Regresa a casa
Debora: Nancy DeMoss Wolgemuth dice que todo creyente tiene la tentación de volver a una forma de vida mundana.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Pero una vez que has venido al reino de Dios, una vez que has entrado en el reino de la luz, siempre habrá algo en tu corazón que nunca estará completamente satisfecho de volver al mundo porque ya no perteneces a él.
Debora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 6 de enero de 2023.
La independencia tiene su lugar, pero cuando tratamos de independizarnos de Dios, de ser libres para hacer las cosas a nuestra manera, causa muchos problemas. ¿Cómo trata Dios a Sus hijos que tratan de independizarse de Él? Bien, averigüémoslo hoy en la serie Rut: El poder transformador del amor redentor.
Nancy: Creo que uno de los mensajes más hermosos en toda …
Debora: Nancy DeMoss Wolgemuth dice que todo creyente tiene la tentación de volver a una forma de vida mundana.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Pero una vez que has venido al reino de Dios, una vez que has entrado en el reino de la luz, siempre habrá algo en tu corazón que nunca estará completamente satisfecho de volver al mundo porque ya no perteneces a él.
Debora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 6 de enero de 2023.
La independencia tiene su lugar, pero cuando tratamos de independizarnos de Dios, de ser libres para hacer las cosas a nuestra manera, causa muchos problemas. ¿Cómo trata Dios a Sus hijos que tratan de independizarse de Él? Bien, averigüémoslo hoy en la serie Rut: El poder transformador del amor redentor.
Nancy: Creo que uno de los mensajes más hermosos en toda la Palabra de Dios es cuando Dios repite numerosas veces, «vuelve a mí, vuélvete a mí». ¿No te encanta ese mensaje? Una y otra vez, cuando el pueblo de Dios se había alejado de Él y lo había abandonado, cuando siguieron a dioses falsos, cuando se fueron a un país lejano como hijos pródigos, el mensaje de misericordia y gracia de Dios es siempre, «vuelve a mí, vuelve a mí».
Ahora, estamos siguiendo a una familia, Elimelec el esposo, Noemí la esposa, y dos hijos. Ellos dejan su tierra de origen en Belén y viajan cerca de 97 km a Moab, donde creen que descansarán de las presiones de los problemas de su tierra natal. Como ven, había hambre en su país, y piensan que pueden alejarse de sus circunstancias.
Esto lo vimos en los primeros versículos del capítulo 1 de Rut, los vimos escapando de sus circunstancias. Después vimos que tan pronto como dejaron el lugar de obediencia, Dios comenzó a crear circunstancias con el propósito de traer a esta familia de vuelta a casa.
¿Lo ves? Dios tenía un plan. Un plan mucho más grande que esta familia, un plan para traer al Mesías al mundo, para traer a Cristo al mundo, para traer salvación.
El plan de Dios no iba a ser frustrado. Dios sabía que la única manera en que esta mujer, Noemí, sería realmente bendecida, era volviendo al lugar al que pertenecía, a su hogar. Dios creó algunas circunstancias que eran una expresión de Su amor, por muy duras que parecieran.
Ella perdió a su esposo y a sus dos hijos, quienes en ese tiempo se habían casado con mujeres moabitas. Pero como resultado de la mano de Dios sobre ella, disciplinando y castigando, ella finalmente, ahora, está lista para volver a Belén, a su tierra natal.
Estamos en el capítulo uno del libro de Rut. Déjame leer los versículos 6 y 7:
«Entonces (Noemí) se levantó con sus nueras para regresar de la tierra de Moab, porque ella había oído en la tierra de Moab que el Señor había visitado a Su pueblo dándole alimento. Salió, pues, del lugar donde estaba, y sus dos nueras con ella, y se pusieron en camino para volver a la tierra de Judá».
Recuerda, cuando ella y su esposo se fueron, diez años atrás, había una hambruna en Belén, pero ahora escucha una noticia, Dios ha visitado a Su pueblo.
Dios ha hecho retroceder los tiempos difíciles, ha enviado abundancia. Ella se enteró de que había un avivamiento en casa, si quieres verlo así.
Digo esto porque creo que en ese periodo de hambre debió haber algunas personas orando y arrepintiéndose de sus pecados. El hambre era una expresión del descontento de Dios con Su pueblo desobediente, y creo que hubo un giro en sus corazones y comenzaron a arrepentirse bajo la presión del hambre y comenzaron a clamar a Dios. Y al hacerlo, Dios tuvo misericordia.
Noemí escucha estas noticias y se siente motivada a regresar.
Me recuerda al hijo pródigo. Dios usó las mismas dos cosas en su vida. Recuerda, él llegó a un momento en que estaba tan deprimido y desanimado que se preguntó: «¿Qué estoy haciendo aquí?» Fue una situación desesperante que finalmente lo llevó a volver a casa con su padre. Pero también fue el pensamiento de lo que tenía en su casa y echaba de menos. Dijo: «Mi padre tiene siervos que tienen más que suficiente para comer, y aquí estoy yo, el hijo, el heredero, y me estoy muriendo de hambre» (Ver Lucas 15:11-32).
A medida que compartimos con los demás lo que Dios está haciendo en nuestras vidas, cómo Dios está cambiándonos, avivándonos y liberándonos de nuestras hambrunas y restaurando nuestras vidas, esos testimonios se convierten en medios poderosos para atraer a otras personas que pueden estar todavía en un país lejano, para que vuelvan y se arrepientan.
Lo que vemos descrito aquí es realmente una imagen de lo que es el verdadero arrepentimiento. Noemí comienza un viaje de vuelta a casa. Dice que se preparó con sus dos nueras para volver a casa. Ella dejó el lugar donde había estado viviendo y se puso en el camino que las llevaría de vuelta a la tierra de Judá.
Como el hijo pródigo que dijo mientras estaba sentado con los cerdos: «me levantaré y volveré con mi padre», volveré a casa.
Lo que estamos viendo descrito aquí es el arrepentimiento. Es el reconocimiento de que estoy en un lugar a donde no pertenezco. Y el punto no es tanto «¿cómo llegué aquí? ¿Fue a causa de mi pecado? ¿Fue por el pecado de mi esposo?»
Ese ya no es el punto. El punto es: no estoy donde pertenezco, y voy a tomar la decisión de levantarme del lugar donde he estado viviendo y volver al lugar que dejé, el lugar de la bendición de Dios, el lugar de la obediencia.
En realidad tuvo que dar un paso fuera del lugar en el que, probablemente, estaba a gusto, después de diez años de vivir en Moab, ese era su hogar. Tu «Moab» puede haberse vuelto cómodo para ti.
Encuentro que muchas mujeres que han vivido por muchos años con las consecuencias de elecciones pecaminosas y equivocadas, llega un momento en que se han sentido cómodas con esas consecuencias. Se sienten cómodas teniendo su terapeuta, sus pastillas, sus consejeros, su alcohol y sus relaciones ilícitas porque eso es lo que se ha vuelto familiar para ellas.
Tienes que llegar al punto en el que estés dispuesta a levantarte del lugar en que has estado viviendo y volver a casa, tomar un camino diferente. Es el paso del arrepentimiento. Ahora, el arrepentimiento es solo el comienzo del proceso de restauración. Vamos a ver que hubo un largo camino de regreso.
No hubo una solución rápida, así como tampoco hay una solución rápida para ti o para mí cuando hemos entrado en Moab. Hemos escapado de la voluntad de Dios. Hemos huido de la presión y los problemas, y no solo nos levantamos una mañana y decimos: «Dios, ¿podrías arreglar todo esto para mí?» Puede que Él no haga eso.
Hay un camino de vuelta a casa desde Moab a Belén, y tenemos que estar dispuestas a recorrerlo. El arrepentimiento es dar el primer paso hacia el camino correcto, es dejar el lugar donde habíamos estado, donde no deberíamos haber estado, y tomar el camino para volver a casa.
Me he dado cuenta que algunas mujeres que vienen a la conferencia de Aviva Nuestros Corazones o Mujer Verdadera, y toman una decisión importante. Hay un gran avance en algún área de su vida; y hay un verdadero punto de rendición, un verdadero punto de arrepentimiento.
Luego tienen que volver a casa y siguen lidiando con el mismo esposo, los mismos hijos, los mismos suegros, la misma circunstancia en el trabajo, en su iglesia. Puede que nada haya cambiado en casa.
Tienen que volver de esa conferencia a las circunstancias reales de la vida y recorrer un largo camino de restauración. El arrepentimiento involucra un proceso de sanación, un proceso de desarrollar una forma de vivir y de pensar. Vivimos una vida de arrepentimiento.
Estoy muy agradecida de que Noemí nos da una imagen de ponerse de pie y permanecer en ese camino de restauración. Imagina si ella se hubiera detenido a mitad del camino y hubiera dicho: «este camino es demasiado largo y yo estoy muy vieja, no estoy segura de querer recorrerlo». Podría haber empezado a preguntarse si las personas de su país la aceptarían, y cómo sería después de todos esos años. El miedo podría haberla alejado del viaje. Su apego a las personas de Moab podría haberla hecho ir a mitad de camino y decir: «Creo que me voy a casa, a mi Moab».
Muchas personas se arrepienten de esa manera. Parece que se están arrepintiendo, se ponen en camino y luego vuelven atrás. La verdad es que tú y yo nunca encontraremos a nuestro Redentor, a aquel que restaura nuestras vidas quebrantadas, hasta que estemos dispuestas a regresar al lugar donde dejamos la voluntad de Dios, donde huimos de nuestras circunstancias.
No hay restauración, no hay redención, no hay avivamiento sin arrepentimiento, sin levantarnos del lugar donde estamos, dejar ese lugar y regresar a Dios. Verás, nuestro Moab son esos lugares, esas cosas, esas personas a las que nos hemos vuelto, en un esfuerzo por satisfacer nuestras necesidades, son sustitutos de Dios en nuestras vidas.
Al mirar hacia atrás en tu vida, es posible que puedas señalar un tiempo de hambre espiritual, de dificultades, en el que trataste de llenar el vacío con algo hecho por el hombre, en lugar de mirar a Dios y devolverte. Te conformaste con sustitutos.
Tu Moab puede haber sido tu trabajo, un lugar al que has acudido en búsqueda de satisfacción y afirmación. Pueden haber sido cosas, compras, posesiones. Pueden haber sido relaciones. Has buscado a tu esposo, a tus amigos para que satisfagan tus necesidades. Pueden haber sido relaciones ilícitas. La comida, el alcohol y las drogas se han convertido para muchas personas en una vía de escape del hambre. Lo que sea que haya sido…las ocupaciones, el trabajo de la iglesia pueden convertirse en nuestro Moab. Estamos huyendo de tener que enfrentar la verdadera realidad de nuestra situación en nuestras vidas.
Estas cosas no están del todo mal, pero no pueden satisfacernos. No nos traen felicidad. En realidad, en algunos casos, nos han traído aún más dolor, pena y tristeza.
Entonces, en este punto hemos visto y reconocido que tenemos nuestros «Moabs», y también reconocemos que hemos estado huyendo. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Cómo volvemos a casa? ¿Cómo encontramos el camino de regreso?
Una palabra lo resume: arrepentimiento. Nos arrepentimos. Decimos: «No voy a vivir más en este Moab. No voy a quedarme aquí».
Sí, se ha vuelto cómodo; sí, se ha vuelto más familiar. No estoy segura de lo que voy a enfrentar cuando regrese a ese lugar de obediencia. Tengo miedo de lo que se pueda exigir de mí. Tengo miedo a los desafíos que pueda enfrentar.
No importa. Dios ha provisto pan en casa, y voy a volver al lugar de la bendición de Dios. Estoy dispuesta a arrepentirme, a ponerme en ese camino, a volver a Dios, a volver a Su voluntad para mi vida.
Ese mensaje, regresa, está a lo largo de todo este libro: regresa y vuelve a mí. A lo largo del Antiguo Testamento, Dios le dice a su pueblo: «Sí, has errado, pero quiero que vuelvas».
Cuando regresas, no solo estás regresando a tu antigua vida, estás regresando a Él. Estás regresando a un lugar donde hay un Redentor esperándote.
Vamos a ver en la historia de Noemí y de Rut, que encuentran en Belén, en «la casa del pan», el «Pan de vida». Su nombre es Jesús. El redentor que van a descubrir allí en Belén es realmente una imagen de Cristo.
Cuando nos arrepentimos lo que realmente estamos diciendo es: «Señor Jesús, estoy volviendo a casa contigo, estoy regresando a un lugar de obediencia, de entrega, de rendición; y de comprobar que Tú eres el que me satisface y llena todas mis necesidades».
¿Te has dado cuenta de que cuando tomas la decisión de arrepentirte, de volver a Dios y abrazar la forma de pensar y de vivir que le agrada, a menudo, aparecen personas en tu vida, voces que te dan razones para no regresar a Dios y razones por las que debes volver atrás, a Moab?
Y bueno, estamos en Rut 1, versículos 8 y 9; y comenzando en el versículo ocho, dice: «Y Noemí dijo a sus dos nueras: “Vayan, regrese cada una a la casa de su madre. Que el Señor tenga misericordia de ustedes como ustedes la han tenido con los que murieron y conmigo. Que el Señor les conceda que hallen descanso, cada una en la casa de su marido”. Entonces las besó, y ellas alzaron sus voces y lloraron» (vv. 8-9).
Observa lo que Noemí está buscando aquí. La palabra descanso se encuentra en el libro de Rut varias veces, y puedes ver que Noemí está buscando descanso, no solo para su alma, sino para los miembros de su familia afligidos. Ella, erróneamente, en este punto piensa que van a encontrar ese descanso en un hogar, bajo el amparo de otro esposo.
Ella busca seguridad. En aquella época, eso no era sorprendente porque las viudas estaban realmente destituidas y solas en aquella cultura. Era muy frecuente que estuvieran desamparadas. Ahora, Dios hace provisión para las viudas. Vamos a ver eso, pero a menudo las viudas eran mujeres olvidadas.
Ella les está diciendo: «La única manera en que realmente van a satisfacer sus necesidades, la única manera en que tendrán descanso para su corazón, la única manera en que estarán seguras en esta vida es si pueden encontrar otro esposo». Ella está pensando: «No hay manera, como mujeres moabitas, de que vayan a encontrar otro marido en Belén, así que tal vez sea mejor que se queden aquí en Moab».
Ahora, lo que vamos a aprender a medida que se desarrolla la historia, es que entonces y ahora, el verdadero descanso para nuestros corazones no se encuentra en ninguna persona. No se encuentra en un marido. No se encuentra en una casa. Se encuentra bajo las alas de Dios, haciendo de Él nuestro refugio, nuestro lugar seguro es Él, pero Noemí no ha descubierto eso todavía.
«”Que el Señor les conceda que hallen descanso, cada una en la casa de su marido”. Entonces las besó, y ellas alzaron sus voces y lloraron, y le dijeron: “No, sino que ciertamente volveremos contigo a tu pueblo”. Pero Noemí dijo: “Vuélvanse, hijas mías. ¿Por qué quieren ir conmigo? ¿Acaso tengo aún hijos en mis entrañas para que sean sus maridos? Vuélvanse, hijas mías. Váyanse, porque soy demasiado vieja para tener marido. Si dijera que tengo esperanza, y si aun tuviera un marido esta noche y también diera a luz hijos, ¿esperarían por eso hasta que fueran mayores? ¿Dejarían ustedes de casarse por eso? No, hijas mías, porque eso es más difícil para mí que para ustedes, pues la mano del Señor se ha levantado contra mí”» (vv. 9–13).
Ahora, ese párrafo probablemente parezca un poco extraño si no estás familiarizada con una ley del Antiguo Testamento llamada la ley del levirato. Es una ley que se encuentra en el libro de Deuteronomio. Es una provisión que Dios hizo para las viudas. En la cultura judía era muy importante preservar el nombre y la herencia familiar, es decir, las tierras de la familia. Con la pérdida de un cónyuge, donde no había más posibilidades de que naciera un hijo para que la línea familiar continuara a otra generación, o en caso de que se perdieran las tierras de la familia en el caso de la pobreza, Dios hizo provisión a través de algunas leyes.
Verás que las leyes del Antiguo Testamento, que tan a menudo pensamos que son duras y prohibitivas, son en realidad leyes de misericordia y gracia. Es la forma en la que Dios provee para las personas necesitadas.
Esta ley en particular, la ley del Antiguo Testamento del levirato, palabra latina que significa hermano del marido. Esto es a lo que se refiere. Cuando un hombre moría sin hijos, el hermano del difunto tenía la responsabilidad de casarse con la viuda y tomarla como esposa. Entonces el primer hijo que tuvieran como resultado de esa unión, llevaría realmente el nombre del hombre fallecido para que su línea familiar, su apellido, pudiera continuar en la siguiente generación.
Esa simiente, ese niño, criado por el hermano, tendría el nombre del hermano y heredaría las tierras del hermano. Esta era la provisión de Dios, y Noemí está diciendo: «Si tuviera otro hijo o más hijos que pudieran tomarlas como sus viudas...ya no estoy en edad de tener hijos. No voy a tener otro hijo, e incluso si tuviera un hijo esta noche, ¿querrían esperar hasta que ese hijo fuera lo suficientemente mayor para convertirse en su marido?»
Lo que ella les está diciendo es: «Esta situación es irremediable». Este es el punto principal en este párrafo. No hay esperanza en esta situación, así que vuelvan a Moab.
«Y ellas alzaron sus voces y lloraron otra vez; y Orfa besó a su suegra, pero Rut se quedó con ella. Entonces Noemí dijo: “Mira, tu cuñada ha regresado a su pueblo y a sus dioses; vuelve tras tu cuñada”. Pero Rut le respondió (y este es uno de los versículos más famosos en el Antiguo Testamento y con frecuencia escuchado en bodas): “No insistas en que te deje o que deje de seguirte; porque adonde tú vayas, yo iré, y donde tú mores, moraré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú mueras, allí moriré, y allí seré sepultada. Así haga el Señor conmigo, y aún peor, si algo, excepto la muerte, nos separa”. Al ver Noemí que Rut estaba decidida a ir con ella, no le insistió más» (vv. 14–18).
Nota, por cierto, que cuando la gente ve que estás decidida a caminar con Dios y a obedecerle, a ser moralmente pura, a guardar la Palabra de Dios y Sus caminos, a menudo encontrarás que es cuando dejan de tratar de atraerte para ir por el camino del mundo.
Creo que muchas tentaciones llegan a nuestras vidas porque la gente percibe que no estamos totalmente persuadidas y firmes sobre el camino que seguimos. Si perciben que tu vida está basada en convicciones sobre la Palabra de Dios, vas a descubrir que dejan de intentar persuadirte para que sigas del mundo.
Ahora, quiero que veamos en este párrafo un contraste muy importante entre estas dos cuñadas, Orfa que se quedó en Moab, y Rut, que decidió ir con su suegra a Belén. Orfa indicó inicialmente que ella también iba a Belén. Ambas se lo habían dicho a Noemí: «Vamos contigo», pero observa que la decisión de Orfa fue una decisión emocional más que un verdadero compromiso.
Observa en el versículo 9 que es un momento para llorar, y las mujeres le dijeron con lágrimas: «Vamos a Belén contigo». Esto parecía algo muy seguro, pero Orfa, una vez que se dio cuenta del costo, se desanimó de su decisión. No era un verdadero compromiso.
Se dio cuenta de que si iba a Belén, eso significaría, probablemente, que nunca tendría un marido, que no tendría hijos, y empezó a darse cuenta: «Esto me va a costar mucho».
Así que decidió volver a su pueblo, a sus dioses, a sus costumbres. ¿Por qué? Porque ahí era donde estaba su corazón. Ahí es donde se sentía cómoda. Ahí es donde ella tenía sus apetitos y su corazón.
Veo en Orfa una imagen de tantas personas hoy en día que aceptan una invitación a un servicio en la iglesia o a una reunión especial. Asisten a alguna clase en su iglesia. Firman en la línea punteada y dicen: «Sí, voy a seguir a Cristo».
Incluso pueden hacer o tomar esa decisión con lágrimas y emociones. Parece una decisión muy genuina, pero en algún momento, son persuadidas a volverse atrás. Vuelven al mundo, y nunca viven realmente para Cristo. Nunca entran en la familia de Dios. Para mí, Rut es una imagen del significado de la verdadera conversión. La verdadera conversión no es solo una decisión emocional, sino un cambio de corazón, de vida y de dirección.
Rut calculó el costo, al igual que Orfa. Ahora, sabemos el final de la historia. Sabemos cómo consigue un marido allí, cómo Booz la está esperando en el campo, pero ni Rut ni Booz conocían esa parte de la historia. En su mente, cuando decidió quedarse con Noemí e ir a Belén, eso probablemente significaba que nunca tendría un marido. Nunca tendría hijos.
Estaba haciendo un compromiso que era una conversión total, era una rendición total, era una ruptura total con su pasado. Y con eso estaba diciendo: «Estoy dispuesta a abandonar mi antigua vida, y con eso estoy abandonando todos los falsos dioses, mi herencia pagana. Estoy dejando todo eso atrás para asumir una nueva vida, un nuevo hogar, un nuevo pueblo, un nuevo Dios, una nueva familia, un nuevo Señor de mi vida. Estoy tomando las leyes de Jehová como mis leyes. Él va a ser mi Señor, mi Rey. Este será mi pueblo. Tendré una nueva familia. Tendré una nueva alianza. Tendré nuevas lealtades». Realmente estaba diciendo: «Soy una nueva criatura», ¿y no es eso lo que significa la conversión?
Pablo dice en 2 Corintios capítulo 5: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas» (v.17). Ella está diciendo, «voy en el camino de la cruz, voy en el camino de Cristo».
Ahora, ella no conocía a Cristo. Por supuesto, la cruz no había ocurrido, pero ella es una imagen de alguien que rompe con su antigua vida y se convierte a una nueva forma de pensar y de vivir.
No es solo un cambio externo. Entrar en la iglesia o caminar por el pasillo de una iglesia no te cambia por dentro. Puede que te haga parecer más religiosa, pero no te convierte en cristiana.
Muchas personas que tienen la apariencia externa de la religión nunca han tenido una conversión interna del corazón. Por eso, aunque parezcan cristianos, hablen como cristianos, conozcan el lenguaje, sepan cuándo sentarse y cuándo levantarse y qué hacer, no hay un verdadero corazón para las cosas de Dios.
Su corazón es para este mundo porque pertenecen a este mundo. Nunca han tomado la decisión de realmente seguir a Cristo.
Incluso cuando su cuñada se devolvió, Ruth no fue persuadida a cambiar de opinión. Ella se convirtió. Iba a ir a Belén, iba a seguir el camino de Dios. En efecto, dijo: «El mundo detrás, la cruz delante, no vuelvo atrás. Aunque (a solas yo sigo a Cristo) nadie me acompañe, seguiré. No vuelvo atrás».
Si miramos a través de la Palabra de Dios, este compromiso permanente de por vida con Cristo es realmente una evidencia de conversión genuina. En el Nuevo Testamento se incluye la seguridad de que una vez que hemos llegado a ser de Cristo, perseveraremos en nuestra fe.
Dios prometió en el libro de Jeremías, en el Antiguo Testamento: «Infundiré Mi temor en sus corazones para que no se aparten de Mí». Y lo afirma en el Nuevo Testamento, dice que la perseverancia es una evidencia de la verdadera conversión. En Hebreos 3:14 el escritor dice: «Porque somos hechos partícipes de Cristo, si es que retenemos firme hasta el fin el principio de nuestra seguridad».
El Nuevo Testamento nos insta a examinarnos a nosotros mismos, para ver si estamos en la fe, y una de las pruebas es: ¿Hemos perseverado en nuestra lealtad al camino que dijimos que íbamos a seguir? ¿Nos hemos alejado realmente de Moab, del mundo, hacia Dios, hacia Sus caminos? ¿Está Él dirigiendo nuestras vidas? ¿Somos una nueva persona? ¿Tenemos una nueva lealtad? ¿Una nueva alianza? ¿Un nuevo Señor? ¿Nos sometemos a Él? ¿Estamos en Su reino? ¿Hemos sido trasladadas del reino de las tinieblas al reino de la luz? Una evidencia de que lo hemos sido es que perseveramos.
Ahora, eso no significa que habiendo llegado al reino de la luz, nunca pecamos. No significa que nunca tomemos decisiones momentáneas para volver a nuestras viejas costumbres, pero una vez que has venido al reino de Dios, una vez que has entrado en el reino de la luz, siempre habrá algo en tu corazón que nunca estará completamente satisfecho de volver al mundo porque ya no perteneces a él.
Eres una nueva criatura; eres una nueva persona. Ya no tienes un corazón para el mundo. Puedes ceder a tu carne momentáneamente, como todos hacemos a veces, pero siempre existirá esa convicción que te llevará de vuelta a Dios.
Te diré esto: si eres una hija de Dios, no puedes volver al mundo y quedarte allí y disfrutarlo. No puedes porque no perteneces a él, eres peregrina y extranjera, eres una extraña en el sistema de este mundo.
La Escritura dice que nos examinemos a nosotras mismas para ver si estamos realmente en la fe.
Debora: ¿Has sido transformada por Cristo? Nancy DeMoss Wolgemuth nos recuerda la seguridad que todo creyente puede tener. Ella nos está guiando a través del libro de Rut en una serie llamada Rut: El poder transformador del amor redentor.
Al escuchar la historia de Rut, han surgido muchos temas útiles para nosotras hoy en día. Este libro de la Biblia nos da sabiduría práctica para seguir al Señor, y en él vemos una imagen del amor que Dios tiene por nosotras. Seguiremos analizando la vida de Rut en las próximas dos semanas.
Aquí está Nancy de regreso para orar.
Nancy: Padre, gracias por darnos en Rut un ejemplo de lo que significa abandonar el mundo y seguir a Cristo. Creo que hay mujeres que escuchan esta historia hoy, que han dado evidencia externa de religión, que han dicho, tal vez con una decisión emocional, «voy a seguir a Cristo», pero su corazón todavía está en el mundo.
No son una nueva creación. Nunca se han arrepentido realmente ni han llegado a seguir a Jesucristo con todo su corazón. No se han convertido de sus viejos caminos. No han abandonado su pasado. Siguen siendo viejas criaturas que parecen religiosas.
Te ruego, oh Dios, que este sea el día, el momento de la salvación para alguien, para algunas, para que digan como Ruth: «Me voy por el camino de Dios, sin importar lo que tenga que dejar atrás, cueste lo que cueste. Él está atrayendo mi corazón, y quiero ir en pos de Él».
Que este sea el día de la verdadera conversión para muchas que han sido, hasta ahora, solo religiosas. Por Jesús lo pedimos, amén.
Debora: Conociendo el poder del amor redentor juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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