Sé libre de condenación
Annamarie Sauter: Algunas personas evitan la palabra «pecado» o «pecador». Pero sabes, sin malas noticias no hay buenas noticias.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Si no somos pecadores, no somos candidatos para un Salvador.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
A lo largo de nuestra serie actual Nancy nos ha estado ayudando a evaluar algunas mentiras que creemos acerca del pecado. Traerlas a la luz nos permite reemplazarlas con la verdad de Dios.
Y antes de continuar con el programa de hoy, permíteme compartir contigo lo que una mujer nos dijo sobre cómo ha sido bendecida a través de programas como este. Ella también nos cuenta sobre una mentira que creyó acerca del pecado.
Paola: El impacto de Aviva Nuestros Corazones en mi vida …
Annamarie Sauter: Algunas personas evitan la palabra «pecado» o «pecador». Pero sabes, sin malas noticias no hay buenas noticias.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Si no somos pecadores, no somos candidatos para un Salvador.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
A lo largo de nuestra serie actual Nancy nos ha estado ayudando a evaluar algunas mentiras que creemos acerca del pecado. Traerlas a la luz nos permite reemplazarlas con la verdad de Dios.
Y antes de continuar con el programa de hoy, permíteme compartir contigo lo que una mujer nos dijo sobre cómo ha sido bendecida a través de programas como este. Ella también nos cuenta sobre una mentira que creyó acerca del pecado.
Paola: El impacto de Aviva Nuestros Corazones en mi vida ha sido realmente grande. Desde hace dos años conozco del ministerio. Los audios que escucho diariamente han tocado áreas muy específicas y álgicas en mi vida. Cosas que estaba haciendo mal y que la verdad no lo tomaba como que lo estaba haciendo mal, sino que eran pecados que los dejaba pasar y decía, «bueno, si David que era conforme al corazón de Dios pecó, qué más da yo también puedo pecar. Como que normalicé el pecado.
Y al escuchar los audios, esto impactó fuertemente mi vida y decía, «bueno, Dios, Tú me estás hablando, no estoy haciendo muchas cosas como Tú quieres que las haga»; y algo que alguna vez escuché en los audios, es que estaba sobreviviendo más no estaba viviendo en plenitud en Cristo. Y eso fue como corriente en todo mi cuerpo, como si te lanzaran un balde de agua fría, y yo dije sí es verdad yo no estoy honrando el nombre de Dios.
Annamarie: Ella nos cuenta sobre otras formas en que ha sido impactada.
Paola: Básicamente en mostrarme lo que significa el pecado a través de la Palabra de Dios, sus consecuencias y que hay una esperanza y que Dios es bueno es misericordioso. Quitarme la venda de los ojos frente a muchas mentiras que tenía. Este ha sido un proceso porque creía muchas cosas, muchas mentiras de Dios. Que Dios no era bueno, que no le importaban algunas cosas como mi familia. Ver a un Dios bueno, ver a un Dios real, eso es lo que lo que he visto y gracias a Dios por Aviva Nuestros Corazones y por todo lo que su grupo me ha mostrado.
Annamarie: Esta oyente participó de una de nuestras conferencias y nos dice lo que significó para ella.
Paola: Estar acá ha sido impresionante. Ver otras personas, otras mujeres de diferentes idiomas, de diferentes países que vienen con un propósito: conocer más a Dios y ser libres del pecado.
Annamarie: Y tú, ¿quieres ser libre?
Aquí está Nancy con la continuación de la serie, Mentiras que las mujeres creen acerca del pecado.
Nancy: Recibí una carta la semana pasada de una amiga que probablemente está en sus cincuenta años. Ella me contaba de algunas de las cosas que Dios ha estado haciendo en su vida en estos últimos días. Y luego se remontó a algunos problemas en su infancia de los que el Señor realmente la ha estado liberando ahora como una mujer adulta.
En una de esas áreas, ella dijo, «pequé moralmente con un joven en mi adolescencia. Iba a Dios una y otra vez pidiéndole perdón, pero nunca creyendo que había sido perdonada. Nunca sentí que podía ser una mujer virtuosa».
¿Cuántas de ustedes dirían que hay algún área en sus vidas que tienen, que tal vez han luchado durante años, pero que se han encontrado a sí mismas yendo una y otra vez a Dios buscando Su perdón, pero en realidad tratando de sentir que Dios las ha perdonado? ¿Cuántas de ustedes se identifican con la descripción de mi amiga? Quizás la mayoría de nosotras.
Hemos estado viendo las mentiras que creemos acerca del pecado. Hoy quiero que veamos una mentira particular que creo que persigue y acosa a muchas de nosotras como mujeres, y es que Dios no puede perdonar lo que hemos hecho.
Cuando hablo sobre el tema del perdón, casi siempre alguien va a venir o va escribir una nota enseguida y me va a decir, «nunca he sido capaz de perdonarme por lo que he hecho». Esta mentira es una especie de prima de la mentira que mi pecado es tan malo que Dios no puede perdonar lo que he hecho.
Pero es interesante que en ninguna parte de la Escritura se habla en realidad de la necesidad de perdonarnos a nosotras mismas, pero cuando escucho a las mujeres decir, «nunca he sido capaz de perdonarme por lo que he hecho», en realidad creo que lo que están diciendo es que nunca han sido capaces de sentirse perdonadas.
Ahora, si has estado en una la iglesia por algún período de tiempo, sabes que Dios puede perdonarlas. Pero en el fondo de sus corazones no creen que han sido verdadera y plenamente perdonadas.
Así que muchas mujeres hoy en día encuentran difícil aceptar el amor y el perdón de Dios. A pesar de que lo saben en sus mentes, es difícil conectarlo a sus corazones y a sus vidas. Creo que en muchos de nuestros corazones hay ese sentido que nos dice que cuando pecamos, hay algo que tenemos que hacer para ser restauradas ante Dios. Pensamos que tenemos que hacer penitencia, y muchas cosas espirituales, para equilibrar la balanza de lo malo que hemos hecho y para compensar el mal que hemos cometido.
Eso fue lo que quedó expresado en otra carta que recibí de una mujer que dijo: «¿Qué puedo decir sobre el egoísmo de mi aborto? ¿Cómo una se perdona a sí misma por asesinato? No se puede deshacer lo que he hecho. Dios me hubiera castigado haciéndome estéril, pero no lo hizo. Él podría haber hecho a mis hijos enfermizos o discapacitados, pero no lo hizo. Durante veintisiete años he sentido que aun sin castigo, no podía pagar la deuda que sentía que le debía».
¿Puedes ver la respuesta aquí? Ella sabía que había hecho algo malo. Estaba viviendo con la culpa y la vergüenza de eso. Pero le parecía tan grande que pensaba que tenía que hacer algo realmente grande para pagar la deuda que debía. Durante veintisiete años vivió en esa esclavitud, y es el resultado de creer las mentiras que Satanás le ha dicho acerca de su pecado, que Dios no puede perdonar realmente lo que ha hecho, porque es muy grande.
Ahora, ella tiene razón en una cosa. Ella dijo: «Durante veintisiete años he sentido que aun sin castigo, no podía pagar la deuda que sentía que debía». Ella tiene una deuda. Ahora, la deuda que ella tiene no es mayor que la deuda que tú tienes o mayor que la que yo tengo. El hecho es que tú y yo no podemos pagar la deuda que le debemos a Dios por nuestro pecado. Puede haber sido un aborto. Puede haber sido algo que el mundo no consideraría como grave, pero cada pecado requiere un castigo.
Y la verdad es que, una vida de buenas obras no es suficiente para lidiar con la culpa de un solo pecado que tú y yo podríamos cometer contra Dios, porque Él es santo, y Su justicia exige que haya un castigo por todos los pecados. El pecado tiene que ser castigado. Él nos dice que la paga de nuestros pecados, el castigo que merecemos por nuestro pecado, es la muerte. Creo que es por eso que existe esta lucha dentro de nosotras que dice: «Alguien tiene que pagar. Tengo que pagar. Realmente no puedo estar libre de todo esto porque no he pagado la pena que mi pecado merece».
Ahora, sabemos por la Palabra de Dios, que solo hay un remedio para nuestra culpa, y es la sangre de Jesucristo. Cuando Adán y Eva pecaron contra Dios, desde el principio demostraron ese sentido de vergüenza y de culpa. Ellos de repente se hicieron conscientes de su desnudez. Estaban avergonzados uno con el otro. Estaban avergonzados ante Dios, e hicieron lo que hacemos instintivamente. Allí, en el jardín, en el huerto, en primer lugar, se escondieron de Dios. Se levantó una barrera entre ellos y Dios que su pecado había creado. Y luego, al darse cuenta de que estaban desnudos, y avergonzados por ello, trataron de cubrir su desnudez.
Al leer sobre Adán y Eva haciendo esto pienso que nosotras hacemos exactamente lo mismo. ¡Igual que nosotras! Pecamos contra Dios, y decimos, «oh no, tengo que cubrirlo». Tenemos miedo y nos escondemos, y luego tratamos de poner un poco de buena ropa sobre él. El hecho es que nada de lo que hicieron fue suficiente para cubrirlos porque Dios todo lo ve, Él tiene ojos que todo lo ven y todo lo sabe. No hay un lugar en que pueda esconderme de Él. No hay nada que, a Sus ojos, me pueda cubrir de la culpa de mi pecado.
Entonces, Dios entró al jardín y tomó la iniciativa de restaurar a estos pecadores caídos. ¿Y no estás contenta de que Él es quien toma la iniciativa? No fue que Adán y Eva estuvieran buscando a Dios. Fue Dios quien los llamó, «Adán ¿dónde estás?» Y entonces Dios trató con ellos. Él habló con ellos acerca de las consecuencias de su condición caída. Pero Él también, desde las primeras páginas de la Biblia, puso en marcha un plan que había ideado en la eternidad pasada, y era un plan para proporcionar una cobertura real.
Las Escrituras dicen que Dios hizo ropas de pieles de animales para Adán y Eva. Ahora, ¿de dónde vinieron las pieles de esos animales? Un animal tenía que morir. La paga del pecado es la muerte. Dios sabía que Adán y Eva necesitaban un sustituto— alguien, uno que muriera en su lugar. Así que Dios tomó la vida de esos animales inocentes, esa sangre derramada, fue un sacrificio. Fue de esos animales que Dios tomó esas pieles e hizo ropas para Adán y Eva para cubrir su vergüenza y para cubrir su culpa. Todo esto fue un anticipo de lo que solamente Dios haría un día, de una manera mucho más completa y permanente, a través de la muerte de Jesucristo como el sustituto de los pecadores.
A medida que vayas recorriendo el Antiguo Testamento –especialmente en algunas de las partes que parecen pasar y pasar y pasar– y tú dices, «¿pero cuál es el punto?» Bueno el punto importante es que el pecado requiere castigo, y el castigo es la muerte. El libro de Levítico, por ejemplo, trata de cómo el pecado requiere el derramamiento de sangre para que haya perdón de pecados.
Esta mañana miré en el libro de Levítico y vi setenta y una referencias a ser limpio o limpia o a limpieza. La palabra limpio es una palabra clave en el libro de Levítico, setenta y una veces. ¿Cómo podemos ser limpios? Bueno también hay otra palabra clave en el libro de Levítico. ¿Sabes cuál es? Es la palabra sangre. Esa palabra se usa ochenta y seis veces.
Si queremos estar limpias de nuestro pecado, de nuestra culpa y de nuestra vergüenza, tiene que haber derramamiento de sangre. Y de nuevo, esto era solo el anticipo del día en que el Señor Jesús vendría a esta tierra, y derramaría Su sangre en la cruz para que pudiéramos ser perdonadas de nuestros pecados.
Y podemos leer acerca de ese sacrificio, cuando llegamos al libro de Hebreos, en los capítulos 9 y 10. Permítanme leer algunos versículos que nos describen cómo la sangre de Jesucristo es el sacrificio que paga por nuestros pecados.
Hebreos capítulo 9 versículo 22: «Y según la ley, casi todo es purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón».
Entonces el versículo 26 dice: «(Jesús) se ha presentado una vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante el sacrificio de sí mismo».
Y llegamos al capítulo 10, versículo 8. Cuando Jesús vino al mundo, Él dijo: «Sacrificios y ofrendas y holocaustos y sacrificios por el pecado no has querido ni en ellos te has complacido…» Pero Él dijo sin embargo: «Aquí estoy, he venido a hacer tu voluntad, oh Dios».
Versículo 10: «Por esta voluntad hemos sido santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, ofrecido de una vez para siempre».
¿Ves?, en el sistema del Antiguo Testamento, los sacrificios de animales tuvieron que ser ofrecidos una y otra vez y otra vez y otra vez. Era un asunto sangriento. Pero para que la gente estuviera bien con Dios, los sacrificios tenían que seguir haciéndose. Pero la Escritura nos dice en Hebreos, que cuando Jesús vino y se ofreció a sí mismo como un sacrificio, lo hizo una vez para siempre por lo que el castigo por nuestros pecados fue pagado de forma permanente.
«Y ciertamente todo sacerdote está de pie día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios que nunca pueden quitar los pecados. Pero él (Jesús) habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados para siempre, se sentó a la diestra de Dios». ¿Sabes lo que eso significaba? Que se acabó, se terminó.
Si queremos ver lo que Dios cree acerca del pecado y del perdón, entonces tenemos que ir a la cruz de Cristo. Cuando lo vemos renunciando, entregando su vida en el Calvario, vemos que Él tuvo que pagar un precio increíble por esos pecados que nosotros trivializamos y vemos como solo debilidades o defectos de carácter o problemas. Pero también vemos en brillante tecnicolor, el amor y la misericordia de Dios, incluso para el primero y más grande de los pecadores.
Si alguien alguna vez tuvo razón para sentir que Dios no podía perdonarlo por lo que había hecho, creo que podría haber sido el apóstol Pablo. Piensa en lo que Pablo hizo siendo un hombre educado en la Palabra de Dios, un líder religioso de su tiempo. Pero al no conocer a Cristo, él persiguió a los creyentes enviándolos a la muerte. Él mataba a los cristianos. Y entonces Dios un día lo paró en seco en el camino a Damasco, mientras se dirigía a asesinar más creyentes.
Él se encontró con el Cristo resucitado. Creyó y se arrepintió de sus pecados. Cristo vino a su vida. Pero ¿te imaginas el resto de su vida cómo el enemigo podría haberlo torturado con lo que fue su vida, lo que hizo antes de que Cristo llegara a su vida? Y lo acusó, «¿cómo crees que Dios pudo haberte perdonado? ¡Simplemente piensa en lo que has hecho!»
Pablo habla de esto en 1 Timoteo capítulo 1, y dice: «Yo fui un blasfemo, un perseguidor y un insolente» (v. 13). Él fue honesto acerca de sus errores del pasado. Él no trató de encubrirlos o de blanquearlos. Él simplemente dijo: «Eso es lo que yo era».
Ahora, solo quisiéramos llenar los espacios en blanco de donde Dios nos encontró. Y lo que éramos antes de venir a la fe en Cristo. Y ¿cuáles son algunas de las cosas de las que hemos sido culpables desde que llegamos a la fe en Cristo? Pablo fue específico y honesto. Pero luego él dice: «La gracia de nuestro Señor se derramó sobre mí con abundancia» (v. 14).
Me encanta esa palabra. ¿No te alegras de que donde abundó el pecado, la gracia abundó mucho más? Esa es la matemática de Dios. Pero no funciona en nuestros cálculos . Y Pablo dice: «Pero la gracia de nuestro Señor fue más que abundante. Fiel y digna», 1 Timoteo capítulo 1, versículo 15: «Palabra fiel y digna de ser aceptada por todos: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, entre los cuales yo soy el primero». Si no somos pecadoras, entonces no somos candidatas para un Salvador.
Versículo 16: «Sin embargo, por esto hallé misericordia, para que en mí, como el primero, Jesucristo demostrara toda su paciencia como un ejemplo para los que habrían de creer en Él para vida eterna».
¿Qué es lo que Pablo está diciendo ? Él está diciendo, «mi pasado pecaminoso, no estoy orgulloso de ello, pero en realidad se ha convertido en una vitrina de trofeos, en una exhibición de la gracia de Dios. Porque cuando la gente sabe cómo era yo y lo que hice y qué clase de hombre era, y luego ven que Dios me ha perdonado, cuando ven que Dios me ha liberado de ese pasado, que Él ha transformado mi vida, que yo no soy el mismo hombre que fui, me miran, y dicen, “wow! ¡Qué gran Dios! ¡Qué gran misericordia Dios ha tenido con los pecadores!”»
Entonces creo que el mensaje que comunica esto es el siguiente, «¿sabes qué? Otros pecadores tendrán esperanza de que ellos, también, pueden ser perdonados, sin importar lo grandes que sean sus pecados». Y como Pablo sigue diciendo en ese pasaje: «Cristo Jesús, quiso mostrar en mí Su paciencia y Su misericordia».
Y luego, como él está sobrecogido con todo esto, irrumpe en esta doxología. Casi puedo oírlo cantándola, «por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, a Él sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén» (v. 17).
Eso no suena como un hombre que vive bajo la culpa y la vergüenza de su pecado pasado, ¿verdad? Aquí tenemos un hombre que es libre. Y que ha sido liberado de ese pecado. No es que él no lo haya hecho, es que la pena ha sido pagada. Así que sabemos que el Calvario lo cubre todo, la sangre de Jesús. Me encantan algunos de esos himnos que nos hablan del poder purificador de la sangre de Jesús: el Calvario lo cubre todo, mi pasado con su pecado y su mancha.
Y al leer esa frase, pienso en cosas de mi pasado que me avergüenzan. Pienso en las veces en que con conocimiento, pequé contra Dios con mi lengua, con mi espíritu, con mi conducta, en mis relaciones, en rebelión. «Mi pasado con su pecado y su mancha, el Calvario lo cubrió. Mi culpa y desesperación, Jesús las tomó sobre Él y el Calvario lo cubre todo». (Todo lo pago, quien por mi murió y mis manchas el lavó con sangre carmesí)
A mi papá le encantaba ese antiguo himno que a menudo cantamos que dice:
¿Quién me puede dar perdón?
La sangre de Jesús, la sangre de Jesús
Que libra al pecador de condenación.
¿Y un nuevo corazón?
La sangre de Jesús, la sangre de Jesús
Pagó mi redención y me salvó
Jesús murió por ese pecado, y ya no hay más sacrificio que podamos ofrecer por nuestro pecado. De hecho, las Escrituras dicen que Él pagó el precio y se ofreció a sí mismo como sacrificio una vez y para siempre. El precio ha sido pagado. Ahora Él está en el cielo y está sentado a la diestra de Dios, y nos ha prometido que todo lo que hagamos fuera de la ley y nuestro pecado, ya no lo recordará más. «Ahora bien, donde hay perdón de estas cosas, ya no hay ofrenda por el pecado» (Heb. 10: 18).
Así que, ¿qué diferencia debe hacer esto en nuestras vidas? ¿Cómo viviremos si esto es verdad? Bueno, el versículo 19 de Hebreos capítulo 10, lo dice: «Entonces, hermanos, puesto que tenemos confianza para entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesús…». Tenemos acceso directo a la presencia del Señor, donde nadie, tan solo el sumo sacerdote, se atrevía a entrar en el Antiguo Testamento bajo el Antiguo Pacto, mientras ellos todavía ofreciendo todos estos sacrificios de animales. «Pero ahora», él dice, «hermanos, hermanas, hijos de Dios, podemos entrar con confianza». No con la cabeza baja, no diciendo: «Mi pecado es tan grande, no sé cómo Dios podrá perdonarme».
Él nos ha perdonado. Así que Él dice, «ahora, con confianza, entra al Lugar Santísimo». ¿Cómo? Por la sangre de Jesús. Él dice, «por un camino nuevo y vivo que Él inauguró para nosotros por medio del velo es decir de Su carne». ¿Recuerdas ese velo, esa gran cortina que estaba puesta entre el pueblo y el lugar santísimo donde se encontraba la presencia de Dios? ¿Qué pasó con ese velo cuando Jesús murió? Se rasgó de arriba hacia abajo. Y el acceso fue permitido a la presencia de Dios.
Y el versículo 21 dice: «Y puesto que tenemos un gran sacerdote sobre la casa de Dios. Acerquémonos, con corazón sincero en plena certidumbre de fe, teniendo nuestro corazón purificado de mala conciencia y nuestros cuerpos lavados con agua pura».
¿No te encanta ese lenguaje? Les hablo a tantas mujeres hoy en día que están viviendo perpetuamente bajo la culpa y el peso del pecado que ya han confesado. Y les hablo a esas mujeres que son creyentes, pero que en realidad no creen que la sangre de Jesús fue suficiente para sus pecados. Hay pecados que han cometido y saben que están en sus mentes. Y algunas veces no han tenido el coraje de decirle a alguien cuál ha sido ese pecado, pero ellas piensan que es tan grande, que no pueden liberarse de la culpa y de la carga de este.
Pero les estoy diciendo, y la Palabra de Dios les dice: «¿Qué tan grande puede ser ese pecado que no sea cubierto por la cobertura que Dios ha provisto, por la expiación dispuesta para nosotras, en la sangre de Jesús?» Así que él dice: «Ahora acércate a Dios» (v. 22). No tienes que estar lejos. Al ser confesado ese pecado, ha sido ya puesto bajo la sangre de Jesús. Hay perdón para ti. Así que él dice: «vengamos con corazón sincero y en plena seguridad de fe, teniendo nuestros corazones lavados en limpia conciencia».
Escucha, cuando has sido perdonada y aceptas ese perdón, puedes dormir bien por la noche, no hay necesidad de tener una conciencia culpable. Hemos estado hablando durante estos días sobre el peso de nuestros pecados, y este mensaje en Hebreos no es una buena noticia hasta que hemos llegado al lugar donde se siente la grandeza de nuestros pecados contra Dios.
Pero habiendo visto el peso y la culpa de nuestros pecados, entonces tenemos que entrar al Nuevo Testamento, al Nuevo Pacto, y ver lo que Jesús ha hecho posible para nosotras e ir a Él confiadamente y con plena seguridad, con la conciencia tranquila a la presencia de Dios. Y así, dice Hebreos capítulo 10, versículo 23: «Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa».
Annamarie: Qué bendición ha sido reflexionar acerca de la gran misericordia de Dios en Jesús, y la realidad del perdón y la libertad de la culpa. Esta enseñanza es parte de la serie titulada, Mentiras que las mujeres creen acerca del pecado. Si te perdiste alguno de los programas anteriores en esta serie, escúchalo, descárgalo o leelo en nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com.
Cuando juegas con fuego corres el riesgo de quemarte. Lo mismo sucede cuando juegas con el pecado. Y no solo corres el riesgo de quemarte tú, sino que esto afecta a los que te rodean. Mañana Nancy nos hablará más acerca de esto y de cómo podemos evitar ser cautivas de mentiras que creemos acerca del pecado.
Conociendo la verdad que nos hace libres juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
La lectura para hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es Esdras capítulos 5 al 7.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
La Sangre de Jesús, Jonathan & Sarah Jerez, Vivir Es Cristo ℗ 2013 Jonathan & Sarah Jerez
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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