Un cordel de tres hilos
Débora: ¿Te has dado cuenta de que no fuiste creada para vivir en soledad?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Las personas estamos hambrientas de relaciones. La razón de eso es que Dios nos creó para relacionarnos.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 14 de febrero de 2024.
Sarah: Relaciones… Parece que todo el mundo quiere conseguir nuevas relaciones, y parece que todo el mundo está sufriendo por las relaciones en las que ya se encuentra. Escuchemos mientras Nancy comienza una nueva serie titulada, El poder de las relaciones.
En muchos países hoy se celebra el día del amor y la amistad. Creo que este es un buen día para agradecer por aquellas amistades y familiares de los que Dios nos ha permitido disfrutar. Pero sobre todo, es un día para recordar el amor más profundo, perfecto y constante, un …
Débora: ¿Te has dado cuenta de que no fuiste creada para vivir en soledad?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Las personas estamos hambrientas de relaciones. La razón de eso es que Dios nos creó para relacionarnos.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 14 de febrero de 2024.
Sarah: Relaciones… Parece que todo el mundo quiere conseguir nuevas relaciones, y parece que todo el mundo está sufriendo por las relaciones en las que ya se encuentra. Escuchemos mientras Nancy comienza una nueva serie titulada, El poder de las relaciones.
En muchos países hoy se celebra el día del amor y la amistad. Creo que este es un buen día para agradecer por aquellas amistades y familiares de los que Dios nos ha permitido disfrutar. Pero sobre todo, es un día para recordar el amor más profundo, perfecto y constante, un amor que se encarnó para extendernos gracia y salvación, ¡y ese es Cristo!
También es un buen día para recordar las palabras que se encuentran en el evangelio de Juan: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna». ¡Qué amor tan inmerecido! Aunque el 14 de febrero ya pasó, en este día te animamos a que medites en ese amor que has recibido de parte de Dios, a través de Cristo, y que lo extiendas a todos aquellos que te rodean, recordando que podemos amar porque Él nos amó primero.
Dios nos creó como seres relacionales porque Él es un Dios que se relaciona con nosotros. Como vivimos en un mundo caído, en nuestras relaciones con aquellos que nos rodean no siempre experimentamos gozo y alegría, sino dolor y tristeza.
Pero qué gran consuelo es tener la certeza de que la relación en la que el amor, el gozo y la alegría se manifiestan de manera profunda es la del Señor hacia nosotros, porque Él nunca nos falla.
Hoy escucharemos a Nancy en esta serie que se titula, El poder de las relaciones. Ella nos llevará a profundizar en el capítulo 4 de Eclesiastés para mostrarnos la receta de Dios y así poder experimentar relaciones piadosas y sanas.
Escuchemos.
Nancy: Aprecio mucho el recibir cartas y correos electrónicos de nuestras oyentes en Aviva Nuestros Corazones. Leo tantos como me sea posible. Esto realmente me ayuda a darme cuenta, a sentir dónde están los corazones de las mujeres, cuáles son sus necesidades, cuáles son sus cargas, y quiero agradecer a aquellas de ustedes que han compartido con nosotros cómo podemos orar por ustedes y también cómo Dios está trabajando en sus corazones y en sus hogares, ya que creemos que Dios usa el poder y la verdad de Su Palabra a través de este ministerio para transformar los corazones y los hogares.
Y uno de los problemas que surge a menudo, mientras leo las cartas y los correos, es el tema de las relaciones. Las personas claman a Dios por el sufrimiento, el dolor, los desafíos y las dificultades que se presentan en las relaciones humanas.
¿No sería más fácil la vida si no fuera por las personas? ¿Alguna vez has deseado que Dios te llame a una de esas regiones deshabitadas del mundo? Por supuesto, si te detienes a pensar en esto, aún ahí tendrías muchos problemas. Pero tendemos a pensar, si no fuera por tal o cual persona o esta relación o esta situación en mi vida, que es tan desafiante, entonces mi vida podría ser más fácil y sin problemas.
Muchas relaciones hoy se caracterizan por el dolor, la tensión, la ira, la decepción, el miedo y la vergüenza. Piensa en las relaciones más cercanas a ti, quizás dentro de las cuatro paredes de tu propia casa. Las personas a las que se supone que amamos más son muchas veces las que más herimos, y a menudo somos más fácilmente heridas por las personas más cercanas a nosotras.
Al pensar en esta generación postmoderna, no solo existe esta característica del dolor, las heridas, la vergüenza, el engaño en las relaciones, sino que también hay una profunda sensación de soledad, alienación, aislamiento, soledad crónica. Lo escucho no solo de viudas ancianas, de quienes es comprensible que se sientan realmente solas, sino que lo escucho de mujeres con varios hijos. Puedes estar en una casa llena de gente y aún así sentirte muy, muy sola.
Hay un temor a la intimidad. Muchos en esta generación tienen una sensación de desconexión, «¿dónde encajo? ¿Adónde pertenezco?» La gente está hambrienta de relaciones. Todas tenemos hambre de relaciones y veremos a lo largo de esta serie que la razón de esto es que Dios nos creó para las relaciones, para relacionarnos. Pero las relaciones que tenemos a nivel humano a menudo no son lo que Dios deseaba que fueran, y todas podemos estar de acuerdo con eso. Todas tenemos relaciones difíciles. Todas tenemos personas que, si dijéramos la verdad, simplemente desearíamos que no estuvieran en nuestra vida.
Esas luchas en las relaciones se hacen más difíciles, se agravan debido a cosas como la fragmentación de nuestras familias, las relaciones rotas, las múltiples generaciones de divorcios y las segundas nupcias. Es sorprendente para mí, mientras leo esas cartas y correos electrónicos, cuántas de las relaciones realmente problemáticas, a menudo tienen que ver con exesposos, hijastros, hijastras, padrastros, madrastras. Leo esto y digo: «Esto es solo evidencia de que el plan de Dios no era el divorcio y un nuevo matrimonio, Dios tenía la intención de un hombre para una mujer para toda la vida».
Las consecuencias de apartarse del ideal de Dios y del plan de Dios son serias. Ahora, puede que no seas la que se apartó del plan de Dios. Puede haber sido la otra persona quien lo hizo, pero tu vida se ha visto afectada.
Entonces tenemos además de esto, lo que he llegado a pensar como la maldición de estar demasiado ocupadas. Es asombroso. Tenemos más dispositivos que se supone que ahorran tiempo que cualquier otra generación en la historia del mundo, y sin embargo, estamos más agobiadas, apuradas y nerviosas, y nuestros horarios son… El estado y la condición crónica de las mujeres de hoy es simplemente: «uff, estoy muy ocupada».
He pensado así muchas veces y tú también lo has hecho; pero el estar demasiado ocupadas tiene un efecto en nuestras relaciones. No tenemos tiempo para hacer el esfuerzo de cultivar relaciones plenas, buenas, significativas y saludables.
Cosas prácticas como las mudanzas constantes, las cuales no permiten que estemos tan conectadas con personas a largo plazo como lo estaban las generaciones pasadas.
Cuando se trata de relaciones tensas y estresantes, la verdad es que podemos estar pasando por muchas cosas en el área relacional de nuestras vidas que son dolorosas, pero nadie más lo sabe. Nos hemos convertido en expertas en enmascarar, fingir y ocultar lo que realmente está sucediendo. Así que puedes entrar a un salón muy grande, estar rodeada de personas, y nos miramos unas a otras, y decimos: «Hola, ¿cómo estás?» Y estamos todas bien.
Bueno, si estás bien, entonces está bien estar bien; pero el hecho es que, para algunas de nosotras hoy mismo, nuestros corazones se están rompiendo; y muchas, muchas veces eso tiene que ver con las relaciones. Hay estrés, hay tensión, hay lucha. Difícilmente pasa un día en el que no escuche de alguna forma a alguien hablándome o compartiendo algún problema relacional que es causa de dolor y frustración.
A veces también lo experimento en mis propias relaciones, pero no somos muy buenas para dejárselo saber a otras personas. De hecho, nos hacemos expertas fingiendo y sobrellevando la situación.
Pienso en una mujer joven con la que hablé no hace mucho tiempo, quien compartió conmigo lo que fue un entorno familiar extremadamente caótico y abusivo mientras ella crecía. Pero ella me dijo que en su escuela nadie lo sabía. Ella me dijo: «La gente me llamaba señorita sonriente». Desarrolló la habilidad de ser jovial, extrovertida, de ser el alma de la fiesta, tener esta personalidad contenta. Ella me dijo que la gente no conocía la violencia ni el caos que estaba ocurriendo dentro de las cuatro paredes de su casa.
La Biblia es un libro sobre relaciones. Dios es un Dios relacional. Quiero que en las próximas sesiones veamos un pasaje particular de la Escritura. Hay muchos, y entraremos en otros pasajes a medida que avancemos, pero vamos a ver un pasaje del libro de Eclesiastés en el Antiguo Testamento, que será como un ancla para nuestro estudio en los próximos días.
Si tienes tu Biblia, permíteme animarte a que vayas allí, Eclesiastés. Es uno de los libros de sabiduría: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés. Puede ser uno de esos libros de tu Biblia a los que no le das mucho uso, pero que necesitas darle más uso porque contiene mucha sabiduría del corazón de Dios para nosotras, incluso como creyentes de hoy en día, de esta generación postmoderna. Hay muchísimo en el libro de Eclesiastés que habla de una generación como la nuestra.
Estaremos viendo la primera parte del capítulo 4 de Eclesiastés. Y para comenzar nuestra serie, solo quiero leer este pasaje y darles una vista panorámica, la visión general. Luego, en los próximos días, desglosaremos frase por frase y versículo por versículo, y veremos cómo se aplica a nuestras relaciones.
Eclesiastés capítulo 4, comenzando en el versículo 1. Voy a dividir este pasaje en tres párrafos. Vamos a ver el dolor de la injusticia, y ahí es donde veremos el dolor de las relaciones pecaminosas y dañadas, algo con lo que todas nos podemos identificar de una manera u otra. Luego veremos el problema del aislamiento. No es tener relaciones dolorosas, sino el problema de no tener relaciones, el problema del aislamiento. Luego, en el tercer párrafo, veremos el poder de la intimidad y lo que la Palabra de Dios tiene que decir acerca de tener relaciones plenas, piadosas y saludables.
Entonces, comenzando en el versículo 1 de Eclesiastés 4, vemos el dolor de la injusticia, las relaciones pecaminosas y dañadas. El escritor dice: «Entonces yo me volví (por cierto, el escritor es Salomón, el segundo rey de Israel, el hijo de David) y observé todas las opresiones que se cometen bajo el sol» (v. 1).
Ahora, déjenme detenerme aquí por un momento para decir que esta frase, «bajo el sol», es una frase muy importante en el libro de Eclesiastés, para ayudarnos a descifrar y comprender este pasaje, y el libro de manera general. Veremos la frase nuevamente en el versículo 3 y luego en el versículo 7. Es una frase que se usa, si no me equivoco, veintiséis veces en el pequeño libro de Eclesiastés.
La frase «bajo el sol», como se usa en este libro, nos ayuda a comprender cómo es la vida sin Dios. Si somos dejadas a nosotras mismas, si no hay Dios, ¿cómo es la vida? Tiene que ver con una descripción de la vida en este mundo pecaminoso. Y la vida «bajo el sol», una vida sin Dios, la vida en este planeta caído, a lo largo del libro de Eclesiastés, es descrita como vanidad.
En la traducción que estamos usando aquí, la Nueva Biblia de las Américas, la palabra es vanidad. Es el vacío. Hay desesperación en la vida bajo el sol. Si no hay Dios, entonces la vida y nuestras relaciones no tienen esperanza. Salomón dice:
«Entonces yo me volví y observé todas las opresiones que se cometen bajo el sol: Y vi las lágrimas de los oprimidos, y no tenían quien los consolara; en mano de sus opresores estaba el poder, y no tenían quien los consolara. Así que felicité a los muertos, los que ya murieron, más que a los vivos, los que aún viven. Pero mejor que ambos está el que nunca ha existido, que nunca ha visto las malas obras que se cometen bajo el sol. He visto que todo trabajo y toda obra hábil que se hace, es el resultado de la rivalidad entre el hombre y su prójimo. También esto es vanidad (sin sentido, vacío) y correr tras el viento (vv. 1–4).
Así que en estas líneas vemos el dolor de la injusticia y la opresión. Aquí tenemos una descripción de las relaciones dolorosas, vergonzosas, pecaminosas y dañadas.
Ahora avancemos un poco hacia el versículo 7, donde se aborda el problema del aislamiento, donde no hay relaciones, y él dice:
«Entonces yo me volví y observé la vanidad bajo el sol: había un hombre solo, sin sucesor, que no tenía hijo ni hermano, sin embargo, no había fin a todo su trabajo. En verdad, sus ojos no se saciaban de las riquezas, y nunca se preguntó: “¿Para quién trabajo yo y privo a mi vida del placer?” También esto es vanidad y tarea penosa» (vv. 7–8).
Estas líneas están describiendo la vida bajo el sol donde estamos aisladas unas de otras y no estamos involucradas en relaciones significativas y piadosas. Y por supuesto, a medida que avanzamos hacia el versículo 9, vemos en esta parte muy conocida de este capítulo que las relaciones piadosas y saludables son la receta, el remedio de Dios para los problemas de los que acabamos de hablar: el dolor de la injusticia y el problema del aislamiento. La prescripción de Dios es el poder de la intimidad. Aquí tenemos descrito cómo lucen las relaciones piadosas y saludables. ¿Qué dice ahora Salomón? Comenzando en el versículo 9:
«Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor pago por su trabajo. Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero; pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante! Además, si dos se acuestan juntos se mantienen calientes, pero uno solo ¿cómo se calentará? Y si alguien puede prevalecer contra el que está solo, dos lo resistirán. Un cordel de tres hilos no se rompe fácilmente» (vv. 9–12).
Hoy queremos ver el primer versículo de ese pasaje que nos habla sobre el dolor de la injusticia y la opresión, el problema de las relaciones pecaminosas y dañadas. Dice la Palabra de Dios: «Entonces yo me volví y observé todas las opresiones que se cometen bajo el sol: Y vi las lágrimas de los oprimidos, y no tenían quien los consolara; en mano de sus opresores estaba el poder, y no tenían quien los consolara» (v. 1).
Ahora, veamos ese versículo frase por frase. El escritor dice: «Me volví y observé. Vi las opresiones. Vi las lágrimas». Mientras leo este versículo me pregunto a mí misma: ¿Realmente miro y observo lo que sucede a mi alrededor? ¿Ves lo que sucede en las vidas de quienes te rodean? Es fácil no hacerlo.
Necesitamos pedirle a Dios que nos dé ojos para ver lo que realmente está sucediendo, no solo en el exterior, sino en los corazones de las personas con las que estamos todo el tiempo. Estoy hablando de nuestros vecinos, nuestros compañeros de trabajo y familiares, personas dentro de nuestros propios hogares. ¿Puedes ver lo que está pasando en sus corazones?
Las personas sentadas cerca de ti en la iglesia, las personas en tu grupo de estudio bíblico, las personas con las que te relacionas todo el tiempo. ¿Sabes lo que está pasando en el corazón de tu hijo? ¿Sabes lo que está pasando en el corazón de tu pareja? ¿Sabes cuáles son sus heridas? ¿Sabes cuáles son sus dolores? Necesitamos mirar, ver, pedirle a Dios que nos ayude a discernir y ver lo que realmente está sucediendo.
Y pienso en una mujer que acaba de enterarse de que su esposo le está siendo infiel con otra mujer. Hay opresión, hay injusticia. Pienso en los correos que recibimos de personas y ocasionalmente de esposos que viven con compañeros que son abusivos verbal y físicamente. Pienso en la violencia y el abuso que se da en muchas relaciones. Eso es opresión, eso es injusticia.
Pienso en algún padre cuyo único hijo acaba de morir en la guerra. Pienso en esta escena de un niño en un supermercado; quizás has visto cómo un padre abusivo y enojado lo trata ásperamente. ¿Ves eso con los ojos de tu corazón? Pienso en una familia cuya casa acaba de ser robada. Hay injusticia, opresión, dolor.
Pienso en una joven mujer que ha sido violada sexualmente. Hay injusticia, hay opresión bajo el sol. Pienso en todo este tema que he estado leyendo recientemente y me ha dolido el corazón. Todo este asunto del tráfico sexual –mujeres compradas, vendidas y forzadas a la prostitución. Hay opresión e injusticia bajo el sol.
Pienso en las viudas cuyos hijos están alejados y no hablan con su madre; no la llaman, no se mantienen en contacto. Escuché una historia recientemente. Una mujer me compartió una larga y trágica historia sobre su esposo y todo un problema en su familia. Él y su hermano estaban alejados de su padre. El papá se divorció y luego se volvió a casar.
Despidió a los hijos del negocio familiar. Tuve que tomar notas para poder entender todo el orden de las cosas. Fue una historia de opresión e injusticia durante años.
Fue una situación en la que el padre de la familia murió sin reconciliarse con sus hijos. Ahora esta esposa tenía que lidiar con los problemas de opresión, heridas y dolor por los que había atravesado su esposo.
La vida en este planeta, la vida bajo el sol se caracteriza por la opresión, la injusticia, la confusión y el trabajo.
Hay opresores y hay personas oprimidas, y siempre las habrá mientras vivamos en este planeta caído y pecaminoso. Todas estamos siendo oprimidas de una o varias maneras. Y lo que te voy a decir ahora es tal vez un poco más difícil de aceptar para nosotras, la verdad es que todas somos también opresoras de varias maneras, en varias de nuestras relaciones.
Ese es el fruto del pecado. La opresión es el fruto del pecado, y el resultado de esa opresión es lo que vemos en este versículo: «Y vi las lágrimas de los oprimidos». Estas son lágrimas de dolor, lágrimas de sufrimiento, lágrimas de frustración.
Y peor aún, no solo las personas están oprimidas, sino que, como dice dos veces en este versículo, «no tenían quien las consolara». Una cosa es ser oprimida, pero más aún piensa en ser víctima de la injusticia y la opresión, y no tener a nadie a quien le importe. No había quien consolara. No tenían consolador. Estas personas, dice Salomón, están solas en su condición de opresión.
Esa palabra consolador proviene de una palabra hebrea que significa «respirar forzosamente, jadear, respirar fuertemente, gemir, lamentar, compadecerse, dolerse». Significa «tener compasión, consolar a alguien, confortar a alguien». Es la idea de respirar profundamente, entrando en el dolor de otra persona.
La palabra, tal como se usa en el Antiguo Testamento, implica una exhibición física de los sentimientos, generalmente sentimientos de tristeza, compasión o consuelo. Me viene a la mente esta mujer que es como una entrenadora a la hora del parto mientras una mujer está dando a luz; y le dice: «respira». Es alguien que te acompaña, que respira contigo mientras te estás preparando para tener ese bebé.
Ese es el significado de un consolador, alguien que viene a estar junto a ti, que te ayuda a respirar, que agoniza contigo, se esfuerza contigo y llora contigo.
La Escritura dice que «en manos de sus opresores estaba el poder». El opresor tenía todas las ventajas, pero el oprimido no tenía quien lo consolara. Esta es la imagen de una persona que ha sido derrotada, que está desanimada, desgastada, se siente vencida, débil, indefensa, abrumada y sola. No tiene a nadie que la ayude a aliviarse, nadie que la acompañe ni que la ayude, nadie que entre en su dolor.
Aquí es donde la mayoría de las personas viven gran parte de sus vidas. Aquí es donde algunas de ustedes están viviendo. El poder está con el opresor. Eres la oprimida. No hay nadie que te consuele.
En nuestras relaciones bajo el sol nuestra tendencia natural será siempre ser opresoras o ser oprimidas, siempre hacia la opresión de alguna manera; y luego, hacia el aislamiento, como veremos más adelante en este pasaje. La tendencia en nuestras relaciones bajo el sol en este planeta es hacia lo que es sin sentido, la desesperanza, la desilusión y la desesperación.
Ahora, en este versículo tenemos tres categorías de personas a las que se hace referencia. Primero, y obviamente, hay quienes están oprimidos. Luego están los opresores, y luego están aquellos, la tercera categoría, aquellos que se acercan para consolar, los consoladores.
Echemos un vistazo por un momento a aquellos que están oprimidos, y mañana continuaremos con los opresores y los consoladores.
Mira a los oprimidos: «Entonces yo me volví y observé todas las opresiones que se cometen bajo el sol: y vi las lágrimas de los oprimidos». Debemos recordar que la opresión y la injusticia son un hecho de la vida, la vida bajo el sol, la vida en este planeta, la vida en este mundo pecaminoso. Es inevitable. No tiene sentido tratar de crear para ti misma esta burbuja de vida perfecta donde no hay dolor, donde no hay relaciones dolorosas.
Pienso en ese pasaje en el Salmo 55 donde David dijo: «¡Y dije; quién me diera alas como de paloma! Volaría y hallaría reposo» (ver v. 6). ¿No tienes a veces ese sentimiento? «Si tan solo pudiera escapar de estas personas. Escapar de este dolor». Permíteme decirte que es un ejercicio inútil. No puedes escapar del dolor y no puedes escapar de las relaciones dolorosas. No puedes escapar de la opresión. No puedes escapar de la injusticia. No puedes proteger a tus hijos de experimentar opresión o injusticia. Intenta todo lo que puedas. Es un hecho en la vida bajo el sol, habrá opresión e injusticia.
Pero aquí están las buenas noticias: Dios tiene un interés especial por los oprimidos. Dios escucha su llanto. La Escritura dice que Dios viene al rescate. Viene rápidamente al rescate y a la defensa de los oprimidos. Dios libera a los oprimidos.
A veces lo que nos frustra es que Dios no nos libera ni nos rescata de nuestra opresión de la forma en que quisiéramos que lo hiciera, o en el momento preciso o tan rápido como desearíamos que lo hiciera. Pero, a la larga, tenemos la promesa de Dios de que todos los oprimidos serán liberados, que Dios corregirá todos los males e injusticias.
También debemos recordar que Dios nos ordena como Su pueblo, que seamos una extensión de Su corazón para ministrar a las necesidades de los oprimidos. A medida que avancemos en este pasaje en los próximos días, veremos cómo podemos tener un ministerio de aliento a los corazones y las vidas de los oprimidos.
Déjame preguntarte hoy: ¿Estás en este momento en la categoría de los oprimidos? ¿Hay una relación que sea dolorosa para ti? Puede ser cualquiera en tu vida, sientes el dolor de vivir en un mundo donde existen la opresión y la injusticia. Quizás pienses: «Bueno, no es tan grande lo que me está sucediendo», y qué bueno. Para nosotras lo que estamos experimentando en un momento dado se vuelve grande.
Pero quiero alentarte diciéndote que Dios ve exactamente lo que está sucediendo. Él conoce todo lo que está sucediendo en el mundo, todos los detalles. Él sabe las partes que quizás no puedes contarle a nadie más. No solo Él sabe, sino que a Él le importa. A Él realmente le importa.
Déjame animarte a mirar hacia el final de la historia, y recordarte que va a llegar el día en que todos los males se corregirán. Todas las opresiones y las injusticias serán vindicadas.
Dios tiene un remedio para esa opresión. El remedio de Dios son las relaciones plenas, piadosas y saludables. Relación con Dios y dentro del cuerpo de Cristo. A medida que avancemos en este pasaje en los próximos días, veremos la solución de Dios para las personas que se sienten oprimidas.
Sarah: Las relaciones pueden ser difíciles y caóticas, pero nuestra necesidad de relacionarnos es central en cómo Dios nos creó. En Aviva Nuestros Corazones creemos en el poder de las relaciones. Es una forma importante que Dios ha elegido para edificar Su reino. Regresa con nosotras mañana para la continuación de esta serie.
Débora: Experimentando relaciones que glorifican a Dios, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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