¿Por qué ser agradecida?
Annamarie Sauter: Si te preguntara, «¿por qué razón estás agradecida?», ¿qué dirías?
Mujer 1: Porque Dios es bueno porque Él me salvó, porque cada día Él me sostiene con Su gracia, porque Él es el todo de mi vida.
Mujer 2: Estoy agradecida porque Dios no me ha dejado en mi pecado y aun cuando tal vez no me gusten las circunstancias que Él ha utilizado para hacerme ver que estoy mal, eso es una muestra de Su amor para conmigo.
Mujer 3: Yo estoy agradecida porque tengo la Palabra de Dios y porque cada día en la mañana puedo buscarlo a Él y tener una relación personal con Él que no es solo algo aéreo, algo virtual, sino que es una relación personal, que Él puede hablarme a mí y yo puedo hablar con Él a través de la oración.
Mujer 4: Estoy agradecida por el privilegio de vivir …
Annamarie Sauter: Si te preguntara, «¿por qué razón estás agradecida?», ¿qué dirías?
Mujer 1: Porque Dios es bueno porque Él me salvó, porque cada día Él me sostiene con Su gracia, porque Él es el todo de mi vida.
Mujer 2: Estoy agradecida porque Dios no me ha dejado en mi pecado y aun cuando tal vez no me gusten las circunstancias que Él ha utilizado para hacerme ver que estoy mal, eso es una muestra de Su amor para conmigo.
Mujer 3: Yo estoy agradecida porque tengo la Palabra de Dios y porque cada día en la mañana puedo buscarlo a Él y tener una relación personal con Él que no es solo algo aéreo, algo virtual, sino que es una relación personal, que Él puede hablarme a mí y yo puedo hablar con Él a través de la oración.
Mujer 4: Estoy agradecida por el privilegio de vivir una vida centrada en el evangelio.
Mujer 5: Estoy tan agradecida por la salvación, la salvación que Dios me ha dado, el perdón de mis pecados, por ser hija de Dios, por tener una herencia con Cristo, por la esperanza que hay en Él.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Aquí está Nancy con la continuación de la serie titulada, Una actitud de gratitud.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Creo que un cristiano ingrato es realmente una contradicción. En realidad tal cosa no debería existir cuando lo piensas. Nosotras éramos culpables, pecadoras, condenadas, sin relación con Dios, separadas de Él, sin esperanza –esa era la realidad de cada una de nosotras. Esa es la condición en que nacimos.
Entonces Dios en Su gran misericordia y gracia se dignó salvarnos, redimirnos, comprarnos del pecado, liberarnos, enviarnos a Jesús, darnos Su Santo Espíritu, darnos Su Palabra, darnos Su cuerpo, Su pueblo, darnos la esperanza y las promesas de la vida eterna.
¡Y es impensable que seamos otra cosa que agradecidas! Culpa, gracia, y gratitud –ese es el evangelio– y nosotras muy a menudo por diversas razones nos quedamos cortas en la parte de la gratitud. Creo que necesitamos ser recordadas –sé que yo también– de la gracia de Dios y dónde me encontró y de lo que Él me salvó.
Para algunas de nosotras que conocimos al Señor como niñas es difícil recordar cómo era. No tengo recuerdos de antes de ser salva. Venir a confiar en Jesús es mi primer recuerdo. A veces olvidamos dónde Dios nos encontró y dónde estábamos, separadas de Él y qué maravilla es que Él nos salvara.
Mi padre no era un hombre muy emocional, pero cuando iba a hablar acerca de dónde Dios lo había encontrado –como un hombre joven, un rebelde, a mediados de sus veinte años y cómo Dios lo salvó el viernes, 13 de octubre de 1950– él se ponía lloroso porque nunca se recuperó de la maravilla de que Dios lo hubiera salvado.
Yo no quiero tampoco superar el asombro, y creo que un corazón agradecido es una manera de conservar el asombro; y mantener el asombro es una manera de ayudarnos a mantener un corazón agradecido.
Puedo recordar el último Día de Acción de Gracias en la iglesia en Little Rock. La noche antes del Día de Acción de Gracias había un servicio especial por ser la víspera de Acción de Gracias. Y una oportunidad se abrió para que las personas compartieran sobre el año y su testimonio sobre la fidelidad y la grandeza de Dios y lo que Él había hecho por ellos.
Uno tras otro, hombres, mujeres, una niña pequeña, algunos ancianos, algunos jóvenes, se acercaron al micrófono y dieron su testimonio personal de lo que Dios había hecho por ellos en el último año. Le dieron gracias.
Mi corazón fue tan alentado mientras escuchaba sus testimonios –desde diferentes ámbitos de la vida. Tantas experiencias diferentes de vida durante este año pasado, y sin embargo los escuché al unísono dando gracias al Señor. Esto simplemente creó acción de gracias en mi propio corazón porque estas personas estuvieron dispuestas a ir a un micrófono y decir, «Dios ha sido tan bueno. Yo le doy gracias».
Y hoy queremos hablar no solo acerca de cómo dar gracias sino también de cuándo dar gracias. ¿Cuándo debemos darle gracias al Señor?
Permíteme empezar diciendo que todo el tiempo debemos darle gracias al Señor, y vamos a hablar sobre eso, pero hay algunos momentos particulares en los que debemos darle gracias al Señor. Quisiera señalar varios de esos.
El primero es que creo que hay algunas ocasiones especiales cuando es particularmente apropiado darle gracias al Señor: los días festivos, las festividades, por ejemplo. Esa palabra vino originalmente de dos palabras: días santos, que en inglés es Holiday. Así que mientras pensamos en el Día de Acción de Gracias, en la Navidad, en algunos de los días santos en nuestro calendario de la iglesia, por ejemplo, el Día de la Reforma que es el último día de octubre. Algunos de estos días santos fueron creados para ser oportunidades para nosotros para parar y pensar acerca de nuestra fe cristiana, de lo que significa para nosotros y de lo que Dios ha hecho por nosotros; detenernos a hacer un balance, y de una manera especial apartar tiempo para darle gracias al Señor.
Me encanta tomar tiempo en las festividades para darle gracias a Dios mientras reflexiono en Su bondad.
Me encanta hacer eso en la víspera de Año Nuevo y en el Día de Año Nuevo. De hecho, por varios años una de las mayores bendiciones de mi año ha sido un servicio especial de víspera de Año Nuevo que hemos celebrado en mi casa. Tenemos las familias que se reúnen. Simplemente llevan bocadillos y es como un tipo de cena compartida, se pone todo sobre la mesa. Tenemos niños y jóvenes y sus padres, y pasamos un gran tiempo de compañerismo y de disfrutar unos con otros.
Luego, al final de la tarde, tenemos un tiempo de alabanzas y de acción de gracias. Damos testimonios de lo que el Señor ha hecho en el último año, de Su bondad. Leemos las Escrituras juntos. Oramos y oramos por el Año Nuevo. Alabamos a Dios por las misericordias que Él nos ha demostrado a lo largo del año pasado y por la fidelidad que anticipamos durante el próximo año. Esos han sido tiempos preciosos.
Ocasiones especiales para agradecer al Señor. En el Antiguo Testamento los judíos tenían sus propias festividades. Tenían tres festividades cada año, por ejemplo, una en que todos los varones judíos debían hacer una peregrinación a Jerusalén, con el propósito principal de agradecerle al Señor. Dos de esas ocasiones eran al principio y al final de la cosecha.
Así que al principio de la cosecha, ellos ofrecían sus primeros frutos al Señor y decían, «gracias, Señor, por lo que Tú has provisto y por lo que sabemos que Tú vas a proveer». Y al final de la cosecha, cuando todo el grano y el trigo y las provisiones de alimentos ya se habían reunido, ellos se detenían y tomaban un tiempo para reflexionar en la bondad de Dios, para decir, «gracias Señor», para ofrecer sus diezmos y sus ofrendas y acciones de gracias al Señor.
Momentos especiales del año, momentos especiales en nuestras vidas para dar gracias. Hay tiempos en las Escrituras y tiempos en nuestras propias vidas cuando nos detenemos para darle gracias a Dios en la finalización de una tarea o de un compromiso.
Pienso en el templo cuando fue construido y tuvieron ese maravilloso servicio de acción de gracias cuando terminaron. También cuando el muro fue reconstruido en Jerusalén luego de 70 años de exilio, el pueblo se detuvo. Ellos trabajaron duro, trabajaron durante un largo tiempo pero al final se detuvieron para decir, «gracias», gracias al Señor y para adorarle. De hecho, hubo personas cuyo trabajo era ser «agradecedores», para conducir al pueblo en acción de gracias. Estos eran músicos, instrumentalistas, y cantantes, y ellos ayudaron en la ofrenda de acción gracias al Señor.
A medida que tengamos compromisos en el curso de nuestras vidas, es bueno que nos detengamos en el principio y en el final para decir, «gracias, Señor, por lo que Tú vas a hacer, y gracias, Señor, por lo que Tú has hecho».
Recuerdo cuando construí mi casa. Al final de ese tiempo, tuvimos una dedicación de la casa. Se la ofrecimos al Señor, pero también dimos acciones de gracias. Al final del primer año de grabar Aviva Nuestros Corazones, tuvimos una reunión especial y le dimos gracias al Señor por lo que Él había hecho al dar a luz este ministerio y por las personas que habían sido parte del mismo.
Las bodas, los funerales, son ocasiones –cuando hay creyentes involucrados– para dar gracias. Cuando mi papá se fue a su hogar a estar con el Señor, tuvimos un servicio de celebración, un tiempo para celebrar su vida y la bondad de Dios en darnos ese papá ese esposo y amigo para aquellos que estábamos presentes.
Todas estas ocasiones diferentes proveen oportunidades para dar gracias al Señor, pero no solo en las ocasiones especiales. Las Escrituras dicen también que Sus misericordias son nuevas cada mañana y que cada día el Señor nos colma de beneficios. Así que si el Señor nos ha honrado en darnos regalos cada día, Él nos está dando nuevas misericordias cada día, ¿no te parece que nuestro agradecimiento debe ser diario?
Diario, cada día, cada mañana y cada tarde, había levitas en el Antiguo Testamento que fueron asignados para «estar presentes cada mañana para dar gracias y para alabar al Señor, y asimismo por la noche», dice 1 Crónicas en el capítulo 23 versículo 30.
Y el salmista dice: «A media noche me levantaré para darte gracias» (Salmos 119:62, parafraseado).
Tres veces al día Daniel se arrodillaba y oraba y le daba gracias al Señor.
Así que continuamente debemos estar dándole gracias a Dios mientras Él nos bendice continuamente.
Efesios capítulo 5 dice: «Dando siempre gracias por todo» (v.20).
1 Tesalonicenses capítulo 1, Pablo dice: «Damos gracias a Dios por todos vosotros» (v.2).
Hebreos capítulo 13: «Ofrezcamos continuamente mediante Él, sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el fruto de labios que confiesan su nombre» (v.15).
Continuamente… Salmos capítulo 34: «Bendeciré al Señor (¿cuándo?) en todo tiempo; continuamente estará Su alabanza en mi boca» (v.1).
Ahora, eso no significa que las cosas van a salir bien todo el tiempo, desde nuestro punto de vista humano. No significa que las circunstancias van a ser siempre de nuestro agrado o siempre cómodas o fáciles o convenientes, pero el salmista dice: «Como un acto de mi voluntad, voy a bendecir al Señor en todo tiempo; continuamente estará Su alabanza en mi boca».
No es solo en esta vida, sino que el Salmo 30, el versículo 12, dice: «Oh Señor, Dios mío, te alabaré por siempre» –por siempre.
Esto es lo que vamos a estar haciendo por toda la eternidad –dando gracias, adorando, honrando al Único que ha derramado tanta gracia en nuestras vidas.
El Día de Acción de Gracias no es solo un día del año, no es solo un evento en el año. Es bueno tener esas ocasiones especiales cuando nos detenemos y de una manera consciente damos gracias. Pero el Día de Acción de Gracias, realmente debería ser la vida de acción de gracias –una forma de vida– día tras día, mañana, tarde, y noche, continuamente, siempre dando gracias al Señor.
Un Día de Acción de Gracias, Ann Landers publicó en su columna una lista que alguien le había enviado de cosas por las cuales estar agradecidas.
Así es como decía esta lista:
Sé agradecida por la ropa que te queda un poco ajustada porque significa que tienes suficiente para comer.
Sé agradecida por el desorden que tienes que limpiar después de una fiesta porque significa que has estado rodeada de amigos.
Sé agradecida por los impuestos que pagas porque significa que tienes un empleo.
Sé agradecida por el césped que necesitas cortar y las ventanas que tienes que arreglar porque significa que tienes un hogar.
Sé agradecida por tu factura de la calefacción porque significa que tienes con qué calentarte.
Sé agradecida por la ropa sucia porque significa que tienes ropa para vestir.
Sé agradecida por el espacio que encontraste al final del estacionamiento porque significa que puedes caminar.
Sé agradecida por la señora que canta fuera de tono detrás de ti en la iglesia porque significa que puedes escuchar.
Sé agradecida cuando las personas se quejan del gobierno porque significa que tienes libertad de expresión.
Sé agradecida por la alarma que suena temprano en las horas de la mañana porque significa que estás viva.
Tenemos mucho por lo cual estar agradecidas, y queremos hablar de por qué cosas deberíamos estar agradecidas. ¿Cuáles son algunas de las cosas por las cuáles deberíamos dar gracias? Hemos dicho que tenemos todas las razones del mundo para tener una actitud de gratitud porque éramos culpables y Dios derramó Su gracia sobre nosotras y la gratitud es nuestra respuesta razonable –culpa, gracia, y gratitud. Ese es el evangelio de Cristo.
Tenemos que empezar diciendo que de acuerdo a las Escrituras debemos ser agradecidas por todo, y eso incluye…bueno, lo incluye todo.
En Efesios capítulo 5 Pablo dice: «Dando siempre gracias por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo» (v.20).
¿Cuáles son algunas de esas cosas que encajan debajo de todo por lo cual debemos estar agradecidas?
Quiero que veamos el dar gracias a Dios por las bendiciones físicas y materiales y el dar gracias a Dios por las bendiciones espirituales.
Primero, las bendiciones físicas y materiales. Permíteme apresurarme a decir que esas no son las bendiciones más importantes, pero usualmente son las primeras que vienen a la mente y eso nos lleva a empezar mientras tratamos de expresarle gratitud al Señor.
La Palabra de Dios dice que «toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto» (Juan 1:17). Dios es el dador. No tenemos nada bueno que haya venido de nosotras mismas. Cada regalo que tenemos viene de Dios.
El primer libro de Crónicas, el capítulo 29, es un relato del servicio de alabanza, el servicio de acción de gracias que se llevó a cabo luego que los judíos habían traído sus ofrendas que se iban a utilizar para construir el templo. Cuando todas las ofrendas habían sido recolectadas, el rey David los dirigió en una oración de acción de gracias. Él le agradeció al Señor por las bendiciones materiales y físicas que había provisto para el templo.
David dijo en este maravilloso salmo de alabanza:
«De ti proceden la riqueza y el honor; tú reinas sobre todo y en tu mano están el poder y la fortaleza, y en tu mano está engrandecer y fortalecer a todos. Ahora pues, Dios nuestro, te damos gracias y alabamos tu glorioso nombre» (vv.12-13).
Lo que David estaba diciendo es, «todo lo que tenemos proviene de Ti. Todo es un regalo que procede de Ti, y aún lo que nosotros te damos, Tú nos lo diste para que te lo diéramos de vuelta. Nosotros no tenemos nada que no haya venido de Ti, por eso te damos gracias».
Así que necesitamos darle gracias a Dios por aquellas cosas que solemos pasar por alto –la salud, un hogar, la comida, la ropa– esas bendiciones tangibles, materiales.
Pienso en cuán a menudo Jesús daba gracias antes de participar de una comida. Agradecerle a Dios por nuestra comida nos recuerda que tenemos muchas otras cosas por las cuales estar agradecidas.
Entonces no solo tenemos bendiciones físicas y materiales; Dios también nos ha llenado con bendiciones espirituales, demasiadas para contarlas. Encuentro que es tan bueno para mí hacer una lista de algunas de esas bendiciones y estimular mi memoria y mi mente acerca de todas las cosas que Dios ha hecho por mí en el reino espiritual.
Permítanme enumerarles aquí algunas de las cosas que, mientras estaba estudiando las Escrituras, algunos de los versículos me hablaron acerca de las bendiciones espirituales por las cuales debemos estar agradecidas:
El Salmo 75, versículo 1, dice: «¡Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias! Pues cercano está Tu nombre». Los hombres declaran tus maravillas.
Dando gracias por la cercanía de la presencia de Dios.
¿Sabías que en la era del Antiguo Testamento, el tiempo del antiguo pacto hasta que Cristo vino y murió en la cruz, los creyentes judíos no podían acercarse a Dios? Había un velo grueso que los separaba del lugar santísimo donde la presencia de Dios moraba. Pero cuando Jesús murió, ese velo se rasgó de arriba abajo, y nos fue dado acceso a la presencia de Dios. Ahora se nos invita a acercarnos a la presencia de Dios.
Recibí un correo la semana pasada de una mujer que dijo que en un retiro reciente de mujeres tenían un modelo de tamaño real del tabernáculo. Ella dijo, «no me di cuenta de lo mucho que me impactaría entrar al lugar santísimo. Me sentí abrumada cuando me di cuenta de que no tenía que arriesgar mi vida al entrar a la presencia de Dios como lo hicieron los israelitas».
Esto es un gran recordatorio de cuán agradecidas deberíamos ser al experimentar la presencia de Dios cuando sea y donde sea –dando gracias a Dios por la cercanía de Su presencia.
El Salmo 30 dice que debemos «celebrar la memoria de Su santidad» –dando gracias a Dios por Su santidad (v.4).
Isaías capítulo 12, dice que demos gracias por Su misericordia. «Te doy gracias, oh Señor, porque aunque estabas airado conmigo, se ha apartado tu ira y me has consolado» –dando gracias a Dios por Su misericordia (v.1).
Pablo dice en 2 Corintios capítulo 9, que demos gracias por Jesús. «Gracias a Dios por su don inefable» (v.15). Eso es suficiente para mantenernos dando gracias a Dios por toda la eternidad, y luego con Cristo vienen otras tantas bendiciones.
Colosenses capítulo 1 dice:
«Dando gracias al Padre que nos ha capacitado para compartir la herencia de los santos en luz. Porque Él nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de Su Hijo amado, en quien tenemos redención por su sangre: el perdón de los pecados» (vv.12-14).
Pablo dice que él le dio gracias a Jesucristo «porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio» –el llamado al ministerio (1 Timoteo 1:12).
Tú dices, «bueno, pero yo no he sido llamada al ministerio; yo tengo un trabajo normal».
No sé qué clase de trabajo tienes, pero sí sé que Dios nos ha llamado a ser Sus siervas, a ser sacerdotes para Él, a servirlo, y a servir a otros. Pablo dice que eso es una increíble bendición.
Le agradezco a Dios por el privilegio de enseñar Su Palabra, tanto para una audiencia como ustedes con muchas personas o de uno a uno en el curso de la vida cotidiana. Eso es una bendición. Es un privilegio por el cual estoy profundamente agradecida.
Y también Pablo dice en 1 Corintios capítulo 15 que él dio gracias a Dios por la victoria sobre la muerte y sobre la tumba. «A Dios gracias, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo» (v.57).
La muerte es un enemigo, pero ya no es un enemigo final. Cristo ha venido y ha roto el poder de la muerte y del infierno, del pecado y nos ha liberado de la muerte y de la tumba.
Luego Pablo pasa a través de esa larga porción de Romanos capítulo 7, donde él habla acerca de los problemas que él tiene con el deseo de hacer el bien pero no siempre teniendo el poder de hacer lo que es correcto y la lucha que se da dentro de él a causa del pecado que mora en nosotros.
Y él llega al final del pasaje, y exclama: «¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?» (v. 24). ¿Quién me libertará de este dominio del pecado?
Luego él dice, «gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que no hay condenación para los que están en Cristo Jesús».
¿Qué es lo que él está diciendo? «Doy gracias a Dios por la liberación a través de Cristo del dominio, del control del pecado en mi vida».
Luego Pablo agradece a Dios por el triunfo del evangelio. «Pero gracias a Dios, que en Cristo siempre nos lleva en triunfo, y que por medio de nosotros manifiesta en todo lugar la fragancia de Su conocimiento» (2 Corintios 2:14).
Este mundo puede parecer como que está ganando contra Cristo y contra Su reino, pero las puertas del infierno no prevalecerán contra el reino de Cristo, en contra de la iglesia de Cristo. Su evangelio es triunfante.
Así que los ángeles y los 24 ancianos en el cielo dieron gracias a Dios por el poder y el reino de Cristo. Apocalipsis capítulo 11 dice: «Te damos gracias, oh Señor Dios Todopoderoso, el que eres y el que eras y serás, porque has tomado tu gran poder y has comenzado a reinar» (v.17).
Le damos gracias por Su gobierno y reino eterno. Él reina el día de hoy y por toda la eternidad sobre todos los reyes, presidentes y principados y poderosos y gobernantes de esta tierra. Él reina sobre todo en el cielo y sobre todo en la tierra y sobre todo debajo de la tierra. Todos los poderes del infierno están bajo Su autoridad máxima.
Tantas otras bendiciones espirituales –le doy gracias por Su Espíritu Santo. Le doy gracias por la convicción de pecado. Le doy gracias por Su Palabra. Le doy gracias por la iglesia, el cuerpo de Cristo, y por lo que eso significa en mi vida personalmente, y por el privilegio de ser parte de ese cuerpo. Así que le damos gracias a Él.
Oh Padre, no tendremos el tiempo suficiente por toda la eternidad para agradecerte, pero nuestros corazones están llenos y estamos agradecidas, y te decimos, «gracias, gracias, gracias, gracias, gracias». Amén.
Annamarie: Tenemos tantas razones para estar agradecidas. Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado recordando esto. Espero que este sentido de gratitud sea algo que llevemos a lo largo de nuestras vidas –más allá de una fecha en el calendario. Y, ¿sabías que una gran parte del Nuevo Testamento fue escrita en actitud de gratitud? Descubre por qué, mañana.
Adornando el evangelio juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
La lectura para hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es el libro de los Hechos, capítulos 20 y 21.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
Te doy gracias, Jonathan & Sarah Jerez, Periscopio ℗ 2017 Jonathan & Sarah Jerez.
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