Probada en el desierto
Annamarie Sauter: El desierto es un lugar donde aprendemos a caminar por fe.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Cuando no puedes oír, cuando no puedes ver, cuando no sabes, cuando no puedes ver el resultado y andas a ciegas en esa oscura noche en el desierto, sin poder ver el final, ¿qué puedes hacer? Caminar por fe. Es allí donde aprendes a andar de la única forma que nos queda, el caminar por fe.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia Saladín.
Hoy continuamos en la serie titulada, «Atravesando los desiertos de la vida».
Nancy: Recibí una llamada telefónica ayer por la noche, de una amiga con la que no había hablado desde hacía tiempo, y ella me ilustró lo que hemos estado diciendo en esta serie sobre el desierto. Me contó de una experiencia que acababa de tener en la cual …
Annamarie Sauter: El desierto es un lugar donde aprendemos a caminar por fe.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Cuando no puedes oír, cuando no puedes ver, cuando no sabes, cuando no puedes ver el resultado y andas a ciegas en esa oscura noche en el desierto, sin poder ver el final, ¿qué puedes hacer? Caminar por fe. Es allí donde aprendes a andar de la única forma que nos queda, el caminar por fe.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia Saladín.
Hoy continuamos en la serie titulada, «Atravesando los desiertos de la vida».
Nancy: Recibí una llamada telefónica ayer por la noche, de una amiga con la que no había hablado desde hacía tiempo, y ella me ilustró lo que hemos estado diciendo en esta serie sobre el desierto. Me contó de una experiencia que acababa de tener en la cual Dios realmente la había usado. Ella había estado enseñando sobre la modestia a las jóvenes en su área, y había estado haciendo estos desfiles de moda sobre la modestia. Es realmente una buena idea, ella había reunido a madres e hijas para mostrarles el aspecto de la modestia y promover este concepto.
Ella estaba muy emocionada por esta última experiencia que acababa de tener. Pero entonces ella me dijo, (creo que fue al día siguiente o dos días después de esta última experiencia) que ella recibió una carta que la dejó atónita. No era lo que ella esperaba. Era algo crítico. Era alguien que no entendía lo que estaba tratando de hacer, y ella me dijo: «Me pasé diez días en penurias por todo esto, desde la cima hasta el fondo».
Yo le dije: «He estado enseñando la serie sobre el desierto, y acabas de ilustrar lo que hemos estado diciendo, de que a veces estas experiencias en el desierto de nuestras vidas vienen justo al umbral de los momentos de mayor victoria y de bendiciones abundantes».
Por eso quiero recordarte: ¡Prepárate! No te sorprendas cuando veas a Dios trabajando en tu vida, y veas un verdadero avance en tu vida, cuando tienes ese gran tiempo de ministerio fructífero, y luego te das la vuelta y te dan por la espalda. No te lo esperabas, y puede venir de muchos lados. Solo quiero recordarte que hay un propósito en todo esto. Hay un valor en esto. Hay una razón para ello.
Al mirar hacia atrás en tu vida, ¿cuándo crees que has crecido más? ¿Cuando todo iba bien? ¿Cuando tenías dinero en el banco, y el sol brillaba, y tu marido estaba locamente enamorado de ti, y no tenían de qué discutir, y tus hijos estaban contentos, agradecidos, eran obedientes? Tal vez digas: «¿Cuándo fue eso?»
Durante los tiempos fáciles de la vida, ¿te encuentras buscando desesperadamente a Dios? O al mirar hacia atrás, dirías, como yo, que los momentos de mayor crecimiento, e incluso los momentos de mayor intimidad con el Señor, han sido en medio de algunas de las experiencias en el desierto, cuando no podías sentir la presencia de Dios, cuando no podías ver lo que Dios estaba haciendo, cuando no podías ver el final.
Al recordar algunas de esas experiencias decimos, «allí es cuando realmente llegamos a conocer a Dios, cuando realmente hemos crecido».
Hemos estado hablando sobre el hecho de que a veces Dios nos envía al desierto porque merecemos ir al desierto. Él solo nos está corrigiendo porque nos ama, y como un buen Padre, nos disciplina. Nosotras experimentamos las consecuencias de nuestras malas decisiones.
Pero también hemos dicho que no siempre ese es el caso. A veces terminamos en el desierto por designio de Dios. En los caminos inescrutables y misteriosos de Dios, algún propósito que Él tiene en mente. No es porque hayamos pecado. No es porque hayamos hecho algo mal. No es porque Él esté enojado con nosotras, si no porque Dios tiene un propósito.
Hoy les quiero hablar acerca de algunos de los propósitos de Dios para enviarnos al desierto. Vemos en el Evangelio de Marcos, en el capítulo 1, que después del bautismo de Jesús, el Espíritu llevó a Jesús al desierto (vv. 9-13). Él fue llevado por Dios al desierto donde, durante cuarenta días sin tregua, fue tentado por Satanás.
Él ayunó. No tenía comida. Tenía hambre. Tal vez allí había animales salvajes. Él estaba solo y aislado. Cuando te imaginas en estas circunstancias puedes pensar en caer en la locura. Es cuando empiezas a preguntarte: «¿Me ha abandonado Dios? ¿Por qué será que Dios me ha traído a esta horrible experiencia en el desierto?»
Quiero compartir con ustedes varias razones de las Escrituras de por qué Dios nos puede llevar al desierto. El primer propósito de Dios, creo yo, es para probarnos. Algunas de ustedes pueden recordar sus días de escuela. Aunque algunas de ustedes todavía están en la escuela. Cuando vas a clases de biología, de matemáticas, de geografía, o lo que sea, ¿cómo hace el maestro para determinar si has aprendido el tema? El viernes por la mañana, examen sorpresa: «Toma un pedazo de papel».
Y te preguntas –porque nadie se sorprendería si cada viernes por la mañana hacemos el mismo ejercicio, ¿no es cierto? –examen sorpresa o exámenes parciales o exámenes finales, ¿para qué? Para averiguar si el estudiante aprendió lo enseñado y para que sepamos nosotras mismas si dominamos el material y el profesor sepa si sabemos. Dios nos manda a veces al desierto para probarnos.
Permítanme darles una ilustración. Como vimos anteriormente en esta serie sobre el libro de Éxodo. Si tienes tu Biblia, te pido que la abras en el libro de Éxodo capítulo 15. Vimos cómo milagrosamente Dios guió a los hijos de Israel para salir de Egipto hacia el otro lado del mar Rojo. Vimos la increíble mano redentora y poderosa de Dios haciendo todos estos milagros a favor de su pueblo. Y luego vimos que el lugar a donde los llevó resultó ser un desierto inmediato.
No fue solo un desierto, sino tres diferentes. Uno tras otro, a tres meses de la salida de Egipto. Los hijos de Israel tenían tres experiencias diferentes de desierto, como lugares donde no había agua, o tenían agua pero era amarga, o no tenían comida. Veamos cómo ellos respondieron a todo esto. Pero, Dios les dijo a los hijos de Israel la razón del por qué los llevó al desierto.
En Éxodo capítulo 15, versículo 22, los hijos de Israel se encuentran en el desierto de Shur. La Escritura dice: «Moisés hizo partir a Israel del mar Rojo, y salieron hacia el desierto de Shur». Y luego en el versículo 25: «Y Dios les dio allí un estatuto y una ordenanza, (les dio Su ley) y allí los puso a prueba». Él los puso a prueba.
Vayamos al capítulo 16, versículo 1: «Salieron de Elim» que era el oasis después del desierto «y toda la congregación del pueblo de Israel llegó al desierto de Sin». Y seguimos hasta el versículo 4: «Y Jehová dijo a Moisés: He aquí, yo estoy a punto de llover pan del cielo para vosotros, y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de cada día». ¿Por qué? «A fin de ponerlos a prueba, si andan en mi ley, o no».
Ahora vayamos al capítulo 20. Esto sucede en el desierto del Sinaí. ¿Qué recuerdas del Sinaí? Es ahí donde Dios le dio al pueblo la ley, en el Monte Sinaí. Y Moisés dijo al pueblo, en el versículo 20 de Éxodo 20: «No temáis, porque Dios ha venido para poneros a prueba, que el miedo de Él esté delante de vosotros, para que no pequéis».
En cada una de estas experiencias en el desierto, Dios dijo: «Quiero probarte. Estoy tratando de enseñarte algo, y quiero ver si lo has aprendido». Quédate allí un momento mientras leo un versículo de Deuteronomio.
En Deuteronomio capítulo 8, en el versículo 2, Moisés recuerda esos años, trayendo a la mente de los hijos de Israel cómo fueron esas experiencias en el desierto, y dice: «Y te acordarás de todo el camino por donde el SEÑOR tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos».
¿Pero, qué dice Dios acerca de ponernos a prueba en el desierto? ¿Qué quiere ver que hayamos aprendido? ¿Qué quiere saber? ¿Qué está tratando de mostrarnos sobre nosotras mismas? Bueno, Él nos pone a prueba, dice Moisés en Deuteronomio, para revelar lo que hay en nuestros corazones, para mostrarnos lo que hay dentro de nosotras.
Lo que somos en realidad sale muchas veces en el desierto, en esa experiencia de prueba.
- Nos damos cuenta de lo que realmente amamos
- Nos damos cuenta de lo que realmente nos importa
- Nos damos cuenta de nuestro verdadero carácter
- Nos damos cuenta de en qué confiamos realmente
Para revelar lo que hay en nuestros corazones, es en las experiencias del desierto cuando esto se manifiesta.
Y luego Dios nos prueba para ver si vamos a ser obedientes. Dios dio una ley a los hijos de Israel y los envió al desierto para ver si la guardarían. La prueba es:
- ¿Seremos obedientes cuando no podemos ver el resultado?
- ¿Seremos obedientes cuando no podemos ver lo que se avecina?
- Cuando los caminos de Dios no tienen sentido para nosotras, ¿seremos obedientes?
- ¿Seremos obedientes aun cuando los caminos de Dios no parezcan funcionar?
He oído algunas mujeres decir, «intenté amar a mi marido, traté de respetarlo. Traté de hacer las cosas que has dicho que hiciera en Aviva Nuestros Corazones, pero no está funcionando». Dios te está probando. Él quiere saber si vas a ser obediente aun cuando no parezca que funciona, incluso cuando no estás consiguiendo los resultados que esperabas.
Y Dios quiere saber si confías en Él, si confías aun cuando no lo puedes ver, cuando tus emociones te dicen que Él no está allí, cuando tus circunstancias sean dolorosas. Cuando parece que tus necesidades no están siendo satisfechas, tus necesidades emocionales, tal vez, en tu matrimonio. ¿Confiarás en Dios para que satisfaga tus necesidades, incluso cuando no sientes que están siendo satisfechas? ¿Confiarás en Dios cuando estés en situaciones imposibles, en las que agotaste los recursos humanos?
Cuando se agota el dinero, cuando tu marido pierde ese empleo, cuando ya no tienes ingresos, cuando las inversiones se van hacia abajo, ¿confías en Dios? Cuando no puedes ver cómo hacer para proveer para la educación de tus hijos. Cuando no puedes ver cómo hacer para suplir esas necesidades de la familia. Ese es un desierto. ¿Confiarás en Dios? Es una prueba. Dios nos envía al desierto para probarnos.
Luego leemos esto en Deuteronomio capítulo 8, que Dios nos envía al desierto para humillarnos. «Dios los llevó por el desierto por 40 años», Dijo Moisés, «para humillarlos. Él los humilló, para causarles hambre» (v. 3. parafraseado). ¿Sabías que algunas veces Dios crea situaciones las cuales tú crees que son la culpa de alguien más?
Piensas que es la culpa de tu jefe o de tu marido o de tus hijos, pero Moisés dice: «No. Dios es quien está detrás de todo esto. Él te ha humillado provocando que tengas hambre, aunque no te deja allí. Entonces Él te alimentó con el maná». Pero Dios nos humilla en el desierto.
Es en el desierto, donde no tenemos ninguna muleta, nada de que apoyarnos, Dios nos despoja. Nos desprende del orgullo; nos despoja de la autosuficiencia. Quedamos desnudas a lo que somos en realidad, y a veces es muy feo. Lo que realmente somos sale a la luz y terminamos humilladas, y nos damos cuenta y decimos, «oh Dios, sin ti soy un desastre. No puedo ordenar mi vida. No puedo responderle bien a la gente. No puedo manejar esta situación». Somos humilladas.
Nuestro orgullo quiere mantenernos en una mentalidad en que creemos que podemos arreglarlo todo. Pero Dios nos manda al desierto donde somos incapaces. Cuando no podemos lograrlo solas, sale lo peor de nosotras y somos humilladas.
Y también vemos esto en estos pasajes, que Dios nos manda al desierto para enseñarnos. «Él nos ha humillado». Deuteronomio 8, versículo 3, dice: «y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná. . . para hacerte entender, enseñarte, que el hombre no solo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del SEÑOR». Dios tenía algo que enseñarle a su pueblo, y les costó el desierto para que aprendieran.
¿Ves cómo es que en el desierto es donde aprendemos lo que realmente es importante, lo que necesitamos? Allí es donde los hijos de Israel aprendieron que necesitaban algo más que solo el pan físico para sostener sus vidas. Ellos necesitaban que la Palabra de Dios sostuviera sus corazones, su alma y su espíritu. Había una parte en su interior que necesitaba algo más crítico que sus necesidades físicas.
Somos tan guiadas por nuestras necesidades físicas. Quiero decir, que si tenemos hambre, esa es la más grande necesidad, ¿verdad? Somos llevadas por lo que podemos tocar, probar y ver con nuestros sentidos naturales; pero Dios nos envía al desierto, donde a veces esas necesidades no pueden ser satisfechas. Y aunque un tiempo de ayuno voluntario puede ser muy saludable para el alma, nos damos cuenta y decimos, «necesito más que el alimento físico para vivir. Necesito a Dios. Lo necesito más de lo que necesito el aire para respirar». Nos damos cuenta de lo que realmente importa.
Un amigo me escribió hace poco y me habló de un período de tres años en el que Dios lo llevó por una experiencia en el desierto. Él está a tiempo completo en el ministerio, y seguía sirviendo al Señor, pero él dice que durante ese período de tres años, sintió una ausencia increíble de la presencia de Dios en su vida. Día tras día, durante tres años, sintió que Dios estaba lejos.
Él continuó diciendo: «Estas son algunas lecciones que he aprendido». Y ese es el punto. A través de esos tres años, viví día a día sintiendo que no podía ver a Dios, que no podía sentirlo, no lo estaba experimentando de maneras que lo hacía en otras ocasiones». Y luego él dice: «Esto es lo que aprendí». Ese es el punto. Dios nos envía al desierto para enseñarnos.
Otra amiga, la esposa de un colaborador de nuestro ministerio, me escribió recientemente. Ella me habló de algunas experiencias que había tenido en el desierto y algunas de las cosas que Dios le había enseñado. Permítanme compartir con ustedes lo que Dios le enseñó. Ella dijo:
He aprendido que la vida en la tierra, realmente no es perfecta, y probablemente nunca irá de la manera perfecta que lo pintan los cuentos que imaginamos. Pero Dios es muy real, y nos da la gracia y la fuerza para hacer frente a las cosas cotidianas.
En el desierto, realmente se aprende a valorar la vida en Cristo porque es muy real, y Él es muy poderoso. Lo aprendes aun si Dios no responde a oraciones específicas sobre las cosas que pensabas que eran verdaderas necesidades, Él poderosamente provee los «todavía puedo».
(Esto es lo que ella quiso decir con eso). Incluso si mis hijos no tienen una experiencia vibrante en su grupo de jóvenes. (Tal vez tú estás en una iglesia donde el grupo de jóvenes no es lo que tú hubieras esperado que fuera), Dios todavía puede moldear sus corazones y hacerlos adultos para Él.
(Los «todavía puedo» de Dios). Ella continúa diciendo: Aunque nuestro ingreso financiero nunca sea lo que pensamos que necesitamos, Dios todavía puede proveer para nuestras necesidades de otras maneras. Aunque mi marido no puede tomar un tiempo libre para que podamos tomar unas vacaciones familiares, Dios todavía nos puede ayudar a disfrutar de lo que nos rodea en este lugar y a estar contentos y felices. Verás que Dios todavía puede satisfacer tus necesidades, incluso cuando no te responde, o responde de la manera que no te gustaría, o le hayas pedido.
Así que Dios nos envía al desierto para enseñarnos.
Y también nos lleva al desierto para fortalecer nuestra fe y hacernos dependientes de Él. Él quiere enseñarnos dependencia total en Él. Él nos quiere despojar de la confianza en nosotras mismas o la confianza en los demás. Los hijos de Israel cuando estaban en Egipto eran totalmente dependientes de Faraón. Ahora bien, eso no era vida, porque Faraón no tenía un corazón para los israelitas, pero al verse en el desierto, anhelaban los días pasados en Egipto con nostalgia.
Ellos decían: «Oh, qué maravilloso era Egipto». Qué memoria tan mala tenían, ellos dependían de Faraón, y tenían qué comer, el faraón era su proveedor. Pero Dios quería que llegaran al lugar donde dependieran totalmente de Él.
¿Cómo Dios nos pone en ese lugar donde no tenemos apoyo, no tenemos sustituto, no tenemos nada o nadie más en quien podamos confiar? Tus amigos se van, o mueren, o se van de tu vida de alguna manera, o tu situación financiera se viene abajo en algún sentido. Las «cosas» tangibles o visibles en las que te apoyabas, ya no están.
¿Y qué sucede? Luego descubres que Dios es el único suficiente. Nunca sabrás que Cristo es todo lo que necesitas realmente, hasta que Él sea todo lo que tienes. Cuando Él es todo lo que tienes, sabes que Él es todo lo que necesitas. Así que en el desierto Dios nos hace dependientes de Él.
El apóstol Pablo, en 2 Corintios capítulo 1, habla de las dificultades que había tenido que soportar mientras ministraba en Asia. Él dijo: «porque fuimos abrumados sobremanera, más allá de nuestras fuerzas, de modo que hasta perdimos la esperanza de salir con vida». (v. 8). No puedo decirte cuántas veces voy a este pasaje, y me encuentro con que mi corazón lo necesita en los momentos más difíciles, cuando siento que no puedo más.
El apóstol Pablo experimentó esto. Él dijo: «porque fuimos abrumados sobremanera, más allá de nuestras fuerzas, de modo que hasta perdimos la esperanza de salir con vida». De hecho, en nuestro corazón a veces nos sentimos como en pena de muerte. Pero eso sucede «para que no confiemos en nosotros mismos sino en Dios que resucita a los muertos» (2 Cor. 1:8-9).
Si vamos a morir, entonces sabemos que estamos confiando en Dios, el hacedor de resurrecciones. Entonces, ¿qué es lo peor que me puede pasar en esta experiencia? ¿Que me muera? Bueno, ¿qué hay de malo en eso? Dios resucita a los muertos. Pablo dijo: «No importa cuál sea el extremo, hasta dónde llegue esto, está bien porque yo confío en Dios».
Tendemos a confiar en las cosas y personas que podemos ver. Pero Dios quiere enseñarnos a depender de lo que no podemos ver. Esa es la fe: confiar en Su carácter, en Su Palabra. «El hombre no vive solamente de pan», y eso es lo visible, «sino de toda palabra que sale de la boca del SEÑOR» (Deut. 8:3).
Y anteriormente he leído en esta serie un extracto largo del artículo de Charles Colson, «La noche oscura de mi alma», donde nos habla acerca de una experiencia de un año en el desierto de su propia vida. Él concluyó diciendo: «La fe se vuelve más fuerte cuando estamos sin consuelo y tenemos que caminar en la oscuridad en un abandono total. La fe no es realmente fe», dijo, «si se puede confiar siempre en un silbo apacible de Dios alentándonos».
Así que cuando no puedes oír, cuando no puedes ver, cuando no sabes, cuando no puedes ver el resultado y siempre que andes a ciegas en esa oscura noche, en el desierto, sin poder ver el final, ¿qué puedes hacer? Caminar por fe. Es allí donde aprendes a andar de la única forma que nos queda, el caminar por fe.
Cuando estaba preparando esta sesión, un versículo que yo no había pensado vino a mi mente. Es del Cantar de los Cantares, capítulo 8 versículo 5, y es precisamente este versículo corto que creo que describe muy bien lo que pasa en nuestros desiertos. Está hablando de la novia y de su novio, la novia y su amante, su relación íntima, de cómo esa relación se construye, el fortalecimiento de cómo se hace. Dice en el Cantar de los Cantares, en el capítulo 8, versículo 5: «¿Quién es ésta que sube del desierto, recostada sobre su amado?»
Cuando has caminado por el desierto y sales de allí, ¿Cuál es tu postura? Confiar en tu amado. Descansar en Jesús, dejándote llevar por sus brazos eternos.
Confiada, tranquila, segura y a salvo de toda alarma; confiada. Apoyada en los brazos eternos.
Annamarie: Nancy DeMoss de Wolgemuth regresará para orar. Ella nos ha estado hablando acerca de los desiertos en la vida como alguien que ha atravesado algunos. Nancy sabe lo que es aferrarse a Dios cuando no tienes nada más de qué aferrarte, y ella ha estado compartiendo su esperanza con nosotras.
Aquí en Aviva Nuestros Corazones queremos que encuentres esperanza en el único lugar donde la puedes encontrar: en la Palabra de Dios. Así que en nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com, tenemos disponible para ti todo un archivo de enseñanzas basadas en la Escritura. Visítanos y haz uso de los recursos que tenemos allí para ti. Encuéntralos por escritura, por tema o por autor a través de nuestro buscador.
Cuando te encuentras en un desierto, estás siendo entrenada. Puede que no lo sientas así, pero la verdad es que habrás crecido al salir de ahí. Averigua por qué, en el programa de mañana.
Nancy regresa con nosotras para cerrar en oración.
Nancy: Padre, he perdido la cuenta del número de veces en mis propios desiertos, que he deseado que fuera diferente. He deseado alivio, incluso he exigido alivio, pero tampoco puedo contar el número de veces que me has enseñado. Me has probado y humillado, y te manifiestas a mí en formas preciosas en el desierto que yo misma no he visto de ninguna otra manera.
Así que, Señor, quiero darte gracias por los desiertos. Quiero darte gracias que han sido tiempos de crecimiento, tiempos de ser fortalecida en la fe, tiempos de aprender a apoyarme en tus brazos eternos. Ruego por las mujeres que hoy están escuchando este programa y que están en un desierto. Te pido que les des la visión y la esperanza de que cuando salgan de este desierto, se encontrarán en un lugar de confianza, en un lugar donde apoyarse en Su Amado. Y así, por la fe, Te damos gracias por eso. En el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Atravesando los desiertos de la vida juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras fueron tomadas de la Biblia de las Américas a menos que se cite otra fuente.
Espera en Dios, Jonathan & Sarah Jerez, Periscopio ℗ 2017 Jonathan & Sarah Jerez
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