Pon guarda a mi boca
Annamarie Sauter: ¿Es fácil para las personas a tu alrededor que te escuchan, expresar afecto hacia ti?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Algunas de nosotras no tenemos un botón de pausa en nuestras lenguas, y vaya que necesitamos poder pausar, poder parar. «Señor, pon guarda a mi boca; vigila la puerta de mis labios» (Sal. 141:3).
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Durante la última semana y media, Nancy te ha estado invitando a hacer un autoanálisis de tu nivel de mansedumbre en la serie llamada, La hermosura de la mansedumbre. Y es que vivimos en una sociedad que nos ha enseñado que la mansedumbre es algo de mujeres débiles y aburridas, pero la Palabra de Dios nos dice que debemos buscar la mansedumbre. Esta es una virtud que es de gran estima para Dios y que nos ayudará a crecer …
Annamarie Sauter: ¿Es fácil para las personas a tu alrededor que te escuchan, expresar afecto hacia ti?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Algunas de nosotras no tenemos un botón de pausa en nuestras lenguas, y vaya que necesitamos poder pausar, poder parar. «Señor, pon guarda a mi boca; vigila la puerta de mis labios» (Sal. 141:3).
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Durante la última semana y media, Nancy te ha estado invitando a hacer un autoanálisis de tu nivel de mansedumbre en la serie llamada, La hermosura de la mansedumbre. Y es que vivimos en una sociedad que nos ha enseñado que la mansedumbre es algo de mujeres débiles y aburridas, pero la Palabra de Dios nos dice que debemos buscar la mansedumbre. Esta es una virtud que es de gran estima para Dios y que nos ayudará a crecer en nuestras relaciones. Aquí está Nancy con la continuación de su enseñanza.
Nancy: Permítanme leer algunos correos electrónicos que hemos recibido de parte de nuestras oyentes; son correos que muestran tanto la falta de mansedumbre, como lo que esto produce en nosotras y en nuestras relaciones.
Esta mujer dice: «Soy, por naturaleza, la mujer más polémica que quizás llegues a conocer».
Ya habíamos dicho en la última sesión que ser honestas es la línea de partida en nuestra carrera para desarrollar mansedumbre, así que yo aprecio la honestidad de esta mujer.
Ella siguió diciendo: «Si siento que algo necesita ser dicho o debatido, yo seré quien lo haga. A lo largo de la semana, y por medio de esta serie, Dios me ha dejado sentir convicción en mi corazón. Normalmente no considero los sentimientos de quienes hiero cuando hablo. En mi mente yo solo decía las cosas como son porque necesitan ser dichas, así que, ¿por qué no yo?
Me he dado cuenta que esto es parte de mi falta de paciencia con la gente en general. He estado trabajando con «callarme la boca» más a menudo. Creo que hoy me reuniré con una de mis amigas parlanchinas para comenzar a rendirnos cuentas mutuamente en cuanto a este cambio.
Por favor continúen exponiendo las verdades como son, para que las personas como yo dejemos de hablar como lo hacemos».
Bueno, agradezco el hecho de que esta mujer tiene un espíritu enseñable, y ella ilustra lo que percibo como clave para desarrollar la mansedumbre y la quietud de espíritu, y esto es, involucrar a otros creyentes en tu vida, vivir esta vida juntamente con otros. Dios nunca planeó que llegaramos a ser creyentes maduros sin la ayuda de otros. Nos necesitamos los unos a los otros. Ella dijo, «me reuniré con una de mis amigas que también batalla con la mansedumbre para comenzar a rendirnos cuentas mutuamente en cuanto a este cambio».
Ahora, yo sugiero que no solo busquen reunirse con personas que batallan con la misma debilidad pecaminosa, sino que también busquen reunirse con personas que evidencian la gracia en esta área de sus vidas, quienes evidencian humildad y un espíritu manso. Júntense con ellas. Pasen tiempo con ellas, y pídanles que oren por ustedes. Pídanles la oportunidad de ser responsables ante ellas en este propósito de mostrar mansedumbre.
Aquí hay otra oyente que dijo: «Nos mudamos hace siete meses, ambos hemos sufrido un pesado estrés financiero. Continuamente molesto a mi esposo, pues quiero administrar hasta en lo más mínimo, y le guardo resentimiento porque pienso que hacerlo a mi manera es mejor. (¿Pueden notar lo opuesto a un espíritu manso?) Al haberme comportado así no solo le he faltado al respeto a mi esposo, sino además le he faltado al respeto al Señor y tampoco he confiado en Él. Ahora me doy cuenta que yo soy quien ha hecho miserable mi matrimonio».
Gracias a Dios los ojos de esa mujer están siendo abiertos. Ella está aceptando la responsabilidad, y ya no culpa a su esposo. Es honesta con respecto a la actitud nefasta que tenía hacia su esposo, era fastidiosa y obsesiva al detalle y resentía que no se hicieran las cosas a su manera; su orgullo, su arrogancia la hizo pensar, mi manera es mejor. Ella también se ha percatado de que al hacer eso ella no está confiando en el Señor. Ella trataba de controlar y de ahí procede la falta de mansedumbre.
De manera que la honestidad de la que estuvimos hablando en la última sesión está perfectamente ilustrada en el correo de esta mujer. Sé honesta en cuanto a cómo la falta de mansedumbre se está manifestando en tu vida.
Creo que es importante que nosotras, las mujeres, estemos dispuestas a escuchar de los hombres cómo nuestra falta de mansedumbre les afecta. Aquí tenemos un correo de un hombre que derramó su corazón de una manera muy honesta:
«Aunque amo a mi esposa, el deseo de demostrárselo ha disminuido. (Hace diez años solía comprarle flores al menos una vez a la semana). (Hubo expresiones prácticas de amor). Aún la amo, pero ya no estoy tan motivado a mostrarlo. ¿Por qué?
Los constantes «no» a todo lo que yo pudiera sugerir, las discusiones por cualquier cosa, el querer imponerme su agenda, sus críticas sobre mi manera de conducir el auto por una ruta buena por sobre otra igual de buena. Estas cosas me han dejado abatido, desalentado y solitario».
Amigas, Dios no hizo el corazón del hombre de manera que pudiera resistir bajo nuestra crítica que desanima que desgasta, siendo controladoras, fastidiosas y manipuladoras. Pudieran decirme «bueno pues también debieras hablar sobre lo que los hombres hacen». No, eso sería material de otro programa. Esa no es mi tarea. Ese no es mi llamado. Mi trabajo consiste en hablar a nosotras las mujeres, y aquí tenemos a un esposo que dice honestamente, «amo a mi esposa, pero su actitud me agota. He perdido la motivación».
Ahora, él sigue siendo responsable de amar a su esposa, y no hay excusa alguna que le libere de tal responsabilidad, pero mujeres, nosotras podemos facilitarles o dificultarles a las personas a nuestro alrededor el trabajo con nosotras, el vivir con nosotras y el amarnos.
Y, ¿qué decides hacer?
Hablamos de algunas cosas en específico durante la última sesión.
Permíteme mencionar otras más aquí.
Creo que algo grandioso es simplemente aprender a guardar nuestra lengua, aprender a proteger nuestra lengua. Ser lentas para hablar.
En el transcurso de esta serie de enseñanzas he citado múltiples veces el libro, La búsqueda de la mansedumbre y la quietud de espíritu (está solo disponible en inglés). En ese libro, dice, «aprende a hacer una pausa».
Pausa cuando algo te irrita, cuando una circunstancia no va de acuerdo a tu manera, cuando llegue una noticia que no esperabas. Haz una pausa antes de responder.
Algunas de nosotras no poseemos ni siquiera un botón de pausa en nuestras lenguas, y vaya que lo necesitamos. Pausa. Alto. «Señor, pon guarda a mi boca; vigila la puerta de mis labios» (Sal. 141:3).
Proverbios capítulo 14, el versículo 29 dice: «El lento para la ira tiene gran prudencia, pero el que es irascible (o impaciente de espíritu) ensalza la necedad».
Eclesiastés capítulo 5, versículo 2: «No te des prisa en hablar, ni se apresure tu corazón a proferir palabra delante de Dios. Porque Dios está en el cielo y tú en la tierra; por tanto sean pocas tus palabras».
Proverbios capítulo 19 versículo 11: «La discreción del hombre le hace lento para la ira, su gloria es pasar por alto una ofensa».
Déjalo pasar. No es necesario que te involucres, no es necesario que me involucre en cada asunto que surge. Déjalo pasar. Esa es la gloria del hombre que pasa por alto la ofensa.
Ahora, si hay un patrón en la vida de algún hijo tuyo o en tu esposo o en una amiga, entonces en el espíritu de Gálatas 6:1, nos acercamos a ellos, tratamos de restaurarles en un espíritu de mansedumbre, pero no necesitamos señalar cada vez que alguien haga algo indebido.
Haz una pausa y piensa:
- ¿Es ahora mismo el tiempo apropiado para decir lo que siento?
- ¿Soy yo la persona indicada para decirlo?
- ¿Es realmente necesario que sea señalado?
- ¿Es mi propuesta amable?
- ¿Es verdadera?
- ¿Es absolutamente necesario decirlo?
Entonces, simplemente por haber hecho una pausa, la mansedumbre tendrá una oportunidad para entrar en acción y así lo que lleguemos a decir reflejará un maravilloso espíritu de mansedumbre.
Permíteme nuevamente leer otros dos correos electrónicos de nuestros oyentes que muestran la importancia de esto. Una mujer nos escribió:
«Necesito cambiar. Me estoy dando cuenta de que yo he estado enojada y he sido áspera con mi esposo y con mi hija. Ahora entiendo la razón de su pregunta: “¿Por qué eres tan mala?” Yo no pretendo ser mala con ellos. Crecí en un hogar donde mamá era muy severa con mi hermana y conmigo. Las palabras que nos decía en ocasiones parecían cortar como cuchillo. Lo más triste es que yo me había prometido a mí misma que no sería así con mi hija, pero véanme ahora.
Dios ha usado Aviva Nuestros Corazones para abrirme los ojos y el corazón a este problema. Con la ayuda de Dios, haré un esfuerzo por dar respuestas suaves.
Es muy difícil para mí permanecer en calma y no decir algo cuando veo a un hombre hacer algo incorrecto, pero desde que escuché en Aviva Nuestros Corazones, el mensaje sobre el discernimiento y el poder de una lengua bajo control, he estado implementando estos consejos en mi vida. Veo cómo se sorprenden los hombres de mi nueva manera de ser más flexible con mis opiniones, y cómo tomo en cuenta y espero sus respuestas, cómo afirmo su manera de pensar y sus sugerencias. Ahora la gente ya no teme a los latigazos de mi lengua, pues han disminuido dramáticamente.
Ha sido un camino difícil, y aún batallo por permanecer en él, pero es muy satisfactorio y me trae paz saber que esto es actuar en la voluntad del Señor».
Solo dos pensamientos más sobre el cultivar la mansedumbre y la quietud de espíritu y luego quiero leerles un testimonio.
Matthew Henry, escribió en el último capítulo de su libro, una lista de sugerencias de cómo cultivar la mansedumbre. Él da una clave que jamás se me hubiera ocurrido, pero ahora pienso que es muy poderosa y deseo compartirla con ustedes. Él lo pone en estas palabras:
«Conversa mucho en tu mente con una tumba oscura y silenciosa. Piensa en la muerte».
Nunca hubiera pensado en esto como una llave hacia la mansedumbre y la quietud de espíritu, pero él lo dice, y escuchemos las razones que nos da para ello.
«A diario te encuentras con muchas cosas que te distraen e inquietan, no obstante el alboroto, debes soportarlas. (Te estresan, te vuelven ansiosa y agitada, todas esas cosas que te perturban y te inquietan). Piensa cuán silenciosa la muerte te volverá y que tan incapaz te hará para sentir resentimiento o resistir alguna herida».
Si reposas en un féretro en tu funeral, y alguien se acerca a ti y te dice, «nunca me simpatizaste. Siempre pensé siempre que eras una…», y se suelta diciendo horrendas cosas de ti, ¿qué harás? Nada. Estás muerta. Él nos dice:
«Piensa cómo será cuando estés muerta, y no puedas resistir o resentir heridas. Pronto estarás fuera del alcance de la provocación. Y qué, acaso ¿no es un espíritu quieto la mejor preparación para ese estado de quietud? (Prepárate para morir viviendo correctamente al responder cuando eres provocada a la ira).
Piensa en cómo parecerán todas estas cosas que ahora nos inquietan, cuando estemos cara a cara con la muerte. Qué pequeñas e insignificantes parecerán a quien está por entrar en la eternidad».
Si ya encaminadas hacia la eternidad pudiéramos experimentar el pesar o el arrepentimiento, creo que al mirar atrás veríamos los incidentes de los que hicimos toda una conmoción. «¿Por qué reaccioné así? ¿Por qué exploté tan horrible? ¿Por qué no lo dejé pasar? ¿Por qué no respondí en mansedumbre en vez de enfurecer?»
Dijo él: «Piensa qué pequeñísimas parecerán, piensa qué pequeñísimos parecerán estos asuntos al pasar a la eternidad. La muerte nos aquietará dentro de poco. Permitamos que la gracia nos aquiete ahora».
Sabias palabras, ¿no?
Ahora este otro pensamiento: «Pon tus ojos en Jesús. Aprende de Él. Pasa tiempo con Él. Que nos contagie de Sí. Permite que Su carácter, Su mansedumbre, se vuelvan tuyos».
Isaías capítulo 42, en el versículo 1, describe de manera profética la mansedumbre de Cristo. Dice: «He aquí mi Siervo, a quien yo sostengo, mi escogido, en quien mi alma se complace. He puesto mi Espíritu sobre Él; Él traerá justicia a las naciones». Pero ¿cómo lo hace?
Los versículos 2 y 3 responden: «No clamará ni alzará su voz, ni hará oír su voz en la calle. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo mortecino, con fidelidad traerá justicia».
Jesús es gentil. Jesús es manso y amable, y es así como trae justicia al mundo. Tal como lo hemos venido diciendo, Él es Cordero de Dios que ha sido inmolado desde antes de la fundación del mundo, el que conquista.
El resumen de la historia es que el Cordero gana. El Cordero vence, y a través de la mansedumbre, también podremos nosotras. Enfoca tu atención en la cruz.
Matthew Henry dice:
«Piensa a menudo cómo y de qué manera sufrió; piensa cómo fue llevado como un cordero al matadero, y ármate del mismo pensamiento».
De eso leemos en 1 Pedro capítulo 2 en los versículos 21-23:
«Porque para este propósito habéis sido llamados, pues también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas, el cual no cometió pecado, ni engaño alguno se halló en su boca; y quien cuando le ultrajaban, no respondía ultrajando; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a aquel que juzga con justicia».
Ese es el espíritu de mansedumbre.
Así que, mira a Cristo. Celebra en Él. Aprende de Él. Vive en Su presencia. Permanece en la cruz y permite que la imagen de Él en la cruz conforme Su imagen de mansedumbre en ti.
Quiero cerrar esta sesión compartiendo la historia que una mujer escribió y compartió con nosotros no hace mucho, ilustra justamente algunos de los aspectos de los que hemos hablado en general sobre la mansedumbre.
Ella dice: «Al graduarme del instituto bíblico me casé con un hombre con quien yo creía que tenía una buena relación con nuestro Señor, alguien que se dirigía en la misma dirección que yo. No tardé mucho en darme cuenta que no era así. Me encontré orando sola y leyendo mi Biblia sola. Mi esposo discutía conmigo por mis creencias bíblicas. Qué impresión fue darme cuenta que nos dirigíamos por dos sendas totalmente diferentes.
Había una gran agitación en nuestro hogar. Mi esposo tiene muy mal carácter. Por alguna razón yo me convertí en el objeto de su ira la mayoría de las veces. Poco a poco me fui amargando contra él, por la forma en que me hería y por la sensación de haber sido engañada. Yo pensaba que él era otra persona, y al darme cuenta de que me equivoqué, acumulé resentimiento contra él.
Mi esposo aceptó una oferta de parte de su padre, una oferta de trabajo para mudarnos a otro estado y empezar de nuevo. Él estaba placenteramente emocionado. Yo no. Ambas familias estaban aquí, yo era muy allegada a mis padres, y ellos eran muy cercanos a nuestro hijo. Así que esa decisión fue muy difícil de tomar, pero al final, tratando de ser una «buena esposa», accedí. Nos mudamos muy lejos, estábamos sin amigos, sin familia—excepto su padre, quien no era creyente. Yo estaba delicada de salud y embarazada con nuestro segundo hijo; sin el respaldo de una de iglesia o grupo cristiano.
Conforme avanzó el tiempo, las cosas empeoraron. La separación que había entre mi esposo y el Señor solo se incrementó, luego descubrí la horrenda verdad. Por dos años él había estado viendo pornografía a mis espaldas. Me sentí abrumada por las tinieblas y el horror que me rodeaban. Esta niña que había sido tan protegida por sus padres, educada en casa, estudié en una universidad cristiana; y ahora me parecía estar en medio del infierno.
Pasé mucho tiempo en amargura y sintiendo lástima por mí misma. Vivía con un esposo que se suponía ser salvo, pero que vivía como si no lo fuese, y me trataba con gran crueldad. Con frecuencia llegué a pensar, «ya me colmó. Tomaré a mis hijos y lo abandonaré. Ciertamente Dios no quiere que yo sufra tanto así». Pero en medio de ello, mi madre, mujer piadosa y de oración (gracias al Señor por las madres piadosas dadas a la oración) me mantuvo en mi posición diciéndome, «no veas la situación con los ojos de la carne, pero cree que todas las cosas son posibles para Dios».
Claro, eso es más fácil decirlo que hacerlo, pensaba entonces. Tú vives con mi padre, un hombre piadoso, uno de los más maravillosos del mundo, y en cambio yo con la peor pesadilla que una mujer pudiera tener.
Las cosas se encaminaban a un estallido nuclear cuando una amiga de antaño me sugirió empezar a escuchar Aviva Nuestros Corazones, y me dijo que encontraría gran aliento al hacerlo. Tan desesperada estaba por recibir ayuda, que lo hice. Ustedes estaban iniciando la serie de enseñanzas sobre la mujer de Proverbios 31. Las primeras tres veces que sintonicé el programa, pensé, «esto es una locura. Otras podrán hacer esto porque viven con hombres buenos, que las tratan bien y que son hombres piadosos, cabezas espirituales de sus hogares, pero ¡Nancy no puede esperar que yo siga sus consejos cuando estoy viviendo con la clase de esposo que tengo!»
A pesar de todo lo que mi corazón ha atravesado, sigue siendo sensible al Espíritu Santo. No pasó mucho tiempo para que una gran convicción descendiera sobre mí. Repentinamente, empecé a ver todas las maneras en que yo había contribuido al desastre en casa. En vez de confiar y esperar en el Señor para que cambiara a mi esposo, permití que la amargura y la autolástima entraran a mi corazón y me cambiaran, me hicieran enojar en contra de él, sin deseo alguno de amarlo o de servirle como el Señor nos ha mandado hacerlo. Yo solía decir, ¿por qué debería yo hacerlo? Todo lo que ha hecho es lastimarme y causarme dolor, ¿por qué debería yo hacer un esfuerzo extra por él? Lo trataba más como a un enemigo que como a mi esposo.
Vi cómo se enfrió mi corazón. (Honestamente, ese es el punto de partida). Qué impresión me causó darme cuenta que yo no era la perfecta esposa cristiana que pensé ser».
(Cuando observas a la otra persona—y ahora soy yo, Nancy, quiero agregar algo aquí— cuando estamos viendo a la otra persona y observamos sus faltas, fracasos y defectos, somos ciegos a los asuntos de nuestro propio corazón y a nuestras necesidades).
Ella sigue diciendo:
«Empecé a ver que en mi “celo santo” le faltaba al respeto y por lo tanto traía vergüenza al Señor. Desde el fondo de mi corazón herido y amargado lloré largo y tendido. Me arrepentí de la multitud de maneras en que yo pude haber mostrado el amor y el perdón de Cristo a un esposo extraviado, y no lo hice. Al empezar a escuchar la descripción de lo que es una esposa y madre piadosa, me di cuenta de cuán lejos estaba yo de serlo. Las semanas recientes han sido de las más duras que he vivido. El cambio nunca viene fácil o sin un precio a pagar, pues nada que valga la pena se obtiene fácilmente. También me di cuenta que la mejor determinación por amar a un esposo nada amoroso, era insuficiente; pero por el poder de nuestro precioso Señor viviendo en mí, yo sí puedo amarlo».
(Permíteme añadir que tampoco la más fuerte de tus determinaciones logrará hacer de ti una mujer mansa y de espíritu quieto. Es solo a través de la fe en Cristo, en lo que Él ha hecho a nuestro favor y en permitirle ser Cristo en nosotras que hace lo sobrenatural posible).
«Empecé a ver que si yo cambiaba, realmente cambiaba, él notaría que Dios verdaderamente estaba obrando en mí. He tenido muchas pequeñas victorias a través de estas semanas. Cada una de ellas me alienta a seguir adelante. Cuando él me maltrata, ahora respondo con un espíritu amable en vez de la manera irritada de antes, que denotaba una actitud de ya-no-te-soporto».
Esta mujer está cambiando el paso del vals que baila con su esposo, y eso requiere que él cambie. No es porque ella lo obligue a cambiar, sino porque el movimiento es diferente a lo usual. Cuando una persona cambia el paradigma, cambia el movimiento; entonces es maravilloso cuán frecuentemente Dios mueve el corazón de la otra persona hacia un cambio.
Y ella sigue diciendo:
«Dios me ha estado ayudando a servirlo en formas que yo no había ni imaginado hacerlo antes. Alabo a Dios porque tengo fuerzas y visión renovadas. Por la gracia de Dios aún en medio de un matrimonio difícil, puedo ser la mujer de Proverbios 31. Puedo criar a mis hijos para que conozcan y amen al Señor aun cuando mi esposo no respalda esas creencias. Tengo tanta esperanza en mi corazón. Hacía años que no me sentía así».
Estoy tan agradecida por la gracia de Dios en la vida de esta mujer. Estoy tan agradecida por la esperanza que Él le ha concedido dentro de lo que parece una circunstancia de desesperanza. Nosotras caemos en esas circunstancias, donde pensamos que la única esperanza posible es que la otra persona cambie. Pero… ¿notaste cuándo se llenó esta mujer de esperanza? ¡Fue cuando ella le permitió a Dios cambiarla!
Ahora, no estoy diciendo que si tus circunstancias son malas es porque has respondido mal. Pudiste haber respondido de manera correcta y aun así tener circunstancias difíciles. De eso se trata el Calvario —el justo sufriendo por el injusto para que Él nos pueda traer a Dios. Pero asegúrate, como nos recomienda Pedro, que cuando sufras no sea porque tienes una boca sin freno, por tu arrogancia, o por tu falta de mansedumbre. Asegúrate de que no sufras por tu mal proceder.
Toma el espíritu de Cristo. Mantente enfocada en la cruz. Pon tus ojos en Cristo, y permítele, por Su gracia transformarte en una mujer mansa y gentil con un espíritu en quietud. Las Sagradas Escrituras dicen en 1 Pedro capítulo 3, que hay esposos que no están obedeciendo la Palabra de Dios que serán ganados a la manera de pensar de Dios mientras atestiguan esa conducta mansa, casta y pura —ellos ven a Cristo en ustedes— y la convicción llegará a ellos, y sus vidas serán transformadas también.
La Palabra de Dios dice: «Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra» (Mt. 5:5). Tal como Dios me ha estado animando a mí, quiero animarte para que en estos días por venir, busques desarrollar mansedumbre.
Annamarie: Muchas veces sufrimos porque no hacemos una pausa antes de hablar y permitimos que nuestras palabras sin freno hieran a aquellos que amamos. Pero Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha mostrado que en Cristo encontramos el poder para detenernos y asegurarnos de que nuestras palabras reflejen el espíritu de mansedumbre del Señor.
Y tú, ¿usarás tus palabras para bendecir a los que te rodean? Ahora, solo con la ayuda de Dios podrás llegar a expresarte con mansedumbre. Y si crees que esto no es posible, asegúrate de acompañarnos mañana para escuchar unos testimonios de mujeres que a pesar de sus circunstancias y por la gracia de Dios, están cultivando la mansedumbre en sus vidas.
Ahora Nancy regresa para concluír este programa en oración.
Nancy: Padre, oro para que como mujeres reflejemos la humildad, la mansedumbre, la gentileza y el Espíritu de quietud del Señor Jesús, que no seamos de espíritu turbulento, que no seamos agitadas, arrogantes, resentidas por las circunstancias o por la gente, sino que seamos mujeres rendidas a Ti, diciendo: «Sí, Señor»; recibiendo las circunstancias o a las personas que Tú mandes a nuestras vidas como de parte tuya para nuestro bien.
Oh Padre, cámbianos de adentro hacia afuera. Haznos como Jesús, que nuestras vidas provoquen sed y hambre de conocerte y de seguirte en quienes nos rodean.
Oro en el nombre de Jesús, Amén.
Annamarie: Invitándote a a tener una vida fructífera en Cristo, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
La lectura para hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es Jueces capítulos 4 al 6.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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