Tu invitado más honorable
Sarah: ¿Cuánto le importa a Dios la hospitalidad? Más de lo que crees. Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: La Escritura enseña que cuando ofrecemos hospitalidad al pueblo de Dios, en realidad estamos ofreciendo hospitalidad a Jesús mismo.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 17 de abril de 2024.
Sarah: ¡Descubre la bendición de vivir rendidas a Cristo a través de la hospitalidad! Al sumergirte en la Palabra de Dios, descubrirás que la hospitalidad que debe exhibir el creyente va más allá de simples acciones; es un estilo de vida que transforma tu hogar en un testimonio del amor de Cristo. Aunque tu hogar sea imperfecto, puede señalar a otros hacia un Dios perfecto. «Bienvenido a casa: abrazando el corazón de la hospitalidad» es nuestro nuevo recurso diseñado para enseñarte y animarte a cómo tu vida …
Sarah: ¿Cuánto le importa a Dios la hospitalidad? Más de lo que crees. Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: La Escritura enseña que cuando ofrecemos hospitalidad al pueblo de Dios, en realidad estamos ofreciendo hospitalidad a Jesús mismo.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 17 de abril de 2024.
Sarah: ¡Descubre la bendición de vivir rendidas a Cristo a través de la hospitalidad! Al sumergirte en la Palabra de Dios, descubrirás que la hospitalidad que debe exhibir el creyente va más allá de simples acciones; es un estilo de vida que transforma tu hogar en un testimonio del amor de Cristo. Aunque tu hogar sea imperfecto, puede señalar a otros hacia un Dios perfecto. «Bienvenido a casa: abrazando el corazón de la hospitalidad» es nuestro nuevo recurso diseñado para enseñarte y animarte a cómo tu vida cotidiana puede convertirse en una herramienta para alcanzar a los perdidos y animar a los santos. ¡Aprende, crece y vive la hospitalidad con propósito!
Imagina recibir a Jesús en tu casa. Le tratarías con mucho honor. Tenlo presente la próxima vez que un invitado llame a tu puerta. Cristo también está allí. Cuando tratas bien a un invitado, es como si le estuvieras sirviendo a Él también. Nancy nos hablará más sobre este tema, durante el cierre de esta serie titulada El corazón de la hospitalidad.
Nancy: El ministerio de la hospitalidad es realmente una calle de dos vías. Pero sabes, cuando miro hacia atrás en mi propia experiencia con la hospitalidad, habiendo crecido en un hogar que era muy hospitalario y ahora teniendo una casa propia y buscando extender hospitalidad a los demás, me doy cuenta de que cuando somos hospitalarias, no solo le damos una bendición a los demás, sino que nosotras también recibimos una bendición. He experimentado algunas bendiciones maravillosas, recompensas y beneficios al extender hospitalidad a los demás.
Al regresar a la Escritura, encontramos una serie de ejemplos sobre cómo las personas obtuvieron beneficios y bendiciones al extender hospitalidad. Por ejemplo, en Éxodo capítulo 2, pienso en cómo Jetro obtuvo un esposo para una de sus hijas, como resultado de mostrarle hospitalidad a Moisés. Al darle la bienvenida a Moisés en su casa, él terminó obteniendo un yerno.
Lo mismo le ocurrió a Labán en el capítulo 24 del libro de Génesis, al dar la bienvenida al criado de Abraham en su casa, terminó encontrando un esposo para su hija. Así que nunca sabes qué tipo de bendiciones y beneficios pueden venir por extender hospitalidad.
Luego pienso en la viuda de Sarepta (1 Rey. 17), quien ministró a Elías de su pobreza cuando ella tenía apenas lo suficiente para comer ese día, y cómo ella y su hijo estaban planeando morir porque no tenían nada más para comer. Sin embargo, ella extendió hospitalidad, invitó al profeta a su casa, lo alimentó, atendió sus necesidades antes que las suyas. Como resultado, Dios hizo un milagro y extendió, amplió la poca provisión que ella tenía. Durante todos los años de aquella hambruna, ese aceite nunca se acabó. Siempre hubo alimento; siempre hubo bastante para que ella comiera.
También Rahab, la ramera de Jericó, extendió hospitalidad a los espías de la tierra de Israel. Como resultado, su vida fue librada cuando cayó la ciudad de Jericó (Jos. 2:6).
Luego está la mujer sunamita en segundo de Reyes capítulo 4, quien ministró al profeta Eliseo. Ella lo invitó a que viniera a comer.
Cuando se dio cuenta de que él pasaba por esa ciudad con frecuencia, ella le dijo a su marido: «Este es un hombre santo de Dios. ¿Podríamos construir una pequeña habitación de huéspedes para él?» Y lo hicieron. Extendieron hospitalidad. Le dieron comida y alojamiento al profeta de Dios. Cada vez que él pasaba por esa área, se quedaba en esa casa.
Bueno, pero llegó el día en que el profeta dijo: «¿Qué puedo hacer por ti?» Y ella dijo: «Yo no necesito nada. Tengo todo lo que necesito». Pero Eliseo se dio cuenta de que esta era una mujer que nunca había tenido un hijo, y él debió haber sabido que ella quería tener un hijo.
Él oró por ella y Dios le dio a esta mujer hospitalaria un hijo. Y creo que fue el fruto y la bendición, al menos en parte, de haber extendido hospitalidad a este hombre de Dios.
Ahora, hay otro tipo de bendiciones y beneficios que cosechamos. Tal vez tú no ganes un esposo para una de tus hijas, pero hay bendiciones prácticas que la hospitalidad trae a nuestras vidas.
Por ejemplo, pienso en aquellas de ustedes que tienen niños. A medida que tus hijos crecen, les estás enseñando y mostrando de una manera práctica, cómo amar y servir a los demás. Les estás enseñando que el dar es una forma de vida. No es solo algo que se hace al ofrendar los domingos por la mañana.
Otra bendición es que trata con nuestro egoísmo. Es posible que tú no tengas que lidiar con el egoísmo, pero te garantizo que tus hijos sí. ¿Quieres saber cómo puedes ayudarles a no ser tan egoístas? Bueno, tal vez cuando tus hijos tienen que renunciar a su habitación con el fin de recibir a un invitado durante la noche, o cuando tienen que pasar tiempo extra contigo ayudándote a preparar las cosas para los huéspedes, están aprendiendo: «la vida no se trata de mí». Esta casa no es solo para nuestra bendición. Sí, es para eso, pero también es un llamado para nosotros como familia a servir juntos a Dios.
Esta es una increíble oportunidad para que la familia ministre junta. Es una gran oportunidad para que tus hijos sean expuestos a conversaciones de adultos, y para crecer escuchando a adultos hablar de las cosas del Señor.
Pienso que hoy en día mucha de la vida familiar se centra alrededor de los niños en formas que no son necesariamente saludables. Ahora, no es que los niños no sean importantes, y yo no diría que «los niños deben ser vistos pero no oídos».
Los niños tampoco deberían sentir que la vida gira alrededor de ellos. Ellos serán bendecidos si pueden escuchar a los adultos, como lo hice yo creciendo en mi hogar, hablar de los caminos de Dios, del corazón de Dios y de la vida, y tantas cosas que aprendí sentada a la mesa a la hora de comer con nuestra familia y con los invitados que eran parte de ese tiempo.
Algunas de las bendiciones y beneficios de la hospitalidad no las experimentaremos en esta vida. Algunas de ellas no las experimentaremos hasta llegar a la eternidad. Cuando mostramos hospitalidad a aquellos que no nos pueden pagar, Jesús dice en Lucas capítulo 14 versículo 14: «Tú serás recompensado en la resurrección de los justos». Así que algunos de nuestros beneficios y bendiciones vendrán después.
Proverbios 11:25 dice: «El alma generosa será prosperada, y el que riega será también regado». Tú no puedes darle de más a Dios. Cuanto más des, cuanto más dé tu familia, más bendición recibirás.
Hebreos capítulo 13 habla de una bendición que algunos experimentaron como consecuencia de la hospitalidad. Hebreos dice: «Permanezca el amor fraternal. No os olvidéis de mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles» (vv.1-2).
Puedes recordar algunas de esas historias en las Escrituras; Abraham y Sara en Génesis capítulo 18, cuando llegaron tres visitantes. Al final resultó que uno de ellos era el Señor y dos eran ángeles. La historia de Lot en Génesis capítulo 19; también les pasó a los padres de Gedeón. Mostraron hospitalidad, y resultó que estaban recibiendo un ángel (Jue. 13). Así que hay ejemplos de esto en las Escrituras.
Ahora, yo no sé si alguna vez he tenido un ángel en mi casa como invitado, no que yo sepa, pero creo que lo que eso quiere decir es que la hospitalidad a menudo resulta en recompensas y bendiciones inesperadas, y que muchas veces la persona que pensabas que ibas a bendecir, que era tu huésped, ese invitado a menudo termina bendiciéndote a ti como anfitriona. Eso ha pasado muchas veces en mi casa.
La Escritura enseña que cuando ofrecemos hospitalidad al pueblo de Dios, en realidad estamos ofreciendo hospitalidad a Jesús mismo. ¿Recuerdas ese pasaje en Mateo capítulo 25? En el contexto del pasaje Jesús está diciendo algo más, pero creo que hay una aplicación aquí para este tema. En Mateo capítulo 25, versículos 34 al 40, Jesús dijo:
«Entonces el Rey dirá a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis… En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis”».
Así que cuando bendigo a mis invitados en mi hogar, cuando extiendo el corazón hospitalario de Dios hacia ellos, se convierten en una bendición para mí. Cuando abro mi casa a mis hermanos y hermanas en Cristo, incluso al más pequeño de ellos, para darles comida y bebida, ropa y alojamiento, en formas sencillas y prácticas, lo que realmente estoy haciendo es invitando a Jesucristo a mi casa, y le estoy ministrando a Él, le estoy sirviendo a Él, le estoy dando a Él. Y esa es una de las mayores bendiciones.
Uno de los mayores beneficios de la hospitalidad es saber que al servirte a ti como mi invitada yo también he tenido el privilegio de servirle al Señor Jesús, y las Escrituras dicen que aquello que le hemos dado a Él, Él lo recompensará.
Quiero cerrar esta serie contestando la pregunta: «¿Cómo puedo empezar?» La respuesta más sencilla es decir, «solo hazlo, comienza». Solo di: «Señor, ¿a quién puedo invitar a mi casa para que de alguna manera pueda ministrarle?» Pídele a Dios que te muestre una oportunidad para empezar.
El otro día estuve hablando con unas personas que tienen corazones muy hospitalarios, y estábamos hablando de que las personas que disfrutan de esto y lo practican, saben la bendición que es. Pero para las personas que no están acostumbradas a abrir sus hogares, las pone un poco nerviosas e incómodas el solo hecho de pensar cómo empezar.
Una de mis amigas dijo: «Si la gente lo hiciera una sola vez, se darían cuenta de qué bendición es». Ahora, cuando digo que es una bendición, eso no significa que no tenga sus desafíos. He tenido algunos dolores de cabeza después de que mis invitados se han ido, y a veces solo porque estaba muy cansada o porque las cosas no salieron tan bien como me hubiera gustado.
Pero cuando veo el cuadro completo, digo: fue una gran bendición. Y con frecuencia, cuando cierro la puerta y apago las luces después de que la última persona se ha ido, digo: «Gracias, Señor. Al pensar en esto parecía tanto trabajo y tanto esfuerzo. Pero fue una bendición especial». Entonces, ¿cómo, cuándo empezamos?
Antes que nada, permíteme sugerirte que tomes tiempo, si nunca lo has hecho, para dedicar tu casa al Señor y pedirle que la convierta en un hogar que sea utilizado para Él. La casa solo es ladrillo, piedras, cemento, madera, hasta que la pongas en las manos del Señor y digas: «Señor, ¿transformarías esta casa en un instrumento de bendición y gracia en las vidas de otras personas?»
Mi hogar no es solo «mi» hogar. No me pertenece. A fin de cuentas, todo lo que tengo, incluyendo mi casa, le pertenece al Señor. De todos modos es de Él. Así que cuando se la dedico a Él, estoy diciendo: «Señor, estoy consagrando a Ti lo que ya es tuyo, y te pido que utilices esta casa».
Mil seiscientas personas estuvieron en mi casa el primer año después de su construcción. Ahora, tú no tienes que recibir a 1,600 personas en tu casa para practicar el don de la hospitalidad. Puede que el Señor solo te dé dieciséis personas en tu hogar en un año, o quizás menos. Pregúntale a Dios lo que Él quiere que hagas con tu casa, y ponte a Su disposición para hacerlo.
Luego, conversen como familia cómo es que su casa puede ser utilizada para el reino de Dios. Te sorprenderías al ver que tu esposo y tus hijos probablemente tengan algunas ideas y quieran participar en esto y sentir que no es solo «algo de mamá», sino que es nuestro y lo planeamos juntos. Así que haz de esto un tema por el cual orar y discutir como familia. ¿Cómo podemos usar nuestro hogar para bendecir a otros, para promover el reino de Dios?
Tengo unos amigos que hacen escuela en casa. Una de las cosas que ellos han decidido hacer recientemente es que una vez al mes se reúnen para cantar himnos junto con otras familias que educan en casa también y las reciben en su hogar. Los papás se turnan para dirigir este momento; básicamente lo que hacen es cantar y compartir acerca de las cosas de Dios. Es simple y no requiere una gran preparación. Pero esa es una de las formas en que ellos están utilizando su hogar para ministrar a otros.
Ora por oportunidades para ministrar a personas en tu hogar, y ora para que Dios te dé la sabiduría y la dirección de cuáles son las oportunidades que Él quiere que abraces.
Y luego, planea en tu calendario un tiempo para extender hospitalidad. Quizás una primera vez para empezar. Ahora, si tienes familia, no lo hagas sin la participación ni el consentimiento de tu esposo, porque no querrás elegir un momento en que va a ser una presión para él. Pero di, como familia, ¿cuándo sería un buen momento en el que podemos abrir nuestro hogar?
Algunas de ustedes tal vez no sientan la libertad de ser muy espontáneas al principio, y eso está bien. Vas a ir desarrollando la habilidad mientras lo haces. Pero planifica. Ponlo en el calendario. Luego, después de que lo hagas una vez, pon otra fecha en el calendario. Busca tiempos en los que puedas planearlo en tu calendario, porque si no lo planeas y eres intencional, probablemente no sucederá si no tienes el hábito de hacer esto.
Es posible que desees hacerle saber a tu iglesia o a tu pastor que tu casa está disponible para aquellos que tienen una necesidad de hospedaje. Que si alguien llega a la ciudad y tiene necesidad de un hogar para quedarse, tú estarías dispuesta. Tal vez desees hacerles saber que necesitas que te notifiquen con anticipación.
Yo he tenido la bendición de usar mi casa, y el Señor me dio la oportunidad de construir una pequeña habitación de huéspedes extra en el sótano, para poder tener una habitación para los que tengan necesidad de un lugar donde quedarse por un tiempo extendido.
Tuve en mi casa a una estudiante universitaria por un par de veranos. He tenido también parejas que estaban necesitadas. Y así puedo tener una habitación disponible para los demás. El abrir tu casa y tenerla disponible para aquellos que tienen necesidad de alojamiento puede ser de gran bendición para ellos.
Y cuando empieces a hacerlo, no caigas en la trampa de compararte con los demás. De hecho, me he dado cuenta de que algunas de las personas que son las mejores en atender a sus huéspedes, no necesariamente siempre saben cómo realmente ministrarles a esas personas. Puedes tener una casa bellamente decorada y alojamientos lujosos, pero realmente no ministrar las vidas de las personas. Es mucho mejor tener una casa pequeña, una comida sencilla, preparativos simples, pero verdaderamente conectarte con los corazones de las personas que están en tu hogar.
Así que no te compares con la forma en que alguien más lo hace. Estamos en diferentes etapas de la vida, y hay cosas que puedes hacer si tus hijos son grandes que no se pueden hacer de la misma manera si tienes niños pequeños.
Por ejemplo, mi amiga Holly tiene ocho hijos. Estoy segura de que no hay manera en que una mujer que está enseñando en casa a esa cantidad de hijos, siempre tenga su hogar listo para recibir compañía. Eso simplemente no es posible porque la casa está siendo muy vivida en ese momento.
Pero he visto las maneras en que Holly ha tenido un corazón de hospitalidad incluso fuera de su propia casa, cuando nos reunimos para una comida en un restaurante. Ella me ha abierto su corazón, y su familia me ha abierto su corazón en formas hospitalarias. No siempre es físicamente o geográficamente en el hogar. Así que no te compares con lo que otra persona puede hacer.
Veo la forma en la que algunas de ustedes cocinan, y yo estaría muy nerviosa de recibir a algunas de ustedes en mi casa y cocinarles, si no me diera cuenta de que eso no es lo que realmente importa. Ahora, cuando voy a una de las casas que me invitan y preparan una gran comida, lo aprecio muchísimo. Voy a estar muy agradecida por ello.
Ahora, no me quiero sentir como que tengo que cocinar de esa manera o ser capaz de cocinar así. Durante muchos años fui una mujer soltera que trabajaba cuando recibía visitas en mi casa y no creo que esperaran eso. Creo que eran bendecidas entrando a mi casa solo para ser amadas y animadas. Así que no te compares con otras.
Si esto es algo nuevo para ti, mira a ver si puedes encontrar una mentora en esta área, alguien que sí hace uso de su hogar, que tiene un corazón abierto, un hogar abierto. Encuentra a alguien que sea conocida por su hospitalidad, tal vez una mujer mayor en tu iglesia, y pregúntale si podría ayudarte a comenzar a dar los primeros pasos en esta área.
Pregúntale si podría darte algunas ideas, algunas claves, algunos consejos prácticos que ella ha encontrado útiles. De esa manera podemos realmente discipular y animarnos unas a otras a convertirnos en mujeres hospitalarias, mujeres de Dios.
La Escritura dice: «Sed afectuosos unos con otros con amor fraternal; con honra, daos preferencia unos a otros…contribuyendo para las necesidades de los santos, practicando la hospitalidad» (Rom. 12:10-13). ¡Qué oportunidad nos brinda la hospitalidad a todas, para expresarle a nuestro mundo solitario, temeroso y necesitado, el amor y el corazón mismo de Dios!
Sarah: Nancy DeMoss Wolgemuth regresará para orar. Este episodio concluye la serie, El corazón de la hospitalidad. A lo largo de esta, Nancy nos ha estado animando a obedecer el mandato de la hospitalidad y nos ha recordado que esta no luce igual para todas. Y definitivamente no podemos darle «de más» a Dios; así que ¡anímate y busca oportunidades para servir! Es nuestra oración aquí en Aviva Nuestros Corazones que las iglesias locales cuenten con más familias y hogares de puertas y corazones abiertos.
Ahora, para concluir este episodio, compartiremos contigo los testimonios de algunas mujeres. Primero, Elba de Reyes nos cuenta de una oportunidad de hospitalidad que tuvo en un tiempo un tanto particular, luego Rosalía nos habla del legado de hospitalidad que recibió de sus padres, y por último, escucharás de Mildred, quien nos comparte una manera en la que ha podido abrir su hogar para compartir nuestros recursos con más mujeres. Escuchemos.
Elba de Reyes: Cuando la pandemia comenzó, que se declaró pandemia, yo estaba en México en Mujer Verdadera. Llegué a mi casa un domingo, con todo lo que esto representaba; era nuevo, uno estaba asustado… Y llegué a ubicarme en la casa con todo lo de la limpieza y el tema de las compras, porque ya estaban cerrando el país y unos mexicanos, hermanos de una congregación en Guadalajara se habían casado. Era una pareja joven y les habían regalado un viaje de luna de miel, y el hotel al parecer no les notificó con tiempo que el país cerraba las puertas y que tenían que abandonar el país inmediatamente.
Por lo tanto se quedaron, sin recursos prácticamente, en un país que se estaba cerrando y sin tener cómo salir. Así que nosotros decidimos asumirlos en la casa. Teníamos una habitación con un sofá cama y ellos llegaron tres días después de que yo llegué de México. Se instalaron en la casa y una semana se convirtió en dos semanas, dos semanas en tres semanas, tres semanas en 4 semanas…y así hasta llegar casi a los 2 meses.
A los dos meses ellos pudieron salir en un vuelo humanitario a México. Fue una prueba a morir a uno mismo porque, primero, el no saber si ellos estaban enfermos, no saber si yo había llegado enferma de México. Estar todos en un apartamento que no tenía balcón ni jardín, tampoco se podía salir a la calle a caminar, solamente uno de nosotros podía ir al supermercado.
Ellos se pasaron dos meses trancados en la casa, recién casados o sea sus primeros dos meses. Y la verdad es que Dios nos dio la gracia, nos dio la gracia a todos porque yo no tenía a nadie que me ayudara en la casa y yo estaba complicada de salud, y el Señor fue bueno y pudimos extender hospitalidad como la Palabra manda, al desconocido, a aquel que Dios pone en tu camino, dándole de lo que tú tienes que es la verdadera hospitalidad bíblica y mostrar a Cristo con lo que tú tienes en tu casa.
Rosalía: Para mí, el hospedar es un privilegio porque es una forma de servir en el reino de Dios. Y poder abrir las puertas de mi casa y recibir personas es una oportunidad que Dios me da de extender el amor de Cristo a las personas que recibo y reflejar el carácter de quién es Él. Cuando lo hago corro el peligro de darle más importancia al cómo que a quiénes estoy recibiendo. No en el sentido de la visita que voy a recibir o las personas a quienes voy a mostrar hospitalidad, sino a mi propia familia.
Querer tener todo tan perfecto que entonces afecte a las personas con las cuales vivo, y no les brinde a ellos la amabilidad, la cortesía y aun la excelencia con la que quiero hacer las cosas, y sí se la quiera brindar a personas extrañas que recibo en mi casa. Y esto es algo que recibí como un legado de mis padres, porque fueron innumerables las oportunidades que tuvimos de recibir personas en mi casa.
Mis padres siempre abrían las puertas de nuestro hogar a diferentes personas. No solamente tal vez para almorzar o para una consejería, sino para durar tiempo extendido en nuestra casa. Fueron muchas las oportunidades que tuve de ceder mi habitación para recibir diferentes personas y uno siempre tiene la expectativa de bendecir a otros, pero en realidad la bendición que uno recibe al tener el privilegio de servir de esta manera es mucho mayor, y por eso es que lo considero un privilegio.
Mildred de Jiménez: Cuando mis hijos empezaron a crecer, quise que mi hogar fuera un lugar cálido y acogedor, en especial para los miembros de mi familia. Quería que se pareciera al que vi en la casa de mis abuelos. Ellos recibían muchas visitas, y aun en su vejez, nunca dejaron de ser atentos con todos sus huéspedes. Para mí, la hospitalidad fue un legado que recibí de mis abuelos y al estudiar la Palabra de Dios y libros como Mujer Verdadera 101, pude ver que la hospitalidad va más allá de cuidar a mis familiares. Aprendí que mostrar hospitalidad no es algo de preferencias personales, de que escoges o no hacerlo, no, no, no. Si Dios lo veía como algo importante y que tenía recompensas, desde ese momento cambió mi actitud.
Hebreos capítulo 13 versículos 1 y 2 dice: «Permanezca el amor fraternal. No os olvidéis de mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.»
Cuando leí este texto pude ver que mi casa podría convertirse en un hotel con más de 5 estrellas. Fue agradable saber que Dios les pone más estrellas a nuestras humildes moradas que a los grandes hoteles terrenales. Qué ironía pensar que los ángeles viven entre millones de estrellas y que las comodidades terrenales se miden con estrellas, aunque tus 5 estrellas sean pan con chocolate o lo que tengas en casa para ofrecer. Hubo una semana que fue muy particular para mí. Como no tengo a mis hijos todo el tiempo en casa, sino algunos meses porque están en la universidad estudiando, hemos abierto nuestra casa y la hemos puesto a disposición de la iglesia para lo que nos necesiten; ya sea hospedando personas por varios días o para las reuniones de nuestros grupos pequeños.
Para darles un pequeño ejemplo de lo que pasó hace unas semanas, les comento que el lunes tuve mi grupo pequeño de damas donde hemos estudiado libros como Mujer Verdadera 101, que han sido de gran edificación para cada una de nosotras y próximamente vamos a estudiar Mujer Verdadera 201. Los miércoles nos reunimos también a estudiar la Palabra y una de las hermanas me pidió la casa prestada para hacer algo especial. El jueves invité a mis familiares a un almuerzo y el sábado mi esposo tuvo su grupo pequeño de jóvenes en casa.
Pensé, ¡guau! Qué semana tan intensa, ¡pero de tanto gozo! Pude experimentar lo que el Señor Jesús dice en Su Palabra en Hechos 20:35: «Más bienaventurado es dar que recibir». Me sentí muy pero muy privilegiada al poder abrir mi casa, no solamente de recibir personas, sino recibir personas en torno a la Palabra de Dios, y poder dar de mi tiempo y talentos para el Señor. De gracia recibí, de gracia estoy dando, a Dios sea la gloria.
Nancy: Padre, ayúdanos a que a través de nuestras vidas les demos a las personas una probadita, un anhelo por conocer Tu hogar que nos espera en el cielo, el hogar que Tú estás preparando para nosotras, y de ese gran banquete, de ese festín eterno, donde Tú serás nuestro amable y generoso Anfitrión, donde Tú nos vas a servir. Anhelamos ese día.
Y mientras tanto, que nuestros corazones y nuestros hogares sean una realidad terrenal y física de esa realidad eterna que anticipamos. Oro en el nombre de Jesús, amén.
Débora: Llamándote a reflejar la hermosura del evangelio al mundo que te rodea, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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