Un atajo
Debora: Tan a menudo vivimos pensando en nosotras mismas, que olvidamos el efecto que nuestras vidas tienen en las personas que nos rodean.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Tú y yo podemos ser un instrumento de ruina y destrucción para las vidas de quienes nos rodean, pero cuando elegimos obedecer a Dios, nuestras vidas pueden ser instrumentos de bendición y avivamiento.
Debora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 4 de enero de 2023.
Nancy: Hoy continuamos nuestro estudio del libro de Rut en el Antiguo Testamento. Ya hemos visto que Rut vivió en una era corrupta y caótica, cuando la mayoría de las personas a su alrededor estaban haciendo lo que les parecía bien a sus propios ojos. Suena familiar.
Y tú, ¿alguna vez te has encontrado con ganas de huir de la presión? Debo decirles que la otra noche …
Debora: Tan a menudo vivimos pensando en nosotras mismas, que olvidamos el efecto que nuestras vidas tienen en las personas que nos rodean.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Tú y yo podemos ser un instrumento de ruina y destrucción para las vidas de quienes nos rodean, pero cuando elegimos obedecer a Dios, nuestras vidas pueden ser instrumentos de bendición y avivamiento.
Debora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 4 de enero de 2023.
Nancy: Hoy continuamos nuestro estudio del libro de Rut en el Antiguo Testamento. Ya hemos visto que Rut vivió en una era corrupta y caótica, cuando la mayoría de las personas a su alrededor estaban haciendo lo que les parecía bien a sus propios ojos. Suena familiar.
Y tú, ¿alguna vez te has encontrado con ganas de huir de la presión? Debo decirles que la otra noche recibí, en un período de veinticuatro horas, un par de correos electrónicos que simplemente detallaban mucho trabajo y crearon algo de presión en mi mente. Era tarde en la noche y finalmente eché un vistazo a todo lo que sabía que estaría involucrado en el seguimiento de estos correos. Dije, creo que me voy a acostar, quizás si me voy a dormir al despertar mañana ya no esté todo este trabajo aquí.
De maneras pequeñas, pero también para algunas de nosotras en grandes maneras, la tentación en medio de la presión, del dolor, de los problemas, de los asuntos de la vida, es querer escapar. Bueno, te alegrará saber –a medida que nos adentramos en la historia de Rut– que no eres la única que se encuentra deseando correr y escapar de la realidad de la vida.
Estamos en el libro de Rut en el primer capítulo, y seguimos en el versículo 1. Esta historia tuvo lugar en los días de los jueces, la era oscura de la historia de Israel; y la Escritura dice:
«Aconteció que en los días en que gobernaban los jueces, en Israel hubo hambre en el país. Y un hombre de Belén de Judá fue a residir en los campos de Moab con su mujer y sus dos hijos» (v.1).
«Hubo hambre en la tierra». Ahora, cuando revisamos otros libros del Antiguo Testamento, particularmente el libro de Deuteronomio, encontramos que bajo el antiguo pacto, Dios prometió a Su pueblo que si lo obedecían serían bendecidos, y esa bendición vendría en forma material y de prosperidad física, la tierra sería fructífera, ellos serían fértiles, tendrían familias y la tierra produciría en abundancia.
Ahora, Dios nos bendice hoy de diferentes maneras, ya no promete ese mismo tipo de bendiciones. Pero para la nación de Israel, Dios les dijo que si lo obedecían, la tierra y sus mujeres serían fructíferas. Serían prósperos.
También les prometió que si desobedecían Sus leyes, habría consecuencias naturales y físicas de su desobediencia. Prometió que habría castigo que vendría en forma de hambruna y escasez, opresión militar y diferentes formas en que serían castigados si desobedecían a Dios.
Ahora, el propósito de Dios al traer este tipo de consecuencias era que quería mostrar que Él era el que tenía el control de la tierra, que no eran los dioses paganos cananeos de Baal y Astarot quienes estaban a cargo de la tierra y controlaban la fertilidad, sino que Dios era el Señor y el dueño de la tierra, y Su propósito al traer el castigo era restaurar a Su pueblo y llevarlo a un lugar de obediencia. Dios sabía que cuando hubiera presión, el pueblo clamaría a Él y Él podría bendecirlos y enviarles Su misericordia.
Pienso en esa línea de Francis Thompson, El sabueso del cielo, donde Dios dice: «Todo lo que tomé de ti, lo tomé no para hacerte daño, sino para que tú lo busques en Mis brazos». Te das cuenta, cuando Dios envía una hambruna, ya sea una hambruna literal o una hambruna espiritual o una hambruna emocional en nuestras vidas, Su propósito no es arruinar nuestras vidas. Su propósito es abrir nuestros corazones y nuestras manos para recibir lo que solo Él puede darnos.
Ahora bien, en esos días hubo hambre en la tierra, por lo que sabemos que probablemente Dios estaba castigando a Su pueblo. Estaba tratando de restaurarlos y llevarlos a un lugar de obediencia. Se nos dice que en medio de esa hambre, un hombre de Belén de Judá, dejó Judá, dejó su tierra natal para irse a vivir al país vecino. a Moab.
Ahora la palabra Belén significa «casa de pan», la palabra Judá significa «alabanza»; así que este hombre vivía en un lugar que significaba «casa de pan y alabanza». Ese mismo nombre muestra que el hambre era inusual en la tierra, que la norma era la fertilidad y la prosperidad, que Dios estaba enviando el hambre para castigar a Su pueblo.
Dios quiere, por cierto, que nuestras vidas sean casas de pan y alabanza; casas de plenitud; casas de abundancia. Puede que no siempre sea plenitud física, abundancia material, pero Dios quiere que nuestras vidas sean fructíferas, plenas.
Cuando desobedecemos a Dios, Él a menudo envía hambre a nuestros corazones y a nuestras vidas de alguna manera, para que veamos las áreas en las que lo hemos desobedecido. Es importante que en esos tiempos aceptemos que el hambre viene de la mano de Dios.
La Escritura dice que este hombre salió de Belén, de Judá, tomó a su esposa y sus dos hijos y se fue a vivir por un tiempo a Moab, el país vecino. Moab estaba aproximadamente a 97 km de Belén. Si te imaginas un mapa de Canaán, estaba al otro lado del Mar Muerto.
Los moabitas, como recordarás, eran descendientes de Lot, como resultado de su relación incestuosa con su hija mayor, de ahí venía esta nación. Los moabitas eran enemigos de los judíos. Había malas experiencias entre los moabitas y los judíos, pero este hombre sintió que el hambre era tan terrible en su tierra que decidió huir, escapar al pais vecino, a Moab. Eso fue lo que le pareció la mejor decisión en ese momento.
Ahora, ten en cuenta por qué Dios enviaba hambrunas en esos días; porque quería castigar a Su pueblo que le había desobedecido. Entonces, si la hambruna era el resultado de la desobediencia por parte del pueblo de Dios, ¿cuál era la solución para el hambre y la escasez? No era correr, era arrepentirse. Elimelec, este hombre judío, eligió correr en lugar de ser quizás un instrumento de avivamiento y llamar al pueblo de Dios al arrepentimiento, a días de oración y ayuno, a buscar al Señor.
Realmente, irse a Moab reveló falta de fe y que él no vio el propósito ni la mano de Dios en medio de esta situación. Creo que no hay duda de que debió haberse quedado donde estaba. Pero el lugar donde estaba parecía tan lleno de problemas que pensó que el lugar al que se dirigía sería la solución a sus problemas. Entonces, en lugar de quedarse donde estaba, en Belén, y arreglárselas con Dios, reunir a su familia y a los demás y buscar a Dios, reunió a su familia y se fue a otro país pensando que estarían mejor allí.
Lo que sugerimos aquí es que probablemente tenía la intención de quedarse solo por un corto tiempo. Dice que se fue a vivir por un tiempo, pero cuando llegamos al final del versículo 2, vemos que él continuó allí. Hizo un viaje corto pensando que volvería, pero tres de los cuatro que dejaron Judá y se fueron a Moab, nunca regresaron, terminaron quedándose en Moab, viviendo allí, plantando allí a su familia. Se encontraron con consecuencias aún peores de las que estaban tratando de escapar cuando llegaron a Moab.
Déjenme decirles que el camino a la destrucción y el camino a la amargura (vamos a ver a Noemí como una mujer que sabía mucho sobre la amargura), ese camino comienza cuando tratamos de escapar de las consecuencias que Dios ha diseñado para moldearnos, para santificarnos, para disciplinarnos. Cuando intentamos huir de esas circunstancias, nos encaminamos hacia algo mucho peor.
Recuerdo ese versículo del Salmo 55 donde el salmista dice: «¡Quién me diera alas como de paloma! Volaría y hallaría reposo. Ciertamente huiría muy lejos; Moraría en el desierto. (Selah) Me apresuraría a buscar mi lugar de refugio contra el viento borrascoso y la tempestad» (vv. 6–8).
¿Alguna vez deseaste que Dios te llamara a las regiones deshabitadas del mundo? Ahora, Señor, si pudiera ir a esta isla desierta donde no hay gente, donde no hay problemas. Bueno, hay días en los que solo queremos escapar de todo. En ese salmo vemos que David aprendió lo mismo que la familia de Noemí iba a aprender: la clave no es huir. La clave es enfrentar el problema, enfrentar la dificultad, encontrar a Dios dentro del problema y abrirnos camino hacia el ojo de la tormenta.
Muy a menudo, cuando estamos en tiempos de hambre, pérdidas, dificultades, privaciones, circunstancias que nos presionan, tal vez sea por nuestro propio pecado o los pecados de otros, pero la hambruna nos afecta a nosotros, y en lugar de buscar el rostro de Dios y preguntar por qué estamos en esta condición, lo que hacemos es mirar otros campos del mundo, otros países, otros lugares, y ponemos nuestro corazón en ese lugar.
A menudo creo que no es porque el mundo o el lugar al que corremos sea tan atractivo, sino porque el lugar en el que vivimos, la realidad del mundo en el que estamos se ha vuelto tan seca, y pensamos que tiene que ser mejor en otro lugar. Entonces, en lugar de enfrentar la verdadera causa de nuestra sequedad y llegar a la fuente del problema, hacemos lo que hicieron Elimelec y su familia. Hacemos lo que hizo el hijo pródigo, huimos a un país lejano.
Invariablemente, buscamos algún sustituto de lo que hemos perdido, pensando que si pudiéramos estar en una situación diferente, si pudiéramos mudarnos, si pudiéramos tener un conjunto diferente de circunstancias, entonces nos libraríamos de nuestros problemas. El problema es que cuando huimos de nuestros problemas, abandonamos la misericordia de Dios que Él quiso darnos en medio del hambre, en medio de nuestros problemas.
Nos decimos a nosotras mismas: «Es solo por un corto tiempo. Solo necesito un descanso. Solo tengo que alejarme un poco». ¿Entonces cómo hacemos eso? Bueno, Moab puede tomar muchas formas diferentes en nuestras vidas. Para mí, la otra noche fue simplemente irme a la cama. «Me iré a dormir y escaparé de todo esto». Ahora, no hay nada de malo en dormir cuando es hora de dormir, pero si estoy durmiendo para huir de la presión y de los problemas, voy a encontrar que realmente eso no resuelve mis problemas.
Algunas de nosotras corremos hacia la comida o al centro comercial –de compras; otras corremos a un trabajo, a una carrera. Es posible que en algún momento te hayas encontrado corriendo a una ubicación geográfica diferente. Quizás toda tu familia se muda solo para escapar de algunos problemas.
Todas nosotras a veces nos encontramos corriendo hacia nuestras amigas; y no hay nada de malo con los amigos, a veces pueden darnos consejos piadosos, pero a veces solo estamos tratando de conseguir a alguien que pueda sentir empatía, alguien que sienta compasión y alguien que sea un escape para nosotras de la realidad, de la dolorosa realidad de nuestras circunstancias.
Sé de mujeres que han corrido hacia las drogas, el alcohol, medicamentos recetados y eso se ha convertido en un escape. Están tratando de anestesiar el dolor, tratando de no tener que enfrentar la realidad de su hambre. Hay mujeres que han corrido a los brazos de un hombre pensando que ese es su lugar de escape. Quizás piensan que pueden salir del dolor de su matrimonio actual, del dolor de sus relaciones difíciles actuales para encontrar a alguien que sea comprensivo, cálido, que tenga un oído atento y que se identifique con su situación.
¿Qué están haciendo en realidad? Están corriendo hacia Moab. Huyendo del hambre, de su situación actual, de su matrimonio actual, de su entorno. Creo que esta es una de las razones por las que para las mujeres de hoy, incluidas las cristianas, son tan importantes las novelas románticas. Son un escape del dolor, del mundo real, de la vida real. Un escape a un mundo de fantasía, de sueños.
El internet ofrece muchos medios de escape, no solo para los hombres, sino también para las mujeres. Un medio para encontrar relaciones, atajos del dolor de las relaciones reales en este mundo, a relaciones en un mundo de fantasía. A menudo nos decimos a nosotras mismas: «No va a ser por mucho tiempo, solo voy a probar, solo voy a ver cómo se siente, solo voy a experimentar, solo voy a tener un pequeño alivio, será por un corto periodo de tiempo».
Probablemente eso fue lo que pensó Elimelec. Solo vamos a ir a Moab por un tiempo, mientras la presión aumenta. Regresaremos. Pero sabes qué, Elimelec nunca regresó, sus hijos nunca regresaron. Y muy a menudo, terminamos quedándonos en ese país lejano.
Di una conferencia recientemente y leí algunos de los comentarios de las mujeres que luego compartieron sobre temas importantes: la adicción y la esclavitud. Ellas no comenzaron siendo adictas al alcohol, a las pastillas para dormir o a la comida. ¿Qué sucedió? Pensaron que solo iban a escapar por un corto tiempo. Pero poco tiempo se convirtió en un largo tiempo, y ahora descubren que están encarceladas en su Moab. No pueden escapar, no pueden salir.
Ahora no tienen un corazón para Dios, no tienen un corazón para el pueblo de Dios. Y las consecuencias en Moab son mucho peores de las que estaban tratando de escapar mientras estaban en casa. Un lugar que a menudo pensamos que traerá alivio, libertad de la presión y de los problemas, termina convirtiéndose en un lugar de dolor aún mayor…y a veces incluso la muerte.
Es interesante que al leer esta historia se nos recuerda que cuando dejamos la voluntad de Dios, cuando dejamos el lugar que Dios ha diseñado para nuestra santificación, rara vez nos vamos solas. Dice que este hombre se fue y se llevó a su esposa y sus dos hijos con él. Invariablemente, tú y yo nos llevamos a otros con nosotras cuando dejamos la voluntad de Dios.
Puede que no tengamos la intención de herir a otros, pero nuestras decisiones sí afectan a los demás. De hecho, todo lo que tú y yo hacemos –nuestras actitudes, nuestras acciones, nuestras elecciones, todo lo que hacemos– afecta la vida de nuestra familia y de las personas que nos rodean. Ahora, sus vidas pueden arruinarse por nuestra desobediencia, o pueden ser bendecidas por nuestra obediencia. Pero nuestras vidas sí tienen influencia.
No pienses ni por un momento que las decisiones que tomas que parecen tan pequeñas e insignificantes no tienen nada que ver con quienes te rodean.
Me pregunto, si Elimelec hubiera podido leer la historia que leímos y saber qué iba a pasar, qué le iba a pasar a su familia… Supongo que era un hombre que se preocupaba por su familia, los amaba. No creo que quisiera llevarlos a un lugar donde sus vidas fueran a ser destruidas, pero aparentemente no se detuvo a pensar en lo que esta decisión de huir podría significar para sus seres queridos, y ni hablar de lo que significó para su propia vida.
Tú y yo podemos ser un instrumento de ruina y destrucción para las vidas de quienes nos rodean, pero cuando elegimos obedecer a Dios, nuestras vidas pueden ser instrumentos de bendición y avivamiento.
Desafortunadamente, a menudo son los niños quienes se ven afectados por nuestras decisiones y quienes pagan las consecuencias.
A menudo me sorprenden las tarjetas de oración que las mujeres entregan en nuestras conferencias. Con frecuencia, las mujeres aparentemente no ven la conexión entre sus propias decisiones y dónde están sus hijos espiritualmente. He visto tarjetas en las que las mujeres decían: «Tengo esta esclavitud a algún hábito pecaminoso, un área donde no tengo autocontrol, por favor, oren por mí». Y luego, en la siguiente línea, dicen: «Oren por mis hijos que están viviendo vidas de inmoralidad abierta y latente». No están haciendo la conexión.
Al elegir vivir vidas que están fuera de control y no vivir vidas rendidas a Dios, han creado un entorno en el que es más fácil para sus hijos avanzar en su pecado y en sus estilos de vida destructivos.
Creo que una de las cosas que hace que esto sea más desafiante –era cierto entonces y es cierto hoy– es que hay tan poca diferencia medible en esta era, entre Moab, el país pagano, e Israel, donde vivía el pueblo de Dios. El pueblo de Dios había caído tanto en los caminos del mundo, que no creo que Moab realmente pareciera tan lejano desde un punto de vista espiritual.
Moab era un lugar pagano e idólatra que ofrecía sacrificios de niños. Allí se practicaba una religión malvada, pero los judíos estaban haciendo muchas de las mismas cosas.
Así que hoy, cuando las iglesias se vuelven tan parecidas al mundo, cuando nos mudamos a ese país lejano, ese lugar de escape y huida, muchas veces no pensamos que sea tan importante. No nos damos cuenta de cuánto nos hemos alejado de los caminos de Dios.
Ahora, la sugerencia aquí es que Elimelec tomó a su familia y los condujo a Moab; eso plantea la pregunta: ¿Qué pasa si tu esposo los lleva a ti y a toda la familia por un camino equivocado? ¿Fue Noemí parcialmente responsable aquí? ¿Quién tuvo la culpa y qué debe hacer una esposa si su esposo dice: «Vamos a Moab»?
Permítanme hacer varias sugerencias que no surgen directamente de este texto, sino a modo de aplicación. Creo que la primera es asegurarte de que tu conciencia esté tranquila como esposa.
Hay algunas cosas que no se cuentan en esta historia. No sabemos, por ejemplo, ¿influyó Noemí en Elimelec para que fuera a Moab? ¿Fue idea suya? Como Sara diciéndole a Abraham que tomara a Agar para resolver el problema de cómo tener hijos.
¿Era Noemí tan miserable e infeliz y llorona que Elimelec dijo: «Nos vamos de aquí. No voy a aguantar más a esta mujer quejumbrosa. Vamos a Moab»? No lo sabemos.
¿Tenía miedo Noemí? ¿No estaba contenta? O tal vez ninguna de las opciones anteriores. Cuando vio que su esposo estaba a punto de tomar una decisión equivocada, ¿se acercó a él? ¿Oró por él? ¿Lo animó a considerar las consecuencias? ¿Cuál fue su actitud? ¿Oró para que Dios cambiara su corazón?
¿Fue una víctima o fue parcialmente responsable de esa decisión? No lo sabemos.
Aquí está el desafío: cuando veas a alguien en una situación difícil, en un matrimonio difícil, por ejemplo, no asumas que conoces todos los hechos.
Veo algunos matrimonios y escucho a una de las partes contar la historia y pienso: «¡Oh! ¡No puedo creer que esa esposa haya tenido que aguantar esa situación dentro de ese matrimonio!» Pero el hecho es que no conozco todos los detalles.
No sabemos si Noemí fue culpable o no.
Ahora, al fin de cuentas, ya sea que ella fuera inocente o culpable, todavía había gracia disponible. Pero primero, como esposa, asegúrate de que tu conciencia esté limpia, ten cuidado cuando saques conclusiones sobre los tratos de Dios en la vida de otras personas. Puede parecernos muy obvio que alguna esposa es la parte inocente, pero el hecho es que no lo sabemos. No sabemos qué sucede detrás de las paredes de una casa.
He escuchado tantas historias en las que escuché por primera vez el lado de uno de los involucrados y pensé que la culpa era del otro. Entonces escuché al otro, y pensé que el primero tenía la culpa. La verdad a menudo se encuentra en algún punto intermedio, rara vez tenemos todos los hechos.
Así que asegúrate de que tu conciencia como esposa esté limpia, que hayas tenido una actitud piadosa, un espíritu correcto, que no sea tu desobediencia lo que contribuya a que la familia vaya en la dirección equivocada, que tu esposo no esté reaccionando a tus sentimientos, lloriqueos, tus miedos, tu descontento. He visto maridos sacar a sus familias del ministerio, de la iglesia, de la voluntad de Dios, como reacción a la actitud de una esposa quejumbrosa.
Y él parece el malo. No digo que no tenga sus propios problemas, solo digo, como esposa, si tu familia va en la dirección equivocada, asegúrate de que no fue tu pecado lo que contribuyó, incluso en una pequeña parte, a esa decisión.
Entonces recuerda que Dios no te hace responsable por el pecado de tu esposo, Dios te hace responsable de tus elecciones, de tu pecado, de tus reacciones, de tus respuestas. Recuerda que puede haber ocasiones en las que tengas que seguir a tu esposo a una situación que tal vez no sea la voluntad ideal de Dios para tu familia. Cuando lo hagas, por obediencia a Dios y a tu esposo, puede haber ocasiones en las que tengas que sufrir consecuencias con el resto de tu familia por la decisión equivocada de otra persona.
Digamos que tu esposo hace un cambio de carrera o una reubicación geográfica y no se hace dentro de la voluntad de Dios y tienes que mudarte con él. Puedes terminar con tu esposo en Moab sin ningún pecado propio, sino teniendo que seguirlo y experimentar algunas de las consecuencias de sus decisiones incorrectas.
Ahora, ¿qué pasa cuando terminas ahí? Recuerda que no puedes controlar sus decisiones. No puedes controlar sus elecciones, pero aún puedes estar bien con Dios. Todavía puedes tomar decisiones correctas en términos de tus reacciones, tus respuestas.
Cuando tu esposo te lleva a esa situación, y por cierto, esto puede ser en ambos sentidos; porque muchas esposas toman decisiones equivocadas que también afectan a los maridos. Somos un ministerio de mujeres y por eso hablamos a las mujeres. Cuando tu esposo toma, como lo hará a veces, decisiones incorrectas, tú puedes responder de una manera piadosa.
No puedes culpar a tu esposo y sus decisiones, de tus respuestas incorrectas (tus quejas, tus críticas). Eres responsable de tus elecciones, de cómo respondes a esa situación.
Así que aquí tenemos a un hombre que tomó una decisión y una esposa que lo siguió. Si ella fue parte de esa decisión o no, no lo sabemos. Incluso si fue víctima de la decisión equivocada de su esposo, llega el punto en esta historia cuando tiene que asumir la responsabilidad de su propia vida y regresar a Belén. Ella no tiene que pasar su vida prisionera de sus malas decisiones. Llega un momento en que ella puede, en nombre de su familia, arrepentirse, regresar a Judá, dejar Moab y tomar las decisiones correctas.
Eso nos dice que tú y yo podemos tomar decisiones correctas y piadosas independientemente de nuestro pasado, independientemente de lo que hayamos hecho o de lo que nos hayan hecho, podemos tener una relación correcta con Dios. Independientemente de dónde se encuentra espiritualmente tu familia, independientemente de si tu esposo camina con Dios o no, tú puedes caminar con Dios.
Incluso si tu esposo te lleva a Moab y lo sigues por obediencia a Dios y reverencia a tu esposo, puedes tener una relación íntima, personal y correcta con Dios. En última instancia, mientras esperas en el Señor y te rindes a Él, en plena confianza de lo que Él hará contigo, vas a experimentar lo que finalmente experimentó Noemí, y ese es el gozo de la restauración, viendo que Dios realmente puede sacar bien del mal.
La Escritura dice que Dios hará incluso que la ira de los hombres lo alabe, que las decisiones equivocadas de otros que afecten nuestras vidas puedan, en última instancia, convertirse en decisiones que glorifiquen a Dios, si estamos dispuestas a mantener nuestro lugar, a tomar nuestro lugar ante el Señor con humildad y obediencia y decir: «Señor, independientemente de las decisiones que tomen otras personas, elijo caminar contigo y confiar en Ti. Tu presencia y Tu provisión me bastarán en este lugar».
Debora: Nancy DeMoss Wolgemuth ha estado compartiendo sobre el capítulo 1 de Rut. Ella regresará para concluir este episodio, pero hoy nos invita a reflexionar cómo a veces huimos de nuestros problemas como lo hicieron Elimelec y Noemí. ¿Has estado en una situación así? ¿Tiendes a huir de tus problemas?
Muchas veces no hacemos las preguntas correctas, y esto es clave para obtener respuestas correctas. Mañana Nancy hablará acerca de esto. Ahora, ella regresa con unas últimas palabras.
Nancy: Me pregunto si viene a tu mente alguna situación en la que otra persona haya tomado una decisión equivocada y haya afectado tu vida; quizás tu marido…o tus padres, quizás sea un jefe, o el pastor de tu iglesia, y terminaste experimentando algunas consecuencias debido a las decisiones equivocadas de otra persona.
¿Reconocerías la verdad de que es posible que Dios te conceda vivir una vida piadosa y caminar con Él incluso en medio de esas circunstancias? Si has estado resentida y resistiéndote, lloriqueando, quejándote, amargada, hablando mal de otra persona por las decisiones que ha tomado, ¿te arrepentirías ahora mismo en tu corazón y dirías, «Señor, no es solo su pecado, es también el mío. Así es como respondí. Así es como he reaccionado en mi espíritu, mis palabras, mis acciones… No he esperado en Ti . No he confiado en Ti? ¿Le pedirías perdón a Dios por tus reacciones incorrectas, o por cualquier parte que pudiera haber contribuido a esa decisión equivocada? No puedes elegir por otra persona, pero puedes elegir caminar con Dios.
Señor, ¿comenzarías incluso en este momento a derramar Tu gracia y a crear circunstancias para lograr la restauración de las mujeres que pueden estar en un Moab hoy porque alguien más tomó una decisión incorrecta? ¿Les darías un sentido de esperanza y fe en que todavía tienes el control y que vas a hacer que estas circunstancias obren para su bien supremo y para Tu gloria? Oro por el amor de Jesús y en Su nombre, amén.
Debora: Conociendo el poder del amor redentor juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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