Salmo 126, día 6
Annamarie Sauter: En la medida en que clamamos por avivamiento debemos recordar que Dios nos ha hecho una gran comisión.
Nancy DeMoss Wolgemuth: No toda la obra cristiana es el movimiento espontáneo, repentino del Espíritu de Dios. A veces es el proceso de sembrar fielmente y sembrar con lágrimas.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Podemos tender a pensar que no podemos derramar lágrimas delante de Dios, pero hay lágrimas que le agradan. Hoy Nancy nos hablará más acerca de esto al continuar profundizando en el Salmo 126. Por cierto, la lectura bíblica para hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es el Salmo 119.
Aquí está Nancy.
Nancy: Estamos en el Salmo 126. En medio de este salmo encontramos esta intensa y ferviente oración por avivamiento. Como dice el salmista: «Haz volver, SEÑOR, a nuestros cautivos, como las …
Annamarie Sauter: En la medida en que clamamos por avivamiento debemos recordar que Dios nos ha hecho una gran comisión.
Nancy DeMoss Wolgemuth: No toda la obra cristiana es el movimiento espontáneo, repentino del Espíritu de Dios. A veces es el proceso de sembrar fielmente y sembrar con lágrimas.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Podemos tender a pensar que no podemos derramar lágrimas delante de Dios, pero hay lágrimas que le agradan. Hoy Nancy nos hablará más acerca de esto al continuar profundizando en el Salmo 126. Por cierto, la lectura bíblica para hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es el Salmo 119.
Aquí está Nancy.
Nancy: Estamos en el Salmo 126. En medio de este salmo encontramos esta intensa y ferviente oración por avivamiento. Como dice el salmista: «Haz volver, SEÑOR, a nuestros cautivos, como las corrientes en el sur» (v. 4).
Él ha reconocido (en la primera parte de este salmo) las veces en el pasado en las que Dios se ha movido y ha liberado a Su pueblo, y ahora está orando por una visita fresca del Espíritu de Dios, y por una obra de Dios sobrenatural y dramática.
Esto es algo más que veo en este versículo cuatro: «Haz volver, SEÑOR, a nuestros cautivos, como las corrientes en el sur». La palabra que se traduce sur o Neguev en la Biblia (dependiendo de la traducción que tengas) tiene como raíz la palabra reseco.
Este Negev, esta tierra al sur se refiere al desierto que está al sur de Judá. Es un lugar seco, es un lugar árido, estéril. En la estación seca, los arroyos del Neguev, los arroyos en el sur, una región desértica, tienen poca o ninguna agua.
Así que ellos tienen lo que se llama un wadi en Israel, que son cauces de ríos vacíos. En la estación seca, son secos como un hueso. No son ríos, sino que son los lechos de los ríos. Son lugares para que el agua fluya, pero no hay agua en ellos en la estación seca. Pero luego viene la temporada de lluvias. En la estación de las lluvias, estas inundaciones repentinas causan aquellas corrientes que desbordan de repente sus riberas.
Lo que pasa es que esa tierra quemada, seca y estéril, de repente se convierte en un jardín. Me han dicho que es una cosa increíble. Yo nunca lo he visto, pero he leído sobre ello. Ocurre de repente. Las aguas vienen de repente. Las inundaciones vienen de repente y el crecimiento viene de repente. Es como si el suelo estuviera esperando que el agua viniera para poder renacer, florecer, germinar y fructificar, dejar de ser estéril.
Esa descripción es una imagen de la presencia sobrenatural de Dios y lo que Él hace cuando viene a corazones áridos, hambrientos, sedientos y a hogares e iglesias necesitadas. Cuando el Espíritu de Dios se derrama sobre Su pueblo, hay esta sensación de que el lugar seco se convierte en fértil, y el desierto se convierte en un lugar floreciente y radiante.
Así que el salmista ora: «Señor, como las corrientes», esa palabra corrientes es en realidad la palabratorrentes. Es como una inundación de agua, cuando esos torrentes de agua entran en el sur, a los lechos de los ríos secos, el desierto florece. «Señor, de la misma manera que Tú tornaste el desierto en un campo fértil, ¿podrías volver a los cautivos y hacer nuestras vidas fructíferas? Ven y obra en nuestros corazones».
Ahora, Dios está siempre trabajando en medio de Su pueblo; a veces lo hace de una manera lenta y mucho más gradual. Pero también están esas otras temporadas en que Dios sobrenaturalmente, dramáticamente, de repente va y hace algo que de otra manera podría tomar años para llevarse a cabo en una vida o en una familia.
Déjame darte un ejemplo de eso. En el Primer Gran Avivamiento, Jonathan Edwards fue uno de los grandes instrumentos que Dios usó. Él describió lo que sucedió en Northampton a principios de 1700, cuando Dios se movió.
Aquí tenemos a un hombre que durante años había predicado fielmente la Palabra de Dios y luego, de repente, como si Dios hubiera encendido leña seca, el fuego comenzó y vinieron ríos, los cauces de los ríos se llenaron, el desierto se convirtió en un campo fértil y Edwards dijo:
«Cuando Dios de una manera tan notable tomó la obra en Sus propias manos, en un día o dos, se hizo más de lo que se hubiera hecho en un año en tiempos normales con todas las iniciativas y los empeños que los hombres hubieran podido hacer».
He visto a Dios hacer esto en las iglesias; hemos llevado los equipos de Life Action a las iglesias y he visto la mano de Dios en un período de unas pocas semanas. Recuerdo una iglesia donde había cincuenta parejas que estaban divorciadas o separadas y uno o ambos cónyuges estaban involucrados en una relación adúltera. ¡En el espacio de tres semanas Dios se movió de manera tan sobrenatural en cincuenta de esas familias, que logró la reconciliación y la restauración!
Si has estado involucrada en consejería matrimonial, sabes que puede tomar años para que eso suceda. Pero en un corto período de tiempo, cuando Dios derramó Su Espíritu en ese lugar, eso fue lo que sucedió. Eso es lo que piensas cuando lees Isaías capítulo 35: «Se alegrarán el desierto y el sequedal; se regocijará el desierto y florecerá como el azafrán. Florecerá y se regocijará... Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios» (vv. 1-2, NVI).
¿No es eso lo que quieres ver en tu iglesia, en tu familia, en nuestras naciones? ¡Escuchen amigas! Avivamiento, en lo que a mí respecta, después de años de estudio y creyéndole a Dios, no es solo una buena idea, no es solo una opción, es algo que tenemos que tener.
«Señor, por favor, haz volver nuestros cautivos como las corrientes del sur» (Sal. 126:4 parafraseado).
Así que el salmista ora, él pide en el versículo 4: «Señor, ¿podrías por favor», él emite una plegaria para el presente: «Señor, por favor, vuelve nuestros cautivos como las corrientes (o el torrente) del sur» (parafraseado).
Y luego, a medida que llegamos al último párrafo de este salmo, vemos al pueblo de Dios cosechando. El pueblo de Dios cosechando. Hemos visto en los tres primeros versículos al pueblo de Dios recordando. Ellos alabaron a Dios por lo que había hecho en el pasado. Vimos en el versículo cuatro al pueblo de Dios pidiéndole que se moviera de nuevo. Así que tenemos esta oración, este ruego por el presente.
Me encantan estos dos últimos versículos. El pueblo de Dios cosechando, y aquí es donde tenemos una promesa para el futuro. Hay una metáfora que entra en el salmo en este punto. Es una metáfora de la siembra y la cosecha. Permítanme leer los versículos cinco y seis.
«Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo. El que con lágrimas anda, llevando la semilla de la siembra, en verdad volverá con gritos de alegría, trayendo sus gavillas».
Ahora bien, en estos dos versículos veo dos cosas en las que me quiero enfocar en esta sesión y en la siguiente.
En primer lugar, vemos el costo de la siembra y en segundo lugar, vemos la certeza de la cosecha.
El costo de la siembra. ¿Cuál es la frase que te dice el costo de la siembra? «¡Los que siembran con lágrimas! ¡Los que siembran con lágrimas!»
En segundo lugar, tenemos la certeza de la cosecha. ¿Qué frase te dice esto? «¡Segarán con gritos de júbilo. Segarán con gritos de júbilo!»
Así que vamos a ver en primer lugar el costo de la siembra, porque no puedes cosechar hasta que hayas sembrado. Primero debe haber un costo por la siembra. Y luego está la alegría de la cosecha. ¿Cuál es el costo de la siembra? Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo. «El que con lágrimas anda, llevando la semilla de la siembra, en verdad volverá con gritos de alegría» (v. 6).
«Los que siembran con lágrimas». Si nos fijamos en otras porciones de la Escritura, ¿cuál es la semilla que están sembrando? Es la Palabra de Dios. Esa es la semilla que sembramos en los corazones de las personas. Esa es la semilla que es sembrada en nuestros corazones. Así que ves esto de sembrar con lágrimas, y en este salmo, ves la parte de Dios en el avivamiento, y también ves nuestra parte.
Hemos dicho que el avivamiento es una obra sobrenatural de Dios. Él es el único que nos puede sacar de la cautividad. Él es el que nos libera. Él es el que trae la cosecha, pero vemos en estos versículos que nosotras tenemos una parte. Tenemos que hacer algo de la siembra. Dios no hace la siembra. Nosotras tenemos que hacer eso.
Compara la obra repentina que vimos en el versículo cuatro, donde Dios envía de repente el torrente, el derramamiento de Su Espíritu, con el trabajo constante de los versículos cinco y seis, sembrando con lágrimas. Pasando por el esfuerzo regular, normal, difícil de la rutina de la siembra. No toda la obra cristiana es el movimiento espontáneo, repentino del Espíritu de Dios. A veces es el proceso de sembrar fielmente y sembrar con lágrimas.
Ahora cuando pienso en este asunto de sembrar con lágrimas, creo que hay por lo menos tres tipos de lágrimas que pueden estar implicadas, y vamos a hablar de eso.
En primer lugar, «sembrar con lágrimas», puede ser con lágrimas de trabajo. Lágrimas de trabajo arduo, de perseverancia, de paciencia.
Piensa en ese agricultor que está pasando por la labor de preparar la tierra para luego de sembrar la semilla. Él no está viendo los resultados todavía. No está viendo los frutos. No está viendo el premio, la recompensa. Va a tener que esperar un tiempo para eso. Pero él pasa por la perseverancia, y el trabajo duro de sembrar. En nuestra vida espiritual y en el ministerio, hay esos tiempos en los que tenemos que ser fieles en sembrar semillas.
Muchas de ustedes son madres. Ya saben lo que quiero decir cuando hablo de sembrar fielmente las semillas en las vidas de sus hijos. No cosechan los frutos de inmediato.
Tengo una amiga que les ha estado leyendo la Biblia a sus cuatro hijos pequeños. Ella comenzó con la mayor, antes de que tuviera cuatro niños. La mayor tenía, no sé, probablemente cinco años y ahora tiene ocho años, y ya están a punto de terminar el Antiguo Testamento.
Ella ha estado leyendo a lo largo de toda la Biblia. Algunos de sus hijos son muy pequeños y leen la Biblia todos los días. Ella ha leído casi todo el Antiguo Testamento y está sembrando la semilla de la Palabra en las vidas de los niños.
Pero van a pasar años antes de que ella vea el fruto completo, el resultado completo de esa siembra en la vida de sus hijos. Se necesita perseverancia, paciencia. Piensa en una mujer dando a luz, el trabajo duro, el trabajo de parto, la siembra con lágrimas, una mujer con dolores para dar a luz a un nuevo hijo.
Entonces, piensa en ese versículo en Isaías 66: «Pues cuando Sión estuvo de parto, dio a luz sus hijos» (v. 8, parafraseado). Ahí está la siembra con lágrimas, la labor, el trabajo arduo.
He estado con una amiga durante sus partos dos veces, la misma amiga con dos niños diferentes. Es trabajo. Es trabajo duro. Es sembrar con lágrimas. Puedo recordar, a mitad del parto, que le dijo a su marido, «John, no puedo seguir con esto». Bueno, en ese momento, ella no tenía otra opción. Pero, son las lágrimas de labor, de trabajo.
Pienso en ese tipo de trabajo y de fatiga, cuando pienso en la gente que fielmente siembra la Palabra de Dios en las vidas de otras personas. ¡Madres! ¡pastores! estudiando, preparándose para enseñar, para ministrar a otros.
Pienso en el apóstol Pablo en Hechos capítulo 20, donde dice: «Sirviendo al Señor con toda humildad, y con lágrimas y con pruebas» (v. 19). Les dijo esto a los ancianos de Éfeso, cuando salía de Éfeso después de haber estado allí durante tres años. Él les dijo: «Por tres años, de noche y de día, no cesé de amonestar a cada uno con lágrimas» (v. 31).
Mamá, sabes de qué se trata, sabes de lo que estoy hablando. Sabes lo que se siente cuando tus hijos son pequeños o son adolescentes y deseas verlos ir en la dirección de Dios, y estás en esa labor con lágrimas; duro trabajo en su corazón. Quieres ver que ellos lo entiendan. Quieres ver que la Palabra de Dios haga raíz en sus vidas.
Sembrando con lágrimas, sembrando fielmente la semilla de la Palabra de Dios, incluso cuando no vemos los resultados. Sembrando con lágrimas.
Por cierto, quiero decir una palabra de aprecio y de gratitud a los pastores fieles, a los hombres de Dios que semana tras semana son fieles en el estudio de la Palabra de Dios, en la preparación y en la entrega de la Palabra de Dios, y me gustaría añadir a los que son maestros de escuela dominical. Siervos fieles del Señor que siembran en mi vida. Los que trabajan, los que se esfuerzan, ellos cosecharán con alegría.
Ahora, hay otro tipo de lágrimas. No son lágrimas de trabajo, sino lágrimas de confesión y de arrepentimiento por nuestros pecados y nuestra condición espiritual. Es un tema que se ve a lo largo de las Escrituras.
Santiago capítulo 4 dice: «Aflíjanse, lloren y laméntense» (v. 9 parafraseado). ¿Por qué vamos a afligirnos? Por nuestro pecado. Por nuestra obstinación. Por nuestra testarudez. Por nuestro orgullo. Por nuestra resistencia contra Dios. Lamentándonos y llorando por el pecado.
Jesús dijo en Mateo capítulo 5: «Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados» (v. 4 parafraseado). ¿Por qué son bienaventurados estos que lloran? ¿Por qué lloran? Están llorando por sus pecados. Están abatidos por sus pecados, tienen el corazón roto, están afligidos. Tienen lo que Pablo les dijo a los Corintios, «una tristeza que proviene de Dios que produce arrepentimiento» (2 Corintios 7:10, NVI). La confesión y el arrepentimiento por sus pecados.
David, el salmista, dice: «Contra ti he pecado, solo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos» (Salmo 51:4, NVI). Se trata de tener el corazón quebrantado por mi pecado, por mi condición espiritual.
Al leer la historia del avivamiento, no puedes escapar de esa convicción y arrepentimiento por el pecado, que son características del avivamiento todas las veces. Tenemos que orar por eso en nuestros propios corazones. Tenemos que orar por ese tipo de llanto, de lamento y de duelo por el pecado en nuestra generación.
En la década de 1930, Dios se movió en un avivamiento en la provincia de Shandong, China. Hubo un gran derramamiento del Espíritu de Dios. Se dijo que durante esos días, «los predicadores no podían terminar sus sermones porque la gente empezaba a llorar en agonía a causa de sus pecados».
Leo ese tipo de cosas, porque en nuestra cultura, en nuestros días, casi no se escucha. Pero tenemos que volver ahí. Tenemos que pedirle a Dios que nos dé la capacidad de llorar y llorar y llorar por nuestros pecados.
Ver nuestro pecado, si alguna vez pudiéramos verlo como Dios lo ve, ¡sin duda tendríamos que llorar! Seguramente nos lamentaríamos. Pero somos tan buenas para mirar nuestro pecado en comparación con todo y con todos los demás, que no nos molesta mucho. Así que trivializamos el pecado. Pero el pecado no es un asunto trivial. Cuando lo podemos ver como Dios lo ve, y vemos lo que nuestro pecado ha costado: Cristo en la cruz. No podemos reírnos de ello, no podemos hacer bromas al respecto, no podemos ser apáticas o indiferentes al respecto, debemos hacer duelo, debemos gemir y llorar por nuestros pecados.
He citado esto antes en estas series de los libros de Brian Edwards sobre el avivamiento. Él dice:
«Una convicción de pecado profunda, incómoda y a veces abrumadora es una parte indispensable del avivamiento. A menudo tenemos una visión empañada del avivamiento como un momento de gloria, alegría y un incremento en los números de personas que hacen fila para entrar a las iglesias. Eso es solo parte de la historia. Antes de la gloria y la alegría, hay convicción, y comienza con el pueblo de Dios. Hay lágrimas y tristeza que provienen de Dios. Hay errores que corregir, cosas secretas, ocultas ante los ojos de los hombres que hay que sacar a la luz; y malas relaciones ocultas durante años, que deben ser reparadas abiertamente. Si no estamos preparadas para eso, es mejor no orar por un avivamiento. El avivamiento no tiene como propósito el disfrute de la iglesia, sino su limpieza». 1
¿Cuándo fue la última vez que lloraste por tu pecado? Puedo referirme a lágrimas literales, pero más que eso, quiero saber ¿cuándo fue la última vez, en tu corazón, que te afligiste profundamente por tu pecado? ¿Cuándo fue la última vez que estuviste con el corazón quebrantado por lo que tu pecado le ha hecho a un Dios santo? «Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo».
¿Deseas el gozo del perdón? ¿Deseas el gozo de una conciencia limpia? ¿Deseas el gozo de saber que estás bien con Dios? «Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo». ¿Qué tipo de lágrimas? Lágrimas de confesión. Lágrimas de arrepentimiento. Lágrimas de quebrantamiento; al ver nuestro pecado, nuestra condición espiritual, decimos: «¡Oh Señor, perdóname!» ¡Perdóname!Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo.
Oh Padre, oro por una mayor capacidad de entristecerme por mi pecado, por verlo como Tú lo ves. Gracias porque has hecho provisión para el perdón a través de la sangre derramada de Jesucristo. Ayúdanos a nunca tomar esa provisión a la ligera, a no pisotear la sangre de Cristo al trivializar nuestro pecado, o compararnos con los demás y sentir que lo estamos haciendo mucho mejor.
Señor, ayúdanos a nunca burlarnos de la justicia o a trivializar el pecado. Dame y dales a las mujeres que están escuchando, dale a Tu iglesia en nuestros días, una sensación del peso y de la gravedad de estas cosas. Trae convicción, oh Dios, de pecado.
Gracias por la promesa de que los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo. Deja que las lágrimas vengan para que el gozo pueda venir. Te lo ruego en el nombre de Jesús, Amén.
Annamarie: Amén. Espero que hayas orado junto con Nancy DeMoss Wolgemuth.
A lo largo de esta serie llamada El clamor de los cautivos has estado escuchando de Byron Paulus. Él nos acompaña nuevamente hoy para compartir con nosotras acerca de su anhelo por avivamiento en nuestros días. Él es el director del ministerio One Cry —en español significa Un Clamor— y fue director ejecutivo de Life Action Ministries por 30 años.
Nancy: Me han escuchado hablar durante esta serie de Life Action, y de iglesias que han experimentado un avivamiento; y alguien podría preguntarse, ¿qué es lo que hace tan diferente una reunión de Life Action que ha impactado estas iglesias con avivamiento? Al ir a las iglesias, no estamos realmente enseñando cosas que la gente está escuchando en sus iglesias domingo tras domingo. ¿Cuál es la gran diferencia que diez días o dos semanas de reuniones como esta, pueden hacer en tantas vidas?
Byron Paulus: Nancy, yo creo que la gente está hambrienta de la presencia de Dios. Creo que la gente se muere de hambre y se toma el tiempo necesario para tratar profundamente con los problemas de sus corazones.
Estamos viendo de sesenta a cien por ciento de la asistencia el domingo por la mañana, sin todo el bombo y la emoción y la publicidad, que están asistiendo noche tras noche.
Nancy: Estamos hablando de reuniones todas las noches, durante diez días a dos semanas. No escuchamos esto en nuestros días, no es muy común. Tú lo sabes. Pero la gente viene.
Byron: Esto es muy anormal hoy. Pero lo hacen porque creo que se dan cuenta de los problemas a los que necesitan hacer frente en sus corazones; no es una «solución rápida». Creo que se dan cuenta de que cuando vamos a sacar tiempo para buscar a Dios, Dios se va a mostrar en sus corazones, en su iglesia, y Él hará lo que ellos nunca podrían hacer para sanar las heridas.
Creo que podría decir –y sé que nuestros líderes en avivamientos y en nuestros cuatro equipos podrían decir– el problema número uno en las iglesias de hoy en realidad es la amargura. Hay un montón de heridas profundas y lesiones, por las razones que sea (y podríamos enumerar muchas), pero la amargura brota y se convierte en el fruto de esa herida.
Hebreos nos dice que por la inmoralidad sexual (13:4), ira y todas estas relaciones rotas. Cuando nos tomamos el tiempo para identificar, para hacer frente de manera profunda, para buscar la pureza del corazón y la santidad del corazón, comenzamos a entender la gracia de una manera fresca y al Espíritu Santo de una manera fresca.
No creo que podamos hacer eso en una, dos o tres noches. Creo que es necesario ir profundo, para que resulte en un cambio de vida permanente. Así que las personas vienen y pasan ese tiempo extendido y no queremos reuniones por el bien de las reuniones. Cuando venían los antiguos evangelistas, se quedaban durante diez semanas.
Nancy: Ellos podrían construir un tabernáculo y quedarse hasta que Dios descienda.
Byron: Eso hacían o ponían una carpa. Ellos se quedaban ahí hasta que Dios se mostrara. Luego, cuando Dios venía, se mudaban a otra comunidad. Tendían una tienda de campaña o construían un tabernáculo. «¿Cuánto tiempo vas a estar aquí? ¡Hasta que Dios llegue!»
Estamos tan acostumbrados hoy en día... Creo que en nuestro propio ministerio algunas veces, así como en nuestras iglesias, a solo ir a la iglesia y ponerlo en un calendario.
Nancy: Hacerlo rápido.
Byron: Ir a través de los movimientos del momento. Lo que queremos decir es: «No, vamos a hacer tiempo para ver a Dios cuando Él venga». Ese es nuestro objetivo, y esa es nuestra meta.
Yo sé que Dios ya está ahí en un sentido general de Su presencia. Santiago nos dice: «Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros» (4:8). Es ese el sentido cultivado de la presencia de Dios. Creo que los puritanos, el Pentecostés bíblico, y otras evidencias donde hay avivamiento históricamente, hay temporadas de tiempo cuando llegó la presencia manifiesta de Dios. Cuando Dios habitaba, hacía tabernáculo con Su pueblo.
Ya sea en un matrimonio o problemas que estoy enfrentando en mi caminar con Dios, o corporativamente como iglesia, es en esos momentos manifiestos en la presencia de Dios que Él hace lo que nunca podríamos hacer fuera de esos momentos divinos.
Annamarie: Y tú, ¿realmente deseas que Dios avive Su iglesia? ¿Dirías «Señor, comienza conmigo»? Más adelante en esta serie estaremos escuchando acerca del resultado de las lágrimas que expresan anhelo por la presencia manifiesta de Dios en medio de Su iglesia. Mañana, asegúrate de acompañarnos para escuchar acerca de aquellas lágrimas que son fruto del dolor que hay en el mundo. Te esperamos aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Clamando a Dios juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
1 Brian Edwards. Revival! A People Saturated With God (England: Evangelical Press, 1990), 120.
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