Su gracia es suficiente, día 1
Annamarie Sauter: Con nosotras Rebecca Parrilla.
Rebecca Parrilla: Nuestra historia no es nuestra historia. Hay una historia más grande que nuestra historia. Una historia suprema, una historia de salvación, una historia que comenzó desde antes de la fundación del mundo, que está documentada desde Génesis 3:15 en el huerto del Edén, y que nosotros solamente vivimos páginas y capítulos de esa historia pero no es realmente nuestra historia.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
¿Has pensado vivir como si tu vida en esta tierra pudiera terminar en cualquier momento? Hoy escucharás de una mujer que ha tenido que vivir de esa manera, pero ha visto la gracia de Dios en cada paso de su historia. Ella, en conversación con Patricia de Saladín, compartirá contigo los pilares que la han sostenido cuando las cosas no lucen como quisiera.
Patricia de …
Annamarie Sauter: Con nosotras Rebecca Parrilla.
Rebecca Parrilla: Nuestra historia no es nuestra historia. Hay una historia más grande que nuestra historia. Una historia suprema, una historia de salvación, una historia que comenzó desde antes de la fundación del mundo, que está documentada desde Génesis 3:15 en el huerto del Edén, y que nosotros solamente vivimos páginas y capítulos de esa historia pero no es realmente nuestra historia.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
¿Has pensado vivir como si tu vida en esta tierra pudiera terminar en cualquier momento? Hoy escucharás de una mujer que ha tenido que vivir de esa manera, pero ha visto la gracia de Dios en cada paso de su historia. Ella, en conversación con Patricia de Saladín, compartirá contigo los pilares que la han sostenido cuando las cosas no lucen como quisiera.
Patricia de Saladín: Hoy tenemos una invitada muy especial; y digo que es especial porque hace dos años yo quería hacer esta entrevista para nuestras oyentes en Aviva Nuestros Corazones. Está con nosotras hoy Rebecca Parrilla, mejor conocida como Becky.
Rebecca: Muchas bendiciones, es un gozo poder compartir con ustedes y con todas las hermosas mujeres en este día.
Patricia: Eso es cierto. Es un gozo. No sé para quién es mayor el gozo, mi corazón está exuberante de alegría de tenerte con nosotras finalmente. Qué hermoso es Dios que tiene un tiempo para todo. Recuerdo cuando te conocí hace aproximadamente dos años en Chicago. ¿Te acuerdas? En esa conferencia de mujeres donde fuiste invitada a compartir tu testimonio y yo a hablar de la feminidad bíblica en la Iglesia del Pueblo. Ahí nos conocimos y fue para mí de tanta bendición, de tanta edificación escucharte, que yo decía: «wao, esto tienen que oirlo las mujeres que escuchan Aviva Nuestros Corazones, y desde que llegué se lo compartí a Laura. Pero nuestro Dios tiene un tiempo para cada cosa.
El tema para el día de hoy es sobre la maravillosa gracia de Dios, sobre esa sublime gracia del Señor, pero de una forma que ninguna de nosotras –si somos honestas– quisiéramos invitar a nuestras vidas. Es esa gracia del Señor a través del sufrimiento.
Cuando yo te conocí ya tenías un tiempo enfrentando aflicciones, pero han pasado dos años y todavía el Señor sigue obrando en tu vida, en todos los que te rodean y también va a beneficiar y a bendecir otras personas más. Porque aunque es algo que no escogeríamos, estamos claras que la Biblia dice que «así como las chispas se levantan para volar al aire, así el hombre nace para la aflicción» (Job 5:7). Y esa aflicción viene de muchas maneras.
Lo que yo quisiera hoy, Becky, es que podamos saborear esa sublime gracia de Dios que has experimentado, y que comiences a contarnos un poco desde el tiempo en que vivías en la Isla del Encanto, Puerto Rico.
Rebecca: Primero, gracias por la oportunidad. Le doy gracias al Señor por la vida que tengo hoy para poder compartir, por Sus bondades, Sus misericordias, y qué bendición es para mí poder testificar de Su gracia en mi casa y de cómo el Señor así lo ha hecho. Siempre me gusta hacer una aclaración, y es que no me considero una experta en sufrimiento. La Biblia dice que hay un solo varón experimentado en dolores y en quebranto; ese fue nuestro Señor Jesús, el siervo sufriente. Él sabe todo acerca del sufrimiento y yo solamente puedo hablar de Su gracia que sustenta y que siempre es suficiente porque esa es Su promesa.
Así que teniendo en cuenta que quizás hay personas que están atravesando situaciones bien similares a la mía o más complicadas que la mía, hago entonces esa aclaración.
Recientemente, salió en algunos medios noticiosos importantes de Estados Unidos, una noticia sobre el embate de un huracán en el sur de los Estados Unidos, donde hay mucha costa y se alquilan casas de playa. En el verano antes del Covid. Hay una foto en uno de esos medios de una gran devastación porque fue un huracán que azotó la costa, y está todo alrededor de esa casa en ruinas, en el suelo. Y es bien impresionante ver esa edificación de varios niveles de pie.
Cuando entrevistan al dueño, él dice que desde los 90, en Estados Unidos se actualizó el código de construcción para que el área del sur fuera más resistente a los embates de los huracanes, pero que él, a propósito, cuando diseñó esa casa y la construyó, la construyó para resistir el doble de lo que requiere el código de construcción; y no solamente eso, sino que la hizo de concreto armado.
En el Caribe, eso no es raro para nosotros, pero en Estados Unidos y en otros países, no se construye así. Y no solo eso, sino que él cavó unos fundamentos de 40 pies de profundidad y luego puso unos cables de acero que iban desde el suelo hasta el techo de la casa. Así que la razón por la cual ese fundamento, esa edificación quedó de pie, no fue producto del azar, fue diseño, intencionalidad.
Entonces, eso me recuerda las palabras de Jesús que dice en Mateo 7, que un hombre sabio edificó su casa sobre la roca. Y vinieron ríos, y cayó la lluvia y vinieron torrentes, pero esa casa permaneció porque estaba sobre la roca. Y en esta tarde yo quisiera compartir sobre los cables de acero que están sosteniendo nuestras vidas en este tiempo.
¿Quién es Becky? Es una muchacha puertorriqueña, nacida y criada en Puerto Rico hasta la edad adulta. Soy de esas niñas de iglesia –como dice mi papá. Siempre estuvieron colaborando en el ministerio, no como pastores, sino como parte del grupo de líderes de la iglesia. Cuando era niña, yo estaba ahí en todas las cosas de los niños y cuando llegué a la adolescencia, líder de jóvenes y ahí conocí a mi esposo. Teníamos la oportunidad de participar juntos de la adoración, cantar juntos…nos casamos en la iglesia y éramos de esa gente que tú entras a la iglesia y yo soy la nieta, la sobrina, la prima…la familia de mucha gente, porque hay mucha gente que nos vio crecer.
Este año, si Dios nos lo permite, vamos a celebrar los 18 años de casados. Tuvimos una niña, una niña típica del libro; al mes hizo lo que tenía que hacer, a los dos meses, a los tres meses. Ella se llama Julieta y trajo mucho gozo y muchas sonrisas a esta casa. Cuatro años más tarde llegó nuestro hijo Fran Diego, también con muchas risas y mucho gozo a esta casa, y mucha enseñanza y aprendizaje. Fue un embarazo perfecto, me hicieron todas las pruebas de rigor y nunca identificaron ningún problema.
Juan Diego nació a término, a las 39 semanas, y cuando nace lo llevan a la unidad de cuidados intensivos neonatales. Me comienzan a decir que hay cosas que no está haciendo bien, que no sostiene la cabeza, su tronco, que tiene las orejas rotadas que es una indicación de que con toda probabilidad había una situación genética. Que tenía un defecto congénito del corazón, que muchos niños nacen con eso y se corrige con el tiempo, pero que en el caso de él iba a requerir cirugía y un montón de malas noticias.
A los dos meses Fran Diego cae en fallo congestivo de corazón, otra vez va a unidad de cuidados intensivos, así que estaba en diuréticos y muchos medicamentos. A los cuatro meses lo operan de corazón abierto para corregir el defecto que tenía. A los cinco meses comenzó con convulsiones. En una ocasión llegó a convulsionar hasta 30 veces en un día. A los seis meses nos enteramos que en efecto tenía una condición genética que es tan rara que no tiene un nombre así como Síndrome de Down.
Patricia: Quería interrumpirte un minuto porque, hasta ese punto, la vida de ustedes era una vida cristiana perfecta. Como decías, todo por el libro. Una cosa que me llama la atención es cómo las pruebas no avisan cuando llegan. Es algo que Dios en Su soberanía decide, y con la llegada de Fran Diego la vida de tu familia, tu esposo, tú y Julieta, sufrió un giro que nunca ha vuelto atrás. Cambió de rumbo, en cierto sentido, gracia incómoda, como dice Paul Trip.
Rebecca: Eso es así. La Biblia dice, no se sorprendan cuando lleguen los momentos difíciles, porque no es que uno sea pesimista, no es si te va a llegar, es cuándo te va a llegar, porque eso es parte de vivir en este mundo. Decía el apóstol, no os sorprendáis cuando os halléis en diversas pruebas porque la prueba de vuestra fe va a producir paciencia. Muchas veces tenemos la idea de que porque estamos en la iglesia eso nos va a librar de ciertas cosas, y entonces llegan experiencias donde el Señor forma nuestros corazones para recordarnos que es Su gracia la que nos va a sostener.
Y definitivamente, uno de los pilares de acero de la casa es el pilar de la soberanía de Dios, que Dios dispone y controla todas las cosas. Cuando Fran Diego ya está llegando a la edad escolar, también se dio una transferencia de trabajo de Puerto Rico a Estados Unidos, y entonces la aprovechamos buscando más opciones médicas y oportunidades escolares para Fran Diego. Porque hasta ese entonces sabíamos lo de la condición genética, que tenía las convulsiones, pero nada más.
Tan pronto llegamos empezamos a sacar citas con especialistas y cuando vimos al cardiólogo, nos dice, «¿a ustedes les han hablado de hipertensión pulmonar? Esa es una enfermedad que no tiene cura, es progresiva, se trata, y casi todas las personas en las etapas más avanzadas de la enfermedad terminan en una lista de trasplante de corazón y de pulmón. Yo sospecho que tu nene tiene eso».
Y yo le dije, «¿pero cuál es la sospecha? ¿Cómo vamos a confirmar?»
«Hay que hacerle un cateterismo»
Y yo dije, «ese es un procedimiento bien invasivo…¿y si no se lo hacemos?»
«Pues, es la vida de tu hijo»
Nos acabábamos de mudar de país, nuestra familia que nos daba apoyo se quedó en Puerto Rico, la iglesia. Llegamos aquí a congregarnos en la iglesia del pastor Joselo Mercado, pero llevábamos semanas asistiendo a la iglesia, no era que conocíamos a toda la congregación y en cuestión de seleccionar las citas buscamos dentro del sistema de niños del Hospital de Washington. Honestamente buscamos un cardiólogo cualquiera y sacamos una cita en un día cualquiera, y ahí en términos del cirujano que iba a hacer la intervención, honestamente, un cirujano cualquiera. Y cuando el cirujano sale durante la intervención, nos dice a mi esposo y a mí, «I’m sorry».
«¿Cómo que I’m sorry?»
«No lo está haciendo bien; Fran Diego tuvo un arresto cardiaco»
Porque resulta que cuando lo examinaron, él tenía la condición de hipertensión pulmonar super severa, y ya él tenía 4 años. Llevábamos cuatro años diciendo, «Señor, que Fran Diego pueda caminar». Este año cumple 10 años y él no camina y no habla. Y nosotros, que camine, que camine, que camine…Y nos dice el doctor, «pues que no camine es una bendición disfrazada». Si él fuera un niño activo, ya le habría dado un síncope, se habría desmayado y a lo mejor estaría muerto; y para la edad y el peso que él tiene, su corazón no está tan atrofiado. Así que por falta de uso –el hecho de que no camina– eso ha protegido su corazón.
En ese momento pudimos ver años de petición no contestada, «que camine, que camine», y vimos la mano de Dios en Su soberanía y providencia cuidándonos de nuestra propia petición y de lo que nosotros creíamos que era lo que necesitábamos y que era lo que queríamos. Así que ese día Fran Diego pasó la noche, se recuperó.
Él nos dijo, «no todos los cardiólogos en Estados Unidos atienden esa condición. Aquí hay uno que se la pasa viajando y tu niño no se puede ir del hospital hasta que él lo vea, si es que está aquí. ¿Ustedes saben quién estuvo toda esa semana en turno en intensivos? Ese doctor que nunca está en el hospital y hoy por hoy es el cardiólogo de mi niño. Así que salimos de esa experiencia asustados pero grabado en el corazón que Dios es el Dios de la soberanía y de la providencia. Porque honestamente nosotros no hicimos tantas cosas inteligentes como para orquestar lo que pasó ese día.
Una mano invisible, que no fue la nuestra, hizo por nosotros lo que nosotros no podíamos hacer. Así que salimos de esa experiencia diciendo: «Dios es el Dios de la providencia. Dios está siempre obrando detrás de la cortina. Dios es el Dios de la soberanía. Ningún detalle está fuera de Su control, de Su dominio. No hay tal cosa como el azar. Aún el azar está en las manos del Señor». Dice la Biblia que uno tira los dados y es Dios quien decide cómo caen. Así que Él es el Dios de la soberanía y el Dios de la providencia.
Cinco meses más tarde me diagnostican con cáncer de seno. Era un caso raro porque no tenía historia familiar. Obviamente ser mujer es el factor de riesgo, pero en cuestión de estilos de vida, de peso… Y lo primero que pensé fue, «ay bendito, se me va a caer el cabello y me va a dar dolor de estómago». Pero cuando me siguen haciendo las pruebas de rigor, descubren que estoy en un porcentaje que es muy bajo, menos del 10%, que cuando lo identifican ya está en la etapa más avanzada de la enfermedad. Así que no solamente tenía cáncer de seno sino que se había extendido a mi hígado. Yo tengo un cáncer en estadio 4 desde el 2015; que es el estadio más avanzado de ese tipo de cáncer.
Recuerdo que le dije a la doctora, «¿y qué es lo que esto significa?»
Y me dijo, «bueno, pues que no tiene cura. Que lo podemos tratar mientras funcione y que indefinidamente vas a tener cada mes quimio y tratamiento mientras los medicamentos funcionen». Honestamente, yo pensaba que iba a morir en esos próximos meses. Pienso que otro pilar importante en este caso es recordar que nuestra historia no es nuestra historia. Hay una historia más grande que nuestra historia, que es una historia suprema, una historia de salvación que comenzó desde antes de la fundación del mundo, que está documentada desde Génesis 3:15 en el huerto del Edén y que nosotros solamente vivimos páginas y capítulos de esa historia pero no es realmente nuestra historia.
Porque el peligro… el sufrimiento tiene su reto de peligro y uno tiende a posicionarse en el centro pensando, «esto es acerca de mí y de mi historia, de mis peticiones y de lo que yo quiero». Yo les confieso que cuando mi niño se enfermó, yo me fui por la ruta de Asaf en el Salmo 73. Le dije, «esto de ser cristiano no está pagando bien. Yo en vano he lavado mis manos en inocencia, porque Tú sabes en cuántos ensayos he estado, cuántos conciertos, cuántas escuela bíblicas dominicales; y yo veo a los demás con sus hijos saludables y que no tienen problemas. Y entonces aquí estoy yo que te serví, que te rendí un trabajo», y eso fue lo que le pasó a Asaf. Cuando Asaf se concentró en él, dijo, «en vano he lavado mis manos en inocencia todo el día porque yo veo que a esta gente no le pasa nada. Estoy turbado. Y esos primeros pronombres del Salmo 73, son acerca de él. Yo, y cuando yo vi, cuando me comparé, cuando vi al otro, y dice que no es hasta cuando entra en la presencia del Señor que cambia su visión y se concentra de Dios y dice, «ay, ya entiendo cómo es que termina la historia».
Y luego dice, «a quién tengo yo en los cielos sino a tí, y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi corazón y mi carne pueden desfallecer pero tú eres mi roca y mi porción por siempre y para siempre». Muchas veces nosotros como cristianos bien intencionados que aman, apoyamos esas cosas, porque yo escuché muchas veces, «ay, y ustedes que cantan», «ustedes que son del Señor»… Y es gente que nos ama, que no tenía mala intención, pero de tanto escucharlo y con nuestro diálogo interno…uno lo cree. Las personas dicen «y por qué a ustedes que son líderes, que son buenos». Uno cree que esto es acerca de uno y se le olvida que esta es una historia que Satanás no pudo detener, ni el Faraón, ni los romanos, ni ningún imperio, ni Asiria, ni Media, ni Persia, porque este es un plan supremo de salvación y Dios está cumpliendo Su plan. Y esa es nuestra mayor seguridad, que Dios no se está moviendo a lo que…mi petición hoy puede ser A y mañana B, porque soy humana, inconstante y solamente veo hasta esa pared y no sé lo que hay detrás de ella.
Pero Dios no se mueve por mis estados de ánimo o por lo que pienso que es mejor, Dios está cumpliendo Su propósito, está comprometido con Su gloria, con Su nombre. Él hace las cosas por amor a Su nombre que es mi supremo bien. Y eso debe darme seguridad.
Patricia: Y cuando decías que Dios es soberano, yo también pensaba que lo que aprendiste con Fran Diego, de que querían que caminara y finalmente no, no era que caminara, era que tenía hipertensión pulmonar. Vemos ese Dios no solamente soberano sino bueno, que cuidó tanto de ustedes. Ese Dios sabio que cumple todas las cosas y las lleva al propósito que Él quiere porque es el mejor, como tú dices, para Su gloria, para el bien de ustedes. Y eso también te llevaba a confiar en esta situación de tu cáncer.
Pero te oigo y te veo…y tengo que decirte, la fortaleza y el gozo que irradias, solo puede venir de esa llenura del Espíritu de Dios en ti por la belleza de Él, de Su Palabra y de esa morada. Porque el que te ve relatando la historia puede decir que hay una fortaleza que va por encima de eso que tú decías, de simplemente no irme con Asaf, sino entender que es el plan de redención; que tenemos el privilegio de ser parte de él y que Él está formando algo más grande en ustedes.
Rebecca: Amén, amén. Y esa es una obra de día en día. Nadie puede decir que lo ha alcanzado y cada día tenemos que rendirle al Señor porque los temores, las respuestas humanas están ahí. Yo recuerdo que en esos primeros días pensé, «me voy a morir»; y yo tengo una nena (en ese momento tenía 8 años) y esa es la pesadilla de toda mamá. Dejar un niño cuando piensas que todavía no puede defenderse. No quiero ponerle una marca aquí a la que se siente así para que se sienta culpable porque Dios nos hizo madres, con entrañas maternas y nos usa para reflejar Su amor y cuidado. Una mamá que se preocupa por sus hijos está reflejando a Dios.
Dios es el Dios de la misericordia. Esa palabra en el Antiguo Testamento es, entrañas maternas. Dios usa una palabra que describe el amor de una madre para comparar Su misericordia. Esa no es una cosa pequeña. Dios es un Dios que se compadece. Yo recuerdo que en ese primer tiempo yo caí en otra trampa, la trampa del sufrimiento y del dolor. Empecé a crear un mundo donde yo era más importante que Dios. Yo decía, «hasta le puede faltar Dios, pero si yo estoy en la vida de mi hija, ella se va a graduar, va a estudiar, va a estar bien». Entonces eso creó en mí mucha ansiedad y angustia. Porque yo me levantaba cada mañana pensando, «yo puedo morir en los próximos dos meses, no tengo control de esto». Y ha sido un proceso de que la Palabra es un espejo, como dice la Biblia, y tenemos que mirarnos en ella y dejar que ella llame las cosas que son como son. Dice Hebreos, que ella es un instrumento de precisión que discierne los pensamientos y las intenciones del corazón, que no hay nada oculto que ella no manifieste, y muchas veces esos procesos duelen porque nos gusta ponerle nombres bonitos a nuestros pecados y nos gusta ponerles nombres que no nos hagan sentir tan mal y justificar.
Saben, hice un ejercicio sencillo y todavía a veces lo tengo que hacer. Tomé lápiz y papel y me empecé a hacer preguntas. Y me pregunté, «si Becky falta, la gracia del Señor no va a ser suficiente? ¿Si Becky falta –como dice Lamentaciones– Sus misericordias no van a ser nuevas cada mañana? ¿Si Becky falta, lo que dice el Salmo 138 no va a ser verdad? ¿Dios no va a cumplir Su propósito en ella? ¿Si Becky falta…? Y cuando empecé a hacerme preguntas, nada de lo que Dios ha prometido tiene que ver con que yo esté porque yo sé –y eso es doloroso– porque claro que yo quiero estar. Pero Él es fiel, Él fue fiel, Él no tiene planes de dejar de ser fiel. Yo no voy a ser Su primer error, y Él no va a dejar de ser fiel por mí.
Pero son cosas que tenemos que rendir en el altar cada día porque cada mañana, esas preguntas y esas luchas vienen. Y no en nuestras fuerzas. Tenemos que decirle al Señor como el salmista, «escudríñame oh Dios y conoce mi corazón, y prueba y conoce mis pensamientos y ve si hay en mí camino de perversidad y guíame por el camino eterno». Así que ese es otro pilar.
Otro pilar es el amor de Dios. Tenemos que vivir en la realidad del amor de Dios y aquí quiero hablar de mi esposo. Mi esposo se llama Fernando, es un esposo bien protector. Hay muchas características del amor y el amor de él yo lo describo como bien protector. Él nos cuida, siempre está buscando formas de cuidarnos a mi nena y a mí, que somos lo más frágil de la casa. Y él me confiesa que al principio estaba muy cansado. Porque decía, «yo siento que tengo que proteger a mi familia de Dios porque están sufriendo». Entonces él le dijo a Dios un día, «yo te los entrego, pero que no les duela. Yo te la entrego pero la tratas así. Yo cuido a Fran Diego, te lo entrego pero…» Y luego dijo, «¿por qué estoy luchando con quien los amó primero y los ama más? Y cuando fue a 1 Juan 4, que dice: «En esto consiste el amor, no en que ustedes hayan amado a Dios, es que Él los amó primero y entregó Su vida por sus pecados».
Él los amó primero que yo, Él los ama más, los ama mejor, así que podemos deleitarnos en el amor del Señor. El mismo amor que hizo que se tardara cuatro días cuando amaba a Marta y a María y a Lázaro que estaba enfermo. El mismo amor que hizo que el Padre, como dice Romanos 8, «no escatimara a Su Hijo», el mismo amor con el que podemos decir, «¿quién nos apartará del amor de Cristo? Tribulación o angustia, o persecución o hambre, o desnudez o peligro, o espada, antes en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó». Podemos recrearnos en el amor de Dios.
Y creo que el último pilar es definitivamente la Palabra del Señor, porque un reto del sufrimiento es que perdemos identidad y asumimos la identidad del sufrimiento. Asumimos la identidad de la adversidad, la identidad del dolor. La Palabra de Dios nos da identidad porque, ¿quién soy yo? Soy una paciente de cáncer. Pero soy la que puede decir, «el Señor es mi Pastor nada me faltará. Aunque ande en valle de sombra y de muerte, yo no temeré porque Tú estarás conmigo». ¿Por qué? Porque Él pasó solo el valle de sombra de muerte, Cristo en la cruz, para que yo nunca esté sola. ¿Quién soy? La que tuvo una cirugía hace tres meses. No, yo soy la que puede decir, «el Señor es mi luz y mi salvación, de quién temeré? Él es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme? Cuando se juntaron contra mí los malignos, los angustiadores, los enemigos, tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón».
¿Quién soy? Alguien que está tomando rehabilitación? (Les voy a contar esa última parte, terapia física). Esa es mi condición actual pero yo soy la que puede decir, «Dios es mi amparo y fortaleza. Mi pronto auxilio en las tribulaciones». No temeré porque Él sufrió la tormenta del pecado en la cruz para que yo esté a salvo de la tormenta y de la condenación eterna. La Palabra del Señor nos da identidad en medio de la adversidad, en medio del sufrimiento.
Como les expliqué, mi condición de salud no tiene cura en este estado. Cada mes voy a recibir tratamiento y cada ciertas semanas tengo estudios para monitorear la condición. En el 2018, en una resonancia magnética de rutina de mi cerebro, apareció una lesión cerebral. El cáncer se extendió al cerebro. Hay muchos medicamentos efectivos que han salido que controlan el cuerpo. Pero Dios creó el cerebro protegido con una membrana y no siempre los medicamentos pueden atravesar esa membrana para protegerte –de otras cosas pero también del medicamento.
Así que en el 2018 tuve una craneotomía; una herida de treinta puntos. Me sacaron un tumor del tamaño de una mandarina y tuve un proceso…fue exitoso removerlo. Tuve radiación, seguí en tratamiento y me pude recuperar relativamente bien sin muchas secuelas. En este año, en diciembre, antes de Navidad, mi resonancia de rutina salió bien. Con esto del Covid se supone que me lo hiciera en marzo pero me lo hice en abril, y otra vez salió la sospecha de otro tumor en el área de mi cerebelo (que es el área detrás de la cabeza),
El cerebelo controla el balance, la coordinación, la movilidad. En consenso con los doctores, determinaron que lo mejor era otra cirugía. Así que en mayo tuve otra cirugía de mi cerebro para remover otro tumor que resultó ser canceroso. Con esto del Covid el sistema de salud ha sido impactado porque mi familia no pudo estar en recuperación cuando salí y pasé 37 días hospitalizada. Todos mis hemisferios cerebrales se congestionaron, tuve hidrocefalia y de los 37 días estuve como 30 dormida profundamente porque mi cerebro se apagó para protegerse.
Patricia: Antes de seguir con la historia, porque de verdad que no me canso de escucharte. Hemos visto que estuviste arraigada y estás arraigada en esos pilares, ¿verdad? Que son esos cables tensores, la soberanía de Dios…
Rebecca: La soberanía de Dios, que la historia no es mi historia…
Patricia: El amor de Dios, la Palabra de Dios y tu identidad.
Rebecca: La identidad que tenemos en Cristo, nos recuerda nuestra identidad en Cristo.
Patricia: Podemos estar arraigadas en medio del sufrimiento. No todas llevaremos cargas del mismo peso pero sí pruebas de diversos colores, como dice Santiago. Y estar arraigadas en Cristo, en Su Palabra, en la soberanía de Dios, en quién es nuestro Dios, es lo que nos da certeza de que vamos a poder pasar, como dice ese Salmo 23, por ese valle de sombra de muerte, sabiendo que ese Buen Pastor está con nosotras.
Annamarie: Has estado escuchando una conversación entre Patricia de Saladín y Rebecca Parrilla. Ellas nos han animado a poner nuestra fe en Dios, y a recordar que tenemos el privilegio de ser parte de Su plan de redención, aún cuando las cosas no lucen como quisiéramos. Para descargar, leer o compartir este programa, visítanos en AvivaNuestroscorazones.com. Mañana ellas regresarán con la continuación de la conversación, pero ahora, aquí está Patricia para cerrar en oración.
Patricia: Padre, gracias porque definitivamente Tu gracia es suficiente. Gracias porque no nos has dejado en oscuridad ni a tientas ni a ciegas, sino que nos afliges con un propósito. El sufrimiento en la vida de Tus hijos tiene un propósito que es Tu gloria y hacernos semejantes a Tu Hijo. Padre, gracias, como decía Becky, por Tu soberanía, porque no es nuestra historia. Porque Tu amor es tan inmenso; nos amaste primero y diste a Tu Hijo. Gracias por Tu Palabra que es lámpara a nuestros pies, lumbrera a nuestro camino en medio de los días oscuros cuando transitamos esos valles de sombra de muerte. Gracias, sobre todo, por Tu presencia. Gracias por esta obra preciosa en la vida de Becky y en su familia y por poder tener este momento en el que hemos podido compartir este tiempo para que sea de edificación y que todo el que escuche sienta y vea que realmente podemos cuando estamos arraigadas en la Roca eterna de los siglos que es nuestro Dios. Alabamos y bendecimos Tu nombre. En el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Edificando sobre la Roca juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
La lectura bíblica para hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es 1 Samuel, capítulos 13 y 14.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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