Tienes un nuevo comienzo
Annamarie Sauter: ¿Es tu fe una fe activa?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Fuiste llamada a ser conformada a la imagen de Cristo igual que todos los demás creyentes. No te está permitido quedarte sentada en el banquillo y ser solo una espectadora. No puedes decir: «Soy cristiana, y voy a la iglesia, o voy a un estudio bíblico, y solo voy a dejarme llevar en la vida cristiana». No, no te está permitido.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Si estás participando de la lectura de la Biblia junto a nosotras este año, la lectura de hoy es Éxodo capítulos 25-28.
Aquí en Aviva Nuestros Corazones te hemos estado animando a leer la Biblia completa junto a nosotras este año, y ¡nunca es tarde para unirte! De hecho, hemos preparado un PDF con las lecturas para cada día, el cual …
Annamarie Sauter: ¿Es tu fe una fe activa?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Fuiste llamada a ser conformada a la imagen de Cristo igual que todos los demás creyentes. No te está permitido quedarte sentada en el banquillo y ser solo una espectadora. No puedes decir: «Soy cristiana, y voy a la iglesia, o voy a un estudio bíblico, y solo voy a dejarme llevar en la vida cristiana». No, no te está permitido.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Si estás participando de la lectura de la Biblia junto a nosotras este año, la lectura de hoy es Éxodo capítulos 25-28.
Aquí en Aviva Nuestros Corazones te hemos estado animando a leer la Biblia completa junto a nosotras este año, y ¡nunca es tarde para unirte! De hecho, hemos preparado un PDF con las lecturas para cada día, el cual puedes descargar a través de nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com.
Y hablando de comienzos, ¿has pensado al inicio de este año 2020, «necesito un nuevo comienzo»? Quizás has perdido el control de algunas áreas de tu vida y quieres retomar buenos hábitos como el de la lectura de la Biblia, o simplemente quieres comenzar hábitos nuevos. Hoy Nancy te trae aliento y un desafío, al dar inicio a la serie titulada, «Añade a tu fe».
Nancy: Mientras pensamos en el nuevo año que tenemos por delante, quiero retarte con un pasaje de las Escrituras y un proceso que Dios ha estado usando en mi propia vida durante este año que pasó.
El año pasado durante esta misma época, me detuve a hacer un inventario de mi vida y a pensar dónde me encontraba espiritualmente. Me di cuenta de que había necesidades reales en mi propio caminar con el Señor. Me encontraba en un lugar donde me estaba sintiendo espiritualmente seca, aletargada y flácida. ¿Saben lo que quiero decir con esto? ¿Alguna vez te has sentido así espiritualmente? Sabemos lo que es sentirse físicamente flácida, totalmente fuera de forma y como si necesitaras una nueva rutina.
Me estaba sintiendo vulnerable espiritualmente en algunas áreas de mi vida, donde sabía que estaba siendo tentada y no estaba teniendo mucho éxito respondiendo a la tentación. Había inconsistencias en mi caminar con el Señor. En su mayoría eran cositas pequeñas que tal vez otras vean en mi vida y digan, bueno pero eso no es la gran cosa.
Pero me preocupaba que hubiera ciertas cosas bajo la superficie, que los demás probablemente no estaban viendo, aunque yo sí. Ya tengo suficiente tiempo caminando con el Señor para saber que si no le haces frente a estas cosas que están bajo la superficie, tarde o temprano van a salir a la luz.
Yo sabía que tenía que tratar con ellas. Había algunas grietas en mi sistema que tenían que ser rellenadas. Y te digo algo: siempre me preocupa, porque tengo la bendición y el privilegio de un ministerio público. Pero me atemoriza cuando llego al lugar donde sé que les estoy enseñando a otras personas, cosas que de algún modo aparentemente no están funcionando en mi propia vida. Cuando veo una brecha en mi propio caminar con el Señor y me escucho diciendo todas estas cosas a otras mujeres alrededor del mundo, y sé en el fondo de mi corazón que no estoy practicando lo que predico, eso me preocupa.
Eso debería preocuparme. Debería preocuparte a ti también con respecto a mí y con respecto a tu propia vida. Quiero ser una mujer con una fe genuina, una mujer auténtica. De modo que tenía todos estos pensamientos rondándome el corazón. Me estaba sintiendo un poco frustrada y un poco como que no sabía por dónde comenzar y qué hacer al respecto. Me estaba sintiendo espiritualmente necesitada y a la vez exhausta.
Bueno, para ese mismo tiempo mi pastor empezó una nueva serie para el año nuevo en la segunda carta de Pedro; 2 Pedro capítulo 1. En Su providencia, el Señor sabía que este pasaje y esta serie eran justo para mí. Ahí era donde yo tenía que estar.
A partir de entonces, memoricé 2 Pedro capítulo 1. He estado meditando en ese pasaje una y otra vez, palabra por palabra, frase por frase, durante meses. He estado viviendo en ese pasaje, sumergida en él, saturada en él, solo dejando que se injerte en mi corazón. Ha hecho una enorme diferencia en mi caminar con el Señor.
Nos enfocaremos principalmente en los primeros doce versículos, aunque les daré algunos vistazos de cómo encajan en toda la segunda carta de Pedro. Hoy, para empezar esta serie, solo quiero darte un vistazo de los primeros doce versículos de 2 Pedro. Quiero darte una idea de hacia dónde nos dirigimos y algunas de las cosas que encontré en este pasaje que fueron de motivación y de ayuda en mi caminar con el Señor. Espero que también sean de ayuda para tu caminar con el Señor ahora que estamos comenzando un nuevo año.
Encontré dos cosas importantes en este pasaje. La primera fue aliento, y el Señor sabía que yo necesitaba aliento en ese momento, en esta estación de mi vida. Porque en este pasaje en los versículos 3 y 4, vemos que Dios ha provisto recursos increíbles para cada hijo de Dios, para cada creyente.
La frase clave en estos dos versículos es la frase: «Nos ha concedido». Hay algunas cosas que Dios nos ha concedido, algunas cosas que Él nos ha dado. Vamos a leer los versículos 3 y 4 de 2 Pedro capítulo 1.
«Pues su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de aquél que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha concedido sus preciosas y maravillosas promesas, a fin de que por ellas lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia».
Esta es una imagen de lo que Dios ha hecho por nosotras y de lo que Dios nos ha dado. Ese es el punto de partida de todo nuevo comienzo en tu vida cristiana.
No es lo que tú puedes hacer para Dios, sino lo que Dios ha hecho por ti.
No se trata de lo que tú le puedas dar a Dios. Es lo que Dios te ha dado a ti.
En mi condición de agotamiento espiritual, encontré que era un gran aliento saber lo que Dios me ha dado y lo que Dios ha hecho por mí. Pero el pasaje no se queda ahí. No solo nos da aliento, también nos da una exhortación, que es algo que todas necesitamos. Habla no solo de los recursos que Dios nos ha provisto. Esto es un gran aliento; pero también nos exhorta sobre nuestra propia responsabilidad en la vida cristiana.
Y tú quizás pienses: «Wao, pero pensé que todo dependía de Dios. Mira todo lo que Dios ha hecho por nosotras». Bueno, ciertamente Dios ha hecho todo eso por nosotras, pero Él continúa diciendo: «Por lo tanto, hay algunas cosas que ustedes tienen que hacer». Ustedes tienen parte de la responsabilidad en esta vida cristiana. Esa es nuestra parte. Los primeros dos versículos que leímos, los versículos 3 y 4, esa es la parte de Dios.
Pero en los versículos del 5 al 7, está la parte que nos toca a nosotras. La frase clave en esta porción es «sé diligente». Dependiendo de la traducción que estés usando, algunas de las traducciones, como la mía, dirían, «esfuércense». Sé diligente. Esfuérzate. Te darás cuenta de que este tema está presente en toda la segunda carta de Pedro, diligencia.
Bueno, esa es una palabra que a mí no me gusta. Significa penuria, disciplina, lucha, esfuerzo. Y si me permiten decirlo, la vida cristiana tiene algo de todo eso, ¿no es así? Es necesario en cualquier área de la vida en que quieras tener éxito.
El año pasado me las ingenié para engordar unas diez libras en poco tiempo. No me tomó nada de esfuerzo. Fue bien rápido y fue bien fácil. La razón de esto fue que no fui diligente en las áreas físicas de mi vida. Ahora estoy trabajando para rebajar esas libras y aquellas de ustedes que pasan de los 40 saben que hay que ser diligente. Es difícil. Es mucho más difícil rebajar que engordar. Hace falta diligencia en el área física de nuestra vida para estar en forma físicamente.
Pero para tener una vida espiritualmente en forma, hace falta también diligencia. De modo que después de decirnos todas las cosas que Dios nos ha dado, ahora Pedro nos dice en el versículo 5:
«Por esta razón también (por todas estas cosas que Dios ha hecho por ustedes), obrando con toda diligencia (o «esfuércense» como dicen algunas de sus traducciones) añadiendo a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad, a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor» (vv 5-7).
Pedro no solo nos dice que tenemos esta responsabilidad, también nos da razones maravillosas para ser intencionales respecto a nuestro crecimiento espiritual. En este pasaje nos habla sobre algunos de los beneficios que obtendremos si somos intencionales y algunas de las consecuencias si no lo somos.
«Pues estas virtudes, al estar en vosotros y al abundar, no os dejarán ociosos ni estériles en el verdadero conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Porque el que carece de estas virtudes es ciego o corto de vista, habiendo olvidado la purificación de sus pecados pasados. Así que, hermanos, sed tanto más diligentes (ahí está esa palabra otra vez) para hacer firme vuestro llamado y elección de parte de Dios; porque mientras hagáis estas cosas nunca tropezaréis; (qué promesa tan increíble; la vemos de nuevo más adelante en esta serie) pues de esta manera os será concedida ampliamente la entrada al reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo…», dice 2 Pedro capítulo 1, los versículos 8-11.
Y Pedro continúa diciendo en los versículos del 12 al 15, que el Señor le ha mostrado que no le quedan muchos días más en la tierra en este cuerpo. Este es un hombre que sabe que va a partir de esta tierra. Es un hombre que caminó con el Señor, que lo conoció personalmente, que estuvo con Él en el monte de la transfiguración, estuvo en la crucifixión, vio a Cristo resucitado, y ahora este hombre le ha estado sirviendo al Señor fielmente por muchos años.
Está a punto de ser martirizado por su fe, y dice: tengo algunas cosas que les quiero decir antes de morir, cosas que no quiero que olviden. Son cosas que yo sé que ustedes ya saben, pero se las voy a recordar tantas veces como sea necesario hasta taladrarlas en sus cabezas y en sus corazones para que nunca las olviden.
Nosotras necesitamos que nos recuerden las cosas una y otra vez. Tenemos que repasar los cimientos porque los olvidamos demasiado rápido. Nos vamos apartando de las cosas que conocemos. La condición espiritual en que me encontraba hace un año fue porque me había deslizado de algunas cosas básicas, de los fundamentos, algunas cosas que yo sabía pero que me había olvidado de ser intencional respecto a esas áreas en particular de mi vida.
Cuando comencé a meditar en este pasaje, 2 Pedro, capítulo 1, Dios empezó a abrir mis ojos a las cosas que ya sabía. Cosas que tenía que recordar. En los últimos meses he hecho algunos cambios en mi vida. He implementando algunos salvaguardas y disciplinas, y Dios ha estado en el proceso de avivar mi corazón, de renovar mi espíritu, y de reedificar mi vida en algunas áreas que son importantes.
Ese primer párrafo de 2 Pedro, capítulo 1, establece el fundamento para la vida cristiana y para el crecimiento espiritual. Es importante darse cuenta de que esta carta fue escrita por el apóstol Pedro. Es una carta que fue escrita a un grupo particular de personas. Ahora, cuando uno recibe una carta, lo primero que uno debe asegurarse es de que esté dirigida a uno. De lo contrario, lo que dice puede no tener mucho sentido o puede no aplicarse para uno.
Si en la correspondencia recibes algo que es una oferta, tienes que asegurarte de que calificas para la oferta. Habrá algunas condiciones. Tienes que ver si reúnes esas condiciones. Si hay instrucciones, querrás estar segura de que se aplican a ti. De modo que después de identificarse al principio de la carta como Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, Pedro empieza la carta aclarando a quién se la está escribiendo.
Entonces Pedro dice que él es un siervo y apóstol de Jesucristo y que está escribiendo, «a los que han recibido una fe como la nuestra, mediante la justicia de nuestro Dios y Salvador, Jesucristo» (v. 2). Ahora, parece muy obvio, pero creo que es importante notar que esta carta, este pasaje, está escrito para creyentes, para aquellos que han obtenido fe en Cristo, aquellos que han recibido fe por la justicia de Jesucristo.
El mensaje que Pedro está a punto de dar no es para los incrédulos. No es para decirle a la gente cómo obtener fe. Está escrito para aquellos que ya han recibido fe, aquellos que han creído en Cristo. Tiene que ver, no con la pregunta de cómo vas a obtener fe, sino con qué haces ahora que eres creyente. Ahora que tienes fe, ¿cómo vives?
En el día de hoy quiero que notemos dos cosas importantes sobre este grupo de personas y sobre esta fe. Primero, vemos en el versículo 1 de esta carta, que esta fe es un regalo. Primero veamos lo que dice el versículo 1, dice que esta fe es un regalo, Pedro dice que él está escribiendo para aquellos que han recibido una fe como la nuestra.
Recibido, esa palabra si vas a su significado original en el griego, tiene que ver con recibir algo mediante el echar suertes, casi como una lotería. Es algo que no hiciste nada para ganar o merecer. En la providencia de Dios y en la soberana misericordia y gracia de Dios, Él te escogió para que tuvieras esta fe.
Es una fe que nos fue asignada, pero no porque tuviéramos alguna virtud o hubiéramos hecho algún esfuerzo para merecerla. No merecíamos esta fe. No merecíamos ser hijas de Dios. ¿Y entonces cómo la recibimos? La recibimos por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo. No por nuestra justicia, sino por la suya. Fuimos escogidas por Dios para creer en Cristo. Tú no tuviste nada que ver con esto.
Las Escrituras dicen que no hay nadie que busque a Dios. Tú no estabas buscando a Dios. Cuando fui salva, a los cuatro años de edad, yo no estaba buscando a Dios. Dios nos estaba buscando a nosotras. Y Dios es quien dice: «Quiero que estés en mi familia». Eso significa que no podemos tomar el mérito de nada que tenga que ver con nuestra salvación. Dios fue quien tomó la iniciativa.
Hace algunos meses me tuvieron que tomar unas muestras de sangre para unos análisis. La enfermera que me tomó la muestra mencionó algo sobre las cosas espirituales, así que la miré y le pregunté si era cristiana. Ella rápidamente me dijo, «estoy tratando». Tan pronto como la escuché decir eso, pensé en este pasaje que había estado memorizando y meditando.
Uno no trata de tener salvación. No es así que como se recibe. Las Escrituras dicen que recibes esta fe, te es dada esta fe por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Somos salvasno por tratar, no por ir a la iglesia, no por ser buenas. ¿Quién podrá ser alguna vez lo suficientemente buena como para ganar el favor de Dios?
Eso es lo que dicen las Escrituras en Romanos capítulo 3, en los versículos 23 y 24:
«Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús».
Y en Tito capítulo 3, los versículos 3-7:
«Porque nosotros también en otro tiempo éramos necios, desobedientes, extraviados, esclavos de deleites y placeres diversos… Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor hacia la humanidad, Él nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia… por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna».
Todo, todo, todo es de Dios. Es la justicia de Cristo. Tú has recibido esta fe por la justicia que es en Cristo Jesús.
Mientras preparaba esta serie, pensaba en cuántos de nuestros mejores himnos y canciones de la fe cristiana tienen que ver con este tema. Lo podemos escuchar en algunos de nuestros himnos más antiguos. Himnos como este:
¿Quién me puede dar perdón? ¿Y un nuevo corazón?,
Solo de Jesús la sangre.
Fue el rescate eficaz, trajo santidad y paz,
Solo de Jesús la sangre.1
Y este… ¿lo recuerdas?
Segura mi esperanza está en la justicia de Jesús
Y mis pecados expiará el sacrificio de Su cruz.
En Sus promesas confiaré en medio de la tentación;
Ya salvo soy en Él hallé la Roca de mi salvación
Cuando ante Dios y el juicio esté, confiado en Cristo me hallará,
Pues su justicia dándome, sin mancha me presentará.3
Cuando entre en la presencia de Dios y Él diga: ¿Por qué debo dejarte entrar? ¿Basado en qué deberías poder pasar la eternidad en este santo cielo en mi presencia? Si empiezas a hacer una lista de todas las cosas que has hecho, todas tus credenciales espirituales, tu lista nunca será lo suficientemente larga.
Las Escrituras dicen que nuestra justicia es como trapo de inmundicia. Es vana. Si quieres pararte ante Su presencia sin culpa, eso será solo porque tienes Su justicia como vestidura.
Es Dios quien nos da la fe para creer, ¿no es así? Dios nos da el regalo de la fe. Nos da el regalo del arrepentimiento. Pedro dice que esta fe que tenemos no es una fe que obtuvimos porque trabajamos por ella o porque hayamos hecho algo para merecerla. Es un regalo de Dios. Ha venido a ti. Te ha sido dada por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo.
¿Has obtenido esa fe? ¿Es tuya? ¿Estás vestida en la justicia de Jesucristo? Si no es así, no puedes reclamar las promesas y la provisión de Dios que vamos a ver en la próxima porción que leeremos en este capítulo. Pero si has obtenido esa fe, si has colocado tu fe en la justicia de Jesucristo para que te salve, entonces quiero que veas una cosa más sobre esa fe en este pasaje antes de que cerremos en el día de hoy.
El apóstol Pedro dice que les está escribiendo, «a los que han recibido una fe como la nuestra mediante la justicia de nuestro Dios y Salvador, Jesucristo» (v. 1). Si eres hija de Dios, has puesto tu fe en Cristo, ¿sabes entonces que la fe que tienes es igual que la fe que han recibido todos los demás creyentes?
Pedro dice: soy un «siervo y apóstol de Jesucristo» (v. 1). Bueno, ninguna de nosotras somos apóstoles de Jesucristo. Pero Pedro dice que la fe que tiene, la fe que Dios le ha dado es igual que la nuestra. Otras traducciones dicen, «una fe igualmente preciosa que la nuestra» o «una fe del mismo tipo que la nuestra». Una fe de igual valor.
Algunas veces pensamos que los demás son más bendecidos espiritualmente que nosotras. Esos apóstoles estuvieron con Jesús. Caminaron con Él. Tuvieron algo que nosotras no tenemos. Pero a ti te fue dada una fe como la de ellos. El apóstol Pedro no tenía nada en lo que respecta a la fe, que tú no tengas. Su fe no era mayor que la tuya. Si Dios ha puesto fe en tu corazón, tu fe es de igual valor. Es una fe del mismo tipo que la de ellos.
Yo no tengo una fe que tú no tengas. Dios ha puesto fe en mi corazón, pero no es mayor que la fe que Dios puso en tu corazón. No hay diferentes clases de creyentes. Eso significa que tienes los mismos privilegios que los demás creyentes en lo que respecta a tu salvación.
Pero también significa que tienes las mismas responsabilidades y obligaciones que todos los demás creyentes. Significa que fuiste llamada a crecer y a madurar en tu fe. Fuiste llamada a servir. Fuiste llamada a ser conformada a la imagen de Cristo igual que todos los demás creyentes.
No te es permitido sentarte en el banquillo ni ser una espectadora. No puedes decir, «bueno yo soy cristiana y voy a la iglesia o a un estudio bíblico, pero solo voy a dejarme llevar en mi vida cristiana». No te está permitido.
Te fue dada la misma fe y eso significa que tienes los mismos privilegios y responsabilidades que todos los demás creyentes. La misma responsabilidad de nutrir tu fe, cultivarla, hacerla crecer, usarla.
Y también tienes esto: Tienes disponibles los mismos recursos que tienen todos los demás creyentes para hacerlo posible.
- Puedes crecer espiritualmente
- Puedes madurar espiritualmente
- Puedes caminar con Dios
- Puedes caminar en victoria sobre el pecado
- Puedes decirle «no» a la tentación
- Puedes añadirle a tu fe estas cosas de las que vamos a hablar en esta serie. Cosas que ya leímos en 2 Pedro capítulo 1.
Dios te ha dado los mismos recursos que le dio al apóstol Pedro. Los mismos recursos que me ha dado a mí. Los mismos recursos que le ha dado a tu pastor. Los mismos recursos. Vamos a hablar sobre algunos de ellos mañana, están disponibles para ti igual que para todos los demás creyentes. Así que crece en tu fe. Es una fe igual que la de todos los demás creyentes.
Annamarie: Nancy DeMoss Wolgemuth te ha estado recordando que la nueva vida en Cristo se recibe por fe, y se vive diligentemente en fe. Ella regresará para orar con nosotras.
Dos frases que te ayudarán a recordar la enseñanza de hoy son:
- Nos ha concedido
- Con toda diligencia
Este recordatorio te será muy útil sea que hayas conocido a Cristo hace poco tiempo o hace muchos años.
Si estás cansada del camino quizá te preguntas, «¿dónde obtengo el poder que necesito para añadir a mi fe?» Bueno, mañana exploraremos esto. Ahora Nancy regresa para concluir en oración.
Nancy: Señor, te doy gracias por la increíble maravilla de la justicia de nuestro Dios y Señor Jesucristo, que tú nos vistas a nosotras, sucias pecadoras, condenadas, enemigas de Dios e injustas. Que tú hayas colocado nuestra injusticia sobre Cristo y Su justicia sobre nosotras, y que luego nos hayas dado la fe para creer que es verdad.
Señor, para aquellos que nunca han creído, que este sea un día en que tú les otorgues fe para decir: Sí, Señor, lo veo. Yo creo y mi esperanza ya no estará en mis propias obras ni en mis propios esfuerzos ni en mi propia justicia, sino que de este día en adelante mi fe estará en Cristo y solo en Cristo. Oro en el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Añadiendo a nuestra fe juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
- Robert Lowry. «Nothing but the Blood.»
- Edward Mote. «The Solid Rock.»
- Norman J. Clayton. «My Hope is in the Lord.»
La sangre de Jesús, Jonathan & Sarah Jerez, Vivir Es Cristo ℗ 2013 Jonathan & Sarah Jerez
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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Recursos del Episodio
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