Reflejando la imagen de Cristo, con Patricia de Saladín (parte 2)
Annamarie Sauter: Con nosotras Patricia de Saladín.
Patricia de Saladín: Yo no me levanto hoy y soy como Cristo, de repente, como si fuera un acto de magia sobrenatural. Cada día, contemplando esa imagen, como en un espejo, en Su Libro, en Su Palabra somos transformadas. Fuimos creadas a imagen de Dios, y si quiero ser transformada debo partir de esa imagen y mostrar esa imagen a un mundo desesperado que necesita ver a Cristo en nosotras como mujeres.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. La lectura de hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es Ezequiel capítulos 34 al 36.
Nos encontramos en la breve serie titulada, «Transformadas a imagen de Cristo». Si te perdiste alguno de los dos programas anteriores encuéntralo en AvivaNuestrosCorazones.com. Allí tenemos para ti tanto el programa del día como la temporada …
Annamarie Sauter: Con nosotras Patricia de Saladín.
Patricia de Saladín: Yo no me levanto hoy y soy como Cristo, de repente, como si fuera un acto de magia sobrenatural. Cada día, contemplando esa imagen, como en un espejo, en Su Libro, en Su Palabra somos transformadas. Fuimos creadas a imagen de Dios, y si quiero ser transformada debo partir de esa imagen y mostrar esa imagen a un mundo desesperado que necesita ver a Cristo en nosotras como mujeres.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. La lectura de hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es Ezequiel capítulos 34 al 36.
Nos encontramos en la breve serie titulada, «Transformadas a imagen de Cristo». Si te perdiste alguno de los dos programas anteriores encuéntralo en AvivaNuestrosCorazones.com. Allí tenemos para ti tanto el programa del día como la temporada cuando se trata de una serie.
En el primer programa el pastor Eduardo Saladín te habló acerca de cómo eres transformada por la Palabra de Dios y para la gloria de Dios, aún a pesar de tu pasado y luchas con el pecado. Luego escuchamos la primera parte de un mensaje de Patricia de Saladín en el que ella se remontó al Génesis, para explicarnos la forma que tomamos—la imagen que reflejamos a medida que Dios transforma nuestras vidas.
Patricia: Cuando nosotras mostramos amor, cuando nosotras mostramos compasión, cuando nosotras mostramos empatía, cuando nos dolemos, ¿saben qué?, estamos mostrando la imagen de Dios plasmada en nosotras.
Annamarie: Hoy escucharás la continuación de esta enseñanza titulada, «Reflejando la imagen de Cristo». Aquí está Patricia con nosotras.
Patricia: Entonces ahí en el huerto tenemos la primera relación entre iguales, Adán y Eva, iguales en valor y dignidad, pero diferentes en roles y funciones. Y ahora viene la parte que nosotras nos quedamos, «wow, esto es duro para mis oídos», pero es la verdad de Dios.
Como Eduardo decía, muchas veces nuestro trasfondo no nos ayuda, y tenemos cosas en nuestras vidas que nos cargan y se nos hacen difíciles, pero por muchos años, no siendo cristiana, yo veía en mi casa que mi mamá estaba en la casa, nos crió, siempre contábamos con ella en la casa, ella se ocupaba de nosotros, mi papá era cabeza de su casa. Él era la autoridad, había un respeto.
Yo había visto ese modelo, pero me caso, me convierto, y en cierta medida entiendo que eso era lo que yo abrazaba, que ese era el modelo a seguir… pero ¿saben qué? No fue hasta que mis ojos se pusieron en la Palabra de Dios que yo dije, «amén. Esto no es cuestión de lo que yo vi en mi casa, esto no es cuestión de lo que yo no vi en mi casa, esto es cuestión de lo que Dios dice en Su Palabra. Y sea Dios veraz y todo hombre mentiroso.
Si Dios dice que es así, y nosotras decimos que la Palabra de Dios es la verdad y es nuestra guía de fe y práctica, esa es la mente de Dios. En esta relación de iguales, tenemos dos cosas que resaltan en el huerto del Edén, en ese mundo perfecto: Autoridad, ¿quién era la autoridad? Adán; y sujeción, ¿quién estaba sujeta a la autoridad? Eva. Y por otro lado, un hombre que no era bueno que estuviera solo y necesitaba un complemento, y Dios le trae una ayuda.
Ahora, a nuestros oídos, ambas cosas –el decirnos que estamos bajo autoridad y que somos ayuda– hoy en día rechinan a nuestros oídos. Pero ¿saben por qué? Porque nosotras no tenemos el significado correcto de los términos que la Biblia usa para describir esas palabras.
Yo fui diseñada ayuda, tú fuiste diseñada ayuda, una ayuda adecuada. Pero ¿saben qué? Hoy en día creemos que un ayudante es una persona con menos capacidad, con un superior que está mucho más calificado, que gana menos dinero, que hace trabajos más duros… Pero en la Palabra de Dios, la palabra que se usa para referirse a Eva, a la mujer como ayuda, es la palabra ezer. ¿Y saben qué? Esa es la palabra que se usa en la Escritura para referirse a Dios como ayudador de su pueblo.
Dios como ayudador de su pueblo. Dice que ayuda al huérfano, a la viuda, al desvalido, pelea por nosotros nuestras batallas, y esa es la imagen que nosotras tenemos plasmada. Nosotras fuimos creadas a imagen de Dios, y fuimos creadas ayudas adecuadas, ayudas idóneas. Así que cuando nosotras mostramos amor, cuando mostramos compasión, cuando mostramos empatía, cuando nos dolemos, estamos mostrando la imagen de Dios plasmada en nosotras.
Y una mujer como ayudadora, defiende, no ataca. Una mujer como ayudadora, mira y acoge al desvalido, no ignora la necesidad. Ella sostiene, no aplasta, ayuda y protege, no es indiferente. Ella libra de la angustia, ella no causa angustia, rescata al débil, al pobre, al menesteroso, consuela y se duele del dolor ajeno. Así que si tú crees que ser ayuda es una posición inferior, no tienes la definición correcta en el lenguaje bíblico. Porque seresa mujer que es ayuda implica gran fortaleza.
Hay algo que quiero que te lleves hoy de aquí: eso que llevas plasmado en ti es la imagen de Dios que Él quiso plasmar en ti como mujer. Y se necesita mucho más fortaleza para ser ayuda y pensar en los demás y estimar a los demás como superiores a mí misma; y poner sus intereses por encima de los míos y no hacer lo que yo quiero cuando yo quiero, ni pensar en mí y en mí y en mí, porque esa es la tendencia natural de nuestros corazones.
Y es paradójico porque nos encanta venir donde el Señor y decirle, «Señor, ayúdame. Necesito ayuda con este matrimonio. Señor, necesito ayuda con este hijo pródigo. Señor, no soporto más esta situación. Señor, sácame de aquí. Entonces nosotras sí clamamos a Dios para que sea nuestro ayudador, porque es dichoso el pueblo cuyo ayudador es el Señor, pero entonces nos molesta que nos digan que somos ayuda. Ese es nuestro diseño. Esa mujer que es ayuda es una mujer que defiende de rodillas a su familia, quien intercede, quien rescata. Nacemos con ese diseño y morimos con ese diseño.
Ese diseño toma características especiales en el matrimonio porque cuando un hombre y una mujer se unen en matrimonio, tienen el privilegio de reflejar esa relación de Cristo con su iglesia. Pero somos ayuda. La otra parte es autoridad y sujeción. Nuestro Dios es un Dios de orden, y para que hubiera orden en el huerto tenía que haber una autoridad y tenía que haber alguien sujeto a la autoridad.
Y Dios estableció orden en el mundo así, Adán era autoridad. Y a nosotras nos molesta esa palabra sujetas, pero la Palabra de Dios nos dice en Efesios que todos estamos sujetos unos a otros. Nosotras salimos a la calle y estamos sujetas a la autoridad de la policía, del gobierno. En el colegio los alumnos están sujetos a los maestros. Si vamos al médico y tenemos una enfermedad y el médico nos da una prescripción, no le decimos, «yo no voy a someterme a usted», cogemos la prescripción y obedecemos al médico.
Pero en ese sentido también tenemos una definición equivocada porque creemos que la sujeción al hombre, al esposo, que la sujeción en el hogar, en la iglesia, es producto de la caída, y eso también es un error. La sujeción es un concepto que se origina en la esencia de Dios mismo. Recordemos que es la imagen de Dios en nosotros. Nuestro Dios es un Dios trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y ¿saben qué? El Hijo vino a hacer la voluntad del Padre. Él dijo: «Yo no vine a hacer mi voluntad sino la voluntad del que me envió».
1 Corintios 15: 27 y 28, nos dice que «el Hijo va a estar eternamente sujeto al Padre». El evangelio, la salvación existe por la sumisión de Cristo. «Cristo, siendo en forma de Dios no estimó el ser igual a Dios, sino que se humilló y fue obediente»; y esa es la imagen que nosotras portamos, la imagen del Hijo sujeto al Padre. Y es un privilegio para nosotras poder reflejar a Cristo, y reflejar a ese Cristo que se somete.
Y si Cristo siendo Dios no estimó el ser igual a Dios y se somete, mi hermana, ¿quiénes somos tú y yo para no sujetarnos, para no someternos a la autoridad que Él ha establecido? De ninguna manera eso quiere decir que la mujer no habla, que la mujer es inferior, que la mujer es menos inteligente, que la mujer no opina. O que el hombre es infalible, no. Este es un asunto de orden. Recuerden, iguales en valor y dignidad pero en un orden.
Pero hoy se nos habla de independencia, de derechos, de empoderamiento, de reclama, de ordena, de dale un ultimatum, de tú tienes que determinar lo que vas a hacer, tú tienes que ser feliz, tienes que realizarte. Pero esa no es la enseñanza de la Escritura. La sumisión es una estocada al egoísmo. Una joven soltera se sujeta a sus padres, la mujer casada se sujeta a su marido. En la iglesia sujetas a los pastores. Una relación entre iguales pero con roles y funciones diferentes.
Ahora, ese era el diseño original de Dios; al igual que esa obra de arte maltratada por el tiempo y por muchos factores, nosotras sabemos que eso se rompió. Eso se rompió con la caída, pero ahora –así como Dios hizo una creación buena en esos mismos capítulos, en Génesis 3, Dios da el plan de redención, da los inicios de ese plan de redención, y ahora nosotras no somos perfectas pero somos redimidas, y vemos que tenemos problemas relacionales con los maridos, dificultades…
Vivimos en un mundo caído y muchas veces sufrimos por nuestro propio pecado, por el pecado de los otros, o simplemente porque vivimos en un mundo roto, porque Eva, esa mujer, decidió escuchar la voz del tentador. Y nosotras sucumbimos a las mismas estrategias, al mismo tipo de engaño, de mentira, y tenemos confusión, rebelión, descontento, depresión, desesperanza.
Pero hay una promesa de restauración de esa imagen. La redención permite que esa imagen sea restaurada temporalmente en nosotras, hasta ese día en que esa imagen sea hecha plena, y veremos al amado de nuestras almas, y dice la Palabra de Dios, «y seremos tal como Él es». Ahora sufrimos, mientras estamos en este cuerpo, pero un día seremos semejantes a Él.
Entonces ese término de la imagen de Dios, ustedes me dirán, «qué difícil, Patricia, es muy difícil de entender porque Dios es espíritu, Dios no tiene cuerpo de hombre, ¿cómo puedo mostrar la imagen de Dios? Yo sé que me dicen que amamos como Dios ama, que tenemos ese sentido de justicia, que nos airamos…», pero Dios no nos dejó así.
La Palabra de Dios dice, «a Dios nadie le vio jamás, pero el Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad, Él le ha dado a conocer». Vemos en el Evangelio de Juan que ese Verbo que era Dios y que estaba con Dios, «se hizo carne y habitó entre nosotros y vimos Su gloria». Dios nos dejó toda Su imagen en una persona, ¿saben en quién? En la persona de Cristo. En Cristo habita toda la plenitud de la Deidad. Él es la imagen del Dios invisible.
Dice 2 Corintios 3:18: «…nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria…» Entonces, ¿cuál es la imagen? ¿Cuál es la imagen de Dios que nosotras portamos? Ayuda, somos mujeres que somos ayuda idónea, somos mujeres bajo autoridad; pero más que nada, Cristo nos invita y nos dice: «Aprende de mí que soy manso y humilde, y hallaréis descanso para vuestras almas».
Filipenses 2, otra vez: «Haya, pues, en vosotros esta actitud (así reflejamos la imagen de Dios) que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (vv.5-8).
No es empoderadas, no es independientes, es siguiendo la imagen de Cristo. ¿Y cómo puedo aprender de Cristo? Contemplando su hermosura, pasando tiempo con Él, viviendo en Su presencia. ¿Y saben qué? Como decía Eduardo, no hay atajos. Yo no me levanto hoy y soy como Cristo, de repente, como si fuera un acto de magia sobrenatural. Cada día contemplando esa imagen como en un espejo, en Su Libro, en Su Palabra, somos transformadas.
Fuimos creadas a imagen de Dios, y si quiero ser transformada, debo partir de esa imagen y mostrar esa imagen a un mundo desesperado que necesita ver a Cristo en nosotras como mujeres, en cualquier área de la vida, cualquier etapa en que te encuentres, debemos poner la mira en las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Pero no es simplemente contemplar como de pasada, por la mañana un ratito leemos un devocional que escribió otra persona.
Como yo digo, nosotros no comemos comida masticada de otro, pero el devocional si lo hacemos con comida masticada de otro. Y hay devocionales excelentes, pero nada debe apartarnos de estar en la Palabra de Dios para poder contemplar esa imagen y ser transformadas a esa imagen.
Si quieres parecerte a Jesús, si quieres tener Su imagen y modelar esa imagen, y que esa imagen sea cada vez más Cristo y menos tú, tienes que detenerte en esa Palabra y que ella abunde en ti; que puedas decir, «el Señor es mi luz, Él es mi salvación, Él es el deseado de mi alma, Él es mi esposo, mi amigo, mi amante, mi fortaleza, mi precioso Salvador, la imagen del Dios invisible, el alfa, la omega, la estrella resplandeciente de la mañana, el León de la tribu de Judá, ese Cordero que fue inmolado, el Dios de la creación… Ese es mi Dios y en Cristo yo puedo ser transformada a esa imagen.
Y como les decía, es un proceso. No sucede de la noche a la mañana. Yo me miro y digo, «ay Señor, ¿cómo me soportas? Eso que veo en mi corazón es tan feo. Yo soy la primera que muchas veces no soy ayuda; yo quiero que me ayuden a mí. ¿Que me someta? Yo siempre hago la anécdota de que me casé muy joven, de 19 años. Mi papá, un español muy estricto. Y el día que yo estaba vestida de novia, mi papá me dijo: «Patricia, hasta hoy te goberné yo. De mañana en adelante te gobierna Eduardo.
Entonces, aun no siendo cristiana yo sabía que yo tenía un gobierno sobre mí. Y cuando me convertí yo pensé, «esto de la sumisión lo tengo resuelto, esta materia ya la pasé, ya está exonerada». Mis hermanas, hace poco tiempo… El béisbol es el deporte de nuestro país, y en este deporte cuando se juegan tres strikes, se saca al bateador porque se ponchó. Y Dios me tuvo que ponchar con tres strikes para que me diera cuenta de lo opinadora y lo controladora que soy.
No es que no podamos decir nuestro parecer, es que yo hacía valer mi opinión por encima de Eduardo; y no en las cosas grandes. En las cosas grandes claro que me someto… Qué casa vamos a comprar, qué carro vamos a comprar, claro que sí; pero en las pequeñas prevalece mi voluntad. ¿Y saben qué pasó? Mi hijo me regaló un teléfono y Eduardo me dijo, vamos a comprarle una protección. Yo le dije, «yo no quiero ir a ponerle eso ahora». Se me cayó el teléfono y se quebró.
Primer strike; pero todavía no me doy cuenta de que me están ponchando. Segundo: Llegaba precisamente Nancy a Puerto Plata que queda como a tres horas y media, y nos trasladamos hacia allá para recogerla. Y él me dice cuando vamos a salir, «Paty, llévame un cambio de ropa». Y yo le digo, «pero para qué quieres que te lleve ropa si vamos y venimos el mismo día, eso es lo bueno de no ir a dormir allá». No llevé la ropa…y en la puerta me dice, «trae dinero en efectivo suficiente», y yo le dije, «yo llevo suficiente, además en todas partes reciben tarjeta de crédito.
Para no hacerles muy larga la historia porque el tiempo y el reloj me están acosando, cuando llegamos allá, en lo que esperábamos… llegan; «¡mira, ahí llegaron, llegaron Robert y Nancy! Eduardo se desmonta del carro, y mis hermanas, fue como que Dios abrió las ventanas de los cielos y sacó una manguera de bomberos, y vino un aguacero torrencial, de esos tropicales… y Eduardo se mojó entero… pero no un salpicado, no, no, no, era ensopado.
Cuando se montó en el carro yo nada más lo tocaba, y él no me decía nada. Y yo decía, «la ropa, me pidió una ropa». Cuando llegamos al lugar que llegamos… muy bien lo estamos pasando, cuando llegó la cuenta…y adivinen… Al día siguiente tuve que hacer una transferencia y él tuvo que pedir dinero prestado. Eso sí, en la misma mesa yo dije, «señores, tengo que pedirles perdón porque delante de este hombre tengo que reconocer que no soy sumisa. La Palabra de Dios dice, «que las casadas estén sujetas a sus maridos en todo», y él nada más me dijo que llevara dinero en efectivo y que le llevara una ropa, y yo no hice ninguna de las dos… para avergonzarlo.
Les cuento esto porque nosotras fallamos. Nosotras pecamos, es feo lo que nos nace. Pero acuérdense que estamos en un proceso de restauración, somos una obra en proceso; pero yo te aseguro, por la autoridad que da la Palabra de Dios, que a medida que contemplamos esa imagen como en un espejo y renovamos nuestra mente con la Palabra de Dios, vamos a ser transformadas a Su imagen, porque es el Señor que lo promete. No fijando nuestros ojos en nosotras mismas, no. Fijando nuestra mirada en Jesús, corriendo esta carrera puestos los ojos en Jesús que es el autor y el consumador de nuestra fe.
Decía un autor, que por cada mirada que nos echemos a nosotras mismas y a nuestro pecado, debemos mantener la mirada en Cristo diez veces más. Solo Él te mostrará lo que necesitas ver. En Su luz veremos la luz, y Él nos mostrará a ti y a mí lo que necesitamos cambiar. Cómo debemos ser transformadas, cuáles son las áreas que debemos rendirle.
Así que nos arrepentimos, confesamos, nos rendimos, y vamos siendo transformadas poco a poco en la misma imagen, de gloria en gloria. Hasta ese día glorioso cuando finalmente despertaremos a Su imagen. Gloria a Dios por Su Palabra.
Oremos, gracias Padre, porque tu Palabra es lámpara y tu enseñanza es luz, y aunque no entenderíamos muchas cosas si tu Espíritu Santo no viniera, gracias porque Tú no nos has dejado en oscuridad. Tú nos creaste, Tú eres el Dios creador de los cielos y de la tierra y de todas las cosas que existen.
Tú nos hiciste mujeres. Tú creaste varón y hembra, hombre y mujer, y a nosotras nos diste el privilegio de ser creadas mujeres. A tu imagen. Y podemos ser ayuda como un vestigio de lo que Tú eres como ayudador de tu pueblo. Podemos ser ayuda donde quiera que Tú nos coloques, especialmente en la relación del matrimonio como ayuda idónea.
Pero también Señor, nos has puesto bajo autoridad como una protección, como una defensa, como una protección en nuestros hogares, como una protección en la iglesia, porque Tú, Señor, eres nuestro Dios, nuestro hermano, nuestro amigo, nuestro esposo, nuestro creador, nuestra protección.
Te alabamos y te damos gloria, y te pedimos Señor, transfórmanos de gloria en gloria a esa imagen que un día veremos cara a cara y despertaremos a Su semejanza. Gracias Señor, en el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Has estado escuchando a Patricia de Saladín con la segunda parte de su mensaje titulado, «Reflejando la imagen de Cristo».
Aquí en Aviva Nuestros Corazones nos encanta escuchar acerca de la obra de transformación que Dios está llevando a cabo en sus vidas. Escucha lo que una mujer nos escribió.
Testimonio leído 1: Dios las bendiga. Ha sido una gran ayuda y compañía escucharlas. No salgo mucho, no tengo familia ni amigas cercanas, pero Dios me está cambiando y me está dando tanto amor. Cosas se han ido resolviendo y ahora veo de manera distinta. Mi matrimonio ha sido una bendición pero no entendía muchas cosas aun después de 15 años de casada. Mi esposo es un hombre de Dios y busca de Él, pero no habíamos experimentado lo que ahora vivimos. Pido porque sea un hombre piadoso y siga la voluntad del Padre. Y que yo sea una mujer sabia y amorosa en cada momento. ¡Gracias! Dios las bendiga en Su obra.
Annamarie: Y otra mujer dijo:
Testimonio leído 2: Gracias a Dios por cada una de ustedes, que con amor y disposición de sus corazones respondieron al llamado de Dios a ayudarnos a ser mujeres de verdadera fe. Dios las bendiga y les dé salud para continuar con el legado que Dios les ha dado, para seguir llevando esperanza y dando a conocer que la esperanza de toda mujer está en Cristo.
Annamarie: Amén. Es nuestra oración que Dios continúe transformándonos—a cada una de nosotras—a imagen de Cristo. Que aumente nuestra fe y abra nuestros ojos para conocerle a través de Su Palabra y reflejar Su belleza al mundo que nos rodea.
Y es que lo que creemos acerca de Dios afecta todas las áreas de nuestras vidas. Por eso es importante que evaluemos nuestros corazones para ver si hemos creído mentiras acerca de Dios sin darnos cuenta. Quizá en algún momento tú has pensado cosas como, «Dios no me ama realmente» o «Dios es igual a mi padre terrenal». En la próxima serie Nancy te ayudará a evaluar tu corazón y te traerá verdad que te hace verdaderamente libre. Asegúrate de acompañarnos mañana, para esta próxima serie de Aviva Nuestros Corazones.
Invitándote a no solo sobrevivir en la vida cristiana sino a tener una vida fructífera en Cristo,Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras fueron tomadas de la Biblia de las Américas a menos que se indique otra fuente.
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