Un corazón airado es transformado
Carmen Espaillat: Kim Wagner tenía un corazón para el Señor, tenía un compromiso para servir como esposa de pastor... pero también tenía un espíritu crítico hacia su esposo...
Kim Wagner: Yo le argumentaba al Señor y me resentía por todo: «Espera un minuto, Señor, ¿no te acuerdas cómo es él? Él es el que tiene que cambiar. Él no ha sido el líder espiritual. Él casi nunca ora conmigo. Él no es mi líder espiritual». Comenzaba a hacer una lista de todas sus fallas. «Él no está viviendo su masculinidad bíblica conmigo». Y Dios seguía mostrándome que yo estaba blasfemando Su Palabra en la manera en que yo estaba tratando a mi esposo.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia Saladín.
En el programa anterior Nancy dio inicio a una conversación con LeRoy y Kim Wagner. En sus primeros años de …
Carmen Espaillat: Kim Wagner tenía un corazón para el Señor, tenía un compromiso para servir como esposa de pastor... pero también tenía un espíritu crítico hacia su esposo...
Kim Wagner: Yo le argumentaba al Señor y me resentía por todo: «Espera un minuto, Señor, ¿no te acuerdas cómo es él? Él es el que tiene que cambiar. Él no ha sido el líder espiritual. Él casi nunca ora conmigo. Él no es mi líder espiritual». Comenzaba a hacer una lista de todas sus fallas. «Él no está viviendo su masculinidad bíblica conmigo». Y Dios seguía mostrándome que yo estaba blasfemando Su Palabra en la manera en que yo estaba tratando a mi esposo.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia Saladín.
En el programa anterior Nancy dio inicio a una conversación con LeRoy y Kim Wagner. En sus primeros años de matrimonio, ambos tenían un corazón para Dios, servían como pastor y esposa de pastor. Sin embargo, su matrimonio estaba sufriendo algunas dificultades. Retomemos la conversación.
Kim: Fue un ciclo destructivo. Realmente lo fue. Creo que es un patrón bastante común en los matrimonios donde hay una mujer muy obstinada, o tal vez una mujer que en realidad solo tiene una idea de lo que ella quiere que sea un marido, y su marido está expresando amor de una manera diferente a lo que ella entiende. Así que ella intenta, cree (o al menos es lo que yo hice), pensé: Mi papel bíblico aquí es ser su ayuda. Así que voy a ayudarlo a convertirse en el hombre que yo quiero que sea. Lo que estaba haciendo era controlar y manipular mediante la forma como lo trataba.
Recuerdo que uno de los peores años de nuestra vida de casados fue después del seminario. Nos mudamos a la ciudad donde vivían mis padres, y él fue a trabajar con mi papá. Podrías pensar que trabajar para mi papá sería un trabajo cómodo, pero él tenía que viajar y permanecer fuera de la ciudad por hasta tres semanas corridas. Llevábamos solo cinco años en nuestro matrimonio, y yo odiaba esa situación. No pensé que lograríamos sobrepasar ese año.
Él me llamaba desde la carretera, y podrías pensar que probablemente pensaba algo como: «Bueno, ella probablemente me extraña mucho. No hemos hablado en un par de días». Él finalmente encontraría una cabina telefónica (eso era antes de que tuviéramos celulares), y llamaba, y yo contestaba el teléfono con, «hola».
Yo era tan fría y odiosa porque pensaba, voy a hacerle saber lo mucho que estoy sufriendo. Que no piense que estoy feliz aquí. Él necesita saber lo miserable que está haciéndome la vida. Yo lo estaba castigando. Era tan cruel, pero yo pensaba: Esto es por su bien. Yo lo estoy ayudando. Él necesita saber. Si no actúo de esta manera, no sabrá cuán miserable soy en realidad.
Nancy: Y por supuesto LeRoy, eso te hacía saltar en el auto y anhelar volver a casa, ¿no?
LeRoy: No realmente Nancy, no. (Risas)
Kim: Esa es una gran declaración. Pero es todo lo contrario.
LeRoy: Lo que comenzó a desarrollarse en mi corazón fue literalmente una crisis de fe porque lo que yo había guardado con tanto aprecio toda mi vida –salvo desde niño, rendido a predicar como joven adulto– comenzó simplemente a aplastarme. El peso de todo lo que yo valoraba profundamente y todo lo que me trajo a libertad en Cristo en realidad comenzó a aplastarme.
Asumo toda la responsabilidad por eso, pero el compromiso de permanecer en el matrimonio, el compromiso con la esposa a la que estaba unido, el compromiso con el evangelio, el compromiso con la Palabra de Dios... Sentí como que no estaba mejorando. Iba empeorando. Yo oraba, oraba y oraba.
Yo no sabía cómo lidiar con eso. Todos mis débiles intentos no habían tenido éxito, y pensaba que no había escapatoria, que debía simplemente seguir soportando esto y de alguna manera hacer lo mejor que pudiera. Al mismo tiempo había un gran conflicto porque tenía un compromiso de predicar el evangelio, y a pastorear.
Así que lo que yo había amado también se convirtió en una gran carga porque había un abismo. No puedes compartir el evangelio cuando en el hogar las cosas no son como deberían. Sin embargo, yo estaba comprometido a hacer eso, pero cuanto más difícil se hacía nuestra relación, esto creaba más dificultad en el ministerio.
Nancy: ¿Permíteme interrumpir aquí y preguntarte, LeRoy, cómo te sentías? ¿Rechazado? ¿Criticado? Desde tu perspectiva como hombre, ¿qué pensabas acerca de lo que Kim te estaba expresando?
LeRoy: Aquí está el conflicto: La admiraba tanto —su caminar con el Señor, su compromiso de seguir al Señor, su compromiso con las Escrituras, su capacidad de aconsejar a la gente. Ella tenía tanto que ofrecer al cuerpo de Cristo, y ella tenía tantas cosas que yo admiraba y respetaba. Sin embargo, eso no se veía reflejado en nuestra relación. Así que me estaba volviendo muy introspectivo, muy deprimido. Sé que me estaba convirtiendo en alguien con quien era muy difícil convivir, porque me sentía impotente y sin esperanza por causa de la situación.
Sabía, por la interacción que tenía con Kim, que no era el esposo que ella deseaba, que ella esperaba, que ella necesitaba, que yo creí que sería. Yo no iba de aquí para allá, yo era muy tranquilo. No hacía todo lo que habíamos planificado. Intentaba proveer para la familia. Era un buen tipo. No me gustaba discutir.
Nancy: Así que lo que tú sentías era la sensación de que no podías cumplir con las expectativas que tenía Kim.
LeRoy: No, no podía, y pensaba que jamás podría lograrlo. No había manera de resolverlo.
Incluso en el ministerio, ella tenía un empuje fuerte e intenso, que cuando conversábamos sobre lo que estaba pasando en el ministerio de la iglesia, o cuando había una decisión que tenía que tomar, en su conversación, porque ella era tan apasionada e intensa, con frecuencia ella me dejaba saber como yo debí haber manejado la situación, que esta era la manera en que se debió haber hecho.
Por supuesto, su deseo era que tuviéramos un hogar correcto, un hogar piadoso, hacer lo correcto en el ministerio. Todas sus motivaciones eran buenas y puras, pero el resultado era exactamente todo lo contrario a lo que ella deseaba.
Así que comencé a tenerle miedo a todo en el ministerio; a cada reunión, a cada sesión de consejería. Empezaba a cuestionarme todo lo que hacía. Comencé a sentirme muy inseguro y me retraía más y más y más y más. Realmente, caí en una gran depresión.
Kim: Y desde mi perspectiva, Nancy, yo conocí a este joven, y la primera vez que lo conocí, la primera vez que lo escuché predicar... todavía recuerdo ese mensaje de Judas versículo 22, «Y tened misericordia de algunos que dudan». Fue un mensaje tan poderoso.
Vi que este hombre, que tenía una pasión y un fuego por Dios, que era una persona muy firme, y ahora... comenzaba a desmoronarse, comenzaba a meterse en su caparazón, a esconderse en una cueva. Yo no podía sacarlo de allí. No podía encontrarlo.
Llegamos a un punto en que yo pensaba: O el no conoce al Señor, o nosotros permaneceríamos casados por el compromiso con Cristo, porque no queríamos traer vergüenza o blasfemar el nombre del Señor.
Incluso, llegamos a un punto en nuestro matrimonio... recuerdo la encrucijada donde estábamos. Él estaba pastoreando. Teníamos cinco años de matrimonio y teníamos un recién nacido. Finalmente, después de todos esos años llegué a decirle: «Si tú me amaras, harías ___ llena el espacio en blanco». Finalmente, él me miró y me dijo: «Creo que no te amo». Pensé que mi mundo llegaba a su fin, porque lo que más había temido parecía estar pasando.
En ese momento, actuábamos según la visión del mundo, creíamos que «el amor es lo que sientes; el amor es lo que experimentas». Las demostraciones de amor evocan emociones y experiencias maravillosas, pero el amor es una elección y la disposición a demostrar el amor que Dios nos ha mostrado a nosotros y a los demás.
Todo lo que nos mantuvo unidos durante esos pocos años fue el compromiso con Cristo. Era nuestro temor a traerle vergüenza a Él. Ambos podíamos mirar hacia atrás y estar seguros de que antes de entrar al matrimonio, Dios nos había confirmado a cada uno de nosotros que Él nos había unido. No era una unión emocional. Era Dios quien nos había unido. Así que podíamos volver a eso. Sabíamos por el pacto matrimonial que nos era necesario honrarle con nuestro matrimonio. Pero vivíamos en un hogar, intentando trabajar en el ministerio sin unidad verdadera, sin unidad de corazón, mente, y alma.
Hubo dos incidentes espirituales que comenzaron a producir cambios en nuestra relación. LeRoy se encontraba en una depresión extrema.
Nancy: Creo que es importante... sé que ya lo han dicho, pero eso de que ustedes estaban comprometidos con Cristo; ustedes estaban sirviendo al Señor, no se trataba de una pareja que no era cristiana.
LeRoy: Todo este tiempo estuvimos ocupados en lo externo. Y lo hacíamos porque queríamos honrar a Cristo; queríamos servir al Señor; queríamos ver a la gente conocer a Cristo y crecer en Él. Así que había esta tensión entre lo que real y honestamente queríamos hacer de corazón para honrar a Cristo, para vivir por Cristo, pero no éramos capaces de conectar los puntos en nuestra relación. No podíamos superar estos gigantescos obstáculos que se habían levantado en nuestro camino.
Cuanto más intentaba ella, más altas se hacían las montañas y más me hundía en una cueva. Así que no había ninguna clase de mejora.
Nancy: Y LeRoy, tú estabas pastoreando. Antes de que nos hables de esos dos incidentes espirituales, ¿alguien sabía lo que estaba pasando en su relación, que no estaba todo bien?
LeRoy: Sentíamos que no había nadie a quien pudiéramos acudir para ayudarnos en este punto. Sentíamos que tendríamos que luchar con esto solos, así tuviéramos que hundirnos o nadar.
Sabía que Dios tenía que hacer un milagro, pero ya me encontraba más allá del punto donde... Realmente era una crisis de fe. «Dios, te conozco; creo en Ti; confío en Ti; he tratado de vivir para Ti, pero no veo que estés obrando. No veo que esto pudiera resolverse alguna vez».
Sabía que suicidarse sería pecado. Sabía que dejar a mi familia sería pecado. Odiaba aquello en lo que me había convertido frente a mi esposa y a mis hijos. Odiaba pararme a predicar, sabiendo que no era como debería ser. Toda mi vida estaba llena de temores, miedos y un horrible peso de condenación.
Oraba para que el Señor me permitiera pasar por algún tipo de accidente o que de alguna manera me mataran, en vez de seguir como estábamos.
Nancy: Y cuando ustedes conversaban como pareja, ¿cuál era el tono, era tenso, subían la voz?
Kim: Yo era la única que sonaba fuerte, la que discutía; él siempre estaba callado. Cuanto más él se alejaba de la conversación o de una discusión, más intensa me volvía. Seguía pensando que podría sacarlo de allí y que yo podría hacer que siguiera adelante. Pero él corría en la dirección contraria porque estaba muy atemorizado.
LeRoy: Aunque Kim estaba respondiendo de una manera de la que se ha arrepentido, yo tampoco respondía de una manera que fuera piadosa. No estaba bien. Aunque yo estaba... puedes estar callado y sin ánimos de combatir y aún estar en pecado.
En cada situación, sin importar cuán difícil, sin importar cuán desesperanzada, sin importar cuán abrumadora, creo que como cristiano que cree y confía en la Palabra de Dios, hay gracia suficiente para enfrentar cada situación.
Como seguidor de Cristo, yo fallé en ver la gracia de Dios. La gracia de Dios no me falló a mí durante esos momentos. Fallé al no apropiarme de la gracia de Dios. Eso permitió que la situación continuara e hizo que el Espíritu Santo no pudiera hacer lo que quería hacer. No que Él no está obrando al dia de hoy con mi desobediencia, Él siempre está trabajando. Pero podría haberle dejado obrar por medio de la obediencia y que Su gracia me cambiara y obrara en mi vida. Pero en lugar de eso, me deprimí aún más y me vi derrotado y castrado como hombre.
Nancy: Entonces, así fue el comienzo de un momento decisivo...
Kim: Sí, realmente estábamos en un pésimo momento de nuestro matrimonio. Me fui durante un fin de semana a una cabaña por dos razones. Una, solo quería alejarme de nuestra situación matrimonial. Solo quería irme. Segundo, irónicamente, se suponía que debía preparar un estudio sobre 1 de Pedro 3 para las damas de mi iglesia. ¿No es irónico eso?
Ten en cuenta, enseñaba acerca de la sumisión. Había estado dando estudios bíblicos para mujeres todas las semanas durante la mayor parte de mis años de casada. Aconsejé a mujeres sobre lo que debían hacer. Tenía el conocimiento en la cabeza, pero no tenía siquiera el entendimiento de un corazón sumiso, la disposición del corazón a someterme. Pero tenía un montón de conocimiento en mi cabeza sobre el rol de la mujer.
Mientras estaba en esa cabaña, de manera soberana y providencial, cuando abrí mi Biblia, en la portada había un folleto que en ese momento no tenía ni idea de dónde había venido. Era un folleto, Nancy, que tú habías escrito. Nunca antes había escuchado tu nombre, no tenía ni idea de quién eras. Y ese folleto se llamaba «Un retrato bíblico de la feminidad». Es simplemente un folleto repleto de preguntas de diagnóstico y versículos de la Escritura.
En ese momento, dejé de trabajar en el estudio de 1 de Pedro y Dios comenzó a obrar en mi corazón. Mientras Él me guiaba por las Escrituras y por esas preguntas tan confrontadoras sobre dónde se encontraba mi corazón, mis actitudes para con LeRoy, mi trato para con él, mi visión sobre los hombres, Él me llevó a lugares donde me sentí muy confrontada. Puedo sentirlo aun, quitándome capa tras capa de pecado.
De tanto en tanto me enojaba y decía: «Espera un minuto, Señor. ¿No te acuerdas de él? Él es el que tiene que cambiar. Él no ha sido el líder espiritual. Él es el que casi nunca ora conmigo. Él no me lidera espiritualmente». Comenzaba a hacer una lista de todas sus fallas. «Él no estaba viviendo su masculinidad bíblica para mí».
Dios continuaba llevándome a uno de los versículos que habías incluido en tu folleto que era de Tito 2. Dice que tenemos que amar a nuestros esposos para que la Palabra de Dios no sea blasfemada. Él seguía mostrándome que yo estaba blasfemando la Palabra de Dios en la manera en que trataba a mi esposo. Él no me permitió traerle todas las excusas y justificaciones de la manera en cómo me trataba él a mí; pero Él continuaba mostrándome: «¿Qué estás haciendo? ¿Dónde estás?»
Dios comenzó a cambiar mi corazón por completo.
LeRoy: Ella regresó quebrantada y me pidió perdón frente a los niños, les pidió perdón a los niños. Hubo un cambio notorio, dramático. Me sentí desconcertado, pero quería ver si esto iba a ser duradero. Estaba cauteloso, muy desconfiado. Pero en ese momento, Dios comenzó a obrar, y Él es tan fiel que cuando comienza a hacer algo, Él es fiel en completarlo.
Le doy gracias a Dios, Nancy, que Él te usó, que el Espíritu Santo estaba orquestando algo detrás de escena. Entraste a escena en nuestras vidas y a nuestro matrimonio sin siquiera conocerte. Dios usó Su Palabra por medio de ti. Dios usó el corazón con que durante años has estado transmitiéndoles a las mujeres para cambiarle el corazón a mi esposa de una manera muy drástica.
Kim: En ese momento, las cosas cambiaron para mí. Pero realmente tomó tiempo para que las cosas cambiaran para LeRoy.
Nancy: Tú dices que las cosas cambiaron para ti, Kim. ¿Qué fue lo que cambió?
Kim: Primeramente mi actitud hacia él. Comencé a llevar cautivo a la obediencia a Cristo todo pensamiento que tenía sobre LeRoy. Mis pensamientos de ¿por qué no hace esto? ¿por qué no me trata de esta forma? ¿por qué él no es así? Y llevaba todos esos pensamientos cautivos y comencé a ser agradecida por el hombre que él era. Tenía un corazón para la sumisión, y comencé a reconocer cuánto le afectaban mis preguntas sobre las decisiones del liderazgo.
Ahora bien, todavía no llegaba al punto en que podía practicar completamente todas estas cosas. Apenas estaba comenzando un cambio en mi corazón y a entender la necesidad de cambiar. Mi corazón comenzó a cambiar, pero aún no había desarrollado hábitos piadosos para con mi esposo.
LeRoy: Y podía decir que Dios había hecho un gran cambio en su corazón. No había ninguna duda de que era verdad; sin embargo, aún no me sentía seguro de salir de la cueva en la que me encontraba. Creo que muchos hombres –hablo de hombres cristianos– saben que Dios les ha llamado a liderar y a ser los hombres que Él quiere. Está en su ADN espiritual el ser los hombres que las mujeres respetan y a quienes ellas quieren seguir.
Creo que los hombres necesitan sentirse seguros al tomar decisiones, al ser líderes, porque se pueden encontrar con toda clase de dificultades en el mundo, fuera del hogar. Pero el lugar más importante para que el hombre sea validado, afirmado, el lugar donde no pueden ser vistos como un fracaso, como un perdedor, como el que «tú nunca vas a tomar buenas decisiones» es de parte de sus esposas. Si eso no se les comunica, estos hombres siempre se van a sentir inseguros en todo lo que hagan en la vida, sin importar qué tan exitosos puedan llegar a ser.
Creo que esa es el área donde Dios colocó a las mujeres para ser de influencia piadosa, que los hombres puedan atreverse a tomar decisiones y atreverse a equivocarse. En el hogar es donde van a ser afirmados y amados, aún si van a ser rechazados por el mundo, aún si fallan o si una decisión que toman no salió bien. Si son afirmados en su hogar, creo que aún seguirán creciendo en su liderazgo, y creciendo para ser los hombres que Dios quiere que sean, que él quiere ser, que su esposa quiere que sea, y que sus hijos quieren que sea y que desesperadamente necesitan ver.
Carmen: Si te perdiste algo de esta maravillosa historia –que aún no termina– espero que vayas a AvivaNuestrosCorazones.com. Allí puedes tanto escuchar como leer este programa. En la transcripción encontrarás el acceso para ver el video con la historia de Kim y LeRoy Wagner.
Nancy: Sé que muchas mujeres han sido confrontadas por la historia de Kim Wagner en esta semana. Quizás te sientas identificada con la fuerte personalidad de Kim y le has estado pidiendo al Señor que te muestre cómo usar esa fortaleza para edificar tu matrimonio y no derribarlo. Kim ha escrito sobre esto en su libro, «Fierce Women», disponible solo en inglés.
Pero tal vez te encuentras en un segundo grupo de mujeres. Tal vez no eres extrovertida, no eres tan expresiva ni impulsiva. Quiero que sepas que Dios también puede usarte como una mujer de fortaleza, como una «mujer feroz» de una manera positiva para extender Su reino y edificar tu familia.
Carmen: Así es. Seas expresiva o no, esperamos que escuchar la historia de los Wagner te ayude a ver qué paso de obediencia debes dar en tu caminar con Jesucristo.
Constantemente escuchamos de oyentes que han sido bendecidas con programas como este y otros recursos de Aviva Nuestros Corazones. En una ocasión recibimos una carta de una mujer llamada Elena. Ella nos contó cómo Dios ha avivado y transformado su vida, a través del libro «Mujer Verdadera 101: Diseño divino».
Ella escribió,
Elena: «Cuando lo estudié por primera vez Dios revolucionó conceptos en mi mente, tales como cuál es la verdadera feminidad bíblica, cuál es el diseño divino de Dios para la mujer, cuáles son los roles de la mujer y los del varón, etc.
El significado de sometimiento fue uno de los conceptos que cambió al estudiar en esta primera ocasión este libro… Gracias a la luz que trajo el Espíritu Santo, Dios destruyó el concepto limitado que tenía al respecto y me reveló Su amor protector a través de una palabra que resulta mayormente chocante.
Sin duda el concepto más revolucionario que trajo a mi vida, fue el ver mi diseño como mujer como un instrumento para traerle gloria a Su nombre. Portar el diseño divino del Diseñador de diseñadores puso en mí un anhelo por agradarle y por tener una vida que no sea vivida para mí, sino para Aquél que me rescató y murió por mí en la cruz».
Carmen: Estas verdades sembradas en Elena la ayudaron meses después, a centrar sus votos matrimoniales en Dios.
Elena: «En nuestro matrimonio quiero honrar y agradar primero a Dios. Quiero ser una esposa conforme a lo que Él quiere para ti. Quiero ser una mujer agradable a sus ojos, y sé que de esa manera te agradaré a ti también. Quiero ser una mujer de fe, una mujer que le tema a Dios, quiero llevar una vida digna de quien murió por mí en la cruz… Así que en el nombre de Jesús, prometo amarte, honrarte, serte fiel y respetarte como Él lo desea, prometo ser una mujer que ame primero a Dios por sobre todas las cosas, prometo ponerte a ti y a mi familia como lo más importante en nuestro matrimonio».
Carmen: Elena pudo estudiar el libro por segunda vez, junto a otras mujeres de su iglesia. Ella continuó diciendo:
Elena: «Cuando lo estudié por segunda vez, Dios me llevó a realmente poner a la práctica los conceptos que aún estaban en mi mente, Dios me llevó de la racionalización a la experimentación. Dios me llevó a través de estudio a arrepentirme y a pedirle perdón a Dios y a mi esposo por diversos pecados que estaba cometiendo y que no estaban honrando el diseño de Dios en mi hogar. Dios desenmascaró mi «obediencia» y puso al descubierto la condición de mi corazón.
Dios me desenmascaró no para condenarme, sino para restaurarme, reveló a mi corazón que aun los conceptos aprendidos no son suficientes si no son experimentados en mi vida práctica».
Carmen: Dios puso una oración en el corazón de Elena. Ella lo expresa de la siguiente manera:
Elena: «Mi oración al día de hoy a través de todo lo que me ha revelado, es que quiero llevar una vida en la práctica que lo honre y lo glorifique, que Su nombre sea exaltado. No solo comprender el evangelio de manera racional, sino vivirlo, pero más que nada, quiero saborearlo, ver la hermosura de Cristo a través de mi diseño de mujer sin importar mi condición o estado civil».
Carmen: Elena se despide muy agradecida diciendo:
Elena: «Gracias a Dios por la vida de Nancy, Mary Kassian y todo el equipo de Aviva Nuestros Corazones pues han traído estas verdades a mi iglesia, a mi familia y a muchas mujeres y hogares han sido avivados por el poder de Su Palabra».
Carmen: ¡Gloria a Dios! Nos da mucho gozo leer los testimonios de nuestras oyentes. Dios está tejiendo cada una de nuestras vidas, de modo que juntas contemos la mejor historia jamás escrita: El evangelio de Jesucristo.
En nuestro próximo programa continuaremos escuchando de la esperanza que el evangelio trae a una pareja herida.
Nancy: Mañana, retomaremos la conversación con Kim y LeRoy Wagner. En cierta ocasión, le pregunté a Kim: «¿Crees que intimidas a tu esposo?» Descubre por qué esta pregunta hizo una gran diferencia en las vidas de Kim y LeRoy. Esto será mañana aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Carmen: Ayudándote a descubrir y abrazar el diseño de Dios para tu vida, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
Yo Me Rindo a Él, Su Presencia, Himnos ℗ 2014 Su Presencia Producciones. Canción usada con permiso.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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Recursos del Episodio
Escucha la Serie: Esperanza para un matrimonio sin esperanza, Dean & Julie Petersen
Vídeo de testimonio de Leroy y Kim Wagner
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