¿Por qué la idolatría es ridícula?
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos recuerda lo ridículo que es la idolatría.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Romanos 1 dice que los que no conocen a Cristo adoran la criatura. Ellos se hacen imágenes de cuadrúpedos y de reptiles. ¡Qué raro es eso, alabar cosas que pueden ser aplastadas!
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 30 de octubre de 2024.
Nos encontramos en la serie titulada, «Aleluya: Una celebración de alabanza». Hoy Nancy iniciará contándonos la historia de un amigo que alababa a Dios en sus días más oscuros, durante su tratamiento para la leucemia. El día de hoy, Scott ya está en la presencia del Señor, y ahora alaba a su Salvador como nunca antes.
Escuchemos.
Nancy: Hace un tiempo tuve una experiencia conmovedora cuando fui a visitar a un amigo en el hospital en Grand Rapids. Esta pareja …
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos recuerda lo ridículo que es la idolatría.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Romanos 1 dice que los que no conocen a Cristo adoran la criatura. Ellos se hacen imágenes de cuadrúpedos y de reptiles. ¡Qué raro es eso, alabar cosas que pueden ser aplastadas!
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 30 de octubre de 2024.
Nos encontramos en la serie titulada, «Aleluya: Una celebración de alabanza». Hoy Nancy iniciará contándonos la historia de un amigo que alababa a Dios en sus días más oscuros, durante su tratamiento para la leucemia. El día de hoy, Scott ya está en la presencia del Señor, y ahora alaba a su Salvador como nunca antes.
Escuchemos.
Nancy: Hace un tiempo tuve una experiencia conmovedora cuando fui a visitar a un amigo en el hospital en Grand Rapids. Esta pareja son amigos muy queridos. Él fue miembro del consejo de asesores de Aviva Nuestros Corazones. Scott y Karen son sus nombres.
Hace un par de años, Scott fue diagnosticado con leucemia y estuvo luchando por su vida durante un tiempo. Pasó por un trasplante de médula ósea, luego tuvo una recaída y el cáncer volvió a aparecer. Así que en ese momento en que fui a verlo, él se estaba preparando para recibir otro trasplante de médula ósea. Y lo que tienen que hacer para prepararte para este proceso es darte tantas quimioterapias para matar las células cancerosas (si entendí esto correctamente), te llevan al borde de la muerte, como si estuvieras allí pero sin matarte.
Llegué a la habitación del hospital justo cuando él estaba en ese punto muy, muy bajo. No me di cuenta de lo enfermo que estaba. Sabía que él estaba luchando, pero él estaba temblando, literalmente temblaba. Tenía mantas cubriéndolo por todas partes, muchas mantas, pero aun así temblaba, temblaba y apenas podía hablar. Nunca pude realmente tener una conversación con él durante la hora o dos horas en que estuve visitándolo a él junto a su esposa, a su madre y a su hija.
Y, sin embargo, de vez en cuando, mientras conversábamos en silencio al otro lado de la habitación, Scott gemía, estaba quejándose. Quiero decir, este era un hombre enfermo, muy enfermo, que a lo largo de esta experiencia, había determinado que iba a aceptar esto en su vida, no como un enemigo sino como un mensajero de Dios, que lo llevaría a expresar gratitud a Dios; a caminar en medio de esto con un corazón agradecido.
Fue asombroso ver esto, porque fue lo más enfermo que jamás lo había visto. Y lo único que se podía entender, casi lo único claro que dijo durante todo el tiempo que estuve allí, fueron dos frases repetidas, apenas comprensibles.
La primera: «Dios es tan bueno. Dios es tan bueno».
Y luego, la segunda frase que dijo: «Tenemos tanto por lo que estar agradecidos. Tenemos mucho por lo que estar agradecidos».
Ahora, nunca he visto a nadie tan enfermo diciendo esas frases. «Dios es tan bueno. Tenemos mucho por qué estar agradecidos». Este hombre estaba temblando. Se sentía como si estuviera a punto de morir. Y decía: «Dios es tan bueno. Tenemos tanto por lo que estar agradecidos».
Esta semana estamos viendo uno de los salmos que nos recuerda cuánto debemos estar agradecidas en cada temporada, en cada situación de la vida.
Salí de la habitación del hospital más convencida de la bondad de Dios y más convencida de lo mucho que tengo que estar agradecida, aunque a menudo me olvido de lo mucho que tengo que agradecer. ¿Me pasa a mí sola o te pasa a ti también? Tuve que ver a un hombre destruido por la quimioterapia y la leucemia para recordarme que tenemos mucho por lo que estar agradecidas.
Y este salmo, el Salmo 113 que estamos viendo esta semana, nos recuerda eso. Déjame leer el salmo, y luego quiero que nos enfoquemos hoy en las estrofas intermedias, versículos 4–6. Pero déjame leer todo el salmo para que lo tengas en contexto.
Ahora recuerden, estos son los Salmos del Hallel, aleluya, que significa alabar al Señor. Leamos el Salmo 113:
«¡Aleluya!
Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor
desde ahora y para siempre.
Desde la salida del sol hasta su ocaso,
[Desde el nacimiento del sol hasta su ocaso, ya sea que estés en tu hogar, en tu lugar de trabajo, en tu iglesia, en una cama de hospital, en todas partes, desde la salida del sol hasta el ocaso]
Alabado sea el nombre del Señor» (vv. 1–3).
Y luego la estrofa que queremos ver hoy:
«Excelso sobre todas las naciones es el Señor;
su gloria está sobre los cielos.
¿Quién es como el Señor nuestro Dios,
que está sentado en las alturas,
que se humilla para mirar
lo que hay en el cielo y en la tierra?» (vv. 4–6).
Y luego la estrofa final que veremos en la próxima sesión:
«Él levanta al pobre del polvo,
y al necesitado saca del muladar,
para sentarlos con príncipes,
con los príncipes de su pueblo.
Hace habitar en casa a la mujer estéril,
gozosa de ser madre de hijos.
¡Aleluya!» (vv. 7-9).
Quiero que digas esa última frase conmigo: «¡Alabado sea el Señor!» Lo que en hebreo es:
¡Aleluya! Ahora, al ver los versículos del 4 al 6: «¡Excelso sobre todas las naciones es el Señor, su gloria está sobre los cielos! ¿Quién es como el Señor nuestro Dios?»
Dios merece toda nuestra alabanza. Esa es mi gran conclusión de todo este salmo. Dios es digno de nuestra alabanza. La alabanza es para el Señor. Se la debemos a Él. Su nombre es grande. Es santo, único, exaltado, poderoso. Es el nombre sobre todo nombre. Dios es digno de nuestra alabanza.
Ahora, en nuestra condición humana natural y caída, nosotras queremos ser alabadas. Buscamos la alabanza para nosotras mismas. Por naturaleza buscamos la alabanza y la adoración para nosotras, en lugar de ser adoradoras de Dios y darle a Él la alabanza. Queremos ser elogiadas por nuestras habilidades, nuestros esfuerzos, nuestros logros, las cosas que hacemos para servir a otros que nadie parece ver o notar. Queremos ser alabadas por la belleza, o a veces queremos alabar a otras criaturas. Queremos elogiar las cosas que podemos ver, que podemos tocar, que podemos admirar.
Pero para tener una alabanza dirigida hacia Dios, no hacia uno mismo, no hacia los demás, no hacia afuera, sino hacia arriba, se requiere cambiar el enfoque de nosotras mismas o de los demás, y ponerlo en Aquel que merece nuestra alabanza. Se necesita fe, porque estamos alabando a alguien que no podemos ver. Estamos alabando a alguien que no podemos tocar. Tenemos que elevarnos por encima de nuestros estilos de vida egoístas, centrados en nosotras mismas y decir: «No se trata de mí. La vida no se trata de mí. Se trata de Él. Se trata de Dios».
Y para alabarle es necesario cambiar nuestro enfoque. Se requiere arrepentimiento. ¿Qué es el arrepentimiento? Es cambiar la forma en que pensamos naturalmente, la forma en que andamos naturalmente, e ir en una dirección diferente.
Por lo tanto, la alabanza requiere arrepentimiento, adoración, reorganizar prioridades; prioridades diferentes. Ya no adoramos a la criatura, como somos propensas a hacer, y como aquellos que no conocen a Cristo. Romanos 1 dice que los que no conocen a Cristo adoran la criatura. Ellos se hacen imágenes de cuadrúpedos y de reptiles. ¡Qué raro es eso, alabar cosas que pueden ser aplastadas! Adoran la criatura. Y por cierto, todas nosotras podemos ser aplastadas. ¿No es así? ¡Porque Dios es tan grande!
Entonces, alabarnos a nosotras mismas, adorar a una criatura de cuatro patas, adorar a una cosa que se arrastra, eso es absurdo. Y el arrepentimiento y la adoración, la verdadera adoración, elevan nuestro enfoque y nuestra mirada, y redirigen nuestras prioridades a la adoración, no a la criatura, no a la creación, sino al Creador.
Ahora, hay un sentido en el que es apropiado admirar, y alabar las cosas que son excepcionales y extraordinarias en la medida en que reflejan la belleza y la maravilla de quién es Dios. Su creación es hermosa porque Él es un Dios hermoso.
Me encanta ver las puestas de sol en Michigan. Me encanta ir al lago Michigan y ver esa extensión de agua sin fin (que lo parece). Me encanta en el invierno, me encanta en todas las estaciones. Me encanta cuando está cubierto de hielo. Me encanta cuando hace un poco más de calor (tres semanas al año). Me encantan esas puestas de sol del lago Michigan en el verano. Son extraordinarias. Son excepcionales Y es bueno elevar alabanzas a Dios por lo que podemos ver que nos motiva a alabarlo por lo que Él ha creado.
Algunas veces admiramos, alabamos, en cierto sentido, una magnífica obra de arte o de joyería, o una gran comida. Algo que alguien ha hecho que requiere arte, trabajo, y que es hermoso. Y decimos: «¡Wow! Eso es hermoso». Y eso es apropiado, pero solo en la medida en que nos recuerda alabar al Dios que dio la capacidad y el talento a las personas para hacer cosas así.
La semana pasada envié un correo electrónico a una de las chicas de nuestro personal. Ella acababa de hacer un gran trabajo en algo que había escrito, y le dije: «Buen trabajo, Paula. Has hecho un gran trabajo con esto». Quería elogiarla por un trabajo bien hecho, que estuvo por encima y más allá de lo esperado.
Pero todo eso, en nosotras mismas o en otros, debe señalarnos a Aquel que es digno de toda nuestra alabanza. ¿Quién más que el Señor merece ser alabado por hacer cosas excepcionales, por hacer más allá del trabajo (aunque nada está por encima y más allá de Dios), por encima y más allá de todo lo que podemos concebir?
Así que al contemplarlo, al fijar nuestros ojos en Él, al contemplar Su nombre, Su carácter, Sus caminos, Sus obras, eso provoca la alabanza de nuestros corazones. Verlo es admirarlo. De la misma manera que ver ese hermoso atardecer es admirarlo, ver a Dios es admirarlo, si tu corazón es humilde. De lo contrario, te estarás viendo y admirando a ti misma.
Pero, ¿cómo puede una persona que está frente a una puesta de sol increíble, no importa cuántas veces la hayamos visto antes, no decir: «¡Wow! ¡Wow! ¡Esto es increíble!»? ¿Y cómo podemos pararnos ante un Dios de santidad, poder, sabiduría, gracia y amor, sin que nuestros corazones y nuestras bocas se llenen de alabanzas?
Fallamos en alabarle porque nuestros ojos están velados. Si estoy en el lago Michigan y cierro los ojos, no voy a ver el atardecer. No me va a provocar asombro. Pero si abro los ojos, veré lo que todos los demás están viendo. Es increíble al atardecer. Las personas salen a lo largo del lago Michigan, con sus cámaras asombrados. Y pienso: «Todos están contemplando la gloria del Señor», simplemente no saben qué eso es lo que están contemplando.
Si le perteneces a Dios, tienes ojos para ver Sus maravillas y Su gloria. Pero si no tenemos la vista o cerramos los ojos y no podemos ver, entonces lo que sucede es que nuestros problemas o nosotras mismas u otras personas o nuestras circunstancias serán más grandes a nuestros ojos que lo que Dios es. Y entonces nos obsesionamos con nosotras mismas, nos obsesionamos con nuestras circunstancias, en lugar de con Dios porque olvidamos y no vemos cuán grande, asombroso y maravilloso es Él.
Ahora, en el versículo 4 de este pasaje, vemos primero que Dios está en lo alto.
«El SEÑOR es alto sobre todas las naciones». Él es el soberano, el gobernante sobre toda la tierra, incluso sobre aquellas naciones que lo rechazan, que son la mayoría de las naciones en la faz de la tierra. Muy pocas naciones, incluida la nuestra, reconocen que Dios es soberano, que Él está por encima de todas las naciones. Nuestra nación, los Estados Unidos, solía reconocer eso de alguna manera oficial y pública. Pero ya no más.
Hay naciones de la tierra que definitivamente rechazan a Dios, pero el Señor todavía está por encima de todas las naciones. Él es soberano. Su gloria está por encima de los cielos. Incluso es soberano sobre lo más elevado que podemos imaginar, concebir o ver, los cielos. Él es más alto que los cielos. Su gloria está por encima de todo eso.
Nahum capítulo 1, versículo 3, nos dice que «las nubes son el polvo de sus pies».
¡Las nubes! Esas nubes asombrosas, enormes, hermosas y ondulantes, son el polvo de Sus pies. El Señor es alto. Él está elevado.
Y el versículo 5 dice: «¿Quién es como el SEÑOR nuestro Dios? (Voy a volver a esa frase en un momento porque es muy importante). Pero, «¿quién es como el SEÑOR nuestro Dios que está sentado en lo alto?»
Esta es la exaltación de Dios. Él es alto. Él es exaltado. Y la base para nuestra alabanza es que no hay nadie más como Él. No hay nadie más alto que Él. No hay nadie tan alto como Él. No hay nadie que lo sea. Él es único. Él no tiene igual. Él no tiene rival, no tiene superiores. No hay quien se le acerque (no hay segundos lugares). «¿Quién como el SEÑOR nuestro Dios?»
Él está sentado en Su trono. Él es alto y exaltado. Él está gobernando. Él está reinando. Él es soberano sobre todos los asuntos de este mundo, sobre cada reino, cada gobernante, cada poder. Él es alto y elevado. Y si eso no te hace adorar, entonces simplemente no tienes ojos para ver.
Ahora, este Dios alto, elevado y exaltado hace otra cosa. Él hace otra cosa. Él mira hacia abajo. Él condesciende. Esa palabra está formada por dos palabras, dos palabras latinas: Con y descender, bajar. Él baja a nosotros. ¿Qué tan increíble es eso? Este alto, este elevado Dios exaltado se humilla a Sí mismo.
El versículo 6 dice: «Él mira hacia abajo». Los versículos 4 y 5 hablaban acerca de arriba. El versículo 6, es hacia abajo. «Él mira hacia el cielo y hacia la tierra».
Algunas de sus traducciones dicen que Él: «Se humilla a Sí mismo para contemplar las cosas que están en el cielo y en la tierra».
Dios se humilla a Sí mismo. Él se inclina hacia abajo. Él se digna mirar las cosas que están en esta tierra (bueno, eso es comprensible), pero incluso tiene que inclinarse mucho para mirar las cosas que están en los cielos. Él es un Dios alto y exaltado que se inclina a nosotros.
Mira otra traducción del versículo 6. Dice: «Él se inclina para mirar los cielos y la tierra» (HCSB). Me encanta eso.
Aquí hay un par de otras paráfrasis de ese versículo. Una de 1839, de John Keble dice:
«Aún exaltado en Su santo lugar
Sus ojos de gracia inclina.
Arriba en el cielo,
Abajo en la tierra».
¡En ambos lugares! Otra paráfrasis dice:
«¿Quién como Jehová nuestro Dios?
Entronizado tan alto, necesita inclinarse para
¡Ver el cielo y la tierra!» (JB Phillips).
Tan alto que Él tiene que inclinarse para ver qué hay en el cielo y qué hay en la tierra. Él es tan alto que los cielos debajo de Él apenas pueden ser vistos. Eso es lo alto que es.
Charles Spurgeon dice: «Él vive tan lejos en lo alto que incluso para observar las cosas celestiales debe humillarse».
Ves este tema en las Escrituras en Isaías capítulo 57, versículo 15: «Porque así dice el Alto y Sublime que vive para siempre, cuyo nombre es Santo: Habito en lo alto y santo».
Eso es lo que hemos estado leyendo en el Salmo 113. Él es alto. Él está arriba. Él es exaltado. Su gloria está por encima de los cielos. Pero, ¿en qué otro lugar mora? Dios tiene dos direcciones. Primero está ese lugar alto y santo, pero ¿dónde más vive Dios, según Isaías 57? Aquí está este Dios inclinándose. Él dice: «Yo también moro con aquel que es de espíritu contrito y humilde».
Él condesciende, se apiada. Él desciende para estar con aquellos que son humildes de espíritu, para avivar el espíritu de los humildes y para avivar el corazón contrito. Eso es lo que celebramos en Navidad, la Encarnación de Cristo, el alto y exaltado, el Santo que habita en la eternidad. Esa es Su dirección.
Él viene y toma el cuerpo de un bebé. Él toma carne humana y se digna a estar con nosotros, a vivir nuestra vida, a morir nuestra muerte. Él condesciende, se humilla a Sí mismo. Es exaltado, sí, pero también humillado. Se inclina y se humilla a Sí mismo para contemplar las cosas que están en el cielo y en la tierra.
Y ahora permíteme volver a esa frase en el versículo 5: «¿Quién es como el SEÑOR nuestro Dios?».
Ahora, esa es la frase central de todo este salmo. Si cuentas desde la parte superior a la inferior, desde el principio del salmo hasta el final y llegas al medio, aquí está la frase del medio. Creo que esto es significativo porque este es realmente el tema de esta canción, de este salmo. «¿Quién como el SEÑOR nuestro Dios?»
«¿Quién es como el SEÑOR nuestro Dios?» ¿Quién es como Él en Su ser elevado? ¿Quién es tan alto como Él? ¿Quién es exaltado como Él lo es? ¿Quién es tan poderoso como Él? ¿Quién es tan soberano como Él?
¿Cuál es la respuesta?
¡Nadie!, ¡nadie!
«¿Quién como el SEÑOR nuestro Dios?» Pero también: «¿Quién es como el SEÑOR nuestro Dios», que se inclina (que se humilla a Sí mismo, que desciende para estar con sus criaturas caídas y pecadoras, enemigas que lo odian, que lo desprecian, que lo rechazan, que lo crucificaron)? ¿Quién como el SEÑOR nuestro Dios?
¿Quién?
¡Nadie!
Vayan a su Biblia al libro de Isaías, capítulo 43. Ves este tema en todo el libro de Isaías, y quiero que nos desviemos un poco hacia allí ahora mismo. Solo te voy a mostrar algunos ejemplos, pero a medida que lees el libro de Isaías, comenzando en el capítulo 40 hasta el final de Isaías, verás que esto se repite muchas veces. Déjame darte algunos ejemplos.
Capítulo 43 de Isaías, versículos 10 y 11. Voy a leerles varios de estos versículos. Isaías 43:10:
«Antes de mí no fue formado otro dios, ni después de mí lo habrá. Yo, yo soy el Señor, y fuera de mí no hay salvador».
¿Amén? ¡Aleluya!
Mira el capítulo 44 de Isaías, versículo 6 y 7:
«Así dice el Señor, el Rey de Israel, y su Redentor, el Señor de los ejércitos: “Yo soy el primero y yo soy el último, y fuera de mí no hay Dios. ¿Y quién como yo? Que lo proclame y lo declare. Sí, que en orden lo relate ante mí, desde que establecí la antigua nación. Que les anuncien las cosas venideras y lo que va a acontecer”» (vv. 6-7).
¿Crees que eres tan inteligente? ¿Crees que eres Dios? Te he estado diciendo durante mucho tiempo lo que va a pasar, y todo pasa, sucede. ¿Crees que eres Dios? Dime qué va a pasar. Tú profetisa y haz que todo se cumpla con precisión. «Que declaren lo que vendrá y lo que sucederá».
Versículo 8, Isaías 44:
«No tembléis ni temáis; ¿no os lo he hecho oír y lo he anunciado desde hace tiempo? Vosotros sois mis testigos. ¿Hay otro dios fuera de mí, o hay otra Roca? No conozco ninguna».
¡Ni uno! «¿Quién como el SEÑOR nuestro Dios?» ¡Ninguno! ¡Ninguno!
Mira Isaías 45, comenzando en el versículo 5. Y nuevamente, al leer a través de Isaías, verás esto una y otra vez. Es precioso, es algo que necesitamos para anclar nuestros corazones, y esto nos mantendrá alejadas del temor. Esto nos dará gozo y alegría. ¡Esto será una causa y un motivo de alabanza, de aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
Isaías 45, versículo 5:
«Yo soy el Señor, y no hay ningún otro; fuera de mí no hay Dios».
Esto podría sonar un poco repetitivo. ¿Por qué crees que Dios inspiró las Escrituras para decir esto una y otra vez? Te diré que una razón es porque nos olvidamos una y otra vez. Necesitamos que se nos recuerde una y otra vez. «Fuera de mí no hay Dios».
«Te ceñiré, aunque no me conozcas, para que se sepa, que desde el nacimiento del sol y hasta el ocaso» (v.3). ¿Viste esto en el Salmo 113? «Desde el nacimiento del sol hasta la puesta de sol, el nombre del Señor debe ser alabado». Dios dice en Isaías 45:
«[Quiero que] se sepa, desde la salida del sol y hasta el ocaso, que no hay nadie más que yo; Yo soy el SEÑOR, y no hay otro» (v. 6).
Ahora, te diré que esta declaración que está en las Escrituras, es hoy en día «políticamente incorrecta». El mundo no abraza esto. Los no creyentes no lo abrazan. Algunos llamados cristianos tampoco lo abrazan. Ellos piensan: Oh, sí, yo soy cristiano, pero hay todas estas otras religiones, y ya sabes, todos los caminos llevan a Roma, todas las religiones llevan a Dios.
¡NO! No hay Dios aparte de Jehová. No hay nadie como Él. No hay quien salve. No hay quien redima. No hay quien sea santo. No hay nadie que sea exaltado como Él lo es. No hay otro soberano. Dios, Jehová es el único Dios del universo. Y Él nos ha dado el único camino para llegar a Él, y ese es a través de Su único Hijo, Jesucristo, nuestro Señor y nuestro Salvador. No hay nadie como Él.
¡No hay otra manera! Todas las demás religiones de este mundo son falsas y alejarán a las personas de Dios, al infierno, a una eternidad sin Cristo. Creo que a veces nos arrinconan en una esquina porque no sabemos toda esta apologética y no sabemos cómo hablar con estas personas. Sé que eso es difícil.
He hablado con personas que creen profundamente y que han sostenido sinceramente creencias que no están de acuerdo con la Palabra de Dios. ¡Pero el hecho es que están equivocados! Y la meta de Dios es que a través de nosotros, demos a conocer de este a oeste, desde donde sale el sol hasta donde se pone, en todas las naciones, en todos los pueblos de la tierra, para la gloria del único y único Dios, que no hay un Dios como Jehová.
¡Amén!
Él quiere que eso sea conocido en tu lugar de trabajo. Quiere que se sepa en tu casa. No puedes imponerlo por fuerza. El Espíritu Santo tiene que abrirles los ojos para que lo vean. Él tiene que darles fe. Él tiene que darles arrepentimiento.
Pero, ¿cómo sería si aquellas de nosotras que proclamamos el nombre de Jesús, realmente viviéramos como si creyéramos que Él es grande y que no hay nadie como Él? ¿Y si le adoráramos en espíritu y en verdad? ¿Y si no pudiéramos evitar hablar de Él? ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! ¿Qué pasaría si estuviéramos viviendo de esa forma, si esa fuera nuestra forma de vida, alardeando de Él, haciendo brillar una luz sobre Él, mostrándolo a Él, hermoso, grande y radiante?
¿No crees que tal vez algunas personas a nuestro alrededor dirían: «Ellos realmente creen eso. Eso no es una religión para ellos. Eso es real».
Él quiere que el mundo sepa, y quiere que lo sepan a través de nosotros.
Ese es el corazón a lo largo de las Escrituras. El Salmo 40 dice:
«¡Muchas son, Señor, Dios mío, las maravillas que tú has hecho, y muchos Tus designios para con nosotros; nadie hay que se compare Contigo» (v. 5).
Miqueas capítulo 7, (¡me encanta este versículo!), versículo 18, ¿qué hace este Dios que tú necesitas?:
«¿Qué Dios hay como tú, [qué es lo que hace a este Dios único] que perdona la iniquidad y pasa por alto la rebeldía del remanente de su heredad? No persistirá en su ira para siempre, porque se complace en la misericordia».
¿Quién es un Dios como tú, oh Señor? ¿Quién puede perdonar el pecado? ¿Quién puede pasar por alto nuestras iniquidades? Les diré, solo un Dios, y es Aquel que no pasó por alto el pecado, sino que entregó, sacrificó, puso nuestro pecado sobre Su Hijo Jesucristo y luego le dio la espalda y crucificó, lo entregó por nosotros. Ese es el Dios que puede pasar por alto nuestro pecado. Ese es el Dios que puede perdonar nuestras iniquidades. Él puede perdonarnos porque puso el castigo por nuestras iniquidades sobre Su Hijo, sobre el Señor Jesucristo.
¿Quién es un Dios como tú, oh Señor? ¿Quién es un Dios que no retiene la ira para siempre, que se deleita con un amor inagotable, inalterable? ¡Nadie, Señor, sino Tú!
Y entonces nosotras nos preguntamos: ¿Quién es como el Señor nuestro Dios?
Bueno, podríamos decir que, «¡nadie!» Pero déjame concretar esa respuesta un poco.
Tu marido no es como el Señor. Ahora, tú dices: «¡Lo sabía!» Bueno, escucha, cuando te casaste con él, pensabas que lo era. ¿Verdad? En su mejor momento él no es como el Señor, y tú tampoco lo eres, por cierto. Recuérdalo.
Tus padres, por mucho que tengas la esperanza o la expectativa de que te criaron bien, no son como el Señor. Pueden tratar de serlo. Tengo padres piadosos que querían ser como el Señor, y en muchos sentidos lo fueron, pero solo un reflejo débil en comparación con la brillantez y la belleza de Jehová.
Tus hijos no son Dios. No los trates como a un dios. No hagas que sean el dios de tu vida. Puedes vivir sin tus hijos, pero no puedes vivir sin Dios.
Tu pastor no es Dios. Él puede ser grande en la predicación de la Palabra. Él puede amar a Cristo. Puede ser un hombre fiel a la Palabra; alabado sea Dios si lo es, pero no es Dios. Él va a fallar. Ningún líder ministerial, ningún orador en la radio, yo, nadie que te enseñe la Palabra de Dios, no somos Dios. No nos trates como a Dios. No nos eleves al lugar que le pertenece solo a Dios.
Si vas a citar a alguien, no digas, «Nancy dice...» Necesitas decir: «Esto es lo que Dios dice…» Y en la medida en que lo cito a Él, puedes citarme, pero es solo porque lo estoy citando a Él. ¿De acuerdo?
Tu pastor de jóvenes no es Dios. Tu jefe no es Dios. Tú no eres Dios. Tú no eres tu propio Dios. Tú no puedes serlo. Esa es una carga que no puedes soportar. Esa es una carga que no puedes poner sobre los demás.
Y por cierto, el Salmo 50, versículo 21, le da un pequeño giro a este pensamiento. Es una acusación a los malvados. Dice: «Pensaste que yo era tal como tú». Esa es la otra cara de la idolatría. En lugar de tratar de hacer algo común para ser un dios, también intentamos derribar a Dios y hacerlo como uno de nosotros. No hagas eso. Él no es como nosotros. Él es alto y exaltado. Él está arriba, está sentado y se inclina y mira hacia abajo. Él es exaltado y condesciende.
- ¿Qué tan alto es tu Dios?
- ¿Qué tan grande es tu Dios?
- ¿Cuán grande es tu Dios?
- ¿Qué tan humilde es tu Dios?
- ¿Qué tan lleno de gracia y misericordia está tu Dios?
¡Alábale! Adóralo a Él y di: «¡Aleluya!» Amén.
Débora: ¡Aleluya! ¡¿Quién como el Señor nuestro Dios?!
Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado mostrando por qué Dios es digno de nuestra adoración, en esta serie titulada, «Aleluya: Una celebración de alabanza». Todas fuimos creadas para adorar; y enfrentamos muchas tentaciones para adorar otras cosas aparte de nuestro Creador, quien merece toda nuestra adoración.
Piensa en un momento de tu vida en el que te sentiste herida y necesitada. Jesús sabe cómo te sentiste en ese momento porque Él ha experimentado la necesidad y el dolor. Y debido a lo que Jesús ha hecho, tu necesidad y tu dolor pueden ser una oportunidad para dar gracias. El día de mañana hablaremos más sobre esto en nuestro próximo episodio. ¡No te lo pierdas!
Escudriñando la Escritura juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
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