Puedes cultivar el contentamiento en tu corazón
Annamarie Sauter: Quejarse es una condición grave del corazón.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cuando me quejo, estoy diciendo que rechazo la voluntad de Dios, la autoridad de Dios y el derecho de Dios a gobernar mi vida.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Una de las cosas más desesperantes para una madre es escuchar a sus hijos quejarse. Les repetimos que la queja no es buena, pero a la hora de la dificultad, eso es lo primero que sale de nuestros labios. La queja nos afecta a todos. Hoy Nancy nos ofrece una perspectiva bíblica sobre este tema como continuación de la serie titulada, Cultiva el contentamiento en tu corazón.
Nancy: Estamos examinando la forma cómo respondemos a los problemas, los desafíos y las decepciones de nuestras vidas, y la forma en que tendemos a murmurar y a quejarnos cuando …
Annamarie Sauter: Quejarse es una condición grave del corazón.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cuando me quejo, estoy diciendo que rechazo la voluntad de Dios, la autoridad de Dios y el derecho de Dios a gobernar mi vida.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Una de las cosas más desesperantes para una madre es escuchar a sus hijos quejarse. Les repetimos que la queja no es buena, pero a la hora de la dificultad, eso es lo primero que sale de nuestros labios. La queja nos afecta a todos. Hoy Nancy nos ofrece una perspectiva bíblica sobre este tema como continuación de la serie titulada, Cultiva el contentamiento en tu corazón.
Nancy: Estamos examinando la forma cómo respondemos a los problemas, los desafíos y las decepciones de nuestras vidas, y la forma en que tendemos a murmurar y a quejarnos cuando Dios no hace las cosas como creemos que debería hacerlas.
La última vez que estuvimos juntas revisamos cuatro ocasiones en la vida del pueblo de Israel, justo después de que salieron de Egipto. Dos meses después de haber sido redimidos de Egipto, vimos cuatro casos en los que se enfrentaron con obstáculos, donde encontraron una situación difícil o imposible.
Después de que los hijos de Israel pasaron por estas situaciones que leemos en el libro de Éxodo, Dios los guió al Monte Sinaí. Y si sabes la historia del Antiguo Testamento, sabrás que se establecieron allí once meses y fue allí donde Dios les dio la ley.
Este no fue el final de sus dificultades, pero cuando llegamos al libro de Números, comenzando en el capítulo 11, nos encontramos con que los hijos de Israel no han sido sanados de la murmuración y la queja.
Para que no seamos demasiado duras con ellos, ¿qué tiempo se necesita para curarnos? Justo cuando pensamos que realmente deberíamos tener confianza en la bondad de Dios, cuando debíamos ser capaces de alabarle por fe, algo más sucede, nos agarra con la guardia baja, y nos encontramos una vez más quejándonos, murmurando y dudando de Dios.
En los cuatro primeros casos, Dios ha sido muy misericordioso. En todas las ocasiones realizó un milagro. Vamos a ver que a partir de Números 11, Dios comienza a responder de manera diferente a sus murmuraciones y a sus quejas. A partir de este momento, casi cada vez que murmuraban, Dios enviaba juicio.
Dices: «¿por qué la diferencia? ¿Por qué en los primeros cuatro casos Él hizo un milagro, como si ignorara sus murmuraciones? ¿Y por qué, de repente, a partir de Números capítulo 11, luego de que llegaron al Monte Sinaí... por qué de repente Dios responde con ira y juicio ante sus murmuraciones?»
Al meditar en estos pasajes, me parece que en esos primeros meses, al salir de Egipto, Dios sabía que eran inmaduros. Dios sabía que en realidad no lo conocían y quería darles la oportunidad de llegar a conocerlo. Ahora habían visto la obra de Dios, habían visto Sus milagros, habían experimentado Su gracia, Su poder, Su bondad y Su amor. Ahora, ellos sabían más y eran más responsables.
Quiero decirles estas palabras a aquellas de nosotras que hemos estado caminando con el Señor, tal vez por algunos años: somos más responsables por lo que hacemos, en la medida en queconocemos lo que Dios puede hacer cuando lo vemos actuar a nuestro favor. Pero ahora verás una respuesta muy diferente de parte de Dios a sus murmuraciones.
Las Escrituras nos dicen en Números capítulo 11, que «el pueblo se quejó». En este caso, no nos dice de qué se quejó, y es casi como si no importara. Siempre podemos encontrar algo de qué quejarnos. No da ninguna razón.
Al parecer enfrentaban algún tipo de dificultad. A pesar de que no se nos señala ninguna razón para esa murmuración, hay una vívida descripción de la respuesta de Dios a sus quejas. Las Escrituras dicen:
«Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová; y lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y consumió uno de los extremos del campamento.Y llamó a aquel lugar Tabera, porque el fuego de Jehová se encendió en ellos» (vv.1, 3, RV).
Esa palabra, Tabera, significa quemar. Dios envió una plaga. Puedes imaginarte a los hijos de Israel —que de alguna manera se habían acostumbrado a murmurar, y se habían acostumbrado a que Dios viera sus murmuraciones— y ¡de repente! Hay una plaga, hay fuego, hay llamas.
Uno se pregunta si estarían pensando, «¿qué tiene Él? ¿Qué provocó a Dios?» Dios había oído sus murmuraciones todo el tiempo, pero ahora Dios está diciendo: «Mira, sabes mucho. Has estado a mí alrededor lo suficiente. Has visto mis obras. Has visto mi gracia. Quiero que sepas que tomo en serio tus murmuraciones».
Números capítulo 11, continuando en ese pasaje y comenzando con el versículo 4, dice que había una multitud mixta entre los israelitas. Estos eran extranjeros, no israelitas, que salieron de Egipto junto con los israelitas en el éxodo, y comenzaron a anhelar otros alimentos. Algunas de sus traducciones dicen que eran el «populacho».
Ellos eran quejosos, de esos que siempre hay en algunos grupos, en cualquier iglesia y en cualquier familia. A menudo hay un quejón, y observa cómo infectan a todos los demás a su alrededor. Cuando esta multitud mixta comenzó a exigir otro tipo de alimentos, afectó e infectó a todos los demás.
Y la Palabra dice que, de nuevo, los israelitas comenzaron a lamentarse, «y dijeron: ¡Si al menos tuviéramos carne para comer! Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de forma gratuita». ¿Quién les estaba cobrando ahora? No era como que ahora tuvieran que pagar por la comida.
Están comparando su situación actual con la que tenían en Egipto. «Recordamos los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y el ajo». Eso no suena muy apetitoso para mí, y puede que para ti tampoco. Pero estaban recordando los alimentos exóticos que habían tenido en Egipto, y dijeron: «y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos» (vv. 4-6).
Tenían comida, pero se aburrían con el tipo de comida que tenían. «Queremos variedad, queremos especias, queremos algo diferente». El pasaje continúa diciéndonos que el Señor se enojó mucho, y Moisés también estaba disgustado y dijo a Dios: «No puedo yo solo soportar a todo este pueblo ¡Dios, tienes que hacer algo!» Y Dios de hecho lo hizo; Él hizo algo.
En el versículo 18, Moisés dijo a los hijos de Israel (estamos en Números capítulo 11):
El Señor les escuchó cuando se lamentaron: «¡Si solo tuviéramos carne para comer! Estábamos mejor en Egipto» Ahora el Señor les dará carne, y se la comerán. No la van a comer por un día, dos días, cinco, diez o veinte días, sino durante un mes entero —hasta que les salga por las narices y la detesten— porque han rechazado (algunas traducciones dicen que «han despreciado») al Señor, que está entre vosotros, y se han lamentado ante Él diciendo: ¿Por qué salimos de Egipto?» (vv.18-20, parafraseado).
El pasaje continúa diciéndonos que Dios envió codornices en abundancia, más codornices de las que podían manejar, pero escucha esta descripción, comenzando en el versículo 33 —es muy gráfica.
«Mientras la carne estaba todavía entre sus dientes y antes de que pudiera ser consumida (antes siquiera de que hubieran tragado una mordida) la ira del Señor se encendió contra el pueblo, y los hirió con una plaga muy grande. Por lo tanto, el lugar fue llamado Kibrot-hataava» (vv. 33-34).
Ahora bien, quizás el nombre no significa nada para ti, pero es una frase hebrea que significa literalmente «tumbas del deseo». Terminaron muriendo y siendo enterrados, algunos de ellos por su codicia y sus exigencias de que Dios cumpliera sus deseos.
«Allí sepultaron a la gente que había anhelado otros alimentos» (v. 34).
Siguiendo adelante, hallamos otro caso en Números capítulo 14, y vemos de nuevo un patrón muy similar. Ahora llegamos a un lugar llamado Cades-barnea, y se enfrentan con un reto imposible. Los espías han sido enviados a verificar la salida de la tierra de Canaán, y de los doce que entraron, diez regresaron y dijeron: «No podemos hacerle frente a esto. Hay gigantes en la tierra. Esto es demasiado difícil para nosotros».
Las Escrituras dicen en el capítulo 14 versículo 1:
«Entonces toda la congregación gritó, y dio voces; y el pueblo lloró aquella noche.Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos!¿Y por qué nos trae Jehová a esta tierra para caer a espada?» (vv. 1-3).
¿Te suena familiar? Es solo la estrofa siguiente de la misma canción.
Nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa…Y se dijeron unos a otros: «Designemos un capitán, y volvámonos a Egipto» (v. 3).
Treinta y ocho años más tarde, Moisés estaba revisando el incidente con los hijos de Israel, con estos quejosos, mirando hacia atrás. Y así fue que comentó sobre esa situación. Él dijo: «Y murmurasteis en vuestras tiendas, diciendo: Porque el SEÑOR nos aborrece, nos ha sacado de la tierra de Egipto para entregarnos en manos de los amorreos y destruirnos» ( Deut. 1:27).
¿Ves cómo atacaron el carácter de Dios? Ellos dijeron: «¡Dios nos odia! Y es por eso que Él nos ha hecho esto». ¿Puedes imaginarte llegar a un punto en nuestras vidas donde fijemos la vista en un Dios que nos ha mostrado misericordia increíble, amor, bondad, y lo miremos a la cara y le digamos, «Tú nos odias, es por eso que nos has ocasionado esto».
Pero ¿no es eso lo que el enemigo nos lleva a hacer, a dudar del amor y la bondad de Dios? El Señor dijo a Moisés (¿cómo responde Dios a esto?)
«El Señor dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me desdeñará este pueblo? ¿Y hasta cuándo no creerán en mí a pesar de todas las señales que he hecho en medio de ellos?Los heriré con pestilencia y los destruiré» (Núm 14:11-12).
A medida que leemos, encontramos que Moisés intercedió por ellos y Dios perdonó a los hijos de Israel, pero habría algunas consecuencias bastante graves. El pasaje continúa—estamos todavía en Números capítulo 14— Dios dice:
«¿Hasta cuándo tendré que sobrellevar a esta congregación malvada que murmura contra mí? He oído las quejas de los hijos de Israel, que murmuran contra mí.Diles: “Vivo yo” —declara el SEÑOR— “que tal como habéis hablado a mis oídos, así haré yo con vosotros”» (vv. 27-28).
¿Qué habían dicho? «¡Ojalá hubiéramos muerto en la tierra de Egipto! ¡Ojalá hubiéramos muerto en este desierto!» Y dijo Dios: «¿Quieres morir? Te voy a dar lo que has pedido. Así dice Dios:
«En este desierto caerán vuestros cuerpos —cada uno de ustedes de veinte años de edad o más que se contó en el censo y que ha murmurado contra mí. Ninguno de ustedes va a entrar en la tierra… Sus cuerpos caerán en este desierto. Tus hijos serán pastores aquí por cuarenta años, sufriendo por su infidelidad» (vv. 29, 32-33).
En algunas traducciones la palabra infidelidad se traduce como «tus fornicaciones». Así de serio tomó Dios esto.
Sus hijos van a sufrir por su (adulterio espiritual) infidelidad, hasta que el último de sus cuerpos sea encontrado en el desierto… Ustedes van a sufrir por sus pecados, y sabrán lo que se siente tenerme en su contra.
«Ciertamente esto haré a toda esta perversa congregación que se ha juntado contra mí. En este desierto serán destruidos, y aquí morirán» (vv. 33-35).
Así, vemos que la raíz del pecado que causó consecuencias increíbles en los hijos de Israel fue el pecado del descontento. . . descontento con Dios, con Su presencia, con Su provisión, y con Su plan.
Quiero que veamos algunas de las características de un corazón descontento o insatisfecho, porque hemos visto que el apóstol Pablo dijo: «Estas cosas sucedieron como ejemplo para nosotros». Fueron escritas para advertirnos. «No murmures», dice Pablo en 1 Corintios 10, «como algunos de ellos murmuraron y perecieron en el desierto» (v. 10).
¿Cuáles son algunas de las características del descontento? En primer lugar, quiero que veas que el descontento es una condición del corazón. Es un asunto del corazón. Ahí es donde comienza. No empieza al ser expresado verbalmente, comienza con un corazón internamente descontento con Dios. Es la actitud de un corazón insatisfecho con lo que Dios ha provisto.
Dios ha suplido nuestras necesidades, pero dentro de cada uno de nosotros, hay una parte que dice: «Yo quiero más». Hay un anhelo de más, el anhelo por lo que Dios no ha provisto. Dios proveyó maná y los hijos de Israel, dijeron: «Queremos más variedad en nuestro menú».
Cuando Dios provee, la inclinación de nuestro corazón, es decir, «dame más». Es natural para nuestra carne. Frecuentemente, nuestro descontento se centra en lo temporal y no en lo eterno. Mira las cosas por las cuales los hijos de Israel murmuraron. Tenían que ver con el agua, con la comida, con los egipcios.
Eran visibles, reales. Ellos perdieron de vista las realidades invisibles y eternas. Tenían sus ojos puestos en lo que podían ver, lo que podían tocar, y estaban siempre anhelando más de lo temporal, pero perdieron la perspectiva de lo eterno.
¿Qué es eterno? El carácter de Dios, el corazón de Dios, la bondad de Dios, el plan de Dios, pero es verdad que este mundo en que vivimos, tiende a enfocarse en la ropa, en lo temporal, en la provisión física. En el tipo de casa en que vivimos, en el trabajo que tenemos, en las personas que nos rodean.
Nos fijamos y nos obsesionamos con las cosas que podemos ver. Cuando hacemos eso, cuando nos estamos enfocando en las realidades visibles y temporales, perdemos de vista las grandes realidades eternas. Perdemos la perspectiva.
El descontento generalmente implica comparación. Nos comparamos con la manera en que solíamos ser. Nos acordamos de cómo era en Egipto. Teníamos todos aquellos alimentos estupendos para comer. Se habían olvidado de que habían sido siervos miserables de Faraón, esclavos de Faraón todos esos años.
Pero se acordaron de las pocas cosas buenas acerca de la manera en que solían ser, y compararon. Nos comparamos con la manera en que les va a otros, las cosas que otros tienen que nosotros no tenemos, las experiencias que otros son capaces de disfrutar que no llegamos a experimentar.
Todo este pecado del descontento en mi propia vida, me resulta muy fácil alimentarlo con cosas como catálogos, centros comerciales… Estoy satisfecha con lo que tengo. Estoy contenta con la ropa que tengo. Tengo algo que ponerme todos los días. Podemos ir a un armario lleno y desbordado y decir: «No tengo nada que ponerme».
Mientras me quede en mi casa y en mi pequeño círculo, me conformo con lo que tengo, hasta que entro a una tienda por departamentos, y empiezo a ver todas las cosas nuevas que no sabía que yo no tenía, que no sabía que necesitaba hasta que las vi anunciadas.
Somos alimentados por la publicidad, la televisión; otras personas pasan a ser nuestro estándar de lo que necesitamos. Creemos que lo que tenemos está bien, pensamos que el coche que conducimos está bien, creemos que el trabajo que tenemos está muy bien, hasta que nos fijamos en lo que otras personas tienen y empezamos a comparar. El corazón descontento duda de la bondad de Dios, pone en duda el amor de Dios, duda de Sus promesas, duda de Su poder y el corazón descontento duda de que la presencia de Dios sea suficiente para él. Cuando tenemos un corazón descontento, nos encontramos como los hijos de Israel: empezando a creer las mentiras acerca de Dios.
Empezamos a creer cosas que no son ciertas acerca de Dios, porque el descontento también nos hace irracionales. No nos deja pensar con claridad y hacemos también lo que los hijos de Israel hicieron. Leemos en Deuteronomio capítulo 1, que los hijos de Israel, dijeron: «Dios nos odia. Él nos quiere destruir».
¿Puedes imaginar que seamos capaces de mirar a los ojos de nuestro amoroso Padre celestial para decirle, «yo sé que no me quieres de verdad, sé que me odias. Sé que me quieres destruir»? Nunca podrías decir esas palabras en voz alta, pero ¿alguna vez has tenido la tentación de sentirte de esa manera, como cuando te encuentras en una situación imposible, sintiendo que Dios no te ama, que Dios te odia?
Así que nos encontramos a nosotras mismas creyendo cosas acerca de Dios, y tal vez incluso en última instancia, diciendo cosas acerca de Dios que no son ciertas. Cuando tenemos un corazón insatisfecho, nos olvidamos de la anterior provisión de Dios. Nos olvidamos de lo que Él ha hecho. Es por eso que es tan importante –lo he podido ver en mi propia vida– mantener un registro de las bondades de Dios, para anotarlas con regularidad: «¿Qué ha hecho Dios por mí?»
En el último par de años, he estado más o menos regularmente llevando un diario de agradecimiento, y hago el ejercicio –no lo hago cada mañana– pero muchas mañanas comienzan con solo anotar cinco cosas por las que estoy agradecida.
No todas son cosas grandes o inmensas. Agradezco a Dios por mi salvación y por algunas otras cosas realmente increíbles; le doy doy gracias a Dios cuando sale el sol de la mañana que es un recordatorio de Su fidelidad, y de que Él cumple Sus promesas.
Doy gracias a Dios porque tengo que comer hoy. Doy gracias a Dios por una almohada, por una cama, por mantas cuando hace frío, por el aire acondicionado en el verano.
Entonces, cuando me siento tentada a murmurar, a quejarme, a pensar que no tengo lo que necesito, puedo volver atrás y revisar este registro de la provisión anterior de Dios. Pero cuando tenemos un corazón insatisfecho, estamos tentadas a olvidar lo que Dios ha hecho en el pasado.
Cuando tenemos un corazón insatisfecho, dudamos de que Dios proveerá en el futuro. Dudamos de que Él proveerá lo que necesitamos en el camino. Cuando tenemos un corazón descontento, rechazamos lo que Dios está ofreciéndonos ahora mismo—Su provisión actual.
Eso fue lo que los hijos de Israel le dijeron a Dios: «¡Nosotros detestamos este miserable alimento!» Olvidaron cómo Él les había provisto en el pasado, pusieron en duda que Él les proveería en el futuro, y dijeron: «En cuanto a lo que tenemos ahora, lo detestamos. No nos gusta. No lo queremos».
Cuando tenemos un corazón insatisfecho, no somos capaces de ver los propósitos de Dios, y no somos capaces de aceptar los designios de Dios, de ver que Dios tiene un plan en el que Él está trabajando, que Él está cumpliendo. Él está queriendo mostrarnos Su grandeza, Su poder, Su misericordia y Su amor. Él está queriendo conformarnos y moldearnos. Él está queriendo hacernos verdaderos creyentes. Él está queriendo edificar nuestra fe, pero cuando tenemos un corazón insatisfecho, rechazamos los propósitos de Dios. Decimos, en efecto, «no me importa cuál es Su plan. Yo quiero lo que quiero y lo quiero ahora». Cuando tenemos un corazón insatisfecho, nos encontramos invariablemente siendo conducidos a otros pecados. No se limita al corazón.
Terminamos expresando nuestro descontento por medio de la murmuración, verbalizamos nuestro descontento, expresándolo a Dios y a los demás. Y tal vez no somos tan rápidos en expresárselo a Dios como lo somos expresándolo a los demás. Así que nos encontramos a nosotras mismas expresando nuestros lamentos a los demás —y es increíble todos los motivos que podemos encontrar para quejarnos.
Ya hablaremos en las próximas sesiones sobre algunas de las cosas por las que nos quejamos. El pecado del descontento, en última instancia, conduce al pecado de la murmuración, a expresar nuestro descontento con Dios. El pecado del descontento va mano a mano con otro pecado muy grave, el pecado de rebelión.
En Deuteronomio, Moisés les dice a los hijos de Israel, cómo se reflejó en esos años la murmuración. Él dice, «se rebelaron contra Dios». Cuando me quejo, estoy diciendo: «Yo rechazo las elecciones de Dios, la autoridad de Dios y el derecho de Dios a gobernar mi vida. No quiero Su plan para mi vida. Me rebelo contra esto».
Esa es una batalla que no podemos ganar. Dios hará Su voluntad en nuestras vidas, pero podemos ir pateando y gritando, o podemos ir en sumisión, entrega y fe.
Annamarie: Es muy fácil caer en la queja cuando llegan pruebas y dificultades a tu vida. Pero no tienes que dejarte controlar por el descontento. En la Palabra de Dios encontramos verdades que nos ayudarán a cultivar el gozo en medio de las dificultades.
Te animamos a hacer precisamente eso a través del libro, «Sea Agradecido: Su camino al gozo». En este Nancy DeMoss Wolgemuth te muestra verdades bíblicas que te ayudarán a cultivar un corazón gozoso. Encuentra el acceso para adquirir este recurso en la transcripción de este programa, en AvivaNuestrosCorazones.com.
Un corazón contento, aun en medio del sufrimiento, puede dar gracias porque conoce a su Dios y confía en Él. Pero un corazón descontento nos llevará a la ingratitud que a su vez nos llevará a la amargura, la murmuración y otros pecados.
Patricia: Un corazón satisfecho es un corazón agradecido. Necesitamos aprender a expresar gratitud por las bendiciones de Dios. Y creo que este es uno de los grandes remedios para la depresión, la desesperación, el desaliento, la frustración, uno de los remedios más grandes para un corazón descontento. No se puede murmurar y dar gracias al mismo tiempo, simplemente no puedes hacerlo.
Yo encuentro que en cada circunstancia de la vida tengo una de dos alternativas; puedo adorar o puedo quejarme, pero no puedo hacer las dos cosas al mismo tiempo. El olvidarnos de dar gracias a Dios conducirá a la amargura, a la desesperación y a la esclavitud; pero el dar gracias a Dios, conducirá a la libertad, al gozo y a una mayor bendición.
Annamarie: Más sobre esto, mañana aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Aprendiendo a estar contentas juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
La lectura bíblica para hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es Números capítulos 27 al 29.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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