Tres regalos del matrimonio, día 2
Annamarie Sauter: A principios de su matrimonio, llegó un momento donde Denise entendió que debía dar un paso atrás y permitir que su esposo tomara el liderazgo, pero ¿cómo sigues a un hombre que no desea liderar?
Denise Glenn: Hubo veces en que mi esposo no hizo bien y veces en que yo no lo hice bien. Pero hubo un cambio en la perspectiva, y comenzamos a movernos el uno hacia el otro, en lugar de alejarnos. Había paredes entre nosotros que debían caer.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si te perdiste el episodio de ayer de Aviva Nuestros Corazones, tienes que visitar nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com. Allí encontrarás tanto el audio como la transcripción de esa primera enseñanza en esta serie.
Escuchamos la primera parte de un poderoso testimonio de la sublime …
Annamarie Sauter: A principios de su matrimonio, llegó un momento donde Denise entendió que debía dar un paso atrás y permitir que su esposo tomara el liderazgo, pero ¿cómo sigues a un hombre que no desea liderar?
Denise Glenn: Hubo veces en que mi esposo no hizo bien y veces en que yo no lo hice bien. Pero hubo un cambio en la perspectiva, y comenzamos a movernos el uno hacia el otro, en lugar de alejarnos. Había paredes entre nosotros que debían caer.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si te perdiste el episodio de ayer de Aviva Nuestros Corazones, tienes que visitar nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com. Allí encontrarás tanto el audio como la transcripción de esa primera enseñanza en esta serie.
Escuchamos la primera parte de un poderoso testimonio de la sublime gracia de Dios y su intervención en un matrimonio que estaba destrozado, sin esperanza y disfuncional. Digo «sin esperanza», refiriéndome a lo humanamente posible. En cuanto a Dios, para Él no hay casos sin esperanza ni perdidos.
Nuestra invitada de esta semana es Denise Glenn. Ella es la fundadora de un maravilloso ministerio de mentoría llamado Ministerio Kardo (kardo.org/es). Denise, gracias por unirte a nosotras en Aviva Nuestros Corazones, y gracias por compartir con nosotras parte de tu testimonio.
Denise: Nancy, gracias por invitarme a tu programa. Es un gozo para mí estar aquí.
Nancy: Queremos retomar la historia donde la dejamos ayer. Quisiera que nos des un pequeño resumen –para aquellas que no pudieron escuchar el programa– de dónde te encontrabas en tu matrimonio. Luego retomaremos la historia viendo la manera en que Dios redimió esa situación.
Denise: Cuando nos casamos, ambos éramos muy jóvenes –ambos cristianos, asistíamos a la iglesia cada domingo. Nos casamos cuando aún estábamos en la universidad. Yo pensaba que nuestro matrimonio sería perfecto. Sin embargo, en la tercera noche de nuestro matrimonio lloré hasta quedarme dormida porque nuestras expectativas eran completamente diferentes. Comenzamos a criticarnos mutuamente y a discutir.
Ya en nuestro séptimo aniversario de bodas, yo estaba lista para abandonar la relación. De hecho, miré a mi querido esposo que estaba del otro lado de la mesa y le dije, «mañana tomo a los niños, y me voy de aquí». Esa noche Dios intervino. Mi esposo no iba a recibir un «no» por respuesta. Me dijo, «no te vayas, vamos a casa, arrodillémonos a un lado de la cama, y hagamos una oración de una sola palabra: «¡Ayúdanos!»
Nancy, cuando esa noche finalmente llegamos al punto de quebrantamiento y clamamos en humillación a los pies de la cruz, Dios escuchó nuestro clamor por ayuda. En nuestro caso, la manera en que Dios lo hizo fue trayendo mujeres mayores a mi vida que vivían según Tito 2. Ellas comenzaron una reunión de oración y me invitaron a asistir. Cuando les dije que tenía tres bebés menores de 4 años, me dijeron, «nosotras iremos a tu casa».
Ellas venían a mi casa una vez por semana, cada lunes, a la hora que los niños tomaban la siesta, se sentaban en mi sala, trayendo sus grandes y gruesas biblias. La primera semana –nunca lo olvidaré– con sus voces dulces y santas me dijeron, «Denise, ¿cuál es tu petición de oración?» Yo les dije, «bueno, ¡odio a mi marido!» Ellas contestaron con un «¡oh!, bueno, podemos comenzar por ahí, ese es un buen punto para comenzar».
Que Dios las bendiga. Pudieron haberme dado en la cabeza con sus biblias, pero no lo hicieron. Me llevaron a Jesús con amor.
Nancy: Entonces, ellas no sabían que este problema estaba en tu matrimonio.
Denise: No.
Nancy: ¿Cuánto tiempo había pasado desde que hicieron esta oración pidiendo ayuda?
Denise: De aquella vez que clamamos por ayuda pasaron solo algunos días, literalmente. Yo era una joven estudiante, una Timoteo, con cinco Pablos. Así de duro era mi caso. Dios me envió cinco mamás a mentorearme.
Nancy: ¿Por qué crees que se acercaron a ti?
Denise: No tengo la menor idea, excepto que todas sabemos que fue orquestado por el Señor Jesús. Él provocó que estas mujeres me invitaran a unirme. Ellas dijeron, «vamos a ir delante del Señor en una oración conversacional». Yo nunca había oído de eso. Yo no sabía lo que era una oración conversacional. Pensé que uno comenzaba la oración con un «querido Padre celestial…», y luego llenaba los espacios en blanco como si fuera una lista de compras, y terminaba con, «en el nombre de Jesús, amén».
Estas mujeres se pasaban dos horas en oración conversacional –leyendo las Escrituras delante de Dios sobre nuestras familias. Así que cuando expresé esta desesperación respecto a nuestro matrimonio, ellas abrieron el libro de Efesios y literalmente oraron verso por verso, los seis capítulos enteros, sobre nuestro matrimonio y familia. Dios comenzó una poderosa obra de transformación.
Nancy: Cuando les dijiste a estas mujeres, «odio a mi marido», ¿fue esa la primera vez que pudiste compartir honestamente con alguien, que había problemas en tu matrimonio?
Denise: Fue la primera vez que lo verbalice a alguien, además de David y yo misma. Ahora sé que la honestidad y la transparencia —creo que esa es la palabra, transparencia— y la vulnerabilidad y el quebrantamiento llegaron la noche que nos humillamos delante del Señor. Así que cuando recibí la invitación a esa reunión de oración, yo ya había sido quebrantada, y estaba lista para ser humilde y vulnerable. Ellas me preguntaron, y yo, sin pensarlo, solo lo solté. Yo misma estaba en shock por lo que había dicho.
Ellas en seguida se dieron cuenta de que esto era una intervención divina en medio de nosotras. Ellas derramaron sobre nuestra vida la Palabra de Dios.
Nancy: Eso ilustra lo que yo considero un punto muy importante. Cuando hablamos de quebrantamiento en Aviva Nuestros Corazones, con frecuencia les recuerdo a nuestras oyentes –y yo misma lo recibí de alguien más– que el quebrantamiento viaja en dos direcciones. Hay un aspecto vertical. Si piensas en tu vida como si fuera una casa, entonces el quebrantamiento hacia Dios es como si el techo fuera removido. Estamos siendo honestas y transparentes con Dios.
Pero luego está el aspecto horizontal del quebrantamiento, que es hacia los demás. Dejamos que las paredes caigan. Esto es importante en nuestras relaciones de pareja, en las relaciones con nuestros hijos, y también al discipular y aconsejar.
No es suficiente con solo clamar al Señor, aunque humillarnos delante de Dios ciertamente es un comienzo. Pero necesitamos ir y estar dispuestas a humillarnos delante de otros y decir, «tengo una necesidad». De otro modo, solo seguiremos jugando a la iglesia.
Dijiste que solías ir a la iglesia, después de haberse pasado despiertos discutiendo la mitad de la noche del sábado, y el domingo por la mañana todo aparentaba estar bien. Todos, a veces, vamos a la iglesia y nos ponemos la medalla de «buen cristiano». Creo que el poder de Dios comenzó a obrar en tu vida cuando estuviste dispuesta a derribar el techo y las paredes.
No es que debas salir y comenzar a decirles a todas las personas, «odio a mi esposo». El objetivo no era avergonzar a tu esposo. El objetivo era descubrir «cómo puede ser restaurada esta relación». Dios en Su sabiduría te dio el valor para decir la verdad a esas mujeres, cuando en lugar de ello podrías haberlas despedido solo con una respuesta cordial; «oh, solo oren que pueda ser una mejor mamá». Pero fuiste honesta. Ese es un gran comienzo para un avivamiento personal.
Denise: Alguien recientemente me dijo que cuando estamos en la iglesia y nos decimos unas a otras lo bien que estamos, eso podría significar que realmente nos sentimos temerosas, inseguras, inestables y emocionales.
Nancy: He escuchado sobre eso. Y hay mucho que decir al respecto.
Denise: En ese punto de mi vida, Nancy, yo estaba lista para dejar que las paredes cayeran, y tan desesperada por la ayuda de Dios. Dios había estado moviendo tanto nuestros corazones en aquellos días, que finalmente llegamos a ser honestos con Él. Yo estaba buscando respuestas. Estaba lista para permitir que alguien interviniera en mi vida. Y supe en ese instante que podía confiar en estas mujeres.
Creo que ese es otro elemento importante en la consejería. Sabía que podía confiar en ellas, que no irían a divulgar nuestros problemas matrimoniales por toda la iglesia, que lo que les compartí en esa reunión de oración quedaba como en una caja fuerte, y que iban a llevarme junto con mis problemas a la Palabra de Dios. Ellas iban a comenzar a invertir en nosotros con oración, discipulado y con la Palabra, eso era lo que necesitábamos para ser sanados.
Dios comenzó a obrar a través de ellas. Me enseñaron a orar, comenzaron a enseñarme a tomar la Palabra de Dios y leerla delante de Él. Ellas insistían diciendo, «Denise, Dios contestará tus oraciones cuando estas se alineen con Su Palabra. Por supuesto que Él va a contestar oraciones que vienen de Su Palabra».
Conforme comencé a orar, y prácticamente a tomar Su Palabra y vivirla, Dios comenzó a enseñarme tres regalos que necesitaba darle a mi esposo.
Nancy: Y cuando comenzaste a darle a tu esposo esos tres regalos, se llevó a cabo la transformación en tu matrimonio. Sé que nuestras oyentes quieren saber cuáles fueron esos regalos. Comienza con el número uno.
Denise: Bueno. El primero vino de Efesios 5. Eso fue un milagro. Todavía no había arrancado esa página de mi Biblia. Efesios 5:22: Claramente dice, «las mujeres estén sometidas a sus propios maridos como al Señor».
Así de simple, no tiene nada de ciencia. Y Nancy, había estado en la iglesia toda mi vida, pero nunca se me había revelado lo que esto debía significar en mi vida. «Oh, realmente debo dejar que mi esposo tome el liderazgo y seguirlo».
Mi personalidad es tan fuerte como el ajo. Quiero decir que soy líder por naturaleza. Dios me hizo de esa manera para dirigir el ministerio para mujeres. En mi ministerio existe la necesidad de que esas mujeres sean guiadas, pero no debo guiar a mi esposo.
Estaba tomando este rasgo de liderazgo que había en mí, y lo había aplicado a mi hogar.
Nancy: ¿Cómo era eso, cómo se veía?
Denise: Todo el tiempo le decía a David qué hacer, tomaba decisiones, especialmente, me adelantaba a tomar decisiones sin consultarlo con él, y luego le pedía que participara de esas decisiones y que se emocionara tanto como yo. Todo, desde la manera de gastar el dinero, la escuela de los niños, hasta a donde ir en nuestras vacaciones –todo tipo de decisiones. Soy rápida para tomar decisiones. Soy decidida. Establezco mi rumbo y sé a dónde quiero llegar. Puedo tomar decisiones rápidamente.
Nancy: Puedo identificarme coneso.
Denise: Estoy casada con un geofísico –lo que sea que eso signifique. Él es científico, analiza información y toma decisiones cuidadosamente. Al pasar por encima de mi esposo en la toma de decisiones, no le estaba permitiendo ser líder y cabeza del hogar.
Lo que Dios me enseñó con este primer regalo era que yo debía darle el regalo de ser la cabeza del hogar, dejarlo ser el líder y realmente sujetarme a él, seguirlo, ponerme bajo su autoridad. Para mí, personalmente, eso significaba esperar a un hombre que se tardaba dos semanas para tomar una decisión que yo podía tomar en diez minutos, y dejarlo procesar todo minuciosamente.
David toma decisiones fabulosas. Es un hombre lleno de sabiduría. Pero se toma su tiempo, y lo hace bien. A lo largo de estas décadas de matrimonio –a las personas les digo que después del séptimo año los demás han sido buenos– aprender a permitir que mi esposo tome el liderazgo, no significa que me ha puesto en esclavitud, sino que esto es lo que me ha dado libertad.
Nancy: ¿Era un regalo que él deseaba? ¿A él le molestaba que tomaras el liderazgo, o no tenía problema de dejar todo en tus manos?
Denise: Esa es una excelente pregunta, porque me casé con un hombre que tenía un padre con una personalidad muy fuerte, y para mantenerse fuera del camino del papá, había aprendido patrones de conducta pasiva. Amaba a su papá, pero por su personalidad tan fuerte había que mantenerse fuera de su camino.
En nuestro matrimonio, él estaba encantado de dejar que yo tomara las decisiones. «Adelante». Pero en cuanto yo tomaba una decisión llegaba y me criticaba. Fue Dios quien realmente hizo de él un líder del hogar. Ese era el rol dado por Dios. Pero mientras continuara siendo pasivo, y yo continuara siendo agresiva, estábamos atrapados. Yo era dominante, y él era crítico. Simplemente estábamos destruyendo nuestro matrimonio desde adentro.
Cuando le cedo a mi esposo la posición de liderazgo...y yo lo hice simplemente haciéndole preguntas, en lugar de decirle qué hacer, «amor, ¿a qué colegio deberían ir los niños? ¿Cuánto crees que debemos gastar en muebles? ¿A qué iglesia crees que debemos asistir? ¿Debo participar en el ministerio de enseñanza bíblica, o no? ¿Crees que debería ir a esa conferencia de mujeres, o no?»
Nancy: Suena como si de pronto le dejaras caer todas las decisiones encima, y ya no invirtieras en el matrimonio, ni aportaras ideas. ¿Era eso lo que estabas diciendo?
Denise: Por supuesto que no. Siempre le daba mi opinión. Soy de opinión fuerte. Él comenzó a enseñarme cómo tomar tiempo para decidir. Pero cuando yo venía y le decía, «bueno, mi amor, realmente quiero hacer esto en la iglesia» o «realmente quiero que los niños hagan esto, por esta razón». «He investigado, y es por esto». Cuando comencé a aprender a dejar las decisiones en sus manos, dar un paso atrás, y mantener mi boca bien cerrada –lo cual era extraordinario– eso permitió que mi esposo tomara la posición de liderazgo.
Creo que hay muchas mujeres escuchándonos ahora mismo, que dicen, «soy la cabeza espiritual de mi hogar porque mi esposo no toma el liderazgo en esa área». Así que yo les hago las siguientes preguntas:
- ¿Le estás permitiendo a tu esposo que tome la posición de liderazgo?
- ¿Puedes decirle con tranquilidad lo que piensas, darle el beneficio de tu propia sabiduría y tus propias opiniones? Él necesita eso como parte de su proceso para tomar decisiones.
- ¿Puedes dar un paso atrás y permitirle tomar el lugar y orar por él para que sea el líder espiritual?
Nancy: ¿Alguna vez tu esposo tomó decisiones que pensaste que eran equivocadas?
Denise: Absolutamente. Por supuesto. Está hecho de polvo –el Señor hizo al hombre del polvo de la tierra, así que algunas veces actúan así. Por supuesto que no es perfecto. Hay todo tipo de decisiones –compras que hicimos o vacaciones que tomamos que no fueron lo mejor– todo tipo de decisiones que no han sido perfectas.
Nancy: ¿Llegaste tú a criticarlo o a hacer que se sintiera mal respecto a esas decisiones?
Denise: No recuerdo haber sentido la necesidad de acabarlo o destrozarlo. Estoy segura de que algunas veces sentí la tentación de hacerlo. Pero nada me viene a la mente. Cuando estas mujeres comenzaron a discipularme, comencé a emocionarme con la Palabra de Dios. Me levantaba por las mañanas para tener mi tiempo con el Señor. Leía y estudiaba Su Palabra. Me «bebía» mi tiempo de oración y de alabanza.
David simplemente jugaba basquetbol y tenis, y hacía su aparición el domingo sacudiendo el polvo a su Biblia; él no era un líder espiritual en casa. Su testimonio es que cuando yo comencé a sujetarme a él, fue como si literalmente le hubiera pegado una nota de post-it a nuestro teléfono que decía: «Primero pregúntale a David», porque muchas personas me pedían hacer cosas.
Cuando le permití liderar y tomar las decisiones, David se sintió impulsado a orar y a ir a la Palabra. Él dice que comenzó a tener su tiempo de devoción porque pensó, «no tengo la suficiente sabiduría para tomar estas decisiones. No sé lo que estoy haciendo. No me hagan tomar estas decisiones».
Yo le dije, «amor, tú eres el líder espiritual en casa. Estoy contigo. Yo te sigo. Lo que decidas, estoy contigo y detrás de ti. Voy a apoyarte en eso. Pero eres tú quien va a estar delante de Dios dando cuenta de las decisiones hechas para con esta familia. Yo te respaldo».
Nancy: Sintió la presión de buscar la sabiduría de Dios.
Denise: Así fue. David se tomaba 5 minutos para tener su tiempo devocional leyendo algunos salmos y diciendo una corta oración –ese tiempo ha incrementado a cuarenta y cinco minutos, o una hora antes de comenzar el día. Él va delante de Dios, de rodillas, y ora por nuestra familia. David es un intercesor para nuestra familia.
Al principio de aquellos días, Nancy, nunca hubiera creído que David Glenn sería un gigante y líder espiritual para mí y nuestra familia. Dios hizo ese milagro, pero eso no sucedió de la noche a la mañana. Tomó tres años de avanzar dos pasos y regresar diez. Toma tiempo cambiar el daño causado el uno al otro durante años.
Nancy: Se requiere de paciencia para saber que esto no va a suceder de la noche a la mañana. Realmente, durante ese tiempo, y siempre a lo largo del matrimonio, tu confianza debe estar en el Señor, en que Él va a obrar en el corazón de tu esposo y hará los cambios que tú no puedes hacer.
Denise: Absolutamente. Al principio de nuestro proceso de aprendizaje, de que David tomara el liderazgo y que yo decidiera callar en ocasiones, me sentía muy frustrada conmigo misma. En verdad me juzgaba duramente cuando estallaba y se me escapaban faltas de respeto hacia él. Me iba a casa y casi me castigaba a mí misma. Ahora que conozco la Palabra de Dios, me veo a la luz de ella y la aplico a mi vida.
Dios verdaderamente me enseñó a ser paciente conmigo misma y con ambos mientras crecíamos en este proceso. A no tener aspiraciones tipo Cenicienta respecto a nuestro matrimonio. Sabes, como un «abracadabra, todo va a estar bien». Teníamos que hacer cambios sustanciales y hacer que esto funcionara. Hubo veces en que David no lo hacía bien y veces en que yo no lo hacía bien. Pero hubo un cambio en la perspectiva, y comenzamos a movernos el uno hacia el otro, en lugar de alejarnos. Había paredes entre nosotros que debían caer.
Incluso tenía que construir la confianza de David hacia mí, que confiara en que no pasaría sobre su autoridad, en que no gastaría dinero que no debía gastar. Tuvimos que construir un nivel de confianza entre los dos. Yo tuve que confiarle mi corazón. Había construido paredes alrededor de mi corazón que decían, «tú no vas a volver a herirme». Tuve que derribar esas paredes y confiar en que él me guiaría. Para mí, ese fue un paso de fe enorme, porque, ¿y si me dirige hacia la dirección equivocada?
Una de las cosas que más me atemorizaba, era dejarlo dirigir mi ministerio. Para mí era como, «Dios me ha llamado a mí». Estaba aprendiendo todas estas cosas de parte del Señor y de otras mujeres, y quería compartir con otras mujeres mi don espiritual de enseñanza y al mismo tiempo permitirle a David tomar el liderazgo de mi ministerio y que él me dijera, «sí, puedes ir a enseñar ahí» o «no, no puedes ir a hablar ahí» o «ahora tómate tiempo para ti» o «sé que Dios quiere que escribas. No más conferencias por un tiempo. Quédate en casa, en paz, y escribe».
¡Fue un gran paso de fe! Pero las bendiciones que Dios ha traído a nuestra relación personal –Nancy, estamos enamorados. Estamos como locos. Ridículamente enamorados. Todavía nos vamos de día de campo y andamos en bicicleta juntos. Somos abuelos, y estamos enamorados como si fuéramos jóvenes. En mi séptimo aniversario nunca pensé que eso sería posible, ni en mi octavo, ni en el noveno. Nunca lo creí posible. Pero para nuestro décimo aniversario ya estábamos enamorados. Y estamos en nuestro aniversario número cuarenta y pico y sigue mejorando.
Nancy: Gloria a Dios por eso. Qué historia de la gracia redentora de Dios. Sabes, Denise, al escucharte pienso que frecuentemente es el temor el que nos impide rendirnos a Dios en cualquier área de Su verdad. Puedo imaginarme a algunas oyentes que están donde estuviste, en los primeros cinco, seis, siete, ocho años de matrimonio, temerosas de perder el control, temerosas de que alguien se aproveche de ellas, temerosas de que su corazón sea lastimado en el matrimonio.
¿Podrías animar a esas mujeres que están batallando con el temor —que hasta cierto punto existe en el corazón de toda mujer?
Denise: Yo tenía temor. Lo que quisiera hablar al corazón de las mujeres que hoy nos escuchan, es que cuando pones tu fe y tu confianza en el amor del Señor Jesús –ahí es donde deben estar tu fe y confianza– tu fe y tu confianza quedan depositadas en el Señor Jesús. Pon tu corazón en el Señor. Luego pídele que te llene con Su vida, conforme sirves a tu esposo. Eso es lo que realmente es vivir conectada a la vid viviente que es Jesús. Jesucristo dice: «Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer» (Juan 15:5).
Tuve que aprender a soltar y dejar que Dios me llenara con Su vida y Su amor por mi esposo; y confiar en el Señor y Su obra en mi esposo, y en que a través de él, Él cuidaría de mí. Cuando la Palabra de Dios dice que una esposa debe sujetarse a su esposo, tuve que poner mi fe en Jesús y confiar en la autoridad de la Palabra de Dios, y dejar a Dios obrar en las circunstancias.
De hecho, recuerdo haber hablado con Dios sobre David algunas veces, «Dios, mira… míralo, mira lo que está sucediendo…», solo hablarle a Dios de él. Estoy segura de que también David le hablaba a Dios de mí. Dios comenzó a cambiar el corazón de mi esposo y a cambiar el mío, y a transformarme en una mujer más sumisa. Aún estoy aprendiendo esto. Pero elijo voluntariamente someterme a la autoridad de la Palabra de Dios, y Dios ha bendecido esto. Lo bendijo, por cuanto nos acercó, nos unió.
Nancy: Bueno, hablamos acerca de uno de los tres regalos. Qué regalo puede darle una esposa a su esposo: Reconocerlo como lo que Dios dice que es, y esto es, la cabeza de la esposa; someter su voluntad a la de él. No significa dejarle a él todas las decisiones, sino estar detrás de él, siguiéndolo y apoyando su liderazgo en el matrimonio y en el hogar.
Creo que Dios les ha hablado a muchas de nuestras oyentes hoy, diciéndoles que ese es el regalo que necesitan darle a su pareja. Si es así, solo dí: «Sí, Señor. Primero rinde tu corazón al Señor, porque ahí es donde comienza la verdadera sumisión. Luego di, «Señor, por Tu gracia le daré a mi esposo el regalo de una sumisión reverente, para Tu gloria». Y luego mira a Dios trabajar de maneras maravillosas en tu matrimonio.
Annamarie: Has estado escuchando la continuación de una conversación entre Nancy DeMoss Wolgemuth y Denise Glenn. Creo que muy a menudo perdemos de vista las grandes bendiciones de la instrucción de la Palabra de Dios, en particular cuando la vemos a través de nuestros propios ojos y perspectiva y no con los ojos del Espíritu.
Espero que hoy hayas sido animada a abrazar el diseño de Dios para el matrimonio con la confianza de que no hay mejor diseño que este. Para profundizar en este tema visítanos en nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com.
En nuestro próximo programa, Denise nos ayudará a responder una pregunta muy importante: ¿Es la intimidad física en el matrimonio más importante de lo que realmente reconozco? Escucha la respuesta, el lunes aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Buscando a Dios juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
La lectura para hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es Marcos capítulos 10 y 11.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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