Tú puedes estar limpia
Annamarie Sauter: Aquellos que aman a Dios, odian estar separados de Él por causa del pecado.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Esto es una evidencia de si eres o no una verdadera hija de Dios. ¿Te arrepientes cuando Dios te da convicción de pecado? Si es así, entonces hay evidencias, hay razones para creer, puedes tener confianza y seguridad en tu corazón de que eres una hija de Dios.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Miriam es conocida por ser la hermana mayor de Moisés y líder de canto y adoración. En nuestro último programa, vimos cómo más tarde en su vida, ella fue culpable de criticar el liderazgo que Dios había colocado en Israel. Esto causó algunos problemas, y Nancy retoma este tema al continuar con la serie titulada, Recordando a Miriam.
Nancy: Para aquellas de ustedes …
Annamarie Sauter: Aquellos que aman a Dios, odian estar separados de Él por causa del pecado.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Esto es una evidencia de si eres o no una verdadera hija de Dios. ¿Te arrepientes cuando Dios te da convicción de pecado? Si es así, entonces hay evidencias, hay razones para creer, puedes tener confianza y seguridad en tu corazón de que eres una hija de Dios.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Miriam es conocida por ser la hermana mayor de Moisés y líder de canto y adoración. En nuestro último programa, vimos cómo más tarde en su vida, ella fue culpable de criticar el liderazgo que Dios había colocado en Israel. Esto causó algunos problemas, y Nancy retoma este tema al continuar con la serie titulada, Recordando a Miriam.
Nancy: Para aquellas de ustedes que no han estado con nosotras en las últimas sesiones, estamos en Números 12, y permítanme solamente resumir: Esta es Miriam a la edad de noventa años. La vimos temprano es su vida como una niña cuidando de su hermano menor, siendo una adolescente.
Luego en el mar rojo, mientras ayudaba a dirigir a las mujeres en adoración y alabanza al Señor.
La vimos como una adoradora, y ahora la estamos viendo en los últimos tiempos de su vida. En el último capítulo registrado sobre su vida en las Escrituras, la vemos como una persona crítica y realmente experimentando consecuencias serias como resultado de atreverse a retar la elección de Dios para el líder de la nación y de hablar en contra de él.
Números 12, versículo 1:
«Miriam y Aarón hablaron contra Moisés por causa de la mujer cusita con quien se había casado, pues se había casado con una mujer cusita. Y dijeron, ¿Es cierto que el Señor ha hablado solo mediante Moisés? ¿No ha hablado también mediante nosotros? Y el SEÑOR lo oyó» (vv. 1-2).
Entonces leemos en los próximos versículos, como vimos en la última sesión, cómo Dios llamó a Moisés, a Aarón y a Miriam —a los tres hermanos— a salir de la tienda de reunión y confrontar a Miriam y a Aarón. Dios defendió a Moisés, pero confrontó a Miriam y a Aarón por esta rebelión y les dijo, «debieron estar aterrorizados de hablar contra Mi siervo, Moisés»
Entonces el versículo 9 dice:
«Y se encendió la ira del SEÑOR contra ellos, y Él se fue. Pero cuando la nube (esa es la presencia de la gloria de Dios, el símbolo de Su presencia) se retiró de sobre la tienda, he aquí que Miriam estaba leprosa, blanca como la nieve. Y cuando Aarón se volvió hacia Miriam, vio que estaba leprosa» (vv. 9-10).
Ahora, en la última sesión, hablamos de cómo la lepra es una ilustración del pecado y de cómo, el pecado, contamina, separa y aísla. Y cómo hubo consecuencias del pecado del corazón de Miriam que se reflejaron a través de la lepra; pero hoy quiero hacer un pequeño paréntesis aquí, en esta serie de Miriam, para hablar sobre este tema de la enfermedad y de cómo se relaciona con el pecado.
No podemos obtener una comprensión completa de este tema por observar únicamente este pasaje, pero este sí nos da algún entendimiento. La enfermedad, algunas veces –y estoy hablando aquí sobre la enfermedad física, todo, desde dolor de garganta hasta un tumor, cáncer, pequeñas cosas, cosas grandes, tos, resfriados, lo que sea— algunas veces las enfermedades físicas son simplemente el resultado de vivir en un mundo caído, y eso es parte de la maldición. Eso es parte de la caída. Nuestros cuerpos, desde el momento en el que somos concebidos, comienzan a deteriorarse, y experimentamos eso en debilidad física y en enfermedades.
Algunas veces la enfermedad tiene como propósito el que Dios se glorifique a Sí mismo a través de una sanación sobrenatural, y tenemos momentos como esos en las Escrituras. En otras ocasiones las enfermedades físicas son el resultado natural o la consecuencia de elecciones no sabias o pecaminosas que hemos hecho con relación a nuestro estilo de vida.
Si bebes demasiado, vas a tener consecuencias físicas. Si fumas demasiado, hay muchas probabilidades de que tengas cáncer de los pulmones. Si no te ejercitas ni comes apropiadamente, hay otros problemas físicos que probablemente tendrás. Así que algunas veces el deterioro físico en nuestros cuerpos puede que sea únicamente el resultado natural de elecciones no sabias, insensatas o pecaminosas.
Pero otras veces —y ahí es donde quiero que nos enfoquemos hoy— algunas enfermedades físicas o dolencias son el resultado del juicio divino, la mano amonestadora de Dios, de su rechazo al pecado. Ahora, la palabra operativa aquí es algunas veces, no siempre. Es un error asumir que si alguien está enfermo, o si alguien sufre un terrible accidente, es porque Dios lo está juzgando.
Yo sé que Joni Eareckson Tada tuvo que lidiar con esto después de su accidente, cuando hizo ese clavado que la dejó cuadripléjica. Ella tuvo en ese tiempo, y quizás todavía, aquellos que le decían: «La razón por la cual no has sido sanada es porque tú no tienes fe o porque tú has pecado». Esas son cosas terribles para decirle a una persona; porque no siempre ese es el caso.
Sin embargo, algunas veces se da el caso de que la enfermedad física es el resultado directo de la pesada mano de Dios por nuestro pecado, y ese es claramente el caso de Miriam y su lepra en Números capítulo 12. Dios la enfermó con lepra como resultado, consecuencia, de su pecado.
Ahora, quiero que veamos algunos pasajes de las Escrituras para darnos una visión general del hecho de que esta no es una instancia aislada, de que Dios puede usar y algunas veces Dios usa la enfermedad física para disciplinar. Por ejemplo, en Deuteronomio capítulo 28, versículo 15, la Escritura dice,
«Pero sucederá que si no obedeces al SEÑOR guardando todos sus mandamientos y estatutos que te ordeno hoy, vendrán sobre ti todas estas maldiciones y te alcanzarán».
Versículo 22,
«Te herirá el SEÑOR de tisis, de fiebre, de inflamación y de gran ardor, con la espada, con tizón y con añublo; y te perseguirán hasta que perezcas».
Versículo 27,
«Te herirá el SEÑOR con los furúnculos de Egipto y con tumores, sarna y comezón, de los que no podrás ser sanado».
Así que Deuteronomio capítulo 28, hablando a los hijos de Israel, es claramente un caso donde si ellos rechazaban obedecer a Dios, ellos experimentarían enfermedades físicas como una consecuencia de su desobediencia.
Otro escenario se encuentra en el Salmo 32, que nos muestra que después que David cometió adulterio con Betsabé. Él dice:
«Mientras callé mi pecado (esto es, mientras rechazaba reconocer o confesar su pecado, cuando lo encubrió), mi cuerpo se consumió con mi gemir durante todo el día. Porque día y noche tu mano pesaba sobre mí; mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano» (vv. 3-4).
Ahora, no haré referencia a todas las descripciones médicas de lo que está involucrado aquí, pero el pecado en el cuerpo, y una conciencia culpable, algunas veces tienen un efecto en nuestra condición física. Hay algunas condiciones físicas, sequedad en las coyunturas, algunos tipos de inflamaciones, que pueden ser la consecuencia de nuestro pecado.
Permítanme pedirles que vayan en sus biblias al libro de 2 Crónicas, y les daré dos ejemplos que sobresalen claramente. El primero está en 2 Crónicas capítulo 21 comenzando en el versículo 5, «Joram», Joram era un rey de Judá, hijo de Josafat.
«Joram tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó ocho años en Jerusalén. Y anduvo en el camino de los reyes de Israel, tal como había hecho la casa de Acab, (pues la hija de Acab era su mujer), e hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR» (vv. 5-6).
Ahora salta hasta el versículo 12,
«Y le llegó una carta del Profeta Elías, que decía: Así dice el SEÑOR, Dios de tu padre David: “Por cuanto, no has andado en los caminos de Josafat tu padre, ni en los caminos de Asa, rey de Judá, sino que has andado en el camino de los reyes de Israel, y has hecho que Judá y los habitantes de Israel se hayan prostituido como se prostituyó la casa de Acab, y también has matado a tus hermanos, tu propia familia, que eran mejores que tú, he aquí el SEÑOR herirá con gran azote a tu pueblo, a tus hijos, a tus mujeres y a todas tus posesiones”». (vv. 12-14).
En el versículo 18 vemos que esto es, de hecho, exactamente lo que pasó.
«Después de todo esto, el SEÑOR lo hirió en los intestinos con una enfermedad incurable. Y aconteció que con el correr del tiempo, al cabo de dos años, los intestinos se le salieron a causa de su enfermedad, y murió con grandes dolores» (vv. 18-19).
Ahora, eso no quiere decir que a la vista de Dios todo desorden gastrointestinal es el resultado de hacer el mal. Pero es claro en este caso que él no hubiese tenido esta enfermedad si no hubiese sido por su pecado. Ahora, tú puedes pensar: «¿Qué clase de Dios atacaría a las personas con enfermedad por acciones de las cuales Él no estuviera complacido?»
Yo te diré qué clase de Dios haría eso.
- Un Dios santo que odia el pecado
- Un Dios sabio y amoroso que desea traernos al arrepentimiento y que desea restaurarnos
Pasa unas cuantas páginas a 2 Crónicas capítulo 26, y verás otra ilustración de cómo el pecado resultó en enfermedad física. Versículo 16, esto es hablándole al rey Uzías.
«Pero cuando llegó a ser fuerte, su corazón se hizo tan orgulloso que obró corruptamente, y fue infiel al SEÑOR su Dios, pues entró al templo del SEÑOR para quemar incienso sobre el altar del incienso.
Entonces el sacerdote Azarías entró tras él, y con él ochenta sacerdotes del SEÑOR, hombres valientes, y se opusieron al rey Uzías, y le dijeron: No te corresponde a ti Uzías quemar incienso al SEÑOR, sino a los sacerdotes, hijos de Aarón, que son consagrados para quemar incienso. Sal del santuario, porque has sido infiel y no recibirás honra del SEÑOR Dios» (vv. 16-18).
Uzías peca. Él se pasa de la raya como rey. Dios misericordiosamente le envía un profeta para darle la oportunidad de arrepentirse, pero en vez de arrepentirse, Uzías continúa con su obstinación. Veamos el versículo 19.
«Entonces Uzías estaba molesto. Ahora tenía un incensario en su mano para quemar incienso, se llenó de ira, y mientras estaba airado contra con los sacerdotes, la lepra le brotó en la frente, delante de los sacerdotes en la casa del SEÑOR, junto al altar del incienso.
Y le hicieron salir de allí a toda prisa, y también él mismo se apresuró a salir, porque el SEÑOR lo había herido. Y el rey Uzías quedó leproso hasta el día de su muerte, y habitó en una casa separada, ya que era leproso, porque fue excluido de la casa del SEÑOR» (vv. 19-21).
Ahora tú dirás: «Bueno, eso es todo en el Antiguo Testamento». Déjame señalarte a Santiago capítulo cinco. No necesitas buscarlo, déjame solamente leerte en el contexto de Santiago capítulo 5 el versículo 14. El escritor dice: «¿Está alguno entre vosotros enfermo?». Está hablando de enfermedades físicas. Puede ser que esté hablando sobre depresión por igual, de enfermedad emocional. Y sigue diciendo:
«Que llame a los ancianos de la iglesia y ellos oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor; y la oración de fe restaurará al enfermo, y el Señor lo levantará, y si ha cometido pecado (la implicación es, si su enfermedad es el resultado de sus elecciones pecaminosas, cuando él venga a pedir oración, y ellos oren la oración de fe), le serán perdonados (vv. 14-15).
¿Que necesita hacer de manera que pueda obtener esa clase de oración de fe? Versículo 16: «Confesaos vuestros pecados unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados». Otra vez, él no está diciendo que toda la enfermedad es el resultado del pecado, pero algunas veces sí lo es.
Cuando lo es, lo que tenemos que hacer es ir y ponernos delante de aquellos a quienes se les ha encargado la responsabilidad espiritual de nuestras almas. Como ancianos sabios, preguntarán: «¿Hay algo en tu conciencia que necesitas decirle al Señor o que necesitas decirle a otra persona? Si lo hay, antes de orar por ti, necesitas confesarlo, tú necesitas confesar eso, e inmediatamente lo confieses, si lo confiesas con la intención de abandonarlo, entonces podemos orar por ti en fe y creer que Dios te sanará si tu enfermedad es el resultado de tu pecado».
Otro versículo, Apocalipsis capítulo 2, versículo 20, y otra vez estoy saltando a un contexto mayor. Dios dice:
«Pero tengo esto contra ti, que toleras a esa mujer Jezabel, que se dice ser profetisa, y enseña y seduce a mis siervos a que cometan actos inmorales y coman cosas sacrificadas a los ídolos.
Le he dado tiempo para arrepentirse, y no quiere arrepentirse de su inmoralidad. Mira, la postraré en cama, (le infligiré enfermedad física porque ella se resiste a arrepentirse de su inmoralidad), y a los que cometen adulterio con ella, los arrojaré en gran tribulación, si no se arrepienten de las obras de ella» (vv. 20-22).
Fíjense, aun al final de los tiempos, en el juicio final, en los últimos días, aquellos que adoren la bestia serán azotados por Dios con enfermedades físicas. Déjame solamente leerte un par de versículos: Apocalipsis capítulo 16,
«El primer ángel fue y derramó su copa en la tierra, (esto es una copa del juicio de Dios, de la ira de Dios). Y se produjo una llaga repugnante y maligna en los hombres que tenían la marca de la bestia y que adoraban su imagen» (v. 2).
Versículos 10 a 11:
«El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia; y su reino se quedó en tinieblas, y se mordían la lengua de temor. Y blasfemaron contra el Dios del cielo por causa de sus dolores y de sus llagas, y no se arrepintieron de sus obras» (v. 10-11).
Aquí Dios, aún hacia el final de los tiempos, cuando derrama sus juicios finales en la tierra, aun entonces Él tiene el deseo de que las personas se arrepientan. Cuando ellos rehúsan arrepentirse, a veces Él los inflige con enfermedades y llagas físicas. Esto no es algo como en una película de ciencia ficción. Esto es algo que en realidad le va a pasar a millones de personas en esta tierra.
Tú dirás: «¡Wao, bueno eso es el final de los tiempos! Yo estoy muy contenta de que no estamos viviendo eso». Déjame señalarte 1 Corintios capítulo 11. Esto aplica a la era en la que todos estamos viviendo; no para los que vivían en el Antiguo Testamento ni para los que experimentarán los juicios finales y la ira de Dios.
De nuevo, el contexto aquí es cuando el pueblo de Dios se reúne para participar de la Cena del Señor, la comunión, la mesa del Señor. En el versículo 29, el apóstol Pablo dice:
«Porque el que come y bebe sin discernir correctamente el cuerpo del Señor, come y bebe juicio para sí».
Eso quiere decir que si no te has examinado a ti mismo y tu corazón y tu conciencia ante Dios antes de participar de la Cena del Señor, entonces Dios se verá forzado a disciplinarte y corregirte.
Pablo continúa diciendo: «Porque algunos de ustedes han participado de la cena del Señor con una conciencia confusa», (parafraseado). Versículo 30: «por esta razón hay muchos débiles y enfermos entre vosotros, y muchos duermen». ¡Wao! Eso es algo serio, pero nos dice que Dios algunas veces inflige consecuencias físicas, como lo hizo con Miriam, cuando no tomamos la santidad en serio. La meta de Dios es traernos al arrepentimiento.
Así que, ¿cuál es la solución si estás experimentando consecuencias físicas que tú piensas son el resultado de la amonestación por el pecado? Ahora, yo no estoy sugiriendo que te enfrasques en una búsqueda inútil, o que si tienes tos, artritis o dolores de garganta, tú digas: «oh, sé que debí haber pecado»
Si has pecado, Dios te mostrará claramente lo que es. ¿Qué haces si te encuentras a ti misma en esta situación? Bueno, examina tus caminos. Prueba tu corazón. Tú dices: «¿Hay alguna causa para esta enfermedad física?»
Si Dios te da convicción de que es el resultado del pecado, entonces te arrepientes. Tú confiesas con la intención de renunciar a ese pecado. Esto es una evidencia de si eres o no verdaderamente una hija de Dios. ¿Te arrepientes cuando Dios te da convicción de pecado? Si lo haces, entonces hay evidencia, hay razón para creer, hay certeza, seguridad en tu corazón de que eres una hija de Dios.
Ahora, permítanme volver atrás por solo un momento para cerrar con Miriam en Números capítulo 12. Miriam estaba abatida con lepra como resultado de su pecado. Ella estaba sentenciada a siete días fuera del campamento. No sabemos exactamente en qué punto ella fue físicamente restaurada o sanada, pero sí sabemos que ella probablemente tenía que someterse a las leyes que Dios ya había establecido para la restauración y la limpieza de los leprosos que eran sanados.
Esto lo encuentras en Levítico capítulo 14, y les quiero leer una porción bastante larga porque yo quiero que vean que hay un principio aquí con relación a nuestra limpieza y sanación espiritual. Levítico 14, versículo 1:
«El SEÑOR habló a Moisés, diciendo: Esta será la ley del leproso en los días de su purificación. Será llevado al sacerdote... y el sacerdote lo examinará, y si la infección ha sido sanada en el leproso, el sacerdote mandará tomar dos avecillas vivas y limpias, madera de cedro, un cordón escarlata e hisopo para el que ha de ser purificado. Después el sacerdote mandará a degollar a una de las avecillas en una vasija de barro sobre agua corriente.
En cuanto a la avecilla viva, la tomará junto con la madera de cedro, el cordón escarlata y el hisopo, y los mojará junto con la avecilla viva en la sangre del ave muerta sobre el agua corriente. Después rociará (¿qué cosa? La sangre) siete veces al que ha de ser purificado de la lepra, lo declarará limpio, y soltará al ave viva en campo abierto» (v. 1-7).
Ahora bien, si nunca nadie fue sanado de la lepra, excepto Miriam en el Antiguo Testamento, ¿por qué usa Dios todos esos versículos y la mayoría de los versículos del resto de este capítulo, que no tenemos tiempo para leerlo todo, para hablar sobre qué hacer cuando alguien era sanado de la lepra? Aquí está el porqué: Porque nos da una ilustración de la cruz, un cuadro del evangelio, una ilustración de Cristo, cuya sangre nos limpia de todo pecado.
¿Qué pasó en este sacrificio de sangre con las dos aves? Un ave sacrificada y el ave viva hundida en la sangre y luego libertada para ser limpiada. Esto es un símbolo de Cristo. Es un símbolo de la cruz. Él fue el ave que fue sacrificada.
Ahora, Él no es un ave, pero Él es simbolizado en esta imagen de palabras. Somos limpiadas al ser lavadas en Su sangre, y somos liberadas. El ave viva es hecha libre para irse. ¡Qué hermosa imagen tenemos aquí!
Entonces vemos en el resto de Levítico capítulo 14, que el sacerdote toma la sangre de otros sacrificios y toma agua y toma aceite y unge a la persona que está siendo sanada de arriba a abajo: su oreja derecha, su pulgar derecho, su dedo gordo del pié. Un símbolo de ser cubierto de pies a cabeza en la sangre de Cristo, en el aceite del Espíritu Santo lavado de pies a cabeza. Este es un proceso profundo de limpieza, y ¿cuál es la lección práctica aquí? Es una ilustración de la santidad.
Nos dice que el pecado separa y contamina; que Dios toma en serio el pecado y que no debe ser tratado ligeramente. Nos dice que cuando pecamos, como se le requirió a Miriam, hay una necesidad de un sacrificio de sangre el cual Jesús, el Cordero de Dios, ha hecho, gracias a Dios y a un profundo lavamiento, un lavamiento por medio de la Palabra, un lavamiento por el Espíritu de Dios, un lavamiento para ser restaurada a comunión con Dios y con Su pueblo.
No puedes simplemente pecar y volver como si nada al centro de atención, a estar en primer plano; volver a tener comunión a danzar en primera fila, volver a la comunión con el resto del pueblo, comunión con Dios y solo decir, «quiero mi puesto de nuevo. Me arrepentí. Confesé». No, hay un proceso de lavamiento y de restauración.
¡Oh, que tomemos tan en serio el pecado como Dios lo toma! Los sacrificios que se requieren, la muerte de sustitutos inocentes tomaron el lugar del pecador como Cristo tomó nuestro lugar en la cruz; así que se requiere un proceso profundo de sacrificio y lavamiento.
Aquí está lo que me encanta sobre este pasaje acerca de Miriam y el de Levítico 14 que nos habla completamente de este proceso grande y largo de lavamiento. ¿Cuál es el final de la historia? «Y el sacerdote ofrecerá sobre el altar el holocausto y la ofrenda de cereal» (v. 20). ¡Limpio! ¡El leproso, el infectado de pecado, hombre o mujer infectados de pecado pueden ser limpiados, perdonados, perdonados, perdonados!
Gracias a Dios que a pesar de que nuestro pecado tiene consecuencias, y algunas veces esas consecuencias pueden ser hasta una enfermedad física u otra clase de consecuencias; gracias a Dios por Su misericordia. Gracias a Dios por Jesús. Gracias a Dios por la sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Mientras hemos venido hablando sobre Miriam, puede que te hayas condenado gravemente. «¡He pecado!» Cuando Dios te condena, arrepiéntete. Confiésalo con la intención de abandonar ese pecado, pero entonces entiende que a través de la sangre de Jesucristo, puedes ser lavada. Puedes ser perdonada. Puedes ser restaurada a comunión, comunión con Dios y comunión con el pueblo de Dios, así como Miriam fue llevada de vuelta a ese campamento.
Annamarie: La historia de Miriam nos proporciona una viva imagen del pecado y del perdón. Nancy DeMoss de Wolgemuth nos ha estado ayudando a profundizar en esto como parte de la serie, Recordando a Miriam. Ella regresará para orar con nosotras.
El mismo Dios que lavó a Miriam de su pecado es el que te puede lavar a ti también. Hoy en día necesitamos escuchar sobre la seriedad del pecado y el poder del perdón. Sin embargo, escuchamos tantas voces y mensajes diferentes, que es fácil confundirse y perder de vista el mensaje que trae verdadera libertad. Por eso queremos invitarte a ser parte de la conferencia True Woman ’18, titulada, La verdad que te hace libre. Esta se llevará a cabo los días 27, 28 y 29 de septiembre. Reúne un grupo de hermanas y experimentemos juntas la belleza y el poder de la verdad de una manera fresca. Para más información, visítanos en nuestra página web, AvivaNuestrosCorazones.com.
Cuando alguien te trata de manera injusta, ¿cómo respondes? Mañana retomaremos la serie con esta pregunta. Ahora, aquí está Nancy para concluir nuestro tiempo juntas en oración.
Nancy: ¡Oh Dios, como te damos gracias por Tu gran misericordia y por la cruz y la sangre de Jesucristo! Gracias por Levítico que nos muestra una ilustración de cómo debemos anhelar lo que esa cruz alcanzó por nosotros.
Gracias porque ahora al mirar atrás, aunque vemos que hemos caído y que hemos fallado de tantas, y tantas maneras y tenemos tanto pecado que confesar y arrepentirnos, gracias porque tienes esa gracia y esa misericordia y ese perdón y esa expiación ha sido hecha a través de Cristo nuestro Salvador, y podemos ser lavadas. ¡Gracias! Oramos en el nombre de Jesús, Amén.
Annamarie: Escudriñando la Escritura juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
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