Pecados pagados, Satanás derrotado
Débora: Si eres creyente, tu deuda de pecado ha sido pagada y sirves a un nuevo maestro. ¡Nancy DeMoss Wolgemuth está asombrada por esta realidad!
Nancy DeMoss Wolgemuth: En Cristo hemos sido liberadas de la tiranía del diablo, ¡liberadas! Podemos resistir el pecado; tenemos el poder de decir «no» al pecado. Esa es una razón para celebrar, ¿no crees?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de Sea agradecido, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 19 de septiembre de 2023.
Nancy continúa con la serie Cristo, nuestro único consuelo en la vida y en la muerte. Si te perdiste el episodio de ayer, lo encontrarás en la aplicación de Aviva Nuestros Corazones o en avivanuestroscorazones.com. Con nosotras, Nancy.
Nancy: ¿Qué viene a tu mente cuando piensas en la palabra «consuelo», «aliento»? Tal vez pienses en una comida reconfortante, o tal vez te …
Débora: Si eres creyente, tu deuda de pecado ha sido pagada y sirves a un nuevo maestro. ¡Nancy DeMoss Wolgemuth está asombrada por esta realidad!
Nancy DeMoss Wolgemuth: En Cristo hemos sido liberadas de la tiranía del diablo, ¡liberadas! Podemos resistir el pecado; tenemos el poder de decir «no» al pecado. Esa es una razón para celebrar, ¿no crees?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de Sea agradecido, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 19 de septiembre de 2023.
Nancy continúa con la serie Cristo, nuestro único consuelo en la vida y en la muerte. Si te perdiste el episodio de ayer, lo encontrarás en la aplicación de Aviva Nuestros Corazones o en avivanuestroscorazones.com. Con nosotras, Nancy.
Nancy: ¿Qué viene a tu mente cuando piensas en la palabra «consuelo», «aliento»? Tal vez pienses en una comida reconfortante, o tal vez te imagines recostada en un sillón reclinable (eso es comodidad), o en un paseo en un auto de lujo. O quizás pienses en alojarte en un hotel cinco estrellas con todas las comodidades. Tal vez pienses en tener un sueldo cómodo, todas las facturas pagadas y un buen fondo para la jubilación.
Hace un tiempo busqué en Internet algunos sinónimos de consuelo, y esto es lo que encontré: disfrute, lujo, placer, relajación, alivio, abundancia, calidez, regocijo, plenitud, bienestar, alegría, opulencia.
¿Y quién no quiere consuelo cuando lo describes así? Pero el problema es que hay tantas cosas en este mundo que pueden arrebatarnos y robarnos el consuelo: facturas inesperadas, una enfermedad, la pérdida de un empleo, la caída de la bolsa de valores, un divorcio no deseado, la muerte de un ser querido, un diagnóstico terminal. ¿Qué hacer entonces? ¿Significa eso que ya no puedes tener consuelo?
¿Hay algún modo de encontrar el consuelo y la esperanza que nunca nos podrán quitar? De eso hablaremos esta semana en una serie sobre un documento que se escribió hace 460 años: el Catecismo de Heidelberg.
Y es un libro corto, pero es uno de los libros más difundidos en la historia del mundo, además de la Biblia, El progreso del peregrino y libros similares. Se trata de una verdad antigua, pero atemporal, que tiene sus raíces en la Palabra de Dios.
Y está escrito desde una perspectiva teológicamente reformada, por lo que hay algunos puntos secundarios en este catecismo con los que los lectores no reformados pueden no estar de acuerdo, pero con esas pocas excepciones, las creencias de este catecismo son compartidas por todos los verdaderos creyentes, porque provienen directamente de la Palabra de Dios.
Así que un catecismo como este es una forma de discipular y formar a los jóvenes creyentes y a los niños en la fe. Fue escrito con la esperanza de formar niños y jóvenes. Ahora, si lo lees hoy, estarás pensando, no creo que mi hijo de tercer grado pueda entender esto. ¡Pero te sorprenderías!
Hemos enlazado en la transcripción de hoy un par de recursos que te ayudarán con los catecismos para tus hijos. Es una forma de entrenar a nuestros hijos, a nuestras iglesias y a nosotras mismas, y de recordarnos lo que es verdad.
Como mencioné en el último episodio, si quieres aprender más sobre este catecismo, te recomiendo un libro que hemos enlazado en la transcripción. Es del pastor Kevin DeYoung y es muy fácil de leer. Se llama,The Good News We Almost Forgot: Rediscovering the Gospel in a 16th-Century Catechism, y es acerca de redescubrir el evangelio en un catecismo del siglo XVI (disponible en inglés).
Esta semana examinaremos la primera de las 129 preguntas de este catecismo. Es una pregunta introductoria. La pregunta es la siguiente:
«¿Cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte?»
Y la respuesta nos ofrece algo mucho mejor que los frágiles y fugaces consuelos de las criaturas. Nos señala a nuestro único consuelo verdadero.
Y voy a hacer la pregunta, y quiero que lean conmigo la respuesta completa. Así que, amiga: «¿Cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte?»
«Que yo en cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo, quien con Su preciosa sangre ha hecho una satisfacción completa por todos mis pecados y me ha librado de todo el poder del diablo.
Además, Él me preserva de tal forma que, sin la voluntad de mi Padre celestial, no puede caer ni un cabello de mi cabeza: sí, todas las cosas deben servir para mi salvación.
Por lo tanto, (porque le pertenezco) mediante Su Espíritu Santo, también me asegura que tengo vida eterna y me prepara y dispone de corazón para que viva para Él, de aquí en adelante».
Ese es nuestro único consuelo en vida y en muerte.
Ahora, la primera parte la vimos en el último episodio. Dice: «Pertenezco a mi fiel Salvador». Un salvador es alguien que salva, así que Jesús es nuestro fiel Salvador. ¿Pero de qué nos ha salvado? Si no sabes de qué estás siendo salvada, entonces no amarás tener un Salvador.
No te va a encantar que esta tarde se presente en tu casa una ambulancia, con las sirenas encendidas y todo lo demás, y digas: «¡No los necesito! No tengo ningún problema, no los he llamado. Estoy bien». Si piensas que estás bien, no te vas a regocijar en tener un fiel «Salva»-dor.
Entonces, ¿de qué nos salva Jesús?
Bueno, tenemos dos enemigos mortales: uno es el pecado, el otro es Satanás, y ambos nos roban nuestro consuelo. ¡Y Jesús nos salva de ambos enemigos!
Así que hoy estamos viendo esta sección en el Catecismo de Heidelberg que dice: «Con Su preciosa sangre ha hecho una satisfacción completa por todos mis pecados y me ha librado de todo el poder del diablo».
Somos liberadas de la deuda que teníamos por nuestro pecado, y también liberadas de todo el poder de Satanás. Todos nuestros pecados pagados, y también liberadas de la esclavitud de Satanás. Pones esos dos hechos juntos: liberadas del pecado, liberadas de Satanás y eso es igual a nuestro único consuelo y esperanza en la vida y en la muerte.
Así que quiero examinar esos dos aspectos en nuestro tiempo de hoy: con Su preciosa sangre ha hecho una satisfacción completa por todos mis pecados, y luego tomaremos unos momentos para ver lo que significa ser liberadas de todo el poder del diablo.
Cristo pagó completamente por todos mis pecados. Es un ejemplo que se queda corto, pero no dejaba de pensar en él mientras me preparaba. Me recordó cuando estaba creciendo en Villanova, Pennsylvania. Teníamos una pequeña tienda de alimentos en el vecindario que se llamaba Soloff's, y estaba a poca distancia de nuestra casa.
Cuando volvíamos del colegio, con el permiso de nuestros padres, íbamos a comprar dulces y helados, lo que quisiéramos. Permítanme decirles, éramos niños pequeños y no podíamos pagar los artículos que cogíamos en esa tienda de alimentos, pero nuestros padres sí podían.
Y ellos tenían una cuenta allí. Así que decíamos: «Cárguelo a la cuenta de los DeMoss». Y nuestros padres pagaban la cuenta de lo que debíamos. Ahora, como dije, este ejemplo se queda corto. Para empezar, teníamos el permiso de nuestros padres. No estábamos robando y no había pecado en esto.
Pero puedo escucharnos como niños pequeños decir: «Cárguelo a la cuenta de los DeMoss». La Escritura nos dice que el pago, el precio por el pecado, es la muerte. La Escritura también nos dice que la única manera en que esa deuda puede ser pagada es que alguien muera. Es a través del derramamiento de sangre.
Así lo leemos, por ejemplo, en Levítico 17:11:
«Porque la vida de la carne está en la sangre, y Yo se la he dado a ustedes sobre el altar para hacer expiación por sus almas».
Dios dijo esto cuando estaba estableciendo el sistema de sacrificios de corderos, machos cabríos y toros: «Tienes que matar este animal. Pon tu mano sobre él. Está muriendo en tu lugar».
Tú eres el que debe morir por tu pecado, pero este animal está siendo identificado con tu pecado y va a morir en tu lugar. Su sangre será derramada sobre el altar para hacer «expiación». ¿Y qué es la expiación? ¡Es hacernos uno con Dios! «…porque es la sangre la que hace la expiación».
Así que tenemos esta imagen del Antiguo Testamento de estos animales sacrificados, siendo ofrecidos día tras día, tras día, por estos pecadores culpables que merecían morir; pero en lugar de eso, había animales muriendo por todas partes.
Pero entonces llegamos al nuevo pacto, el Nuevo Testamento. ¡Alabado sea Dios porque no seguimos viviendo bajo el viejo pacto! Jesús vino a esta tierra, el Cordero de Dios, sin pecado, sin mancha y sin tacha. No tenía ninguna deuda que pagar, pero dio Su vida, derramó Su sangre, ¡para pagar el precio de nuestros pecados!
Y Él le dice al Padre mientras nos mira a ti y a mí: «Carga sus pecados a Mi cuenta». Y nosotras decimos al mirarlo a Él: «Padre, carga mi pecado a Su cuenta». Él pagó el precio que nosotras no podíamos pagar. Puedes leer esto en el Nuevo Testamento.
Y en Mateo 26:28, recuerda que allí, en el aposento alto, cuando Jesús estaba dando esa fiesta de Pascua a los discípulos en la última cena, Él dijo:
«Porque esto es Mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos (¿para qué?) para el perdón de los pecados».
Efesios capítulo 1 versículo 7 dice:
«En Él (en Cristo) tenemos redención mediante Su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de Su gracia».
¿Sabes lo que eso significa? Hay suficiente para todos. Hay suficiente para tus pecados, hay suficiente para mis pecados pasados, presentes y futuros.
En 1 Pedro 1:18-19 dice:
«Ustedes saben que no fueron redimidos de su vana manera de vivir heredada de sus padres con cosas perecederas como oro o plata…»
No solo pones dinero en la ofrenda, das a un ministerio como Aviva Nuestros Corazones y vas a estar en el cielo. No, no funciona de esa manera, eso no puede redimirte. ¿Cómo fuiste redimida?
«…con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha: la sangre de Cristo».
Primera de Juan 1:7: «…la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado». Primera de Juan 2:2: «Él mismo es la propiciación por nuestros pecados».
Recuerda este antiguo himno escrito en los años 1800:
Levantado fue Jesús en la vergonzosa cruz
para darme la salud, aleluya, gloria a Cristo.
Soy indigno pecador, el justo salvador
dio su vida en mi favor, aleluya, gloria a Cristo.
En mis culpas yo me vi, en peligro de morir,
mas Jesús murió por mí, aleluya, gloria a Cristo.
El rescate a Dios pagó, consumado es declaró,
Dios por eso me aceptó, aleluya, gloria a Cristo.
(Levantado fue Jesús, por Phillip P. Bliss)
Amigas, no sé lo que han hecho, pero sé que son pecadoras. Sé que yo soy una pecadora, y quiero decirles hoy, ya sea que estén escuchando hoy, o que escuchen algunos meses después cuando salga este pódcast, en su auto o en su trabajo, o mientras están en la caminadora, o haciendo diligencias con sus hijos en el asiento de atrás de la camioneta. Quiero decirte: «¡Cree en las buenas nuevas del evangelio! ¡Él ha pagado totalmente por todos mis pecados con Su preciosa sangre!»
¿Cuántos pecados? Todos mis pecados. ¿Qué parte de la deuda ha pagado Él? Él ha pagado completamente por todos mis pecados. No algunos, sino todos. Tu pecado, mi pecado ha sido cargado a la cuenta de Jesús. Y cuando confiesas tus pecados, cuando te arrepientes de esos pecados, ¡eres perdonada!
Por eso, la buena noticia del evangelio es que debes recibir Su perdón, Su consuelo y Su misericordia.
Y quizás dices: «¡Pero he pecado tanto!» ¿Crees que lo mucho que has pecado es demasiado para que Su sangre lo cubra?
Tal vez piensas que no has pecado tanto, porque creciste en la iglesia, y eres una buena persona y nunca hiciste todas esas cosas malas que otras personas hacen. Tú también necesitas un Salvador, porque el pago por un solo pecado es la muerte. La vida está en la sangre, y a través de Su muerte, a través de Su sangre derramada, Jesús pagó completamente por todos mis pecados con Su preciosa sangre.
Y cuando realmente meditas en eso y empiezas a contar el costo y a calcular lo que tu pecado le costó a Él, no puedes sentarte en un servicio de santa cena, estar hablando de la muerte de Cristo durante la semana de la pasión de Cristo u otros momentos en los que nos enfocamos particularmente en Su muerte, Su cruz, Su sangre, y ser superficial al respecto.
Es sangre preciosa, sangre preciosa que pagó el precio de todos nuestros pecados. Es una fuente de consuelo y esperanza en esta vida y en la muerte.
Pero aquí está la segunda parte que se menciona en esta parte del catecismo. También dice que, «Él me ha liberado de todo el poder del diablo». Este es nuestro segundo enemigo, nuestro segundo enemigo mortal, Satanás. ¡Dice que Jesús me ha liberado! Él me ha liberado de todo el poder del diablo.
Un tirano no es una buena persona, ¿verdad? Quiero decir, escuchas esa palabra y piensas, ¡vaya! No quiero estar bajo un tirano. Un tirano es un gobernante poderoso y malo que usa su poder de manera cruel y despiadada. El diablo es un tirano. Nos miente, nos promete libertad como hizo con Eva en el jardín del Edén.
Nos tienta y nos hace esclavos. Gobierna mediante el miedo, nos acusa, busca destruirnos, nos recuerda constantemente nuestro pecado. Es un amo de esclavos. En el Antiguo Testamento vemos una poderosa imagen y un tipo de lo que es la tiranía de Satanás. Recuerda cómo los israelitas vivieron por generaciones como esclavos en Egipto bajo la tiranía del faraón –él era un tipo de Satanás.
Y como Dios dijo a Moisés en Éxodo 6:5: «…he oído el gemido de los israelitas, porque los egipcios los tienen esclavizados, y me he acordado de Mi pacto».
Alabado sea Dios, ¡Él recuerda Sus promesas! Por eso Dios envió a Moisés a Egipto diciendo: «¡Deja ir a mi pueblo!»
Y el faraón dijo: «¡De ninguna manera!» Él se rehusó.
Y entonces Dios envió una serie de plagas para forzar la mano del faraón, para demostrarse a Sí mismo que era más poderoso que el faraón, que creía que era el hombre más poderoso del mundo. Y Dios dijo: «No. Tú no eres el hombre más poderoso de esta tierra. Yo lo soy». Y Dios liberó milagrosamente a Su pueblo.
Si tienes tu Biblia, ve por un momento al libro del Éxodo, capítulo 15. Quiero que leas conmigo. Quiero que veas mientras leo la alabanza, la canción que los israelitas cantaron después de ser redimidos de la tiranía del faraón.
Permítanme leer una parte de este pasaje. Éxodo 15:
«Entonces Moisés y los israelitas entonaron este cántico al Señor y dijeron:
Canto al Señor porque ha triunfado gloriosamente;
Al caballo y a su jinete ha arrojado al mar.
Mi fortaleza y mi canción es el Señor,
Y ha sido para mí, salvación;
Este es mi Dios, y lo glorificaré,
El Dios de mi padre, y lo ensalzaré.
El Señor es fuerte guerrero;
El Señor es Su nombre» (vv.1-3).
Ahora, lo que vas a ver en este salmo de alabanza, este himno de alabanza, es la contienda –la batalla entre el Señor, que es un guerrero poderoso, y faraón y su ejército.
Hubo una batalla entre ellos y esto se ve celebrado. Versículos 4-5:
«Los carros de Faraón y su ejército arrojó al mar,
Y los mejores de sus oficiales se ahogaron en el mar Rojo.
Los abismos los cubren; descendieron a las profundidades como una piedra.
Tu diestra, oh Señor, es majestuosa en poder;
Tu diestra, oh Señor, destroza al enemigo.
En la grandeza de Tu excelencia derribas a los que se
levantan contra Ti; envías Tu furor, y los consumes como paja.
Al soplo de Tu aliento se amontonaron las aguas,
Se juntaron las corrientes como en un montón;
Se cuajaron los abismos en el corazón del mar.
El enemigo dijo: “Perseguiré, alcanzaré, repartiré
el despojo; se cumplirá mi deseo contra ellos;
Sacaré mi espada, los destruirá mi mano”».
¡¿Te imaginas a Satanás diciendo eso de nosotros?! «Los perseguiré. Los alcanzaré. Sacaré mi espada, ¡mi mano los destruirá!» Pero, aquí está la alabanza:
«Soplaste con Tu viento, los cubrió el mar;
(Los enemigos) Se hundieron como plomo
en las aguas poderosas.
¿Quién como Tú entre los dioses, oh Señor?
(¿Quién como Él? ¡Nadie!)
¿Quién como Tú, majestuoso en santidad,
Temible en las alabanzas, haciendo maravillas?»
¡La salvación es una maravilla! La redención es una maravilla: ¡Dios nos libera de la tiranía de Satanás!
Versículo 12:
«Extendiste Tu diestra, los tragó la tierra.
En Tu misericordia has guiado al pueblo que has redimido;
Con Tu poder los has guiado a Tu santa morada» (Ex.15:1-13).
Este es un salmo, un himno del Antiguo Testamento que celebra el poder de la salvación. ¿Cuánto más tenemos nosotras que cantar? No estamos hablando solo de un faraón mortal, sino de nuestro enemigo mortal, el mismísimo diablo.
La tiranía de Satanás nos hace esclavas del pecado, esclavas de la culpa, esclavas de la desesperación, esclavas de la desesperanza, esclavas del miedo a la muerte. Controla la voluntad de los que están bajo su tiranía. Nos hace sentir impotentes para resistir al pecado. Nos hace sentir que no podemos decir «no».
Pero entonces llega Jesús, un guerrero poderoso. En Cristo hemos sido liberadas de todo el poder del diablo, ¡liberadas! Podemos resistir el pecado. Tenemos el poder de decir «no» al pecado. Eso es motivo para celebrar, ¿no crees?
Escucha algunos de estos versículos del Nuevo Testamento que nos hablan de la libertad que tenemos en Cristo:
Juan 8:34-36:
«Jesús les respondió: “En verdad les digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre. Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres”».
Hebreos 2:14-15:
«Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, también Jesús participó de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida».
Romanos 6:6-7:
«Sabemos esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado».
Hemos muerto con Cristo, ya no somos esclavas del pecado.
«Por tanto, no reine el pecado en su cuerpo mortal para que ustedes no obedezcan a sus lujurias… Porque el pecado no tendrá dominio sobre ustedes» (Rom. 6:12,14).
¡Son palabras de esperanza, son palabras de consuelo en la vida y en la muerte!
«¿No saben ustedes que cuando se presentan como esclavos a alguien para obedecerle, son esclavos de aquel a quien obedecen, ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?
Pero gracias a Dios, que aunque ustedes eran esclavos del pecado, se hicieron obedientes de corazón a aquella forma de doctrina a la que fueron entregados, y habiendo sido libertados del pecado, ustedes se han hecho siervos de la justicia» (Rom. 6:16-18).
Como ves, seguimos siendo esclavas, pero somos esclavas de Dios, esclavas de la justicia, ¡y qué esclavitud tan liberadora es esa!
Seguro que han oído ese himno del siglo 19 que se ha musicalizado muchas veces en los últimos años:
Cuando he caído en tentación,
Y de sentir condenación
Al ver al cielo encontraré
Al inocente quién murió.
Y por Su muerte, el Salvador
Ya mi pecado perdonó
Pues Dios el Justo aceptó
Su sacrificio hecho por mí.
Necesitamos recordarnos estas verdades unos a otros; necesitamos recordarnos estas verdades a nosotras mismas. ¿Te tienta alguna vez Satanás a que desesperes por tu pecado? ¿Qué haces? Dices: «Cárgalo a la cuenta de Jesús. Ya está pagado». Tenemos que hablar a los demás del consuelo, de la esperanza que se encuentra en el evangelio.
Verás, necesitamos afirmar constantemente lo que sabemos en nuestras cabezas que es la verdad, lo que nos han dicho que es verdad, pero lo que tan fácilmente olvidamos que es verdad. He descubierto que al decir estas palabras una y otra vez, las verdades bíblicas representadas en esta porción del catecismo, me estoy predicando el evangelio a mí misma.
Me estoy recordando, me estoy animando a encontrar consuelo y fortaleza y esperanza en la vida, y un día en la muerte ¡a través del evangelio de Jesucristo!
Débora: Escuchamos aNancy DeMoss Wolgemuth, anfitriona de Aviva Nuestros Corazones. Ella regresará enseguida para orar. Mañana recibiremos consuelo al comprender que Dios está vigilando cuidadosamente cada detalle de nuestras vidas. Espero que regreses mañana a Aviva Nuestros Corazones. Ahora, oremos con Nancy.
Nancy: Oh Señor, ¿nos consolarías con el consuelo del evangelio? ¿Y nos salvarías de buscar consuelo en cualquier otro lugar que no sea Cristo, y solo Cristo? En Él está toda nuestra esperanza, todo nuestro consuelo, en la vida y en la muerte, y por eso te damos gracias. Celebramos que somos libres, nuestra deuda de pecado ha sido pagada y nos has hecho libres, ¡nos has liberado de todo el poder de Satanás!
Y tal vez digas: «No he sido liberada. Todavía estoy en esclavitud a mi pecado, en esclavitud a Satanás». Escucha, hoy levanta tus ojos a Cristo y dile: «Señor, creo que Tú moriste por mi pecado. Tú moriste para liberarme del poder de Satanás. Y recibo Tu sacrificio como pago por mi pecado. No voy a seguir tratando de pagar por mí misma. Nunca podré. Voy a dejar de intentarlo, confío en Ti. ¿Quieres venir a mi vida, ser mi fiel Salvador? Me arrepiento de mi pecado. Confío en Ti para el perdón, para la liberación de todo el poder del pecado y de Satanás.
Si acabas de orar algo así al Señor desde tu corazón –no solo con tus labios, sino con tu corazón– en estos momentos, entonces yo te diría: «Cree en la promesa de Dios. Cree que Él te ha escuchado, que te ha perdonado y que eres libre». Gracias, Señor, en el nombre de Jesús, amén.
Débora: Qué buena enseñanza hemos recibido el día de hoy. Durante este mes, nuestro equipo ha dispuesto para ti la guía de estudio del libro «El Cielo gobierna». Está disponible en nuestra tienda virtual. Visita nuestra página avivanuestroscorazones.com.
Recordándote la libertad que Cristo te otorgó, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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