Sé honesta con Dios
Dannah Gresh: Tras experimentar una pérdida irreparable, Elizabeth Mitchell se sinceró con Dios.
Elizabeth Mitchell: «¿Alguna vez volveré a sonreír?». Me desperté esa mañana y pensé: jamás volveré a sentir gozo. «Por supuesto, ¡no hay forma de que salga nada bueno de tan enorme dolor!». Creo que se lo dije en voz alta al Señor.
Dannah: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 9 de septiembre de 2024.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Al pensar en la conversación que estamos a punto de escuchar, se me viene a la mente las palabras de la canción de Babbie Mason y Eddie Carswell, que dice:
Todas las cosas obran para nuestro bien
aunque a veces no alcanzamos a ver cómo
Nuestro Padre sabe lo que es mejor para nosotros,
Sus caminos no son los nuestros.
Así que cuando tu camino se oscurece
y …
Dannah Gresh: Tras experimentar una pérdida irreparable, Elizabeth Mitchell se sinceró con Dios.
Elizabeth Mitchell: «¿Alguna vez volveré a sonreír?». Me desperté esa mañana y pensé: jamás volveré a sentir gozo. «Por supuesto, ¡no hay forma de que salga nada bueno de tan enorme dolor!». Creo que se lo dije en voz alta al Señor.
Dannah: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 9 de septiembre de 2024.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Al pensar en la conversación que estamos a punto de escuchar, se me viene a la mente las palabras de la canción de Babbie Mason y Eddie Carswell, que dice:
Todas las cosas obran para nuestro bien
aunque a veces no alcanzamos a ver cómo
Nuestro Padre sabe lo que es mejor para nosotros,
Sus caminos no son los nuestros.
Así que cuando tu camino se oscurece
y no alcances a ver a Dios,
Recuerda que nunca estás solo.1
Nuestra invitada de hoy tuvo momentos donde su camino estaba tan oscuro que no lograba ver la mano de Dios en lo que le estaba pasando… no lograba ver nada. Dannah entrevistó a Elizabeth Mtichell para escuchar su historia. Es la historia que narra en su libro «Journey for the heart» (Un Viaje para el Corazón) y el subtítulo habla de algo que todas necesitamos: Esperanza cuando la vida es injusta. Iniciemos conociendo un poco a Elizabeth. Escuchemos.
Dannah: Elizabeth cuéntanos un poco acerca de cuando encontraste a Cristo, cuando lo conociste como Señor y Salvador.
Elizabeth: Yo era una jovencita en la isla de Jamaica. Nos acabábamos de mudar a una iglesia nueva y por primera vez, en la escuelita dominical, en ese salón pequeñito, en una iglesia preciosa llamada Alianza Misionera de Gracia, se nos presentó el evangelio, y por primera vez entendí que Cristo no solo había muerto por los pecados del mundo, sino que también había muerto por mis pecados.
Y a los 14 años abrí mi corazón a Cristo, lo recibí y a través de esa iglesia, y posteriormente al mudarme a la ciudad de Boca Ratón en Florida, fui discipulada a través de maravillosos pastores y maestros que dirigieron mi corazón a amar a Cristo con gran pasión, y me enseñaron a estar abierta a servirle en cualquier capacidad cuando Él me llamara.
Dannah: ¡Me encanta!Me encanta que Cristo te encontró en Jamaica. Puedo distinguir un poco de tu acento jamaiquino, tan precioso, ¡me encanta!
Así que conociste a Cristo, te mudaste a Florida, y conociste a un varón. Estás siendo discipulada, todo va bien, la vida es bella. ¿No es así?
Elizabeth: ¡Sí! Tenía tres hijos, un esposo maravilloso, que cuidaba de la familia y de la iglesia. Yo también servía en la iglesia y trabajaba como agente inmobiliario con mi esposo. Hacía escuela en casa con mis hijos… y luego nació nuestro cuarto hijo, James Mitchell.
El doctor dijo «todo está bien», pero nunca trajeron al bebé a mi cuarto. Nos decían desde la estación de enfermería: «Le estamos dando calor». Unas cuantas horas después, una señora con bata azul entró a mi cuarto de maternidad y me dijo: «Señora Mitchell, soy la neonatóloga».
Recuerdo, Dannah, que salté de esa cama como si fuera un resorte. Y le dije: «¿Pasa algo malo?», ella nos dijo: «Puede ser». Conforme pasaron las horas descubrimos que James tenía «transposición de los grandes vasos» y dos defectos más en su corazón.
No había hospital en el sur de la Florida que pudiera atender este tipo de situación. Lo tuvieron que trasladar por vía aérea al Hospital de Niños de Boston. Mi esposo voló con él y yo los alcancé al día siguiente. Operaron a James a corazón abierto cuando tenía tres días de nacido.
Nos dijeron que le habían reparado los «conductos» pero al hacerlo en esa larga cirugía, dañaron el sistema que afecta su frecuencia cardíaca o ritmo cardíaco, por lo tanto, a los diez días de nacido, le colocaron un marcapasos. Y después de eso, cada dos meses le tenían que hacer diferentes procedimientos, salían diversas situaciones que debían ser arregladas. James tuvo que acostumbrarse; de hecho, toda la familia tuvo que adaptarse.
Tenía un esposo muy comprensivo y amoroso, igual que los niños, y todos aprendimos a lidiar con ello. Se convirtió en parte de nuestra vida, el ir a hospitales y salas de emergencia para lidiar con sus problemas del corazón.
Dannah: Elizabeth, conforme nos compartes todo esto, te veo tan calmada. Tienes una voz muy suave, llena de calma, pero durante ese tiempo me imagino que debiste haber vivido momentos muy devastadores. Me gustaría pedirte que nos llevaras a alguno de esos momentos.
Elizabeth: Toda la experiencia fue devastadora. Cuando nos dieron la noticia, recuerdo que quería acercarme a la cardióloga pediátrica y apagarla mientras nos contaba las deformidades que James tenía. Quería apagarla como se apaga un mal programa de televisión, pero ella continuaba hablando y hablando.
Y cuando se llevaron a James en aquel avión, el no poder ir con él, eso fue ¡una sensación horrible! No sabía si lo volvería a ver. Cuando me despedí de mis tres hijos para subir al avión y esa situación de dejar todo lo familiar y volar a Boston donde todo era extraño, desconocido y aterrador, solo fue por la presencia de Dios y la Palabra de Dios en mi vida que me dio esa capacidad de poner un pie en frente del otro, en vez de echarme al piso de desesperación.
Recuerdo cuando me dijeron que tenía que volar a Boston acababa de dar a luz, no tenía ropa de invierno. Estaba nevando en Boston y yo estaba en Florida. No podía ni pensar que iba a empacar. Y Dios simplemente mandó una lluvia de gracia sobre mí y sobre Bill, y ¡Él nos sostuvo!
Sentada en ese avión, abrí mi Biblia. No me interesaba comer ni ver nada en la pantalla. Dios me llevó al salmo 20. ¡Es una lectura increíble! Quiero leerla; se ha convertido en uno de mis pasajes más especiales. Normalmente lo tengo memorizado, pero por supuesto ahora me falla la memoria. Dice así:
«Que el Señor te responda cuando estés angustiado;
que el nombre del Dios de Jacob te proteja.
Que te envíe ayuda desde el santuario;
que desde Sión te dé Su apoyo…
Que te conceda lo que tu corazón desea;
que haga que se cumplan todos tus planes…
Ahora sé que el Señor salvará a Su ungido;
que le responderá desde Su santo cielo
y con Su poder le dará grandes victorias.
Estos confían en sus carros de guerra,
aquellos confían en sus corceles,
pero nosotros confiamos en el nombre del Señor nuestro Dios»
(Salmo 20:1-2,4,6-7, NVI).
Fue como si el cielo se hubiera abierto. Dios no solo me envió una postal; fue una conversación uno a uno con el Todopoderoso, quien me dijo: «Estoy totalmente presente contigo. Estoy totalmente presente con tu hijo y con tu esposo. Yo te sostendré». Así es que su Palabra fue oxígeno, fue agua y fue el pan que nos sostuvo.
Dannah: El versículo 4 en la Nueva Versión Internacional (NVI) dice: «que haga que se cumplan todos tus planes». ¡Seguramente no estaba en tus planes estar en Boston con un recién nacido recibiendo una de las noticias más devastadoras que una madre podría escuchar!
Elizabeth: No.
Dannah: Entonces quiero preguntarte,¿cómo reconcilias eso con las Escrituras?
Elizabeth: Lloras. Clamas a Dios. Te compadeces de ti misma por un tiempo. Te das cuenta de que no eres la única que está pasando por terribles circunstancias. Ruegas a otros que oren por ti. Te sumerges en Su Palabra y le dices a Dios que no entiendes y le haces toda clase de preguntas porque sabes que Él lo puede manejar.
Él escuchó mis dudas, mis preguntas, mis preocupaciones, mis temores, especialmente, mi temor a que James no sobreviviera todo este trauma, mi temor de abandonar a mis otros hijos para cuidar a James. El temor a lo desconocido. El temor de saber que todo está absolutamente fuera de mi control.
Y haces todas estas preguntas y sabes que muchas de ellas quedarán sin respuesta. Pero volteé mi rostro en Su dirección, y le rogué por gracia y por misericordia, y ahí donde estaba fui honesta; no pretendí ser espiritual.
Yo sabía que no tenía la capacidad de manejar nada de lo que estaba pasando y Bill tampoco, y necesitábamos al Padre Eterno, y Él nunca nos decepcionó.
Dannah: ¡Me encanta tu autenticidad! Creo que muchas veces escuchamos testimonios de personas que dicen: «Confié en Él; hubo gracia». Pero no solemos escuchar: «Esto fue brutal y tuve que ser honesta con Dios».
Elizabeth: Efectivamente, fue brutal.
Dannah: Así es. Y Elizabeth, tengo un par de preguntas, que me están dando vueltas en la cabeza. Como mamá, primeramente estuviste lejos de tus otros tres hijos. Lo has mencionado varias veces. ¿Cómo le entregaste eso al Señor? Pienso que hay muchas mamás que tal vez están físicamente lejos de dos o tres o uno de sus hijos para cuidar a otro de ellos.
Tal vez es un hijo en casa con necesidades especiales y sienten la carga de decir: «Dios, ¿qué hago con mis otros hijos?». Tal vez se sienten culpables. ¿Cómo reconcilias esto? Porque no estuviste lejos uno o dos días. Fueron muchos días.
Elizabeth: ¡Fueron semanas a la vez! Tenía que depender de otros para que nos ayudaran cuando no estábamos en casa. Tenía que recordarme que Dios los ama mucho más de lo que yo podría amarlos. Tenía que recordarme que Él trae algo bueno de lo que no es bueno.
De la misma manera que Él nos daba gracia a Bill y a mí, les daría gracia a nuestros tres hijos. No tenía que ser de mi agrado lo que estaba pasando. Dios me estaba pidiendo que lo soportara y que los amara de cualquier manera que pudiera. Pero, por ahora, James necesitaba nuestra atención total, y era mi llamado en ese momento.
Tuve que confiar en la ayuda de mis amigos y familiares para cuidar de mis otros hijos. Tienes que dejar que las personas te ayuden. Tuve que decirles cuán necesitada me sentía y dejarlos que me ayudaran con mis hijos cuando no estaba yo físicamente presente.
Dannah: No es algo fácil de hacer.
Elizabeth: No.
Dannah: Toma mucha humildad y aprendes eso rápidamente en momentos de crisis.
Elizabeth: Así es, todo esto me enseñó humildad.
Dannah: Mhm. Tengo una amiga que está viviendo algo con uno de sus hijos y sus otros hijos están sufriendo como resultado de la situación. Estaba realmente batallando con eso ayer, y le dije: «¿Sabes?», y le dije exactamente lo que acabas de decir: «Dios los ama más de lo que tú los amas. Ester tuvo que convertirse en huérfana y vivir en una época terrible para cumplir los propósitos de Dios».
José tuvo que ser vendido como esclavo, ¡por sus hermanos!, para estar en la posición donde Dios necesitaba que estuviera, para ser la persona que Dios necesitaba que fuera. Así que no hay nada por lo que nuestros hijos estén pasando ahora mismo para lo que Dios no tenga planes, nada que Él no pueda redimir y que no pueda usar.
Elizabeth: Sí, exactamente.
Dannah: Hay otra cosa que estoy pensando, ¡que está explotando en mi cabeza! Tú dijiste que debido a la cirugía que tuvo tu bebé, los médicos destruyeron su sistema eléctrico. Uno, ¿qué quieres decir con eso? Y dos, lo primero que se me viene a la mente es: ¿Estabas enojada? ¿Estabas amargada? ¿Quizá frustrada?
Elizabeth: Frustrada. La cirugía fue muy larga. El tamaño del corazón de un bebé recién nacido es del tamaño de su puño, como una pequeña nuez. Hicieron un procedimiento que duró 6 horas para reparar diferentes partes, pero al suturar y cortar… sus dos arterias principales se intercambiaron, de modo que la sangre que tenía oxígeno se desviaba a sus pulmones y la sangre que no tenía oxígeno se enviaba a su cuerpo.
Dannah: Entonces, ¿fue un error de la cirugía?
Elizabeth: No, así es como estaba su corazón de nacimiento. Eso es la transposición.
Dannah: Ah, así fue como nació, ahora entiendo.
Elizabeth: Las dos arterias principales estaban puestas en el lugar equivocado. Estaban haciendo lo opuesto a lo que debían hacer. Nuestro corazón tiene un marcapasos interno, como un circuito eléctrico.
Nos explicaron de esta forma: dijeron que al reparar los conductos, que es muy difícil de hacer, su circuito eléctrico quedó destruido. Así es que a los diez días de nacido tuvieron que hacerle una segunda cirugía para colocarle un marcapasos. Es como una bomba artificial para mantener la parte eléctrica del corazón funcionando correctamente. Eso fue lo que pasó.
Dannah: ¡Wow! ¿Y bebé James sobrevivió a todo eso?
Elizabeth: ¡Él floreció! Pesó 4 kilos, así que eso le favoreció. También le ayudó que sus riñones y su hígado estaban fuertes, para que pudiera procesar todo el medicamento que le estaban dando. Ningún otro órgano se vio afectado.
Dannah: ¡Gloria a Dios!
Elizabeth: Dios le dio un espíritu valiente, así que lo trajimos a casa cuando tenía dos meses. Cuando cumplió un año le tuvieron que hacer otra cirugía de marcapasos. A los cuatro años tuvo su segunda cirugía de corazón abierto y esta resultó contraproducente.
Él era el cuarto hijo de una familia que hacía educación en casa. En Boston, nos dijeron: «No críen a un hijo con problemas de corazón. No lo consientan ni lo sobreprotejan. No lo cuiden tanto que lo terminen destruyendo».
Así que, era uno más de la familia. Nadie lo trataba de manera especial debido a su condición. Simplemente pasábamos los días alrededor de él, y él a su vez aprendió a reír y a amar. Tenía un espíritu muy dulce y gozoso, entusiasta. Sin importar lo que pasara, Dios le dio gracia. Era un triunfador. Nos enseñó mucho.
Dannah: Llévame a un momento especial, preséntanos a James: su personalidad, algo que haya hecho que sea memorable o notable, alguna historia que ames contar acerca de él.
Elizabeth: En cualquier fotografía de él, Dannah, siempre estaba abrazando a alguien, alguno de sus primos o de sus hermanos, o algún amigo en la iglesia. Él amaba a la gente, y siempre tenía una sonrisa. Tenía muchísima energía, le encantaba el básquetbol. Era una de sus cosas favoritas.
Cuando anotaba una canasta, solía caminar hacia atrás por la cancha como si fuera una estrella de la NBA. Él apreciaba la vida. De alguna manera, él entendía que la vida es un regalo y que no podía desperdiciar ni un minuto en nada que no fuera ¡celebración! Para él, ¡este era el mejor hot dog que jamás había probado!, o ¡los mejores nachos!
Cada una de mis cuatro hermanas pensaban que su comida era la favorita de James por la forma como él se expresaba cuando iba a comer a sus casas. Le encantaba comprar calcetines, le encantaban los rompecabezas con dibujos animados y amaba a Buzz Lightyear.
Él tenía una pequeña alcancía en el cuarto del hospital, y cuando entraba el doctor o los enfermeros a «molestarlo» él les decía: «Primero me tienes que dar dinero», y así es que ponían dinero en su alcancía de Buzz Lightyear.
Dannah: ¡Muy valiente! ¡Wow, me encanta!
Elizabeth: Nunca se veía triste. Lo que no le gustaba, era ser bajito de estatura, pues tenía que tomar muchos esteroides por su condición. Su papá y sus hermanos y hermanas son altos. Tenía más de 20 cicatrices en su pecho, y eso no le importaba, pero el ser de estatura baja, a consecuencia de los esteroides, creo que es lo que más le molestaba.
Dannah: ¿Hizo James una profesión de fe? ¿Rindió su vida a Cristo?
Elizabeth: Sí lo hizo. Él tenía cinco años. Estábamos sentados en el sillón de la sala. Yo tuve el privilegio de estar con él. No recuerdo todos los detalles. Él había estado participando en AWANA, que es un ministerio de discipulado para niños y jóvenes, allí le enseñábamos las Escrituras en casa.
Y algo lo incitó a preguntar acerca del cielo, y de cómo podía ser salvo, y qué significaba. ¡Tuve el gozo de llevarlo al Señor ahí, en nuestra sala! Como hacíamos escuela en casa, teníamos bastante tiempo para escribir.
Una de las cosas que atesoramos es el hecho de que los animábamos a escribir en un diario algún pasaje de la Escritura, y que escribieran lo que significaba para ellos durante su tiempo devocional. Pudimos ver un poco del corazón de James a través de su diario. Uso alguno de esos ejemplos en mi libro.
Dannah: Bueno, estás hablando de él en tiempo pasado. ¿Qué sucedió?
Elizabeth: Él tenía trece años y estaba jugando básquetbol cuando comenzó a vomitar. Lo llevamos a casa y luego al médico. Él había tenido un trasplante de corazón a los cuatro años y medio. Ahora tenía trece años, ocho años y medio después de su trasplante, y de haber tenido biopsias y mucho medicamento.
Su cuerpo estaba rechazando su corazón. Fue un rechazo absoluto. Tuvo un doble infarto al corazón. El segundo fue estando él en nuestra cama, en nuestro cuarto…un lugar seguro para un niño, el estar cerca de sus padres.
Lo llevamos al hospital en ambulancia, por supuesto, pero no pudieron hacer nada por él. Su corazón totalmente se rindió. No sabíamos que había tenido un primer infarto, porque como paciente trasplantado, sus nervios habían sido cortados, así es que no sintió el dolor normal de un ataque al corazón.
No pudimos hacer nada. Al principio pensamos que era un virus estomacal. Después supimos que no fue así. Sus últimas palabras fueron: «Mami, no puedo respirar», y se quedó inconsciente. El Señor lo llevó a casa rodeado de su familia.
El cardiólogo dijo: «Bill, James todavía está luchando, tienes que darle permiso para irse». Así que su papá se inclinó y le dijo: «James, está bien, puedes irte a casa», y se fue.
Nos enseñó el significado de la valentía. Nos mostró cómo no sentir lástima por uno mismo. Nos enseñó a apreciar cada pequeño detalle de la vida. Bendijo a toda nuestra familia una y otra vez. A pesar de que él ya no está aquí, puedo describir su vida como un huerto que sigue dando fruto.
Mi esposo predica la Palabra y nuestros hijos dan clases de Biblia y dirigen ministerios. Yo enseño y escribo reconociendo que la vida es dura, pero que Dios es bueno y Dios es fiel. Él nos envió a James no como una carga, sino como un regalo para que pudiéramos aprender a amar a nuestro Padre Celestial y a apreciar lo maravillosa y la bendición que es la vida. Todo eso lo recibimos a través del regalo de James.
Dannah: Qué hermoso. . .y ¡lo siento mucho! Se escucha en tu voz un dolor muy fresco.
Elizabeth: Sí, normalmente puedo hablar sin llorar. He llegado a ese punto, pero otras veces no puedo.
Dannah: Wow, puedo asumir que hay alguien escuchando que necesitaba escuchar ese quebrantamiento en tu voz.
Elizabeth: Sí, ¡por supuesto! Vale la pena cada lágrima y el Señor puede manejar cada lágrima.
Dannah: En esos días de pérdida tan reciente, ¿qué preguntas difíciles te hacías?
Elizabeth: El saber que Dios lo pudo haber prevenido, el saber que Dios lo pudo haber detenido como lo había hecho con otros problemas anteriormente y que algo bueno había salido. El saber que no teníamos control y el saber: «Esta pérdida nadie la puede reparar, sin importar cuánto nos amen».
No importaba lo mucho que yo amara a Bill o lo mucho que él me amara, no podíamos remediar el dolor que el otro sentía. Era una pérdida permanente que nunca se iría. Muchas otras cosas se pueden arreglar con el tiempo, pero esta no. Así que es una sensación de agonía el saber que: «Esto nunca se va a ir, Dios me dará la gracia para manejarlo, pero nunca se va a ir».
El sentir de: «¿Alguna vez volveré a sonreír?». Me desperté esa mañana y pensé, jamás volveré a sentir gozo. «Por supuesto, ¡no hay forma de que salga nada bueno de tan enorme dolor!» Creo que se lo dije en voz alta al Señor.
Sabía la Escritura de Romanos 8:28 que dice: «Todas las cosas cooperan para bien», pero es la parte de «conforme a la imagen de Su Hijo» (v. 29), y que Él no nos evita el dolor. Queremos que lo haga, pero en Su economía Él usa el dolor, los retos, las dificultades y las desilusiones cuando la vida no es como debería ser.
Él lo usa para hacernos más como Cristo, y nos convierte en una extensión de Él en la vida de otras personas, y ellas saben que nos pueden confiar el dolor de su corazón, porque de alguna forma somos capaces de entender su desilusión porque hemos pasado por ello.
Toma tiempo Dannah y no debemos apurar a nadie en su proceso, ni a tu esposo, ni a tus hijos, ni a una amiga. Cada persona camina su duelo de manera diferente. Hay que darles tiempo y espacio sabiendo que yo no entiendo totalmente su dolor.
Camina junto a ellos, pero no trates de darles lecciones o de enviarles mucha Escritura. Simplemente ámalos donde están.
Dannah: Suenas como una mujer que tiene mucha sabiduría. Sabiduría que solo se puede obtener caminando por el valle de sombra de muerte. Me imagino que de ahí surgió el escribir Viaje para el corazón: Esperanza cuando la vida es injusta.
Me encantaría saber qué tesoros de las Escrituras tienes que te llevaron, no solo a caminar tan bien por esa prueba que hoy puedes tener un espíritu tan gentil cuando te comunicas, ¡sino que también pudiste escribirlo! ¿Podríamos conversar mañana sobre eso?
Elizabeth: Claro que sí, muchas gracias. Y gracias por tus preguntas tan sensibles. Creo que por eso se me salieron las lágrimas, por tu delicadeza. Gracias Dannah.
Dannah: ¡De nada mi amiga!
Nancy: Wow, ¡qué alentador recordatorio nos trajo hoy Elizabeth Mitchell! Aunque nunca hayas pasado personalmente por el dolor de perder a un hijo, seguro que conoces a alguien que sí. Dependiendo de dónde se encuentre en medio de esa experiencia, tal vez quieras animarle a escuchar este programa.
Empezamos nuestro programa del día de hoy escuchando dos estrofas de la canción de Babbie Mason de los ochentas, déjame leerte el coro:
Dios es demasiado sabio para equivocarse,
Dios es demasiado bueno para ser cruel.
Así que cuando no entiendas,
Cuando no veas Su plan,
Cuando no puedas rastrear Su mano,
Confía en Su corazón.1
Tal vez hoy te estás enfrentando a algo que no entiendes y no logras ver el plan de Dios y no puedes rastrear Su mano. No alcanzas a ver lo que Él está haciendo, pero déjame recordarte que: ¡siempre puedes confiar en su corazón!
Tal vez ahora mismo puedes decir: «Señor no entiendo lo que está pasando, esto no hace sentido. No sé cómo lograré pasar al otro lado. Pero en medio de todo esto solo quiero decir: «Sí, confío en Tu corazón, confío en que eres sabio, confío en que eres bueno, confío en que me amas, confío en que no te equivocas y confío que en Tu tiempo y a Tu manera lograrás todos Tus buenos propósitos a través de estas circunstancias».
Y Señor, que ese sea el caso para muchas de mis amigas que están escuchando hoy. Que aprendamos a confiar en tu corazón de una manera más grande, más dulce y más rica. Amén.
Dannah: Asegúrate de volver mañana para seguir escuchando esta conversación con Elizabet Mitchell en Aviva Nuestros Corazones.
Llamándote a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario
1 Babbie Mason, «Trust His Heart,» All the Best ℗ 2006 Sprill Hill Music Group.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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