¿Quieres ser bendecida? ¡Obedece!
Annamarie Sauter: ¿Quieres ser bendecida?
Nancy DeMoss Wolgemuth: La obediencia es el camino a la bendición. Es el medio para obtener protección. Es el medio para obtener gozo. Es el medio para encontrar lo mejor de Dios para nuestras vidas. Cada vez que ves el llamado a la obediencia en las Escrituras, en realidad es una invitación a ser bendecida. ¿Quieres ser bendecida? ¡Obedece!
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
La lectura de hoy de la Biblia es 1 Crónicas capítulos 20 al 22.
Hoy continuamos con la semana número siete de la serie de doce semanas, titulada «En busca de Dios». En esta hemos estado viendo algunas de las características de un avivamiento personal. Ya hablamos acerca de la humildad, la honestidad, el arrepentimiento, la gracia y la santidad.
Cada semana de estudio ha sido de gran …
Annamarie Sauter: ¿Quieres ser bendecida?
Nancy DeMoss Wolgemuth: La obediencia es el camino a la bendición. Es el medio para obtener protección. Es el medio para obtener gozo. Es el medio para encontrar lo mejor de Dios para nuestras vidas. Cada vez que ves el llamado a la obediencia en las Escrituras, en realidad es una invitación a ser bendecida. ¿Quieres ser bendecida? ¡Obedece!
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
La lectura de hoy de la Biblia es 1 Crónicas capítulos 20 al 22.
Hoy continuamos con la semana número siete de la serie de doce semanas, titulada «En busca de Dios». En esta hemos estado viendo algunas de las características de un avivamiento personal. Ya hablamos acerca de la humildad, la honestidad, el arrepentimiento, la gracia y la santidad.
Cada semana de estudio ha sido de gran bendición, y esta semana continuamos con el tema de la obediencia. Si estás siguiendo esta serie con el libro de estudio a mano, hoy estarás viendo la lección 7, el día 1. Aquí está Nancy.
Nancy: Pienso que muchas de ustedes estarán familiarizadas con la historia de Helen Keller. Quizás has visto el video o la obra llamada, The Miracle Worker (Hacedor de Milagros). Cuando Helen tenía 9 meses de nacida, le dio una fiebre que la dejó ciega y sorda. Cuando ella tenía 6 años de edad, sus padres contrataron una tutora que se llamaba Anne Sullivan, para que viniera y ayudara a esta niña a desarrollar algunas habilidades.
Al principio, cuando Anne llegó a vivir a la casa de los Keller, te acordarás que Helen era una niña desenfrenada, incontrolable. No tenía disciplina. A menudo hacía berrinches y nadie la podía controlar. Helen después atribuía esos berrinches a su frustración y a su inhabilidad para comunicarse.
En su autobiografía, Anne Sullivan, la tutora, la maestra, nos relata una escena que sucedió al principio de su llegada a la casa de los Keller. De hecho, se trata de una carta que Anne le escribió a una amiga suya un poco después de haber llegado a esa casa. Quizás te acuerdes de esta escena si has visto la película. Es una escena donde Anne está empezando a enseñarle a Helen buenos modales en la mesa. Así es como lo describe ella.
«Tuve una gran batalla con Helen esta mañana. El comportamiento de Helen es espantoso. Ella pone sus manos en nuestros platos y se sirve de ahí, y cuando se pasan los platillos, ella los toma y agarra lo que ella quiere. Esta mañana yo no la dejé que metiera su mano en mi plato. Ella persistió, y una batalla de voluntades fue lo que lo que siguió. Helen estaba tirada en el suelo, pateando y gritando y tratando de halar mi silla de debajo de mí. Ella hizo esto por media hora».
Anne sigue describiendo algunas de las cosas que tuvieron lugar durante esa media hora. Después ella dice:
«Finalmente ella regresó a su lugar y comenzó a comer su desayuno con los dedos. Le di una cuchara y la tiró al piso. La forcé a salir de su silla y la obligué a recogerla. Finalmente, logré que regresara a su silla. Yo sostenía la cuchara en su mano, obligándola a tomar la comida con la cuchara y a llevarla a su boca.
En pocos minutos ella accedió y terminó su desayuno en paz. Pero cuando ella terminó, tiró la cuchara al piso y corrió hacia la puerta. Encontrándola cerrada, comenzó a patalear y a gritar otra vez. Pasó otra hora antes de que yo lograra que ella doblara su servilleta».
Después Anne, la maestra, hace la siguiente observación:
«Supongo que con esta muchachita tendré muchas batallas iguales antes que aprenda las únicas dos cosas esenciales que yo puedo enseñarle: obediencia y amor».
Luego en otra carta a una amiga suya, Anne escribió:
«Vi muy claramente que era inútil tratar de enseñar a Helen lenguaje o cualquier otra cosa hasta que ella aprendiera a obedecerme. Lo pensé mucho, y mientras más lo medito más segura estoy de que la obediencia es la puerta por la cual el conocimiento, sí, y el amor también, entran a la mente del niño».
Ahora bien, eso es verdad para los niños, pero también lo es para los adultos. La obediencia es la puerta por la cual el conocimiento y el amor pueden entrar a nuestras mentes. Obediencia. Pienso que la obediencia es la lección más básica, fundamental y fundacional en la vida. Hasta que no has adquirido esa habilidad básica, no vas a llegar muy lejos en la vida.
Hasta que no hayamos aprendido a obedecer….y de paso, déjenme decirles, mamás, ustedes necesitan orar que el Señor les muestre cómo enseñarles a sus hijos a obedecer mientras ellos son muy, muy pequeños. Esa es la lección que les proveerá un fundamento a ellos para sobrevivir y para prosperar por el camino de la vida. No es solo para niños, como lo dijimos. Es algo que como adultos necesitamos aprender. Obediencia. Es la clave para experimentar el avivamiento personal y corporativo.
El Diccionario Webster dice que la «obediencia es una sumisión adecuada a la autoridad. Es hacer lo que es requerido o abstenerse de lo que es prohibido». Obediencia. Es una reacción consciente a un mandato conocido. Sabemos lo que tenemos que hacer y luego lo hacemos.
La obediencia es un tema de gran importancia en las Escrituras. De hecho, solo en el Antiguo Testamento hay 500 referencias a palabras tales como «obedece», «guarda», «observa», dependiendo de la traducción que uses. La presuposición en la Escritura es que Dios tiene el derecho a decirnos lo que tenemos que hacer. ¿Por qué? Porque Él es Dios. Nuestra responsabilidad es obedecer. ¿Por qué? Porque no somos Dios.
Es interesante ver que a medida que lees a través de la Escritura, encuentras referencias de que aun la naturaleza obedece a Dios. Todo lo que Dios le dice a la naturaleza que debe hacer, lo hace. El viento, las olas, los planetas, las estrellas –ellos hacen exactamente todo lo que Dios les manda hacer. Los espíritus malignos obedecen las órdenes de Dios. Los ángeles obedecen a Dios. De acuerdo al Salmo 103, ejecutan su mandato. Ellos hacen Su voluntad. Sin embargo, nosotros los seres humanos, lo más alto de la creación de Dios, a menudo desobedecemos a Dios.
Piensa cuán audaz este concepto de que toda la creación obedece a Dios. Aun todo el mundo espiritual ha de obedecer a Dios, pero nosotros desobedecemos a Dios. Ellos no tienen otra opción más que obedecer. Los árboles producen sus hojas cuando Dios dice que es el tiempo. No tienen otra opción, pero Dios a nosotros nos ha dado una opción.
Él ejerce completa autoridad sobre la naturaleza, y Él puede hacer lo mismo con nosotros. Él puede forzarnos a obedecerlo, pero Él nos da la libertad para escoger. ¿Por qué? Porque Dios quiere que lo amemos. Él quiere obediencia amorosa, obediencia dispuesta, obediencia que surja de un corazón alegre. Dios quiere una relación con su pueblo.
Cuando pensamos sobre la obediencia o la desobediencia, podemos pensar de ellas de manera fría o dura o en términos impersonales. Aquí está la ley. Tienes que obedecerla. Pero cuando la obediencia es usada en la Escritura, el tono es de afecto y de amor. Esto es porque los mandatos de Dios son siempre para nuestro bien. ¡Siempre!
La frase, «para que te vaya bien»; obedece estos mandatos «para que te vaya bien». Encontrarás esa frase ocho veces en el libro de Deuteronomio solamente. Por ejemplo, Deuteronomio capitulo 4: «Guardarás sus estatutos y sus mandatos que yo te ordeno hoy», dijo Moisés, «a fin de que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y para que prolongues tus días sobre la tierra que el Señor tu Dios te dará para siempre» (v. 40).
Dios dice, «quiero bendecirte, quiero que te vaya bien, quiero que les vaya bien a tus hijos. Así que, ¿qué tienes que hacer? Obedece mis mandatos». La obediencia es el camino a la bendición. Es el medio para obtener protección. Es el medio para obtener gozo. Es el medio para encontrar lo mejor de Dios para nuestras vidas.
Cada vez que ves el llamado a la obediencia en las Escrituras, en realidad es una invitación a ser bendecido. ¿Quieres ser bendecida? Obedece. Esa conexión entre la obediencia y la bendición está a través de toda la Escritura, particularmente en el Antiguo Testamento. Obedece y serás bendecido. Desobedece y cosecharás conflicto. Serás maldecida.
Deuteronomio capítulo 11, es uno de varios pasajes que muestran este tema. Moisés dijo: «He aquí, hoy pongo delante de vosotros una bendición y una maldición: la bendición, si escucháis los mandamientos del Señor vuestro Dios que os ordeno hoy; y la maldición, si no escucháis los mandamientos del Señor vuestro Dios, sino que os apartáis del camino que os ordeno hoy» (vv. 26-28).
Ahora bien, ¿cuál quieres tú? ¿Quieres ser bendecida o quieres ser maldecida? Bueno, claro, queremos ser bendecidas, pero no queremos obedecer. Queremos la bendición sin la obediencia. Una y otra vez, el pueblo de Dios prometía obedecerlo porque ellos querían la bendición.
En Éxodo capítulo 24, después de que Moisés le dio los diez mandamientos al pueblo, Moisés tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, y ellos dijeron: «Todo lo que el Señor ha dicho haremos y obedeceremos» (v. 7).
¿Sabías que no pasaron muchos días después de que se dijeron esas palabras de Éxodo 24, que llegamos a Éxodo 32, donde el pueblo hace el becerro de oro? En unos instantes rompieron los diez mandamientos. «Todo lo que el Señor ha dicho haremos». Todos los mandamientos fueron quebrantados.
¿Acaso no hacemos nosotras lo mismo? «Señor, yo te obedeceré». Vamos a un servicio especial en la iglesia donde somos realmente movidas, o escuchas un programa de Aviva Nuestros Corazones y tu corazón es conmovido. Estás leyendo las Escrituras en la mañana durante tu tiempo a solas con Dios y Él habla a tu vida y dices, «sí, Señor, estoy de acuerdo contigo. Yo voy a hacer lo que tú dices». Y no han pasado ni tres minutos que terminaste tu tiempo a solas con Dios cuando ya estás gritándoles a tus hijos, actuando como una persona inconversa. «Sí, Señor, yo obedeceré». Y un rato después nos mostramos egoístas, orgullosas, iracundas e irritables.
El pueblo de Israel descubrió la misma cosa que tú has descubierto, y es que no podemos obedecer. De hecho, uno de los mayores propósitos del Antiguo Testamento es que el pueblo se diera cuenta de que era incapaz de obedecer a Dios, y nosotros también. Por eso es que en el Antiguo Testamento, Malaquías 4, versículo 6, termina con una maldición, porque el pueblo no podía obedecer a Dios.
No puedes obedecer a Dios. Jesús es el único que jamás haya vivido, que obedeció perfectamente a Su Padre celestial. Pero como Jesús vive en nosotros, tenemos una vida nueva, un poder nuevo, y ahora podemos obedecer a Dios porque tenemos la vida de Cristo en nosotros. Por eso es tan importante que aprendamos a rendirnos a Cristo, que está en nosotros, y dejar que Él viva la vida cristiana dentro de nosotros y por nosotros.
Me encanta ese versículo en Filipenses capítulo 2, versículo 13, que dice: «Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (RV). Es Dios dentro de nosotras, es el Espíritu Santo de Cristo dentro de mí que me da el deseo de obedecer a Dios y luego me da el poder para obedecerlo.
Ezequiel capítulo 33, tiene un pasaje que pienso que es fascinante, y en sí describe lo que pienso que es una realidad en la iglesia de nuestros días. Déjame leerte este pasaje y fíjate si te parece conocido. Ezequiel capítulo 33, comenzando en el versículo 30; Dios le dice a Ezequiel, «los hijos de tu pueblo (los israelitas)…hablan el uno al otro, cada cual a su hermano, diciendo: Venid ahora, y oíd cuál es la palabra que viene del Señor». Vengan y escuchen la palabra del Señor.
«Y vienen a ti como viene el pueblo, y se sientan delante de ti como pueblo mío, oyen tus palabras (Ezequiel) y no las hacen sino que siguen los deseos sensuales expresados por su boca, y sus corazones andan tras sus ganancias. Y he aquí, (dice Dios), tú eres para ellos como la canción de amor de uno que tiene una voz hermosa y toca bien un instrumento».
Amamos la música. Amamos tu voz tranquila y dulce, Ezequiel. Eres un gran predicador. Le acabo de agregar esto al texto… Pero Él dice, «tú eres para ellos como la canción de amor (como alguien que sabe cantar bien o tocar un instrumento bien);…oyen tus palabras pero no las ponen en práctica».
Yo pensé, «¿cuántos pastores tienen ese mismo sentir hoy?» La gente viene a la
iglesia y dice, «vengan, escuchen a nuestro predicador, es el mejor de la ciudad». Dios dice, «ellos vienen y te escuchan. Se sientan y toman notas, pero no hacen lo que tú dices».
La palabra obedecer en el hebreo del Antiguo Testamento es una palabra que también quiere decir «escuchar». El escuchar la Palabra de Dios no se supone que sea una experiencia pasiva. Requiere una respuesta obediente. ¿Te acuerdas lo que dijo Jesús en Lucas capítulo 6? «¿Por qué me llamas “Señor, Señor” pero no haces lo que Yo te digo que hagas?» (v. 46, parafraseado). Jesús está diciendo que algo anda mal con eso.
Y luego Él da esta imagen, ¿recuerdas?, al final de Lucas 6: «Todo el que viene a mí y oye mis palabras y las pone en práctica, os mostraré a qué es semejante: es semejante a un hombre que al edificar una casa, cavó hondo y echó cimiento sobre la roca; y cuando vino una inundación (no si acaso viene, sino cuando venga), el torrente rompió contra aquella casa, pero no pudo moverla porque había sido bien construida» (vv. 47-48).
¿Qué es la roca? ¿Sobre qué base fue la casa construida? Es la base de la obediencia a la Palabra de Cristo. «Pero», sigue diciendo, «el que ha oído (mis palabras) y no ha hecho nada, es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin echar cimiento; y el torrente rompió contra ella y al instante se desplomó, y fue grande la ruina de aquella casa» (v. 49).
¿Quieres saber por qué hay tantas vidas arruinándose a tu alrededor aun en nuestras iglesias hoy? Una de las razones grandes es porque estamos escuchando cosas, la enseñanza de la Palabra de Dios, y no estamos obedeciendo. No tenemos fundamento para nuestras vidas, así que cuando vienen las tormentas de la vida, como sucede y como vendrán, no tenemos nada en qué basar nuestras vidas.
Así que Jesús dice en Mateo capítulo 7: «No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (v. 21). Jesús está diciendo, «no es suficiente solo escuchar, no es suficiente decirlo con tu boca»; «estoy de acuerdo con esto. Soy evangélico, nacido de nuevo, un cristiano que cree en la Biblia». Puedes decir eso, pero si no lo vives, Jesús dice que solo das evidencia de no ser un hijo de Dios. No tienes base para asegurar tu salvación si no eres hacedor de la Palabra de Dios.
Por eso es que Santiago dice en el capítulo 1 de su epístola: «Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos» (v. 22). Mientras estaba estudiando este pasaje para esta serie, me di cuenta de que el engaño consiste en que pudieras estar pensando que eres cristiana cuando de hecho no es así. Si estás escuchando la Palabra consistentemente pero no la estás poniendo en práctica en tu vida, estás siendo engañada.
En Deuteronomio capítulo 29, Moisés dice, «no sea que haya entre vosotros hombre o mujer, familia o tribu (nosotros diríamos, hombre o mujer, o familia o iglesia) cuyo corazón se aleje hoy del Señor nuestro Dios para ir y servir a los dioses de aquellas naciones; no sea que haya entre vosotros (en el pueblo de Dios) una raíz que produzca fruto venenoso y ajenjo» (v. 18).
¿Qué tipo de persona es esa que sus raíces producen fruto venenoso y ajenjo? Es una persona que cuando «oiga las palabras de esta maldición, se envanecerá, diciendo: Tendré paz aunque ande en la terquedad de mi corazón». ¿Entiendes esta imagen? Es una persona que escucha las palabras de Dios, pero sigue viviendo su vida como siempre la ha vivido y dice, «estoy bien. Yo lo escucho. No lo estoy haciendo, pero estaré seguro aunque camine en la terquedad de mi corazón».
Este pasaje me dice a mí que hay peligro en vacunarnos contra la obediencia. Pensamos que estamos seguros porque escuchamos la palabra de Dios. Estamos bien. Mientras tanto nos estamos acomodando y adaptando a la cultura de nuestro alrededor haciendo excusas al desobedecer los mandatos de Dios o tal vez estemos ciegos, sin darnos cuenta.
Hemos escuchado demasiado. Conocemos demasiado. Tenemos demasiado de la Palabra de Dios y sin embargo en muchos casos somos negligentes con lo que conocemos. Y Moisés dice, «ten cuidado porque una persona como esa o una familia como esa o un grupo de personas como ese se convierten en raíces que producen fruto venenoso y amargo».
Dirás, ¿qué importa que yo sea indiferente o que obedezca a Dios a medias? Tu vida será una raíz en el cuerpo de Cristo y en tu familia, y causará un fruto venenoso y amargo. Cuando tú desobedeces a Dios, no es solo un problema entre tú y Él. Sí, lo es, pero también es un problema en la iglesia. Así que cuando hablamos de la necesidad de avivamiento en la iglesia, es importante que cada uno de nosotros como creyentes individuales nos comprometamos a un estilo de vida de obediencia.
Quiero decirte que no hay sustituto para obedecer la Palabra de Dios. No importa cuánto ores. No importa cuánto estudies tu Biblia. Bueno, es decir, sí importa. Pero cuando se trata del análisis final, no importa qué tan involucrado estés en el ministerio, ni todos los servicios cristianos que puedas hacer. Puedes hacer todas estas cosas, pero si no estás obedeciendo la Palabra de Dios, es inútil. Peor que eso, Dios dice, Yo no quiero ninguna de esas cosas si no eres obediente.
A.W. Tozer dijo, «el avivamiento vendrá cuando la oración ya no se utilice como sustituto de la obediencia». No hay sustituto para la obediencia.
Pienso que uno de los ejemplos más poderosos de eso en las Escrituras, es la historia del rey Saúl. Tú conoces la historia en 1 Samuel capítulo 15: «Samuel vino a Saúl, y Saúl le dijo: ¡Bendito seas del Señor! He cumplido el mandamiento del Señor» (v. 13). Yo he obedecido a Dios.
¿Qué fue lo que Dios le dijo a Saúl que hiciera? Ve y mata a los amalecitas y destruye todo el botín. Entonces el profeta Samuel viene a Saúl y Saúl le dice: «Bendito eres, Samuel. He obedecido lo que Dios dijo que hiciera». No te dan ganas de decir, «Saúl, ¿quién te preguntó? Él desobedeció, y está a la defensiva porque solo había obedecido parcialmente. No había destruido a todos los amalecitas. No había destruido todo el botín. Samuel lo sabía. Dios lo sabía.
«Samuel dijo: ¿Qué es este balido de ovejas en mis oídos y el mugido de bueyes que oigo?» (v. 14). Si tú has destruido a todos esos animales, ¿qué es todo ese ruido que oigo? «Saúl respondió: los han traído de los amalecitas, porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de los bueyes, para sacrificar al Señor tu Dios; pero lo demás lo destruiremos por completo» (v. 15).
Samuel dice en el versículo 18: «El Señor te envió en una misión, (Saúl) y dijo: “Ve, y destruye por completo a los pecadores, los amalecitas, y lucha contra ellos hasta que sean exterminados”. ¿Por qué, pues, no obedeciste la voz del Señor, sino que te lanzaste sobre el botín e hiciste lo malo ante los ojos del Señor?»
«Saúl dijo a Samuel (imagínate lo necio que es esto), Yo obedecí la voz del Señor» (v. 20). ¿Realmente el pensó que había obedecido? Si lo pensó, estaba engañado. A menudo también nosotros decimos, «yo estoy obedeciendo a Dios».
Saúl dijo: «Yo obedecí la voz del Señor, y fui en la misión a la cual el Señor me envió, y he traído a Agag, rey de Amalec, y he destruido por completo a los amalecitas. Mas el pueblo tomó del botín ovejas y bueyes, lo mejor de las cosas dedicadas al anatema, para ofrecer sacrificio al Señor tu Dios» (v. 20-21). Él está haciendo excusas, está culpando, está racionalizando. Se está justificando, está engañado.
Y Samuel le dice: «¿Se complace el Señor tanto en holocausto y sacrificios como en la obediencia a la voz del Señor? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, mejor que la grosura de los carneros».
Déjame hacer esto un poco más personal. Algunas de ustedes han estado escuchando Aviva Nuestros Corazones por semanas, meses, años. Algunas han leído cada libro que he escrito y muchos otros libros buenos escritos por otros autores cristianos. Escuchas radio cristiana. Vas a la iglesia domingo tras domingo. Escuchas al predicador, has escuchado la verdad, y quizás hasta estás de acuerdo con lo que has escuchado. La pregunta es ¿estás haciendo lo que has escuchado?
Quiero decirte que para experimentar verdadero avivamiento muchos de nosotros no necesitamos escuchar una verdad más de la que ya sabemos. Solo necesitamos obedecer la verdad que ya sabemos. Yo creo que cuando lo hagamos, experimentaremos verdadero avivamiento.
Annamarie: Nancy DeMoss Wolgemuth te ha animado a construir tu vida sobre la obediencia a la Palabra de Cristo. Si el Señor ha traído a tu mente algo específico en lo que debes obedecerle, te animo a no dejar pasar este momento para decidir hacerlo. Recuerda que Dios nos ha dado la capacidad de escoger obedecer porque quiere que le amemos.
Mañana Nancy nos ayudará a entender mejor qué significa la obediencia a Dios, así que no te pierdas la continuación de esta serie, «En busca de Dios». Te esperamos aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Edificando nuestras vidas sobre la Roca juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
1Helen Keller. The Story of My Life. (1902 reprint, New York: Dell Publishing Co., 1961), p. 263-65
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Recursos del Episodio
En Busca de Dios | Semana 6
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