¿Rendirías tus derechos?
Carmen Espaillat de Morillo: Es de gran testimonio cuando reflejas humildad al mundo que te rodea.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Eso es lo que como creyentes nos hace diferenciarnos del resto de este mundo, del resto de la cultura. Cuando tenemos un corazón humilde reflejamos el corazón de Cristo, cuando ponemos los intereses de Cristo por encima de nuestro propio bienestar. En última instancia, así es como podemos apuntar a las personas hacia Cristo.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Al dar inicio al programa de hoy, piensa en una persona que conoces que refleje humildad. ¿No es esta una persona con la que es agradable compartir? Hoy Nancy te describirá el poder de la humildad y te ayudará a verla como una parte importante de tu vida.
Nancy: Como muchas de ustedes saben, hemos venido transitando por …
Carmen Espaillat de Morillo: Es de gran testimonio cuando reflejas humildad al mundo que te rodea.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Eso es lo que como creyentes nos hace diferenciarnos del resto de este mundo, del resto de la cultura. Cuando tenemos un corazón humilde reflejamos el corazón de Cristo, cuando ponemos los intereses de Cristo por encima de nuestro propio bienestar. En última instancia, así es como podemos apuntar a las personas hacia Cristo.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Al dar inicio al programa de hoy, piensa en una persona que conoces que refleje humildad. ¿No es esta una persona con la que es agradable compartir? Hoy Nancy te describirá el poder de la humildad y te ayudará a verla como una parte importante de tu vida.
Nancy: Como muchas de ustedes saben, hemos venido transitando por el Manifiesto de la Mujer Verdadera en Aviva Nuestros Corazones. Ese documento no es la Biblia; no es inspirado, aunque está basado en las Escrituras. Es un intento que hemos hecho de resumir el corazón del Movimiento de la Mujer Verdadera. ¿Qué es una mujer verdadera? ¿Cómo es ella? ¿Cómo actúa? ¿Cómo piensa? Hemos agrupado algunas de estas ideas en un documento que hemos llamado, El Manifiesto de la Mujer Verdadera.
Estamos pidiéndole al Señor que levante mujeres que adornen este mensaje, que lo fortalezcan, que lo abracen, que digan: «Sí, Señor, ese es el tipo de mujer que quiero ser», y que lo compartan con otras personas en su esfera de influencia.
Quiero recordarles que cada uno de los puntos del Manifiesto es la base o el fundamento para el siguiente. Es un poco peligroso difundir la enseñanza de la manera en que lo estamos haciendo, porque alguien pudiera solo oír una sola sesión y tomar el contenido fuera de contexto. No hay manera de poder cubrir todo lo necesario basándonos en un solo programa, por lo que quiero animarte a que trates de escuchar toda la serie si no has podido estar con nosotras en todos estos programas.
Puedes ir a nuestra página web y descargar o imprimir una copia del Manifiesto para que puedas seguirnos; puedes escuchar el audio de los programas anteriores, o puedes imprimir las transcripciones y ver todos los demás recursos que tenemos disponibles para ti.
Anteriormente en este año, vimos las declaraciones que constituyen el fundamento del manifiesto: la autoridad de las Escrituras, el señorío de Cristo y el hecho de que Dios quiere que Su gloria cubra la tierra como las aguas cubren el mar. Luego llegamos a una declaración en el manifiesto que dice:
Como mujeres cristianas, deseamos honrar a Dios viviendo vidas contraculturales que reflejen al mundo la belleza de Cristo y Su evangelio.
Esta sería como la declaración de nuestra misión. De eso se trata. Queremos ser mujeres que viven vidas contraculturales. No en aras de ser quisquillosas o intratables —no queremos ser así— sino vivir vidas contraculturales que reflejen a nuestro mundo la belleza de Cristo y de Su evangelio.
Entonces el manifiesto dice: «Con ese fin —con ese objetivo en mente— declaramos que...» Entonces siguen trece afirmaciones. Ya vimos las primeras siete de esas afirmaciones, y hoy vamos a ver la octava.
Ahora, esta afirmación en particular, es radicalmente contracultural, y debo añadir que es radicalmente contraria a nuestra inclinación natural. No pensamos naturalmente de esta manera, y sin embargo esta afirmación que vamos a ver es el corazón mismo del evangelio. Es una actitud del corazón que afecta todas las áreas de nuestras vidas, nuestras relaciones, nuestra forma de pensar, nuestra forma de actuar, la manera en que respondemos. Es una actitud crucial del corazón de una mujer verdadera, debo añadir, que de un hombre verdadero también. Aquí está la declaración:
La insistencia egoísta sobre nuestros derechos personales es contraria al espíritu de Cristo, quien se humilló a Sí mismo, tomando forma de siervo y entregó su vida por nosotros.
Ahora, como he dicho, esa declaración, esa forma de pensar es radicalmente contracultural. Nuestra cultura no suele valorar la humildad. Por el contrario, el egoísmo, el egocentrismo, el buscar el placer es la esencia misma de nuestra sociedad. Tenemos una mentalidad de derecho, y no tienes que mirar muy lejos para ver eso.
Por ejemplo, seguramente has leído acerca de las demandas frívolas que existen hoy día. Leí sobre una mujer que demandó a un canal de televisión por hacer una predicción inexacta del estado del tiempo. La estación predijo buen tiempo, pero llovió. La mujer afirmó que el pronóstico causó que se vistiera de forma ligera, lo que ocasionó que contrajera una gripe, que faltara una semana al trabajo y que gastara dinero en medicamentos. Afirmó, además, que todo el incidente le causó estrés, por lo que demandó a la estación por $1000 dólares, y ganó la demanda, una mentalidad de defensa de los derechos.
Si esta generación tuviera algún tipo de mantra hoy en día, sería, te lo mereces». Y quizás conoces ese dicho que dice: «Te mereces un día de descanso».
Busqué un poco en internet acerca de ese concepto: Te lo mereces, y ¡guau! todas las cosas que aparecieron.
- Hay un sitio web que se llama, TuMerecesVacaciones.com.
- Vi un artículo titulado, «Obteniendo el crecimiento que mereces».
- Hay una canción de Tracy Dawn llamada, «Tú mereces ser amado».
- Hay un libro llamado, «Mereces un tratamiento real: Guía para que una mujer viva regiamente». Es un libro sobre yoga.
- A continuación una envoltura de un chocolate, «Anda, chica, te lo mereces».
Existe todo un modo de pensar que ves en los anuncios publicitarios, un modo de pensar acerca de los derechos que tenemos, «te lo mereces». Los anuncios publicitarios te animan a mimarte, a complacerte a ti misma, a consentirte a ti misma en todo, desde los chocolates hasta los vinos, desde ropas costosas hasta lujosas vacaciones con paquetes con días de spa. Ahora, yo no estoy diciendo que todas esas cosas están mal. Algunas de estas cosas Dios nos las da para que las disfrutemos. Pero la mentalidad de hoy es: «Disfruta, te lo mereces».
Recuerda el famoso eslogan publicitario de L'Oréal que decía: «Porque tú lo vales».
También están los anuncios de Gillette Venus que dice: «Descubre la diosa que hay en ti».
Una percha o gancho de la tintorería que recogí de mi armario esta mañana dice: «Todo se trata de ti».
Este mensaje está en todas partes. Lo puedes ver en el comportamiento de los que nos rodean, la furia al volante. Yo fui víctima de eso por un momento. Recuerdo que alguien se enojó mucho y me sacó fuera de la carretera hasta de la barrera de protección, furia al volante.
Oímos de padres que son expulsados de eventos deportivos de sus hijos por actitudes desagradables, gritándoles a los árbitros.
También oímos de rivalidad entre hermanos, insistiendo en sus derechos. «Son mis cosas; a mi manera. Es mi tiempo; es mi programa de televisión».
Tengo un amigo que me dijo recientemente acerca de su hija, que en realidad es una chica dulce, pero su hija empacaba todas sus cosas y las sellaba con cinta adhesiva para que nadie pudiera tocarlas durante todo el verano, mientras ella no estaba. «Mis cosas».
Estamos muy adoctrinadas, y tenemos arraigado en nosotras desde el nacimiento, el creer que tenemos que defender nuestros derechos. «Uno tiene que defenderse porque si no lo haces, nadie lo hará por ti».
Estamos adoctrinadas en nuestra cultura a creer que tenemos derecho a la asistencia de salud universal, a una educación de calidad, a la felicidad, a tener nuestras necesidades satisfechas. Tenemos derecho a ciertas comodidades. Tenemos derecho a tener un matrimonio feliz, a tener hijos sanos, a sentirnos bien.
Ahora, todas estas cosas, esta manera enloquecida de pensar en los derechos, esta insistencia en hacer las cosas a «mi manera; mis derechos», es contraria al Espíritu de Cristo, que se humilló a Sí mismo, que tomó la forma de siervo y dio Su vida por nosotros.
Permíteme invitarte a abrir tu Biblia en el libro de Filipenses, capítulo 2. No puedo pensar en un mejor pasaje de las Escrituras, aunque hay muchos que podríamos utilizar, no puedo pensar en uno mejor que este maravilloso pasaje. Fue considerado en realidad un himno en la iglesia primitiva. El pasaje se encuentra en Filipenses, capítulo 2. Me gustaría que tuviéramos tiempo para ir a través de todo el libro de Filipenses para ver este tema, pero en el capítulo 2, comenzando en el versículo 3, vemos este increíble retrato del corazón de Cristo.
Si queremos saber lo que significa ser mujeres verdaderas u hombres verdaderos, ser verdaderos seguidores de Cristo, tenemos que mirar lo que Cristo es y luego pedirle a Dios, por Su gracia y en el poder de Su Espíritu Santo, que nos transforme a Su semejanza y a Su imagen.
Así que el apóstol Pablo dice en el versículo 3 de Filipenses 2: «Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino con actitud humilde», y esta es la palabra clave, humilde, humildad. Ese es el centro la actitud del corazón, humildad. ¿Cómo luce esto? «Considera a otros como más importantes que a ti misma». «En humildad, estimando a los demás como más importantes que ustedes mismos».
Si estás utilizando la Biblia de las Américas, dice: «Considere al otro como más importante que a sí mismo». Vemos lo mucho que se habla en nuestros días acerca de la autoestima, pero la Palabra de Dios nos llama a estimar a los demás como superiores a nosotros mismos.
La Biblia de las Américas dice, «buscando cada uno no sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás».
No importa la traducción que estés usando, no importa cómo lo dice, va contra la corriente de cómo estamos naturalmente programadas y de cómo pensamos de manera natural. «En humildad, considerar a los demás como superiores a ti mismo».
Versículo 4: «No buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás». De manera natural velamos por nuestros intereses no por los de los demás, sobre todo si se encuentran en contra de nuestros propios intereses.
Así que Pablo está diciendo de la humildad, piensen con humildad, considerando a otros como más importantes que ustedes mismos. Esto resultará en estar más preocupada por los intereses de los demás que por tus propios intereses, más preocupada por satisfacer sus necesidades que tus propias necesidades. Esta es la manifestación exterior de un corazón humilde, y que afecta todo lo relacionado con cómo nos vemos a nosotras mismas, nuestros intereses y cómo vemos a los demás y sus intereses. Afecta la forma en que tratamos a los demás cuando sus intereses chocan con los nuestros.
Pablo continúa diciendo que esta no es una forma típica de pensar o de vivir. Si miras más adelante en el capítulo 2 versículo 19, Pablo dice:
«Mas espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo... Pues a nadie más tengo del mismo sentir mío y que esté sinceramente interesado en vuestro bienestar, porque todos buscan sus propios intereses no los de Cristo Jesús» (vv. 19-21).
Pablo dice que si tienes un corazón humilde, si pones los intereses de los demás por encima de los tuyos, serás un pájaro raro. Él dice: «No hay nadie como Timoteo». Pablo tenía un montón de amigos, un montón de colegas. Conocía muchos creyentes. Había mucha gente de la que podría haber hablado, pero él dice: «No tengo a nadie como él, que esté sinceramente interesado en vuestro bienestar. Todas estas personas buscan sus propios intereses. Son el número uno en sus propias vidas. No están buscando a Cristo, y no están mirando hacia los demás, pero Timoteo es diferente. Él realmente se preocupa. Él pone los intereses de Cristo encima y por delante de los suyos. Él se preocupa por el bienestar de los otros más de lo que se preocupa por el suyo propio».
Si tienes ese tipo de corazón, serás una de las pocas, una de la minoría. Como creyentes, esto es lo que hace que nos destaquemos sobre el resto del mundo, sobre el resto de la cultura. Eso es lo que refleja el corazón de Cristo; cuando tenemos un corazón humilde, cuando ponemos los intereses de Cristo y el bienestar futuro de los demás por encima del nuestro. En última instancia, así es como apuntamos a los demás hacia Cristo.
Y él continúa diciendo que de esto es de lo que trata la vida y el corazón de Cristo. Volviendo al versículo 5: «Haya entre vosotros, como en Cristo Jesús». Con la Biblia de las Américas, creo que entenderemos mejor. Dice: «Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús». Ese es el modelo, el patrón. Ahí es donde vemos cómo es.
No tendríamos ni idea de cómo luciría estar centradas en otros, si no tuviéramos una imagen de Cristo. Cuando no conocemos a Cristo —y apenas nos conocemos a nosotras mismas— la forma en que nacemos, la forma natural en que pensamos, respondemos y reaccionamos, es todo acerca de nosotras. Queremos ser la número uno.
Así que Pablo dice: «Mira a Cristo. Míralo a Él. Considéralo. Contémplalo a Él. Medita sobre Él. Llega a conocerlo, luego deja que Su mentalidad y Su actitud, se conviertan en tu actitud. Sé como Él. Deja que esta actitud tuya sea la que hubo también en Cristo Jesús».
Ahora, ¿qué tipo de mentalidad es esa? ¿Qué tipo de actitud tuvo Cristo? Bueno, el versículo 6 nos dice: «El cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse». Otra traducción dice: «Aunque Él era Dios, no exigía ni se aferraba a Sus derechos como Dios».
No hay duda de ello. Él era Dios. Él es Dios. Pero Él no se aferró a Sus derechos. No exigió Sus derechos.
El versículo 7 dice: «Él se despojó a Sí mismo». Algunas traducciones dicen: «Se rebajó voluntariamente (es de Dios de quien estamos hablando) y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo (querrás humillarte porque Él se humilló a sí mismo) y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (vv. 7-9, NVI, parafraseado).
Ves, en última instancia, la humildad debe llevarnos a la cruz. Llevó a Cristo a la cruz. Significa dejar a un lado mi vida, renunciar a mi vida, decirle que «no» a mi carne, decirle que «sí» a Dios, y entonces decir: «No a mi manera», decirle que «sí» a los intereses y a las necesidades de los demás.
Jesús era Dios, pero Él no exigió o esperó que otros lo trataran a Él como Dios, y ese no es solo el problema con nosotras, nosotras queremos que los demás nos traten como si fuéramos dios. Jesús siendo Dios no exigió o esperó que los demás lo trataran como Dios. Y ese solamente no es el problema. El problema es que nosotras queremos que los demás nos traten como si fuéramos Dios, porque nos hacemos a nosotras mismas como nuestros propios dioses. Jesús no hizo eso. Aunque Él era Dios, no exigió que otros lo trataran como Dios, Él renunció a Sus derechos como Dios.
Solo piensa en esto por un momento. Es algo que te deja atónita, perpleja; pensar en que Aquel que es el centro de la alabanza y la adoración ininterrumpida en el cielo, y que lo había sido durante toda la eternidad, y lo será por toda la eternidad futura, no se revistió de ninguna reputación. El que tiene el control de toda el agua del mundo en la palma de Su mano estuvo sediento. El todopoderoso Dios se vistió de la debilidad humana. El Creador de la vida entregó Su vida para que nosotros pudiéramos vivir.
Esta forma es totalmente contraria a la forma en que el mundo piensa. Es al revés de la forma en que pensamos de manera natural, pero esa es la manera correcta en la economía de Dios, en el reino de Dios. Esta es la manera en que Dios piensa, y esta es la manera en que como mujeres verdaderas tenemos que aprender a pensar.
Hace años me encontré con una pieza maravillosa en una publicación de Elisabeth Elliot. Ella escribió un artículo titulado, «Cediendo nuestros derechos». Ella habló de cómo es natural en nuestra sociedad hoy en día, que las personas reclamen sus derechos. Pero dijo en este artículo que como seguidoras de Cristo estamos llamadas a entregar nuestros derechos a Cristo, y disfrutar de los privilegios que Dios decida soberanamente derramar sobre nosotras.
Entonces ella dio una lista. Dijo: «¿Cuáles son algunos de los derechos que los discípulos de Jesús deben rendir?» Quiero leerles a ustedes esa lista. En realidad, hay referencias bíblicas al lado de cada uno de estos puntos. Si vas a nuestra página web, AvivaNuestrosCorazones.com y ves la transcripción de hoy, verás esta lista con cada una de las referencias de las Escrituras. Vale la pena que tomes tiempo para buscar estas referencias.
¿Cuáles son algunos de los derechos a los cuales como discípulas de Jesús tenemos que estar dispuestas a renunciar? Aquí está la lista que escribió Elisabeth Elliot:
- En primer lugar el derecho a tomar venganza ( 12: 19-20).
- El derecho a tener un hogar cómodo y seguro. Jesús dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza» ( 9: 57-58). El derecho a tener un hogar cómodo y seguro. Es un derecho que debemos rendir a Cristo.
- El derecho a gastar nuestro dinero como nos plazca ( 6: 19-21).
- El derecho a odiar a un enemigo ( 5: 43-48). Tenemos que renunciar a ese derecho.
- El derecho a ser honradas y servidas ( 10: 42-47).
- El derecho a entender el plan de Dios antes de obedecerlo ( 11: 8).
- El derecho a vivir la vida con nuestras propias reglas (Juan 14: 23-24).
- El derecho a guardar rencor ( 3:13).
- El derecho a encajar en la sociedad ( 12: 2; Gál. 1:10).
- El derecho a hacer lo que nos hace sentir bien (Gál. 5: 16-17; 1 Ped. 4: 2).
- El derecho a quejarnos. «Oh! ¿No tengo el derecho a quejarme?» No. Ese es un derecho al que debes renunciar. Por cierto, esto se encuentra que en Filipenses 2, versículo 14: «Háganlo todo sin quejas ni contiendas» (NVD).
- El derecho de ponernos a nosotras mismas en primer lugar. Ese es el pasaje que hemos estado viendo en ( 2: 3-4).
- El derecho a expresar nuestra propia sexualidad de formas contrarias a la manera de Dios (1 Cor. 6: 18-20).
- El derecho a rebelarnos contra la autoridad (1 Ped. 2: 13-15).
- El derecho a entablar juicio contra otro creyente (1 Cor. 6: 1-8).
- El derecho a poner fin a un matrimonio decepcionante (5: 31-32).
Hay más que podríamos decir, esta es solo una lista de la Palabra de Dios, sobre los derechos que se nos pide rendir como seguidoras de Cristo.
Ahora, el momento de la verdad, ya en la carne en el contexto de la vida cotidiana, con la gente con la que vivimos, las personas con las que trabajamos, nuestras relaciones más cercanas en el hogar, en el lugar de trabajo, en nuestras comunidades... es a veces es en las cosas pequeñas, en las pequeñas formas en las que estamos llamadas a poner los intereses de los demás primero y por encima de los nuestros, considerando al otro como mejor que nosotras mismas.
He leído en el blog de Mujer Verdadera, un comentario de una mujer que escribió no hace mucho tiempo. Ella dijo,
Me ha tomado mucho tiempo y recorrer caminos difíciles, el entender la importancia de esta verdad en mi matrimonio. Una forma práctica en la que he empezado a vivir esto es rendir mi horario de la mañana, preparar el desayuno de mi marido y ser consciente de sus necesidades antes de que se vaya a trabajar.
Luché con esto por mucho tiempo porque quería concentrarme y no ser interrumpida en mi tiempo con el Señor. Si bien esa es una buena meta, no es una buena cosa si ignoro a mi marido en la mañana. Dios me ha bendecido tanto desde que decidí «estimar a los demás (mi marido) como mejores que yo» de esta manera.
Ahora, ¿eso significa que tienes que levantarte y preparar el desayuno de tu marido en la mañana? Yo no puedo decirte cuál debería ser la hora de levantarte por la mañana. No sé lo que se requiere de ti. Pero sí sé que en la práctica, en la vida diaria, Dios nos llama a velar por los intereses de los demás, a ponerlos por encima de los nuestros y a convertirnos en siervas con corazones que siguen a Cristo.
Durante las últimas semanas, ha habido una serie de circunstancias en mi vida, como las que todas tenemos en nuestras vidas, y parecían complicarse cada vez más en las últimas semanas. Me encontré sintiéndome tensa, de mal humor y me irritaba con facilidad, y podías darte cuenta de que esto me estaba sucediendo. Tenía una agitación interior, y solo trataba de evitar que saliera. Como, «espero no arrancarle la cabeza a nadie». ¡Oh, cuánto necesitamos de Su gracia en esos momentos!
En medio de esa situación, me desperté una mañana y escuché un mensaje en la radio de Warren Wiersbe —un mensaje de hace mucho tiempo— él les estaba hablando a líderes cristianos. Hablaba del pasaje que hemos estado viendo, Filipenses capítulo 2. Habló de una manera tan hermosa acerca de cómo Cristo se humilló a sí mismo y tomó la forma de siervo.
Entonces lo hizo realmente personal y convincente, muy convincente. Desafió a aquellas de nosotras que somos líderes, que estamos en diferentes esferas de influencia, a bajar de nuestros tronos como lo hizo Cristo y dejar de actuar como soberanas y convertirnos en siervas.
Mientras escuchaba su mensaje, mi corazón sintió tanta convicción. Permíteme leerte un párrafo de los que escribí en mi diario esa mañana, ya que estaba aplicando lo que acababa de escuchar de este pasaje a mis circunstancias de ese momento. Escribí:
He estado pensando y actuando como una soberana cuya voluntad y camino han de prevalecer o «te arranco la cabeza». Todo el mundo se debe inclinar ante la «reina Nancy» y hacerla feliz. Cuando siento que esos «derechos» y expectativas han sido violados o incumplidos, me vuelvo petulante, malhumorada, e imposible de complacer.
Perdóname, Señor; ten piedad de mí. Viniste de rodillas con una toalla ceñida para servir a tus criaturas. Así que Tú me has llamado a amar y servir a mis compañeros de servicio.
Fue muy dulce esa mañana al encontrarme con el Señor, que Él me hiciera un ajuste de corazón, y un ajuste de actitud, y que calmara la agitación interior y me mostrara todo esto de estar reclamando mis derechos, e insistiendo de manera egoísta sobre los derechos personales.
Lo que Dios quería mostrarme esa mañana, era que Él estaba utilizando las circunstancias para mostrarme mi necesidad de tener el Espíritu de Cristo y de vivir conforme a Él.
Ahora, sé que este punto plantea muchas preguntas a manera de la aplicación. Permíteme decir rápidamente que no estamos diciendo, y la Escritura no dice que en toda circunstancia debes permanecer mansamente allí y permitir todo tipo de abuso que otros te inflijan. Hay otros principios en las Escrituras que proporcionan un medio de recurso, de apelación y de ayuda cuando sea necesario.
Así que tenemos que hacer un balance en esto y en otros principios de la Palabra de Dios; pero creo que muchas de nosotras tenemos que ser traídas de vuelta a este principio. Es el corazón del evangelio que Cristo se humilló a sí mismo; Él tomó forma de siervo, y dio Su vida por nosotros.
Vivir el evangelio como una mujer verdadera, o un hombre verdadero, para el caso, es tener la mente de Cristo. Es no establecer nuestros derechos, estimar a los demás como mejores que nosotros mismos, tener en cuenta sus intereses ante que los nuestros, es tomar una toalla y servir.
Cuando lo hacemos, ¿qué sucede? Bueno, número uno, y lo más importante, Cristo es magnificado, la gente ve a Cristo.
Quiero decirte algo más que va a suceder: Dios hará posible una obra mucho mayor que la que podrías hacer en defenderte, reivindicarte y saciar tus necesidades en el proceso.
Oh Señor, te pido que nos des a cada una de nosotras, tus hijas, el verdadero corazón de Cristo, el corazón de un siervo, un corazón humilde, para que podamos estimar a los demás como superiores a nosotras mismas, haznos tomar una toalla y servir como Tú nos has servido. Te lo ruego en el nombre de Jesús, Amén.
Carmen: Todas necesitamos la clase de ajuste de corazón que Nancy DeMoss de Wolgemuth ha estado describiendo.
La enseñanza que acabas de escuchar es parte de la serie titulada, «El Manifiesto de la Mujer Verdadera: Afirmaciones, parte 3». Si no has escuchado las partes anteriores, encuentra los accesos en AvivaNuestrosCorazones.com, en la transcripción de este programa.
El valor y la santidad de la vida es hoy en día un asunto controversial. Pero, ¿por qué es tan preciada la vida? Mañana Nancy nos explicará la base bíblica del valor de la vida, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Diciendo: «Sí, Señor» juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
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Recursos del Episodio
Artículo «Blanca como la nieve» por Laura González
Serie «El manifiesto de la mujer verdadera | Afirmaciones parte 1»
Serie «El manifiesto de la mujer verdadera | Afirmaciones parte 2»
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