Representando bien a Jesús
Emily Jensen: Padre celestial, ¡oh, cuán profundas son Tus riquezas y sabiduría y conocimiento… ¡Cuán insondables son Tus juicios y cuán inescrutables son Tus caminos!
¡Te alabamos hoy por que a pesar de que estemos sentadas en el carro, ejercitándonos, caminando por la casa, o sumergiendo nuestras manos en el fregadero, Tú, Señor, has orquestado esta vida y este trabajo para nosotras! Has puesto a cada mujer que nos está escuchando en un tiempo, lugar, familia y comunidad específicos. Nos has colocado exactamente donde estamos hoy, porque Tú conoces todas las cosas, y esto es lo que consideraste mejor para nosotras en Cristo y para Tú gloria. Te alabamos.
Pero Dios, a medida que te servimos en el lugar donde nos encontramos hoy, muchas de nosotras estamos exhaustas. Estamos cansadas de dejar nuestras comodidades y nuestros planes. Algunas pueden estar literalmente cansadas de levantarse durante la noche para cuidar de …
Emily Jensen: Padre celestial, ¡oh, cuán profundas son Tus riquezas y sabiduría y conocimiento… ¡Cuán insondables son Tus juicios y cuán inescrutables son Tus caminos!
¡Te alabamos hoy por que a pesar de que estemos sentadas en el carro, ejercitándonos, caminando por la casa, o sumergiendo nuestras manos en el fregadero, Tú, Señor, has orquestado esta vida y este trabajo para nosotras! Has puesto a cada mujer que nos está escuchando en un tiempo, lugar, familia y comunidad específicos. Nos has colocado exactamente donde estamos hoy, porque Tú conoces todas las cosas, y esto es lo que consideraste mejor para nosotras en Cristo y para Tú gloria. Te alabamos.
Pero Dios, a medida que te servimos en el lugar donde nos encontramos hoy, muchas de nosotras estamos exhaustas. Estamos cansadas de dejar nuestras comodidades y nuestros planes. Algunas pueden estar literalmente cansadas de levantarse durante la noche para cuidar de otra persona, o de levantarse un poco más temprano para encontrarse contigo. Ten misericordia de nosotras en nuestro cansancio, y guárdanos de la queja y la murmuración y de olvidar que Tu mano y sabiduría son las que nos dan las tareas que necesitamos hacer diariamente, las personas en nuestros hogares y las personas que nos necesitan a nuestro alrededor. En cambio, ayúdanos hoy a traerte nuestras quejas, nuestras frustraciones, nuestro agotamiento y nuestra preocupación.
Dondequiera que estemos, que no dejemos pasar otro momento sin esperar y confiar plenamente en Ti: en Tu amor, en Tu capacidad de proveer, y en Tu bondad hacia nosotras. Echamos todas nuestras preocupaciones sobre Ti, Señor, porque Tú cuidas de nosotras. Nos humillamos ante Ti, como Cristo se humilló por nosotras. Te alabamos Señor. En el nombre de Jesús, ¡amén!
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora del libro, Quebrantamiento: El corazón avivado por Dios, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 31 de enero de 2023.
Bárbara Rainey dice: Jesús quiere que tu hogar sea una extensión del reino de Dios.
Bárbara Rainey: ¿Tu hogar está centrado en ti o en tu agenda, o en tu comodidad? ¿O es tu hogar una representación del Rey del cielo?
Débora: Ayer Bárbara Rainey explicó nuestro llamado a ser embajadoras de Cristo, cómo vivir y comprometernos con nuestra comunidad. Nancy y Bárbara regresan hoy para terminar esta conversación, y hablar acerca de cómo hacer de tu hogar ¡una embajada para el Rey de los cielos!
Nancy DeMoss Wolgemuth: Bueno, estoy sentada en el estudio con mi amiga de muchos años, Bárbara Rainey. Bárbara y Dennis Rainey son los co-fundadores de FamilyLife (Vida en familia). Aviva Nuestros Corazones y FamilyLife han estado conectados desde hace mucho mucho tiempo.
Así que gracias, Bárbara, por ser una amiga para mí y para nuestro ministerio, y para todas las mujeres que se benefician de tus escritos y enseñanzas. Estoy muy agradecida por eso.
Bárbara: Gracias, a ti Nancy. Es un placer estar aquí.
Nancy: Estoy sentada mirando la placa que tu esposo y tú nos trajeron a mi esposo y a mí hace un tiempo. Dice: «Bienvenido a la embajada del Rey». Ese regalo está en nuestra casa. Pienso que este concepto de que nuestros hogares sean una embajada del Rey, de Jesucristo, y nosotras sus embajadoras, es un concepto importante y poderoso en nuestro mundo hoy, el hecho de que podamos pensar de esa manera. Y es por eso que hemos tomado algunos días para conversar sobre ello.
Tuviste esta idea cuando viste el video de una viuda de ochenta y tantos años, de un país de Europa del este, que despertó tu imaginación sobre este tema.
Bárbara: Así es. Vi el video de esta dulce anciana, a quien me encantaría conocer. Me encantaría ir a su casa algún día porque ella nos enseña en el video, cómo ha hecho de su hogar una embajada.
Afuera, en la puerta principal, hay una placa de bronce, similar a la que encontrarías en una embajada en Washington, D.C., o en otra de las capitales alrededor del mundo. La placa dice: «Embajada del Reino de los cielos».
Y cuando vi esto, pensé: ella está en lo correcto. Nuestros hogares son embajadas del Rey.
Nancy: Ahora, cuando piensas en una embajada, piensas en algo grande, gigantesco, en una casa bien decorada.
Bárbara: Así es.
Nancy: Pero la casa en la que estaba esta placa, no era así para nada.
Bárbara: No. De hecho, si recuerdo bien, creo que ella vivía en el piso de arriba de un pequeño apartamento o algo así. Era muy pequeño y muy sencillo. Tenía algunas fotos familiares en su pared. Y había una cruz en la pared.
Pero, al ver el video, noté que era un espacio muy cálido y acogedor. Recuerdo pensar luego de verlo, quisiera visitarla. Quisiera tomar un té con esta maravillosa mujer, porque me di cuenta de que era una gran representante de Jesús en su comunidad.
Y esa es la razón detrás de la placa en su puerta. Quería que cualquiera que tuviera la necesidad de hablar o de orar con alguien, se sintiera con la confianza de tocar a su puerta y preguntarle, «¿podemos hablar?»
Nancy: No puedo imaginar que hoy en día pueda existir un medio más eficaz de compartir nuestra fe en el evangelio, que algo como esto, donde los hogares de los creyentes sean conocidos por ser lugares donde se puede ir a buscar consuelo, aliento, ayuda, refugio –un refugio para el corazón.
Anoche estuve hablando con una amiga durante la cena, y me dijo que ayer por la mañana se despertó y encontró que su hijo, ya un joven adulto, había traído un niño sin hogar, un niño abandonado, a la casa para pasar la noche. Y Holly se despertó ayer por la mañana y se dio cuenta de que había un chico durmiendo en su casa que nunca había visto; pero su hijo, quien no tenía idea de un lugar a donde llevar a este chico, se sintió con la libertad de traerlo y decirle, «mi mamá te ayudará».
Y luego nuestra amiga Holly pasó el día tratando de ayudar a este chico a encontrar un lugar donde pudiera quedarse y ser cuidado.
Su hogar es una embajada del Rey.
Bárbara: Me encanta eso.
Nancy: Las personas saben que es un lugar seguro.
Bárbara: Y estás en lo correcto. Todas nosotras, que proclamamos el nombre de Cristo, nuestros hogares deben ser conocidos por esto. Nuestros hogares deben ser acogedores y hospitalarios. Deben estar abiertos. Deben ser de fácil acceso para las personas en necesidad.
Me encanta esa historia del hijo de Holly, que sabía que podía traer a este chico sin hogar a su casa, y que eso estaría bien.
Me pregunto en cuántos hogares eso sería cierto. ¿Se sentiría tu hijo adolescente cómodo trayendo a alguien a casa? ¿O sería condenado y ridiculizado por traer a alguien? ¿Gira tu casa alrededor de ti misma? ¿Se trata de tu propia agenda? ¿De tu propia comodidad? ¿O es tu casa una representación del Rey del cielo?
Eso es lo que me ha inspirado este vídeo, y por eso hicimos esta placa, porque pienso, al igual que tú, que los hogares de los cristianos deben ser lugares de refugio. Necesitan ser embajadas representando a Jesucristo.
Porque el Dios del universo es soberano, nos ha puesto a todos en lugares muy específicos por razones muy específicas. Y parte de ese propósito es ser una luz, ser un testigo, ser un ejemplo para aquellos en nuestro vecindario y aquellos que Él trae a nuestro camino.
Así que Él quiere que seamos embajadoras. Nos ha llamado a ser embajadoras. Creo que es bueno para nosotras pensar en nuestros hogares como una embajada. Eso me ayuda a entender que no me pertenece. Me recuerda que mi hogar es realmente Suyo, no mío. Por lo tanto, debo usarlo para Sus propósitos y no los míos.
Nancy: Y nuestra inclinación natural, a menos que seas una persona realmente extrovertida a la que le encanta hablar con todos los vecinos, es ser propensas a cerrar nuestras puertas, entrar en nuestros garajes, cerrar la puerta del garaje, y nunca vemos a nuestros vecinos u otras personas.
Nuestras casas se convierten en un lugar solo para mostrar nuestras pertenencias o un espacio donde estacionamos nuestros cuerpos y nuestras posesiones mientras salimos y entramos a todas partes del mundo. Puede ser solo un lugar de paso, o simplemente pasamos la noche, y no tenemos realmente conversaciones significativas, almuerzos, o relaciones.
Recuerdo crecer con muchos almuerzos alrededor de nuestra mesa familiar con otras personas. Algunas veces eran obreros del Señor, a veces eran personas que no conocían a Jesús, otras veces era un matrimonio que tenía problemas, y estas personas eran bienvenidas a nuestra mesa. Ahora, esto significaba trabajo extra. Significaba tiempo extra. Significaba esfuerzo extra. Esto quiere decir que algunas veces tus pertenencias (o tus planes) se iban a arruinar.
Y recuerdo la construcción de mi primera casa. Estuve viajando durante años en un ministerio itinerante. Así que no tuve una casa propia hasta los 30 años, y cuando la tuve, tomé una decisión consciente al comprar muebles nuevos (no tuve nada hasta que tuve esa primera casa). Compré sofás blancos. No sé qué me llevó a hacer eso. Pero recuerdo que pensé: «Esta casa y estos muebles no son, ante todo, para mí. Este será un lugar donde la gente pueda venir».
De hecho, no tenían una semana cuando una amiga vino, y mientras cargaba a su hijo, que estaba enfermo, y el niño estaba vomitando medicina roja en ese nuevo sofá blanco.
Bárbara: ¡Oh, vaya!
Nancy: Hubo muchos accidentes y tuve que decir: «¿Sabes qué? Estas no son mis cosas, y no voy a ponerme nerviosa por las huellas de las manos de los niños en las ventanas o porque alguien haga marcas en la alfombra». Intentas cuidar las cosas, pero dije: «Esto es para otras personas».
Viví así durante años como mujer soltera, tratando de tener un hogar en donde las personas pudieran experimentar a Jesús y Su amor.
Y ahora Robert y yo tenemos esto como meta en nuestro hogar, que sea un lugar donde las personas puedan sentirse amadas, acogidas y donde se ore por ellas. Hemos tenido muchos momentos de oración con diferentes personas en nuestro hogar –contratistas, personas que vienen a entregar algo, el joven repartidor, Robert ha orado con el señor del correo, alguien qu neos trajo un paquete. Esta es una dulce manera de vivir, pero también es una dulce manera de dar a conocer a Jesús a quienes nos rodean.
Bárbara: Bueno, has hecho un trabajo fenomenal con esto, hemos visto eso en ti a lo largo de los años, la forma en la que has traído personas a tu hogar y a tu vida. Creo que has sido un gran ejemplo a seguir. Creo que lo que has vivido es que has experimentado conexiones con Dios que no tendrías de otra manera.
Nancy: Así es.
Bárbara: Pienso que cuando liberamos nuestros hogares, cuando renunciamos a nuestra propiedad, por así decirlo, a aquellas cosas que Dios nos ha confiado, y damos pasos de fe al decir, «Dios, ¿cómo quieres usarme?», estamos abriendo la puerta para experimentar a Dios de maneras que no habríamos experimentado de otra forma.
Nancy: Así es.
Bárbara: Me imagino a Robert de pie orando con alguien. ¡Qué dulce experiencia! ¡Qué gran oportunidad de ser parte de lo que Dios está haciendo en la vida de esa persona!
Creo que cuando nos encerramos en nosotras mismas, nos aislamos, cerramos la puerta y nos convertimos en una especie de ermitaños; nos apartamos de las experiencias que Dios quiere darnos como embajadoras para conectar con otras personas.
Él nos dará la fortaleza. Él proveerá la comida y lo que sea necesario. No debemos preocuparnos por los detalles. Él proveerá esas cosas. Lo que necesitamos hacer es ponernos a la disposición de ser usadas por Él en la vida de otras personas, y podremos experimentar lo emocionante de ser parte de la obra milagrosa de Dios.
Nancy: Así es. Y quiero decir esto, para Robert y para mí, esto no viene naturalmente. Ambos somos introvertidos, y seríamos más felices solos, según pensamos (al menos en un sentido temporal). Nuestra inclinación es más a sentarnos y encerrarnos en nosotros mismos.
Algunas veces digo que me encantaría ministrar en regiones no habitadas del mundo, porque naturalmente soy muy reservada. No pensarías eso de una maestra o conferencista, pero la verdad es que soy así. Nos encanta nuestro tiempo de quietud. Nos encanta nuestra privacidad.
Y es un inconveniente que la gente venga o que haya muchos niños pequeños. A nuestra edad ya hemos superado la etapa de los niños pequeños, pero intentamos tener el corazón de Jesús que acoge a los niños y a los pecadores, a los ancianos, a las familias y a las personas que necesitan un lugar donde quedarse y a los misioneros.
Esto no quiere decir que hacemos eso todos los días o que nunca tenemos tiempo para nosotros, pero estamos tratando de vivir vidas que sean de corazón abierto, de manos abiertas, y esto muchas veces quiere decir que debemos abrir nuestras puertas para que allí las personas se sientan como en casa.
Bárbara: Totalmente de acuerdo. Debo decir que también soy así. Soy más introvertida. Dennis y yo, en esta etapa de nuestras vidas, hemos estado tan ocupados, que amamos llegar al santuario de nuestro hogar. Y en ese sentido, nuestro hogar como embajada es realmente para nuestro propio aliento y restauración del alma.
Pero, como dijiste, es tener la actitud de: «Mi casa y mi vida le pertenecen a Alguien más». Esta casa no es mi hogar. Mi hogar está en el cielo, y algún día estaré en perfecto reposo, en perfecta paz, y tendré todo lo que necesito en el cielo.
Ese día llegará, pero hasta que llegue, debemos vivir disponibles para Él, y vivir vidas que Él pueda usar con personas que quizás no hemos anticipado, pero es parte de Su plan para nosotras.
Así que cuando Dennis y yo pensamos que nuestras vidas no nos pertenecen a nosotros mismos, que nuestro hogar no es solo para nosotros –es para nosotros, pero no solo para nosotros. Creo al igual que tú, que tener esa mentalidad de manos abiertas, hace una gran diferencia.
Nancy: Así es. Y puede ser el lugar al que regreses, a recargarte, a llenarte, para que puedas salir, servir y bendecir a otros a tu alrededor.
Bárbara: Correcto.
Nancy: Pero el punto es que tu vida es una ofrenda, y todo lo que tienes es una ofrenda para el Señor.
Bárbara: Sí.
Nancy: Y esa es la forma en que se supone que todos debemos vivir.
Bárbara: Eso es correcto.
Nancy: Imagínate cómo serían nuestras comunidades, escuelas, lugares de trabajo, vecindarios, si aquellos que somos cristianos, aquellos que seguimos a Jesús, que creemos en Él y que lo amamos, tuviéramos siempre presente, dondequiera que fuéramos, lo que sea que estuviéramos haciendo, que «no se trata de mi felicidad, de mi satisfacción, de mi gozo, de mis cosas, sino que mi vida debe ser una ofrenda, un sacrificio vivo para los demás».
¿Cómo cambiaría eso nuestras conversaciones? ¿Cómo nos haría menos egoístas y más desinteresadas en lo que hacemos con nuestro tiempo, con nuestra comida, con nuestras posesiones, con nuestros vehículos, con nuestro...todo? Estaríamos más disponibles porque nos daríamos cuenta de que, «estoy aquí para servir al Rey de reyes, y ayudar a otras personas a conocerle a Él y que deseen amarle también».
Bárbara: Exactamente. Y esa es realmente la idea de una embajada.
Tengo una joven amiga que junto a su esposo y cuatro hijos, duraron cinco años viviendo en Uganda, y Uganda es un país muy pobre. Un día me contó una historia de cómo una amiga suya, también misionera y que estaba con su familia en Uganda, tenía un hijo que recién había aprendido a conducir. Ellos necesitaban que él manejara el único carro que tenían como familia, por una razón especial (no recuerdo cuál era). Pero entró al carro y empezó a conducir.
Mientras conducía por las calles de la ciudad, teniendo dieciséis años de edad, tal vez diecisiete, hubo una revuelta. Las bocinas estaban sonando, y él estaba algo desconcertado, lo tomó un poco de sorpresa. Él era un joven conductor, y no se movió de forma rápida hacia un lado.
Bueno, en esa ciudad esto era una gran ofensa, y de inmediato un policía lo detuvo, lo obligó a salir del carro, y lo acusó de ser un espía.
Nancy: Guau.
Bárbara: Lo llevaron atrás. Él no sabía qué hacer. Pienso que él tenía un celular, no recuerdo, pero llamó a su madre. Le dijo: «Me están llevando a la cárcel. Dicen que soy un espía».
Y llevaron a este joven a la cárcel y lo encarcelaron.
Sus padres, obviamente –este era el único carro familiar que tenían– se las arreglaron para llegar allí. Estaban tratando de hablar con los oficiales, y no pudieron hacer que entendieran que él no había hecho nada malo, que era solo un joven, que recién había aprendido a conducir, y que lo lamentaba. Él no tenía la intención de estar en la revuelta.
De todos modos, mientras se desarrollaba todo este drama, su padre le recordó: «Tengo en mi celular el número de la embajada, la Embajada de los Estados Unidos». Sacó su celular. Llamó a la Embajada Americana, y el chico que tomó la llamada dijo: «¿Cómo puedo ayudarle?»
Y este padre hablando rápido en inglés, empezó a contarle lo que había sucedido. Él dijo, «¿qué puedo hacer? ¿Cómo puedo sacar a mi hijo de la cárcel? Él no hizo nada malo».
Y el hombre de la embajada, el oficial de la Embajada Americana dijo: «Me encargaré de eso. Te ayudaré. Esto es lo que harás».
A medida que mi amiga me contaba esta historia, era algo casi milagroso, porque el embajador en ese país tenía un gran poder, porque representaba a los Estados Unidos. Esta familia eran ciudadanos americanos. Estaban viviendo en otro país, pero eran ciudadanos americanos. Y la Embajada Americana estaba allí para ayudar a los ciudadanos americanos.
Es una ilustración tan maravillosa, no solo para ellos, sino para que todos nosotros comprendamos que eso es lo que se espera de las embajadas. Se espera que proporcionen ayuda, seguridad y protección cuando la gente lo necesita.
Así que si soy embajadora de Jesucristo, y mi hogar es Su embajada, Él quiere que yo esté disponible para ayudar a las personas que están en necesidad, a quienes tienen la necesidad de ser rescatados o de ser escuchados.
Pienso que como familias, como madres y padres, cuando hables con tus hijos puedes ayudarles a entender el concepto de lo que es ser embajador, lo que hace un embajador, y cómo nosotros como cristianos somos llamados a ser embajadores, que nuestro hogar es una embajada de Cristo, esto nos ayuda a entender lo que Dios nos ha llamado a hacer en esta tierra. Es la razón por la que nos ha puesto aquí y algunos de los propósitos que podría tener para nosotros en nuestros vecindarios y en nuestras comunidades.
Nancy: Mientras vivimos de esa manera, a medida que pensemos en nuestras vidas y en nuestros hogares como embajadas del Rey, y que somos Sus embajadoras, realmente les estamos dando a las personas un reflejo de cómo es nuestro hogar eterno y mostrándoles que ellos también pueden formar parte de este.
Bárbara: Sí.
Nancy: Así que estamos diciendo: «Ven a mi mundo, a mi hogar, y permíteme dejarte descansar, estar segura, sentirte amada, bienvenida y acogida», como una imagen de lo que puedes tener en Cristo quien nos acoge en Su morada eterna. Es un medio para compartir el evangelio, las buenas nuevas del hogar que podemos tener en Cristo.
Bárbara: Eso es correcto. Pienso que esto es lo que Dios ha diseñado para nosotras. Él quiere que seamos Sus representantes. Él quiere que seamos Sus embajadoras y traer a muchos, como dice en la Escritura, a una relación con El.
Somos, como dijiste anteriormente, la fragancia de Cristo, y mientras lo representamos, esperamos que otras vean al Espíritu Santo en nosotras. Verán la vida de Cristo en nuestras vidas, y querrán saber más de Él.
Nancy: Por esto pienso que el Nuevo Testamento hace mucho énfasis, al igual que el Antiguo Testamento –ahora que lo pienso– en el ministerio de la hospitalidad. Abrir nuestros hogares, abrir nuestros corazones –no querer lucir nuestras posesiones materiales, no hacer comidas espléndidas. Pienso que esto puede intimidarnos, ese pensamiento, pero solo abrir nuestros corazones y nuestros hogares a las personas al decir: «Esta es una muestra del corazón y el hogar abierto que Dios ha puesto a disposición para nosotros a través de Jesucristo».
Bárbara: Sí.
Nancy: Queremos crear un hambre, una sed en las personas de conocer a nuestro Rey. Es a Él a quien representamos. Y nuestros hogares pueden hacerles decir, «quiero ese tipo de relación. Quiero ser ciudadana de esa ciudad a la que perteneces».
Bárbara: Así es.
Anoche tuve una conversación con mi hija. Ella es madre de siete varones, y sus hijos mayores están en el equipo de fútbol. Ella me estaba diciendo que tenían a todo el equipo en su casa cenando –no todos, pero más o menos la mitad del equipo.
Nancy: ¡Vaya!
Bárbara: Yo dije, «tienes que mandarme fotos». Me envió fotos, y me contó de todas las salchichas y papas horneadas y todas las cosas con las que habían alimentado a ese ejército de varones.
Pero me imaginé, cuando ví esas fotos que me envió desde su celular, que estos niños estaban saboreando un poco de lo que es estar en un hogar cristiano, porque mi hija ama a las personas, y ama servir. Ella tenía un millón de cosas por hacer en su hogar, repleta de siete hijos, pero de igual forma entendía que Dios la había llamado a ser embajadora, y esta era una forma fácil y real, relativamente fácil, para ella.
Nancy: Muy fácil para nosotras decir eso.
Bárbara: Fácil para ella, al invitar a esos niños, porque la necesidad de los niños es comer. Ellos les dieron hot dogs. No fue nada elaborado. No fue nada elegante. Ella los puso en una habitación y les dijo, «aquí tienen».
Y la facilidad que tiene de relacionarse con estos niños, los amigos de sus hijos, es una representación de lo que Jesús quiere. Estoy segura de que algunos de esos niños pensaron, me gusta esta casa. Me agradan estas personas.
No sé si harán preguntas, si dirán, «quiero saber más». Pero pudieron saborear el aroma de la fragancia de Cristo. Fue una introducción sobre lo que alguien más puede construir más adelante.
Pero esto es lo que Dios nos ha llamado a hacer. No tenemos que llevar todas las personas que vienen a nuestra puerta a Cristo, pero puede ser parte del camino en el que Dios ha puesto a esa persona para empezar a decir, «oh, hay algo diferente en estas personas, y quisiera saber qué es».
Nancy: Y creo que deberíamos insistir en que no hace falta tener una casa preciosa o grande, ni comidas lujosas, ni cosas de lujo, para tener un ambiente acogedor para las personas que tienen todo tipo de necesidades –sentirse amadas, ser atendidas.
Puede ser muy informal. Puede ser simple. Tenemos que superar el deseo de presentar todo perfecto. No estamos hablando de Pinterest.
Bárbara: Bueno, pienso que es mejor si es informal. Pienso que es mejor si haces algo simple –quizás una olla de sopa o algo muy, muy simple– porque así las personas serán más relajadas. Si haces una demostración muy elaborada, y sacas lo mejor y lo haces perfecto, las personas no se van a sentir relajadas ni cómodas.
Nancy: Así es.
Bárbara: Así que pienso que Pinterest y todas esas aplicaciones han hecho más difícil invitar a las personas.
Nancy: La belleza es hermosa y valiosa.
Bárbara: Es cierto.
Nancy: Me encanta tener cosas hermosas en mi hogar. Me encanta tener flores frescas. Me encanta tener un ambiente atractivo y bello.
Bárbara: Sí, a mí también.
Nancy: Eres artista, así que me entiendes. Pero no se trata de las cosas. No se trata de si lo que tienes es de segunda mano o si lo compraste en un sitio web reconocido o una tienda reconocida. Todo eso es temporal.
Bárbara: Así es.
Nancy: Pero lo que las personas recordarán es el corazón, el ambiente y el amor.
Bárbara: Correcto.
Nancy: Te diré algo, crecí en un hogar grande y hermoso con padres que podían hacer excelentes almuerzos para las personas, pero he tenido algunos de mis momentos más preciosos y significativos de compañerismo y de sentirme amada y acogida en hogares muy pequeños y sencillos.
Pienso en algunos hogares de Pakistán que visité…estamos hablando de algo muy, muy sencillo. Nada impresionante. Nada elaborado. Pero de personas que aman a Jesús y aman a Su pueblo y aman servir. Su hogar es una embajada. Y puede que tengan pisos de tierra o paredes bien simples, que se pueden caer si viene una tormenta, pero es una embajada del Rey del cielo.
Bárbara: Correcto.
Nancy: Quiero decir que esto es algo que cualquiera que ame a Jesús y ame a la gente y quiera ser un instrumento del amor de Jesús en la vida de otros puede hacer en su casa. Puede ser un remolque. Puede ser un dormitorio. Puede ser simplemente una habitación que compartes en una casa con otras personas. Si la presencia de Cristo está allí, eso lo convierte en un palacio.
Quiero retar a cada una de nuestras oyentes a pensar en sus hogares como una embajada del Rey y a pensar en sí mismas como embajadoras del Rey.
Bárbara, ha sido muy dulce conversar contigo estos dos días.
Bárbara: Gracias.
Nancy: Pienso que muchos hogares se convertirán en nuevas embajadas.
Bárbara: Bueno, eso espero.
Nancy: Pienso que más oyentes empezarán a pensar en ellas mismas como embajadoras como resultado de lo que nos has compartido.
Débora: Bárbara ha estado hablando con Nancy DeMoss Wolgemuth estos últimos días sobre cómo hacer de nuestros hogares una embajada cálida y acogedora para las personas necesitadas. Si te perdiste la primera mitad de esta serie, puedes encontrar el audio y la transcripción en avivanuestroscorazones.com. Ahora Nancy y Barbara regresan con nosotras para concluir esta serie en oración, pidiendo que cada una de nosotras reciba el poder del Espíritu de Dios y podamos vivir vidas que representen y honren a Jesús.
Nancy: Me encantaría, Barbara, que cierres nuestro tiempo en oración, pidiéndole a Dios que haga justamente eso en la vida de nuestras oyentes.
Bárbara: Me encantaría.
Padre, gracias por redimirnos. Gracias por rescatarnos y llamarnos a vivir en Tu casa y ser parte de Tu país y Tu reino. Pero hasta que eso sea una realidad, gracias porque nos has dado el llamado a ser Tus embajadoras hoy en la tierra donde nos has puesto, en la casa en que vivimos, el hogar que compartimos con otros o en el que vivimos solas, en la comunidad y la ciudad donde vivimos. Nos has puesto allí con motivos. Nos has puesto allí con propósitos y planes.
Y te ruego, Padre, que nuestros hogares sean un lugar donde nos entreguemos generosamente al mundo, porque Tú, Padre, te has dado generosamente a nosotras.
Y oro, también, Señor, para que sirvamos a otros en Tu honor de modo que te puedan conocer, para que ellos también puedan convertirse en ciudadanos del reino de los cielos, que permanecerá para siempre.
Gracias, Padre, porque nos has llamado a ser testigos, y nos has dado Tu Espíritu Santo quien nos dará el poder para hacer esto. No podemos hacer esto por nosotras mismas. Así que gracias por el regalo del Espíritu Santo quien nos dará el poder de ser testigos para Ti, embajadoras para Ti en esta tierra hasta Tu regreso. En el nombre de Jesús, amén.
Débora: Ayudándote a representar y honrar a Jesús. Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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