Segunda escena: María
Débora: ¡Sin duda te digo que puedes ser tentada a no darle todo a Dios porque puedes sentir que sería aterrador! ¿No es así? Nancy DeMoss Wolgemuth trae aliento para ti.
Nancy DeMoss Wolgemuth: No hay ningún riesgo en depender totalmente de Dios, dejándolo todo, por Su nombre. Él nunca, jamás te fallará.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 17 de octubre de 2024.
La mayoría de nosotras no nos consideramos personas extraordinarias. Simplemente vivimos la vida haciendo lo que se supone que hagamos día a día.
Hoy continuaremos aprendiendo mucho más de cerca sobre otra mujer que se rindió a la voluntad de Dios para su vida, sin importar nada. Ella también se habría llamado a sí misma una mujer ordinaria, ¡pero Dios la usó poderosamente! Hoy en día esta «mujer ordinaria» es un gran ejemplo.
Ayer …
Débora: ¡Sin duda te digo que puedes ser tentada a no darle todo a Dios porque puedes sentir que sería aterrador! ¿No es así? Nancy DeMoss Wolgemuth trae aliento para ti.
Nancy DeMoss Wolgemuth: No hay ningún riesgo en depender totalmente de Dios, dejándolo todo, por Su nombre. Él nunca, jamás te fallará.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 17 de octubre de 2024.
La mayoría de nosotras no nos consideramos personas extraordinarias. Simplemente vivimos la vida haciendo lo que se supone que hagamos día a día.
Hoy continuaremos aprendiendo mucho más de cerca sobre otra mujer que se rindió a la voluntad de Dios para su vida, sin importar nada. Ella también se habría llamado a sí misma una mujer ordinaria, ¡pero Dios la usó poderosamente! Hoy en día esta «mujer ordinaria» es un gran ejemplo.
Ayer en Aviva Nuestros Corazones, Nancy nos llevó al capítulo 1 de Lucas y vimos algunos detalles en torno a Elisabet, quien se convirtió en la madre de Juan el Bautista, a pesar de que ya había pasado la edad de concebir. Nancy llamó a esto la primera escena. Aquí está Nancy hablando en la conferencia de mujeres en Holland, Michigan.
Nancy: La segunda escena comienza en el versículo 26 y continúa hasta el versículo 38. Durante el sexto mes del embarazo de Elisabet, el ángel Gabriel es enviado a una joven llamada María, probablemente una joven adolescente, de unos catorce años de edad. Ella nunca había estado con un hombre.
Tenemos a Elisabet, una mujer mayor que había estado casada durante décadas, y María, esta joven virgen, que nunca había estado casada ni había tenido intimidad con un hombre. A ella también Dios le prometió que tendría un hijo; ella tendría un bebé.
Lucas 1:34 dice: «entonces María le dijo al ángel: ¿Cómo será esto, puesto que soy virgen?». ¡Ambas situaciones eran imposibles! Zacarías y Elisabet no podían tener un bebé; y María tampoco podría estar esperando un bebé. ¿Cómo sería esto?
«Y el ángel le respondió: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo niño que nacerá será llamado Hijo de Dios.
Y tu parienta Elisabet, en su vejez, también ha concebido un hijo; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril. Porque ninguna cosa será imposible para Dios”» (vv. 35-37).
Así que el ángel le dice a María. . . (ellas vivían a cierta distancia. No se comunicaron por Instagram ni nada por el estilo). Entonces el ángel le trae esta noticia a María, la noticia del embarazo de Elisabet, que fue un embarazo milagroso. ¡Eso fue lo que parte de lo que inspiró la fe en María!
Si Dios había hecho lo imposible por Elisabet, una mujer mayor; ¡Él también podría hacer lo imposible en ella! Así que la respuesta de María en ese versículo, es el versículo de mi vida, porque quiero que esta sea mi respuesta a cada promesa de Dios. Ella dijo: «Aquí tienes a la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra» (v. 38). Ella simplemente recibió esa promesa y esa palabra con fe.
Ella dice: «Aquí estoy; estoy dispuesta. Puedes utilizarme; puedes disponer de mí. Estoy disponible para Dios». ¿Y qué hace ella entonces?
Bueno, el versículo 39 nos dice que: «En esos días María se levantó y fue apresuradamente a la región montañosa, a una ciudad de Judá [la parte sur del país] y entró en casa de Zacarías y saludó a Elisabet» (vv. 39-40).
María debió saber y creer que Elisabet era una mujer en la que podía confiar, alguien que la entendería y alguien a quien le importaría lo que estaba pasando. Entonces, aquí está Elisabet en su sexto mes de embarazo, llevaba cinco meses recluida. Y aquí está María iniciando su embarazo.
Ambas llevaban algo en sus corazones que nadie más podía entender. ¡Pero lo que otros no entendieron fue que la oscuridad espiritual que había cubierto este mundo durante tanto tiempo estaba a punto de terminar! Se acercaba el amanecer: «El amanecer de la gracia redentora», como dice ese cántico navideño.
Hasta donde sabemos, la visita de María fue inesperada. Humanamente hablando, el tiempo de las últimas semanas del embarazo de Elisabet no diríamos que era un buen momento para que llegara una visita de tres meses. Pero me encanta que Elisabet le da la bienvenida a esta mujer más joven.
Veamos los versículos 41-43:
«Cuando Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Por qué me ha acontecido esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque apenas la voz de tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de gozo en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó que tendrá cumplimiento lo que le fue dicho de parte del Señor”» (vv. 41-45).
Me encanta ver cómo Dios entrelaza las vidas de estas dos mujeres, una joven y una mayor; una estéril durante muchos años, ahora embarazada de seis meses, la otra, adolescente comprometida para casarse, virgen, embarazada por medio del Espíritu Santo. La mujer mayor abre su corazón, abre su hogar, y creo que ella y María, se convierten en un regalo mutuo.
Quizás María ayudaba a Elisabet en la casa, tal vez Elisabet mentoreaba a María preparándola para el matrimonio y la maternidad. Aquí tenemos dos mujeres que conocían al Señor y amaban Su Palabra. Pienso que María probablemente fue una compañía para Elisabet, porque recuerden que Zacarías no podía hablar durante todo el embarazo de Elisabet.
Algunos eruditos, algunos teólogos, piensan que también quedó sordo, que no podía oír ni hablar. Así que aquí está Elisabet, que ha estado sola, y ahora Dios envía a esta mujer más joven para que sea su amiga, su compañera. Había una hermandad, incluso con la gran diferencia de edad entre ellas, había amistad.
Estaban solas en sus circunstancias. No había mucha gente que pudiera entender. Pero ambas fueron receptoras de la gracia de Dios, de los dones divinos de Dios. Ambas tendrían vidas difíciles por delante, pero Dios las guio a estar juntas. Se fortalecieron y se animaron una a la otra.
Es posible que en ocasiones te sientas sola en tu caminar con Dios. Nadie más te entiende. Y quizás empieces a pensar: pero. . .¿estoy loca? Te sientes sola en el llamado que Dios te ha dado. Permíteme animarte a pedirle a Dios que te guíe hacia una hermana, hacia una amiga en Cristo, para que camine contigo. Ella puede estar en la misma etapa de la vida, tal vez en una etapa diferente de la vida. . . más joven o mayor.
Cuando Elisabet fue llena del Espíritu Santo, cuando ese bebé fue vivificado dentro de ella, ¿qué hizo? ¡Dio gracias al Señor, bendijo a María y bendijo al hijo de María! Y me encanta esto: Elisabet, la mujer mayor, mostró honor a la mujer más joven y a su hijo.
En lugar de esperar que la mujer más joven la bendijera, la mujer mayor bendijo a la mujer más joven que se presentó en su casa, ¡y luego bendijo al niño que María estaba esperando! Elisabet pudo haber sentido celos de María, la mujer más joven, que había sido honrada de una manera tan asombrosa con ser la madre del Mesías.
Pero no hay sensación de comparación o inseguridad, algo como: «¡Bueno!, llevo mucho tiempo caminando con Dios, mi esposo ha sido fiel a Dios. ¿Por qué nosotros no tenemos al Bebé, al Cristo?». Ella aceptó el lugar que Dios tenía para ella y se regocijó por la forma en que Dios estaba escogiendo usar a María. Ella celebró la alegría de María.
En ocasiones, es más fácil para nosotras llorar con los que lloran que regocijarnos con los que se regocijan. ¡Y eso es lo extraordinario de lo que veo hacer a Elisabet aquí, ella se regocijó por este buen regalo! Los hijos en el vientre, permítanme decir esto como un paréntesis: ¡son un regalo de Dios!
Puede que no hayan sido concebidos en circunstancias ideales, pero son un regalo de Dios. ¡Esa es una oportunidad de alegría y celebración! Quiero animarte a que cuando una mujer te haga saber que está embarazada o veas que está embarazada, ¿considerarías celebrarlo, considerarías bendecirla?
Me encanta ver las mujeres embarazadas y decirles: «Quiero bendecirte. Quiero bendecir a tu hijo. Estoy muy agradecida por este buen regalo que Dios te ha dado». Dios no me ha dado el don de tener hijos biológicos (aunque tengo muchos hijos en diferentes lugares), pero no por el don de dar a luz. Pero me encanta cuando Dios les da ese regalo a otras mujeres y lo celebro con ellas. ¡Me regocijo con ellas!
Y déjame decirte algo que espero que nunca digas: «¡¿Qué tú qué?! ¿Y no tienes ya muchos? ¿Cuántos años tienes? ¡Solo espera a que esos hijos sean adolescentes!». Este tipo de cosas que les dicen a las mujeres embarazadas, espero que no digas eso. Celebra, regocíjate y bendice a estas mujeres, y bendice a sus hijos.
Y cuando nos saludamos, no solo por un embarazo y no solo cuando tenemos hijos físicos, sino cuando nos vemos, debemos bendecirnos unas a otras. Hace un tiempo enseñé un programa completo para Aviva Nuestros Corazones sobre un versículo en 2 Corintios que dice: «Salúdense los unos a los otros con un beso santo» (v. 12) Hice todo un programa de veinticinco minutos sobre esto.
Aprendí mucho mientras estudiaba sobre cómo los cristianos debemos saludarnos unos a otros. Deberíamos bendecirnos unos a otros. Deberíamos infundirnos alegría, gracia y esperanza cuando nos vemos.
Elisabet debía estar cansada, probablemente le dolían los pies, la espalda. Estaba agotada. Estaba al final de su embarazo y ya era una mujer mayor. Pero estaba alegre. ¡Estaba llena del Espíritu! Estaba bendiciendo. Necesitamos bendecirnos unas a otras cuando nos vemos, y decirnos: «¡Me alegro tanto de verte!».
Hemos dejado de hacer esto en los últimos años. ¡Lo necesitamos! Necesitamos abrazos; necesitamos sonrisas; necesitamos palabras que den la bienvenida y digan: «¡Me alegro mucho de verte! ¿Qué está haciendo Dios en tu vida? ¡Estoy agradecida por ti!». Estas dos mujeres se bendijeron mutuamente con calidez, con entusiasmo y con gracia.
Elisabet se sintió favorecida y honrada de que la madre de su Señor viniera a su casa. Ella no se consideraba digna de este honor. Todo este encuentro está lleno de alegría, y eso debería ser natural cuando los creyentes nos reunimos, cuando nos vemos.
Sí, nos están sucediendo muchas cosas difíciles. Sí, nos suceden cosas tristes en nuestras vidas. No me acerco a la mujer que acaba de perder a su hijo y le digo: «¡Oh, qué alegría de verte!». Podemos llorar, sí, pero creo que también necesitamos mucha más alegría entre nosotras, para recordarnos unas a otras la bondad de Dios. ¡La alegría debería ser natural!
«¡Al mundo paz, nació Jesús!», esto es algo para celebrar, y Elisabet le dice a María en el versículo 45: «Bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor».
La bendición, la felicidad, el gozo y la bendición son el subproducto, el fruto de creer en las promesas de Dios. ¿Quieres más alegría en tu vida? ¿Quieres más bendiciones? Entonces cree en la Palabra de Dios. Cree lo que Él ha dicho, incluso cuando no tenga sentido, incluso cuando parezca imposible, incluso cuando no encaje con tus planes.
¡Cree lo que Dios ha dicho y encontrarás bendición y gozo! Esas palabras fueron dichas por primera vez por una mujer mayor que había experimentado la intervención milagrosa de Dios en su vida a una mujer más joven que estaba en medio de la agonía de Dios trastornando su vida y sus planes.
Y me siento particularmente agradecida de que cuando yo era joven hubo mujeres mayores que me animaron a creer en Dios y creer en Su Palabra. Estoy muy agradecida por esas preciosas amigas, la mayoría de las cuales ahora están con el Señor.
Hoy soy una mujer mayor y durante casi seis décadas he tenido el gozo de caminar con Dios. Ha habido montañas y ha habido valles. Ha habido días soleados y días sombríos. Ha habido caminos llanos y momentos difíciles, ¡pero nunca me he arrepentido de haber creído en Dios!
De lo único que me arrepiento es de esos momentos en los que no creí en Dios, cuando sentí miedo, ansiedad o resentimiento y dudé de Su bondad, dudé de Su presencia. He tenido esos momentos. Pero a través de todo, una y otra vez, Él me ha demostrado ser fiel y cumplir cada promesa que ha hecho.
Y quiero decir como mujer mayor, especialmente a ustedes, mujeres más jóvenes, que a medida que me acerco a la meta final, así como Elisabet se acercaba a su meta: quiero animar a las mujeres más jóvenes de mi vida a creer en Dios, ¡a creerle a Dios! ¡Puedes confiar en él!
Puedes confiar en él para escribir tu historia. No hay ningún riesgo en depender totalmente de Dios, dejándolo todo por Su nombre. Él nunca, jamás te fallará. ¡Créele, cree en Sus promesas, cree en Su Palabra y serás bendecida!
Elisabet y María son dos mujeres de Tito 2: una mujer mayor que modela y anima a la mujer más joven a creer en Dios. La fe de Elisabet fortaleció la fe de María. Elisabet afirmó las promesas de Dios: puedes confiar en Él. Existe una belleza en animarnos unas a otras a creer en las promesas de Dios.
La alabanza de Elisabet fue contagiosa, su fe fue contagiosa y Elisabet animó a María a ser una mujer de alabanza y adoración. Mira el versículo 46, ese gran y hermoso cántico de María. (Hablo de ello en mi devocional de Adviento).
María dice: «Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador» (Lucas 1:46). ¿Crees que si María hubiera sido una mujer gruñona, descontenta y quejosa, habría estallado en ese tipo de alabanza? Lo dudo.
Todo lo que sé es que la alabanza produce alabanza, la bendición produce bendición, la adoración produce adoración, la alegría produce alegría. ¡Podemos ser contagiosas! El versículo 56 dice que María permaneció con Elisabet unos tres meses y regresó a su casa.
¿De qué hablaron durante esos tres meses? Se trataba de mujeres en etapas de la vida muy diferentes: una chica de catorce años y una mujer postmenopáusica. ¡¿Sobre qué hablaban?! ¿Qué tenían en común?
Bueno, en la historia que Dios estaba escribiendo para sus vidas, sus dos hijos serían rechazados y ejecutados. El hijo de Elisabet sería decapitado por Herodes, el rey de Galilea, y el hijo de María sería crucificado por una turba enfurecida. Así que, aun sin saberlo, se prepararon mutuamente para lo que les esperaba. Se fortalecieron mutuamente, se consolaron y se animaron mutuamente.
Para mí esto ilustra la belleza y la importancia de que los creyentes estén unidos en una sola mente y un solo corazón, se bendigan y se preparen unos a otros. Aquellos que tienen una relación genuina con Dios, estimulando la obra de Dios en el corazón de los demás y fortaleciendo la fe.
Tanto Elisabet como María nos fortalecen hoy en día, porque caminaron por fe cuando Dios no podía ser visto. No conocían el resultado de la historia como nosotras lo conocemos hoy. Estuvieron dispuestas a nadar contra la corriente en contra de su cultura. Estuvieron dispuestas a creerle a Dios.
Solo eran ellas dos, no había muchas de ellas. No eran rival para toda la corrupción en la cultura que las rodeaba, pero Dios las llamó. Él las eligió y las usó como sus instrumentos a través de las cuales preparó el camino para la llegada de su Hijo a la tierra.
Y como resultado, estamos aquí hoy porque el Hijo de Dios nació. Su venida fue anunciada por un hombre llamado Juan el Bautista. Ambos con madres que creyeron a Dios. Verás, Elisabet y María no fueron el centro de esta historia; no era su historia. Era la historia de Dios. Nuestras vidas hoy, ya seas joven o anciana o en algún punto intermedio, ¡nuestras vidas existen para contar la gran historia de Cristo y de Su amor redentor!
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth aún no ha terminado, pero quería intervenir rápidamente para explicarte un poco sobre lo que está a punto de hablar. Si escuchaste la primera parte de su mensaje ayer en Aviva Nuestros Corazones, probablemente recordarás el elegante sombrero que le mostró a la audiencia.
Este se lo regaló su mentora, Vonette Bright, y la mentora de Vonette, la Dra. Henrietta Mears fue quien le regaló el sombrero a ella. Bien, aquí está Nancy otra vez.
Nancy: Voy a hablar sobre este sombrero por un momento. Este sombrero simboliza para mí las formas en que Henrietta Mears y Vonette Bright y otras mujeres de Dios, incluida mi propia madre, han impactado mi vida.
Muchas de estas mujeres me transmitieron el legado de la fe. Me animaron; me fortalecieron en mi fe. Vonette Bright siempre me desafiaba a creer que Dios tiene algo más grande.
«¡Querida», me decía, «necesitamos reunir a cien mil mujeres para una reunión de oración!». Mientras se preparaba para partir con el Señor, ella tenía toda una lista de cosas que me decía que debíamos hacer, ¡pero al mismo tiempo infundía fe en mi corazón!
Y esta es la pregunta que me hago cuando veo este sombrero: «¿A quién le paso este sombrero? ¿Quién lo recibirá después? ¿Quiénes son las mujeres más jóvenes a las que estoy animando en su fe y en su caminar con el Señor?».
¿De quién has recibido tú, fe, aliento, consuelo, fe en las promesas de Dios? ¿A quién le vas a pasar el legado? María buscó a Elisabet en un momento crucial de su vida, y Elisabet estuvo disponible en un momento difícil de su vida, pero recibió a la mujer más joven.
Mujeres mayores, ¿en quién están invirtiendo? ¿En quién estamos invirtiendo nuestras vidas? Puede que digas: «¡Es que estoy tan ocupada!» No estás demasiado ocupada para invertir en otras mujeres a tu alrededor. Hay mujeres más jóvenes que necesitan desesperadamente tu testimonio, tu fe, tus oraciones, tu aliento, tu presencia en sus vidas.
No te ocupes demasiado como para no invertir en otras mujeres a tu alrededor.
Y mujeres jóvenes, ¿quién es esa Elisabet en tu vida? Cuando recibes noticias difíciles, tristes o buenas, o sientes que Dios te está llamando a algo, ¿a qué puerta vas, a dónde acudes, que cosas buscas? Y gran parte de todo esto, por cierto, se puede llevar a cabo en nuestros hogares. ¡Me encanta el hecho de que este discipulado, esta amistad, este compañerismo o hermandad, se desarrolló en un hogar!
¿Quién te pasó el sombrero? ¿Y a quién le pasarás el sombrero?
Débora: ¡Me encanta ese concepto! ¿A quién le pasarás el sombrero? Nancy volverá para orar en un momento.
Elisabet y María habrían pensado de sí mismas como mujeres comunes y corrientes. ¡Pero su disposición a dejar de lado sus propios planes y entregarse a la voluntad de Dios les ayudó a ser usadas poderosamente por Dios! Básicamente le dijeron: «Sí, Señor, todo lo que quieras hacer, soy tuya».
Y no son las únicas mujeres en la historia que han tenido esa actitud. Hay un libro de Aviva Nuestros Corazones. Se llama Mujeres Extraordinarias, este libro contiene las historias de diez mujeres que dijeron «sí» a Dios y, como resultado, fueron utilizadas por Él de maneras increíbles. De hecho, uno de los capítulos trata sobre Henrietta Mears, quien era la dueña original del sombrero del que hablaba Nancy.
Y durante más de 10 años, Aviva Nuestros Corazones ha ayudado a las mujeres a captar la maravilla del evangelio de Cristo y a compartirlo con quienes las rodean. A través de nuestros diversos alcances, estamos trabajando para animar, proveer recursos y movilizar a las mujeres de todo el mundo para que cumplan el llamado que Dios les ha dado a sus vidas. Estamos ansiosas por seguir compartiendo este mensaje, y el Señor lo hace posible a través de hermanas como tú. ¿Considerarías hoy en oración donar y ser parte de lo que Dios está haciendo en y a través de Aviva Nuestros Corazones? Esta es una invitación para que te mantengas atenta a las necesidades de las mujeres que te rodean y seas una voz de aliento y amor en sus vidas.
Nancy: Ahora, ¿me acompañan a orar?
Señor, aquí estamos, cientos de mujeres de diferentes edades, etapas de la vida. Oro, Señor, que hables a cada corazón después que termine este pódcast. . .a las mujeres jóvenes que anhelan que alguien venga y las abrace y las ame como Jesús. . . o tal vez alguna mujer mayor que dice: «Nunca nadie hizo esto por mí».
Oh, Señor, ¿podrías fusionar, moldear y tejer nuestras vidas como lo hiciste con Elisabet y María en nuestras iglesias, en nuestros grupos pequeños? Reúne a las Elisabets y a esas Marías. Que nosotras, como mujeres mayores, vivamos vidas que sean modelos de semejanza de Cristo, que hagan creíble el evangelio, y que enseñemos lo que es bueno y capacitemos a las mujeres más jóvenes para que amen a sus esposos e hijos, que sean amables, que cuiden sus hogares, que sean sumisas, y reverentes.
Señor, danos a todas un mayor sentido de misión y propósito. No estamos aquí solo para llenarnos, para empaparnos, no estamos aquí solo para quitarle el sombrero a otra persona, estamos aquí para pasarle el sombrero a otra mujer. Entonces, Señor, qué gozo sería si desde ahora hasta que estemos en el cielo, cada mujer que escucha este programa participara en la carrera, en el juego, fuera de las gradas, no solo como espectadora, sino participando activamente en alentar y bendecir a las mujeres que las rodean. ¡Y que vivamos juntas la belleza del evangelio!
Débora: Ayudándote a transmitir a otros la libertad, plenitud y abundancia que tienes en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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