Puedes ser libre de la culpa
Débora: ¿Alguna vez te has sentido agobiada por la culpa? Andrea Griffith conoce ese sentimiento.
Andrea Griffith: En mi orgullo, que yo creía que era humildad, pensaba que me tomaría años de castigo pagar la deuda que tenía. Pero la realidad es que nunca podré pagar ese precio. Por eso vino Cristo. Solo Cristo pudo pagar la deuda que tenía.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, autora de «El lugar apacible», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 20 de septiembre de 2024.
¿Guardas algún secreto? ¿Hay algún tipo de culpa de la cual sientes que no te puedes deshacer? Andrea Griffith lo entiende. Más adelante en el episodio, ella nos contará cómo finalmente encontró la libertad de la culpa con la que cargaba.
Primero, escucharemos acerca de una mujer en la Biblia que también se sintió abrumada por la culpa …
Débora: ¿Alguna vez te has sentido agobiada por la culpa? Andrea Griffith conoce ese sentimiento.
Andrea Griffith: En mi orgullo, que yo creía que era humildad, pensaba que me tomaría años de castigo pagar la deuda que tenía. Pero la realidad es que nunca podré pagar ese precio. Por eso vino Cristo. Solo Cristo pudo pagar la deuda que tenía.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, autora de «El lugar apacible», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 20 de septiembre de 2024.
¿Guardas algún secreto? ¿Hay algún tipo de culpa de la cual sientes que no te puedes deshacer? Andrea Griffith lo entiende. Más adelante en el episodio, ella nos contará cómo finalmente encontró la libertad de la culpa con la que cargaba.
Primero, escucharemos acerca de una mujer en la Biblia que también se sintió abrumada por la culpa y veremos cómo ella estaba tratando de cubrir ese dolor cuando conoció a Cristo. Nancy comenzó a desarrollar esa historia ayer en esta serie titulada «Cómo saciar nuestra sed». Aquí está Nancy para retomar la enseñanza.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Hay algún área de tu vida sobre la que, si te pidiera que me contaras, te sentirías un poco incómoda? Probablemente algunas de ustedes estén asintiendo. Obviamente todas tenemos áreas así en nuestras vidas.
Y estamos estudiando la historia de la mujer de Samaria, la mujer junto al pozo en el Evangelio de Juan, capítulo 4. Cristo le ha ofrecido este increíble regalo de la vida eterna, y como escuchamos ayer, ella le dijo: «Señor, dame esa agua. Quiero esa agua viva para no tener que volver a este pozo a sacar agua».
Y en lugar de simplemente decirle: «Aquí tienes el agua viva, puedes tenerla», Cristo le dijo en el versículo 16: «Ve, llama a tu marido y ven acá. Espera un minuto. En primer lugar, debemos hablar con la verdad. Necesitamos profundizar en algunas áreas de tu vida de las que no quieres hablar; de esas áreas ocultas y vergonzosas». Eso es lo que le está diciendo Cristo.
Y hasta donde ella sabe, quien habla con ella es un completo extraño. Él dice: «Necesitamos sacar a la luz algunas cosas de tu vida con las que tal vez no te sientas cómoda hablando».
¿Qué pasaría si te dijera: «Háblame de tus padres. Cuéntame de tu relación con tu padre cuando eras niña»? Para algunas de ustedes esa sería una conversación cómoda. Pero, para otras de ustedes probablemente sea una área incómoda para hablar.
Qué pasaría si dijera: «Háblame de tu matrimonio. Háblame de tu exesposo y de tu matrimonio con él. Háblame de tus hijos. ¿Cómo les va?». Algunas de ustedes tienen hijos encantadores, pero algunas de ustedes lloran hasta quedarse dormidas por la noche por un hijo o una hija rebelde. Puede que sea algo de lo que te sientas incómoda hablando, algo de lo que no quieras hablar.
Cristo le dice a la mujer: «Ve y llama a tu marido». En su vida, eso fue lo más difícil que Él pudo haberle planteado, quiero decir: «Hablemos de cualquier cosa, Cristo, pero no de mi matrimonio». Bueno, de mis matrimonios. «Hablemos de mi trabajo, pero no de mis matrimonios».
Cristo sabe exactamente cuál área de tu vida y de la mía preferiríamos dejar escondida. ¿Sobre cuál área no te gustaría hablar? Bueno, Él dice: «De esa es sobre la que quiero hablar. Ese es el asunto que quiero tratar. Eso es lo que debemos sacar a la luz».
Verás, Cristo quería la verdad. Y a medida que avanza este pasaje, Jesús nos va a decir que Dios está buscando adoradores, pero tienen que adorarlo en espíritu y en verdad. Si vamos a tener esa agua viva, tenemos que caminar en la verdad.
El salmista dijo: «Dios, tú deseas la verdad en lo más íntimo», y el hecho es que Dios lo sabe todo de todas maneras. Pero todavía nos sentimos incómodas al sacar la verdad a la luz.
Cristo quería saber la verdad sobre esta mujer: quién era ella, dónde había estado y lo que le habían hecho. Quería saber sobre su pasado, quería saber sobre su presente. Y no es que Él no lo supiera, pero quería que ella le dijera la verdad sobre esas áreas. Él estaba preocupado por las cosas que ella no quería que nadie supiera.
Y hace un tiempo, estuve en un grupo de mujeres a las que se les pidió que se presentaran recorriendo la sala, y la pregunta fue: «Cuéntanos algo sobre ti que nadie más en este grupo sepa». En ese caso, no fue muy difícil porque realmente no nos conocíamos. Pero les diré una cosa, mientras íbamos alrededor de ese círculo y contábamos algo sobre nosotras mismas que nadie más sabía, ninguna de nosotras dijo algo de lo que nos avergonzáramos. Escogimos contar cosas que considerábamos seguras.
Pero Cristo está diciendo a esta pequeña conversación íntima a esta mujer: «Quiero saber todo sobre ti. Quiero saber lo que nunca dirías en ese círculo». Él quería saber de cuáles cosas ella se avergonzaba, quería saber sobre su necesidad; Él quería saber acerca de las formas pecaminosas en que ella había estado tratando de satisfacer sus necesidades.
Y ahora en el versículo 17, ella le dice a Cristo la verdad. Cristo dice: «Ve, llama a tu marido y ven acá». Y ella le dice: «No tengo marido». Bueno, eso era cierto, pero no era toda la verdad. Creo que simplemente le está diciendo a Cristo lo suficiente como para estar a salvo: Solo le daré un poco de información, pero no quiero contarle todo.
Él quería toda la verdad. Quería saberlo todo, no solo esa forma reservada en que le decimos a Él o a los demás la verdad sobre nosotras mismas. Él quería que ella viniera tal como era, sin pretensiones, sin esconderse, sin tratar de parecer respetable.
Entonces cuando ella dice: «No tengo marido», Cristo le dice: «Tienes razón cuando dices que no tienes marido». Ahora, imagínate que tú fueras esa mujer. El problema es que conocemos demasiado bien la historia, pero ponte en los zapatos de esta mujer: se trata de un completo desconocido que se ha acercado a ella. Él ha iniciado esta conversación. El hecho ya es bastante sorprendente porque ella es una mujer samaritana y Él le habla siendo un varón judío. Y entonces este hombre, al que nunca ha visto en su vida, le dice:
«Bien has dicho: “No tengo marido”. Porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido. En eso has dicho la verdad» (vv. 17-18).
¿Te imaginas lo destrozada que debió sentirse esa mujer? ¿Qué tan destrozada te sentirías? Qué destrozada me sentiría si Cristo proyectara en una pantalla todas las cosas sobre mi pasado, sobre tu pasado, que nunca le hemos contado a nadie.
Cristo está diciendo: «¿Quieres agua viva? Primero, debes ser honesta acerca de tu necesidad. Tienes que ser honesta acerca de la verdad que has tratado de mantener oculta». Y la verdad es que: Cristo conoce la verdad; Él sabe toda la verdad y eso es lo que esta mujer tenía que reconocer. No tiene sentido esconderse de Él porque Él sabe la verdad sobre ti con tanta certeza como sabía toda la verdad acerca de esta mujer. Él sabe la verdad sobre lo que otras personas te han hecho.
Hace un tiempo una mujer me contó que cuando era niña, su padre había abusado sexualmente de ella. Cristo sabe lo que te han hecho. Durante años, esta mujer nunca había compartido eso con nadie hasta hace muy poco, ya cerca de sus cuarenta años. Pero Cristo lo ha sabido desde el principio. Él sabe sobre el abuso. Él sabe del rechazo.
Él sabe del esposo que te abandonó y te dejó con esos niños pequeños. Él sabe acerca de ese hijo o de esa hija que lleva un estilo de vida homosexual o de drogadicción. Aquello que te da vergüenza contarle a alguien, Cristo lo sabe.
Y Él no solo sabe lo que te han hecho, sino también lo que tú has hecho. Él sabe sobre los matrimonios múltiples. Él sabe acerca de los votos rotos, los pactos rotos. Él sabe acerca de las relaciones inmorales, las que existían antes de casarte. Él sabe de la persona con la que estás jugando ahora mismo. Él sabe acerca de ese intercambio de mensajes por correo electrónico, o por Internet, o con ese hombre en el trabajo que se ha convertido en un confidente, o ese consejero, esa persona con la que abres tu corazón con asuntos que él no tiene por qué saber.
Él sabe. Él sabe que quizá alguna de ustedes, que está hoy escuchando, está pensando en dejar a su esposo y no se lo ha contado a nadie. La verdad es que, estás herida, dolida y desesperada. Él sabe lo que estás pensando.
Él sabe si te has distanciado de tus padres. Puede que hayan pasado años desde que pudiste hablar con tus padres, enfrentarte a ese papá o mamá que te lastimó tan profundamente.
Él sabe, y puede que esto no sea cierto para alguna de ustedes, pero Él sabe que puede haber alguien escuchando hoy, que le grita a sus hijos. O tal vez haya más de una persona. Y piensas: «Me enojo mucho dentro las cuatro paredes de mi casa». Él lo sabe. Él sabe toda la verdad. Él sabe que hay algunas que han ido más allá, y más allá de dañar a sus hijos con palabras. Él sabe que hay ocasiones en las que en tu enojo has disciplinado a tus hijos de una manera abusiva o dañina. Él lo sabe.
Sabe de las adicciones a los estimulantes del estado de ánimo, a las pastillas para dormir, a los tranquilizantes. Sabe de las adicciones a la televisión y a la comida. Él sabe sobre los trastornos alimenticios. Conoce a la mujer que se mata de hambre intentando controlar algún área de su vida. Él sabe acerca de la mujer que, luego de comer mucho, vomita.
Él conoce los hábitos pecaminosos y vergonzosos. Él conoce ese hábito inmoral que no puedes controlar. Él lo sabe. Él lo ve. Él sabe. Él sabe acerca de la ira, el temperamento, el gasto excesivo, la deuda en la tarjeta de crédito que has acumulado y que tal vez tu esposo ni siquiera sabe. Él sabe de tus miedos. Él sabe sobre ese aborto. Él sabe sobre los abortos. Él lo sabe.
Y Él está esperando que seamos honestas. Él está esperando que seas honesta. Le dices: «Cristo, necesito agua viva. Necesito esa agua que, si me la das, nunca más tendré sed. Quiero el don de Dios. Quiero lo que Tú tienes para ofrecerme», y Jesús le dice: «Ve y llama a tu marido. Saca la verdad a la luz. Yo lo sé».
Si tenemos demasiado miedo de sacar la verdad a la luz y solo decimos la pequeña verdad que nos sentimos seguras de compartir, Cristo regresará y dirá: «Lo sé todo. Sé que has tenido cinco maridos. Sé que con quien estás viviendo ahora ni siquiera es tu marido. Lo sé». Cristo dice: «Si quieres agua viva, ven y dime la verdad».
Hablemos de la verdad porque Dios está buscando adoradores: aquellos que sean abiertos, transparentes, honestos, quebrantados y humildes ante Él; aquellos que estén dispuestos a sacar a la luz toda la verdad.
¿Hay alguna verdad, algún área de verdad en tu vida que nunca has sacado a la luz del Señor? Ahora bien, no estoy diciendo que necesites contarle a todo el mundo esa verdad, pero ¿alguna vez la has sacado a la luz en tu relación con el Señor? ¿Has dicho: «Señor, no es solo lo que me han hecho, es lo que yo he hecho. No soy solo una víctima de mis circunstancias pasadas, en realidad soy una pecadora por la forma en que he respondido a las circunstancias del pasado, las circunstancias en mi vida. Hay cosas ocultas. Hay cosas vergonzosas. Y estoy dispuesta a ser honesta contigo, a adorarte en espíritu y en verdad».
Y cuando lo hagas, habrás dado un gran paso para recibir esa agua viva que Cristo dice que quiere convertirse dentro de ti en un manantial de agua que brote para vida eterna.
Oh Padre, ¿nos ayudarías a ser realmente honestas contigo, a decirte la verdad? Gracias porque sabes la verdad incluso antes de preguntarla. Sabías la verdad sobre esa mujer antes de pedirle que fuera a buscar a su marido, pero le diste la oportunidad de decir la verdad.
Gracias porque aunque sabes toda la verdad sobre nosotras, dónde hemos estado, qué hemos hecho, sigues involucrándonos y ofreciéndonos ese increíble regalo del agua de vida. Gracias por el amor, Tu amor. Gracias por Tu increíble misericordia y gracia. Que hoy vengamos a tu luz y digamos: «Aquí está la verdad, Señor, te adoro en espíritu y en verdad». Oro en el nombre de Jesús, amén.
Débora: La enseñanza de Nancy DeMoss Wolgemuth estuvo llena de convicción. ¡Tengo dos buenas noticias!
Primero, la mujer de la que hemos escuchado hablar, la mujer del pozo, fue libre de vivir con culpa. A medida que Nancy continúe esta serie durante los próximos días, ella también te mostrará ese Camino que te lleva a la libertad.
Y segundo, estamos a punto de escuchar otra historia sobre otra mujer, Andrea Griffith. Ella podía identificarse con esta mujer en el pozo y con toda la culpa que ocultaba. Andrea encontró libertad de su culpa y estamos a punto de escuchar su historia. Ella la compartió en una de las conferencias de True Woman organizadas por Revive Our Hearts. Escuchemos.
Andrea Griffith: Cuando conocí a Nancy hace años, yo era todo lo contrario a una mujer verdadera. Mi corazón resonó mucho con la enseñanza que alguna vez dio Mary Kassian sobre Isaías capítulo 3, donde se les habla a las hijas de Sion. He vivido cada una de esas consecuencias personales que ella mencionó en el pasaje de Isaías 3.
Durante años, las palabras que rondaban por mi cabeza eran: «Tú lo hiciste. Lo escondiste. Nunca te librarás de eso». Verás, cuando tenía diecisiete años, yo siempre estaba en la iglesia con mi familia cada vez que se abrían las puertas. Yo era líder en mi grupo de jóvenes. . . y yo estaba embarazada.
Dice en Proverbios 28:13: «El que encubre sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y los abandona su pecado hallará misericordia». Y aunque conocía ese versículo en mi cabeza, no lo creía. Y ahora, cuando miro hacia atrás, fue como si Dios me estuviera dando la oportunidad de ser sincera, abierta y honesta acerca de quién era y de caminar en Su luz.
Pero, en cambio, escogí el camino de la oscuridad. Escogí encubrir mi pecado. Terminé con la vida de mi hijo mediante el aborto. Y ese fue el comienzo de una espiral descendente muy larga para mí.
Continué aparentando ser una buena muchacha cristiana, pero también continué mi vida de inmoralidad. Seguía pensando que de alguna manera podría saciar ese vacío dentro de mí. Mi pecado flagrante era mi intento de llenar el vacío en mi corazón que solo Dios podía llenar. Gracias a Dios, Él, en Su misericordia, me estaba persiguiendo incluso cuando yo no lo estaba persiguiendo a Él.
Una mañana estaba haciendo las cosas de una buena chica cristiana. Tenía mi Biblia abierta y recuerdo que Dios estaba hablando claramente a mi corazón. Él dijo: «Andrea, si no eres honesta acerca de tu pasado, dónde has estado y sobre lo que está pasando en tu vida, entonces no iremos más lejos». Eso me asustó muchísimo, porque sabía que Él era mi única salida.
Así que fui a buscar a una mujer mayor y piadosa. Le hablé de mi inmoralidad y del aborto. Luego me reuní con ella y su esposo. En esa reunión, hicieron tantas preguntas y citaron tantos versículos que cuando salí de allí, la convicción de Dios pesaba mucho en mi corazón. No sabía qué hacer, así que fui a un salón en la iglesia y me quedé a solas con Dios.
Caí de rodillas ante el Señor, y Dios, en Su misericordia, vino y me encontró. Por primera vez, vi mi pecado de la misma manera que un Dios santo lo había visto todo el tiempo. Estaba deshecha. Vi la maldad de mi corazón. Nunca había visto eso antes. Era la cosa más fea que jamás había visto. Y, sin embargo, este Dios fiel todavía me perseguía.
Pensé que tenía una relación con Él, así que hice lo único que se me ocurrió hacer. Comencé con la parte superior de mi cabeza y fui hasta los dedos de los pies y le entregué a Dios cada parte de mí. Y lo que me tomó meses en darme cuenta fue que ese era el punto de mi salvación.
En Lucas 6:46, Cristo está hablando y dice: «¿Por qué ustedes me llaman: “Señor, Señor”, y no hacen lo que Yo digo?». Bueno, había estado llamando a Cristo “Señor” durante años, pero nunca lo había obedecido como Señor. Nunca puse mi vida bajo la autoridad de Cristo. Y ese día, en ese salón, fue la primera vez que realmente me arrepentí.
Después de eso, todo cambió para mí. No podía tener suficiente de la Palabra de Dios. La Palabra saltaba de la página hacia mí. Abría la Biblia y era como si Dios me estuviera hablando, enseñándome: «Así es como se vive. Esta es la forma. Camina en Mí». Estaba aterrorizada de volver a caer en la inmoralidad porque ese era el patrón de mi vida: ir de relación en relación. Entonces Dios me dio el versículo de mi vida, que es 2 Pedro 1:3:
«Pues Su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de Aquel que nos llamó por Su gloria y excelencia».
Bueno, por primera vez tuve conocimiento de Él y pude vivir una vida piadosa. Entonces, mientras sucedían todas estas cosas maravillosas con el Señor, al mismo tiempo yo seguía escuchando esa voz: «Tú lo hiciste. Lo escondiste. Nunca te librarás de eso».
Empecé a sentirme muy, muy enferma. Lo que descubrí más tarde fue que toda la agitación emocional, toda la culpa, toda la vergüenza que llevaba, comenzaron a manifestarse físicamente. Estaba tan enferma que ni siquiera podía mantener un trabajo de medio tiempo.
Me diagnosticaron síndrome de fatiga crónica. Simplemente odiaba quién era y lo que había hecho. Y, sin embargo, no podía librarme de mí misma. Pero aun así, ese Dios fiel me estaba persiguiendo.
Una mañana fui a la iglesia y el predicador estaba enseñando sobre la amargura. Empezó a hablar de que cuando estás amargado no tienes fuerzas ni tienes descanso. Luego habló de cómo se manifiesta en nuestro espíritu que tenemos este espíritu negativo, acusador y crítico.
Y cuanto más hablaba aquel predicador, más me daba cuenta de que estaba describiendo mi vida.
Me senté allí en el servicio preguntándole al Señor: «Dios, ¿contra quién tengo resentimiento? Si estoy amargada, y parece que lo estoy, entonces Tú lo sabes. ¿Podrías mostrarme contra quién tengo este resentimiento?
Y Dios, nuevamente, habló claramente a mi corazón y dijo: «Andrea, estás muy amargada porque nunca has recibido el perdón que ya te di cuando morí en la cruz».
Dios quiere que camine en libertad, no atada por mi pecado y la vergüenza de mi pasado.
En mi orgullo, que yo creía que era humildad, pensaba que me tomaría años de castigo pagar la deuda que tenía. Pero la realidad es que nunca podré pagar ese precio. Por eso vino Cristo. Solo Cristo pudo pagar la deuda que tenía. Su sustitución pagó completamente mi deuda.
Dios estaba esperando que yo recibiera humildemente el perdón que ya me había dado. ¡Él me ha proporcionado una nueva vida y quería que yo caminara en libertad de vida! No atada por mi pecado y la vergüenza de mi pasado.
Así lo hice. Y sí, lo oculté. Pero porque Cristo tomó mi lugar en esa cruz, estoy aprendiendo y creciendo en las Escrituras. La gente me pregunta muchas veces: «¿Cómo te liberaste? ¿Cómo te recuperaste?».
Poco a poco comencé a mejorar físicamente, y lo que sucedió fue que cuando las Escrituras se hicieron más relevantes y grandes que mis propios pensamientos y sentimientos, y cuando creí lo que decían en lugar de lo que yo pensaba y sentía, Dios comenzó a sanarme y a liberarme.
Sí, lo hice. Sí, lo oculté. Pero porque Cristo tomó mi lugar en esa cruz, finalmente renuncié a vivir con culpa.
Débora: Ella es Andrea Griffith, que ofrece la esperanza que tantas mujeres necesitan. Quizás entiendas cuando Andrea dijo «Tú lo hiciste», y, «Lo ocultaste».
Sin embargo, ella es el fiel testimonio de que hay esperanza, y puedes ser libre de la culpa, ser libre de tu pecado.
Y esa es exactamente la razón por la que existe Aviva Nuestros Corazones: para ayudarte a experimentar una esperanza verdadera y duradera en Jesucristo. Queremos compartir contigo un par de testimonios de nuestras oyentes, quienes se pusieron en contacto con nosotras para contarnos cómo encontraron libertad y esperanza en sus momentos más oscuros. Escuchemos:
Mujer 1: En este momento me encuentro pasando un proceso de separación y divorcio con mi esposo; él es inconverso. A lo largo de este tiempo que llevamos separados, el Señor me hizo ver mi situación de pecado, y de la mano con el salmo 51, Dios me hizo ver que solo contra Él había pecado, y eso produjo un dolor en mí y me hizo entender que solo Dios puede purificarme, lavarme y recrear mis huesos.
No ha sido nada fácil para mí el seguir adelante con esto, pero gracias al Señor, a Su misericordia y Su gracia, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. He aprendido a confiar en Dios, a amarlo solo a Él, a fijar mis ojos en Cristo porque Él es lo único que tengo. ¡Cristo es suficiente, en Cristo sé quién soy y en Cristo lo tengo todo!
He aprendido a tener un corazón agradecido en cualquier circunstancia y Dios me ha abierto el entendimiento guiándome a Su palabra para amarlo cada vez más. «Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo» (1 Corintios 15:10).
Mujer 2: Desde muy pequeña en mi casa me enseñaban a leer la Biblia. Podría decir que tenía conocimiento, pero no tenía una transformación en mi corazón. Desde que el Señor me dio convicción de pecado, puedo decir que Su Palabra tuvo sentido en mi vida.
Yo era una joven aparentemente buena, pero escondía pecados de los que ahora me avergüenzo. El versículo con el que el Señor transformó mi corazón fue: «no os dejéis engañar, ni los fornicarios, idólatras, adúlteros, afeminados. . . no heredarán el reino de Dios. . .» (1 Corintios 6:9). Vi en todos estos pecados, que no podía ser salva por mis propios medios, y que solo por Cristo y Su amor manifestado en la cruz podía alcanzar gracia. ¡Dejé atrás mis pecados, y comencé a seguir a Cristo!
Débora: ¡Amén! Solo Dios transforma nuestras vidas y nos capacita para andar como es digno de Él, haciendo lo que le agrada.
Quiero preguntarte: ¿adónde vas para saciar tu sed? ¿A qué tipo de cosas te diriges para satisfacerte? En el próximo episodio, Nancy nos mostrará cómo la verdadera adoración cambia nuestros corazones y nuestro mayor deseo por Cristo. Que tengas un bendecido fin de semana, y te esperamos el lunes aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Llamándote a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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