Salmo 126, día 8
Nancy DeMoss Wolgemuth: Los mayores movimientos de reforma, muchas de las reformas de las leyes de trabajo infantil, la ley seca, la abolición de la esclavitud, muchas de esas cosas, nacieron de los movimientos de avivamiento en la iglesia.
Annamarie Sauter: Hoy Nancy DeMoss Wolgemuth nos recuerda que…
Nancy: «Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo».
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Hoy continuamos en la serie titulada El clamor de los cautivos.
Nancy: Concluimos nuestra última sesión hablando de sembrar con lágrimas y cosechar con gritos alegría. Hablamos de las lágrimas que tenemos que estar dispuestas a derramar, lágrimas de arduo trabajo, perseverancia y fatiga por ver la obra de Dios dando a luz en la vida de aquellos que amamos. Hablamos de las lágrimas de confesión y de arrepentimiento por nuestros propios pecados, ese …
Nancy DeMoss Wolgemuth: Los mayores movimientos de reforma, muchas de las reformas de las leyes de trabajo infantil, la ley seca, la abolición de la esclavitud, muchas de esas cosas, nacieron de los movimientos de avivamiento en la iglesia.
Annamarie Sauter: Hoy Nancy DeMoss Wolgemuth nos recuerda que…
Nancy: «Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo».
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Hoy continuamos en la serie titulada El clamor de los cautivos.
Nancy: Concluimos nuestra última sesión hablando de sembrar con lágrimas y cosechar con gritos alegría. Hablamos de las lágrimas que tenemos que estar dispuestas a derramar, lágrimas de arduo trabajo, perseverancia y fatiga por ver la obra de Dios dando a luz en la vida de aquellos que amamos. Hablamos de las lágrimas de confesión y de arrepentimiento por nuestros propios pecados, ese gemir, ese duelo y ese llanto por nuestro pecado y cómo Dios los ve.
Luego hablamos de un tercer tipo de lágrimas. Son lágrimas que, honestamente, no puedo hablar por experiencia personal mucho de ellas. Pero quiero que Dios me dé ese regalo: lágrimas de compasión y de preocupación por la condición espiritual de otros.
Dios no tiene la intención de que seamos avivadas solo para que podamos disfrutarlo. Dios quiere que seamos instrumentos que Él pueda utilizar para traer avivamiento a las vidas de otros. Pienso en cómo Dios ha usado mujeres en la misión y el ministerio de avivamiento.
Hemos hecho referencia en esta serie al Avivamiento de Lewis en 1949. ¿Sabes cómo empezó ese avivamiento? Ahora, en el consejo de Dios, solo Dios lo sabe. Pero en cuanto a lo que se nos ha permitido conocer acerca de dicho avivamiento, hubo dos mujeres de edad avanzada que eran hermanas, en cuyos corazones Dios puso una carga por el avivamiento.
Ellas estaban en sus ochenta años, por lo que recuerdo. Peggy era ciega. Su hermana, Christine, estaba paralizada por la artritis. Ni siquiera podían salir de su pequeño hogar para poder asistir a la iglesia del pueblo. Estaban confinadas a la casa, pero sabían que la condición espiritual del pueblo de Dios era patética. La gente sabía mucho acerca de Dios, pero no había ningún poder, ni vida, ni la realidad del Espíritu, sin la presencia de Dios. Los jóvenes no tenían ningún interés en las cosas espirituales y estaban abandonando la iglesia.
Era tan parecido, en cierto modo, a lo que vemos en tantas de nuestras comunidades hoy en día, pero estas mujeres conocían a Dios. Ellas se aferraron a Dios, y nunca esperaron que ahora, unos cincuenta años después, estuviéramos en un programa como Aviva Nuestros Corazones,hablando de ellas.
Ellas nunca se habrían imaginado que sus nombres se escribirían en los libros de historia. Eran solo dos mujeres comunes, que no podían salir de su casa, mujeres muy limitadas, discapacitadas, que conocían a Dios y sabían cómo conseguir la atención de Dios. Ellas sabían cómo orar y no sabían qué otra cosa podían hacer que no fuera orar.
Así que empezaron a orar, a clamar a Dios, a suplicarle a Dios que viniera y se moviera en medio de Su pueblo y en su isla por el poder de Su Espíritu. Mientras oraban, Dios les dio la seguridad en su corazón de que Él iba a enviar un avivamiento. Ellas no sabían cómo, no sabían cómo se vería, pero Dios les dio esta confianza, esta fe en sus corazones, de que Él iba a hacerlo.
Una de las cosas que sintieron hacer, fue ir a los líderes espirituales de la iglesia de su pueblo y pedirles –ellas compartieron lo que Dios había puesto en sus corazones y animaron a esos hombres– que comenzaran a orar por un avivamiento.
Dios lo puso en el corazón de estos hombres. Estos hombres –los ancianos, los líderes de la iglesia en Barvas, en la Isla de Lewis– no eran ministros a tiempo completo. Ellos eran bivocacionales. Tenían empleos seculares durante el día y luego se reunían por la noche después de terminar su trabajo.
Ellos se reunían. Se juntaban en un granero entre montones de heno. Estos hombres venían después del trabajo y oraban toda la noche hasta las primeras horas de la mañana, cada lunes por la noche, cada miércoles por la noche y cada noche los viernes, no solo por una semana ¡sino durante dieciocho meses!
Y durante dieciocho meses, no vieron ninguna evidencia de que Dios estaba haciendo nada. Leí esa historia, y creo que, mientras lo digo, estoy pensando, no conozco ese tipo de vida de oración. No sé nada de ese tipo de trabajo que siembra con lágrimas. No sé nada de ese tipo de perseverancia. Quiero decir, si Dios no lo hace ahora, me doy por vencida y paso al siguiente tema muy a menudo.
No esas mujeres. No esos hombres. Ellos esperaron, clamaron a Dios. Para no hacerlo muy largo, déjame decirte, Dios se movió. Dios trajo a un hombre llamado Duncan Campbell– he hecho referencia a él en esta serie– y Dios se derramó.
Dios encendió el fuego. Dios hizo que esos ríos secos, las corrientes en el sur, se desbordaran. Dios hizo florecer el desierto. Dios envió un extraordinario derramamiento de Su Espíritu en los jóvenes, en los ancianos, en toda esa zona, y se movió a lo largo de las tierras altas de Escocia... Todavía hoy en día cuando se habla de este evento en partes de Escocia, se habla como el gran avivamiento.
Y humanamente hablando, ¿dónde comenzó? En los corazones de dos mujeres que estuvieron dispuestas a sembrar con lágrimas. ¿No sería asombroso que Dios levantara otras Peggy y Christine Smiths que creyeran en Él, para orar?
Me encuentro con mujeres que ahora están viviendo la etapa del nido vacío, o están en una temporada de sus vidas ahora mayores, y están más limitadas en cuanto a lo que pueden hacer físicamente. Necesitamos esas mujeres orando, enseñándonos cómo orar, llorando ante el Señor y clamando a Dios.
La mayoría de los nombres de esas mujeres nunca estarán en los libros de historia aquí en la tierra. Pero cuando lleguemos al cielo, creo que es a ellas a quienes se dará gran parte del crédito. Creo que Dios va a decir: «Sí, todos ustedes estaban por ahí haciendo sus programas de radio, predicando y escribiendo todos sus libros, pero yo estaba escuchando esas oraciones que las ancianitas hacían».
Pero son esas heroínas anónimas, esas guerreras de oración anónimas, esas intercesoras... Oh Señor, levántalas a través de este ministerio, a través de otros ministerios. Sé que tenemos mujeres que están escuchando este programa a quienes Dios está poniendo en sus corazones ser intercesoras. Dios te mostrará cómo orar. Dios te dará las lágrimas.
Permíteme resumir esta serie y darte la promesa de Dios basada en el pasaje que hemos estado estudiando, el Salmo 126.
Salmo 126:5 y 6: «Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo». Hay una cosecha que viene. Hemos hablado sobre el costo de la siembra, pero ahora vemos la certeza de la cosecha: cosecharán con gozo.
Entonces, como si no tuviéramos claro lo que Él había dicho, lo repite en el versículo 6 con unas pocas palabras más: «El que con lágrimas anda, llevando la semilla de la siembra, en verdad (sin lugar a dudas), volverá con gritos de alegría, trayendo sus gavillas». La certeza de la cosecha: cosecharán, aquellos que sembraron con lágrimas. Cosecharán
Por cierto, no se limita a decir que solamente los que sembraron con lágrimas cosecharán con alegría. Esto se me ocurrió cuando estaba meditando sobre este pasaje. Dice: «Los que siembran con lágrimas». El que con lágrimas anda, no dice que va a venir con regocijo. Dice: «El que con lágrimas anda, llevando la semilla de la siembra».
Los que están saliendo, sembrando la Palabra de Dios en los corazones y en las vidas de las personas, y lo hacen con lágrimas, lágrimas de compasión, lágrimas de preocupación, lágrimas de arrepentimiento, lágrimas de trabajo y fatiga, los que sembraron con lágrimas, son los que van a cosechar con gozo.
No son nuestras lágrimas las que traen la cosecha. Es la Palabra de Dios. Es la verdad de la Palabra de Dios. Es Cristo, la Palabra viva. Él es el que trae avivamiento, así que no podemos nunca decir: «Oh, yo fui la intercesora. Yo era la que lloraba, y Dios...» No son nuestras lágrimas. Es la Palabra de Dios. Son nuestras lágrimas las que solo proveen el agua para la semilla que ha sido sembrada, entonces, echa raíces y produce fruto.
Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo. Ellos regresarán con regocijo, aquí está esa palabra otra vez. Significa gritar cantos de gozo. Así que vemos en este pasaje que nuestro dolor, nuestras lágrimas, darán paso a la alegría.
Salmo 30:5: «El llanto puede durar toda la noche». Puede ser una noche larga, semanas o años, décadas... El llanto puede durar una noche, pero la mañana viene y con la mañana viene, ¿qué? Gozo. «El gozo viene por la mañana».
Ese gran gozo, leemos sobre ello en los libros de historia del avivamiento y en el Segundo Gran Despertar. Se dijo de un área en particular en la que hubo gran gozo. En aquella ciudad y la región más allá, los padres se veían a menudo regocijándose por un hijo o una hija que había sido objeto de la gracia de Dios.
Eso me recuerda, por cierto...padres, madres, algunas de ustedes están tan cargadas por sus hijos; algunas de ustedes tienen hijos pequeños y los están educando en el hogar, están tratando de enseñarles los caminos de Dios y están tan cargadas por lo que sucede en sus corazones, porque la semilla de la Palabra de Dios eche raíces en sus vidas. ¡No se rindan!
Algunas de ustedes tienen adolescentes, algunas de ustedes tienen hijos mayores que ya están fuera del hogar y que aún no están caminando con el Señor, y todavía están cargadas. ¡No se rindan! Manténganse sembrando la Palabra con lágrimas. Dios les mostrará cuándo hablar. Dios también les mostrará cuándo callar, pero manténganse sembrando la semilla de la Palabra.
Manténganse sembrando esas oraciones; continúen sembrando con lágrimas. ¡No se rindan! Sean mamás fieles en sembrar la Palabra de Dios en los corazones de sus hijos más pequeños. No dejen que los niños crezcan y se pierdan lo más importante.
Escucha: puedes mantenerlos vestidos, alimentados, listos y a tiempo para la escuela, los eventos deportivos y las clases de piano, pero si tú no has estado sembrando la Palabra de Dios en sus vidas, ¿qué es lo que vas a tener que mostrar por toda tu inversión? Sé fiel, ¡no te des por vencida! Aquí hay una promesa para el futuro: «Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo» (Sal. 126:5). No dice cuándo, no dice cuánto tiempo, no dice exactamente cómo es que se verá la cosecha. Pero tú cosecharás y cosecharás con alegría.
Y esa es la certeza de la siega: la cosecha... «Trayendo sus gavillas» (Sal. 126:6). Me pregunto: Si tuviéramos más siembra, más llanto, más oración, más padres con corazones fervientes, más siembra, más llanto, más oración, más esposas con corazones fervientes, ¿no habría más niños y más esposos reconciliados con Dios?
Es más difícil hacerlo así, ¿verdad? Preferiríamos enviarles un libro o enviarlos a un consejero cristiano. Y no estoy diciendo que hay algo malo con enviarles un libro o enviarles a un consejero bíblico, pero hay un costo y un precio que pagar y no hay atajos, hay un costo que es sembrar con lágrimas.
Oigo mujeres tan cargadas...nos escriben a Aviva Nuestros Corazones todo el tiempo –y estoy muy agradecida de que nos escriban– pero mi corazón late con ellas, ya que comparten su carga por su marido que no está caminando con Dios, su carga por su iglesia que está tan seca y estéril o su carga por su lugar de trabajo.
Lo que este pasaje dice es: «¿Qué podemos hacer al respecto?» Sembrar con lágrimas. Sembrar las semillas de la Palabra de Dios en esa situación mientras tengas la oportunidad. Sembrar las semillas de la oración en esa situación, con lágrimas, con corazones quebrantados, y cosecharás.
La historia del avivamiento es la historia de personas, Peggy y Christine Smith y otros que han sembrado con lágrimas, y después han cosechado con gozo. Leemos esos libros de historia, leemos las historias y podemos ver la gran cosecha.
Te puedo garantizar –puedo asegurarte– que donde quiera que ha habido una gran cosecha, ha habido alguien o ha habido algunos más que han sembrado con lágrimas. Ha habido intercesores, personas detrás de la escena, personas cuyos nombres se desconocen. Ellos han sembrado con lágrimas, y es por eso que estamos viendo una cosecha.
Cuando sembramos con lágrimas, hay una cosecha: «(Ellos) segarán con gritos de júbilo». Una vez más, permíteme referirme al Segundo Gran Avivamiento en 1800. Un escritor dijo que era asombroso ver el cambio que se produjo en esa comunidad en particular en dos semanas. «Los santos estaban llenos de gozo, los pecadores compungidos de corazón y comenzaron ansiosamente a preguntar lo que debían hacer para ser salvos».
Las personas deseaban conocer a Cristo... No es que vamos a tener que salir a pedirle o suplicarle a la gente que venga a Cristo, la gente está viendo la realidad, Dios está de manera sobrenatural obrando en sus corazones. Es una cosecha. Permíteme compartir contigo que las grandes iniciativas misioneras y los movimientos de evangelización en la historia, se han dado a luz en las temporadas de avivamiento en la iglesia. Eso es cierto.
Además, los mayores movimientos de reforma, muchas de las reformas de las leyes de trabajo infantil, la ley seca, la abolición de la esclavitud, muchas de esas cosas, nacieron de los movimientos de avivamiento en la iglesia. «Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo».
Se trata de personas que venían a la fe en Cristo. En la gran ciudad de Nueva York oraron por un avivamiento en 1857-58. Ellos oraron, sembraron con lágrimas. No solo en la ciudad de Nueva York, sino que a medida que la reunión de oración creció en todo el continente, ¿qué pasó? Los que sembraron con lágrimas segaron con gozo, con gritos de alegría.
En la ciudad de Nueva York, en la cumbre de ese avivamiento, había unas 50.000 conversiones a la semana. Más de un millón de personas se convirtieron a la fe en Cristo durante ese gran avivamiento. Y no hubo un gran empuje evangelístico, pero como el pueblo de Dios sembró con lágrimas –como clamaron a Dios– Dios vino y se movió.
Hemos hablado antes del avivamiento de Gales en 1904 y 1905. En otros programas de Aviva Nuestros Corazones puedes escuchar un poco más de este avivamiento de Gales. Durante ese avivamiento, hubo más de 100.000 conversiones en un período de cinco meses.
Cinco años más tarde, alguien estaba tratando de desacreditar el avivamiento. La peor cosa que pudo decir fue que cinco años más tarde, solo el ochenta por ciento de esas conversiones se mantenían en pie. ¡Oh, que pudiéramos tener ese tipo de registros en nuestras campañas evangelísticas hoy!
Dios salva a las personas. «Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo».
En la Isla de Lewis en el avivamiento de las Hébridas, dijeron que todo el mundo estaba pensando en la eternidad y en la condición de su alma. «Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo».
En tiempos de avivamiento, más personas se salvan «accidentalmente», que por todos los esfuerzos combinados aparte del movimiento del Espíritu de Dios en el avivamiento, porque cuando el pueblo de Dios se llena de Dios, los perdidos lo notan.
Permíteme basarme aquí en una referencia del Antiguo Testamento que ilustra esto. En el Cantar de los Cantares, tenemos esta gran historia de amor, una imagen de una novia y su relación con su novio. Y hay un momento de la historia donde ella se olvida de su novio y sale a buscarlo. Va a buscarlo y no lo puede encontrar. No sabe dónde está.
Así que ella les pregunta a otras personas dónde está él: «¿Has visto a mi amado?» Y ellos le dicen: «¿Qué es tan especial acerca de tu amado? ¿Por qué lo extrañas tanto?» Y ella empieza a pensar en por qué es tan especial, y se acuerda de qué fue lo que la atrajo y la enamoró de él, y comienza a describir con grandes detalles brillantes y específicos lo que le gusta y lo que admira de él.
En el momento en que ella acaba con sus palabras de elogio para su amado ¿sabes lo que dicen sus amigas? «¿Dónde está tu amado para que podamos encontrarlo contigo? Queremos conocerlo» (véase Cantar de los Cantares 5:5-6:1).
Eso es lo que sucede en tiempos de avivamiento. El mundo ve a una novia enamorada, recién enamorada de Jesús, y el mundo dice: «Queremos conocerlo». Queremos conocerlo. ¿Dónde está?» Y vienen a la fe en Jesucristo. «Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo. El que con lágrimas anda, llevando la semilla de la siembra, en verdad volverá con gritos de alegría, trayendo sus gavillas» (Salmo 126:5-6).
Quizás te preguntes: andar llorando, «¿cuánto tiempo andaré llorando?» No lo sé. Te diré que, es por lo menos hasta la cosecha. Y eso puede ser cuestión de semanas, meses, o más probablemente, años. ¿Vas a ser fiel? ¿Estarías dispuesta a ser fiel si tuvieras que sembrar con lágrimas, año tras año, sin haber recibido nunca una cosecha, solo creyendo que la Palabra de Dios es verdad, para que a la manera de Dios, en el tiempo de Dios, coseches con gozo?
¿Dónde te pide Dios que siembres con lágrimas? ¿En tu matrimonio? Tú dices: «He estado haciendo esto durante años». No te detengas. «Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo».
¿Está Dios pidiéndote que siembres con lágrimas por tu hijo, por tu hija o por tu nieto que no está caminando con Dios? Tú dices: «¡He estado haciendo esto por años! No ocurre nada». No desmayes, no te rindas. «Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo».
Tal vez es tu lugar de trabajo. Tú dices, «es un ambiente pagano. No hay temor del Señor en ese lugar». Eso te preocupa. Oras pero nada pasa. No te rindas. «Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo».
Quizás estás cargada por tu iglesia. Escuchamos esto todo el tiempo, y es cierto, así como Isaías oró en Isaías 64, que Jerusalén estaba desierta y desolada (v.10). Hoy en día nuestras iglesias son un desierto, y no lo digo a manera de crítica. Lo digo con un corazón quebrantado, dolido. Y quizás tú digas: «he orado y nada sucede». Eso es lo que tú crees. Eso es todo lo que puedes ver. Pero no te rindas. Los que siembran con lágrimas cosecharán con gritos de alegría.
Sé fiel. No te canses de hacer el bien. Segarás si no te das por vencida. El gozo vendrá; la cosecha vendrá. Y oramos con el salmista en el Salmo 67, «Dios tenga piedad de nosotros y nos bendiga, y haga resplandecer su rostro sobre nosotros» (v. 1). ¿Para qué? «Para que sea conocido en la tierra tu camino, entre todas las naciones tu salvación» (v. 2).
Esa es la cosecha: la gloria de Dios; la fama del nombre de Cristo esparcida en todas las naciones. El día en el que toda rodilla se doblará, y reyes, gobernantes y naciones se volverán y confesarán que Jesús es el Señor. Amigas, cuando oren, cuando siembran con lágrimas, no es solo por ustedes, no es solo por su matrimonio, y no es solo por su familia o su iglesia. Pueden llegar a ser parte del gran plan redentor de Dios a lo largo y ancho del mundo.
Hay lugares en este mundo donde Dios quiere mostrar Su gloria, donde tú nunca podrás poner un pie, pero puedes orar. Puedes orar por la iglesia en esos países. Puedes sembrar con lágrimas. Allí, tú sola, en tu casa... puede que no conozcas a nadie más que esté orando de esa manera; pero puedes orar. Puedes tener el oído de Dios. Puedes ir ante Su santo trono y decir, «oh Señor, no me iré. No pararé de sembrar con lágrimas hasta que hayamos sido bendecidos viéndote dar una cosecha. Queremos segar con gozo».
Y así hemos caminado a través de esta canción, Salmo 126, la canción de los peregrinos, la canción de los hijos de Israel que cantaban mientras subían al templo de Dios. Haz de ella tu canción. Hazla tu oración.
Vuelve atrás y repasa lo que has oído, lo que has leído. Si te has perdido alguna de las sesiones, puedes escuchar los programas en Aviva Nuestros Corazones o visitar AvivaNuestrosCorazones.com y puedes leer la serie completa en las transcripciones. Camina por este salmo. Hazlo tu canción.
Cantemos una canción de alabanza por las obras pasadas de Dios, como lo hace este salmo en los versículos 1-3. Hagamos una ferviente oración por la liberación de las ataduras espirituales, las nuestras y las de otros, como vimos en la mitad de este salmo. Y entonces, por fe, clamemos por Su promesa, de que un día, segaremos con gritos de júbilo. Un día, sin lugar a dudas, volveremos con gozo trayendo nuestras gavillas.
¿Y qué haremos con esa cosecha? La pondremos a los pies de Cristo y le diremos, «Señor, todo esto es para Ti. Todo esto es para Tu gloria. Gracias, Señor».
Annamarie: Nancy DeMoss Wolgemuth te ha estado animando a hacer tuyo el Salmo 126. Aparta un tiempo hoy mismo, o lo antes posible, toma tu Biblia, y ora y reflexiona acerca de lo que has estado escuchando.
Mañana asegúrate de acompañarnos para escuchar más de Byron Paulus, un hombre que conoce el poder del avivamiento de primera mano. Te esperamos aquí, en Aviva Nuestros Corazones.
Clamando a Dios juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
La lectura bíblica para hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es Salmos 135 al 142.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación