Por donde pase el río, día 3
Carmen Espaillat: Dios quiere darte una vida plena.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Dios quiere que lleves mucho fruto. Él quiere que seas útil. Él quiere que produzcas mucho fruto para Su gloria. Y ese crecimiento que viene del río de vida no es solo para nosotras.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Nancy continúa en la serie, «Por donde pase el río».
Nancy: Mientras he estado estudiando este pasaje en Ezequiel 47 viene a mi mente el himno de los Getty titulado, «Agua de vida». Este dice:
¿Muy sediento y vacío?
Bebe del agua de vida
Afligido y cargado
Vas en el agua de vida
Es un río de amor,
De gracia y perdón
Trae gozo
Al pueblo del Señor
Él es fiel y Su amor
Quitará el temor
Canta al Dios
De agua viva …
Carmen Espaillat: Dios quiere darte una vida plena.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Dios quiere que lleves mucho fruto. Él quiere que seas útil. Él quiere que produzcas mucho fruto para Su gloria. Y ese crecimiento que viene del río de vida no es solo para nosotras.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Nancy continúa en la serie, «Por donde pase el río».
Nancy: Mientras he estado estudiando este pasaje en Ezequiel 47 viene a mi mente el himno de los Getty titulado, «Agua de vida». Este dice:
¿Muy sediento y vacío?
Bebe del agua de vida
Afligido y cargado
Vas en el agua de vida
Es un río de amor,
De gracia y perdón
Trae gozo
Al pueblo del Señor
Él es fiel y Su amor
Quitará el temor
Canta al Dios
De agua viva
Hemos estado hablando del río de vida, del que leemos en Ezequiel 47. Es un río poderoso, transformador, y que cambia la vida e impacta todo, donde sea que vayamos.
Recuerda que cuando comenzamos a ver este pasaje hace un par de días, Ezequiel y todo el resto del pueblo de Dios estaban en cautiverio en Babilonia, cuando él tiene esta visión de parte de Dios; y se le ha dado esta visión del templo milenial, el templo que los judíos sabían que había sido saqueado, que había sido destruido. Pero aquí hay un nuevo templo que se construirá cuando Jesús regrese a esta tierra, y hay agua saliendo de este templo. Comienza como una pequeña corriente, como un chorrito, pero se vuelve más y más profundo hasta que finalmente se convierte en una corriente que fluye, y finalmente en un río embravecido que es demasiado grande para cruzarlo.
Fluye a través del desierto, como nos dicen los primeros versículos en Ezequiel 47, por los lugares secos, el desierto, la tierra baldía y finalmente entra en el mar Muerto. Es un río de vida sobrenatural. No hay explicación humana para esto excepto por Dios.
Y hemos estado observando los efectos de este río, cómo produce vida, crecimiento, abundancia, plenitud y prosperidad. Así que vamos a retomar el versículo 7, y queremos continuar haciendo algunas observaciones sobre este río de vida. Vamos a leer los versículos del 7 al 12, y luego haremos algunos comentarios.
«Y cuando volví, he aquí, en la orilla del río había muchísimos árboles (al leer esto, solo mira las palabras que hablan sobre fertilidad y prosperidad. Había muchos árboles) a uno y otro lado.Y me dijo: Estas aguas salen hacia la región oriental y descienden al Arabá; luego siguen hacia el mar y desembocan en el mar; entonces las aguas del mar quedan purificadas (lo que conocemos como el mar Muerto).
Y sucederá que dondequiera que pase el río, todo ser viviente que en él se mueve, vivirá. Y habrá muchísimos peces, porque estas aguas van allá, y las otras son purificadas; así vivirá todo por donde pase el río.
Y junto a él se pararán los pescadores, y desde En-gadi hasta En-eglaim (pueblos en la costa del mar Muerto donde nunca antes había habido pescadores porque estaba muerto. No había peces allí. Nada podría vivir allí. Pero ahora sería un tiempo de prosperidad. Habría muchos peces y pescadores viviendo allí. Nuevas industrias surgirán debido a este río); habrá un lugar para tender las redes. Sus peces serán según sus especies, como los peces del mar Grande, (el mar Mediterráneo al oeste de Jerusalén) numerosísimos. Pero sus pantanos y marismas no serán purificados; serán dejados para salinas.
Junto al río, en su orilla, a uno y otro lado, crecerán toda clase de árboles que den fruto para comer. Sus hojas no se marchitarán, ni faltará su fruto. Cada mes darán fruto porque sus aguas fluyen del santuario; su fruto será para comer y sus hojas para sanar».
Vemos aquí esta abundancia, estos árboles creciendo en lugares donde no podrían haber crecido sin este río de vida.
Y se nos recuerda, cuando vemos esta parábola (esta imagen), que somos árboles de justicia, según el capítulo 61 de Isaías; que Dios nos ha plantado, puso vida corriendo por nuestras venas y nos dio Su río de vida, nos hizo, quienes estando muertos en nuestros delitos y pecados, nos hizo vivir, y nos convertimos en árboles de justicia plantío del Señor.
De acuerdo con el Salmo 1:3, hemos sido firmemente plantados junto a corrientes de agua.
Colosenses 2, versículo 7, nos dice que estamos arraigados en Cristo. Y debido a que estamos cimentadas en Él, Él es la fuente de nuestra vida. Su Espíritu fluye a través de nosotras, y eso es lo que nos da vida y nos hace dar fruto.
Este río de vida trae sanidad. Lo vemos en el versículo 8. Esta agua fluye hacia la región oriental, desciende al valle, al Arabá, a los lugares secos, a tierra baldía, y entra en este mar muerto, y cuando alcanza el mar Muerto, las aguas de ese mar son sanadas. ¡Es un milagro!
Dijimos que el contenido de sal en este mar es tan grande que nada puede vivir en él. Los peces que bajan del mar de Galilea, río abajo por el Jordán, y desembocan en el mar Muerto, mueren inmediatamente. No puede sostenerse la vida. Pero Dios sana esas aguas por medio de este río de vida que desemboca en el mar Muerto. Lo sana, y el mar Muerto se convierte en un mar viviente.
Algunas de ustedes, al pensar en su testimonio de cómo llegaron a la fe en Cristo, pueden recordar cuán muerta y estéril era su vida, cuán infructuosa, cuán triste, cuán disfuncional, cuán amarga, cuán deprimida, entonces el río de vida fluyó en ti, y Jesús te dio Su vida, y no has sido la misma desde entonces.
Algunas de ustedes han experimentado sanidad; sanidad de emociones dañadas, sanidad de un pasado culpable, roto, destrozado, desordenado y disfuncional. Ahora, no significa que Él sanó todo acerca de ese pasado, porque este es uno de esos pasajes en las Escrituras de, ya sí, pero todavía no; ya es cierto pero todavía no se ha llevado a cabo totalmente, y lo vemos en un cumplimiento parcial. Pero anticipamos el día en que habrá plenitud total y las cosas que estaban muertas estarán plenamente vivas, plenamente vibrantes, sin presencia de pecado, sin el asedio del pecado remanente, sin sufrimiento en este mundo. Pero hemos experimentado una muestra de eso mientras el río de la vida ha fluido en nuestras vidas y ha traído sanidad.
Algunas de ustedes han visto el río de vida de Dios traer sanidad a sus matrimonios, un matrimonio que estaba muerto, para el que no había esperanza, pero Dios trajo Su Espíritu, Su gracia, Su Palabra, Su vida a tu matrimonio. Y Dios ha sanado tu matrimonio, y te ha dado un matrimonio amoroso.
Algunas de ustedes han visto el río de vida fluir en la vida de una hija o hijo pródigo, o en una iglesia que era estéril y estaba muerta, y donde no había vida. Pero han visto a Dios traer sanidad donde había relaciones rotas.
Una mujer me dijo esta semana que escuchó una serie en Aviva Nuestros Corazones donde recientemente hablamos sobre el poder de una conciencia limpia. Me dijo que fue y confesó a un miembro de su familia un pecado que había mantenido oculto durante cuarenta y cuatro años. Esto la había mantenido prisionera, y ella fue y lo confesó directamente a esta persona y buscó el perdón, y hubo reconciliación, y Dios trajo restauración y sanidad al corazón de esta mujer y a esa relación familiar.
Por donde pasa el río de vida, las cosas muertas cobran vida. Hay sanidad, hay sanación y hay propósito.
En el versículo 12 leemos sobre toda clase de árboles que crecen a lo largo de la ribera de este río, y se usan como alimento. Son hermosos, pero no son solamente hermosos sino útiles. Son fructíferos. «Su fruto será para comer y sus hojas para sanar». Las cosas que crecen alrededor de este río son útiles, fortalecen y traen sanidad.
Y mientras pensamos que somos árboles de justicia, plantados por el Señor con nuestras raíces descendiendo hacia el amor de Cristo y al río de Su amor, nos damos cuenta de que Dios nos hizo útiles. Él nos puso aquí en esta tierra por una razón. Él nos ha dado una existencia con propósito. Estoy muy contenta por eso.
Creo que a veces la gente va a una conferencia o escucha programas de radio y piensa: Oh, Dios realmente ha hecho a este predicador o a esta maestra bíblica o a esta mujer, tan fructíferos. Amo su ministerio. Y han sido tan amables conmigo al expresarme algo sobre Aviva Nuestros Corazones.
Pero déjame decirte que Dios no solo quiere que yo, Nancy, sea fructífera. Dios no solo quiere que yo sea útil. Dios quiere que tú seas fructífera. Él quiere que tú seas útil. Él quiere que lleves mucho fruto para Su gloria. Él quiere que seamos usadas, gastadas, consumidas en el servicio a otros, al tener un corazón de siervas. Este crecimiento que proviene del río de vida no es solo para nosotras, para que seamos cristianas gordas y felices. Este crecimiento es por el amor a Dios. Es por el bien de los demás. Es para que seamos portadoras de vida, para ser dadoras de vida.
Eso es lo que significa el nombre Eva, dadora de vida. Dios nos hizo mujeres para ser portadoras, dadoras, para nutrir la vida. Es cierto de nuestros cuerpos. Es cierto de nuestra fisiología, pero también es cierto que nos quiere como Sus hijas, sus hijas para llevar mucho fruto, como mujeres que dan vida.
Y luego vemos que donde fluye este río de vida, hay consistencia. El versículo 12 dice: «Sus hojas no se marchitarán, ni faltará su fruto. Cada mes darán fruto porque sus aguas fluyen del santuario; su fruto será para comer y sus hojas para sanar».
Escucha, si solo estás ocupada en ser útil, si solo estás sirviendo a Dios con la energía de tus propios talentos, tu propia carne, te vas a cansar. Vas a quedar exhausta, sin fuerzas. Te quedarás sin energía. Te vas a quedar sin motivación.
Cuando tus hijos no respondan a tu instrucción, a tu discipulado o a tu dedicación en sus vidas, te vas a cansar, y vas a decir, «¿quién quiere estos niños? Alguien más puede tenerlos».
¿Pero cómo puedes seguir sirviendo con alegría? ¿Cómo puedes permanecer fructífera en tiempos de sequía? Es cuando ese río sobrenatural de la vida de Dios fluye a través de ti. Él te dará la energía.
Este es el final de esta serie, el tercer programa. Estoy cansada. Y esta mañana me sentí tan agotada, y le dije a mi carne: «No sé cómo voy a poder hacer esto».
Pero mientras doy pasos de fe y por fe, el río de vida del Espíritu de Dios produce vida en mí. Produce crecimiento. Me da bendiciones. Te está bendiciendo a medida que Dios nos abre Su Palabra. Y Dios te dará ese segundo aliento y un tercer aliento, sin importar cuántos alientos necesites para ser fructífera mientras Su río fluye a través de ti.
Dice: «Sus hojas no se marchitarán. Su fruto no faltará. Siempre están en temporada». Se supone que debemos estar siempre verdes.
Ahora, en lugar de eso, leemos en el capítulo 8 de Lucas, a manera de contraste, acerca de una semilla que se sembró, y Jesús dijo que cayó sobre una roca, y cuando creció, se secó porque no tenía humedad. Y dijo: «Y aquéllos sobre la roca son los que, cuando oyen, reciben la palabra con gozo; pero estos no tienen raíz profunda; creen por algún tiempo, y en el momento de la tentación sucumben» (v. 13).
No se supone que sea así con los creyentes, con aquellas que tienen el río de la vida en ellas. Es un manantial de gracia inagotable, un suministro continuo del Espíritu Santo de Dios. Pero no puedes hacerlo por ti misma.
Los árboles no pueden crecer por sí solos. Deben tener esa fuente subterránea de agua. Deben ser plantados y nutridos por el agua, el agua viva. Sus raíces sacan vida del el río, desde el suelo donde nadie ve. Es un proceso silencioso y constante que muestra cómo dependemos del Espíritu Santo de Dios dándonos alimento y vida, y haciéndonos fructíferas.
Eso es de lo que habló Jesús en Juan 15, donde dice:
«Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer. Si alguno no permanece en mí, es echado fuera como un sarmiento y se seca; y los recogen, los echan al fuego y se queman» (vv. 4–6).
Tengo un río de vida que fluye en mí. Como leímos del himno, «Agua de vida»:
«Es un río de amor,
De gracia y perdón.
Trae gozo
al pueblo del Señor»
Cristo es la fuente de agua viva.
Leí un libro maravilloso hace muchos años, y recientemente mientras pensaba en esta serie, lo busqué para echarle un vistazo. Se titula, Una hoja verde en tiempo de sequía por Isobel Kuhn. Ella era una misionera, pero este libro es la historia de una pareja llamada Arthur y Wilda Mathews, que fueron los últimos misioneros de la Misión del Interior de China en escapar de la China Comunista en 1953.
Habían estado detenidos durante dos años, la mayoría de los otros misioneros habían podido salir. Ellos fueron los últimos. Estuvieron presos durante dos años por el cruel y represivo régimen comunista. Estuvieron en circunstancias terribles, pero Dios los mantuvo con vida, y los mantuvo durante terribles pruebas, y ese libro es la historia de lo que vivieron durante esos años.
Pero en este libro, Isobel Kuhn contando esa historia, dice: «Pero lo más sorprendente de todo fue su vigor espiritual. (¿De dónde venía?) No de ellos mismos: ningún ser humano podría pasar por tales sufrimientos y salir dulce y alegre».
¡Guau! Piensa en las pruebas difíciles de tu vida. Probablemente no has estado dos años en una prisión comunista. Pero lo que sea que estés pasando puede que sea difícil, puede ser realmente difícil, ¿has salido dulce y gozosa?
Isobel Kuhn encontró la respuesta a esa pregunta en el pasaje de Jeremías 17:
«Bendito es el hombre que confía en el Señor, cuya confianza es el Señor. Será como árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces junto a la corriente;
no temerá cuando venga el calor, y sus hojas estarán verdes; en año de sequía no se angustiará ni cesará de dar fruto» (vv. 7–8).
Y luego Isobel Kuhn dice: «¡Eso fue! Hubo una Fuente secreta e invisible de sustento, que los comunistas no pudieron encontrar y de la cual no pudieron desconectarlos».
Entonces ella dice:
Hay una Fuente secreta por la cual un árbol puede producir hojas verdes aún cuando todos los demás a su alrededor se sequen y mueran por la sequía. Quizás tu sequía no sea causada por el comunismo, pero la causa de que el gozo de la vida desaparezca, es secundaria. Cuando se seca (cuando las aguas a tu alrededor se secan; cuando tus circunstancias se agotan), ¿habrá alguna fuente secreta que podamos encontrar?, ¿habrá una Fuente secreta de sustento que la sequía mortal no pueda alcanzar?
¡La respuesta es: Sí! ¡Tengo un río de vida que fluye en mí y de mí! Es el río de Su vida. Es el río de agua viva, el río de Dios que fluye fuera del templo de Dios.
El Nuevo Testamento nos dice que somos el templo de Dios, individual y corporativamente.
Así que no solo estamos llamadas a ser recipientes de este río de vida, de esta gracia de Dios, de este Espíritu de Dios, no solo como beneficiarias de la vida que imparte Su fluir, sino que también estamos llamadas a convertirnos en un canal por el cual Dios derrama Su vida a los demás.
Eso fue lo que le dijo Jesús a la mujer samaritana. Él le dijo: «El agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna».
Y luego en el capítulo 7 de Juan dice: «El que cree en mí, como ha dicho la Escritura: De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva» (v. 38). Ríos de agua viva. Jesús dijo: «Yo te daré esa agua. Yo soy el río. Yo soy el agua. Yo soy la puerta. Yo soy la entrada. Yo soy el templo. Yo soy el altar. Yo soy el agua. Ven a mí y bebe. Sé llena de fe. Y luego deja que mi vida fluya a través de ti hacia tu pareja, hacia tus hijos, hacia tu compañera de habitación, hacia tus maestros, hacia tu jefe, hacia tus compañeros de trabajo. Déjalo fluir».
Las Escrituras dicen en Ezequiel 47: «Todo vivirá donde quiera que pase el río».
¿Sabes lo que eso significa? Dondequiera que vayamos, donde sea que tú vayas, no solo a la iglesia, sino a al restaurante, a tu lugar de trabajo, a la casa de tu vecino, a tus reuniones, al gimnasio, donde sea que vayas, donde sea que yo vaya, donde sea que vayamos, ese río de vida se supone que fluya a través de nosotras hacia el desierto, hacia el mar Muerto.
Y las cosas muertas vivirán. Las cosas que no florecían serán fructíferas y fértiles cuando el pueblo de Dios vaya con el río de vida.
Entonces, ¿hay nueva vida a donde vas? ¿Hay un río de vida fluyendo en tu hogar? ¿En tu lugar de trabajo? ¿Cuando estás de vacaciones? ¿Los lugares secos y desérticos a tu alrededor se llenan de vida y crecimiento donde quiera que pasas? ¿Tu vida trae sanidad a quienes te rodean? Esa no es tu vida, es la vida de Jesús en ti.
¿Haces dulces los lugares amargos? ¿Está tu vida transformando tu entorno? ¿O simplemente estás conformándote, adaptándote, adecuándote a tu entorno? ¿Te has vuelto dura, malhumorada, seca o estéril, como ese desierto, como ese mar Muerto; pareciendote a tu ambiente en lugar de dejar que el río de vida, a través de ti, lo cambie todo en tu entorno?
Puede que estés en un ambiente secular, en un lugar de trabajo, en una escuela llena de incrédulos, quizás son incrédulos militantes, personas que se oponen a las cosas de Dios. El río de Dios en ti puede fluir a través de ti para transformar todo lo que te rodea.
Una de las cosas que a mi esposo y a mi nos gusta hacer es orar con las personas dondequiera que vamos, taxistas, personas en el aeropuerto, personas en los aviones, personas de nuestro vecindario, donde sea que vayamos, personas que no conocemos, extraños.
Mi esposo es muy bueno para entablar conversaciones, es mejor que yo en eso realmente. Él le dice algo como: «¿Cómo te llamas?» Y simplemente entablan una conversación. Y antes de que terminemos, la mayoría de las veces, el le dice: «¿Estaría bien si oro por ti?» Cualquiera que viene a trabajar al jardín, o lo que sea, él le pregunta: «¿Puedo orar por ti?» Nunca hemos tenido a nadie que diga: «No».
Pienso en eso cuando medito en este río de vida. ¿Qué tal si todos los cristianos, qué tal si cada mujer que nos escucha, donde sea que vayamos, qué pasaría si estuviéramos agradecidas? ¿Qué tal si dijéramos, «gracias»? ¿Qué tal si sonriéramos? ¿Qué tal si mostráramos interés en las personas?
Tuve una cita médica no hace mucho tiempo. Salí de la oficina y había una mujer visiblemente abatida. Quiero decir, ella estaba llorando, estaba esperando que la recogieran para llevarla, y mientras esperaba estaba sentada en un banco. Robert me iba a recoger a mí, y cuando la miré, pensé, algo anda mal con ella.
Entonces le pregunté: «¿Está bien?» Ella estaba llorando. Tuve que hacerle algunas preguntas porque ella no iba a ofrecerse a hablar. Así que le pregunté: «¿Acaba de recibir una mala noticia?» Ella me contestó: «Sí, sí».
Le dije: ¿Puedo orar por usted? El río de vida fluyendo a través de mí... No conozco sus circunstancias; no conozco su historia, pero sé que la vida, el amor y la gracia de Jesús tocaron su corazón ese día. Y quién sabe, tal vez Dios traerá a una de ustedes, a alguien más, para que sea una extensión de ese río de vida, para orar, para alentar, para bendecir, hasta que su vida se convierta en un lugar donde el agua viva fluya.
Christina Davis escribió una historia estupenda en un libro, titulado Totally Surrounded. (En español, «Totalmente rodeada»). La autora cuenta cómo, cuando tenía dieciocho años, fue a una remota región selvática en las Filipinas para servir como misionera. Y mientras iba, ella oraba y decía: «Señor, lo que ahora es tinieblas, por favor conviértelo en luz, luces brillando para Ti. Que no pueda irme de aquí hasta que esta gente levante alabanzas a Ti».
Seis años más tarde, las aldeas en esa área anteriormente no alcanzada, estaban ahora ardiendo en llamas con la luz de Dios. Hubo cientos de creyentes, hubo iglesias, escuelas. Y cuando ella se preparaba para abandonar la zona, dijo:
Llegamos a la cima de la montaña que miraba hacia el valle. Este lugar había sido mi lugar de partida. Desde aquí he orado con mucho celo: «Señor, lo que ahora es tinieblas, por favor conviértelo en luz, luces brillando para Ti. Que no me vaya de aquí hasta que vea esta gente levantar alabanzas a Ti».
Y dijo: «Me quedé en silencio y eché una larga y última mirada al valle. Este era el momento de decir adiós. A medida que las lágrimas corrían por mi rostro, comencé a escuchar de nuevo esa voz quieta, pequeña: “¿Puedes escuchar la alabanza que levantan hacia Mi?”
Entonces Dios abrió mis ojos espirituales para ver una porción de lo que Él podía ver. Pude ver luces, luces que brillaban intensamente en todos las aldeas. Gente, jóvenes y viejos por igual, habían sido reconciliados con Dios. "¡Sí, sí!" lloré. Pude escuchar alabanzas subiendo directo hacia el cielo. Pude ver los cielos abiertos y escuchar las alabanzas que estas personas alzaban al trono de Dios».
Hay mucha oscuridad aquí mismo donde vivimos, y dondequiera que pase el río, hay vida.
Carmen: Nancy DeMoss de Wolgemuth estará de regreso con otro sorprendente detalle sobre el mar Muerto.
El programa de hoy es el último en la serie titulada, «Por donde pase el río». Nancy nos ha estado recordando una verdad que encontramos en la Escritura: Por donde pase el río todo cambia, las cosas muertas vuelven a la vida, y las cosas que están vivas vuelven a florecer. ¿Dejarás el río de agua viva fluir a través de ti?
Si te perdiste alguno de los programas anteriores, puedes escucharlo o leerlo en la sección de recursos de nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com.
Aquí está Nancy de regreso con nosotras,
Nancy: Una amiga me envió un mensaje de texto esta mañana. Ella sabía que yo estaba enseñando sobre este pasaje y me dijo:
Hay un hermoso complejo, un hotel que se encuentra como a una milla de la costa del mar Muerto. Se ve ridículo, dijo, pues antes estaba en la orilla, pero el mar Muerto está retrocediendo, por lo que ahora está muy lejos de ese lugar de veraneo. El retroceso del mar Muerto hace que las promesas de Dios en un pasaje como este parezcan ridículas. ¿Cómo podría ser este un lugar fructífero, un lugar de vida y salud, constancia, crecimiento y abundancia?
Luego ella dijo: «Pero Dios ... Pero Dios ... Pero Dios».
Escucha, no hay esperanza en esa parte del mundo, visiblemente, de que esta promesa se haga realidad físicamente. Y cuán similar es esto en nuestros días, en nuestras oraciones, en nuestros anhelos, en nuestra esperanza de avivamiento en nuestras iglesias, en nuestros hogares, en este país y alrededor del mundo. Parecería imposible.
Muchas de nuestras vidas tienen lo que parecen ser cosas imposibles a nivel personal…pero Dios. ¡Pero Dios!
En Génesis capítulo 2, había un río de Dios fluyendo a través del huerto para regarlo.
En Ezequiel 47, hay un río de Dios, un río de vida que fluye desde el templo hasta el desierto, hasta el mar Muerto.
Y luego, cuando llegamos al último capítulo de la Biblia, Apocalipsis 22, dice:
«Y me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle de la ciudad. Y a cada lado] del río estaba el árbol de la vida, que produce doce clases de fruto, dando su fruto cada mes; y las hojas del árbol eran para sanidad de las naciones» (vv. 1–2).
Y no es esa la esperanza del evangelio, la promesa de Dios, que mientras Su Espíritu fluye en nosotras y por medio de nosotras, hay un río de vida que fluye de mí. Hay un río de vida que fluye a través de ti. Y tenemos la promesa de que un dia la gloria del Señor cubrirá la tierra como las aguas cubren el mar.
¿No anhelas ese día? Deja que ese río de vida fluya a través de ti ahora.
Oh Padre, gracias por las cosas que hemos hablado que son misterios demasiado grandes para nosotras, pero no para Ti. Gracias por ese río de vida, esa agua de Tu Espíritu Santo, y oramos que fluya a través de nosotras, hacia nosotras, en nosotras, y traiga sanidad, gracia, esperanza, crecimiento a través de nuestras vidas, a nuestros hogares, a nuestras iglesias, a estas comunidades en esta área y en todas las naciones del mundo para que Cristo sea amado, conocido y adorado, para que todos puedan saber que Tú eres Dios. Oramos en el nombre de Jesús, amén.
Carmen: Llamándote a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
Agua Viva, Grupo de Adoración IBSJ ℗ 2017 Radio Eternidad. Canción usada con permiso.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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Recursos del Episodio
Libro de Isobel Kuhn Una hoja verde en tiempo de sequía disponible solamente en ingles.
Libro de Christina Davis Totalmente Rodeada disponible solamente en ingles.
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