¿Quién ha estado orando?
Annamarie Sauter: Con diecisiete años, Angie visitó una clínica de abortos. La vida de su bebé pendía de un hilo.
Angie: Pero esa pequeñísima, diminuta—la parte más pequeña de mi alma, no me dejaba abrir la puerta del auto, hasta tenía mi mano en la manija y no podía abrirla, era como si todo el poder que tenía en mi mano se hubiera ido, y no podía salir del carro.
Todo este tiempo mi amiga me estuvo cargando con todos esos pensamientos negativos, diciéndomelos al oído para que creyera todas esas cosas, porque todas ellas eran verdad. Así que no podía sentarme allí, argumentar y decir, «sí, puedo cuidar al bebé».
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nos encontramos en medio de la serie de programas titulada, «Rescata a los que se pierden». El programa de hoy …
Annamarie Sauter: Con diecisiete años, Angie visitó una clínica de abortos. La vida de su bebé pendía de un hilo.
Angie: Pero esa pequeñísima, diminuta—la parte más pequeña de mi alma, no me dejaba abrir la puerta del auto, hasta tenía mi mano en la manija y no podía abrirla, era como si todo el poder que tenía en mi mano se hubiera ido, y no podía salir del carro.
Todo este tiempo mi amiga me estuvo cargando con todos esos pensamientos negativos, diciéndomelos al oído para que creyera todas esas cosas, porque todas ellas eran verdad. Así que no podía sentarme allí, argumentar y decir, «sí, puedo cuidar al bebé».
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nos encontramos en medio de la serie de programas titulada, «Rescata a los que se pierden». El programa de hoy no es apropiado para niños pequeños, así que te recomendamos que los ocupes en algo y regreses a escuchar. Si te perdiste alguno de los programas anteriores en esta serie, te animo a escucharlo. Encuéntralo en AvivaNuestrosCorazones.com.
Bueno, y para continuar con nuestra serie, aquí un resumen de lo que hemos venido escuchando sobre la historia de Angie.
Angie: Mis padres se casaron cuando mi mamá se enteró de que estaba embarazada de mí…
Siempre fui muy cercana a mi abuela. Ella era, como la llamaba, la luz en un lugar oscuro, pues no había mucha felicidad en mi casa, había mucha droga y alcohol…
Nancy: Así que a ella le dolía tu situación, y apuesto a que oraba por ti.
Angie: Es chistoso, porque también tenía una bisabuela que también conocía al Señor.
Nancy: Queseguramente plantó algunas semillas en tu corazón que Dios regó e hizo que crecieran.
Angie: Creo que ella oró por mí toda su vida.
Nancy: Así debe haber sido.
Angie: Es triste, pero Dios trabaja en maneras que no podemos entender... justo cuando ella murió, yo me convertí, así que ella no llegó a saberlo. Supongo que eso es de exhortación para las abuelas…
No quiero sonar como que mis padres eran monstruos. Escuché una vez que uno ama de la manera en que ha sido amado, y solo amas de la manera en la que sabes hacerlo. No sé si eso tiene sentido, pero siento que todo esto fue obra de Satanás; no puedo culpar a mis padres. No odio a mis padres por la manera en la que fueron conmigo.
Sí, me afecta, pero después de que vine a Cristo… siento que en mi infancia estuve enojada... añoraba atención. Después, cuando no la obtuve por largo tiempo, me enojé más y me amargué, y lo odié, quería que se muriera. Todos esos malos sentimientos de egoísmo empezaron a surgir.
Así que me aferré a mi madre…
Recuerdo cuando tenía diez años y medio, mi mamá se embarazó del hombre con quien estaba teniendo una aventura. Había tenido abortos, «no era algo malo»… digo, «no era un pecado, ¿verdad?»…
Pero realmente culpé a mi padre por todo el dolor de mi madre. Ni siquiera era sobre mí necesariamente. Era acerca de qué tan dolida estaba mi madre y cómo ella tuvo que recurrir a estar con otros hombres todo el tiempo porque él era muy cruel en palabras y acciones. Así que en ese tiempo, el divorcio no era para mí traumatizante. Era más como un alivio, supongo, para que pudiéramos volver a una vida normal ahora…
Me fui a buscar amor y afecto en otros lugares, porque empecé a darme cuenta de que no los estaba recibiendo de la manera en que mis amigos lo recibían de sus padres. Sus padres no los dejaban salir hasta las 3:00 de la madrugada, y yo no podía entender eso…
Mis amigos habían entrado y habían dibujado groserías, malas palabras y cosas profanas en la pared; cuando mi abuela vio esto yo estaba tan avergonzada porque ella es tan pura y buena, y aquí estoy yo tan sucia y... Ella dijo que quería ayudarme…
Salí con mis amigos y nos fuimos a beber, yo solo quería ignorar todo. Cuando regresé, ella había pintado toda mi habitación de blanco. Mis paredes estaban—era como si estuvieran lavadas…
A pesar de que estaba viviendo con mi padre, él estaba realmente separado emocionalmente de mí. Al día de hoy todavía dice que soy un reflejo del dolor que una vez sintió por mi mamá…
Así que finalmente, cuando supe que no podía conseguir lo que tanto deseaba en mi corazón, empecé a salir y a consumir más droga…
Caí en un grupo de gente muy mala, usaba con ellos drogas, alcohol...
Solo recuerdo estar siempre buscando. Había un anhelo en mi alma. En el centro de mi corazón había un profundo sentimiento de necesidad que—en ese momento no pero ahora entiendo que era para Cristo. Y siento que Jesús era el único que podía haber llenado esto en mí. Siempre buscamos de todo en el mundo, pero el único que realmente puede llenarnos es Jesús…
Tuve un amigo que era muy simpático, yo nunca había tenido relaciones sexuales. Así que decidí, bueno, esto podría ser lo que estoy buscando. Las drogas y el alcohol son solo temporales. Así que terminé en un sótano sintiéndome tan sola y vulnerable, y fue así como perdí mi virginidad…
Nancy: Luego terminaste en otra relación. Esta un poco más larga que las anteriores.
Angie: Este hombre era parte de mi círculo de amigos. Andábamos con los chicos y chicas, todos mezclados. Él era muy encantador. Tenía una gran sonrisa, y era muy simpático…
Entonces al ir progresando la relación, él nunca quiso sexo de mí. Nunca quiso drogas. Nunca quiso otra cosa que no fuera mi atención. Así que empecé a pensar, que quizás esta sería una buena forma de ser. Tal vez sea posible. Así que me preguntó si saldría con él, y dije que sí. Él esperó. Él no quiso tener relaciones sexuales de inmediato, y pensé que eso era admirable. Así que esperó dos largas semanas, lo que me pareció mucho tiempo, porque otros chicos eran como, «no saldré contigo a menos que tengamos sexo primero»...
Y aquí estaba yo con este hombre que yo sabía que me amaba con todo su corazón, y que nos íbamos a casar. Él no tenía un trabajo, ni carro, ni licencia, y consumía muchas drogas al igual que yo. También dejó la escuela. Y aquí estábamos en lo que parecía la cima del mundo…
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Angie, muchas gracias por contarnos tu historia. Sé que estos programas van a traer esperanza y gracia a muchas vidas; eres sin lugar a dudas un trofeo de la gracia de Dios. Mientras oímos la historia, escuchamos que es todo sobre Dios. Gracias por tener la voluntad de compartir lo que Dios ha hecho en tu vida.
Angie: ¡Sí! ¡Gracias a Dios!
Nancy: No hemos llegado a ese punto, pero hacia allá vamos hoy si Dios lo permite. Al principio creímos que este sería un programa de un día, pero ha terminado siendo de varios días, y estoy tan agradecida de que hayas tenido la valentía de compartir tu historia con nosotras.
La última vez que hablamos nos quedamos en tu cumpleaños número 17. Habías ido con una amiga que esperaba estar embarazada para poder retener a su novio con ella. Para saber si estaba embarazada, habían ido a una clínica para hacerse una prueba de embarazo. Y tal vez en broma, o solo por ser su amiga, decidiste tú también hacerte una prueba de embarazo.
Cuando llegó el resultado ella no estaba embarazada, la que sí estaba embarazada eras tú. Era duro de creer y era lo último que esperabas cuando fuiste a esa clínica ese día. ¿Qué clase de conversación sostuvieron tú y tu amiga en ese momento?
Angie: Yo no podía creerlo me sentí...sabes, no pensé que fuera una bendición el tener un hijo—para nada—pero no lo creí porque pensé que yo era invencible, porque estaba tomando pastillas anticonceptivas.
Cuando la mujer me lo dijo cambié los papeles porque no lo creí. Yo no lo podía creer. Salimos, entramos al carro. Todo el camino desde ese consultorio hasta su carro, y en su carro, ella estaba llena, creo, de mucha ira y celos, porque ella quería el hijo que yo estaba esperando. Me dijo cosas como: «Sabes, no deberías hacer esto. No estás lista para un bebé. ¿Sabes lo que la maternidad le hace a tu cuerpo? Ni siquiera puedes cuidarte a ti misma, no es posible que puedas cuidar un bebé. ¡No hay nadie ayudándote!»
Y yo estaba de acuerdo con todo lo que dijo.
Nancy: Sí porque todo lo que ella dijo era la verdad.
Angie: Porque muchas veces cuando Satanás nos habla, no nos está diciendo necesariamente mentiras. Era verdad. Estaba sola, estaba sin esperanza, no tenía trabajo, ni ingresos, ni ningún método de sobrevivencia. Así que lo que ella estaba diciendo era verdad, me sentía sin esperanza y me di por vencida. Le dije, «bien, ¿cuál es tu sugerencia?»
Era mi mejor amiga, ella dijo: «Tengo un lugar». Entonces condujimos hasta allá mientras ella me aseguraba que era la decisión correcta. Ella decía: «Esto es lo mejor para ti. Solo piénsalo, vas a mantener la relación con tu novio, porque si le dices que estás embarazada, hermana, él se irá, tú sabes, los hombres no quieren bebés. Ellos quieren divertirse y fiestear, no quieren bebés». Aquellas ideas se mantenían sonando en mi cabeza.
Ella se detuvo en frente de una casa antigua. Nos sentamos y dijo, «esta es una clínica de abortos, he estado aquí». Ella ya había tenido un aborto. Y me dijo, «son muy simpáticos aquí, incluso, hay una mujer que te da agua con limón». Estaba tratando de alentarme y consolarme de que esto estaría bien.
Y ella realmente quería que abortara el bebé. En mi mente parecía lógico, pero en mi corazón... había algo en mi corazón que no puedo describir. Ahora sé que era el Señor. Ahora sé que Dios estaba allí declarándome sus promesas antes de que pudiera entender Su voz o reconocer Su rostro. Era como si todo en mí quisiera entregar este niño, matar al bebé dentro de mí.
Ni siquiera era un bebé. Mi amiga me aseguraba que aún no estaba formado y todo en mí me decía que sí, que esa era la mejor decisión. Lógicamente, tenía sentido. Me quedaría con mi novio. Y además no me podía dar el lujo de tenerlo de todos modos. Sería malo para el niño. ¿Cómo sería cuando creciera?
Pero esa pequeñísima, diminuta, la parte más pequeña de mi alma, no me dejaba abrir la puerta del auto. Hasta tenía mi mano en la manija y no podía abrirla. Era como si todo el poder que tenía en mi mano se hubiera ido y no podía salir del carro. Todo este tiempo mi amiga me estuvo cargando con todos esos pensamientos negativos, diciéndomelos al oído para que creyera todas esas cosas, porque todas ellas eran verdad. Así que no podía sentarme allí, argumentar y decir: «Sí, puedo cuidar al bebé».
Nancy: ¿Cuánto tiempo estuviste en ese carro?
Angie: Dos horas.
Nancy: ¿Sentada en el estacionamiento?
Angie: Justo enfrente de la puerta, esperando allí sentada. Y en todo ese tiempo no recuerdo silencio. Todo el tiempo ella estuvo hablándome y yo no decía nada. Solo asentía con mi cabeza y estaba de acuerdo con todo lo que decía porque era verdad.
Nancy: A propósito, déjame decir que la clínica de abortos está localizada justo en la calle donde está la sede de nuestro ministerio, Aviva Nuestros Corazones. Por años, hay personas en esta comunidad que han orado, alrededor y cerca de esa clínica de abortos. Mientras estás contando esta historia, puedo imaginarme la casa. Sé exactamente dónde está. Conduzco por ahí todo el tiempo. Y solo me pregunto, «¿quién estaría orando ese día?»
Angie: Fue el 7 de diciembre de 1999.
Nancy: ¿Quién había estado orando allí, posiblemente en los días previos, o quizás ese mismo día, por las jovencitas que estaban considerando practicarse un aborto? Por esa abortista, habíamos orado muchas veces en nuestro ministerio a través de los años por la doctora que los practica. Otras iglesias y ministerios en el área también han orado.
¿Quién estaría orando por ti ese día sin siquiera saber que estabas sentada en ese estacionamiento? Al orar por otras personas, al levantar tu voz por los aún no nacidos, quiero que escuches la historia de Angie y conozcas que tus oraciones no son en vano.
Fue Dios quien estaba aguantando tu mano en esa manija y no dejaba que abrieras la puerta. Lo sabes ahora, pero no te diste cuenta en ese momento.
Angie: Correcto. Exactamente.
Nancy: ¿Cuándo fue el momento en que supiste que necesitabas salir de ese estacionamiento?
Angie: En el momento en que no pude abrir la puerta, allí estaba ese sentimiento urgente. Entonces un pensamiento saltó en mi mente y tuve un recuerdo. Hacía un año o dos estaba en un juego de fútbol. Recordé a mi maestra favorita, tú sabes cómo uno llega a aferrarse a una de esas maestras en la secundaria. Estaba a su lado y ella le estaba hablando a una jovencita mucho menor que yo, en ese tiempo, acerca de un centro de cuidado prenatal. Ella dijo, «hay un centro de cuidado para embarazadas» o algo así. Ni siquiera recuerdo lo que dijo, solo recuerdo que estaba animándola a buscar ayuda en ese lugar porque estaba embarazada.
Eso fue todo lo que necesité. El Señor usó ese momento. Mire a mi amiga y le dije, «espera un minuto. Espera. No quiero hacer esto. Solo quiero esperar. Necesito pensar sobre esto. No puedo hacer esto ahora, por lo que solo tendremos que mantener esto entre nosotras…». Y con desespero, ella encendió el motor, dio la vuelta y condujo.
La calle donde está el Centro de Cuidado Prenatal es una calle principal. Conduje por ese edificio millones de veces al menos, y nunca vi la hermosa y pequeña señal blanca con colores. Mientras conducíamos, miré y lo vi y dije, «¡para!»
Ella dijo, «¿qué?»
Y dije, «detente en este estacionamiento».
Ella miró y dijo, «eso es muy estúpido, ¿por qué estás haciendo esto?» Ella estaba muy negativa. Así que nos detuvimos en el estacionamiento. Estaba emocionada. No pensé en ello entonces, pero ahora que miro atrás, algo cambió. Hice esta elección, aunque no lo sabía, mi corazón hizo esta elección. Estaba deseosa de hacerlo porque había esperanza. Y eso es todo lo que Dios necesita en un corazón dispuesto.
Nancy: En este punto, ¿tú no sabías qué ibas a hacer con el bebé?
Angie: No, no tenía idea. Como dije antes, mis planes eran no tener el bebé. Digo, mis planes, eran diferentes de los planes del Señor, obviamente. En mi corazón sabía que había planes diferentes para mí. Pero no los conectaba en mi mente. Estaban todas esas explicaciones lógicas de por qué no tenerlo.
Pero cuando nos detuvimos en ese estacionamiento y miré el letrero, solo déjame decir que no me senté allí y esperé por dos horas. Salí del carro y me dijo con cierta burla, «oh, esto va a estar bueno», burlándose de mí.
Entramos y de repente ese cálido y suave sentimiento se había esfumado. No había ningún dulce aroma, no hubo una invitación cálida del Señor y todos los ángeles. Bueno, estoy segura de que ellos estaban allí pero no lo sentí así.
Nancy: ¿Cómo se sintió?
Angie: De repente me sentí abrumada otra vez, pero esta vez, cien veces peor.
Nancy: ¿Con miedo?
Angie: Mucho temor. «Esto no es lo que debes hacer. No deberías estar aquí». Era como el comercial con Dios de un lado y Satanás del otro. ¡Así era que se sentía!
Nancy: Me estoy imaginando como la batalla que estaba ocurriendo entre el cielo y el infierno por tu alma y por la vida de ese bebé.
Angie: Mientras entraba, no dije nada. Mis rodillas se golpeaban una contra la otra, estaba aterrada. Una mujer estaba detrás de un escritorio y tenía esa sonrisa como diciendo, «vas a estar bien». Recuerdo su sonrisa... Ella hubiera podido decirte que yo estaba asustada hasta la muerte. Me pasó un formulario y dijo, «siéntate allá».
Nancy: Y probablemente, ¡no eras la primera o la última chica que llegó allí asustada hasta la muerte!
Angie: Probablemente no, así es. Así que pasó el formulario, y me senté. Todo lo que recuerdo fue llenarlo con un nombre falso, y luego me llamó. Estaba pensando, «ok, ¡No estoy lista! ¡No estoy lista!»
Así que volví y le pasé los papeles, creo que fue rápido. Ella me llamó rápido y creo que fue porque ella sabía que si esperaba mucho tiempo probablemente huiría. Así fue que me sentí y creo que ella sabía que estaba realmente asustada. Ellos podían sentirlo, estoy segura.
Me quedé parada y ella tomó los papeles, yo no sabía qué iba a suceder. Allí estaba ese miedo extraño que uno tiene de lo desconocido. Estaba parada allí, ansiosa, pero con la sensación de que ese era el lugar correcto para estar, de que estaba haciendo lo que era correcto pero yo no conocía a esas personas. ¿Qué es lo que ellos van a hacer? Voy a entrar a ese consultorio, ¿qué va a pasar ahora?
Así que me quedé parada allí y fue entonces cuando conocí a Michelle.
Nancy: ¿Y quién era Michelle?
Angie: Esta mujer salió de uno de los consultorios localizado en uno de los lados del edificio, estrechó mi mano y yo solo la miré. No recuerdo lo que dijo. No puedo recordar una palabra. Me gustaría poder contar alguno de los hermosos versos de la Biblia que ella compartió conmigo o un buen pensamiento del pasado. No puedo decirte una sola palabra de lo que ella me dijo en ese consultorio.
Todo lo que recuerdo son sus ojos. Recuerdo que me sentí tan aceptada y tan segura en ese consultorio con ella. No recuerdo nada de lo que dijo, realmente no. No me abrazó ni me consintió, quiero decir, no hubo emoción. Ese fue el único sentimiento que tuve porque ella no estaba haciendo nada más realmente, ¿entiendes lo que quiero decir?
Recuerdo mirarla a los ojos y encontrar todo lo que había estado buscando por diecisiete años.
Nancy: Lo que realmente era el amor de Dios.
Angie: ¡Sí, era Jesús! Ahora que recuerdo ese consultorio, en ese momento, era como si Jesús estuviera sentado allí mirándome a los ojos y declarando la vida de Su Hijo, Su Hijo no nacido en mi vientre. Aunque no lo conocía, aunque no podía reconocer su voz o reconocer su rostro, de alguna manera encontró una forma para hablarme de forma que yo pudiera entenderle.
Cuando yo vi su rostro, ella estaba deseosa de hablarme. Pero nada de lo que ella dijo realmente me importaba. El hecho fue que ella me aceptó, y fue el hecho de que Jesús vivía en ella y pude verlo. Ella ni siquiera habló acerca de Dios. No mencionó el nombre de Jesús para nada. Pero era el ella estar ahí, aunque ni siquiera era ella, era Jesús quien estaba frente a mí.
Recuerdo que sus ojos eran como los ojos de Jesús en la cruz, muriendo por mí. Todo lo que sé es que cuando estuve en ese consultorio, ninguna parte de mi quería rechazar al bebé. Aunque no escuché lo que ella dijo, sé que fue Dios. No era más yo. Se habían ido todos esos sentimientos horribles, todos esos problemas, todas las preocupaciones de mi amiga, la legítima preocupación de mi amiga, nada de eso importaba ahora.
Ahora, Dios se hizo presente con esperanza, y hubo esperanza a través de Jesucristo, y yo no lo sabía. El tiempo que siguió cuando dejé ese consultorio, fue duro. No voy a decir que cuando salí de allí fue fácil y que tuve una vida perfecta, y que Dios hizo que ocurrieran milagros maravillosos, que obtuve un trabajo y que me gradué. No. Nada de eso ocurrió. Déjame decirte que fue el momento más duro de mi vida después de que tomé la decisión de tener el bebé.
Nancy: ¿Tomaste la decisión allí mismo?
Angie: Allí mismo, en ese momento, supe que no podía hacerlo. No fue porque la Biblia dijo, «no». No fue porque mi madre me estaba pidiendo que me quedara con el bebé, porque ella estaba a favor de la vida. No, nada de eso. Fue simplemente la pura y cruda voz de Dios hablando a mi corazón y no verbalmente.
Nancy: ¿Y a este punto, todavía no sabías que era eso?
Angie: ¡No, ese es el punto! ¡No tenía idea de lo que era! Solo sentí algo. ¡Pensé que era ella! Digo, si hubiera ido más lejos, hubiera hecho un ídolo para ella porque no tenía idea. No tenía idea.
Nancy: ¿Así que saliste de ahí con una perspectiva diferente de cuando entraste?
Angie: Sí. Cuando salí a la sala de espera, mi amiga estaba allí leyendo una revista, y parecía decir, «¿ya estás lista para volver donde estábamos?» Ella creía que las personas del Centro de Cuidado Prenatal eran falsas y melodramáticas y realmente no iban a ayudar. Ellas estaban allí porque necesitaban trabajos. Para ella era solo un lugar donde el gobierno tiene personas haciendo este tipo de negocio porque los hace ver bien.
Lo que quiero decir es que estaban todas esas ridículas acusaciones hacia este lugar, cuando realmente era una casa segura para mí. Esa fue la primera vez que me sentí aceptada y amada en toda mi vida. Cuando dejé ese lugar mi mente era diferente y mi corazón fue cambiado en ese momento.
Nancy: Hemos estado escuchando la historia de una joven llamada Angie. Ocho meses después de que ella visitó el Centro de Cuidado Prenatal en el sur de Michigan, el Señor bendijo a Angie con un varón. Mañana escucharemos de cómo el Señor cuidó de Angie y de su hijo recién nacido.
Dentro de ese año un nacimiento mucho más significativo ocurrió cuando la misma Angie nació de nuevo y puso su fe en Jesucristo. Espero que estés con nosotras aquí en Aviva Nuestros Corazones para la parte final de esta conversación.
Quiero tomar solo un momento para actualizar esta historia y decirte que desde que Angie y yo grabamos esta entrevista, la clínica de abortos donde ella se sentó en ese estacionamiento como una aterrada jovencita de diecisiete años, esa clínica que está justo bajando la calle donde estamos sentadas ahora, esa clínica de abortos cerró sus puertas.
Creo con todo mi corazón que es la respuesta a la oración que muchas, muchas personas hicieron por décadas cada vez que pasaban por esa clínica de abortos, entre tanto que vivían en esta comunidad.
Y el Centro de Cuidado Prenatal en nuestra área se ha mudado a un lugar nuevo y mejor, así que pueden ministrar más efectivamente a mujeres como Angie.
Estoy tan agradecida por todos aquellos que apoyan los centros de cuidado para embarazadas en los diversos lugares. Quiero decir, «gracias» a todos aquellos que han orado por el ministerio de estos centros de cuidado, aquellos que son voluntarios, aquellos que aconsejan a esas jovencitas, y aquellos que apoyan financieramente estos centros. Les animo a preguntarle al Señor cómo Él quiere que se involucren.
Señor, solo quiero agradecerte por el trabajo que estás haciendo alrededor del mundo. Mientras el enemigo está trabajando buscando a quién matar, Tú estás trabajando al mismo tiempo, trayendo fe y nueva vida a todas las mujeres como Angie a lo largo y ancho del globo terráqueo.
Gracias por los centros de cuidado para embarazadas por aquellos que laboran en ese trabajo tan difícil, aquellos que aconsejan, aquellos que donan, aquellos que apoyan estos ministerios de varias formas. Señor, te pido que los bendigas.
Gracias Señor por cómo has cerrado esa clínica de abortos en nuestra área; nunca podrán quitar vidas otra vez.
Gracias Señor porque Tú eres el dador de la vida y eres un Dios redentor. Oro porque puedas mostrarnos cómo podemos involucrarnos en esta tierra con este tipo de ministerios que dan vida.
Te bendecimos y te damos gracias, en el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Amén.
Al escuchar historias como esta, nos damos cuenta de cuánto necesitamos caminar en la verdad, porque es allí donde encontraremos perdón y libertad.
Si has sido bendecida con este programa, compártelo con mujeres en tu círculo de influencia, y llamemos a muchas más mujeres a libertad, plenitud y abundancia en Cristo.
Te esperamos mañana, aquí en Aviva Nuestros Corazones. Escucha la conclusión de la serie, «Rescata a los que se pierden».
Llamándote a un avivamiento genuino y a abrazar tu diseño como mujer, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras fueron tomadas de la Biblia de las Américas a menos que se indique otra fuente.
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