Tres respuestas, dos reyes
Débora: ¿Parece que los cristianos son el blanco de los líderes del gobierno? Nancy DeMoss Wolgemuth dice que eso no es nada nuevo.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Siempre habrá gente poderosa en este mundo, gente que usará su poder para tratar de eliminar del mundo a Cristo y a Sus seguidores, gente que se opondrá a Su gobierno para tratar de proteger el suyo propio. Sin embargo, nada de eso es una sorpresa para Dios.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El cielo gobierna», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 7 de enero de 2025.
¿Cómo respondes a Jesús y a Su amor por ti? Hoy Nancy nos hablará de algunos personajes de la historia de Navidad y sus respuestas al nacimiento de Jesús. Ella explicará cómo nuestra respuesta a Jesús indica lo que más importa en nuestras vidas. Aquí está Nancy …
Débora: ¿Parece que los cristianos son el blanco de los líderes del gobierno? Nancy DeMoss Wolgemuth dice que eso no es nada nuevo.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Siempre habrá gente poderosa en este mundo, gente que usará su poder para tratar de eliminar del mundo a Cristo y a Sus seguidores, gente que se opondrá a Su gobierno para tratar de proteger el suyo propio. Sin embargo, nada de eso es una sorpresa para Dios.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El cielo gobierna», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 7 de enero de 2025.
¿Cómo respondes a Jesús y a Su amor por ti? Hoy Nancy nos hablará de algunos personajes de la historia de Navidad y sus respuestas al nacimiento de Jesús. Ella explicará cómo nuestra respuesta a Jesús indica lo que más importa en nuestras vidas. Aquí está Nancy para continuar en la serie «Sabios, reyes y la p
Providencia de Dios».
Nancy: Bueno, ya estamos en enero y me pregunto si no estarás deprimida porque las fiestas han terminado. Al fin y al cabo, pasas semanas y meses preparándote para la Navidad. Mucha preparación, planificación, muchos eventos, algarabía, y luego, en un abrir y cerrar de ojos, ¡todo se terminó!
Se retiran las decoraciones; se acabó la música navideña. Tus hijos vuelven al colegio, y tú vuelves al trabajo. Si vives en algún lugar del hemisferio norte, como yo, ¡aún te quedan dos o tres meses de clima frío y deprimente! Esta época del año puede ser realmente deprimente.
Pero tengo una buena noticia: ¡la historia que Dios está escribiendo está lejos de terminar! Dios sigue orquestando y desarrollando la historia de la redención. Y lo vemos a lo largo de las Escrituras, empezando por el capítulo 1 del Génesis, la Creación, donde Dios vio todo lo que había hecho y: «¡era bueno en gran manera!».
Luego vemos la Caída: el hombre y la mujer siguen su propio camino; ellos dicen: «¡Seremos nuestro propio Dios!». Desde ese momento, vino la caída en el pecado; la elección de desobedecer a Dios. Después tenemos, a partir del capítulo 3 del Génesis y a lo largo de todo el Antiguo Testamento, profecías y promesas de un Redentor que vendría a rescatarnos de nuestro pecado y que vencería las obras del maligno, ¡alabado sea Dios!
Y vemos todas esas profecías cumplidas en el Nuevo Testamento, cuando una virgen concibe un hijo. No te acostumbres nunca a esa historia ni pienses que es normal, porque no lo es. Luego sucede el nacimiento de Cristo, aparecen los ángeles anunciando esa buena noticia, y los pastores van y lo adoran.
Después conocemos a Ana y Simeón en el templo, que estaban entre los muchos judíos fieles que llevaban siglos esperando que se cumplieran las promesas del pacto de Dios. Y todos ellos se regocijaron al ver al Mesías con sus propios ojos.
Ahora bien, permíteme invitarte a que vayas una vez más al capítulo 2 de Mateo. Estamos estudiando este pasaje toda esta semana. Y allí leemos acerca de la llegada de otras personas para adorar a Cristo. Y esta vez, no eran judíos, sino gentiles; gentiles, que fueron atraídos por la mano de Dios, sobrenaturalmente, desde una gran distancia, para celebrar la llegada del Rey Jesús aquí en la tierra.
Pero al adentrarnos en este pasaje, también vamos a ver que, aunque algunos daban la bienvenida a Jesús como el Rey recién nacido, no todos recibirían a este Rey (con R mayúscula) o reconocerían su derecho a gobernar. Vamos a ver un campo de batalla: un conflicto entre dos reyes.
Bueno, permíteme leer comenzando en el versículo 1, del capítulo 2 de Mateo: «Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes. . .», aquí hay un rey. Subráyalo. «. . .unos sabios del oriente llegaron a Jerusalén, preguntando: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?”». Y aquí tenemos otro rey. Subráyalo.
Ahora tienes dos reyes en el mismo territorio; puedes ver que habrá un problema aquí. Luego vemos que los sabios hacen una pregunta: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?». Los bebés usualmente no empiezan como reyes; aunque nacen en familias reales y serán herederos al trono, ellos nacen como príncipes.
Pero Jesús siempre fue Rey; ¡nació como el Rey de los judíos!
«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos Su estrella en el oriente [algunas traducciones dicen “en el este”, por donde sale el sol] y lo hemos venido a adorar» (v. 1).
Ahora, pasé un buen tiempo empapándome de este pasaje y preguntándome qué esperaban los sabios cuando llegaron a Jerusalén. ¿Ellos creerían que iban a ver multitudes en las calles celebrando el nacimiento de un nuevo rey?
Piensa en cuando nace ese niño en la realeza en el Reino Unido (aunque no tenemos en la mayoría de nuestros países no tenemos realeza), hay multitudes y muchos aplausos. Es realmente un gran acontecimiento cuando nace el hijo de un rey. Y, sin duda, para aquellos Sabios, el nacimiento de Cristo fue un acontecimiento trascendental. Esa estrella, nunca antes vista en el cielo, se había levantado en honor a ese Rey.
Y me pregunto, ¿qué debieron haber pensado cuando, al llegar, se encontraron con que absolutamente nadie hablaba del Rey que ellos habían venido a ver y adorar desde tan lejos? ¡Nadie sabía que había nacido! Pero cuando se enteraron de que había nacido, su respuesta fue todo menos entusiasta.
Mira el versículo 3: «Cuando el rey Herodes oyó esto…», es decir: «Ha nacido el Rey de los judíos. Vimos Su estrella y lo hemos venido a adorar». ¿Cuáles son las dos palabras siguientes?: «Se turbó». ¡Él no estaba emocionado por eso! Él no iba a aclamar a este nuevo Rey. Él «Se turbó, y toda Jerusalén con él» (v. 3).
Ahora, otra vez un pequeño paréntesis aquí con algo de especulación. Esta frase me dice que probablemente no se trataba solo de tres ancianos que entraron en la ciudad montados en camellos; tres ancianos no habrían causado tanto revuelo en toda la ciudad de Jerusalén. Lo más probable es que se tratara de un séquito montado a caballo que entró en la ciudad como una gran cabalgata.
Imagínate a todos estos sabios y sus ayudantes que venían de Oriente en estos grandes corceles persas. Habían viajado una gran distancia, probablemente mil millas o más, para honrar a un nuevo Rey. Y al enterarse de eso, el rey, Herodes, Herodes el Grande, como le llamaban, se turbó, y toda Jerusalén con él.
Y ten en cuenta que Jesús era todavía un niño pequeño, no era el bebé del pesebre, sino un poco mayor; para ese momento tenía menos de dos años. Todavía no había hecho ningún milagro ni predicado ningún mensaje, ¡y, sin embargo, ya estaba causando conmoción! La gente no podía ignorar a este Rey recién nacido.
Ahora vemos un enfrentamiento entre estos dos reyes: Herodes el Grande, el rey y este recién nacido Rey (con R mayúscula) de los Judíos. Herodes se sentía amenazado por la idea de otro rey, ¡y no podía tolerar un rival para su trono! Así que, cuando estos Sabios gentiles vinieron de lejos para adorar a este nuevo Rey, ¡a Herodes no le agradó para nada, él no quería que eso sucediera!: «¡De ninguna manera van a adorar a otro rey!».
Y podemos ver que él tenía miedo de perder su control, su posición y su poder. ¿Y qué hizo entonces? Bueno, él se dispuso a destruir al Rey recién nacido, así llamado, mientras afirmó falsamente: «yo también quiero adorarlo». Pero nada estaba más lejos de la realidad que esas palabras.
Ahora, vemos también en este texto que la gente de Jerusalén estaba turbada. Es posible que estuvieran preocupados por lo que harían los romanos si un rey rival reclamara el trono de Israel. No querían alterar la situación; ellos no querían que los soldados romanos vinieran y causaran más problemas de los que ya tenían, así que ellos también estaban preocupados.
¿Y qué hace Herodes? Mira Mateo 2, versículo 4: «Entonces, el rey reunió a todos los principales sacerdotes y escribas del pueblo, y averiguó de ellos dónde había de nacer el Cristo [el Mesías]».
La gente esperaba que naciera un rey, pero no sabían lo que eso significaba, ni cómo sería. Ellos tenían ideas equivocadas sobre el Mesías y Cristo, pero Herodes sabía lo suficiente como para hacer la pregunta sobre este Rey de los judíos, así que él acudió a las personas que debían tener la respuesta. . . ¡Y definitivamente ellos la tenían!
Estos principales sacerdotes y escribas sabían la respuesta correcta de inmediato; no tuvieron que pensarlo mucho, ni tuvieron que buscar en Google para encontrar la respuesta. Estos eran expertos en las Escrituras del Antiguo Testamento.
Así que en el versículo 5, ellos le dijeron: «En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta. . .». Ellos iban a citar al profeta Miqueas, capítulo 5, versículo 2, una profecía que había sido escrita 700 años antes. Ellos sabían dónde nacería este Mesías, y por eso citaron al profeta Miqueas.
Mira los versículos 5 y 6 de Mateo 2:
«Y ellos le dijeron: “En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta:
‘Y tú, Belén, tierra de Judá,
de ningún modo eres la más pequeña entre los príncipes de Judá;
porque de ti [Belén] saldrá un gobernante
que pastoreará a Mi pueblo Israel’”».
Ellos sabían dónde iba a nacer este Mesías. El versículo 7 dice:
«Entonces Herodes llamó a los sabios en secreto y de ellos determinó el tiempo exacto en que había aparecido la estrella.
Y enviándolos a Belén, dijo: “Vayan y busquen con diligencia al Niño; y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya y lo adore”» (vv. 9).
Ahora bien, al leer este pasaje, y continuaremos haciéndolo en los próximos días, solo con estos pocos versículos me sorprenden las tres respuestas diferentes al nacimiento de Cristo en este relato familiar.
En primer lugar, tenemos a Herodes, Herodes el Rey. Herodes era medio judío. Su padre era descendiente de los edomitas que, quizás sabes, habían sido enemigos del pueblo de Dios. Pero Herodes fue nombrado rey de Judea por Roma. Para entonces, había gobernado en Jerusalén durante casi cuarenta años. Tenía cerca de setenta años. Era un personaje reconocido, él era «¡Herodes el Grande!».
Y en cierto modo, el pueblo judío, incluyendo sus enemigos, admiraba a Herodes. Él era conocido por su riqueza, por su astucia política y sus habilidades administrativas. Era bueno para mantener la paz. Contribuyó al éxito de numerosos proyectos de construcción en el país, incluyendo el templo, que se inició en el año 20 a.C. y aún se estaba terminando en la época del nacimiento de Cristo.
Así que, en cierto modo, era admirado, pero también era temido y despreciado. Herodes cobraba muchos impuestos al pueblo para pagar sus proyectos favoritos. Estaba obsesionado, embriagado con el poder. Estaba desesperado por mantener su posición y desconfiaba profundamente de cualquier rival potencial. La historia nos dice que Herodes sufrió durante toda su vida de depresión y paranoia, y eso se puede ver a medida que se desarrolla este pasaje.
Él fue conocido por eliminar a cualquiera que sospechara que pudiera ser una amenaza para su trono. Incluso asesinó a numerosos miembros de su propia familia, de los que sospechaba que no le eran leales… ¡incluyendo a su esposa, a la madre de su esposa y a tres de sus propios hijos!
El emperador romano Augusto dijo, que era más seguro ser un cerdo de Herodes que ser un hijo de Herodes. Y de eso estamos hablando aquí: Herodes el rey. Ahora, Herodes afirmó que él quería adorar a este Rey recién nacido, pero como veremos más adelante, él realmente no tenía ninguna intención de hacer tal cosa. Él estaba decidido a proteger su trono y no podía tolerar otro rey.
Bueno, el pasaje continúa contándonos (y lo veremos más adelante esta semana) el espantoso genocidio de bebés que cometió en la región para deshacerse de cualquier rival potencial.
Siempre habrá gente poderosa en este mundo, algunos de ellos en el gobierno, otros en posiciones de influencia; gente que usará su poder para tratar de sacar a Cristo y a Sus seguidores del mundo, gente que se opondrá a Su gobierno para tratar de proteger el suyo propio. Sin embargo, nada de eso es una sorpresa para Dios. ¿Crees que Dios no sabía quién era el rey en Judea cuando envió a Su Hijo a esta tierra?
¿Y por qué no envió a Su Hijo a la tierra cuando hubiera un rey benevolente, un buen rey, un rey que no se habría opuesto a Jesús? Porque el Reino de Dios se desarrolla a la manera de Dios y en el tiempo de Dios, y Él quería mostrar que el Reino de Cristo gobernaría sobre todo rey y gobernante terrenal.
Herodes era un tirano despiadado. Era un perseguidor malvado y asesino, pero no pudo detener el plan de Dios, ¡y ningún rey o gobernante en nuestro mundo puede detener el plan y el Reino de Dios! En última instancia, el Rey Herodes moriría, y ese es el caso con todos los que se oponen a Cristo.
Piensa en esto por un momento: Nerón, muerto; Stalin, muerto; Hitler, muerto; Idi Amin, muerto; Saddam Hussein, muerto. Y esos son solo algunos de los más conocidos, pero todos ellos han venido y se han ido. Sus cuerpos hace tiempo que se pudrieron bajo la tierra; ya no tienen poder.
¡Pero nuestro Rey Jesús vive para siempre y nunca jamás será derrotado o vencido por ningún rey o poder terrenal! Así que, ya hemos visto la respuesta de Herodes al nacimiento de este niño. Y ahora veremos, en segundo lugar, a los principales sacerdotes y a los escribas.
Estos eran los más altos líderes religiosos y eruditos bíblicos de aquel tiempo. Conocían bien las Escrituras y la mayoría de ellos habrían memorizado el Pentateuco, los cinco primeros libros del Antiguo Testamento, y los salmos en hebreo.
Ellos son los que te encantaría tener en tu equipo si estuvieras jugando un juego de Trivia Bíblica. Esos hombres conocían las Escrituras y sabían mucho sobre el Mesías. Habían estudiado las profecías, y sabían, como vimos en este pasaje, que el Mesías iba a nacer Belén. También sabían que vendría de la tribu de Judá, que sería descendiente de David y nacería de una virgen.
Así que, de todas las personas, sería lógico pensar que estos sacerdotes y escribas, los líderes religiosos, pensadores y eruditos, habrían estado deseosos por ver al Niño Prometido. Después de todo, Belén estaba solo a unos diez kilómetros de Jerusalén.
Y ellos no debían haber dudado en hacer ese corto viaje para ir a ver a Aquel en quien se cumplían esas profecías mesiánicas. Ellos sabían que esta Escritura se estaba cumpliendo ante sus ojos, y durante generaciones el pueblo judío había esperado y anhelado este día.
Pero, ¿por qué no fueron a Belén? No lo sabemos, pero podemos especular. Tal vez estaban demasiado ocupados con sus estudios, con sus enseñanzas, con sus trabajos. Quizá eran demasiado orgullosos. Al fin y al cabo, comparada con la próspera metrópoli de Jerusalén, Belén era una aldea diminuta: probablemente allí solo vivían unas doscientas personas.
Tal vez fue incredulidad. Después de todo, podrían haber pensado que si el Mesías realmente hubiera venido, ¿no habrían sido ellos los primeros en saberlo, y no esos adivinos gentiles que venían de lejos? Juan Calvino, en su comentario sobre Mateo capítulo 2, él dice:
«Es verdaderamente un ejemplo de vil pereza que ni uno solo de los judíos se ofreciera como escolta de aquellos extranjeros para ir a ver al Rey que había sido prometido a su propia nación».
No hay excusa. Calvino lo llamó «Vil pereza». Otro comentarista, J. C. Ryle, dice lo siguiente:
«¡Cuán a menudo las mismas personas que viven más cerca de los medios de gracia son las que más los descuidan!».
Es lógico pensar que esos escribas y sacerdotes habrían estado ansiosos por ir a ver al Mesías, pero Ryle dice que a veces las personas que viven más cerca de las cosas de Dios, los medios de gracia, son las culpables de descuidarlos más. Estos hombres tenían una tonelada de conocimiento bíblico, ¡pero no les sirvió de nada! Lo que sabían no había capturado sus corazones. No pensaban que necesitaban a Jesús; todo se reducía a eso.
Y como resultado, no se ve en ellos ningún sentido de asombro o admiración. Y eso continuó durante toda la vida de Jesús hasta su muerte. El Mesías no significaba nada para ellos. ¡Era algo realmente impensable!
Estuve reflexionando por un tiempo sobre cuánto sabía esa gente sobre Dios, sobre los caminos de Dios, y sobre la Palabra de Dios. Habían memorizado y aprendido todo sobre este Libro, pero nada de eso los había cautivado. No les importaba en lo más mínimo. Y eso demuestra que es posible saber mucho sobre Jesús, conocer bien la Palabra, ser un experto en las Escrituras y, sin embargo, ¡perderte por completo de quién es Jesús!
El conocimiento intelectual y teológico sobre Jesús, no asegura que tengas una relación con Él. Puede que hayas escuchado todas las historias de Navidad durante estas últimas semanas en tu iglesia, y en nuestra cultura sin duda has escuchado hablar mucho de ellas. Incluso puede que hayas leído la historia de la Navidad en familia.
Pero la pregunta es: ¿Ha cautivado Cristo tu corazón? ¿Lo has contemplado? ¿Te asombra, te sobrecoge, te maravilla pensar lo que sabes de Jesús?
Ahora, en tercer lugar, tenemos la respuesta de los Magos, los hombres sabios. Ya tenemos la respuesta de Herodes; tenemos la respuesta de los sumos sacerdotes y de los escribas, y ahora tenemos a los Magos, los sabios.
A diferencia de los judíos, que tenían siglos de revelación sobre Dios y Su Mesías prometido, estos hombres tenían poco conocimiento sobre el plan de Dios. Pero siguieron el conocimiento que tenían sin negar la evidencia de lo que habían visto.
Ellos vinieron desde muy lejos, y perseveraron en la búsqueda del Rey recién nacido hasta que lo encontraron. Ejercieron la fe en lo que sabían, y a medida que respondían, Dios les mostraba más. Dios les mostró el siguiente paso mientras perseguían la verdad.
A diferencia de los sumos sacerdotes y los escribas, los sabios no se contentaron con solo conocer la verdad. Ellos actuaron de acuerdo con lo que sabían. Y cuando encontraron a Jesús, el versículo 10 nos dice que se alegraron mucho. Se regocijaron grandemente. Compara su alegría con el desinterés y la indiferencia de los líderes religiosos judíos.
Ellos podrían haber pensado que los líderes judíos sabrían del nacimiento del niño Rey y compartirían su emoción, pero no fue así. Un escritor lo dice de esta manera:
«Los Magos sabían tan poco, llegaron de tan lejos y dieron tanto. Por el otro lado, los maestros de la ley sabían tanto, estaban tan cerca, e hicieron tan poco».
Quizás pudieras pensar en personas a quienes has visto llegar a la fe en Cristo. Todo es nuevo para ellas, probablemente no crecieron escuchando las cosas del Señor, como muchas de nosotras tuvimos el privilegio de hacerlo. Así que hay maravilla, hay este temor, y hay asombro.
Aman a Jesús, y treparían sobre rocas y vidrios, o cualquier cosa para llegar a Jesús. Tienen ansias. Y luego, hay algunas de nosotras que hemos estado cerca de esas cosas durante mucho tiempo, sabemos mucho y estamos muy cerca, pero hacemos tan poco, porque Jesús no ha cautivado nuestros corazones.
Y eso es lo que dicen las Escrituras en Juan 1:11: «A lo Suyo vino, y los Suyos no lo recibieron». Esos gentiles vinieron de lejos para ver Jesús, y lo recibieron.
Así que tenemos a Herodes, a los líderes religiosos, a los sabios; todos sabían la verdad sobre el nacimiento de este bebe, este Rey ¡y todos respondieron de maneras tan diferentes!
¿Y no son esas las mismas respuestas que vemos hacia Cristo en nuestro mundo de hoy? Ahí está Herodes, que fingió querer adorar a Jesús. Y si hubieras escuchado las palabras que dijo, habrías pensado: «¡Vaya, cuánta sinceridad de su parte!». Pero el hecho es que en su corazón había hostilidad y odio hacia ese Rey, hacia Jesús.
Al final, Herodes intentó matar al recién nacido Rey porque se sintió amenazado. Él resistió al gobierno de este nuevo Rey; era un oponente, un enemigo de Cristo. Hoy en día, hay muchos «Herodes», personas en altas posiciones en nuestro mundo y en nuestra cultura de hoy que no aceptan el gobierno de Cristo. Herodes.
También había líderes religiosos, personas que sabían mucho acerca de la Palabra de Dios, pero que eran indiferentes hacia Jesús; lo ignoraban. Seguían con sus vidas religiosas, su trabajo religioso, y sus llamados «ministerios», pero eran espectadores desinteresados, observadores no involucrados en conocer y adorar a Jesús.
Y pienso que, en cierto sentido, esa es una descripción de muchas, muchas personas en nuestras iglesias hoy en día. Incluso, puede que sea una descripción de ti, y la verdad es que a veces es una descripción de mí. Puedo estar estudiando la Palabra de Dios, conociéndola intelectualmente, ¡pero me estoy perdiendo a Jesús en medio de todo! Y lo mismo sucedía con esas personas: eran indiferentes.
Pero también tenemos a los sabios, los Magos, eran realmente sabios, no solamente inteligentes. Ellos hicieron un gran esfuerzo al recorrer esa gran distancia para encontrar a Jesús. Y cuando lo encontraron, lo honraron, lo adoraron y le ofrecieron regalos.
Todas las personas entran en una de estas tres categorías que hemos visto hoy. Pero permíteme recordarte que hay otro personaje en esta historia, y ese es Jesús, quien es la figura central, el personaje principal de esta historia. Tu respuesta a Él, mi respuesta a Él, es lo que más importa de nuestras vidas.
Y cuando Dios nos llame a Su presencia, la manera en que respondimos a Cristo mientras estuvimos en este mundo, será aquello que totalmente defina nuestras vidas; no cuánto sabíamos, ni qué posición ocupábamos, ni cuán buenas éramos, ni qué tanto íbamos a la iglesia. ¿Conocemos, amamos, adoramos y honramos a Jesús con todo nuestro corazón?, es a eso a lo que nos llaman hoy los sabios de esta historia, ¿amén? ¡Amén!
Débora: ¡Amén! Hemos estado escuchando a Nancy DeMoss Wolgemuth hablar sobre las diferentes respuestas al nacimiento de Cristo en Mateo capítulo 2. ¿Ves algún paralelismo entre tu respuesta a Jesús y la de los Reyes Magos? Ellos se esforzaron mucho por encontrarlo y adorarlo. ¿Buscas a Cristo con la misma persistencia y motivación? ¿Buscas la verdad?
Probablemente has escuchado o leído sobre la estrella de la historia de Navidad, la que guió a los Sabios. Mañana, Nancy continuará con esta serie sobre los sabios hablando de esa importante estrella y de cómo se relaciona con el caminar en la fe.
Nancy: «Sirvan al Señor con alegría» (Sal. 100:2). Vamos a ver esa alegría en estos sabios. Cuando ellos vieron el objeto de su larga y dura búsqueda, ¡hubo alegría! Y pienso que a muchas de nosotras, seguidoras de Cristo, nos falta esa alegría. ¡Y realmente tenemos muchos motivos para estar alegres!
Pienso que nos acostumbramos demasiado a «esto es normal» y perdemos el sentido asombro, el sentido de maravillarnos. Así que necesitamos orar para que Dios nos devuelva el sentido de maravilla, y que no nos parezcamos a esos líderes religiosos que saben tanto, pero tienen y dan tan poco a Cristo.
Débora: Te esperamos mañana para un episodio más de Aviva Nuestros Corazones.
Ayudándote a descubrir y abrazar las verdades de la Palabra de Dios, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Colabora con nosotras
Tenemos el privilegio de proporcionar las transcripciones de estos mensajes vivificantes. Si el Señor ha usado Aviva Nuestros Corazones para bendecir tu vida, ¿considerarías donar hoy para ayudar a cubrir los costos y expander el mensaje?
Donar $5
Únete a la conversación