¿Puedo darme el lujo de ser mansa?
Annamarie Sauter: ¿Te has detenido a evaluar con toda honestidad tu nivel de mansedumbre?
Nancy: Si deseamos cultivar un espíritu humilde es muy importante que consciente y consistentemente rindamos nuestros derechos. Sí, rendimos nuestros derechos. ¿Qué nos enfurece? ¿No es acaso que sentimos que nuestros derechos han sido violados? Alguien pisoteó nuestros derechos. Alguien no nos ha tratado como pensamos que debimos haber sido tratadas. Pero entonces, si recapacitamos en cómo realmente merecemos ser tratadas, cualquier cosa que nos venga menor que el infierno es mucho mejor que lo que en verdad merecemos.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Hoy Nancy continúa en la serie titulada, La hermosura de la mansedumbre.
Nancy: Siempre han existido mujeres insensatas, desde el jardín del Edén, según leemos en Génesis 3. Sin embargo, nuestra cultura se ha propuesto promover y respaldar características …
Annamarie Sauter: ¿Te has detenido a evaluar con toda honestidad tu nivel de mansedumbre?
Nancy: Si deseamos cultivar un espíritu humilde es muy importante que consciente y consistentemente rindamos nuestros derechos. Sí, rendimos nuestros derechos. ¿Qué nos enfurece? ¿No es acaso que sentimos que nuestros derechos han sido violados? Alguien pisoteó nuestros derechos. Alguien no nos ha tratado como pensamos que debimos haber sido tratadas. Pero entonces, si recapacitamos en cómo realmente merecemos ser tratadas, cualquier cosa que nos venga menor que el infierno es mucho mejor que lo que en verdad merecemos.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Hoy Nancy continúa en la serie titulada, La hermosura de la mansedumbre.
Nancy: Siempre han existido mujeres insensatas, desde el jardín del Edén, según leemos en Génesis 3. Sin embargo, nuestra cultura se ha propuesto promover y respaldar características en las mujeres, totalmente alejadas a la mansedumbre y a la quietud de espíritu, característicasde las que hemos estado hablando durante estos días.
Hace unos años apareció un artículo en el periódico USA Today, que decía:
La tendencia de moda para el personaje de las heroínas en las películas ya no es la dama en peligro o aflicción; sino la dama que ocasiona peligro o aflicción. Las actrices más cotizadas han cultivado una reputación como símbolos sexuales un poco rudas y marimachos; pero, por su delicado físico y hermosa cabellera son consideradas símbolos sexuales que desarmarían a cualquier fortachón fácilmente con una mirada seductora…o con una patada en el cuello.
Así que tenemos en esta tercera ola del feminismo, como se le conoce, esta cultura obscena de mujeres, donde se entrena a las mujeres a ser atrevidas, agresivas, y sueltas de lengua. La mansedumbre y la quietud de espíritu son denigradas y menospreciadas. De hecho, me topé con un blog en internet, donde el escritor, no cristiano, se oponía a los padres que entrenan a sus hijos con diferencias de género—aquellos que quieren que las niñas sean niñas y los niños sean niños. El título del blog era, Socializando a nuestras niñas para ser mujeres mansas y aburridas o poco interesantes.
De modo que se piensa que si uno es manso, uno es aburrido, poco interesante sin gracia, debilucho o le falta algo, o quizás no eres lo suficientemente interesante como mujer de hoy.
Uno puede aprender mucho del consenso de la cultura al navegar por la esfera de los blogs. He aquí otro blog, esta mujer cristiana dijo, «fui criada en una era cuando se podía ver en las noticias de la televisión a las mujeres arrojando sus sujetadores a fogatas para luego marchar en demostraciones públicas, en busca de igualdad de derechos. Estas son mujeres que encontraron su voz para expresarse y no temieron hacerlo con gran frecuencia. La discreción salió por la borda, hacer un espectáculo público de sí mismas estaba a la orden del día.
Los programas de televisión reiteraban este mensaje de ser escandalosas, repulsivas, prepotentes en los papeles femeninos estelares. El mensaje era aún más impuesto en nosotras a diario por parte de nuestras maestras de escuela básica, media y superior.
En el momento que muchas de nosotras llegamos a ser adultas jóvenes, teníamos este mensaje de la feminidad y de lo que se trataba el ser una mujer tan firmemente grabado, que muchas de nosotras sentíamos la presión de convertirnos en una especie de superheroína capaz de hacerlo todo, tenerlo todo, decirlo todo y de no tolerar algo en contra de nuestro derecho a hacerlo».
¿Alguna de ustedes sabe lo que es haber sido criada en esta época?
Ella continúa diciendo:
«Para aquellas de nosotras que no crecimos dentro de una iglesia con ejemplos fuertes de mujeres piadosas y gentiles…y carecimos del efecto que estas mujeres ejercen sobre otras muchas que se han convertido a Cristo, para nosotras ha sido un largo camino cuesta arriba para despojarnos de estos atributos mundanos de feminidad, y encontrar el balance entre defender lo que es correcto y hacerlo con gracia de manera que traigamos honra a Dios».1
Ella nos introduce el reto que implica haber sido influenciadas por este tipo de cultura muy feminista, escandalosa, atrevida y prepotente, y desde ahí aprender a ser una mujer de Dios, especialmente si has crecido sin haber tenido un entrenamiento, instrucción o un modelo a seguir.
Aquí leemos de otra mujer que se encuentra dentro de un matrimonio difícil, ella nos escribió diciendo: «Constantemente permito que mis emociones me derriben en picada ante las molestias cotidianas». Dudo que haya alguien aquí que no pueda identificarse con tal situación de alguna forma. Les permitimos a nuestras emociones dominarnos y agitarnos en un torbellino en medio de situaciones que nos molestan e irritan. ¿A alguien más le sucede lo mismo? ¿O soy yo acaso la única que se irrita? ¿Verdad que no?
Entonces, ¿qué puede hacer una mujer? ¿Cómo lidiamos con estas preguntas? Las respuestas a estas preguntas no son tan sencillas como las opciones A, B, C, D. No hay una fórmula única. La piedad es todo un proceso. La santificación es también un proceso. Es Cristo en nosotras formando la justicia de Dios en nosotras. En esta sesión y en la próxima deseo hablar de algunos aspectos prácticos que cultivan un espíritu de mansedumbre y gentileza. Pero, para empezar, necesito decirles que no hay una fórmula. Si la hay, yo no la he encontrado.
Me gustaría que hubiese tres o cuatro pasos bien fáciles o un libro de Matthew Henry que yo pudiera leer como, La búsqueda de la mansedumbre y la quietud del espíritu. Hemos estado hablando del mismo a lo largo de esta serie. Pero bueno, yo he leído el libro, y aún no soy mansa. ¡Tal vez si lo colocara debajo de mi almohada…!
Alguien me dijo hace rato, «debo obtener ese libro», y en verdad deseo que lo haga. Pero quiero decirte que no hay atajos rumbo a la piedad. Será una batalla diaria humillándonos a nosotras mismas. Reconociendo nuestra necesidad. Permitiendo que Dios forme a Cristo en nosotras.
Así que esta sesión y la próxima son sesiones que dentro de diez años espero poder compartir de manera más efectiva de como lo hago hoy. Quiero compartir contigo unos pensamientos, un tanto al azar, para cultivar un espíritu de mansedumbre y humildad.
La Escritura nos dice: «Busca la mansedumbre». Lo encontramos en Sofonías capítulo 2, en el versículo 3. En la versión Reina Valera dice, «buscad mansedumbre». Persíguela. Proponte desarrollar un corazón manso. La pregunta es, ¿cómo? ¿Cómo la buscamos? ¿Cómo nos revestimos de mansedumbre y de dulzura, tal como dice Colosenses capítulo 3? ¿Cómo nos vestimos de mansedumbre? ¿Qué hacemos?
Creo que un buen punto de partida es ser honestas con nuestras debilidades. Detengámonos y evaluemos nuestro coeficiente de mansedumbre. Resulta fácil compararnos con algunas de las mujeres del mundo, como las que hemos mencionado, que son atrevidas, exageradas, escandalosas, y decimos, «bueno, yo no soy así». Pero en realidad nos debemos comparar con la Palabra de Dios y preguntarnos, «¿cómo estoy en cuanto a la mansedumbre?»
Permíteme hacerte algunas preguntas. No trates de anotarlas todas. Las tendremos para ti en la transcripción que puedes obtener si visitas nuestra página. Pensando en dónde creemos estar en relación a la mansedumbre, contéstate…
¿Eres fácilmente provocada?
¿Te irritas o te molestas con facilidad cuando las circunstancias no te complacen?
¿Tienes la tendencia a perder los estribos?
¿Tienes mal genio?
¿Te enojas fácilmente?
¿Arremetes en contra de tus hijos cuando ellos cometen errores?
¿Eres a menudo impaciente con aquellos que no ejecutan a tu nivel de expectativas o no se presentan a tiempo o no son tan conscientes como tú?
¿Tus amistades te provocan a la impaciencia, o quizás lo hagan los amigos adolescentes de tus hijos, quienes se comportan como si tuvieran dos años? Les dices, ¡maduren! Y lo haces de manera impaciente.
¿Tienes un espíritu de crítica? Esto no significa que nunca les señalas a tus hijos las cosas que deben ser corregidas. La pregunta es, ¿tienes un espíritu que busca cosas negativas? ¿Ves las cosas con ojos negativos y un espíritu crítico?
¿Te encuentras frecuentemente resentida con la gente o las circunstancias que atraviesas por no hacer o ser como tú quisieras que fueran e hicieran?
¿Eres una mujer controladora? La mansedumbre es un espíritu de humildad que declara, Dios está en control, no yo. ¿Te encuentras controlando, tratando de tener las riendas de tu propia vida y la de los demás a tu alrededor? ¿Estás controlando tu hogar, tu matrimonio, tu área de trabajo, hasta controlando al grupo de mujeres de tu iglesia? ¿Sientes que debes estar en control? ¿Sientes que debes tener la última palabra? ¿Se tienen que hacer las cosas a tu manera?
¿Eres bocona y ruidosa? No estoy hablando de un asunto de personalidad. Agradezco al Señor el hecho de que hizo diferentes tipos de personalidades. Algunas de ustedes son muy extrovertidas, pueden fácilmente platicar con extraños, son el alma de la fiesta. Nada malo hay en ello. Pero si tienes un espíritu que al entrar en una habitación te hace dueña de ella con tu lengua, tus palabras, tu boca. Sabes a lo que me refiero cuando digo «bocona». Mujeres que hablan demasiado, que hablan muy fuerte, de manera muy escandalosa. Llamando la atención sobre ellas mismas, sin ser sensibles a otros a su alrededor. Sin ser capaces de escuchar, solo siendo unas parlanchinas.
«Rápida para hablar». ¿Eres tú «rápida para hablar»? Cualquier cosa que cruza por tu mente simplemente tiene que salir por tu boca. Con frecuencia terminamos teniendo que confesar pecado simplemente porque hablamos demasiado apresurado. Proverbios 10:19 dice: «En las muchas palabras no falta pecado…» Pecaremos si hablamos demasiado.
¿Tiendes a ser muy franca? Cualquier cosa que pienses, tus opiniones, son conocidas por todo mundo. Obstinada, dogmática. Por cierto, uno de los sitios donde veo esto muy a menudo es en los medios electrónicos, a través de correos electrónicos, en el internet, en las páginas web, o en los blogs. La gente simplemente dice lo que piensa sin frenar o limitar sus palabras. Estoy hablando de gente cristiana.
Hoy en día escucho y ustedes lo pueden ver en el internet, un debate en curso sobre el derecho de los cristianos a usar desde vulgaridad limitada hasta descarada; y algo de ella hasta en los púlpitos. Este asunto de no ser puro y cuidadoso con nuestras palabras, sino que decimos lo que sea que nos pase por la mente. Si se me ocurre, tengo el derecho de decirlo. Eso no es un espíritu de mansedumbre. ¿Cómo te encuentras tú ante esta tendencia?
¿Eres terca?
¿Te aferras a una postura?
¿Debes ser siempre la que dice la última palabra?
¿Siempre debes tener la razón?
¿Eres pronta para corregir a otros, para señalar sus errores, sus fracasos y sus fallas?
¿Tienes un espíritu perfeccionista? Eso no es un espíritu manso.
¿Demandas mucho de los demás? ¿Eres rigurosa? Con eso quiero decir que tienes un pequeñito mundo donde todo debe quedar acomodado a tu deseo o te sales de tus casillas.
Déjame decir, y sé que estoy hablando con mujeres solteras mayores de edad, creo que este es un detalle del que nosotras las mujeres solteras mayores debemos estar muy conscientes. Para las que no tenemos espejos en nuestras vidas, cuando no vives con alguien que rete tus límites, es muy fácil desarrollar ese criterio tan estrecho, negativo y riguroso donde no toleras el ruido de otros. No manejas adecuadamente los cambios. No eres flexible. No te adaptas. Como soltera y ya merecedora del calificativo «mayor», siento necesidad de rodearme de niños en mi vida, así como de familias y cosas que entran en mi mundo y chocan con mis deseos. Lo hago porque no quiero volverme una mujer rígida, gruñona, para quien toda cosa debe salir a su manera.
¿Eres dada a los argumentos?
¿Eres alguien que prueba a los demás?
¿Eres temperamental?
¿Tomas la defensiva cuando eres criticada?
Pudiéramos incrementar la lista de preguntas, pero estas son las que me vienen a la mente ahora que hemos estado conversando sobre la mansedumbre. Si tomaste esta pequeña prueba de tu corazón, ¿dónde te encuentras? El primer paso para cultivar un espíritu de mansedumbre es ser honesta en cuanto a las áreas donde no eres mansa. Sin hacer excusas para ello, sin defenderte o racionalizar tu conducta. «Bueno, esa es mi personalidad», o «si tuvieras que vivir con este adolescente, con este esposo, con este jefe, entenderías». Sin excusa alguna, simplemente siendo honestas ante Dios en cuanto a nuestra falta de mansedumbre.
Mientras estudiaba para esta serie, Dios usó un montón de simples circunstancias cotidianas, nada espectacular, pero suficientes para sacar de mí y exponer mi falta de mansedumbre, la falta de mansedumbre que hay en mi corazón evidenciada en ocasiones a través de mis palabras. En ocasiones a través de mi espíritu o en mi tono de voz, en mis ojos al voltearlos.
Si tú no estás aún convencida de necesitarlo en tu vida, pregunta a la gente que vive contigo. Pídeles que respondan a estas características y que te califiquen. ¿Dirían ellos que tienes un corazón quieto y manso? ¿Qué sueles responder de manera humilde, calmada y paciente a la gente que te provoca en las circunstancias ordinarias? Recuerda que el punto de partida es ser honesta con respecto a las áreas donde no tienes un espíritu manso.
Entonces cultiva un espíritu agradecido—un espíritu agradecido. Digo eso desde varios puntos de vista. Antes que todo, toma conciencia de las misericordias de Dios y date cuenta de que todas las misericordias de Dios en tu vida son inmerecidas. No mereces ninguna de Sus bondades o Su benevolencia. Muéstrate agradecida por la misericordia de Dios. Eso nos ayudará a ser mansas con otros al tratar con sus fallas y debilidades.
Como parte de tu agradecimiento, busca enfocarte en las buenas cualidades de los demás. Busca evidencias de gracia en sus vidas. La persona que te molesta, te fastidia, o te irrita es muy probable que ni sea cristiana, pero fue hecha a imagen de Dios. Busca indicios, pistas, de la imagen de Dios en esa persona. Busca evidencias de gracia divina en la vida de ese esposo, de esa hija adolescente, y concéntrate en esas cosas con un espíritu de gratitud.
Luego vístete con humildad. Esto es parte de la mansedumbre. La humildad es el estado cuando reconocemos nuestra pecaminosidad y nuestra necesidad de misericordia. Nos percatamos de que merecemos la ira de Dios y Su juicio, pero, Él nos ha mostrado Su misericordia. El apóstol Pablo nunca pudo entender el hecho de que Dios lo hubiera salvado cuando él era enemigo de Cristo y lo hubiera puesto en el ministerio. Pablo dice en 1 Timoteo capítulo 1: «Es increíble para mí, es asombroso para mí que Dios en su misericordia hiciera esto por mí» (ver v. 12-16).
Nunca dejes de asombrarte del estado en que estabas cuando Dios te encontró ni dejes de maravillarte de lo que ha hecho en ti y a través de ti. Éramos hacedores de maldad. Cuando estemos muy molestas con otros hacedores de maldad, muy fastidiadas con ellos, recordemos que también nosotras fuimos malvadas. De no ser por la misericordia de Dios, aún lo seríamos.
Tengo una amiga que está lidiando con una situación difícil con un hijo adulto, un joven rebelde. Ella me contaba por teléfono el otro día, «debo ver mi propio corazón, y debo permitirle a Dios que me muestre dónde estaría yo de no haber sido por Su gracia». Es casi imposible ofenderse e irritarse tanto por los pecados de otros cuando vemos nuestra propia necesidad a través de los ojos de la humildad.
Entonces, si deseamos cultivar un espíritu humilde, es muy importante que consciente y consistentemente rindamos nuestros derechos. Sí, rendimos nuestros derechos. ¿Qué nos enfurece? ¿No es acaso que sentimos que nuestros derechos han sido violados? Alguien pisoteó nuestros derechos. Alguien no nos ha tratado como pensamos que debimos haber sido tratadas. Pero entonces, si recapacitamos en cómo realmente merecemos ser tratadas, cualquier cosa que nos venga menor que el infierno es mucho mejor que lo que en verdad merecemos.
Si conscientemente cedes tus derechos antes de entrar en una situación… Cede tus derechos a la felicidad. Cede tus derechos a obtener un esposo que te ame y se preocupe por ti y supla para tus necesidades. Cualquier cosa que obtengas será una bendición. Lo considerarás un privilegio. Estarás agradecida por ello.
«Si quieres cultivar un espíritu manso…» Matthew Henry dice en su maravilloso libro, «arrepiéntete con frecuencia». Sé alguien que se arrepiente continuamente. Déjame leer una cita, Él dice:
«Proponte arrepentirte con frecuencia de tu pasión pecaminosa y renovar tus pactos en contra de ella. Si al reflexionar sobre nuestros arranques de cólera sintiéramos un sabor amargo, no seríamos tan prestos a caer en ellos tan fácilmente».
En otras palabras, si nos damos cuenta de que cuando respondemos con enojo, irritación o ira, y estamos seriamente determinadas a arrepentirnos y si lo viéramos como el pecado que realmente es, entonces no estaríamos tan predispuestas a caer tan rápidamente a la siguiente provocación. Él dijo:
El arrepentimiento eficaz es serio, profundo, está anclado en una humillación y contrición verdadera, nos deja mansos y dispone el alma a soportar heridas con una abundancia de paciencia. Todos los que viven una vida de arrepentimiento continuo—como cada uno de nosotros tiene razones suficientes para hacer—no puede evitar vivir su vida de manera callada y mansa. Pues nadie podrá decir o hacer algo que lo humille más allá de lo que él mismo dice de sí mismo.
Si estás siendo honesta en confesar tus propios pecados, entonces cualquier cosa que otro diga acerca de ti, que te critique o vitupere, sabrás que la verdad acerca de ti es mucho peor. Así que sé pronta en confesar tus pecados y tus faltas a Dios, y a otros y pronta a humillarte tú sola cuando no has respondido en mansedumbre.
Tan solo durante las semanas en que hemos estado estudiando esta serie, tuve muchas ocasiones en que supe que mis respuestas, ya sea por correo electrónico, por teléfono o en alguna reunión, no fueron mansas. Tuve que volver y decirles a los involucrados, «esa no fue una respuesta mansa». ¿Podrías perdonarme? Humíllate como una pecadora arrepentida.
Luego pídele a Dios mansedumbre. Matthew Henry dice:
«Ora a Dios, pídele que Su Espíritu obre en ti la gracia excelente de la mansedumbre y la quietud de espíritu. En cualquier momento que empecemos a comportarnos retadores y ruidosos, debemos elevar una oración a Él, quien aquieta el estruendo del mar, pidiéndole esa gracia que acalla el corazón».
Dile, «Señor, Tú puedes calmar las aguas tormentosas, ¿podrías ahora mismo calmar mi corazón? Aquieta mi corazón. Calma la tempestad. Concédeme un espíritu manso y tranquilo».
Luego toma la decisión de responder en mansedumbre. Matthew Henry dice:
«Debemos comprometernos con una resolución firme, por medio de la fuerza de la gracia de Cristo, a ser más gentiles y amables».
Dice que con gran frecuencia deberíamos examinar nuestro crecimiento y nuestra capacidad en esta gracia. Deberíamos preguntarnos cada noche si mantuvimos la paz durante todo el día.
Date tiempo para reflexionar. No estoy hablando de vivir bajo la ley o de algún precepto legalista. Estoy hablando de cuando el Espíritu Santo nos trae convicción de que no estamos caminando en gracia, humildad y mansedumbre, de que no estábamos revestidas de mansedumbre, sino de orgullo o de ira o dimos rienda suelta a un espíritu irritable. Tómate el tiempo para reflexionar en ello y luego confiésalo.
La mayoría de nosotras vivimos vidas sin autoexaminarnos. Solo andamos por el día. Reaccionamos airadamente. Dejamos en claro nuestra opinión desaprobadora. Perdemos nuestra paz cuando ciegamente creemos defenderla. Y seguimos como si nada grave hubiera sucedido. Y todo ello se va acumulando en nuestro corazón. Haz una pausa y un inventario de tus fallas y observa el corazón de nuestro Dios, tan misericordioso, perdonador y lleno de gracia y di, «oh Dios, gracias por Jesús que murió en la cruz para pagar por este pecado».
Llámalo pecado. No lo llames un rasgo de tu carácter. Y por lo que más quieras no culpes a la persona que te sacó de tus casillas. No cargues a otro con tu responsabilidad. Tómala tú y di, «oh Dios, ten misericordia de mí». Y luego por la gracia de Dios, levántate al día siguiente. Créele a Dios, Su gracia es suficiente, te viste de mansedumbre y de un espíritu de quietud.
Recuerda que es un proceso. No pienses ni digas, «de ahora en adelante seré mansa y humilde hasta el resto de mis días. Nunca más estaré involucrada en una discusión. Nunca más hablaré duramente a mis pequeños». Lo más probable es que lo vuelvas a hacer antes de que termine el día, si en tu corazón crees y dices, «yo puedo lograrlo».
No estamos hablando de moralismo ni de autocorrección o de hacernos ver mejores de lo que somos. Estamos hablando de Cristo, quien mora dentro de nosotras, quien ha pagado el precio por nuestros pecados y vive en nosotras por el poder del Espíritu Santo. Él derrama de Su gracia en nuestras vidas para transformarnos en algo sobrenatural, en algo que nosotras jamás pudiésemos ser alejadas de Él.
Annamarie: Nancy DeMoss Wolgemuth te ha estado ayudando a ver que buscar la mansedumbre, si no es a través de Cristo, es un esfuerzo en vano. Necesitas de la gracia de Dios para ser transformada.
Una mujer que ha visto la gracia de Dios en su vida al ser confrontada por su espíritu controlador nos dijo:
«Estoy agradecida con Dios por usar Aviva Nuestros Corazones... siempre quería tener en control todo, absolutamente todo, y he aprendido a vivir un día a la vez y que Él obra y obrará de la mejor manera en mi vida para darle gloria y honra solamente a Él. Oro por Aviva Nuestros Corazones cada día y que Dios se siga manifestando como solo Él lo sabe hacer en cada serie. Que lleguen a más mujeres que necesitan a CRISTO y que la venda sea quitada porque son enseñanzas cristocéntricas. Bendiciones desde Guatemala».
Qué hermoso es ver la obra de Dios en las vidas de tantas mujeres a través de enseñanzas como las que hemos estado escuchando. Sigamos caminando fielmente, dispuestas a ser transformadas cada día más a la imagen de nuestro Señor Jesucristo.
¿Con qué palabras respondes cuando eres criticada o atacada verbalmente? Y, ¿cómo respondes cuando estás cansada o abrumada por las circunstancias de la vida? Consideremos estas preguntas juntas, mañana aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Invitándote a tener una vida fructífera en Cristo, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
La lectura para hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es Jueces capítulos 1 al 3.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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