El Padre Nuestro, día 34
Annamarie Sauter: ¿Qué tiene que ver nuestro deseo de controlar las cosas con el reino de Dios?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Qué alivio es decir, «yo no tengo que estar a cargo del mundo. No es mi reino. Es el reino de Dios y Él tiene el derecho de hacer lo que quiera con mi vida, con mi familia, con mis relaciones, con mi salud, con mi mundo.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Luego de varias semanas estudiando el Padrenuestro, pensaríamos que ya deberíamos saber orar a la perfección. Pero la verdad es que aprender a orar es algo que nos tomará toda la vida. En el camino, lo mejor que podemos hacer, es disfrutar de crecer en el conocimiento de nuestro buen Padre.
Hoy, en nuestro viaje, estamos llegando a la última porción de esta oración que Jesús …
Annamarie Sauter: ¿Qué tiene que ver nuestro deseo de controlar las cosas con el reino de Dios?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Qué alivio es decir, «yo no tengo que estar a cargo del mundo. No es mi reino. Es el reino de Dios y Él tiene el derecho de hacer lo que quiera con mi vida, con mi familia, con mis relaciones, con mi salud, con mi mundo.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Luego de varias semanas estudiando el Padrenuestro, pensaríamos que ya deberíamos saber orar a la perfección. Pero la verdad es que aprender a orar es algo que nos tomará toda la vida. En el camino, lo mejor que podemos hacer, es disfrutar de crecer en el conocimiento de nuestro buen Padre.
Hoy, en nuestro viaje, estamos llegando a la última porción de esta oración que Jesús les enseñó a Sus discípulos. Aquí está Nancy con nosotras.
Nancy: Bueno, espero que tú nos hayas seguido a lo largo de nuestro estudio del Padrenuestro, que hayas sido retada y bendecida, y llevada a maravillarte de lo mucho que podemos extraer de esta oración. Realmente nunca podríamos explorar totalmente sus profundidades.
Nos llevaría toda una vida comprender plenamente todo lo que significa. Espero que hayas visto en la oración del Padrenuestro, que no es solo la forma en que Jesús nos enseñó a orar, y solo eso. Es un modelo de oración, es un patrón para nuestra oración. Todo lo que puedas imaginar y necesitar o querer u orar, de alguna manera puede caer bajo uno o más de los aspectos de esta oración.
Sin duda, nos enseña una manera de orar, pero pienso incluso más ampliamente que eso, hemos visto que el Padrenuestro nos enseña una manera de pensar, una manera de vivir, una perspectiva de toda la vida. Oramos: «Venga Tu reino», pero queremos vivir en sumisión a Su reino y dejar que venga Su reino a nuestras vidas.
Cada aspecto del Padrenuestro es instructivo para nosotras, no solo en nuestra vida de oración, sino también en la vida en general. Me encanta la forma en la que esta oración lo abarca todo. Hay tanto equilibrio en ella. Tiene simetría; cubre todas las bases, por así decirlo.
Vimos cuando comenzamos esta serie, desde el principio, que la oración del Padrenuestro comienza con la adoración apropiada: «Padre nuestro que estás en los cielos» (Mat. 6:9). Ya vimos que la oración bíblica está centrada en Dios.
Nosotras no iniciamos nuestra oración diciendo, «Padre» o «querido Dios» o «querido Señor» o «Padre nuestro», solo porque esa es la manera de comenzar una oración, solo palabras que decimos. Jesús nos advirtió en contra de vanas repeticiones, de orar las cosas sin pensar, sin considerar realmente lo que estamos orando.
Es importante que nuestra vida de oración se base realmente en quién es Dios. Por eso es que Jesús nos enseñó a comenzar con la adoración.
Cuando decimos: «Padre nuestro» (y pasamos un buen tiempo en esto), hay una sensación de familiaridad que Jesús ha dicho que tenemos permiso para tener con Dios.
Los santos del Antiguo Testamento sabían muy poco de Dios como Padre. Dios era alguien que no podía ser abordado. Él era un Dios que descendió en el trueno y en el relámpago y en el fuego y en el terremoto e hizo mover las montañas. El Dios del Antiguo Testamento no es diferente al Dios del Nuevo Testamento.
En el Nuevo Testamento se ven algunas de las evidencias del poder y de la presencia de Dios también, pero cuando llegamos a la cruz, que es la esencia, la parte crucial, es lo que sirve de puente entre el antiguo pacto y el nuevo pacto.
Cuando llegamos a la cruz, Jesús hace posible que nos acerquemos a Dios, no para ser echadas fuera por Él, sino para acercarnos a Él. En el Antiguo Testamento se les dijo: «No se acerquen a la montaña donde Dios está, o morirán».
Jesús dijo: «Esta es la manera, a través de Mi sangre derramada en la cruz del Calvario, puedes acercarte». Así que podemos acercarnos a Él con confianza. Podemos acercarnos a Él como nuestro Padre. Podemos compartir nuestras necesidades con Él con la misma facilidad con la que los niños comparten sus necesidades con un amoroso padre terrenal.
En una relación familiar buena y saludable, los niños no tiemblan de miedo ante la idea de ir y pedirle a su papá algo que saben que él quiere darles. Es nuestro padre. Sin embargo, con ese sentido de cercanía y de intimidad y de familiaridad, cuando decimos, «Padre nuestro» hay también un sentido de reverencia, de rendición, de asombro, de respeto por este gran Dios que está infinitamente por encima y más allá de nosotras.
Al orar esta oración, reconocemos que estamos asombradas ante:
- Su esplendor
- Su grandeza
- Su poder
- Su autoridad
- Su inmensidad
- Su gloria.
Doblamos las rodillas ante el Padre, pues no solo es Padre, Él es el Rey. Doblamos las rodillas ante Su majestad y Su soberanía. Y mientras adoramos este gran Rey, nuestro Padre, entonces sentimos la libertad de llevar ante Él nuestras peticiones. Jesús dijo que debíamos hacerlo.
Reconocemos que Él tiene la capacidad y el deseo de satisfacer nuestras necesidades como nadie más puede hacerlo. En la medida en que hemos meditado en esta serie, veo la frecuencia con la que tiendo a pedirles a otras personas que satisfagan mis necesidades y olvido pedírselo a Dios. Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces. Jesús dijo: «Adora al Padre, y entonces ven y trae tus peticiones delante de Él».
Vimos seis peticiones en el Padrenuestro. Las tres primeras se centran en Dios y Su gloria, santificado sea Tu nombre, venga Tu reino, hágase Tu voluntad. Su nombre, Su reino, Su voluntad. Es todo acerca de Él. Luego las últimas tres peticiones que hemos visto más recientemente tienen que ver con nuestros problemas, nuestras necesidades, nuestras preocupaciones. Nos anima a entregar todas nuestras preocupaciones al Señor. «Vive el hombre desprovisto de paz, gozo y santo amor, eso es porque no llevamos todo a Dios en oración», dice el autor del himno.
Por tanto, oramos: «Danos hoy el pan nuestro de cada día» (v.11). Esto tiene que ver con nuestras necesidades actuales, las necesidades de hoy en día, nuestras necesidades prácticas. Es una oración por provisión. Entonces seguimos orando: «Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores» (v.12). Es una oración que cubre nuestro pasado. «Señor, en nuestro pasado, hemos fallado. Hemos pecado. Necesitamos el perdón. No solo la provisión para hoy, sino perdón por lo de ayer». Entonces, al mirar hacia el futuro, oramos: «Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal» (v.13).
Líbranos, arrebátanos de las garras del maligno. Es una oración por nuestro futuro, para protección. Provisión presente, perdón por el pasado y protección para el futuro.
Hoy llegamos a la conclusión, lo que algunos llaman el epílogo del Padrenuestro. Después de haber dejado nuestras cargas ante el Señor, habiéndole dicho nuestras necesidades, habiéndole pedido que cubra esas necesidades, después de haberle expresado fe en que Él puede satisfacer esas necesidades, continuamos postradas ante Él.
Terminamos donde empezamos, con la adoración; y hemos estado adorando en todo el camino. Venimos en rendición, confianza y adoración. Llegamos a esa frase: «Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre jamás. Amén» (Mat. 6:13).
Antes de profundizar un poco acerca de lo que esto significa, y vamos a tomar varios días desglosando esta frase, déjame empezar diciéndote que esa frase no se encuentra en muchos de los manuscritos más confiables del Nuevo Testamento original.
Consulté a un sinnúmero de comentaristas sobre esto. La mayoría parece estar de acuerdo en que esta frase no está, probablemente, en el texto original. Hay algunos que no estarían de acuerdo con eso, y se puede encontrar en las traducciones modernas que esta frase a menudo está entre paréntesis o incluso como una nota al pie.
Pero creo que todas estamos de acuerdo en que lo que dice esa frase: «Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por los siglos, amén», es bíblico. Es consistente con el resto de la Escritura. Si miramos hacia atrás, podemos ver en la historia de la iglesia que esa frase ha sido utilizada al menos como una respuesta a la oración del Padrenuestro desde los primeros días de la iglesia. Es bíblica.
Independientemente de si Jesús realmente incluyó estas palabras en la oración original, Él enseñó a Sus discípulos a orar (no soy más inteligente que todos estos comentaristas, y no puedo decirlo con certeza), pero sí creo que es una frase bíblica, y quiero que estudiemos lo que significa.
«Tuyo es el reino, el poder y la gloria por los siglos. Amén». Esta frase es a la vez una bendición y una doxología. Es una bendición. Bene, «hablar bien de». Está hablando bien de Dios. Está bendiciendo al Señor.
Una doxología es un himno de alabanza a Dios. En esta doxología proclamamos la preeminencia de nuestro Padre Dios, Su soberanía, Su omnipotencia, Su majestad, y Su grandeza. Esta frase: «Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria», se hace eco de una oración que el rey David oró en 1 Crónicas 29, cuando los israelitas trajeron sus ofrendas para el proyecto de construcción del templo.
El templo no se había comenzado todavía. Era el hijo de David, no David, quien supervisaría ese proyecto, pero David recogió ofrendas para el templo. Quería construir una casa para Dios. Pero Dios le dijo: «Tú no lo harás, sino tu hijo». Así que David llevó a cabo los preparativos para el templo. Cuando el pueblo traía sus ofrendas, lo hizo generosamente, yDavid oró esta bendición a Dios, esta doxología, este himno de alabanza a Dios.
Permíteme que te la lea, a ver si puedes ver la similitud que hay con lo que pedimos al final del Padrenuestro. Primer libro de Crónicas 29, comenzando en el versículo 10:
«Y bendijo David al Señor en presencia de toda la asamblea. Y David dijo: Bendito eres, oh Señor, Dios de Israel, nuestro padre por los siglos de los siglos. Tuya es, oh Señor, la grandeza y el poder y la gloria, la victoria y la majestad; en verdad, todo lo que hay en los cielos y en la tierra; tuyo es el dominio, oh Señor, y tú te exaltas como soberano sobre todo. De ti proceden la riqueza y el honor; tú reinas sobre todo y en tu mano están el poder y la fortaleza, y en tu mano está engrandecer y fortalecer a todos. Ahora pues, Dios nuestro, te damos gracias y alabamos tu glorioso nombre» (vv.10-13).
¿Se puede decir que es una especie de versión ampliada de lo que pedimos al final del Padrenuestro? «Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por los siglos. Amén». En la medida en que añadimos esa bendición, esa doxología al final del Padrenuestro, recordamos a quién le hemos estado orando, quién es Dios, a quién le estamos hablando. Este no es solo un tipo cualquiera de la calle.
Este no es solo un buen y viejo amigo. Este es Dios, y nos recordamos eso a nosotras mismas. Entonces, como hemos visto en las últimas tres peticiones, le hemos estado pidiendo cosas a Dios: provisión, perdón, protección. Pero en la medida en que nos acercamos a esta doxología, reconocemos nuestra necesidad no solo de recibir de Él, sino también de darle a Él.
Dios nos ha dado tantas cosas increíbles. Él nos ha dado la provisión y el perdón y la protección, por lo que le damos a Él bendición, alabanza y agradecimiento. Eso es lo que David estaba diciendo, mientras la gente traía sus ofrendas al Señor: «Señor, todo lo que tenemos, Tú nos lo has dado, y así estamos entregándolo a Ti. Y con nuestras ofrendas estamos trayendo a Ti nuestra alabanza, nuestro agradecimiento, nuestra adoración».
Vamos a ver hoy esa primera parte de la frase: «Tuyo es el reino». Ya hemos orado en el Padrenuestro: «Venga Tu reino», y nos tomó un buen tiempo en esta serie examinar ese concepto.
Cuando oramos, «venga Tu reino», estamos diciendo que queremos que Dios reine y que gobierne en nuestras vidas y en nuestro mundo. Cuando decimos: «suyo es el reino» o «tuyo es el reino», estamos declarando que Él reina y gobierna, aunque no en el sentido último, pleno en el que algún día lo hará.
Pero estamos diciendo que Él es el Rey aquí y ahora, aun si la gente lo reconoce o no, si las personas se someten a Él o no. El Padre a quien oramos es el soberano Señor y Rey. Él es el Señor y Rey de Su iglesia, de este mundo, de toda la creación, y de todo el universo. Él es el Señor y Rey de todo. Él lo hizo todo. Él es el Dueño de todo, y tiene el derecho de gobernar sobre cada centímetro cuadrado del universo.
Eso es lo que estamos reconociendo, afirmando, proclamando cuando decimos: «Tuyo es el reino». Tú eres el Rey. Tuyo es el reino. Estamos diciendo, «oh Dios, Tú eres el Rey de los asuntos de este mundo. Tú gobiernas sobre los gobernadores y los gobiernos de este mundo».
Al hacer esta afirmación, «tuyo es el reino», estamos diciendo: El reino no es mío, no me pertenece. Es decir, ahora, para algunas de nosotras esto puede ser una noticia nueva, significa que yo no estoy en control. Yo no soy Dios.
Nos sonreímos un poco cuando digo esto, pero creo que uno de los pecados que aflige a la parte femenina de la raza humana, y no es mi intención dejar fuera a los hombres, estoy segura de que algunos de ellos luchan con esto también; pero yo puedo hablar por las mujeres; es que nosotras nacemos controladoras.
Queremos que sea nuestro reino. Queremos estar a cargo. Queremos arreglarlo todo. Queremos dirigir; y es cierto que bajo la autoridad y el señorío de Dios, hay algunos lugares en los que es apropiado que nosotras hagamos eso, pero no tenemos la autoridad final. No tenemos el control final. Intentas aferrarte a tus hijos, tratas de controlar sus vidas, pero ¡no se puede! Quiero decir, tus hijos pudieran estar bajo tus mismas narices y tú estar aferrada a ellos, y aun así algo puede sucederles.
Un accidente, una emergencia. Tú no puedes controlar a tus hijos, incluso si pudieras encerrarlos en una habitación y mantenerlos bajo llave y tener el control físico, aun así no puedes controlar su corazón. Tú no puedes controlar su voluntad. Tú no puedes controlar su forma de pensar. No podemos controlar. Tú no puedes controlar a tu marido. Es posible que lo hayas intentado, pero si lo has hecho, te has dado cuenta de que no funciona.
Qué alivio es decir, «yo no tengo que estar a cargo del mundo. No es mi reino. Es el reino de Dios, y Él tiene el derecho de hacer lo que quiera con mi vida, con mi familia, con mis relaciones, con mi salud, con mi mundo. Él tiene el derecho de hacer lo que Él quiera hacer, porque suyo es el reino. Si le place a Él, Él es el Rey, entonces me agrada a mí».
Esto significa que no es mi reino. También significa que el reino no pertenece a Satanás o a los gobernantes de este mundo. No es el reino de ellos. A veces pudiera parecer que es el reino de ellos, y hay malos gobernantes, y no son más que peones en las manos de Satanás, tratando de cumplir su voluntad y su reino aquí en la tierra.
Satanás es un enemigo implacable de Cristo como Rey. Él quiere destronar a Dios. Él comenzó sus intentos en Génesis capítulo tres con Adán y Eva. Él todavía está en eso hoy, y seguirá estando en ello hasta que sea lanzado al abismo, encerrado ahí dentro, y la llave tirada por toda la eternidad.
Pero entre ahora y hasta entonces, él ejerce oposición al reino de Cristo, a Su reinado y Su gobierno. A veces, los asuntos de este mundo parecen estar lejos del control de Dios. Quiero decir, pienso en las noticias internacionales en los últimos días, semanas y meses. Tú te preguntarás: «¿Quién dirige esta cosa?» Parece a veces como si estuviera simplemente fuera de control, o que personas malvadas están en control.
Déjame decirte, Suyo es el reino. No le pertenece a Satanás. No le pertenece a los gobernantes malvados. Le pertenece a Dios. En Lucas capítulo 4, ¿te acuerdas haber leído acerca de la tentación de Jesús, cómo Satanás tentó a Jesús en el desierto durante cuarenta días y cuarenta noches?
El versículo 5 nos dice: «Llevándole (a Jesús) a una altura, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo». Ahora, esto probablemente no era una posibilidad literal, el ver todos estos reinos, sino que era una visión. Satanás le dio esta visión a Jesús y le dijo: «Para ti». Ahora, esto es Satanás hablando con Jesús, quien es Dios, le dijo: «Todo este dominio y su gloria te daré; pues a mí me ha sido entregado, y a quien quiero se lo doy. Por tanto, si te postras delante de mí, todo será tuyo» (vv. 6-7).
Ahora, algo estaba muy mal con este discurso y Jesús lo sabía. Jesús le dijo, en esencia, en Su respuesta: «¿Sabes qué? No son tuyos para darlos. No son tus reinos y no los puedes entregar. Cualquier autoridad, cualquier reino, cualquier gobierno que tenga Satanás, ha sido delegado. Está limitado. Es temporal. Los reinos de este mundo, pasado, presente y futuro, con toda su autoridad y toda su gloria le pertenecen a Dios, no a ti. Así que adóralo a Él». Satanás le dijo, «hónrame, y yo te los daré». Jesús le dijo: «No te pertenecen, no son tuyos para que los des. Adora a Dios».
Yo reconozco que la mayor parte de este mundo está en rebelión, hay una anarquía contra Su gobierno. Es un reino en rebelión, pero sigue siendo Su reino.
El mundo es de mi Dios, jamás olvidaré que aunque infernal parezca el mal, mi Padre Dios es Rey.
(«El Mundo es de mi Dios», Maltbie Babcock, 1901).
No se te olvide, en tu casa, en tu iglesia, en tu lugar de trabajo, cuando sientas que gente mala y gobernantes malvados y el mal está en control de tu entorno y de tu mundo, recuerda, Dios es el Gobernante. Suyo es el reino. Así que decimos: «Tuyo es el reino». Tenemos que preguntarnos, ¿rendimos a Él la reverencia y el respeto que se debe a un rey? ¿Realmente creemos que nuestro Padre es el Rey y que el reino, y el dominio sobre los cielos y la tierra en última instancia le pertenecen a Él?
Sé que sabemos esto teológicamente, ¿pero realmente lo creemos? Si es así, ¿cómo afectará eso la forma en que vivimos? Si suyo es el reino, si realmente creemos esto, significa que le obedeceremos. Él es el Rey. Suyo es el reino. Esto significa que vamos a rendirnos a Él como Rey. Vamos a decir: «Sí, Su Majestad». Significa que vamos a confiar en que Él tiene el control de todos los acontecimientos de este mundo y de todos los acontecimientos de mi mundo. Esto significa que vamos a proclamar Su reino, Su realeza, Su gobierno, de todas las formas posibles, a lo largo de todo el mundo.
Puede que no sea capaz de ir a alguna otra parte del mundo para proclamarle como Rey, pero yo le puedo proclamar como Rey en mi parte del mundo. Esto significa sin excusas en un mundo que ama el pluralismo y cree que ninguna religión está bien, a menos que diga que es la única manera correcta de creer. En ese tipo de mundo, debemos, sin excusas, proclamar sabiamente, con compasión y humildad, pero con firmeza: «¡Cristo es el Rey! ¡Suyo es el reino!»
Esto significa que vivimos en esperanza, no en temor, no en miedo sino en la esperanza, en la confianza de Su último reinado y dominio sobre toda la creación.
Esto significa que no tenemos miedo de los reinos de este mundo. A veces miramos a nuestro alrededor, y estamos tentadas a temer. Oímos hablar de todas las amenazas nucleares y de todos los locos de este mundo, ira, violencia, guerras, y es fácil tener miedo, especialmente si eres una madre, y estás pensando en qué tipo de mundo están creciendo tus hijos.
Escucha, si Suyo es el reino, tú no vivirás con miedo. Vas a vivir en esperanza, vas a vivir en confianza. Ni siquiera temes al mismo Satanás. Sí, él tiene el poder, ¡pero su poder no es nada comparado con el poder de Cristo! Reconocemos que el reino de Satanás y todos los reinos de este mundo, su reino y su imperio son temporales. Ellos no van a durar para siempre.
Me encanta el pasaje en 1 Corintios, capítulo 15, que dice lo que sucederá al final. Esto es lo que debe dar fe a tu corazón. Entonces vendrá el fin.
«Pues Cristo debe reinar hasta que haya puesto a todos Sus enemigos debajo de Sus pies. Y el último enemigo que será abolido es la muerte. Porque Dios ha puesto todo en sujeción bajo Sus pies» (v.28). «Pero cuando dice que todas las cosas le están sujetas, es evidente que se exceptúa a aquel que ha sometido a Él todas las cosas. Y cuando todo haya sido sometido a Él, entonces también el Hijo mismo se sujetará a aquel que sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos» (vv. 25, 28).
Martín Lutero lo dijo de esta manera:
Y si demonios mil estánprontos a devorarnos
No temeremos, porque Diossabrá cómo ampararnos.
Que muestre su vigorSatán, y su furor
Dañarnos no podrá, pues condenado es ya
Por la Palabra Santa.
(«Castillo fuerte es nuestro Dios», Martín Lutero).
Por eso decimos: «Señor, Tuyo es el reino. Tuyo es el poder. Tuya es la gloria por los siglos. Amén».
Annamarie: No hay mejor gobierno bajo el cual vivir que el de Jesús. ¿Crees esto?
Ahora, piensa en la persona que crees que es la más poderosa sobre la tierra en este momento. Y trata de imaginar el poder de Dios…¿crees que realmente podemos comparar estas dos cosas? Hablaremos más de esto en el próximo episodio.
Orando «tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre» juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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