Un clamor desesperado
Débora: Si alguna vez has pensado: Dios no responde mi oración, Nancy DeMoss Wolgemuth tiene algo que decirte.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Él no siempre responde las oraciones a nuestro tiempo, pero eso no significa que no se conmueva ante nuestros clamores o que no responda a nuestras necesidades.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El lugar apacible», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 26 de diciembre de 2024.
Nancy: En una sesión de grabación hice esta pregunta a nuestra audiencia: «¿Cómo ha sido el Señor tu fortaleza? ¿Cómo ha sido tu escudo? ¿Cómo has confiado en Él? ¿Cómo te ha ayudado durante este último año?».
Una mujer llamada Christine compartió una prueba desgarradora por la que ella y su familia atravesaron en diciembre del 2021.
Christine: Teníamos un amigo muy cercano y a mi hermana enfermos de COVID: …
Débora: Si alguna vez has pensado: Dios no responde mi oración, Nancy DeMoss Wolgemuth tiene algo que decirte.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Él no siempre responde las oraciones a nuestro tiempo, pero eso no significa que no se conmueva ante nuestros clamores o que no responda a nuestras necesidades.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El lugar apacible», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 26 de diciembre de 2024.
Nancy: En una sesión de grabación hice esta pregunta a nuestra audiencia: «¿Cómo ha sido el Señor tu fortaleza? ¿Cómo ha sido tu escudo? ¿Cómo has confiado en Él? ¿Cómo te ha ayudado durante este último año?».
Una mujer llamada Christine compartió una prueba desgarradora por la que ella y su familia atravesaron en diciembre del 2021.
Christine: Teníamos un amigo muy cercano y a mi hermana enfermos de COVID: él estaba hospitalizado y ella en casa. Estábamos orando para que ambos sobrevivieran. Mi hermana se sanó, pero nuestro buen amigo falleció.
Nancy: Tenía solo cincuenta y dos años y dejaba a una joven viuda, la mejor amiga de Christine. Entonces, ¿Cómo lograron salir adelante Christine, sus amigos y familiares?
Christine: Oramos por la fortaleza del Señor y clamamos a Él con todo lo que teníamos confiando en Él, que Él es Dios y Él sabe lo que es mejor entendiendo que Él es un buen Padre y desea buenas dádivas para Sus hijos.
Aunque ahora no lo entendamos, sé que algún día lo haremos.
Nancy: Christine nos da un ejemplo de cómo ver una situación difícil con ojos de fe, el tipo de fe que confía en Dios cuando no puedes ver lo que Él está haciendo. ¡El alma de Christine está anclada en el Dios que ella sabe que es fuerte y bueno!
Débora: ¡Qué bendición! Este año nuestro lema ha sido que no importa cuán fuertes soplen los vientos, ¡nuestra ancla está firme!
Nancy: Así es, y en Aviva Nuestros Corazones queremos hacer todo lo posible para continuar apuntando a las personas a la única Ancla segura: ¡Jesucristo mismo! Y tú puedes ayudarnos a lograrlo con tus oraciones y tu apoyo financiero en este momento tan importante.
¡Muchas gracias! Tu apoyo en este momento significa más de lo que puedas pensar para todas nosotras aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Débora: Seguro que sí, Nancy. Y sabes, la fe que expresó Christine es el mismo tipo de fe que el rey David nos muestra en el Salmo 28. Me gustaría animar a nuestras oyentes, si tienen una Biblia cerca, a ir al Salmo 28 y escuchemos mientras Nancy nos enseña el día de hoy.
Nancy: Esta semana llegamos al final de otro año. Los años se van volando, ¿no es cierto? Y estamos pasando la página hacía un año nuevo. Quiero dejarte con un pasaje de las Escrituras en el que medité durante el transcurso de este año.
Empecé en enero, y de vez en cuando, a lo largo del año, volvía a ese pasaje una y otra vez. Así que quiero invitarte a buscar en tu Biblia el Salmo 28.
El año pasado mi salmo para el año fue el Salmo 29, y este fui al Salmo 28, un salmo de David, quien era rey de Israel. Ahora, no se nos dice nada más sobre la ocasión o el escenario de este salmo, pero a medida que profundizamos en él nos damos cuenta de que pudo haber sido en varios períodos diferentes de la vida de David.
Son solo nueve versículos, es un salmo corto. Dentro de estos versículos encontramos algunos momentos «bajos» realmente bajos y algunos «altos» realmente altos. Podrás notar que es una oración desesperada para que Dios actúe. Por un lado, tenemos desesperación, ¡pero también tenemos alabanza gozosa por la asombrosa liberación de Dios!
Esto es así en muchos de los salmos de David, donde ves esta mezcla de desesperación y regocijo. Y pueden aparecer en tan solo unos pocos versículos. ¿No es así como suele ser la vida para nosotras como creyentes?
Y gracias a Dios, nuestras angustias están destinadas a llevarnos al Señor, que es Quien nos saca de esas profundidades. Y con el tiempo, es decir, en el tiempo de Dios y el camino de Dios, los dolores más profundos a veces pueden resultar, e incluso producir en nuestras vidas, las mayores alegrías o gozos
Así que quiero tomarme este tiempo durante esta semana para sumergirnos en estos nueve versículos, y espero que tomes este salmo, estos versículos y los lleves contigo al nuevo año. Leeremos el salmo completo en un momento.
Y mientras leemos, quiero que veas que tiene cuatro estrofas. Cada una tiene dos versículos, excepto la segunda que tiene tres. Y si tu Biblia es como la mía, parecen párrafos, hay pequeñas pausas entre estas estrofas.
Cada día de esta semana tomaremos una de esas estrofas y luego veremos el salmo completo cuando lleguemos al final. Así que déjame leer primero el salmo completo, el Salmo 28. Dice así la Palabra de Dios:
«A Ti clamo, oh Señor;
Roca mía, no seas sordo para conmigo,
No sea que si guardas silencio hacia mí,
Venga a ser semejante a los que descienden a la fosa.
Escucha la voz de mis súplicas cuando a Ti pido auxilio;
Cuando levanto mis manos hacia el Lugar Santísimo de Tu santuario.
No me arrastres con los impíos
Ni con los que obran iniquidad,
Que hablan de paz con su prójimo,
Mientras hay maldad en su corazón.
Dales conforme a su obra y según la maldad de sus hechos;
Dales conforme a la obra de sus manos;
Págales su merecido.
Porque no tienen en cuenta los hechos del Señor
Ni la obra de Sus manos,
Él los derribará y no los edificará.
Bendito sea el Señor,
Porque ha oído la voz de mis súplicas.
El Señor es mi fuerza y mi escudo;
En Él confía mi corazón, y soy socorrido;
Por tanto, mi corazón se regocija,
Y le daré gracias con mi cántico.
El Señor es la fuerza de su pueblo,
Y Él es defensa salvadora de Su ungido.
Salva a Tu pueblo y bendice a Tu heredad,
Pastoréalos y llévalos en Tus brazos para siempre».
¡Ese último versículo es una hermosa oración por el pueblo de Dios! Repasaremos juntas esa oración al final de esta serie mientras cerramos el año.
Así que, Señor, a medida que avanzamos en este pasaje con el que has estado inquietando mi corazón durante los últimos meses, oro para que Tú nos des entendimiento. Danos oídos y corazones para recibir lo que el Espíritu está diciendo a la iglesia, diciéndonos a nosotras, en estos días. Edifica a tu pueblo y permite que el evangelio avance aún más poderosamente como resultado de lo que vas a hacer en nuestros corazones durante esta serie. Oro en el nombre de Jesús, amén.
Hoy veremos solo los dos primeros versículos del Salmo 28, la primera estrofa. ¡Y como vimos, el salmo empieza con David en una situación desesperada! Él está en una situación difícil; está en serios problemas. Está suplicando a Dios. Está en ese lugar difícil y está desesperado en medio de un problema.
¿Entonces, qué hace? Él mira hacia arriba. Versículo 1: «A ti clamo, oh Señor». Ahora bien, es natural clamar cuando estamos en problemas. Piensa en tus hijos pequeños, aquellas de ustedes que tienen niños pequeños o nietos.
Cuando están en problemas o en una situación difícil o en un aprieto: tienen quizás el pie atorado en algo o la mano atrapada en algo. Ellos van a clamar. La pregunta clave es, cuando nos metemos en problemas: ¿a quién clamamos? ¿A dónde acudimos cuando estamos en necesidad, cuando no sabemos qué hacer, cuando estamos atrapadas en circunstancias que escapan a nuestro control?
¿Invocamos al Señor? ¿A quién recurrimos? ¿A quién clamas, a quién clamo yo? David dice: «Señor, a ti clamo». ¿O espero que mi esposo solucione el problema? ¿Llamo a una amiga? Ahora, es cierto que hay muchas cosas que las amigas y los esposos pueden solucionar.
Ayer le dije algo a Robert sobre una bombilla que no funcionaba y que está donde no puedo alcanzarla, así que hay cosas que podemos pedir a otros. Pero, ¿adónde acudo primero cuando mi corazón está en problemas, cuando mi vida está en problemas?
O, tal vez, en lugar de llamar a otra persona, simplemente nos esforzamos, confiamos en nuestro propio entendimiento, nuestra propia experiencia, nuestra propia sabiduría, y terminamos siendo sacudidas. También has visto a un niño pequeño hacer esto. Quizás no está pidiendo ayuda y tú sabes que el necesita ayuda, pero dice: «¡No, lo hago yo! ¡Yo solo! Yo puedo»
Sabes que no puede hacerlo, pero él va a luchar y a tratar de demostrar que sí puede. A veces eso mismo hacemos nosotras.
Otras veces, simplemente nos rendimos. Tiramos la toalla o nos hundimos en depresión. Nos amargamos y nos resentimos.
Bueno, ¡David le ruega a Dios que lo escuche y, por implicación, que lo ayude y le responda! Por eso dice: «Señor, a ti clamo; Roca mía, no seas sordo para conmigo». Mientras meditaba en este pasaje, me pareció un poco extraño, porque no pensamos que una roca pueda oír o hacer algo para ayudarnos.
Pero la Escritura compara a Dios con nuestra Roca que sí escucha. Él se relaciona con Su pueblo y es como una roca: fuerte, estable, seguro, inamovible, inmutable. Esa es la descripción que vemos aquí, ¡Fiel! Estamos viendo a Dios nuestra Roca, y David dice: «Roca mía, no seas sordo para conmigo. No sea que si guardas silencio hacia mí...» Hagamos una pausa aquí.
«No sea que si guardas silencio hacia mí...». Parece que el ha estado orando durante mucho tiempo. Le ha estado preguntando a Dios, pero parece que Dios no lo escucha. Parece que Dios no está escuchando; parece que Dios no responde.
Y al pensar en este pasaje, lo que viene a mi mente son los aparentes silencios desconcertantes de Dios. Cuando parece que Él no puede oír; parece que no escucha; parece como si Él no estuviera haciendo nada: los aparentes silencios de Dios.
Y son desconcertantes. Son confusos. Son incomprensibles para nosotras. Pueden resultar desalentadores. Pienso en el Salmo 22, que conocemos como un salmo mesiánico que predice la experiencia de Jesús en la Cruz.
Y recuerdas cómo comienza el Salmo 22:
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor?
Dios mío, de día clamo y no respondes;
Y de noche, pero no hay para mi reposo» (vv. 1-2).
Entonces, en la Cruz, parte de lo que Jesús soportó por nosotros, fue este aparente silencio desconcertante, desconcertante y aparente de Su propio Padre. Y David dice: «No sea que si guardas silencio hacia mí, venga a ser semejante a los que descienden a la fosa» (es decir), «¡Si no me escuchas, si no respondes cuando oro, más me valdría estar muerto!».
Y verás, la comunicación y la relación con Dios, entre el hombre y Dios, la mujer y Dios, entre nosotras y Dios, es lo que hace nuestra vida diferente a la de las demás personas que están sin Dios. Aparte de poder hablar con Dios y saber que Él nos escucha y que nos responde, aparte de escuchar Su voz en Su Palabra y por Su Espíritu, no seríamos diferentes al resto del mundo que está bajo la ira y el juicio de Dios. ¡No tendríamos ninguna relación con Él en absoluto! Seríamos como los que perecen sin Dios, sin esperanza y sin vida.
Así que David dice: «Si no me hablas, si permaneces en silencio, si no vienes a ayudarme, ¡prefiero no estar vivo! ¡Prefiero ser como aquellos que van a ser juzgados! Entonces eso es lo que mueve a David a pedir ayuda. ¡No puede soportar que Dios continúe en silencio!
Pero lo que me encanta aquí es que cuando parece que Dios no escucha ni responde, ¡David no deja de orar! El no sigue adelante con otro plan: «Como, bueno, eso no funcionó, intentemos otra cosa. ¿Qué puedo hacer para arreglar esto?» Él clama aún más. Se niega a permitir que el silencio temporal de Dios, el silencio aparente de Dios, se niega a permitir que eso le impida orar.
Una cosa es orar en el momento, «Señor, arregla esto, cambia esto», pero cuando ya es un año después, o dos años después, diez años después, veinte años después… Esta semana recibí un correo electrónico de una mujer que durante veintidós años oró fervientemente por los problemas de su familia y no parecía haber ningún cambio.
Pero ella siguió orando, siguió orando, y está ahora en el proceso de ver a Dios regar, traer vida y traer resultados y respuestas, respondiendo esas oraciones. Entonces David dice en el versículo 2: «Escucha la voz de mis súplicas cuando a Ti pido auxilio, cuando levanto mis manos hacia el Lugar Santísimo de Tu santuario».
La situación de David es desalentadora, y sin esperanza, sin Dios. Si no hay Dios, no hay esperanza. Pero me encanta que él no está clamando con ira, amargura o resentimiento. Él no levanta su puño hacia Dios. Lo que quiero decir, es que hay intensidad en sus palabras, pero también hay respeto y reverencia. Él no duda de Dios, aunque hay ocasiones en las que no puede entender los caminos de Dios.
Pero esta es en realidad una oración de fe. Él sigue orando porque cree en Dios, es por eso que sigue clamando. Sabe que Dios es el único que puede ayudarlo. Entonces él le dice: «Levanto mis manos». Esta es una expresión externa de una actitud interna del corazón.
Quizás en tu iglesia tal vez levantan las manos cuando cantan y o cuando oran. O Quizás en tu iglesia se sientan de brazos cruzados…o quizás ambas. Pero aquí no estamos diciendo que lo que importa es la postura exterior.
La postura exterior refleja una actitud interna del corazón. ¡Simboliza el elevar nuestro corazón a Dios, elevar mi vida a Dios, elevar mi yo a Dios, elevar mis circunstancias a Dios, elevar mi situación a Él y también mi desesperación a Dios!
Habla de mi dependencia de Dios. Él es a quien necesito; Él es lo que necesito. También habla de «alzar las manos al Señor», de estar listas para recibir lo que Dios nos dé, listas para recibir Su respuesta, listas para recibir la provisión de Dios. Suplicamos a Dios que tenga misericordia, con las manos vacías, que supla lo que se necesita. David anhela recibir la ayuda y la bendición del Señor.
Dice que levanta las manos hacia el Lugar Santísimo, el santuario de Dios. Ahora, el templo no fue construido hasta después de David. Su hijo Salomón lo construyó. Pero sabemos que hubo un tabernáculo y que había un lugar santo. Era un santuario, y ahí era donde habitaba la presencia de Dios. Ahí era donde Dios venía y se reunía con aquellos que representaban a la humanidad.
Y vemos en los versículos 1 y 2, dos lugares, dos reinos. Y verás a lo largo de los salmos ejemplos de esto, y este es uno de ellos, es una poesía hebrea que tiene paralelismo. A veces ese paralelismo se da con pensamientos repetidos que simplemente se repiten de manera un poco diferente. Ya lo hemos visto en estos dos primeros versículos.
Pero a veces es lo contrario, son opiniones contrastantes. Esta es una característica de la poesía hebrea. Entonces, en el versículo 1 habla de descender a la fosa. Ahí es donde están los impíos, ahí es hacia donde se inclinan sus corazones, ese es su hogar. David le dice: «¡No quiero ir allí!».
Y luego, en el versículo 2, habla de que levanta sus manos hacia arriba, al Lugar Santísimo del santuario de Dios. ¡Ahí es donde está Dios! Ahí es donde David quiere estar. Entonces, te pregunto: ¿Dónde está la inclinación de tu corazón? ¿Dónde está el hogar de tu corazón? ¿Dónde anhelas estar? Tenemos que ir a donde Dios vive para poder encontrarlo.
David dice: «Voy a ir a al lugar santísimo de Tu santuario. Voy a ir a Tu presencia». Mi amigo de hace mucho tiempo, Charles Spurgeon, dice acerca de este versículo:
«Extendemos las manos vacías porque somos mendigos. Las levantamos, porque buscamos suministros celestiales. Las elevamos hacia el propiciatorio de Jesús porque allí descansa nuestra esperanza».
Levantando manos santas. Me recuerda al capítulo 4 de Hebreos, donde se nos exhorta a «venir con valentía [con coraje] en nuestro tiempo de necesidad», ¿a dónde? «al trono de la gracia, donde podamos recibir misericordia» todas la necesitamos y luego dice: «gracia para la ayuda oportuna (en nuestro momento de necesidad)» (ver versículo 16).
Entonces, aquí hay una especie de progresión en estos primeros versículos: tenemos necesidades urgentes, por eso el salmista dice: «A Ti clamo. ¡Te pido ayuda!» La oración reconoce la presencia de Dios y Su poder y le suplica ayuda. Dice: «No hay ningún otro lugar a donde acudir». ¡No tenemos otro lugar a donde ir! Vamos al Señor.
Pero a veces parece que Él no nos escucha, entonces, ¿qué hacemos? Seguimos orando y esas oraciones expresan fe. Seguimos recurriendo a Él. Seguimos diciéndole: «¡Señor, no tenemos adónde ir excepto a Ti! ¡Nadie puede ayudarnos excepto Tú! ¡Así que vamos a seguir llorando y vamos a seguir clamando!».
Algunas de ustedes tienen un cónyuge, un hijo o un nieto por quien lloran hasta quedarse dormidas por las noches pensando en esta persona no está caminando con el Señor. Se dirigen hacia la fosa. No tienen una relación con Dios y tal vez se comportan de maneras que hacen que la vida de otras personas sean miserables.
Eres madre, esposa, abuela, amiga o compañera de cuarto, ¡y clamas! Y no ves que pase nada. ¿¡Qué haces!? Sigues clamando; sigues orando. Quizás hay una situación que estás enfrentando en el trabajo y es desesperante.
Estás trabajando en un ambiente impío y hay todo tipo de cosas tóxicas e impías sucediendo en ese lugar, y piensas: «¡No sé si pueda sobrevivir a esto!». Te sientes tan sola, te sientes tan atacada. Este mundo no es nuestro hogar. Somos peregrinas, somos extranjeras que «simplemente estamos de paso; este mundo no es nuestro hogar», y eso desgasta nuestras almas.
¿Qué hacemos? No nos adaptamos al mundo, no nos mezclamos con él. Somos diferentes porque conocemos a Dios. A través de Jesucristo nos acercamos a Él, nos acercamos al lugar santísimo de Tu santuario, Señor, con valentía, y oramos.
¿Qué necesitas? Clama a Él, no dejes de orar, persevera en la oración. Cuando parezca que Dios no está escuchando ni haciendo nada, sigue orando. Espera al Señor. Él no siempre responde las oraciones en nuestro tiempo, pero eso no significa que no se conmueve ante nuestros clamores o que no responda a nuestras necesidades.
Ahora, al pensar en este salmo del Antiguo Testamento en el contexto del nuevo pacto, que gracias a Dios tenemos y del que somos parte, hay un problema aquí. David dice: «Alzo mis manos hacia el lugar santísimo de Tu santuario», pero sabemos por las Escrituras que los pecadores no pueden entrar al santuario de Dios.
Los pecadores están excluidos, e incluso los sacrificios que se hacían tenían que ser corderos sin defecto; no podían estar enfermos ni moribundos. Y los pecadores no podían entrar. Lo que quiero decir con esto es que había todo tipo de reglas sobre qué y cómo hacer los sacrificios y lavarse las manos y cosas simbólicas en el Antiguo Testamento, en el antiguo pacto.
Al igual que todo el libro de Levítico, se repite una y otra vez. Y quizás digas: «Esto es un poco aburrido, hay demasiado de lo mismo». Bueno, la razón es que los pecadores no pueden entrar a la presencia de un Dios santo. Tenemos que ser limpiadas; tenemos que estar separadas de nuestro pecado.
Solo el sacerdote designado, ordenado por Dios, que llevaba el sacrificio de sangre de animales inocentes, podía entrar en ese lugar santo y hacer un sacrificio e interceder a favor del pueblo de Dios. Era complicado, era tedioso, difícil, imposible para los pecadores entrar al lugar santísimo del santuario de Dios.
¡Pero alabado sea Dios! Lo vemos en el Antiguo testamento como una sombra, apuntado hacia algo. Pero en el Nuevo Testamento lo vemos claramente a colores ¡Dios ha provisto para que podamos entrar a Su lugar santo! Pero nuestras oraciones deben estar dirigidas a Cristo, a nuestro Gran Sumo Sacerdote que derramó Su propia sangre. Él entró primero en el lugar santo para que pudiéramos ser purificadas y entrar con Él, en Él, por Él y a través Él.
¡Y a través del poder de Su sangre derramada que nos limpia, podemos entrar en ese santo santuario! Cosas que David apenas podía imaginar cuando escribió este salmo, pero cosas que nosotras, mirando hacia atrás al sacrificio que Cristo hizo por nosotras (ese Cordero de Dios inmolado por el pecado del mundo), podemos decir: «¡Gracias Jesús, gracias Cristo! ¡Podemos entrar a Tu lugar santo, al santuario!».
Entonces, cuando oramos, no es porque merezcamos algo, como si hubiera algo inteligente, sabio o bueno en nosotras. Decimos: «Señor, no tengo ninguna base sobre la cual acercarme a Tu santo trono, a tu santo santuario, al lugar santo donde Tú habitas. Merezco ir a la fosa, pero Tú has hecho provisión para que pueda entrar y pueda relacionarme contigo. Puedo conversar contigo. Puedo orar a Ti. Puedo seguir orando. Puedo seguir clamando. No siempre puedo ver lo que estás haciendo. No siempre puedo escuchar lo que dices, ¡pero confío en Ti! Y voy a seguir viniendo a Ti».
Hace apenas unos días recibí un correo electrónico, aquí en el ministerio, de una mujer. Es un correo electrónico largo. Voy solo a leer algunas porciones. Ella comienza diciendo:
«He estado sufriendo toda mi vida por una condición genética que ha dado lugar a más y más complicaciones. El sufrimiento y el dolor me despiertan y también me acompañan a la hora de dormir…».
Y también habla de cómo uno de sus hijos tiene algunos problemas de salud no relacionados, pero también graves y crónicos. Entonces esta madre y esta hija…Así ha sido su vida durante años. Ella nos dice:
«Acabo de regresar a casa después de una estancia de siete semanas en el hospital [esta es la madre], las dos primeras semanas en un hospital importante y el resto en un hospital de rehabilitación. Tengo que volver a aprender a caminar debido a una enfermedad rara y paralizante».
Así que, ella ha tenido este problema físico durante años y ahora tiene este nuevo diagnóstico. Y ella describe muy gráficamente algunas de las horribles realidades físicas por las que está pasando, y luego también tiene esta hija por la que sufre. Ella dice:
«Vivo en la capital médica del mundo, pero, a mi paso, dejo a los médicos sin palabras, nadie tiene una palabra de ayuda o dirección…Solo unas cuantas disculpas por mi pena y dolor y sugerencias de ir a los hospitales donde realizan investigaciones científicas.
Así que aquí estoy, experimentando la tristeza posterior a esa estadía extendida en el hospital. Me he estado lamentando de todas las nuevas citas médicas que se acumularon encima de las últimas que no terminamos antes de que esta nueva enfermedad apareciera... detestándolas amargamente, preguntándome cómo algo de todo esto puede ser bueno... pero aún sabiendo que no es necesario cuestionar todo lo que Él es y de todo lo que nos ha librado».
Y aquí está la parte que más me llamó la atención:
«Dios nunca nos ha alejado de las tormentas, pero sí nos ha mantenido ancladas en ellas. He aprendido a no odiar aquello que me hace arrojarme a Él».
Lo leeré de nuevo. Ella dice: «Dios nunca me ha alejado de las tormentas». ¡Y David podría decir «amén» a eso! Él mismo está pasando por algunas tormentas en este pasaje y en muchos otros salmos, «pero en ellas lo mantuvo anclado». Y eso es lo que vemos aquí en el Salmo 28. David está en medio de estos aguaceros torrenciales, inundaciones o tormentas, o lo que sea.
¡Las aguas están subiendo, pero él está anclado al Señor! Esta mujer nos dice:
«Dios nos ha mantenido anclados en las tormentas. He aprendido a no odiar aquello que me hace arrojarme sobre Él».
El año que tenemos por delante traerá un clima cálido y soleado y cielos despejados, pero también traerá un clima frío, nublado y tormentoso.
La mayoría de nosotras tendremos días felices y tranquilos, pero la mayoría de nosotras también tendremos algunos problemas, presiones y dolores que no podemos empezar a imaginar mientras estamos hoy aquí sentadas escuchando este episodio. Dios no nos ha prometido guardarnos a ti y a mí de las tormentas, pero sí ha prometido mantenernos ancladas en ellas.
Y mi oración es que, a lo largo de este año que viene, aprendamos a no odiar las cosas, a no despreciarlas, a no resistirnos, a no resistirnos a nada que nos haga arrojarnos sobre Él. Entonces, cada día en cada estación, a lo largo de este año que tenemos por delante, sea lo que sea que estés pasando ahora, cualquier cosa que surja la próxima semana que no habías anticipado, o el próximo mes, proponte orar, clamar al Señor, alza las manos hacia Su lugar santo, al santuario. Dile: «Señor, por la sangre de Jesús yo vengo. Tal como soy Señor, aquí vengo».
«Vengo a Tu trono de gracia. Necesito Tu misericordia. Necesito Tu gracia y voy a seguir clamando, seguiré levantando mis manos, entregándote todo lo que tengo, dispuesta a recibir todo lo que Tú tienes o [dispuesta a dar todo] lo que quieras de mí». ¡Sigue haciéndolo! Como dice el himno:
La tempestad jamás podrá Su dulce faz de mí ocultar
Su luz gloriosa en mi alma está.
En Él confío sin cesar.
Jesús será mi protección, la roca de mi salvación
Débora: ¡Qué gran recordatorio! ¿Está tu ancla aferrada firmemente a Cristo, la Roca firme? Hoy Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado mostrando desde el Salmo 28 que, aunque Dios a menudo no nos libra de la tormenta, Él es nuestra Roca confiable. Nancy regresará en unos minutos para orar.
Pero primero, al recordar lo que has pasado en este año, espero que puedas ver momentos en los que Dios demostró ser tu fortaleza y tu escudo.
Nancy nos acompaña nuevamente para cerrar en oración.
Nancy: Señor, oro para que le des gracia, aliento y esperanza, tal vez a alguien que esté atravesando esas tormentas en este momento. Nuestra ancla se mantiene dentro de la tormenta, por eso por fe decimos: «Gracias». Bendecimos la mano que a veces nos hiere para que Tú nos sanes y nos ayudes.
Así que continúa manteniéndonos en oración, aferrándonos, creyendo, sigue manteniéndonos firmes, caminando día a día hacia Tu santo santuario, ¡viviendo allí! ¡Gracias por salvarnos de la fosa! Ese no es el resultado de nuestras vidas, sino de Tu gracia y de lo que Cristo ha hecho por nosotros.
Que nuestras vidas sean tales que en el próximo año podamos ser un medio de esperanza y gracia para otros que ahora mismo se dirigen hacia la fosa. Pero vamos a aferrarnos a Ti y clamar por ellos y decir: «Señor, rescata, redime, salva, haz una gran obra en sus vidas. Hazlo Señor». ¡Esperamos en Ti, te amamos, te bendecimos! En el nombre de Jesús, amén.
Débora: Amén. Gracias Nancy.
El 2024 está por terminarse, el Señor nos ha permitido probar Su fidelidad y cuidado. Antes de que termine el año, queremos animarte a considerar qué plan de lectura bíblica anual harás este próximo 2025. Creemos que la Palabra de Dios es luz que ilumina nuestro camino y nos guía hacia Cristo. Ser intencionales en conocer a nuestro Señor a través de Su Palabra este próximo año es una de las mejores cosas en las que nos podemos invertir.
Aviva Nuestros Corazones cuenta con 2 planes de lectura de la Biblia en un año, «Mujer Verdadera 365 canónico» el cual consiste en leer toda la Biblia en el orden en que está escrito el canon y «Mujer Verdadera 365 cronológico» el cual consiste en leer toda la Biblia según el orden en el que se dieron los hechos históricamente. Y queremos compartir contigo que el plan de lectura MV365 cronológico tendrá una serie de nuevos recursos gratuitos que no te puedes perder.
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Abre bien los ojos, mira a tu alrededor. ¿Notas algo diferente? Mañana Nancy nos animará a abrir nuestros ojos pero, en un sentido espiritual: a tener los ojos bien abiertos a la misericordia de Dios. Te esperamos mañana viernes para un episodio más de Aviva Nuestros Corazones.
¡Animándote a clamar a Dios en tus momentos de desesperación, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth te llama a la libertad, la plenitud y abundancia en Cristo!
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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