Pertenezco a mi Salvador
Débora: Hoy Nancy DeMoss Wolgemuth nos hace algunas preguntas profundas.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Dónde buscas consuelo cuando el mundo parece fuera de control, cuando tu vida no resulta para nada como esperabas? ¿Y cuál será tu consuelo en la muerte, después de esta vida? Tu respuesta es sumamente importante.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, coautora de Confía en Dios para escribir tu historia, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 18 de septiembre de 2023.
Nancy: Hace un tiempo mientras cenábamos con un amigo, en medio de la conversación, de repente él dijo: «Siento una gran ansiedad por nuestro mundo. Parece que nadie sabe qué hacer. Da la sensación de que nadie nos dirige».
Y justo en ese tiempo, leí un artículo de Mark Penn, un ensayo que él escribió para el New York Times. Él era un encuestador bajo el presidente Clinton …
Débora: Hoy Nancy DeMoss Wolgemuth nos hace algunas preguntas profundas.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Dónde buscas consuelo cuando el mundo parece fuera de control, cuando tu vida no resulta para nada como esperabas? ¿Y cuál será tu consuelo en la muerte, después de esta vida? Tu respuesta es sumamente importante.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, coautora de Confía en Dios para escribir tu historia, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 18 de septiembre de 2023.
Nancy: Hace un tiempo mientras cenábamos con un amigo, en medio de la conversación, de repente él dijo: «Siento una gran ansiedad por nuestro mundo. Parece que nadie sabe qué hacer. Da la sensación de que nadie nos dirige».
Y justo en ese tiempo, leí un artículo de Mark Penn, un ensayo que él escribió para el New York Times. Él era un encuestador bajo el presidente Clinton y dijo: «Los estadounidenses no han tenido tanto miedo en mucho tiempo». De hecho, ese era el título del ensayo.
Y habló de cómo había una tormenta perfecta. Dijo: «Combina las ansiedades nucleares de las décadas de 1950 y 1960 con la amenaza de inflación de los años 70, la ola de crímenes de los años 80 y 90, y las tensiones sobre la inmigración ilegal en la década del 2000 y más allá». Hablaba sobre el miedo: los estadounidenses tienen miedo.
Y creo que todas estamos sintiendo algo de esa ansiedad. Estos son días duros y locos. Y como nunca antes, necesitamos, la gente necesita, todo el mundo necesita un salvavidas para nuestras mentes, para nuestras emociones.
Bueno, y hoy estoy aquí para decirte lo que ya sabes, y es que ese salvavidas es la verdad. Es el evangelio, eso es lo que evita que nos hundamos. Eso es lo que nos da esperanza, nos da la perseverancia que necesitamos y la perspectiva correcta en este mundo loco.
Y durante los últimos meses, encontré ese salvavidas en un extracto de un documento que fue escrito hace 460 años. Se llama Catecismo de Heidelberg, y he estado recitando estas palabras antiguas con frecuencia, solo una parte de ese texto, día y noche, mientras pongo mi cabeza en la almohada, cuando despierto durante la noche, antes de que mis pies toquen el suelo en la mañana, a veces mientras preparo la cena o mientras conduzco para hacer una diligencia.
Y estas palabras de las que vamos a hablar en esta breve serie, se han entretejido en lo profundo de mi corazón. Me han traído tanto ánimo y paz. Me han infundido valor y fuerza.
Ahora, antes de que veamos este pasaje del que vamos a hablar esta semana, el «Catecismo de Heidelberg», quizás te preguntes: «¿Qué es un catecismo? ¿Y por qué estamos hablando de catecismos aquí en Aviva Nuestros Corazones?»
Bueno, catecismo viene de una palabra griega que significa enseñar oralmente, hablar cosas a otra persona y enseñarle. Y eso significa que es una forma de enseñar la fe cristiana. Y particularmente, escuchamos que los catecismos son importantes para enseñar a los niños, para enseñar a los nuevos creyentes, a través de una serie de preguntas y respuestas. Ese es el formato de un catecismo.
Ahora, los padres hacen eso todo el tiempo. Cuando tus hijos son pequeños y les estás enseñando, les preguntas: «¿Qué ruido hace una vaca?» Esa es la pregunta. ¿Cuál es la respuesta? «Muu». Preguntas y respuestas. Les enseñas: «¿Cuánto es dos más dos?» Esa es la pregunta. ¿Cuál es la respuesta? Cuatro. Estás enseñando a través de una especie de catequesis.
Bueno, el Catecismo de Heidelberg y otros similares, son un medio para enseñar los fundamentos de la fe cristiana a quienes no estén familiarizados con ella. Ahora, el Catecismo de Heidelberg lleva el nombre de una ciudad de Alemania. Fue publicado por primera vez en 1563 durante la Reforma Protestante.
Las iglesias en esa época estaban en un estado deplorable, lamentable. Estaban en mal estado. Las personas no conocían los conceptos básicos de las Escrituras, y como resultado, eran espiritualmente débiles. Eran vulnerables a las falsas enseñanzas. Necesitaban enseñanzas sólidas, formación bíblica sólida para reconstruir sus vidas como cristianos y revitalizar estas iglesias que estaban en problemas.
Así que se encargó a un equipo de profesores de teología y ministros, para que idearan un recurso que pastores y maestros pudieran usar para instruir a las personas en la fe. Querían que fuera lo suficientemente sencillo como para que resultara útil y eficaz, incluso para niños y jóvenes.
Este catecismo en particular tiene 129 preguntas y respuestas. Y esas preguntas y respuestas se dividen en 52 semanas. En realidad se llaman «Secciones del Día del Señor», porque la idea era que los pastores pudieran predicar a través de una de estas secciones cada semana. Cada sección del Día del Señor tiene varias de estas preguntas y respuestas, y tú podías leer todo el catecismo en el transcurso de un año y educar a los miembros de la iglesia en la fe cristiana.
Ahora, permíteme decir que esto no es la Biblia. No es igual a la Biblia. Pero es un intento, y creo que uno muy bueno, de ayudar a las personas a conocer y comprender lo que la Biblia enseña sobre las doctrinas clave. Incluye una explicación de los Diez Mandamientos, y cómo Dios quiere que vivamos. Secciones sobre el Padrenuestro, cómo orar. Secciones sobre el Credo de los Apóstoles, que fue el credo doctrinal más antiguo de la iglesia. Creencias fundamentales de nuestra fe.
Si deseas saber más sobre el Catecismo de Heidelberg, mi amigo Kevin DeYoung quien es un pastor en Charlotte, Carolina del Norte, ha escrito un libro excelente y realmente accesible llamado The Good News We Almost Forgot: Rediscovering the Gospel in a 16th-Century Catechism (Las buenas nuevas que casi olvidamos: Redescubriendo el evangelio en un catecismo del siglo XVI, disponible en inglés). Hay un enlace en la transcripción del programa de hoy que te mostrará cómo puedes obtener una copia de este libro si estás interesada.
Pero solo para darte un vistazo rápido después de esta breve introducción, el catecismo se divide en tres secciones principales: Culpa, gracia y gratitud.
La culpa, nuestra miseria. Aquí es donde va a los Diez Mandamientos, cómo todos somos infractores de la ley. Todos somos pecadores. Hemos quebrantado la santa ley de Dios, lo que resulta en miseria. Y en nuestra miseria…nunca vamos a amar el evangelio si no sabemos por qué lo necesitamos. Si no reconocemos que somos transgresores de la ley, no vamos a sentir la necesidad de un Salvador.
Jesús dijo en el Sermón del Monte: «Bienaventurados los que lloran (bienaventurados los que conocen su miseria), pues ellos serán consolados» (Mat. 5:4). Vamos a hablar mucho sobre el consuelo en esta serie, pero no puedes ser consolada si no te sientes incómoda, si no te sientes miserable.
Así que la primera sección del catecismo, después de la introducción, es la culpa.
Y luego trata con el evangelio y la gracia: cómo podemos ser libradas de nuestra culpa. Y luego la sección final sobre gratitud: ¿cuál es nuestra respuesta? Somos culpables. Dios ha derramado Su gracia sobre nosotros por medio del evangelio de Jesucristo. ¿Cómo vamos a vivir ahora que hemos sido salvadas? Así que trata temas de santificación y crecimiento cristiano, y cómo servimos y expresamos nuestra gratitud por la asombrosa gracia de Dios.
Y hay una necesidad desesperada hoy en día (no solo en los días de la Reforma), de una enseñanza bíblica sólida en nuestras iglesias. Mucha gente, incluso en la iglesia de hoy, no conoce las Escrituras. No conocen las doctrinas básicas de la fe cristiana. Y como resultado, hay mucha confusión. Se está enseñando mucho error. Tenemos creyentes débiles, anémicos, confundidos y equivocados, e iglesias completas.
Y permíteme agregar un pequeño paréntesis aquí para aquellas de ustedes que tienen hijos. Necesitamos principalmente enseñar la fe a nuestros hijos. Si no les enseñas lo que la Palabra de Dios dice que es verdad, el mundo les enseñará su versión de lo que es la verdad. Así que, de nuevo, en la transcripción del programa de hoy hemos puesto un enlace de un par de recursos que te ayudarán, si eres una mamá con niños pequeños, a hacer este tipo de catecismo con tus hijos.
Ahora, esta semana queremos desarrollar la primera pregunta, la primera de 129 preguntas. (No haremos toda esa serie, no en mi vida). Solo queremos desglosar la primera pregunta del Catecismo de Heidelberg.
Aquí está la pregunta: «¿Cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte?»
Ahora, piensa en esto. Hace más de 450 años, la gente buscaba consuelo. Y todavía lo hace. Porque Dios creó este mundo, dijo que era bueno. Lo bendijo. Pero luego apareció la serpiente y les dijo a Adán y Eva que serían miserables si hacían lo que Dios les decía. Entonces creyeron al tentador en lugar de a Dios, y terminaron en miseria, vergüenza, culpa, miedo. Y desde ese día hasta hoy, todo ser humano ha pecado y necesita consuelo. Somos miserables debido a nuestro pecado.
Entonces necesitamos consuelo. Necesitamos consuelo en la vida. Todas enfrentamos los desafíos de vivir en un mundo roto. Me refiero a eso como esa ansiedad constante, generalizada, ese desasosiego, esa zozobra.
Una de mis hermanas me dijo recientemente: «Siento que desde el COVID hasta este momento estoy haciendo en un día la mitad del trabajo que podía hacer antes». Existe este tipo de cansancio, este agotamiento.
Hay personas lidiando con miedos, con dolor, tristeza, pena y aflicción –el nuestro y el del mundo– mientras miramos las imágenes en las noticias.
Y vemos el mal en el mundo y en nuestros propios corazones. El pecado, la culpa y la vergüenza. Tenemos que lidiar con todo eso. Necesitamos consuelo en esta vida.
Pero no solo necesitamos consuelo en esta vida. Puedes tener todo tipo de comodidades terrenales y encontrarte en la miseria al final de esta vida y en la próxima. Así que necesitamos consuelo no solo en la vida, sino que necesitamos consuelo también en la muerte. Necesitamos consuelo cuando enfrentamos la posibilidad de morir, ya sea nuestra muerte o la muerte de un ser querido.
Necesitamos consuelo no solo para enfrentar la muerte literal, nos enfrentamos a todo tipo de muerte: la muerte de los sueños, la muerte de nuestras esperanzas, la muerte de la seguridad, la muerte de nuestros planes, la muerte de las relaciones que esperábamos que tuvieran éxito. Necesitamos saber cómo encontrar consuelo en esta vida y cómo encontrar consuelo en la muerte.
Entonces, ¿cómo responderías a esa pregunta?
- ¿Cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte?
- ¿Dónde buscas consuelo cuando el mundo parece estar fuera de control, cuando tu vida no resulta como esperabas?
- ¿Cuál será tu consuelo en la muerte después de esta vida?
Tu respuesta importa.
Así es como el Catecismo de Heidelberg responde a esta primera pregunta, mi único consuelo en la vida y en la muerte es este:
«Que yo en cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco, sino que pertenezco a mi fiel Salvador Jesucristo, quien con Su preciosa sangre ha hecho una satisfacción completa por todos mis pecados y me ha librado de todo el poder del diablo.
Además, Él me preserva de tal forma que, sin la voluntad de mi Padre celestial, no puede caer ni un cabello de mi cabeza: sí, todas las cosas deben servir para mi salvación.
Por lo tanto, Cristo, mediante Su Espíritu Santo, también me asegura que tengo vida eterna y me prepara y dispone de corazón para que viva para Él, de aquí en adelante».
Ahora, hay mucho contenido ahí. Esa es una respuesta larga a una pregunta corta: «¿Cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte?»
Entonces, durante los próximos días quiero explorar esta respuesta más profundamente, y quiero que se abra camino en tu corazón, como lo ha hecho en mi corazón en los últimos meses. Te animo a memorizar esa respuesta, a meditar en ella, solo una frase a la vez.
Ahora, hoy queremos ver la primera parte de la respuesta a esta pregunta: «¿Cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte?»
Y aquí está la respuesta (solo la primera parte): «No me pertenezco, sino que pertenezco en cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, a mi fiel Salvador, Jesucristo».
De hecho, te voy a hacer esa pregunta, porque así es como aprendemos, con preguntas y respuestas. El catecismo es hacer una pregunta y luego los oyentes responden. Así que déjame hacerte la pregunta, y tú respondes conmigo solo esa parte de la respuesta.
«¿Cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte?»
«No me pertenezco, sino que pertenezco, en cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, a mi fiel Salvador, Jesucristo».
Nuestro único consuelo, nuestra única esperanza en la vida y en la muerte, es esta: pertenezco a otro. Pertenezco a otro. Vemos esto a lo largo de las Escrituras.
El Salmo 100 es un pasaje familiar. Dice:
«Sepan que Él, el Señor, es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de Su prado» (v. 3).
Nosotras le pertenecemos.
Isaías capítulo 43, me encanta este pasaje, y nos muestra por qué le pertenecemos a Él:
«Más ahora, así dice el Señor, tu Creador, oh Jacob,
(Le pertenecemos a Él porque Él nos creó).
Y el que te formó…
“No temas, porque Yo te he redimido;
(Somos suyas por creación, y somas suyas por redención. Él dice)
Te he llamado por tu nombre; mía eres tú”» (v. 1).
Le pertenecemos a Él. Pertenecemos a otro, no a nosotras mismas, sino a Aquel que nos hizo y a Aquel que nos ha redimido.
¿Y cuál es la importancia de eso? A medida que continúas en el capítulo 43 de Isaías, y por cierto, todas las Escrituras que uso a lo largo de esta serie, las referencias, estarán en la transcripción para que puedas buscarlas a medida que las ves. Dios dice: «Te he llamado por tu nombre; mía eres tú».
«por lo tanto», dice el versículo 2 de Isaías 43:
«Cuando pases por las aguas
Yo estaré contigo,
Y si por los ríos, no te cubrirán.
Cuando pases por el fuego,
no te quemarás,
Ni la llama te abrasará
Porque Yo soy el Señor, tu Dios,
El Santo de Israel, tu Salvador» (vv. 2-3).
No eres tuya. Le perteneces a otro. Dios dice que cuando pasas por esas circunstancias difíciles de la vida –cáncer, COVID, y agrega cualquier otra cosa a la lista, la locura en nuestro mundo de hoy, no pasas por eso sola.
Dios te formó. Si eres Su hija, Él te ha redimido. Él está contigo. Él te cuida porque no te perteneces a ti misma; le perteneces a Él.
Lo leemos en 1 Corintios:
«Tú le perteneces a Cristo… No eres tuya porque fuiste comprada por un precio» (1 Cor. 3:6; 6:19–20).
Él nos ha redimido. Somos Su posesión. Si eres cristiana, si has puesto tu fe en Cristo, le perteneces. Y este es el punto: Dios cuida bien de Su propiedad. Puedes confiar en que Dios escribirá tu historia porque le perteneces.
Saber esto, creerlo, afirmarlo, confiar en eso nos libera del miedo, de la ansiedad. No nos libera de los problemas, pero nos libera de tener que obsesionarnos con esos problemas. Nos libera de tener que estar emocionalmente controladas o devastadas por esos problemas.
No tenemos que controlar o tratar de controlar. No tenemos que manipular. No tenemos que resolver todo porque todos nuestros problemas están en Sus manos. ¿Por qué?
Porque estamos en Sus manos. Todo sobre nosotros, todo lo que nos concierne, nuestras vidas, nuestro tiempo, están en Sus manos.
Me encanta ese versículo del Salmo 68 que dice:
«Bendito sea el Señor, que cada día lleva nuestra carga; el Dios que es nuestra salvación» (v. 19).
Ese es uno de los beneficios que obtienes cuando eres hija de Dios: ya no te perteneces.
Ahora, eso significa que tienes que soltar el control. Significa que tienes que decir: «No tengo el control. Levanta las manos. Manos fuera de mi vida. Manos fuera de la vida de mis hijos. Manos fuera de mis circunstancias. No tengo que arreglarlo todo. No tengo que cambiarlo todo».
Ahora, eso no significa que simplemente nos quedemos de brazos cruzados y digamos: «Lo que será, será. Dios va a hacer lo que sea».
No, Él nos da instrucciones sobre nuestra parte, lo que debemos hacer como mujeres, como madres, como esposas, como mujeres solteras, en el lugar de trabajo. Él nos da dirección. Pero no nos corresponde a nosotras preocuparnos porque le pertenecemos a Él, y por lo tanto, Él lleva nuestras cargas día tras día.
En el Cantar de los Cantares, leemos una historia de amor entre un novio y la mujer que ama y ha elegido para ser su novia, para sorpresa de ella. Ella no esperaba esto en absoluto. Ella no era una de las mujeres de la corte real que supuso que él elegiría para ser su novia.
Ella dice: «Solo soy una chica de pueblo». Vive en medio de la nada, y su piel se ha oscurecido y maltratado por el sol. Ha estado trabajando en el viñedo de su familia.
Ella no es una elección para un rey, pero él la elige a ella. Él dice: «Quiero que seas mi novia».
Y esta historia, el Cantar de los Cantares, a medida que se desarrolla, es una hermosa imagen de la historia de la redención y de cómo la novia encuentra satisfacción, gozo y consuelo en este rey que la ha elegido.
Y una de las frases que se repite a lo largo de esta historia, es donde ella dice: «Yo soy de mi amado, y mi amado es mío». Hay una reciprocidad allí. «Yo pertenezco a Él y Él me pertenece a mí».
Yo pertenezco a Cristo y Cristo me pertenece a mí. Esa es mi esperanza. Ese es mi consuelo en la vida y en la muerte.
Y aquí en el catecismo vemos que no es solo una parte de nosotras que le pertenece a Él. No es solo, «oh, Dios, tú cuidas de mi salvación. Cuida mi cielo. Dame un seguro contra incendios para después de esta vida». No es solo mi alma. El catecismo habla de que el cuerpo y el alma le pertenecen. Todo mi ser le pertenece a Él.
Hace un tiempo, una joven llamada Jenny, fue una de las invitadas ese día en uno de nuestros pódcast. Ella es la directora de un centro de crisis de embarazo en Pensilvania. Ella contó en este episodio cómo se enteró de que estaba esperando a su séptimo hijo. Ella estaba en shock cuando descubrió eso.
Ella dijo: «No me sentí bendecida cuando descubrí que estaba embarazada». Y el anfitrión del programa le preguntó: «Jenny, ¿en qué punto finalmente rendiste tu corazón al plan del Señor para el tamaño de tu familia?»
Y Jenny contestó: «Cumpliré cuarenta y seis años el próximo mes y todavía estoy rindiendo mi corazón. Para mí es una decisión diaria someter mi cuerpo, como un sacrificio vivo, y también nuestra fertilidad al Señor».
Y hoy en día escuchamos hablar mucho sobre, «mi cuerpo, mi elección, mi decisión».
No. Como cristianas afirmamos que no es mi cuerpo, no es mi elección. Yo pertenezco a Cristo. Es Su cuerpo. Es suyo para hacer con él como Él desee. Le entrego mi cuerpo, mi alma, mi espíritu, mi mente, mis emociones, mi voluntad, mi fertilidad.
Ahora, eso es fácil de decir para mí a mediados de mis 60 años. Puede que no sea fácil para ti decirlo. Pero cada parte…y como mujer mayor, ahora estoy empezando a pensar en algunos de esos problemas de salud: mi cuerpo le pertenece al Señor.
Pienso en Corrie ten Boom, que pasó los últimos cinco años de su vida sin poder hablar porque había tenido un derrame cerebral. Y, sin embargo, se ha escrito un libro sobre los cinco años de silencio y cómo Dios usó su vida porque ella entregó su cuerpo a Cristo para que fuera suyo.
Señor, ¿quieres que hable? Yo hablaré. ¿Quieres que me calle? Estaré callada. ¿Quieres que tenga buena salud? ¿Quieres quitarme la salud? Mi cuerpo es tuyo. ¿Te glorificarías a través de mi cuerpo, a través de mi alma? Pertenezco, en cuerpo y alma, a Cristo.
¿Recuerdas a Amy Carmichael, la misionera en la India que entregó toda su vida por el bien de estas niñas que estaban siendo vendidas para la prostitución en los templos? Escribió en uno de sus cuadernos en 1936: «Señor y Dueño de mi vida, Dueño de cada minuto». Así le habló al Señor.
«Señor y Dueño de mi vida, Dueño de cada minuto». Eso es lo que significa que soy propiedad de Cristo, que no me pertenezco, le pertenezco a Él.
Así que permíteme preguntarte nuevamente, amiga, ¿cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte?
¿Lo dirías conmigo? «No me pertenezco, sino que pertenezco, en cuerpo y alma, en la vida y en la muerte, a mi fiel Salvador, Jesucristo».
Necesitamos recordarnos esta verdad una y otra vez. Tenemos que recordarnos esto unas a otras.
Ahora, esta serie de esta semana puede no ser el tema más dramático del que hemos hablado en Aviva Nuestros Corazones, pero te diré que es uno de los más importantes. Es dador de vida. Produce un cambio de vida. Cuando comenzamos a pensar de esta manera, «no mepertenezco. Pertenezco, en cuerpo y alma, en la vida y en la muerte, a mi fiel Salvador, Jesucristo».
No mepertenezco. Pertenezco a Jesús, cada parte de mí, por todo el tiempo, por toda la eternidad. Él es mi fiel Salvador. Soy Su posesión escogida. Él nunca dejará de amarme y cuidarme.
Esta es mi única esperanza y consuelo hoy. Esa es mi única esperanza y consuelo mañana. Y esa será mi única esperanza y consuelo todos los días por el resto de mi vida. ¿Amén?
Débora: Amén. Todas elegimos dónde buscamos esa esperanza y consuelo, ¿no es así? Tomemos la decisión de mirar a Jesús, ahora.
Y antes de continuar, quisiera animarte a que adquieras la guía de estudio del libro El Cielo gobierna. La misma está disponible en nuestra tienda virtual. Visita nuestra página avivanuestroscorazones.com.
Escuchamos a Nancy DeMoss Wolgemuth repasando las frases iniciales del Catecismo de Heidelberg.
Hay más consuelo para las almas ansiosas, y parte de eso es recordar que nuestras deudas por el pecado han sido pagadas y que somos libres del poder de Satanás. Nancy nos mostrará esto mañana. Por favor regresa a Aviva Nuestros Corazones.
Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth te recuerda que perteneces a Jesús.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia De Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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