Primera escena: Elisabet
Débora: Tú y yo tenemos la tendencia natural de centrarnos en nosotras mismas. Pero como Nancy DeMoss Wolgemuth dice…
Nancy DeMoss Wolgemuth: No se trata de nosotras. Se trata de servir a Dios y a Sus propósitos. Y cuando el tiempo de Dios no sea el tuyo, recuerda que el tiempo de Dios siempre es perfecto.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 16 de octubre de 2024.
Nancy: Nuestro tema en esta serie es la idea de que Dios puede usar cada día a hombres y mujeres comunes y corrientes para lograr cosas extraordinarias en este mundo. Eso significa que Dios puede usarte si estás dispuesta y disponible para Él.Y escucharemos acerca de una pareja en la Biblia que fue usada poderosamente por Dios.
Pero primero permítanme tomarme un momento para agradecerles por estar dispuestas a apoyar a …
Débora: Tú y yo tenemos la tendencia natural de centrarnos en nosotras mismas. Pero como Nancy DeMoss Wolgemuth dice…
Nancy DeMoss Wolgemuth: No se trata de nosotras. Se trata de servir a Dios y a Sus propósitos. Y cuando el tiempo de Dios no sea el tuyo, recuerda que el tiempo de Dios siempre es perfecto.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 16 de octubre de 2024.
Nancy: Nuestro tema en esta serie es la idea de que Dios puede usar cada día a hombres y mujeres comunes y corrientes para lograr cosas extraordinarias en este mundo. Eso significa que Dios puede usarte si estás dispuesta y disponible para Él.Y escucharemos acerca de una pareja en la Biblia que fue usada poderosamente por Dios.
Pero primero permítanme tomarme un momento para agradecerles por estar dispuestas a apoyar a Aviva Nuestros Corazones. Y quiero compartir este testimonio de una de nuestras colaboradoras mensuales. Ella dijo:
«Hola, soy Gabriela y soy creyente y vivo en Bélgica. Estoy casada y tenemos dos hijos pequeños.
Estoy muy agradecida a Dios por el ministerio de Aviva Nuestros Corazones. Dios usó algunos de sus libros y pódcast para retarme a crecer en la madurez cristiana. Aprecio la honestidad, la transparencia y el deseo de integridad que pude experimentar tanto en la enseñanza bíblica como en los testimonios personales de las personas involucradas en el ministerio de Aviva Nuestros Corazones.
Llegué a la fe cuando tenía ya veintisiete años. Nadie en mi familia es creyente, así que no crecí con ejemplos de lo que significa caminar con Dios. Desde que comencé a buscar a Dios, he tenido hambre de aprender de Su Palabra. También vi los beneficios y el crecimiento que provenían de escuchar las experiencias de otros creyentes fieles. Vi que el pueblo de Dios utilizaba estas relaciones para dar forma a mi camino con Él.
Los recursos de Aviva Nuestros Corazones y el cuidado genuino que este equipo muestra por nosotras las mujeres alrededor del mundo, me hace desear crecer aún más en amar y servir a nuestro gran Dios».
Nancy: Gracias por invertir en la obra del Señor.
Y a ti que nos escuchas, si alguna vez has donado para Aviva Nuestros Corazones, gracias también. Estamos muy agradecidas por la generosidad de oyentes como tú, que ayudan a suplir las necesidades de otras al impulsar y promover la misión de Aviva Nuestros Corazones.
Aviva Nuestros Corazones es un ministerio que se sostiene a base de ofrendas de nuestros oyentes y amigos del ministerio.
Conviértete hoy en una colaboradora y con tu aporte mensual contribuirás a que más mujeres de habla hispana alrededor del mundo puedan crecer en Cristo. ¡Únete a nosotras!
Débora: Bueno, hablando de mujeres usadas por el Señor de manera extraordinaria, escuchemos ahora a nuestra anfitriona, Nancy DeMoss Wolgemuth, quien nos hablará de dos mujeres sobre las que leemos en el Evangelio de Lucas. Aquí está Nancy hablando en una conferencia para mujeres realizada en Holland, Michigan. Ella comenzó describiendo a una mujer de la que quizás hayas oído hablar o quizás no.
Nancy: Su nombre era Henrietta Mears. ¿Alguien ha oído hablar alguna vez de Henrietta Mears? Bueno, puedo ver unas cuantas manos. Ella fue una educadora cristiana y líder de un ministerio universitario en una iglesia en el sur de California. Y también fundó un centro de retiro cristiano en California y fundó una editorial de currículo cristiano que se llamó Gospel Light Publications.
Ella fue una mujer que nunca se casó, y supongo que por eso fue una de las mujeres que considero como modelo, porque simplemente era una mujer que amaba el ministerio y amaba al Señor. Influyó en la vida de muchos líderes cristianos de su época, incluyendo a un joven llamado Bill Bright.
Bill salía con una chica llamada Vonette, que batallaba para creer que la Biblia era la verdad. Él pensaba que no debía casarse con una joven que no creyera que la Biblia era la verdad, así que llevó a Vonette, su novia, a conocer a la señorita Mears, quien era una especie de mentora para muchos jóvenes en edad universitaria… Y la señorita Mears guio a Vonette al conocimiento de Dios, quien pronto se convertiría en la Señora. Vonette Bright.
Cuando Bill y Vonette Bright se casaron, la señorita Mears los invitó a venir a vivir a su casa, que estaba cerca del recinto de la Universidad de California en Los Ángeles; Bill y Vonette Bright iniciaron el centro conocido en ese entonces como: Cruzada Estudiantil para Cristo, en la casa de la señorita Mears, justo al lado del recinto en la universidad. Así comenzó este ministerio.
Bueno, la señorita Mears murió cuando yo tenía cuatro años de edad, en 1963, así que nunca la conocí. Pero Vonette Bright, a quien ella había guiado al Señor, fue una amiga de toda la vida y una gran influencia en mi vida.
Así que, mientras crecía en el Señor, escuché mucho hablar sobre Henrietta Mears. Leí su biografía y fui bendecida por su vida y su ministerio. La señorita Mears era conocida, entre otras cosas, por su gran colección de sombreros. Esto se remonta a la época en que los sombreros estaban de moda y ella tenía muchos. Algunos de ellos eran grandes, otros eran extravagantes.
Cuando ella murió, la colección de sombreros de la señorita Mears fue entregada a Vonette Bright, quien los colocó en la habitación de huéspedes de su casa. Los colgó en la parte superior de la pared alrededor de toda la habitación. Me quedé en esa habitación muchas veces con los sombreros colgados allí: los sombreros de la señorita Mears.
Y cuando Vonette murió, poco después de nuestra boda, su familia, sabiendo de mi amor por Vonette y por la señorita Mears, me ofreció uno de esos sombreros. Para mí, este sombrero es un símbolo de las vidas de estas dos mujeres mayores, una de ellas que nunca conocí personalmente, y que tanto aportaron a mi vida.
Es un recordatorio para mí del poder de las relaciones entre mujeres mayores y jóvenes, y de cómo pueden inspirarse y animarse mutuamente.
Así que déjame invitarte a acompañarme al Evangelio de Lucas, capítulo 1. En Lucas 1 conocemos a dos mujeres. Una de ella es de mayor edad y la otra es bastante joven. La mujer mayor se llama Elisabet y la mujer más joven se llama María.
Capítulo 1, versículo 5, permítanme leer un párrafo aquí y luego hablaremos de ello.
«Hubo en los días de Herodes, rey de Judea. . .», ahora, permítanme detenerme aquí. Eso nos da un contexto histórico y político. «Herodes, rey de Judea». Este fue Herodes el Grande, que reinó desde el 37 a.C. hasta el 4 a.C. Él no tenía nada de grande. Era un tirano cruel. Y él fue designado por Roma, y era una persona mentalmente inestable.
La historia registra que tuvo al menos diez esposas y él por lo menos mandó a ejecutar a una de ellas. Sus hijos conspiraron para envenenarlo, así que los mandó a ejecutar. Y después del nacimiento de Jesús, este es el Herodes quien ordenó la matanza de los bebés en Belén para proteger su trono.
Este hombre había contaminado la tierra de los judíos al construir templos extravagantes llenos de ídolos paganos. Muchos de los sacerdotes judíos de esa época habían sido corrompidos por Roma y estaban controlados y manipulados por Herodes y por otros líderes romanos.
Así que ese es el contexto de lo que estamos a punto de ver «en los días de Herodes, rey de Judea».
Ahora, el versículo 5 dice: «Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, cierto sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías, que tenía por mujer una de las hijas de Aarón que se llamaba Elisabet».
Elisabet pertenecía a esta larga e ininterrumpida línea de sacerdotes. Estaba casada con un hombre, que también pertenecía a una larga línea de sacerdotes, y ambos crecieron conociendo las promesas y la Palabra de Dios.
El nombre de Zacarías significa «Jehová se ha acordado». Ese era un nombre interesante de tener en esa época, porque durante 400 años antes del comienzo del Nuevo Testamento, Dios no le había dicho nada a su pueblo. Desde el final de Malaquías hasta el comienzo de los evangelios, hubo un período de silencio de 400 años. Para el pueblo de Dios era tentador pensar que Él los había olvidado, que se había olvidado de Su pueblo y Sus promesas.
Pero eso no era cierto, porque Dios no trabaja según nuestros calendarios. Cuatrocientos años es mucho tiempo para nosotros, pero no para Dios. No hay nada ni nadie en esta tierra que pueda derrotar Sus propósitos eternos.
Entonces, sin poder ver ni saber lo que Dios estaba por hacer, los padres de Zacarías le habían llamado «Dios se acuerda». Dios se acuerda. Pudieron haber sido 400 años, 800 años o 1000 años, pero Dios se acuerda.
Ahora Elisabet, su nombre significaba: «El juramento o la promesa de Dios; mi Dios lo ha jurado». Sus padres vieron la Palabra de Dios como verdadera, confiable y poderosa. Dios cumple sus promesas.
Así que tenemos a Zacarías, «Jehová se acuerda», y a Elisabet, «Mi Dios ha jurado».
El versículo 6 nos dice que Zacarías y Elisabet, de estas familias sacerdotales, «ambos eran justos delante de Dios, y se conducían intachablemente en todos los mandamientos y preceptos del Señor».
Así que, en contraste con el espíritu de la época perversa en la que vivían, Zacarías y Elisabet nadaron contra corriente. Representaban un remanente fiel. Continuaron caminando con Dios, incluso cuando muchos otros a su alrededor no lo hicieron. Dice que «eran justos delante de Dios».
Ahora, eso no significa que no fueron pecadores o que nacieron justos. Ellos eran justos de la misma manera que nosotras llegamos a ser justas: por la fe, creyendo en las promesas de Dios. Sus corazones estaban inclinados hacia Él y Su Palabra gobernaba cada área de sus vidas. Esta fue una pareja que tomó a Dios en serio. Lo honraron y confiaron en Él.
Ambos eran justos ante Dios. Elisabet no dependía únicamente de la sombra espiritual de su marido: «Sí, mi esposo es pastor, así que eso me hace espiritual». Ella tenía una relación personal con Dios. Ambos eran justos ante Dios.
Pero, ser justos y vivir una vida de fe no eximió a esta pareja de desilusiones, decepciones, de problemas, de anhelos incumplidos. Verás, creo que a veces tenemos la idea de que si realmente somos espirituales, eres espiritual, si realmente caminas con Dios, entonces en la vida te irá estupendamente.
Y no siempre es así. Mira el siguiente versículo: «Ambos eran justos delante de Dios, y se conducían intachablemente en todos los mandamientos y preceptos del Señor. Pero… No tenían hijos, porque Elisabet era estéril» (vv. 6-7).
Así que, aquí esta pareja llevaba décadas de estar esperando, mes tras mes. La esperanza se aplaza mes tras mes. La decepción año tras año.
El versículo 13 nos deja saber que habían orado por esto durante años, pero la situación no había cambiado. Dios no había respondido a su oración. Y para colmo de males, no solo ella era estéril, sino que ambos eran «de edad avanzada». Esa es una forma educada de decir que eran viejos. Ya habían pasado la edad de tener hijos.
La palabra original en griego suena en realidad como nuestra palabra: «estéril». El diccionario dice que significa «desolado y sin vida».
Y sé que tenemos mujeres en nuestra audiencia que anhelan tener hijos, pero no has podido, estás desolada, no has podido dar vida. Así es como te sientes porque anhelas tener un bebé en tus brazos y Dios no te lo ha concedido.
Otro diccionario dice que esta palabra significa: «incapaz de producir descendencia». Estéril. Improductiva. Infructuosa.
Eso puede describir cómo te sientes en relación con la maternidad, pero también puede describir cómo te sientes en otras áreas de tu vida: improductivas, infructuosas, sombrías, sin vida.
- Tal vez tu salud te impide servir en algunas de las formas que desearías poder hacerlo.
- Tal vez estés financieramente tan corta que apenas puedes llegar a fin de mes.
- Tal vez luchas contra el desánimo, contra una depresión crónica o clínica.
- Tal vez sientas que tu pasado te ha dejado estéril, improductiva, infructuosa. Sientes culpa y vergüenza. No crees que Dios realmente pueda usarte.
- Tal vez te sientas atrapada cargando con muchos niños pequeños, y sientes que estás en una temporada estéril.
- Tal vez estés cuidando a tus padres ancianos y hayas tenido que posponer. Tengo muchas amigas que en este momento están cuidando a sus padres ancianos y han tenido que poner sus vidas en pausa y piensan: «¿Qué estoy haciendo que tenga algún valor?».
¿Te sientes estéril?
Ahora, en Génesis 1 la Escritura dice que «Dios creó al hombre y a la mujer, y los bendijo Dios y les dijo: Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra».
Pero aquí tenemos Elisabet, que no pudo cumplir este llamado divino. Si los hijos son una bendición, como Dios dice que lo son, entonces ¿por qué Dios no le estaba dando esa bendición que ella tanto anhelaba? ¿Por qué le estaba negando Su bendición?
Hoy en día son muchas las parejas que por diferentes motivos optan por no tener hijos. Pero en los días de Elisabet, no tener hijos se consideraba una señal del castigo de Dios por algo que habías hecho mal, algún pecado oculto. Era un reproche, un motivo de vergüenza. Era un estigma social. Era humillante. (La gente susurraba: «Ella no pudo tener hijos. ¿Por qué? ¿Me pregunto qué hizo mal? Me pregunto qué pecado cometió»).
Y Elisabet y Zacarías nunca tendrían un heredero, un hijo que continuara con el apellido familiar.
Elisabet y su esposo eran justos, y Dios prometió en las Escrituras que «los justos florecerían». Y en su época, la maternidad se consideraba una forma importante para que las mujeres fueran fructíferas y florecieran. Pero aquí estaba ella. . . estéril y anciana.
Tengo un sobrino que se acaba de casar y es joven. Y es uno de esos jóvenes que tienen un alma de anciano, un alma vieja. El otro día usó la palabra estéril para describir a alguien. Y su esposa le dijo: «Cariño, no digas esa palabra. Esa no es una palabra agradable para referirse a alguien».
Y entiendo que es una palabra un tanto pasada de moda. Pero así se sentía Elisabet. Y puede ser que así te sientas. Ella era vieja y estéril. ¿Significaba eso que Dios no había cumplido su promesa? Eso es justo lo que significaba su nombre: «Dios cumple su promesa». ¿Confiaría ella en Él aun cuando parecía que no estaban floreciendo y fructificando en la forma que anhelaban?
Dios había prometido que a través de la mujer vendría el Mesías que sería enviado a redimir a su pueblo del pecado. Y las mujeres judías anhelaban ser elegidas para este propósito, pero Elisabet nunca sería candidata para ser parte de esa historia. Y no había esperanza de que su situación cambiara porque, hasta donde ella sabía, ella y Zacarías nunca tendrían un hijo.
Ella pudo haberse sentido ignorada por Dios, olvidada por Dios, quizás anhelando, exigiendo una explicación. Pero las circunstancias de su vida no debilitaron su confianza en la bondad de Dios. Ella seguía siendo obediente, seguía siendo justa, seguía guardando Su Palabra, porque ella no estaba sirviendo al Señor por Sus dones, por Sus regalos. Ella le estaba sirviendo porque Él es Dios y Él es bueno. Ella dijo: «Le serviré mientras tenga vida».
Ahora, lo que Elisabet no sabía en ese momento era que Dios estaba reteniendo la bendición de ese hijo a propósito. Y pudieras decir: «¡Pero qué cruel es eso!».
¡No!, Dios tenía un propósito, un buen propósito, y Dios sabía cuándo se cumpliría la plenitud del tiempo, y Dios quería hacer notar que algo extraordinario sucedería con este nacimiento. Entonces, si su hijo, que sería Juan el Bautista, hubiese nacido en los años en que ella era fértil, cuando ella podía tener muchos hijos, cuando estaba en edad de tener hijos, ¿quién hubiera pensado que eso era algo inusual? Pero todos sabían que Elisabet no podía tener bebés. Era imposible. De modo que, Dios iba a mostrar que estaba a punto de ocurrir un nacimiento extraordinario.
Permíteme recordarte que puedes caminar con Dios y vivir una vida obediente y aun así tener una vida de decepciones, dolores y anhelos insatisfechos. Eso no significa necesariamente que hayas cometido algún pecado.
- Puedes ser justa y no tener hijos.
- Puedes ser justa y estar soltera. (No quiero decir que estar soltera sea una maldición. Solo digo que si anhelas tener una pareja y Dios no te la ha dado, puedes ser justa y tener este anhelo insatisfecho).
- Puedes ser justa y perder tu trabajo.
- Puedes ser justa y tener una enfermedad terminal.
- Puedes ser justa y tener una hija pródiga.
- Puedes ser justa y tener un marido incrédulo.
- Puedes ser justa y enfrentar pérdidas y circunstancias dolorosas.
Ahora, a medida que avancemos en este capítulo, veremos dos escenas, y en ambas vemos que Dios interviene de una manera milagrosa.
En la primera escena, encontramos a partir del versículo 8 que un ángel aparece a Zacarías, el esposo de Elisabet.
«Pero aconteció que mientras Zacarías ejercía su ministerio sacerdotal delante de Dios según el orden indicado a su grupo,conforme a la costumbre del sacerdocio, fue escogido por sorteo para entrar al templo del Señor y quemar incienso. Toda la multitud del pueblo estaba afuera orando a la hora de la ofrenda de incienso. Y se le apareció a Zacarías un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se turbó, y el temor se apoderó de él. Pero el ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y lo llamarás Juan» (vv. 8-13).
El nombre Juan significa «la gracia de Dios». La gracia de Dios. El fruto de «Dios se acuerda» y «Dios cumple sus promesas». Zacarías y Elisabet ahora tendrán un hijo llamado «la gracia de Dios».
«Tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán por su nacimiento, porque él será grande delante del Señor… Entonces Zacarías dijo al ángel: “¿Cómo podré saber esto? Porque yo soy anciano y mi mujer es de edad avanzada”.
El ángel le respondió: “Yo soy Gabriel, que estoy en la presencia de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte estas buenas nuevas. Así que te quedarás mudo, y no podrás hablar hasta el día en que todo esto acontezca, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo”» (vv. 14, 18-20)
Versículo 23: «Cuando se cumplieron los días de su servicio sacerdotal, regresó a su casa».
Entonces, el día más importante de la vida de este hombre. . . Ha sido seleccionado para ofrecer el incienso, una oportunidad única en su vida. Aparece un ángel, le dice que sus oraciones han sido respondidas y que su esposa postmenopáusica y estéril, tendrá un hijo. . . y no puede contárselo a nadie, ni siquiera a su esposa, porque no puede hablar.
No sé cómo le habrá contado la noticia a Elisabet, y no sé cómo respondió ella, pero supongo que encontró una manera de hacérselo saber. Y la pregunta es: ¿creyó ella inmediatamente? Ella no vio al ángel. Tendría que haber estado allí. Pero sabemos que esta pareja tenía el hábito de responder a Dios con fe.
Así que el versículo 24 nos dice:
«Después de estos días, Elisabet su mujer concibió, y se recluyó por cinco meses, diciendo: “Así ha obrado el Señor conmigo en los días en que se dignó mirarme para quitar mi afrenta entre los hombres”».
Elisabet no se apresuró a contarle a todos la noticia. En lugar de eso, se recluyó durante los primeros cinco meses de su embarazo. Las Escrituras no nos dicen por qué. Para empezar, ya era mayor para tener su primer bebé, por lo que probablemente estaba cansada muy a menudo. Pero dado lo que conocemos sobre el caminar de Elisabet con Dios, sabemos que hay algunas cosas que probablemente hizo durante esos cinco meses.
Me imagino que alabó a Dios por esta intervención milagrosa; alabó a Dios porque Él cumple sus promesas. Y también me imagino que oraba y le pedía a Dios por sabiduría para saber cómo criar a este niño que sería el precursor del Mesías.
Estoy segura de que reflexionó, medito, así como lo hizo María cuando nació su hijo, saboreando la gracia de Dios que había experimentado.
Creo que ella meditaba en las promesas del Antiguo Testamento sobre quién iría delante del Mesías para preparar el camino para su venida y sobre cómo la venida del Mesías sería pronto.
Creo que quedó atrapada en la maravilla de lo que significaba todo esto.
Ella dijo: «El Señor ha hecho esto por mí». Sabía que no podía atribuirse el mérito de nada de esto. Zacarías no podía atribuirse el mérito de esto. Esto no era suerte. Esto no fue una casualidad. Ella sabía (todos los demás sabían) que ella era estéril. Eran viejos. No podían concebir un hijo. Ella dijo: «El Señor ha hecho esto».
Y luego, en el versículo 25, ella dijo: «Se dignó mirarme». Dios la había mirado. Dios había vuelto Su rostro hacia ella. Dios le había prestado atención, no con indiferencia, impotencia o disgusto. No para castigarla, sino con favor, con gracia.
La gente había asumido que Dios estaba castigando a esta mujer al no darle hijos. Pero ella dijo: «Dios me ha mirado con favor», con gracia. «Se fijó en mí para quitar mi afrenta de entre la gente».
Cuando Dios miró a esta mujer, quitó su oprobio, su desgracia. Y en vez de ello, Él le dio todo lo contrario: le dio gracia, le dio su favor.
¿No es esta una hermosa descripción de lo que Dios ha hecho por nosotras? Éramos pecadoras, bajo la ira de Dios, rebeldes, resistentes a Dios, desobedientes. Pero Dios nos miró con favor, con gracia, para redimirnos de nuestro pecado.
En la mente de Zacarías y Elisabet, años antes habían estado listos para tener un hijo. Pero Dios estaba organizando las piezas y Dios era responsable del tiempo perfecto. En la plenitud de los tiempos, Dios le dio a su hijo, que sería Juan el Bautista, y Dios envió a Su Hijo, que sería Jesús el Mesías.
Zacarías y Elisabet pudieron haber dicho: «Mira. Queríamos un bebé hace décadas. Somos demasiado ya mayores para esto. No queremos esto ahora. No nos gusta Tu momento, Dios».
Pero no se trata de nosotras. Se trata de servir a Dios y sus propósitos. Cuando el tiempo de Dios no es el tuyo, recuerda que el tiempo de Dios siempre es perfecto. Su demora en responder una oración o en conceder una bendición que has anhelado puede ser en realidad una indicación de que Él te dará abundantemente más allá de lo que habías pedido o podías imaginar.
Confía en Dios para escribir tu historia. Confía en los planes de Dios, en Sus propósitos en nuestras vidas que no podemos percibir hasta que llegue Su tiempo.
Débora: Hemos estado escuchando a Nancy DeMoss Wolgemuth con la primera escena de dos escenas que estaremos viendo. Dos mujeres que realmente se pusieron a disposición de Dios para ser usadas de maneras sorprendentes.
Espero que tú y yo podamos dejar de lado nuestras propias agendas para nuestras vidas y tener la misma actitud que tuvieron Elisabet y María. Nancy volverá mañana para compartir la escena número dos con nosotras.
El desafío para todas nosotras es pensar en lo que sea que estemos reteniendo. Firmar un cheque en blanco y entregárselo a Dios puede dar miedo, pero no olvidemos con Quién estamos tratando. Es un Padre amoroso y tierno. Aprendamos de Elisabet, la madre de Juan Bautista.
Y bueno, ¿cómo responderías si supieras que vas a ser la madre del Mesías, pero sería a costa de tu reputación y posiblemente de tu relación con tu prometido? Consideraremos la situación de María y su humilde respuesta en el próximo episodio de Aviva Nuestros Corazones. ¡Te esperamos!
Desafiándote a confiar completamente en tu Padre celestial y descubrir la libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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