Trabaja en el poder del Espíritu Santo, día 1
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth dice que nuestra propia fuerza y nuestros propios talentos no son suficientes.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Creo que al día de hoy tenemos en nuestras iglesias hombres y mujeres ministrando en una gran variedad de formas, haciendo lo que Dios les ha mandado, llamados y apartados por Dios para servirle, pero haciéndolo sin un sentido, sin la consciencia de la unción del Espíritu Santo. Y con esto solo obtenemos palabras, tareas, deberes, pero no obtenemos el poder del Espíritu de Dios.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 8 de agosto de 2024.
¿Cuáles son las cosas más importantes en tu lista de cosas por hacer hoy? Es fácil empezar el día y tratar de hacer en nuestras propias fuerzas todas las cosas que tenemos pendientes; pero Nancy nos recuerda la importancia de hacerlo todo en …
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth dice que nuestra propia fuerza y nuestros propios talentos no son suficientes.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Creo que al día de hoy tenemos en nuestras iglesias hombres y mujeres ministrando en una gran variedad de formas, haciendo lo que Dios les ha mandado, llamados y apartados por Dios para servirle, pero haciéndolo sin un sentido, sin la consciencia de la unción del Espíritu Santo. Y con esto solo obtenemos palabras, tareas, deberes, pero no obtenemos el poder del Espíritu de Dios.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 8 de agosto de 2024.
¿Cuáles son las cosas más importantes en tu lista de cosas por hacer hoy? Es fácil empezar el día y tratar de hacer en nuestras propias fuerzas todas las cosas que tenemos pendientes; pero Nancy nos recuerda la importancia de hacerlo todo en el poder del Espíritu Santo.
El mensaje que estás por escuchar, Nancy lo impartió hace algunos años en la conferencia Revive’15. Nancy se dirigió a un grupo de mujeres líderes de ministerios de damas, pero todas nosotras estamos llamadas a una misión y todas somos líderes para alguien. Así que todas necesitamos escuchar lo que Nancy tiene que decir. Escuchemos.
Nancy: Ustedes me han escuchado decir anteriormente acerca de algo por lo que he orado durante mucho tiempo, durante varios años: que el Señor nunca me deje llegar a un punto en el que lo que hago en el ministerio sea fácil para mí. Y Él ha sido muy fiel contestando esta oración, ya que no importa por cuánto tiempo o cuántas veces haya enseñado, siempre vengo con un sentido de reverencia, de responsabilidad y con un peso de necesidad y de gran dependencia del Señor.
Y pienso que no hay palabras más tiernas y dulces que podemos decirle a Dios, quizás decirle que lo amamos es ciertamente dulce y decirle que lo alabamos, pero también decirle, «te necesito». Porque, ¿qué hace Dios por las personas necesitadas? ¿Qué hace Dios por el humilde, por aquellos que saben que no tienen lo que se requiere? Dios da en abundancia, ¿qué? Él da de Su gracia a los humildes.
¿Y qué es la gracia de Dios? Es el deseo y el poder de hacer lo que Dios nos ha llamado a hacer. Así que mientras yo piense: yo puedo hacer esto…tengo la sensación, a veces, de que Dios está sentado en el cielo diciendo: «¿Crees que puedes hacerlo? Adelante, inténtalo». De hecho, no es tan solo que Dios nos deja tranquilas y nos deja hacerlo solas, es que cuando nos convertimos en autosuficientes y orgullosas, o pensamos que podemos manejarlo por nosotras mismas… ¿Qué nos dice la Palabra de Dios que Él hace con las personas orgullosas? Las resiste. Esta palabra significa que Él se prepara para la batalla en contra de estas personas.
No sé en tu caso, pero yo no quiero hacer lo que Dios me ha llamado a hacer teniéndolo a Él en mi contra. Él es más grande que yo. Pero Él da gracia a los humildes.
Así que no permitas que el hecho de sentirte inadecuada y necesitada te impida hacer aquello para lo que Dios te ha apartado. Pero hazlo con un espíritu de humildad y siempre con un sentido constante y consciente de que «Señor, no puedo hacer esto sin Tí. Cada día, cada hora, cada momento te necesito, todos los días, para cada labor».
No puedo decirte cuántas veces he realizado tareas ministeriales, pequeñas o grandes, en la plataforma o fuera de ella, y he pensado: No puedo hacerlo. No puedo hacer esto Señor, necesito tu gracia, necesito tu poder, necesito tu fuerza, necesito tu Espíritu Santo.
Y es como si Él dijera: «Eso es lo que esperaba que pidieras». Entonces Él viene en mi ayuda, viene, me llena, me unge, y me capacita. ¿Y quién se lleva la gloria? No podemos tomarla, porque sabemos: «Yo no hice esto. No podía llevar a cabo esto yo sola. No soy lo suficientemente inteligente. No soy lo suficientemente dotada. No estoy lista. Dios lo hizo».
En reverencia quedamos asombradas y le damos la gloria a Él, y eso es lo que Él y solo Él, merece. El apóstol Pablo le dijo a los creyentes en Tesalónica: «Nuestro evangelio no vino a vosotros solamente en palabras, sino también en poder y en el Espíritu Santo y con plena convicción» (1 Tes. 1:5). Es cierto que hay muchos otros versículos en la Escritura, pero cuando leo un versículo como este, se produce en mí un profundo anhelo.
Pablo dice: «Predicamos el evangelio. El evangelio es poderoso. Les predicamos el evangelio, no solo en palabras. No son solamente palabras». Alguna vez has escuchado profesores de los que piensas: Esto son solo palabras. Es un buen material, es verdadero, el tema es poderoso, pero lo que está sucediendo en el salón de clases y en los oyentes, son solo palabras. Entran por un oído y salen por el otro. No están teniendo un impacto, no están marcando una diferencia.
Pueden existir múltiples razones para esto. Algunas veces el problema está en la condición del oyente, otras veces está en la condición del orador. Pero Pablo nos dice que existe otra forma. «Nuestro evangelio les vino no solo en palabras». Sí, vino en palabras, usaron palabras para comunicarlo, pero él dice que también vino en «poder y en el Espíritu Santo y con gran convicción».
He estado pensando mucho acerca de la diferencia entre el ministerio que es solo de palabras y el ministerio que es en el poder del Espíritu Santo y con plena convicción. Y puede ser un ministerio de grandes audiencias, plataformas o simplemente uno en el hogar con tus hijos, o discipulando una a una o aconsejando a otras, o de cualquier forma en la que Dios te haya llamado a comunicar la verdad a otras. Pienso que esta diferencia es fundamental en nuestros días y siempre lo ha sido.
Quisiera usar un término que no escuchas regularmente en nuestro mundo evangélico hoy día, y algunas de las formas en que lo hemos escuchado en algunos círculos, no ha sido en el sentido bíblico. Es la palabra «ungido». La unción del Espíritu Santo.
Quiero hablar de la unción divina. Quisiera que tomáramos un tiempo para considerar qué es esto, qué significa, por qué es importante, cómo se ve y cómo podemos obtenerla.
Cuando pensamos acerca de la unción en las Escrituras, vemos que se utiliza de diferentes maneras. Algunas veces se usa como una marca de hospitalidad, cuando el anfitrión unge a sus invitados. Puedes leer esto en Lucas 7 y en el Salmo 23: «Él unge mi cabeza con aceite», ya que Dios es el supremo anfitrión que unge nuestras cabezas.
Pero, en cualquier lugar en que se hace unge a una persona, puedes ver el símbolo del aceite, la unción con aceite. Puedes leerlo en distintas ocasiones en la Escritura. Ese aceite es un símbolo del Espíritu Santo. Y vemos en toda la Escritura que la unción con aceite impartía algo que la persona no tenía antes de ser ungida.
La unción con aceite impartía un don, un regalo, una capacitación, un poder del Espíritu de Dios. Así que esa persona, una vez ungida, se convertía en algo que no era antes. Se convertía en alguien diferente. Había un poder, un medio, una convicción. Es el Espíritu Santo que venía a morar, a llenar y a usar a esa persona de una forma en que no lo había hecho anteriormente.
Bueno, tendríamos que contar con mucho más tiempo del que tenemos hoy para profundizar en todas las distinciones teológicas de este tema, todas las precisiones del Antiguo Testamento, del Nuevo Testamento y de cómo el Espíritu Santo trabajaba en ese tiempo y al día de hoy, algunas similitudes y algunas diferencias. No voy a analizar todo eso, pero quisiera que pensemos acerca de lo que significa de ser ungidas con el Espíritu Santo.
A través de las Escrituras, la unción del aceite significaba consagración, preparación para el servicio. Es una capacidad, un poder para servir al Señor y hacer aquello para lo que has sido llamada y apartada.
Algunas veces en las Escrituras se ungieron con aceite objetos inanimados. Se ungían con aceite cosas en el tabernáculo, cosas en el templo: muebles, instrumentos y herramientas que eran usadas en la adoración. Básicamente, el significado de esto era que este objeto, que antes era ordinario, ahora estaba separado. Estaba consagrado. Estaba separado para el servicio a Dios. Se convertía en único, distinto. Se convertía en algo diferente porque había sido ungido con aceite.
Sin embargo, las personas eran ungidas mucho más frecuentemente que los objetos inanimados. Ungidas para el servicio a Dios. Esta unción con aceite venía a ser una evidencia de que ellos habían sido divinamente llamados y capacitados para el servicio a Dios. Era una evidencia de que habían sido llamados y comisionados por Dios para una tarea.
Esto es algo que no debemos hacer sin el Espíritu Santo de Dios. Así que esta unción con aceite simboliza esa obra interna del Espíritu Santo que viene a una persona y la capacita para hacer algo que de otra manera no hubiera podido hacer.
Esta unción con aceite también confería autoridad y valentía. Y esto era lo que marcaba el ministerio o el servicio como algo apartado por ser distinto. Y creo que hoy día en la iglesia, los hombres y las mujeres ministramos en una gran variedad de formas, haciendo lo que Dios nos ha mandado, llamados y apartados por Dios para servirle, pero haciéndolo sin la consciencia de la unción del Espíritu Santo. Y lo que obtenemos son palabras, tareas, deberes, pero no tenemos el poder del Espíritu de Dios.
¿Por qué vemos miles y miles de iglesias y pastores, preparándose y derramando sus corazones semana tras semana, y personas sentadas como estatuas escuchando, sin evidencia de ninguna transformación, cambio, asombro, poder o cualquier otra cosa?
Mi corazón se entristece por los pastores que hablan semana tras semana a estas personas a quienes parece no afectarles nada, como si no les importara. Escuchamos estas maravillosas y gloriosas verdades pero no hay poder. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué es esto tan común en nuestros ministerios? ¿Por qué sientes esto algunas veces en la crianza de tus hijos? ¿Por qué sientes esto algunas veces sirviendo al Señor como esposa? ¿Sirviendo al Señor como una persona que discipula, o como líder de adoración, o como líder de grupo pequeño? ¿Por qué sientes que a veces son solo palabras?
Quizás es debido a que no hemos identificado la necesidad de la unción del Espíritu Santo de Dios en cualquier cosa que Él nos ha llamado a hacer.
En las Escrituras, en el Antiguo Testamento, la unción se usaba para apartar a las personas para tres oficios distintos: el de profeta, sacerdote y rey. Los sacerdotes y los reyes casi siempre, y los profetas ocasionalmente, eran ungidos con aceite para indicar que ellos habían sido apartados, consagrados para el servicio a Dios. Y esto era lo que hacía distinto su servicio.
Puedes leer acerca de esto a lo largo de todo el Antiguo Testamento, Levítico, Éxodo, Deuteronomio. Es fascinante ir a través de estos libros y ver lo que ocurría cuando estos profetas, sacerdotes y reyes eran ungidos con aceite.
Permíteme darte una ilustración. En 1 Samuel 16, el profeta Samuel fue enviado a ungir a David como rey de Israel. Y luego el versículo 13 nos dice: «Samuel tomó el cuerno de aceite y lo ungió (a David) en medio de sus hermanos».
Él fue apartado. Él era uno de ocho hermanos y fue puesto aparte. El menor, el menos probable, el más ordinario, el menos calificado, de acuerdo a la opinión de la mayoría. Pero Dios dijo: «Él es el escogido, y lo demostró. Esta fue la evidencia: lo ungió con aceite». Eso lo hizo Samuel.
Y luego dice: «Y el Espíritu del Señor vino poderosamente sobre David desde aquel día en adelante» (v.13).
Leo versículos como estos y pienso: Oh Señor, yo no soy una reina. Yo no soy una sacerdotisa en el sentido del Antiguo Testamento, ni soy profeta en el sentido del Antiguo Testamento. Pero soy tu sierva, y cuánto me encantaría que tu Santo Espíritu, no solo more en mí (como mora en todo creyente), sino que también me llene y venga con poder sobre mí y me use en formas que yo nunca pudiera lograr, si no fuera por esa unción divina.
Así que estos profetas, reyes y sacerdotes fueron apartados para el servicio de Dios siendo ungidos con aceite. Y se les llamó los ungidos del Señor. El término hebreo es mashiach. Mashiach, ellos eran los ungidos.
Recuerda en 1 Samuel cuando David rehusó tomar la vida del rey Saúl porque él dijo: «¿Él es el qué de Dios?» «Él es el ungido del Señor». Porque Samuel también había ungido al rey Saúl con aceite. Ahora, él no había hecho un buen trabajo viviendo a la altura de su llamado, pero David dijo: «Él es el mashiach del Señor, el ungido».
Ser ungidos simbolizaba ser escogidos y comisionados por Dios para un oficio o una tarea y entonces ser llenados por Su Espíritu para poder llevar a cabo ese llamado.
La palabra mashiach, en la lengua hebrea, se traduce en español, ¿cómo? Como mesías. Tú conoces esa palabra. Un teólogo ha dicho que esta es una de las palabras más importantes del Antiguo Testamento.
Otro ha dicho que es la palabra más grandiosa del vocabulario hebreo, expresa el concepto central de la teología judía. ¿Por qué? ¿Qué es tan importante de esta palabra mashiach, el ungido, el mesías? Bueno, a lo largo del Antiguo Testamento, Dios prometió que un día vendría un líder, en el futuro, uno enviado por Dios, uno ungido con Su Espíritu, el profeta, sacerdote y rey por excelencia, quien habría de liberar al pueblo de Dios, establecer Su reino, y gobernar el mundo. El Mesías.
Y los profetas, los sacerdotes, los reyes y el pueblo esperaban en el borde de sus asientos…hasta que se cansaron de esperar al Mesías.
Y entonces vas al Nuevo Testamento. La contraparte griega de la palabra hebrea mashiach, el ungido, es la palabra Christos: Jesucristo.
Ahora, Cristo no es el apellido de Jesús. Es un título. ¿Qué significa? Jesús el Mesías - Mashiach, el Ungido.
Todos aquellos ungidos del Antiguo Testamento simplemente estaban apuntando al ungido de Dios por excelencia, Jesús, quien desempeña a la perfección estos tres oficios: profeta, sacerdote y rey.
Y de esta manera, leemos la profecía en Isaías 61, y luego su cumplimiento en el Nuevo Testamento: «El Espíritu del Señor Dios está sobre mí, porque me ha ungido (Mashiach, Mesías, el Ungido de Dios) el Señor para traer buenas nuevas a los afligidos…» (v. 1).
Entonces pensamos en Jesús, Él es Dios, así que decimos: «Claro que Él puede ministrar con la plenitud del Espíritu Santo, ¡Él es Dios!» Pero Él vino en forma de hombre, reconociendo Su necesidad como hombre de ser mashiach, ungido con el poder del Espíritu Santo para así proclamar las buenas nuevas a los pobres.
Él era aquel hacia quien apuntaban todos los oficios del Antiguo Testamento. Esto es asombroso, pero no es todo. Mira lo que pienso que es igualmente asombroso: como creyentes del Nuevo Testamento, el Padre nos ha otorgado el don del Espíritu. El mismo Padre que lo dio a Jesús, que lo ungió con el don y el poder del Espíritu Santo, nos ha dado Su Espíritu para que esté en nosotras, para llenarnos, ungirnos y darnos el poder para servir. Servimos como ungidas de Dios, llenas del Espíritu de Jesucristo.
«Recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me seréis testigos...» (Hech. 1:8). Existe esta conexión entre el Espíritu Santo y el poder, capacitándonos para hacer esas labores que no podemos hacer apartadas de Él.
2 Corintios 1: «Ahora bien, el que nos confirma con vosotros en Cristo y el que nos ungió, es Dios, quien también nos selló y nos dio el Espíritu en nuestro corazón como garantía» (vv. 21-22).
Leemos en 1 Juan 2, y solo les estoy dando unos pocos ejemplos, una muestra de algunos pasajes de la Escritura acerca de esa unción, y esta es simplemente la introducción. En 1 Juan 2, el apóstol Juan, dirigiéndose a los hijos de Dios, no a una clase especial de personas, les dice: «Hijitos (hijos de Dios) ustedes han sido ungidos por el Santo. La unción que recibieron de Él mora en ustedes» Y habla de cómo esa unción guarda del error, guía a la verdad y entonces capacita para el servicio.
Martyn Lloyd-Jones, un predicador de la generación pasada, entendió esto. Él creía en la unción divina, la unción, como muchas veces es llamada, por el Espíritu Santo. Él habló acerca de la penetración y el dominio del Espíritu de Dios en la personalidad. Él habló de la predicación y de la enseñanza como la teología que procede de un hombre que arde en llamas. La unción divina. El poder que viene con el Espíritu Santo.
De hecho, rara vez hago esto cuando estoy enseñando, pero hay un libro…no sé si todavía está en circulación, pero me encanta. Realmente me ha impactado. Es de E. M. Bounds, titulado en inglés Powerful and Prayerful Pulpits (Púlpitos llenos de poder y oración). Quiero simplemente leer una pequeña porción de ese libro. Es un lenguaje antiguo, así que lo que deseo es leerlo poniendo el énfasis de tal forma que sea más entendible.
Ahora, él está hablando de la predicación en los púlpitos, pero creo que cada siervo del Señor, dondequiera que esté enseñando, dondequiera que esté sirviendo, de cualquier forma en que esté ministrando, desde cualquier posición, necesita la unción divina del Espíritu Santo para desempeñar esa tarea. Así que cuando veas la palabra predicación, cuando cite la palabra predicación, puedes sustituirla por enseñanza, consejería, o discipulado, y creo que podrían aplicarse las mismas cosas.
Él dice:
«El poder de la predicación o la enseñanza, radica en la unción divina del hombre. Esta es su consagración y cualificación. A pesar de que pueda tener el lenguaje y la sabiduría de hombres y ángeles, el poder radica en la continua unción del Espíritu. Los labios que no brillan encendidos por esta llama divina son impotentes para hablar de Dios.
En el sistema cristiano, el Espíritu Santo consagra por medio de Su unción, y aparta y califica para la obra de Dios. Esta unción es la capacitación divina por medio de la cual el predicador o maestro logra el propósito particular y salvífico de la predicación. Sin esa unción, no se obtienen verdaderos resultados espirituales. Sin esa unción del predicador, el evangelio no tiene más poder para propagarse a sí mismo que cualquier otro sistema de verdad».
Como ven, el designio de Dios es comunicar Su verdad, Su poderoso evangelio a través de instrumentos humanos, débiles, pecadores y defectuosos. ¿Y cómo hace esto? Nosotros somos vasijas agrietadas, como el apóstol Pablo dice: vasijas rotas. Él lo hace por el poder de Su Espíritu Santo que viene, nos llena y nos usa.
Bounds sigue diciendo:
«La unción en el predicador pone a Dios en el evangelio. Sin esta unción, Dios está ausente, y el evangelio es dejado a expensas de las débiles e insatisfactorias fuerzas que la habilidad, los intereses o los talentos humanos pueden concebir para imponer y transmitir sus doctrinas».
¿Qué es lo que él está diciendo? Que si no tenemos el poder del Espíritu Santo, dependeremos solo de nuestros talentos naturales y estos no son suficientes, para conseguir el propósito que necesitamos alcanzar en las vidas de las personas.
Él dice: «La predicación sin unción hace que todo sea difícil, árido, agrio y muerto».
¿Has escuchado enseñanzas así? ¿Has enseñado de esa forma? Yo lo he hecho.
Permíteme continuar leyendo:
«Nada menos que el bautismo del Espíritu Santo califica al predicador, al maestro, al discípulo, al consejero. Él necesita poder. El poder que levanta a los que están muertos espiritualmente. El poder que libera de la esclavitud de Satanás. El poder que libera del dominio del pecado. El poder que trae consigo el resplandor del mediodía a la medianoche del pecado y del infierno. La capacidad de aprendizaje, la elocuencia, la capacidad del cerebro no calificarán para este trabajo».
¿Dices, «amén» conmigo?
«Un púlpito ungido es la más poderosa de las instituciones de Dios, la más tierna y la más firme, la más noble y la más ofensiva, la más tranquila y la más perturbadora, la más atractiva y la más repulsiva, la más amada y la más aborrecida de las cosas sobre la tierra. La única cosa que brinda a Dios el mayor consuelo y ocasiona al demonio el mayor problema, la gran demanda de Dios y la gran necesidad de la iglesia, es un púlpito (una clase de escuela dominical, clases en los hogares, una madre, una mujer) ungido por el poder del Espíritu Santo».
Débora: ¡Amén! Nancy DeMoss Wolgemuth no ha ayudado a ver que todo lo que hacemos necesita ser hecho en el poder del Espíritu Santo. Ella estará de vuelta con nosotras en un momento.
Y por si no lo sabías, Dios tiene un llamado para ti, y para llevarlo a cabo necesitas estar conectada a Él, para hacer Su voluntad. Nancy dio esta enseñanza hace algunos años en la conferencia Revive ’15, dirigiéndose a mujeres líderes de ministerios de damas.
Nancy, ¿por qué este ministerio enfatiza tanto el desarrollar líderes?
Nancy: Creo que desarrollar líderes es una de las cosas más importantes que podemos hacer como ministerio. Esta clase de líderes está en la primera fila de la batalla por el corazón de las mujeres. Pueden acercarse a las necesidades de mujeres reales, más cerca de lo que nosotras podemos por la distancia. Pueden responder preguntas, confrontar, escuchar, alentar y hacer muchas cosas que nosotras simplemente no podemos hacer bien a través de un programa de radio o de un pódcast.
Quiero que escuches este testimonio del avivamiento que Dios está provocando en Cuba, a través de líderes.
Laura González de Chávez: El Señor está haciendo grandes cosas alrededor del mundo porque Él siempre está trabajando, pero nos ha permitido ver un poquito de lo que Él está haciendo en algunos lugares de América Latina. Uno de esos lugares es Cuba. Hemos tenido la oportunidad de ver muy de cerca la obra de Dios allí, y cómo el Señor está usando aún muchos recursos de Aviva Nuestros Corazones en las iglesias.
(Testimonio Yeiner)
Laura González de Chávez: Estamos orando para que Dios nos guíe en formas como podamos bendecir a las hermanas cubanas. Quizás algún día llevar una conferencia allá. No sabemos, estamos orando que Dios nos dirija en todas estas oportunidades.
Nancy: La única forma en que ha sido posible para Aviva Nuestros Corazones levantar líderes que invertirán luego sus vidas en otras mujeres, es gracias a oyentes como tú que creen en el valor del ministerio y desean que continúe.
Si te sientes agradecida cada programa cada día de la semana y quieres que continúe, te animo a que consideres hacer una donación y apoyarnos.
Estamos viviendo días difíciles, días oscuros. Pero conocemos al Dios de esperanza y tenemos un mensaje que vale la pena compartir. Un mensaje que brinda verdadera esperanza. Así que ahora es el tiempo para trabajar juntas llamando a las mujeres a libertad, plenitud y abundancia en Cristo.
Débora: Gracias Nancy.
Hoy aprendimos la importancia de ser llena del Espíritu Santo al hacer aquello que Dios nos ha llamado a hacer. El día de mañana Nancy nos hablará sobre cómo podemos hacer esto posible.
Viviendo en dependencia del Espíritu Santo, juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
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