que lo temporal o que lo inmediato. Pero ¿cuál es nuestra tendencia? Tendemos a invertir las prioridades y le damos más importancia a lo inmediato y lo temporal; lo hacemos más importante que lo eterno.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
¿Qué es aquello que recibe tu primera atención—antes que otras cosas? Al iniciar un año nuevo es importante que pensemos en esto. Porque hay muchas cosas que puedes hacer o que parece que tienes que hacer y capturan tu atención, pero, ¿es eso en lo que debes invertir tu tiempo ahora? A través de esta serie titulada, Primero lo primero, Nancy te ayudará a invertir sabiamente tu tiempo. Aquí está ella con nosotras.
Nancy: Hace algunas semanas estuve en una conferencia para mujeres. La primera noche les preguntamos cómo podíamos orar por ellas. Con esto en mente les pedimos que escribieran sus peticiones en unas tarjetitas de oración. Hubo varias peticiones sobre una misma categoría en particular. Me di cuenta de que es un tema que afecta a muchas mujeres hoy en día. Les voy a leer lo que escribieron en algunas de esas tarjetitas.
Una de las mujeres dijo: «Yo siento que estoy corriendo en dieciséis direcciones distintas y sin poder resolver mucho».
Otra mujer escribió: «Yo tengo tres niños pequeños, y estoy educando a mis hijos en el hogar. Me siento cargada con las responsabilidades diarias, además de tener que lavar los platos, lavar la ropa y hacer la limpieza de la casa».
Otra mujer, la esposa de un pastor, nos dijo: «Batallo entre el trabajo en la iglesia y las ocupaciones del cuidado de mi familia, aparte de tener que cuidar de mi cordura. Hay mucho que hacer. Constantemente estoy cansada, y siempre tengo la sensación de no poder lograr nada».
Y aquí vemos esta otra etapa de la vida. Esta mujer escribió:
«Mi suegro tiene Alzheimer, vive con nosotros, con mi esposo y con mis cuatro hijos, sus edades oscilan entre seis meses y dieciséis años. Siento que alguien siempre necesita algo de mí las 24 horas del día, los siete días de la semana. No sé cómo mantenerme física y espiritualmente viva».
Otra escribió:
«Acabo de cambiar de trabajo, por lo que estoy trabajando muchas horas. No sé cómo salir de mis compromisos. Por favor oren de manera que pueda tener la sabiduría necesaria, ya que esto está afectando a las mujeres que ministro en la iglesia –y es que no tengo tiempo suficiente».
Nosotras tenemos un enemigo, y ese enemigo nos ha engañado. Nos ha engañado con respecto a nuestras prioridades; con lo que realmente es importante en la vida, y como resultado de esto hemos sido esclavizadas.
La mayoría de nosotras estamos viviendo vidas que son más agotadoras y frenéticas de lo necesario, si solo hubiéramos entendido la verdad.
Cuando pienso en los horarios y las demandas del tiempo, en las prioridades, en sentirme abrumada; agradezco tanto que tengamos un Salvador que se identifica con nuestra situación. En esta tierra no pudo haber nadie que durante toda su existencia tuviera más cosas que hacer que el Señor Jesucristo.
Piensa en esto por un momento: a Él solo se le dieron treinta y tres años en esta tierra, y de esos treinta y tres, tres años y medio fueron dedicados al ministerio público. En esos tres años y medio, Su descripción de trabajo era llevar a cabo el plan de redención de todo el mundo. Así que estamos hablando de una lista larga de «cosas por hacer». Jesús supo durante esos años lo que significó tener presión, demandas, necesidades por resolver. Es por eso que Él nos comprende.
Hace algunos días comencé a leer de nuevo el Evangelio de Marcos. Mientras leía este evangelio, comencé a anotar cada vez que Jesús tenía personas a Su alrededor presionándolo con diferentes situaciones.
Escucha algunas de estas frases de estos episodios comenzando en el Evangelio de Marcos capítulo uno, este es un día en la vida de Jesús.
Él comenzó el día enseñando en la sinagoga. Mientras estaba ahí, entró un hombre con un espíritu inmundo que interrumpía el servicio. Jesús echa fuera el espíritu inmundo, y luego, después de un día de ministerio, se va a casa con dos de Sus discípulos, Pedro y Andrés. Entonces, en lugar de recostarse y descansar, tuvo que resolver la situación de la enfermedad de la suegra de Pedro que necesitaba ser sanada.
Entonces llegamos al versículo 32 del capítulo 1, que dice: «A la caída de la tarde, después de la puesta del sol, trajeron a Jesús todos los que estaban enfermos y los endemoniados. Toda la ciudad se había amontonado a la puerta» (vv. 32-33). ¿Alguna vez has sentido que tienes a todo el mundo demandando algo de ti?
Luego, muy temprano, la siguiente mañana, el pasaje nos dice cómo Él salió a orar, y en el versículo 36 dice: «Simón y sus compañeros salieron a buscar a Jesús. Lo encontraron y le dijeron: “Todos te buscan”» (vv. 36-37).
Jesús va al siguiente pueblo al final del capítulo 1, sana al leproso y le dice: «no digas nada a nadie». Pero claro, el leproso le dice a todo el mundo. La noticia del poder de Jesús corre y en el versículo 45 nos dice: «Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera en lugares despoblados; y venían a Él de todas partes».
El capítulo 2, versículo 1 dice: «Habiendo entrado de nuevo en Capernaúm varios días después, se oyó que estaba en casa. Y se reunieron muchos, tanto que ya no había lugar ni aun a la puerta…» (vv. 1-2). Versículo 13, capítulo dos: «Y Él salió de nuevo a la orilla del mar, y toda la multitud venía a Él». Y en el capítulo 3: «Jesús se retiró al mar con sus discípulos; y una gran multitud de Galilea le siguió».
En el capítulo 3, versículo 31, vemos que Jesús también tenía relaciones familiares; responsabilidades familiares que le presionaban: «Entonces llegaron su madre y sus hermanos, y quedándose afuera, mandaron llamarle. Y había una multitud sentada alrededor de Él, y le dijeron: He aquí, tu madre y tus hermanos están afuera y te buscan» (vv.31-32).
¿Qué haces cuando la multitud te busca, tu madre te busca, tus hermanos te buscan, tu esposo te busca, tus hijos te buscan?
En el capítulo 6, vemos otro momento. Jesús acababa de perder a su primo Juan el Bautista, quien había sido decapitado por el rey Herodes. Los discípulos acababan de llegar de una excursión ministerial, y Jesús les dice, en el versículo 31 del capítulo 6 de Marcos: «Venid, apartaos de los demás a un lugar solitario y descansad un poco. (Porque había muchos que iban y venían, y ellos no tenían tiempo ni siquiera para comer.) Y se fueron en la barca a un lugar solitario, apartado. Pero la gente los vio partir, y muchos los reconocieron y juntos corrieron allá a pie de todas las ciudades, y llegaron antes que ellos» (vv. 32-33).
Cuando Jesús se retiró para sus vacaciones, se encontró con una gran multitud. Él nunca pudo escapar de la multitud, de las personas, los enfermos, los poseídos, de Su familia y de sus discípulos, sin embargo, la noche antes de Su crucifixión, Él oró y dijo a Su Padre: «Yo te glorifiqué en la tierra, habiendo terminado la obra que me diste que hiciera» (Juan 17:4).
Si yo pudiera expresar la meta de mi vida en un solo versículo, probablemente sería este; el poder decir, «oh Dios, te he glorificado aquí en la tierra. He acabado el trabajo que me diste que hiciera».
Ahora bien, ¿cómo es posible que Jesús pudiera decir eso con tanta certeza? Todavía había personas que necesitaban ser sanadas. No todos los enfermos, no todos los endemoniados, no todos los perdidos se habían convertido al evangelio de Jesucristo; no habían encontrado lo que necesitaban. Y aun así Jesús podía decir:
«Yo he terminado el trabajo que Tú me diste para hacer».
Difícilmente ha habido un día –es más, no puedo pensar en el día que yo pueda irme a la cama pensando, «he terminado todo el trabajo que hay que hacer».
Pues bien, la clave está en la siguiente frase: «…el trabajo que Tú me diste para hacer». No el trabajo que todos los demás me dieron para hacer; no lo que yo pensé que debía hacer; no todo lo que tenía que hacerse; sino, «Dios, yo he terminado el trabajo que Tú me has dado para que hiciera». Es un gran alivio para mí saber que:
- No tengo que hacer todo lo que hay que hacer
- No tengo que hacer todo lo que yo quiero hacer
- No tengo que hacer todo lo que yo creo que necesita hacerse
- No tengo que hacer todo lo que tú y todos los demás piensan que yo debo hacer
Lo único que tengo que hacer es saber cuál es el trabajo que Dios me ha dado para hacer y hacerlo.
Quizás lo que yo debo hacer no es lo mismo que tú debes hacer en esta etapa de la vida en que te encuentras. Su «lista de cosas por hacer» para mi vida en esta etapa es diferente a la lista que Él tenía hace diez años para mí. En los próximos diez años, es muy probable que también esté en otra etapa.
Es por esto que en cada etapa de nuestras vidas tenemos que detenernos y decir, «Señor, ¿qué es lo que Tú quieres que yo haga hoy…durante esta etapa? ¿En este periodo de mi vida? La verdad que me hará libre es reconocer que en las próximas 24 horas que tiene el día solo tendré tiempo para hacer aquello que está en Su lista, en la lista de Dios para mí; en la lista particular que Él ha confeccionado para mí, para mi vida, para ese día.
Anteriormente les he dicho esto a las mujeres, y esas palabras vuelven a perseguirme. Continuamente tengo que ministrar mi corazón conforme a las verdades de la Palabra de Dios. Hoy tengo tiempo para hacer todo el trabajo que Dios me ha dado para hacer HOY. Tendré tiempo, a lo largo de toda mi vida, ya sea que esta sea breve o que esta sea larga, para hacer todo lo que Dios me ha asignado.
Aquí está la otra verdad que te hará libre: yo glorifico a Dios cuando hago el trabajo que Él me ha dado para hacer. Esa es mi meta en la vida. Para esto fuimos creadas, para traer gloria a Dios. Jesús dijo: «Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese».
¿Quieres que tu vida traiga gloria a Dios? ¿Quieres cumplir el propósito para el cual fuiste creada? La verdad es que tú glorificas a Dios cuando haces el trabajo que Él te ha dado para hacer. Él ha ordenado trabajo para que tú hagas. Él ha ordenado trabajo para que yo haga. Nosotras reflejamos la grandeza y la gloria de Dios cuando hacemos lo que Él nos ha diseñado para hacer, lo que Él nos ha asignado para hacer. Estaremos hablando acerca de cómo descubrir cuál es ese trabajo.
Pero ahora hablemos por un momento acerca del significado de la palabra, prioridad. Viene del Latín prior, que quiere decir primero. El diccionario dice que prioridad es: «algo que amerita la primera atención; algo que merece la atención antes de otras alternativas que se presenten». Esto sugiere que hay algunas opciones. Hay alternativas en competencia, pero la prioridad es esa cosa que requiere la atención antes que esas otras alternativas.
Otro diccionario dice que «tiene que ver con precedencia, aquello que se establece por orden de importancia». Algunas cosas son más importantes que otras. Ahora bien, el hecho es que todas vivimos de acuerdo a prioridades. Tenemos tiempo, dinero y energías limitadas. Así que tenemos que elegir cómo utilizamos estos recursos. Debemos saber si gastar el dinero en esto y no en lo otro; así también tenemos que elegir lo que haremos con nuestro tiempo, si usarlo en esta o aquella actividad.
La pregunta no es si estamos viviendo de acuerdo a prioridades. Ciertamente todas vivimos de acuerdo a un conjunto de prioridades. La pregunta es: ¿Estamos viviendo de acuerdo a las prioridades correctas? ¿Estamos viviendo de acuerdo a las prioridades que Dios tiene para nuestras vidas y para el uso de nuestro tiempo? ¿Estamos usando nuestro tiempo con propósitos definidos, o de manera intencional?
¿O será que simplemente estamos haciendo lo que la mayoría de las personas hacen al pasar por la vida, andar sin un rumbo fijo? Hay personas que solamente reaccionan a las demandas a su alrededor, reaccionan ante sus circunstancias, reaccionan según vaya su día, en lugar de tener un propósito y ser intencionales en cómo van a utilizar esos momentos.
Vivir una vida basada en las prioridades, verdaderamente significa poner primero lo primero. Lo primero es primero. Lo que realmente importa. De todas las opciones que tengo delante de mí, ¿qué es lo que realmente importa? ¿Qué es lo que más importa ahora mismo? Esta es otra pregunta que tengo que hacerme. Mirando toda la situación, ¿qué es lo que más importa en este momento? Continuamente encuentro que en mi propia vida hay una constante y es que tiendo a darle más valor a las cosas pequeñas que a las más importantes.
La semana pasada alguien me dijo que estaba camino a una de sus clases de maestría. Ella tiene un trabajo de tiempo completo, y aún no se había preparado, es decir, no había leído o escrito todo lo que se le había asignado la semana anterior; algo que debía haber terminado para esta clase. Ella me comentó, «esta semana todo se ha convertido en prioridad, menos lo verdaderamente prioritario». De forma que tenemos la tendencia a enfocarnos en las cosas menos importantes mientras descuidamos aquellas que verdaderamente importan.
Tenemos la tendencia a invertir las prioridades de Dios. Por ejemplo, el orden de Dios es que lo eterno es más importante que lo temporal o que lo inmediato. Pero ¿cuál es nuestra tendencia? Tendemos a invertir las prioridades y le damos más importancia a lo inmediato y lo temporal; lo hacemos más importante que lo eterno.
Y hoy quiero comenzar, y durante los siguientes programas, a compartir algunas reflexiones sobre cómo podemos poner nuestras prioridades en el orden correcto. Estamos haciendo un hincapié especial en el tema de cómo utilizar nuestro tiempo, las prioridades y cómo se relacionan con el tiempo. Y lo que vamos a estar haciendo es tomar la palabra prioridades p-r-i-o-r-i-d-a-d-e-s, y haremos un acrónimo con cada una de las letras (siguiendo la palabra en inglés: priorities) como forma de ayudarnos a poner en orden nuestras prioridades.
Ahora bien, en primer lugar, quisiera aclarar que no estoy enseñando este material porque entiendo que he alcanzado un gran éxito en el área de mis prioridades o de las prioridades.
Incluso, quisiera compartir que mientras preparaba esta enseñanza esta última semana, me he encontrado realmente luchando para poder vivir algunos de los aspectos que yo sé que son ciertos acerca de las prioridades. Y es por eso que puedo decir que ha sido bueno para mí. Estoy compartiendo algunos temas que me han servido para ministrar aún mi propio corazón.
P-R-I-O-R-I-D-A-D-E-S. Comencemos con la letra P; es en esta letra que nos queremos enfocar en el día de hoy; perseverando en la oración. La oración.
Orar. Seguramente algunas de ustedes se imaginaban que comenzaríamos por ahí; con la oración. Quizás pensaron que debí haber escogido algo más práctico. Honestamente yo no les habría podido recomendar comenzar con algo más práctico que la oración. Porque orar demuestra humildad, y Dios le da gracia a los humildes. ¿Qué es lo que necesitamos cuando sentimos las presiones porque estamos en contra del tiempo y comenzamos a sentirnos abrumadas? Necesitamos de Su gracia.
Cuando yo oro, lo que le estoy diciendo a Dios es, «yo no puedo manejar esto sin Ti». El problema está en que nosotras queremos ser capaces de controlar y manejar nuestras vidas, nuestro tiempo, y nuestros horarios. Queremos que todo se ajuste perfectamente, de manera que trabaje a la perfección. Nosotras no queremos pasar por etapas de nuestras vidas en que estemos siendo estiradas, o presionadas más allá de lo que sentimos que somos capaces de soportar. Pero son precisamente esas presiones, y esos tiempos de estiramiento lo que nos obliga a reconocer nuestra impotencia y nuestra dependencia de Dios. Todo lo que me obligue a ir de rodillas a Dios es una gran bendición.
Cuando oramos estamos pidiéndole a Dios varias cosas. Primero le estamos pidiendo a Dios sabiduría. Estamos diciendo, «Señor, yo necesito sabiduría». Las Escrituras dicen: «Si tiene falta de sabiduría, pídala a Dios» (Santiago 1:5, parafraseado). Y lo que estamos diciendo es, «Señor, necesito sabiduría para manejar mis prioridades, necesito saber cómo ordenar mi tiempo y mi agenda».
Proverbios capítulo 2 dice, «porque si clamas a la inteligencia, y alzas tu voz al entendimiento, si la buscas como a plata, y la procuras como a tesoros escondidos, entonces entenderás el temor del Señor, y descubrirás el conocimiento de Dios. Porque el Señor da sabiduría, de su boca vienen el conocimiento y la inteligencia» (vv.3-6)
Así que cuando oro, estoy diciendo, «Señor, yo no sé cómo llevar a cabo todas estas cosas que me están presionando ahora mismo. Ni siquiera sé con certeza cuáles son las que debo lograr. ¿Me darías la sabiduría que proviene de Ti?» Porque del Señor viene la sabiduría, el Señor da la sabiduría.
Al orar estoy pidiendo a Dios que me muestre Su agenda y Sus prioridades para mi vida. Le digo: «¿Señor, qué es lo que Tú consideras importante para mi vida? ¿Qué es lo que me has dado para hacer? ¿Qué es lo que quieres que yo haga?»
Pablo dice en Hechos capítulo 20: «Toda mi meta en la vida, lo que importa para mí es poder terminar la carrera y completar la tarea que el Señor Jesús me ha dado: la tarea de dar testimonio acerca del evangelio de la gracia de Dios» (v.24, parafraseado)
Pídele a Dios que te dé una declaración de la misión de tu vida para esta etapa que estás viviendo. Pídele que te muestre para que fuiste creada. ¿Cuál es Su agenda para tu vida?
Efesios capítulo 2 nos dice que «somos hechura de Dios, y fuimos creadas en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas» (versículo 10, paráfrasis). En la eternidad pasada, Dios ordenó una serie de obras, buenas obras, para mi vida. No son el mismo paquete que Él ordenó para tu vida. Cuando estoy orando, estoy diciendo: «Señor, ¿me podrías mostrar qué es lo que has ordenado para mi vida?»
Cuando oramos estamos pidiéndole a Dios que dirija nuestras agendas, que dirija nuestro proceso de toma de decisiones, y que ordene nuestros pasos. Creo que una de las frases más importantes en las Escrituras que se refiere a este tema de las prioridades, es una que leemos varias veces en el Antiguo Testamento. Aprende «a consultar al Señor; y a inquirir en Su trono». Consultar al Señor. Una y otra vez, en la vida de David, vemos que él inquiría al Señor, y le preguntaba a Dios: «¿Cómo puedo dirigir mi agenda? ¿Debo aceptar esta obligación o no? ¿Debo aceptar esta responsabilidad o no? ¿Debo hacer frente a este proyecto o a este otro primero?»
Pidiéndole que ordene mis pasos… Una vez que he inquirido, que he estado en Su Palabra y en mis rodillas buscando su corazón y creo que me ha dirigido, entonces puedo confiar en que tendré la gracia para hacer frente a la presión, incluso si esa decisión me abruma.
Cuando fui retada a hacer un ministerio radial dirigido a mujeres, lo que ahora se ha convertido en Aviva Nuestros Corazones, tengo que decirles que me tomó cerca de 18 meses de oración y ayuno. Bueno, yo no ayuné durante 18 meses, pero durante ese período de 18 meses busqué al Señor, estuve en Su Palabra; busqué consejos piadosos; porque tenía que saber, antes de decir sí, que esto era lo que Dios quería que yo hiciera.
Tuve que llegar al punto de estar segura de que este era el plan de Dios para mi vida; que no se trataba del plan de otra persona para mí, sino que era el plan de Dios. Solo así podría estar segura de que cuando las presiones vinieran –como de hecho vinieron y siguen llegando– que yo podía saber a ciencia cierta que habría la gracia para hacer frente a esas presiones, porque estaba segura de que esto era lo que Dios había ordenado para mi vida.
Al mirar la vida de Jesús, vemos a un hombre que era totalmente dependiente de Su Padre celestial, que buscaba a Su Padre para la toma de decisiones, para dirección y que se tomaba el tiempo temprano en la mañana para orar, para escuchar a Dios; para preguntarle a Dios lo que debía hacer. Así fue como supo decirles a Sus discípulos en Marcos capítulo 1, «vamos a otro lugar, a los pueblos vecinos», cuando ellos le dijeron: «Todo el mundo te está buscando» (v.37).
¿Cómo lo supo? Porque Él había estado en oración. Había estado buscando la voluntad de su Padre –había estado recibiendo la dirección de Su Padre. Esto permitió que el Espíritu le guiara en lugar de ser conducido y empujado y tirado por otras personas hacia un centenar de diferentes direcciones.
Cuando oramos estamos pidiendo a Dios que nos ayude a ser prudentes, disciplinadas y obedientes en la forma en que usamos nuestro tiempo. «Señor, ayúdame a ser diligente, ayúdame a no ser perezosa». Le pedimos que nos dé sabiduría en cuanto a cómo usamos nuestro tiempo.
También le pedimos a Dios que nos muestre cómo hacer malabares con las demandas de cada etapa de la vida de forma práctica. Debemos pedirle al Señor creatividad. Él no promete que hará que sea fácil hacer frente a esas demandas, pero Él nos promete que dará la gracia. A veces pienso que la gracia significa que Dios nos da nuevas ideas y nuevas formas de hacer las cosas que de otra manera nos hubiesen llevado mucho más tiempo. Pídele al Señor que te muestre cómo hacer esto.
El apóstol Pablo nos dice en 2 Corintios capítulo 1: «Estábamos bajo una gran presión, más allá de nuestra capacidad de soportar. Pero eso sucedió para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios. En Él hemos puesto nuestra esperanza y Él nos librará, en la medida en que ustedes nos ayudan con sus oraciones. Entonces muchas personas darán gracias por la gracia concedida a nuestro favor, en respuesta a las oraciones de muchos» (vv. 8-11, parafraseado).
Esto me recuerda una estrofa de ese himno:
Oh la paz no encontraría, quien comparta mi dolor,
Todo porque no llevamos todoa Dios en oración.
Annamarie: Y tú, ¿estás viviendo según las prioridades correctas? Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado animando a dar el primer paso para poner Primero lo primero: Perseverar en oración. Te animo a decir, «sí, Señor», y a comenzar este nuevo año reconociendo tu necesidad de la gracia de Dios para vivir conforme a Su voluntad para esta etapa de tu vida.
En nuestro sitio web, avivanuestroscorazones.com, tenemos disponibles para ti recursos que sé que te ayudarán a comenzar este año en oración y a perseverar en la lectura de la Biblia. Visítanos y encuentra algunos planes de lectura que te recomendamos, y escoge uno de los varios retos de oración que tenemos a tu disposición. Escoge el que mejor se aplique a tus necesidades en este momento, y anima a un grupo de hermanas a hacerlo juntas. Encuéntra estos recursos en avivanuestroscorazones.com
¿No sería maravilloso si pudiéramos tener una reunión con Dios en la que Él nos diera nuestra descripción de puesto para el resto de la vida? Bueno, quizás Dios no se comunique con nosotras de esta manera, pero Él sí puede mostrarnos Sus prioridades. Nancy nos hablará más acerca de esto en el próximo episodio.
Viviendo en libertad juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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