Tú, yo y Dios
Débora: Si una relación entre tú y otra persona no va bien, puede que necesites añadir una tercera persona. Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth para explicarnos.
Nancy DeMoss Wolgemuth: No tendrás los recursos que necesitas para ser la esposa o la madre o la amiga o cualquier otra relación que tengas, que Dios quiere que seas, hasta que te hayas enfocado en tu relación con Dios.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 19 de febrero de 2024.
Sarah: ¿Quieres tener relaciones verdaderamente significativas con los demás? Antes de poder hacerlo, nuestra relación con Dios tiene que ser nuestra primera prioridad. Cuando nos acercamos primero a Dios, nos conectamos mejor con los demás.
Aquí está Nancy para hablarnos más acerca de esto.
Nancy: Hemos estado considerando cómo son nuestras relaciones, el dolor y los problemas que surgen en las …
Débora: Si una relación entre tú y otra persona no va bien, puede que necesites añadir una tercera persona. Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth para explicarnos.
Nancy DeMoss Wolgemuth: No tendrás los recursos que necesitas para ser la esposa o la madre o la amiga o cualquier otra relación que tengas, que Dios quiere que seas, hasta que te hayas enfocado en tu relación con Dios.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 19 de febrero de 2024.
Sarah: ¿Quieres tener relaciones verdaderamente significativas con los demás? Antes de poder hacerlo, nuestra relación con Dios tiene que ser nuestra primera prioridad. Cuando nos acercamos primero a Dios, nos conectamos mejor con los demás.
Aquí está Nancy para hablarnos más acerca de esto.
Nancy: Hemos estado considerando cómo son nuestras relaciones, el dolor y los problemas que surgen en las relaciones humanas en este mundo bajo el sol, como dice el escritor de Eclesiastés.
Si vivimos nuestras vidas sin Dios, sin tomar a Dios en consideración, sin pensar y responder a Su manera, separadas de una relación con Él, entonces tendremos lo que hemos estado estudiando en la primera parte del capítulo 4 de Eclesiastés, y es el dolor de la injusticia, de la opresión, y el problema del aislamiento.
Vamos a tener relaciones rotas, dolorosas, pecaminosas, poco saludables, o ninguna relación en absoluto. Vamos a luchar en el área relacional siempre que tratemos de hacer que nuestras relaciones funcionen sin Dios.
Ahora, sé que eso suena como, duh. Quiero decir que parece obvio. Si eres una hija de Dios, tal vez eso no suene muy profundo, pero es sorprendente para mí cuánto tratamos de hacer que nuestras relaciones funcionen sin Dios, cuánto intentamos arreglar, reparar y cambiar nuestras relaciones sin traer a Dios a la ecuación.
Así que ahora hemos llegado a una parte del capítulo 4 de Eclesiastés, comenzando en el versículo 9, donde tenemos la receta, el remedio de Dios para las relaciones dañadas o las relaciones rotas o las situaciones en las que no hay ninguna relación, personas que viven en aislamiento o soledad.
Y comenzamos la última sesión mirando la primera frase del versículo 9, que dice, «dos son mejores que uno». Este es el llamado de Dios a la intimidad. El poder de la intimidad es lo que trata con el dolor de la injusticia y el problema del aislamiento en las relaciones.
Quiero que nos demos cuenta, antes de comenzar a hablar sobre nuestras relaciones humanas, nuestras relaciones a nivel horizontal, que primero tenemos que lidiar con nuestra relación con Dios, nuestra relación a nivel vertical.
Solo cuando tratemos primero con Dios, cuando estemos bien con Él, tendremos los recursos que necesitamos para estar bien con los demás, para participar en relaciones íntimas y saludables con quienes nos rodean.
Esto es cierto para todas las relaciones que tengas. Piensa en tu matrimonio, y no hay ningún matrimonio, no importa lo bien que puedas ver o pensar que es un matrimonio desde afuera; si vivieras dentro de las mismas cuatro paredes, te darías cuenta de que cada matrimonio tiene sus problemas.
El mejor esposo, la mejor esposa, la pareja más piadosa, tu pastor y su esposa, quien sea que pienses que tiene un matrimonio ideal, de seguro tiene problemas de comunicación. Tiene tensiones y problemas en su relación con los que tiene que lidiar. Así que no pienses que eres la única que tiene ese tipo de problemas en tu matrimonio o en tu hogar.
Pero cuando vas a lidiar con esos problemas, por ejemplo, en tu matrimonio, el punto de partida no es tratar con tu esposo, el punto de partida es tratar con Dios. Hasta que tu relación con Dios esté en orden, tu matrimonio no podrá estar en orden. No tendrás los recursos que necesitas para ser la esposa o la madre o la amiga o cualquier otra relación que tengas, que Dios quiere que seas, hasta que te hayas enfocado en tu relación con Dios.
Eso es lo que leemos en 1 Juan capítulo 1, donde el apóstol Juan dice: «lo que hemos visto y oído, les proclamamos también a ustedes, para que también ustedes tengan comunión con nosotros. En verdad nuestra comunión es con el Padre y con Su Hijo Jesucristo» (v. 3).
Versículo 7: «Pero si andamos en la luz, como Él está en la luz, (si estamos bien con Dios, si no hay barreras en nuestra relación con Dios), tenemos comunión los unos con los otros». ¿Cuáles son los otros?
Bueno, primero está la comunión con Dios, pero luego tenemos la comunión entre nosotros. Dice: «Y la sangre de Jesús, Su Hijo, nos limpia de todos esos pecados que rompen nuestras relaciones» (parafraseado).
Así que veamos estos versículos en Eclesiastés 4, versículos del 9 al 12, desde el punto de vista de nuestra relación con Dios, y luego en los siguientes programas veremos cómo estos versículos se aplican a las relaciones entre nosotros. ¿Cómo llena Dios nuestra necesidad de relacionarnos? Veamos estos cuatro versículos.
Versículo 9: «Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor remuneración por su trabajo». Una de las características de las relaciones saludables, de la intimidad, es que el trabajo es más fructífero. Hay mayor productividad.
«Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor remuneración por su trabajo» (v. 9). Pienso en Filipenses 2 que nos dice: «Porque Dios es quien obra en ustedes tanto el querer como el hacer, para Su buena intención» (v.13). No puedes vivir la vida cristiana sola. No puedes servir a Dios por ti misma. Necesitas a Dios. Necesito a Dios. Es Dios quien está trabajando dentro de nosotros, dándonos el deseo y el poder de complacerlo. «Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor remuneración por su trabajo».
El apóstol Pablo reconoció esto y lo menciona muchas veces en sus epístolas. En primera a los Corintios capítulo 15:10, Pablo dice: «Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos (que todos los demás apóstoles), aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí».
Él está diciendo, «sí, trabajé; sí, serví; pero no era realmente yo quien hacía el trabajo, era la gracia de Dios en mí». Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor remuneración por su trabajo.
Pablo dice: «Porque nosotros somos colaboradores de Dios», y 1 Corintios capítulo 3:9, dice: «Somos compañeros de trabajo de Dios», dice una traducción. Dos son mejor que uno. Pero no te equivoques, Dios no necesita de ti ni de mí para hacer Su obra.
Pero creo que el punto aquí es que no podemos hacer la obra de Dios sin Dios. No podemos hacerlo sin Él. Podemos intentarlo. Podemos hacer religión, pero no podemos hacer la obra de Dios sin permanecer en Cristo, sin estar unidos a Él en comunión íntima.
Y luego vemos que hay otro beneficio o bendición de una relación íntima. «Si uno cae, su amigo puede ayudarle a levantarse. ¡Pero lástima el hombre que cae y no tiene a nadie que lo ayude a levantarse!» (Ecl. 4:10).
Así que vemos que las relaciones íntimas nos ayudan en tiempos de adversidad, momentos de dificultad o momentos de fracaso. Uno se cae, alguien lo ayuda a levantarse. Un amigo lo ayuda a levantarse. Pienso en el Salmo 145 que dice: «El Señor sostiene a todos los que caen, y levanta a todos los oprimidos» (v.14 ). Él es ese amigo que me levanta cuando caigo, que te levanta cuando caes.
Judas capítulo 1, versículo 24, dice: «Y a aquel que es poderoso para guardarlos a ustedes sin caída y para presentarlos sin mancha en presencia de su gloria con gran alegría…» Cuando llegue al cielo, el hecho de que mi corazón se haya purificado y se haya santificado y esté listo para el cielo no será cosa mía. Será la acción de mi amigo, mi relación con Dios, con el Señor Jesucristo, lo que me habrá impedido caer y me habrá permitido llegar a la presencia de Dios con alegría.
Romanos 14: «¿Quién eres tú para juzgar al criado de otro? Para su propio amo está en pie o cae, y en pie se mantendrá, porque poderoso es el Señor para sostenerlo en pie» (v. 4).
Me encanta ese versículo, toca mi corazón. Me da aliento, coraje y esperanza porque el Señor puede hacerme permanecer de pie. Él es capaz de evitar que caiga. No puedo hacerlo sin él. Apartada de Él, me caería, y tú también. Dos son mejor que uno.
«Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero; pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!» (Ec. 4:10). Y cuando caigo es la gracia de Dios la que me levanta. Es la gracia de Dios que me perdona, me limpia, me restaura, me renueva y me reconcilia a la comunión con Dios.
Y luego en el versículo 11 de Eclesiastés 4, vemos un tercer beneficio o una bendición de una relación íntima con Dios. «Además, si dos se acuestan juntos se mantienen calientes, pero uno solo ¿cómo se calentará?»
Las relaciones íntimas brindan consuelo y compañía en momentos de necesidad. ¿Y quién mejor para nosotras que Dios mismo?
En la segunda carta a los Corintios en el capítulo 13, Pablo dice: «La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes» (v.14).
Piensa en esto cuando te sientas sola: la gracia del Señor Jesús, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo. Eso es lo que está contigo como hija de Dios. Eso es lo que me mantiene caliente. Eso es lo que me impide perecer de soledad. En definitiva, es mi relación con Dios. Recuerdo que no estoy sola. Tengo un consolador, el Espíritu Santo.
Jesús ha dicho: «Estoy contigo siempre» (Mat. 28:20).
Y Dios el Padre ha dicho: «Nunca te abandonaré» (Heb. 13:5).
Y luego el capítulo 4, versículo 12 de Eclesiastés: «Y si alguien puede prevalecer contra el que está solo, dos lo resistirán. Un cordel de tres hilos no se rompe fácilmente».
Un buen amigo, una relación sana, brinda protección en tiempo de peligro y fuerza en tiempo de ataque, sonrefuerzos. «Aunque uno puede ser derrotado, dos pueden defenderse». ¿Y quién es nuestro Defensor (con D mayúscula)? Es Dios mismo.
Efesios capítulo 6, versículo 10: «Por lo demás, fortalezcanse en el Señor y en el poder de su fuerza». ¿Quién nos fortalece para la batalla? ¿Quién nos impide ser vencidos por nuestro triple enemigo que es nuestra carne pecaminosa, el mundo y el diablo? Es Dios quien vive dentro de nosotros. Él es quien nos fortalece para la batalla. Así que finalmente, «nos fortalecemos en el Señor y en el poder de Su fuerza».
Dos son mejor que uno. Porque por nosotras mismas:
- No podemos hacerlo
- No podríamos estar de pie
- No podemos pelear
- No podemos mantenernos calientes
- No podemos producir
- No podemos ser productivas en nuestro trabajo
Pero en unión y comunión con Dios mismo, mientras permanecemos en Cristo, todos esos beneficios y bendiciones de una relación íntima son nuestros.
Hemos hablado sobre el dolor de las relaciones pecaminosas y dañadas, de la injusticia y la opresión. Hemos hablado sobre el problema del aislamiento, donde no tenemos relaciones. Y ahora estamos viendo el párrafo en Eclesiastés 4:9–12 que habla sobre la receta de Dios para estas relaciones rotas.
Y el remedio de Dios es el poder de la intimidad, cómo Dios quiere que tengamos relaciones piadosas y saludables. Quiero que veamos en estos versículos, cuatro beneficios o bendiciones que experimentamos al vivir en comunión, en relación, primero con Dios, como vimos en la primera parte de esta sesión y ahora vamos a ver los demás.
El primer beneficio o bendición, lo vemos en el versículo 9: «Más valen dos que uno solo…». ¿Por qué? «…pues tienen mejor remuneración por su trabajo». Uno de los beneficios y bendiciones de las relaciones en el cuerpo de Cristo (las relaciones con los demás) es el aumento de la productividad. Puedes hacer más cosas. Tu trabajo será más fructífero. Puedes ser más productiva. Habrá más ganancias.
Si estás casada necesitas a tu pareja. Juntos pueden ser más productivos, pueden ser más fructíferos al servir al Señor en la crianza de una familia piadosa de lo que cualquiera de ustedes podría ser por su cuenta.
Sé que algunas no están casadas. También sé que hay madres solteras y hay situaciones en las que no hay presencia de un compañero. Pero estamos diciendo que en el ideal de Dios, dos son mejores que uno porque tienen un buen rendimiento por su trabajo.
En las Escrituras, incluso Jesús mismo, quien era Dios, no hizo Su obra aquí solo en la tierra. Una y otra vez dijo: «Estoy haciendo esto con mi Padre. Estamos trabajando juntos. No hago nada sin mi Padre. Nunca trabajo por mi cuenta. Siempre trabajo en coordinación con Mi Padre celestial.
Jesús envió a sus discípulos de dos en dos para hacer la obra del ministerio. Él sabía que se enfrentarían a la adversidad, a la persecución en el mundo, y que podrían animarse mutuamente, ayudarse mutuamente, que serían más productivos y más fructíferos juntos que si estuvieran solos.
El apóstol Pablo, un poderoso hombre de Dios, estaba muy consciente de su necesidad de que otros le ayudaran con el trabajo del ministerio. Una y otra vez a través de sus epístolas, puedes leer las veces que hace referencia a otras personas que lo ayudaron con su trabajo.
Por ejemplo, en Romanos capítulo 16, el último capítulo de Romanos, enumera varias de esas personas por su nombre. «Me han ayudado en el trabajo» (ver vv. 1-16). Ahora, no son personas de renombre. El apóstol Pablo es el que es famoso, reconocido, pero reconoció que dos eran mejores que uno porque habría mayor beneficio en el trabajo.
Soy muy consciente de esto en mi propia vida, en el ministerio. Pienso en el personal y el equipo, las personas que Dios ha levantado para ser parte de Aviva Nuestros Corazones. Tenemos las personas de Revive Our Hearts en Michigan. Tenemos personas en República Dominicana, México y diversas partes del mundo y diferentes miembros individuales de esos equipos que tienen dones diferentes, habilidades diferentes.
Ahora, hay un segundo beneficio y bendición de vivir en una relación, en relaciones íntimas con otros. Lo encontramos en Eclesiastés 4:10: «Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero; pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!»
¿Qué hacen los buenos amigos? Brindan ayuda en tiempos de adversidad, ayuda en tiempos de dificultad y ayuda en tiempos de fracaso. Ahí es cuando nos necesitamos unos a otros. Déjame decirte esto, en caso de que aún no lo sepas, todos caemos. Todos lo hacemos. Es inevitable. No es realmente una cuestión de si caeremos. Es cuestión de cuándo caeremos. ¿Quién estará allí para ayudarnos? Todos tenemos momentos de fracaso, momentos de cansancio, momentos de debilidad, momentos de desánimo.
Estuve meditando en este pasaje durante los últimos días y pensaba en los momentos en que he caído por cansancio, por debilidad o por el pecado…en cuánto necesito al pueblo de Dios, el cuerpo de Cristo cuando caigo. Eso sucede. Nos necesitamos las unas a las otras. «Dos son mejor que uno». Muchas veces no podemos levantarnos nosotras mismas y necesitamos que alguien nos acompañe, nos extienda la mano de ayuda y la sanación de Jesús, y nos ayude a levantarnos de ese pozo o lo que sea en que hemos caído. Se necesita una amiga, un amigo para ayudarnos en esos momentos.
Permítanme decir que creo que es importante que cultivemos esa relación íntima antes de llegar y caer al pozo, antes del momento de la adversidad. Si no has desarrollado relaciones piadosas, relaciones saludables antes de estar en el pozo, mirarás a tu alrededor cuando te encuentres en el pozo, cuando hayas caído y te darás cuenta, «oh, pero no hay nadie aquí».
Ahora, en Cristo tenemos el amigo supremo, el ayudante supremo. Él fue quien dijo: «Nunca te dejaré. Nunca te abandonaré». Así que podemos decir con valentía: «El Señor es mi ayudador; no temeré» (Heb. 13:5–6 ). No hay ayuda como la suya. No hay nadie –no hay esposo, ni amigo, ni pastor, ni consejero que pueda ser para ti o para mí, el ayudador que Dios mismo puede y quiere ser. Pero Dios, nuestro ayudador, nos alcanza a través de Su pueblo. Él usa a Su pueblo. Nos usa para ayudarnos unos a otros a levantarnos cuando caemos.
A medida que nos convertimos en ayudantes de los que han caído, nos convertimos en extensiones del corazón y de las manos del Señor Jesús en la vida de los demás. Él ha ordenado que la familia de Dios, el cuerpo de Cristo, esté ahí, se haga presente –no en lugar de Dios sino representando el corazón de Dios– para levantarnos y ayudarnos mutuamente.
Por eso leemos en Hebreos el capítulo 12: «Por tanto, fortaleced las manos débiles y las rodillas que flaquean» (v.12 ). Ocúpate de los demás, busca al que es débil, busca al que está caído o cayendo, busca al que está fallando y ve qué puedes hacer en el nombre de Jesús para ayudar a esa persona.
Como dice Santiago 5:16: «Confiésense sus pecados (sus debilidades) unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados». Pienso en momentos de mi vida en los que he estado luchando con problemas de pecado y he necesitado… No es que no pueda ir directamente a Dios y pedirle perdón a Dios y pedirle ayuda a Dios. Lo hago, pero también descubrí que Dios me ordena a veces que vaya a los miembros del cuerpo de Cristo y les diga: «Necesito oración. Necesito ayuda para saber cómo lidiar con este problema en mi vida. Necesito consejo de la Palabra de Dios para que me muestre cómo enfrentar esta situación o esta relación; y confesar mis faltas, mis pecados, mis necesidades, mis debilidades, para que podamos orar unos por otros y podamos ser sanados.
Pienso en momentos en mi propio caminar con Dios cuando he caído, no siempre por el pecado, a veces solo por debilidad.
Simplemente no fuimos hechas para vivir por nosotras mismas. Necesitamos esos momentos en los que nos damos cuenta de que no podemos hacerlo por nuestra cuenta. Esa es una de las cosas buenas que resulta de caer. Te das cuenta, no fui hecha para vivir esta vida cristiana apartada de Dios o de otros. Pero ha habido momentos en que he sentido que simplemente no puedo seguir.
Pienso en Holly Elliff, una de mis amigas. Algunas de ustedes la han escuchado en Aviva Nuestros Corazones. Ella ha sido nuestra invitada varias veces. Dios ha usado a esta mujer junto con muchas otras mujeres a lo largo de los años, pero pienso en un momento particular en un punto muy bajo de mi vida cuando sentía que no podía levantarme, y Dios trajo a Holly en un momento clave para compartirme unas breves palabras sobre la gracia de Dios. Todavía pienso en ese momento con tanta gratitud de cómo Dios usó a esta amiga. «Dos son mejores que uno, cuando uno se cae, el otro lo ayuda a levantarse».
Doy gracias al Señor por los líderes espirituales, los pastores, los hombres, los ancianos, los pastores que Dios ha usado, quienes pastorean el rebaño de Dios, quienes predican la Palabra y han hablado gracia y verdad a mi vida.
Necesito personas así y tú también. Permítanme decir: «Es peligroso para cualquiera de nosotras estar en una posición o situación en la que no tengamos a alguien que pueda levantarnos».
Pero no esperes a que alguien venga. No sé con qué frecuencia a lo largo de los años he llamado a una pareja o a una mujer y le he pedido: «¿Orarías por mí? Necesito oración». Ahora, no me gusta sentirme impotente. No me gusta sentirme dependiente. ¿Pero sabes qué? Soy impotente. Soy dependiente. Estoy indefensa sin el Señor. Lo necesito y Él me ministra Su gracia.
A menudo Él nos da Su gracia a través de Su pueblo. No podemos hacerlo solas. Así que mira a tu alrededor y pregúntale al Señor: «¿Quién está a mi alrededor que necesite ser levantado? ¿Quién ha caído?» Mira a tu alrededor, busca a la persona y luego extiende la mano. Sé hoy el tipo de amiga que quisieras que alguien fuera para ti el día en que pudieras caer y necesites que alguien te levante.
Sarah: Acabas de escuchar a Nancy DeMoss Wolgemuth hablar acerca de cómo nos necesitamos unos a otros en el cuerpo de Cristo. Dios nos creó para relacionarnos con Él y con otras personas.
El día de mañana veremos por qué necesitamos caminar junto a otras personas que puedan animarnos en tiempos de dolor y necesidad. Te esperamos aquí, en Aviva Nuestros Corazones.
Débora: Experimentando relaciones que glorifican a Dios, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación