Tu impacto sobre las generaciones venideras
Annamarie Sauter: Betsy Corning les recuerda a las madres que la manera en que crían a sus hijos afecta el mundo en los años por venir.
Betsy Corning: Su propósito principal es traer gloria a Dios perpetuando generaciones de personas que se levanten a adorarle.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Recuerdo que hace algunos años recibí una llamada del Dr. Joseph Stowell. El Dr. Stowell fue por muchos años presidente del Instituto Bíblico Moody, y ahora es el presidente de la Universidad Cornerstone en Michigan. El Dr. Stowell me dijo, «Nancy, hay alguien que quiero conozcas, y hay un ministerio y un recurso con el que te tienes que familiarizar». Y creo que el Dr. Stowell nunca me había hecho una llamada así antes, pero me dijo: «Necesitas conocer a Betsy Corning y conocer el …
Annamarie Sauter: Betsy Corning les recuerda a las madres que la manera en que crían a sus hijos afecta el mundo en los años por venir.
Betsy Corning: Su propósito principal es traer gloria a Dios perpetuando generaciones de personas que se levanten a adorarle.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Recuerdo que hace algunos años recibí una llamada del Dr. Joseph Stowell. El Dr. Stowell fue por muchos años presidente del Instituto Bíblico Moody, y ahora es el presidente de la Universidad Cornerstone en Michigan. El Dr. Stowell me dijo, «Nancy, hay alguien que quiero conozcas, y hay un ministerio y un recurso con el que te tienes que familiarizar». Y creo que el Dr. Stowell nunca me había hecho una llamada así antes, pero me dijo: «Necesitas conocer a Betsy Corning y conocer el ministerio Entrusted with a Child’s Heart» (que en español sería: Confiados con el corazón de un niño).
Y yo le contesté, «y ¿qué es eso?» Porque no estaba familiarizada con ese ministerio.
Y él me dijo, «es un gran recurso para mamás que quieren saber cómo criar a sus hijos en los caminos de Dios. Mi hija y mis nueras lo han estudiado y quisiera que te familiarizaras con este ministerio».
Y me da gusto decir que desde entonces he tenido la oportunidad de conocer a Betsy Corning y familiarizarme un poco más con este ministerio que tiene algunos recursos extraordinarios disponibles para mamás, para abuelas, para papás –el enfoque está orientado básicamente a las mamás– pero también es útil para los que quieran criar hijos que tengan hambre por el Señor y un corazón para Él.
Y estoy muy contenta de que hoy por fin tengo en el estudio conmigo a Betsy Corning, quien es la fundadora, la maestra que lidera este ministerio, y que compartirá con nuestras oyentes algo del conocimiento que, con el paso de los años, Dios ha ido poniendo en su corazón, de cómo ser una mamá que dirige a sus hijos a seguir a Cristo.
Betsy, gracias por escribir este material y por hacerlo disponible para el cuerpo de Cristo, ¡y ahora en español! Gracias por acompañarnos hoy en Aviva Nuestros Corazones.
Betsy: Gracias. Muchas gracias, Nancy por invitarme. Es en realidad un privilegio estar aquí.
Nancy: Recibimos muchos correos electrónicos y correspondencia de nuestras oyentes. Ayer recibí uno de alguien que dijo, «tengo cuatro hijos». Y creo que estaban entre siete, cinco, tres y un año de edad.
Betsy: ¡Oh cielos!
Nancy: Y lo que pensé fue: «Wow, esta mujer tiene las manos llenas».
Betsy: Así es.
Nancy: Y qué tremenda responsabilidad, pero también qué maravillosa oportunidad de pasar el batón de la fe a la próxima generación. Eso es lo que animamos a hacer a las mujeres aquí en Aviva Nuestros Corazones. Pero muchas de ellas nos escriben y nos dicen, «es que no sé cómo hacerlo. No sé cómo hacerlo. No recibí una buena crianza». O «nunca vi una familia funcional». Algunas de ellas dicen, «no sé cómo ser una mamá, y mis hijos…» Bueno, los hijos son pecadores igual que los papás. ¿No es así Betsy?
Betsy: Exactamente.
Nancy: Hay muchas de ellas que están batallando aun sin saber cómo, pero realmente deseando dirigir y formar a sus hijos espiritualmente, pero no saben cómo hacerlo.
Y me siento tan agradecida de que durante los últimos doce años, más o menos, hayas desarrollado algunos recursos para equipar a las mamás para ser verdaderamente madres piadosas para sus hijos, no perfectas –no estamos diciendo que perfectas– sino piadosas. Y sé lo emocionada que estás de que este material llegue a las manos de las mujeres en las iglesias, tanto en inglés como ahora, finalmente en español.
Betsy: Así es. Verdaderamente damos muchas gracias a Dios por esta oportunidad de edificar la vida de las familias; y debo decir que iniciamos cuando nuestra iglesia en el área de Chicago se ocupó de esto. Mi esposo sirvió como anciano durante los primeros veintiún años y al estar en ese nivel de liderazgo, haciendo muchas cosas diversas, vimos familias batallando. En mi corazón pensaba, «¿cómo vamos a edificar una iglesia saludable y fuerte si no tenemos familias saludables?»
Recuerdo un día en medio del auditorio de la secundaria Rolling Meadows que literalmente me quedé mirando alrededor y pensando, «¿dónde están los padres fuertes?» Debido a que los líderes con frecuencia tienen que reunirse con familias en crisis, conocía muchas historias, y pensaba, «Señor, ¿cómo vamos a edificar esta iglesia si no tenemos familias saludables, familias fuertes?»
Sabiendo que todos atravesamos por distintas dificultades y pruebas de nuestra fe, pero aun considerando que tenía que haber una manera de interceder por las familias de modo que no llegaran hasta esos increíbles momentos de crisis. Eso quedó plantado en mi corazón desde aquellos primeros años.
Nancy: Y en realidad ese fue el fruto del trayecto que habías comenzado a recorrer años atrás. Porque te casaste siendo muy jovencita. Comenzaste tu familia siendo una mujer muy joven, pero no todo fue fácil ni marchó suavemente, porque tenías ciertas expectativas y sueños con relación al matrimonio, y no todo resultó como esperabas, sino que el Señor tenía planes muy diferentes para tu vida.
Hace un rato me dijiste Betsy, que desde que tenías cinco años tenías una aspiración, ¿cuál era esa aspiración?
Betsy: Bueno, realmente quería ser doctora. Quería con todo mi corazón y alma servir al Señor en un área que me gustaba mucho, la medicina, y ser una doctora misionera. Así es que toda mi vida pensé en lo que anhelaba, y cuánto quería en verdad que se hiciera realidad.
Es curioso, porque algo que les digo a las mamás es que, cuando ven a su hijo de cinco años, mucho de su vida ya está ahí. Recuerdo que probablemente podía identificar diez cosas respecto a mi vida como niña de cinco años que realmente ya indicaban mis inclinaciones como persona, y una de ellas era lo que aspiraba en la vida y las cosas que en verdad quería lograr; y para mí, era la medicina.
Nancy: Entonces, cuando te casaste, eras una estudiante en la universidad.
Betsy: Sí, sí, sí.
Nancy: Y en tu mente ibas tras este sueño de convertirte en doctora, de ir a la escuela de medicina, y convertirte en esta gran doctora. Pero al principio de tu matrimonio pasaste por una crisis donde te diste cuenta de que ese no iba a ser necesariamente el caso. ¿Qué pasó?
Betsy: Bueno, David y yo nos casamos muy jóvenes, y casi me daba miedo decirlo, porque pensaba que mis hijos se casarían muy jóvenes si lo supieran, pero David tenía solo 19 años, y yo apenas 20. Habíamos terminado un par de años de universidad, y sucedió lo que sucede a las parejas jóvenes casadas: quedé embarazada un año antes de terminar la universidad.
Y pensé: «Y ahora ¿cómo voy a manejar esto? ¿Cómo voy a terminar la universidad y luego entrar a la escuela de medicina?»
David me dijo, «no habrá escuela de medicina en tu futuro. Ahora vas a ser mamá».
Realmente no me estaba dando cuenta de que todas las prioridades en mi vida habían cambiado en un instante. Yo seguía todavía con lo mismo, «no, no, no, tú no entiendes. Yo voy a hacer que esto suceda. Esto es lo que soy».
Nancy: ¿Entonces al principio no estabas receptiva a escuchar su plan?
Betsy: Para nada. Gracias a Dios tenía mujeres en mi vida a quienes respetaba y modelaban ejemplo de hogares y matrimonios piadosos. Con todo mi ser quería honrar al Señor, pero no podía imaginarme un camino diferente. Pensé: «¿Cómo podría ser esto? Me estás quitando algo muy valioso para mí. No me entiendes. No me conoces. No hay manera de que entiendas lo que me estás pidiendo que haga».
Nancy: Y ¿en tus conversaciones con David eras así de tranquila como me lo estás diciendo a mi ahora?
Betsy: Bueno, yo más bien diría que «inexistente» es la palabra que mejor aplica a las conversaciones. Vivíamos en un apartamento muy muy pequeñito de complejos de habitaciones para matrimonios. Básicamente era una recámara en un extremo, y en el otro la cocina/sala/comedor, y el baño en medio. Así que solo podíamos estar en un lado o en el otro, o en el baño o en el cuarto principal, y la pasábamos en silencio.
Yo estudiaba en la recámara, y él en el otro cuarto. Así pasamos tres días. Yo no hablaba y él tampoco. Realmente estaba castigando a mi marido. No me daba cuenta, pensaba: «Me voy a sujetar porque creo que el Señor me está llamando a sujetarme a su decisión», pero en realidad no me estaba sujetando, sino que estaba luchando, peleando contra ello.
Fue bastante frustrante porque después de tres días, aunque no nos gritábamos, tuvimos la pelea más grande que se haya registrado en la escala de Richter marital. Él me dijo: «Ven a la cocina. Vamos a hablar».
Y pensé: «Ya llevé esto demasiado lejos». Porque estaba causando que mi esposo se enojara cada vez más. Aunque inicialmente lo que pensé fue, «yo puedo castigarte por esto». Pero había llegado demasiado lejos.
Me llamó a la cocina, acomodó dos sillas una frente a la otra. Y dijo: «Siéntate aquí». Nuestras rodillas se tocaban, y él me tomó ambas manos y dijo, «estamos malgastando nuestra vida. No sabemos cuánto tiempo tenemos para estar juntos en esta tierra, y ya hemos malgastado tres días».
No le había hablado en tres días en ese tratamiento de silencio. Durante ese tiempo, ¿sabes en qué estaba pensando? Me puse toda dramática, pensaba: «Me casé con la persona equivocada. Todos mis sueños se están desbaratando. ¿Cómo me puede estar sucediendo algo así? ¿Quién me va a sacar de aquí? ¿Qué voy a hacer los próximos cincuenta años casada con la persona equivocada?»
Cuando David me habló, dijo –y me gusta mucho la gracia con que me habló, porque dijo, «hemos malgastado tres días». No dijo, «has malgastado tres días y ahora estoy tan enojado contigo», porque en mi corazón yo pensaba, «si estallas con lo que veo venir, con lo que me merecía…» Me habría desmoronado y muerto porque me sentía muy desanimada, pero en realidad lo que él hizo fue animar mi corazón.
Y le dije, «bueno, ¿no estuviste pensando que te casaste con la persona equivocada, o que no somos el uno para el otro?»
Y lo chistoso es que dijo, «ni por un segundo».
Y le dije: «¿En serio?»
Y él contestó: «Claro que no. Solo pensé que tenemos un par de cosas en las que debemos trabajar».
Eso significó tanto para mí, que pude relajarme, calmarme y en verdad hablar. Esto ha sido algo que enseñamos, y abordamos como básico: necesitas vivir en comprensión y de acuerdo con tu esposo. Es MUY importante. Y no solo aprender a ser comprensiva con tu esposo, sino que él aprenda a ser comprensivo contigo y que sean estudiantes el uno del otro, para que se logre llegar a esos acuerdos, porque cada uno es tan diferente. Somos diferentes, y Dios usa esas diferencias de grandes maneras para que podamos usarlas para Su gloria.
Nancy: Y así solucionaron ese, digamos, estancamiento.
Betsy: Así es. Mientras yo me ponía dramática pensando en el fin del mundo, David pensaba, «tenemos un problemita en el que debemos trabajar. Es solo un pequeño incidente. ¿Qué debemos hacer?»
Él había estado en su Biblia, y había decidido, «¿sabes qué? Creo, ya que estamos comenzando una familia, que hay algunas cosas que debemos decidir cómo familia. Y de esto es de lo que se trata».
Recuerdo que tenía un pedazo de papel y dijo, «creo que hay algunas cosas a las que te puedes dedicar» –pero establecimos un balance– y dijo, «pero vamos a establecer algunas metas para nuestra familia». Y esta es la otra cosa que me gusta enseñar a las mamás jóvenes.
Lo que hicimos en ese momento fue establecer lo que era y lo que no era negociable. Nunca había pensado en ese término. Es algo que en ese momento llamamos así. Realmente estábamos estableciendo algunas convicciones por las cuales se regiría nuestra familia.
Nancy: Basadas en las Escrituras.
Betsy: Basadas en las Escrituras claro, pero también basadas en la manera única en que nos vamos a identificar como familia. Así es que decidimos algunas cosas como, «siempre estaré en casa cuando mis hijos salgan para la escuela y cuando lleguen a casa». Y eso fue lo que hice toda su vida, y estoy tan agradecida por ello.
Establecimos algunas cosas como esas para cada etapa de mi vida. Porque sé que voy a segar lo que sembré, reevalúo esas prioridades que no son negociables.
Nancy: Y que se verán diferentes para cada familia.
Betsy: Absolutamente. Lo no negociable será diferente para cada familia. Por eso les llamamos convicciones personales. Lo que enseñamos y recomendamos es que cada familia también tenga convicciones bíblicas a las que todos universalmente como creyentes puedan, o más bien, se adhieran y sigan con todo el corazón.
Nancy: Porque esas no son opcionales.
Betsy:Exactamente, esas no son opcionales. Esas son cosas como la protección del nonato, ser una persona generosa, dar tu vida al ministerio, observar el día de reposo. Cosas como esas. No demandar, no ser una persona exigente de tus derechos, cosas que quedan claramente desplegadas en las Escrituras. Y esos son principios que nunca cambian con el tiempo o la cultura, por los que todos nos regimos universalmente, como creyentes en todo el mundo.
Pero entonces hay cosas, convicciones personales, que sí cambian debido al tiempo y a la cultura y porque somos llamadas por Dios a establecer ciertos estándares para nuestra propia familia. Me gusta mucho lo que dice en Romanos 14, porque habla de no imponer tus convicciones personales a otras personas, porque no se trata de elevar tus propias convicciones al nivel de «así dice el Señor».
Entonces, de las convicciones bíblicas, de ahí no movemos nada en absoluto. Pero en cuanto a las convicciones personales, esas también las familias necesitan dejarlas como fundamento para tener una vida estable. Y entonces tomamos algunas de esas convicciones personales y les llamamos no negociables.
Y eso significa que este año voy a tomar algunas de esas cosas que quiero para mi vida, y algunas de ellas son convicciones bíblicas. Por ejemplo, digamos que quiero estar en la Palabra cada día. Esa es, obviamente, una convicción bíblica, pero es una también de esas que no son negociables, que sé que al final del año puedo mirar hacia atrás y decir, «lo cumplí». Identificamos algunas cosas porque sabemos que en un año estaremos cosechando lo que hemos sembrado.
Nancy: Así es que desde el principio de tu matrimonio y de tu familia…y tuviste tres hijos.
Betsy: Así es.
Nancy: Tú y tu esposo determinaron ser intencionales respecto a qué tipo de matrimonio querían tener, qué tipo de familia querían ser, y cómo querían honrar al Señor como padres. No iban solamente a esperar a ver lo que iba a suceder.
Betsy: Claro que no. Y éramos tan jóvenes y tan inmaduros. Me siento muy muy agradecida por algunas mujeres en mi vida que eran un poco mayores que yo. Por seis años estuvimos involucrados en el Ministerio de Los Navegantes en Kalamazoo, y yo las observaba mucho.
Nancy: Y, ¿qué observabas?
Betsy: Observaba cómo les hablaban a sus esposos, cómo eran hospitalarias, cómo servían, cómo se sometían de una manera suave y con gracia, pero también observaba a los esposos tratar a sus esposas y cómo hacían del ministerio parte de su vida, en su hogar, y nos invitaban a su hogar. Eran un ejemplo. Eso estableció el fundamento de mi vida cristiana; fue todo realmente un inicio.
Y podría decir que el ministerio de Confiados fue cultivado en mí por esas mujeres que fueron mi ejemplo. Ahora, como madre de hijos adultos, el ministerio Confiados es un regalo que le doy a mamás más jóvenes que sienten que no han sido criadas para ser madres, o simplemente sienten que necesitan algo de estructura en la vida. Creo que en el periodo de los 70 y los 80 –muchas mujeres estarán de acuerdo con esto, y también sus esposos– de que muchos no recibieron una buena crianza.
Nancy: Es así.
Betsy: Era el entorno cultural. A las mamás prácticamente se les decía que dejaran su hogar. Puedo recordar tomar clases de entrenamiento en asertividad, y todo lo opuesto y contrario a lo que enseñamos en el ministerio Confiados, a lo que enseña la Biblia.
Nancy: Estas mujeres que observabas, que fueron de influencia en tu vida, ¿tenían hijos?
Betsy: Sí, tenían hijos. Me llevaban entre tres y diez años de ventaja en el camino.
Nancy: Y, ¿qué es lo que veías en su manera de criar a esos hijos, que te hacía decir: «Ese es el patrón de vida que quiero seguir»?
Betsy: Bueno, yo veía que sus hijos no eran tratados como mascotas, o como algo conveniente, ni llevaban a sus hijos para ser cuidados o entretenidos por alguien más. Ellas tenían una conexión con sus hijos. Y esa es otra cosa que me parece muy importante enseñar.
No se trata solamente de ir pasando día tras día, sino de que nuestros hijos nos han sido encomendados por nuestro Padre celestial. Lo más importante para mí es el porqué. ¿Por qué hemos sido confiadas con ellos? Bueno, hemos sido encomendadas con ellos para que en última instancia traigan gloria al Señor.
Uno de mis versículos favoritos es Malaquías 2:15 que dice: «¿Acaso Dios no los hizo un solo ser, en el que abundaba el Espíritu?» (RVC).
Nancy: Hablando, por supuesto, del matrimonio, de maridos y esposas.
Betsy: Sí, fíjate que dice, «¿y por qué un solo ser?» ¿Qué propósito tenía Dios para este matrimonio? Procurar una simiente de Dios. Y eso me gusta mucho.
De manera que ni el matrimonio, ni la vida en el hogar se trata solamente del esposo y la esposa y de divertirse mucho juntos. Su propósito principal es traer gloria a Dios perpetuando generaciones de personas que se levanten a adorarle.
Lo que siento es que, si no estamos enseñando a nuestros hijos que la vida se trata de estar centrados en el Señor, entonces no lo estamos haciendo bien. Y esto es lo que observé en esas familias: la bondad, el fruto del Espíritu en su vida, y cómo se relacionaban unos con otros. Y pensaba, «no veo pleitos, no veo conflictos en estas familias. Hay algo ahí que es tan agradable, tranquilo y reconfortante». Y así es como quería que fuera en mi hogar.
Quería escuchar a estas mujeres en todo lo que decían. Y aún hoy, ellas siguen siendo muy valiosas para mí.
Nancy: Ellas eran entonces mujeres mayores.
Betsy: Sí, sí, sí.
Nancy: Y con sus vidas, te enseñaban, mientras tú eras más joven.
Betsy: Exactamente.
Nancy: Y eso no suena como algo muy estructurado o formal, sino más bien como vivir la vida una al lado de la otra.
Betsy: Así fue. Llevamos a cabo muchos estudios bíblicos juntas, y realizamos proyectos de servicio juntas, pero el entrenamiento no fue el de una mentoría oficial, o uno donde te sientas a escuchar una consejería. Pero debo decir que el discipulado uno a uno es un concepto importante de los Navegantes, de manera que quizás ellas lo estaban haciendo, y con intencionalidad —realmente no lo sé. Pero de todas formas conservo este tiempo en mi memoria como algo hermoso, y mantengo el contacto con ellas aun.
Nancy: Lo que me encanta, Betsy, es que no solamente te propusiste vivir los principios que veías en las vidas de estas otras mujeres, seguir su fe, y aprender de ellas. Sino que conforme tu familia ha madurado, y has crecido y te has convertido ahora en abuela, eres intencional en perfilarte como esa mujer mayor que enseña a las mamás jóvenes con su ejemplo, compartiendo lo que has aprendido y lo que Dios te ha concedido entender.
Betsy, muchas gracias por acompañarnos en el día de hoy. Vamos a continuar esta conversación, junto con un par de mujeres que han sido parte de este ministerio para mamás: Confiadas con el corazón de un niño. Y creo que esto va a ser de gran estímulo y de ayuda para muchas mamás que están escuchando en el día de hoy.
Betsy: Muchísimas gracias a ti, Nancy.
Annamarie: Has estado escuchando la primera parte de una conversación entre Nancy DeMoss Wolgemuth y Betsy Corning. Esta es parte de la serie titulada, Me ha sido confiado el corazón de un niño.
Ese también es el título que lleva el libro escrito por Betsy, que está disponible en español. Te animamos a adquirirlo de modo que puedas profundizar en el tema de la crianza de los hijos. De hecho, no hace mucho tiempo, en uno de nuestros episodios, escuchaste de una mujer que usó este libro como guía para invertir en las vidas de otras madres. Escucha algo de lo que ella compartió en su testimonio.
Débora: Entendí la maternidad como un regalo y entonces era todo lo que yo quería abrazar. Quería instruirme, aprender. No buscaba ser la mamá perfecta pero sí quería glorificar al Señor en eso, porque había entendido que era un regalo del Señor para mí, y que Dios me había dado los hijos como un regalo.
Y creo que las mujeres cristianas lo que más necesitamos es pedir ayuda. Porque ninguna es una mujer perfecta o una mamá perfecta o que todo lo tiene superado, y cuando hablamos de nuestra maternidad, y nosotras queremos ser mamás que criemos hijos para el Señor, que les estemos enseñando a crecer en Cristo, nosotras necesitamos aprender de otras y enseñarnos unas a otras porque tal vez lo que una aprendió la otra no lo sabe, y así sucesivamente. Entonces el Señor puso en mi corazón abrir mi casa y recibir a mamás para que juntas podamos aprender cómo ser mamás que podamos glorificar al Señor en nuestro llamado, la maternidad.
Buscamos un estudio bíblico que es, Me ha sido confiado el corazón de un niño, busqué el libro, lo compramos y lo empezamos a hacer. Empezamos primero cada 15 días, y después la necesidad fue tan grande que empezamos a hacerlo una vez por semana.
Y empezaron a venir mamás de diferentes esferas, iglesias, y empezamos a abrir nuestros corazones y básicamente a ver qué era lo que Dios quería para nosotras mamás. Fue un tiempo y es un tiempo muy especial, porque aún mujeres que tal vez asistían a la iglesia, no consideraban que a los niños pequeños había que enseñarles la Palabra. «Capaz que cuando sea un poquito más grande y crezca un poco, hablarle del Señor».
Y la verdad es que los niños a más temprana edad necesitan ser enseñados. Primero, porque tienen toda la capacidad para recibir, son como esponjas, absorben todo lo que les enseñamos. Y qué bueno que ni bien ellos aprendan a hablar y a aprender, aprendan del Señor. Entonces no hay tiempo que perder y nunca es demasiado tarde, al contrario necesitamos que esos corazones tiernos sean sembrados, regados, alimentados con la Palabra.
Annamarie: Gloria a Dios por testimonios como este, de mujeres invirtiendo en las vidas de otras mujeres.
Encuentra la historia completa de Débora Dilge en nuestro sitio web, avivanuestroscorazones.com; búscala bajo el título Un legado de maternidad, o encuentra el enlace a esta en la transcripción de este programa.
Y sobre todo, más allá de abrazar una actividad formal, te animamos a abrazar el diseño de Dios para tu vida. En el próximo episodio estarás escuchando de mujeres que han hecho esto y se unirán a la conversación junto a Betsy Corning. Te esperamos.
Invitándote a pasar de manera intencional la verdad de la Palabra de Dios a la próxima generación, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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