Palabras corrientes que maldicen
Annamarie Sauter: ¿Quieres ver a Dios transformar tu entorno?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cuando comiences a hablar palabras de bendición donde hablabas palabras de maldición, te darás cuenta cómo Dios empezará a romper ese ciclo de maldición –no solamente en tu vida, sino tal vez en las vidas de aquellos a quienes tú ahora hablarás palabras de bendición.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
¿Qué viene a tu mente con la palabra, maldecir? Es algo que a lo mejor no nos damos cuenta que hacemos en nuestro día a día en el tráfico, en el supermercado, o en nuestros hogares. Hoy Nancy nos habla sobre esto. Y más adelante escucharemos una historia de libertad y abundancia.
Nancy: Si me hubieras preguntado hace unas semanas antes de comenzar este estudio, «¿tú maldices?», te habría dicho, «claro que no». De hecho, …
Annamarie Sauter: ¿Quieres ver a Dios transformar tu entorno?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cuando comiences a hablar palabras de bendición donde hablabas palabras de maldición, te darás cuenta cómo Dios empezará a romper ese ciclo de maldición –no solamente en tu vida, sino tal vez en las vidas de aquellos a quienes tú ahora hablarás palabras de bendición.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
¿Qué viene a tu mente con la palabra, maldecir? Es algo que a lo mejor no nos damos cuenta que hacemos en nuestro día a día en el tráfico, en el supermercado, o en nuestros hogares. Hoy Nancy nos habla sobre esto. Y más adelante escucharemos una historia de libertad y abundancia.
Nancy: Si me hubieras preguntado hace unas semanas antes de comenzar este estudio, «¿tú maldices?», te habría dicho, «claro que no». De hecho, tengo que decirte, y tal vez encuentres esto difícil de creer pero yo no recuerdo haber escuchado una palabra de maldición hasta después de salir de la secundaria. Yo no fui criada en un ambiente en donde se usara la maldición.
Estoy muy agradecida de que mi mente no tuvo que absorber eso. Como resultado, lo que nosotras entendemos como la forma común de maldecir no fue parte de mi estilo de vida. Pero, en la medida en que estudiaba sobre la maldición y la bendición en las Escrituras, me di cuenta de que yo sí maldigo, y he maldecido, de acuerdo a la definición de maldecir en las Escrituras.
Hemos estado viendo el capítulo 3 del libro de Santiago y quiero que empecemos ahí donde terminamos en la última sesión. Hemos estado hablando de cómo podemos vencer el poder de las palabras que maldicen, que hieren y quebrantan nuestros espíritus. Nosotras hemos estado hablando de la necesidad de arrepentirnos por la manera en que hemos maldecido y hemos pecado contra otros con nuestra lengua.
Ayer citábamos del libro de Santiago en el capítulo 3 donde el apóstol dice que por una parte con nuestra lengua bendecimos a Dios y lo exaltamos –de ahí viene la palabra elogio. Pero a la misma vez usamos nuestra lengua para maldecir a los hombres que están hechos a semejanza de Dios.
Y la palabra maldición no significa blasfemia, significa hablar o desearle ruina o maldad a cualquier persona. Y Santiago dice, «esto no debe de ser así, que de una misma boca procedan la bendición y la maldición».
Él mantiene este tema a lo largo del libro. Si no has leído suficiente en el capítulo 3 cuando llegues al capítulo 4 lo repasarás de nuevo. Él dice: «Hermanos, no habléis mal los unos de los otros» (Santiago 4:11). Creyentes, hijos de Dios, son parte de una familia. Se pertenecen los unos a los otros. No hablen mal los unos de los otros.
Ahora, la palabra que se usa aquí para maldecir es diferente a la que se usó en el capítulo anterior, pero el significado es similar. La palabra quiere decir hablar en contra de. Keta, en contra. Laleo, hablar. Hablar en contra de. Significa hablar palabras irrespetuosas y Santiago dice, «no lo hagas».
Mientras he estado meditando en este pasaje, Dios empezó a traer convicción a mi corazón por las maneras en que, en conversaciones con otros o hablando acerca de otros, no he dicho palabras que edifican sino que critican. He dicho palabras sin pensar y no ha sido para desearles bien o para hablar bien de ellos o bendición, sino hablando mal de esas personas.
Y aquí está lo que en verdad me dio convicción: cuando empecé a relacionar en mi mente lo que significa hablar mal en contra de otros y fui a 1 Pedro y me di cuenta de que en dos ocasiones en su carta, Pedro dice que cuando hablamos mal de otros, estamos comportándonos como no creyentes. Esto es lo que hacen los inconversos. Ellos hablan mal de otras personas.
Lo dice en la primera carta de Pedro en el capítulo 2 y se repite en el capítulo 3. Entonces me cayó como una tonelada de ladrillos, que cuando yo hablo mal de otros o sobre otros, estoy actuando como una inconversa. Esta es una característica de los no creyentes. Cuando hablo negativamente o con crítica de una hermana de un hermano, ¡estoy actuando como una persona que está perdida! Ese no es el hablar del cristiano. Así no deben hablar las cristianas. Debemos usar nuestras lenguas para bendecir.
Así que déjame preguntarte, ¿tú maldices o bendices con tu lengua? Si eres valiente quizás quieras preguntarles a tus hijos o a tu esposo sobre las palabras que les has dicho últimamente. Cuando estamos grabando estos programas estamos en nuestro mejor comportamiento. A mí nunca me han maldecido en una sesión de grabación.
Pero la prueba real es cuando llegamos a casa, cuando llegamos a la oficina, cuando llegamos con la gente que nos conoce y confiamos y hablamos sin pensar. Pregúntale a tu pareja, «¿las palabras que yo te he dicho, te han bendecido o te he herido con mi lengua o con mis palabras, con la forma en que te he hablado?» Ahora, puede que sepas sin preguntar. Se podría reflejar aún en tu rostro, tú sabes que Dios le está diciendo a tu corazón: sabes que has maldecido a tu esposo.
Cuando la Palabra de Dios dice, «como hija de Dios debes honrar y reverenciar a tu esposo». Eso quiere decir hablar bien de tu esposo, enaltecerlo, bendecirlo.
Tal vez tú digas, «pero él me maldice». Mayor razón para bendecirlo. Piensa por un momento cómo estás criando a tus hijos y la manera en que los corriges, y la manera en que reaccionas cuando hacen algo mal. Las palabras que salen de tu boca ¿son palabras de bendición?
Ahora, eso no quiere decir que bendices a tus hijos cuando pecan, sino que al corregirlos lo haces de una manera que los bendices y los edificas. ¿Lo haces así? ¿O lo haces de una manera apurada con palabras que maldicen o que los humillan? ¿Has dicho palabras, que si hubieras pausado por un momento, te darías cuenta del daño que causarían?
Si no le quieres preguntar a tu esposo o a tus hijos o a tus padres, pregúntale al Señor. «¿Señor, hay maneras en las que yo he usado mi lengua para maldecir en lugar de bendecir a las personas más cercanas a mí?»
Creo que muchas de las veces no nos damos cuenta del impacto que causan nuestras palabras. Permíteme decirlo de nuevo, y esto es verdad especialmente en la familia. Los padres no se dan cuenta cómo afectan las cosas que les dicen a sus hijos en privado o en público… Yo he escuchado algunas de las cosas que se les dicen a los niños en público y pienso, ¿si ellos hablan de esa manera en la tienda como les hablarán en el hogar? Esos padres no se ponen a pensar. No tienen ni la menor idea. Ellos no se dan cuenta del impacto. Y existen muchas esposas que no se dan cuenta de cómo sus palabras maldicen a sus esposos.
Hoy en día están de moda los «chistes en contra de los hombres» y «denigrar a los hombres». Los hombres no se escapan si ellos hablan así de las mujeres, pero las mujeres pueden hablar de esta manera contra los hombres. Yo no quiero decir que ellas pueden como si esto estuviera bien si no que es aceptable hoy en día que las mujeres lo hagan.
Permíteme decirte que si tú eres hija de Dios, no es aceptable que hables groseramente o de una manera despectiva de tu esposo, aunque pienses que es gracioso. En general, esta no es una manera aceptable de hablar sobre los hombres. «Oh, pero los hombres actúan así». No hables de esa manera, ellos han sido creados a imagen de Dios.
Ahora, ellos al igual que nosotras son pecadores. Necesitan ser redimidos al igual que nosotras. Pero quiero decirte que hay un poder inmenso en nuestras palabras.
Cuando después de decir algo dices, «ay, yo no quise decirlo», de hecho la Escritura dice que sí quisiste decirlo, porque «de la abundancia del corazón habla la boca» (Lucas 6:45). Esto revela lo que en realidad quisiste decir. Después dices, «pero yo en verdad no quise decir eso, se me salió de la boca».
Tenemos que detenernos y darnos cuenta de que las palabras que decimos, palabras de bendición y palabras de maldición, tienen un gran poder. Dios habló y el mundo comenzó a existir. Ese es el poder que hay en las palabras.
Cuando hablas de una manera humillante o degradante hacia tu pareja, tus hijos, tus papás, tus suegros, tu familia política, tu jefe, o cualquier persona, te has convertido en alguien que maldice.
Hay un poder que va con esas palabras, un poder para destruir, para destrozar. Y tal vez quieras preguntarte, «¿es posible que mi esposo haya llegado a ser el hombre que es ahora, en parte por las palabras que yo le he dicho, las palabras que he usado hacia él que lo han destrozado y humillado? ¿Y ahora él ha llegado a ser una persona que maldice?
Ahora, no estoy diciendo que si solamente hablas palabras de bendición a tu esposo automáticamente llegará a ser un esposo piadoso. Él aún debe tomar sus decisiones.
Pero existe un ciclo entre la bendición y la maldición. Cuando hablamos palabras de bendición, promovemos la bendición. Cuando hablamos palabras de maldición, promovemos la maldición. Y déjame advertirte que tengas cuidado cuando digas, «yo solamente estaba bromeando o jugando».
Al trabajar en esta serie les pedí a algunas amigas que compartieran conmigo algunas palabras de bendición o maldición que han afectado sus vidas. Fue interesante recibir comentarios como el siguiente, «a mí me dijeron algo cuando era niña que fue dicho bromeando, pero que realmente me lastimó».
Una mujer compartió que cuando ella estaba en primero o segundo grado en la escuela su papá bromeando le dijo que ella tenía una cabeza muy pequeña y eso quería decir que su cerebro no era grande y por eso ella no era inteligente.
Esa mujer es ahora una adulta, y ella sabe que su papá estaba bromeando, pero ella dijo, «como niña, yo le creí. Yo tenía una hermana mayor que sí era inteligente, pero pensaba que yo no era inteligente. Hacía trampa en los exámenes para salir bien en la escuela pero aun así no llenaba las expectativas».
En Proverbios capítulo 26 se habla de las personas que dicen, «yo solo estaba bromeando». Dice: «Como el enloquecido que lanza teas encendidas, flechas y muerte, así es el hombre que engaña a su prójimo, y dice ¿acaso no estaba yo bromeando?» (vv.18-19).
Si tú hablas y después dices, «yo solamente estaba bromeando», ese proverbio dice que «eres como un enloquecido que lanza teas encendidas y flechas y muerte». Ese es el poder que hay en las palabras para maldecir.
Ten cuidado de no apresurarte para hablar. Permítanme decirles a ustedes que son madres: ustedes pueden en verdad destruir el espíritu en sus hijos al apresurarse a juzgar o a sacar conclusiones precipitadas.
Cuando tus hijos dicen algo malo o algo que tú no apruebas, o algo que tienes que confrontar, no te apresures a decir lo primero que llega a tu mente. Espera un momento, o algunos momentos. Dale la oportunidad a Dios para que te enseñe lo que debes decir y permítele a Dios una oportunidad para que se involucre en la vida de tus hijos. La convicción será mayor si esperas a ver lo que Dios quiere que tú digas.
Existen otras maneras en las que maldecimos con nuestras lenguas: cuando constantemente criticamos o constantemente evaluamos. Tus hijos pueden sentir que nunca están a la altura, nunca llenan la medida. Tu esposo tal vez sienta que nunca estará a la altura.
En la medida en que Dios revele a tu mente esta clase de maldición, cuando Él saque a la luz todo esto, debes estar dispuesta a arrepentirte. No te concentres en las maneras en que otros te han lastimado al maldecirte, porque si tú deseas vencer la maldición de las palabras dirigidas a ti, debes estar dispuesta a arrepentirte de las palabras de maldición que tú has dicho en contra de otros.
Al concluir este tiempo quiero preguntarte, ¿hay alguien que Dios ha traído a tu mente durante este tiempo? Tu pareja, un hijo, un padre, un pastor, una amiga, un colega, tus suegros o alguien a quien tú has maldecido con tu lengua? ¿Has hablado de ellos o sobre ellos palabras humillantes o degradantes?
¿Quieres la gracia de Dios? ¿Quieres vivir bajo la bendición de Dios? ¿Quieres romper el ciclo de maldición en tu vida? Entonces di: «oh Señor por favor perdóname».
Sé honesta con Dios y reconoce en lo que Él te ha dado convicción y pide perdón. Si es posible y apropiado pídele perdón a quien tú has maldecido con tus palabras, especialmente si esa persona está consciente de ello. Dile, «yo he pecado contra ti con mis palabras, te he maldecido y quiero pedirte que me perdones».
Cuando comiences a hablar palabras de bendición donde hablabas palabras de maldición, te darás cuenta cómo Dios empezará a romper ese ciclo de maldición –no solamente en tu vida, sino tal vez en las vidas de aquellos a quienes tú ahora hablarás palabras de bendición.
Annamarie: Es tan fácil ver cómo otros nos han herido, pero tan difícil reconocer cómo hemos pecado con nuestras palabras. Nancy nos ha estado hablando sobre esto y nos ha animado a vivir vidas de libertad al recibir la Palabra de Dios y rendirnos a ella.
Ahora escucharemos una historia que nos ilustra esto. Se trata de una esposa que reconoció que estaba usando sus palabras para desanimar a su familia. Dios llamó su atención y ella se arrepintió; y ahora esta es una familia que vive en abundancia al usar sus palabras para servir a otros por medio de la oración.
Carmen Espaillat nos narra la historia.
Carmen Espaillat: Kim Zolman recuerda cómo era su vida y la de su esposo, Tad.
Kim Zolman: Lo que yo hacía muchas veces era anular las decisiones que Tad tomaba con los niños o cualquier cosa que estuviéramos haciendo. Yo entraba y decía, «oh eso está bien, pero mejor hazlo de esta manera». Yo no le permitía a él ser líder de nuestra casa.
Carmen: Este es Tad.
Tad Zolman: Cuando mi liderazgo era desafiado, probablemente me retiraba en vez de confrontarlo. Ella había mencionado que yo era incapaz de lidiar bien con un conflicto. Entonces yo mejor me quedaba callado sin decir nada, y solía salir y me quejaba en mi mente.
Carmen: Como Tad era constantemente desafiado, él quería dejar de tomar decisiones.
Tad: Uno desea hacer lo que ella está pensando. Intentas adelantarte y piensas bueno, ¿cómo le gustaría a ella que yo haga esto? En vez de pensar ¿cómo quiere Dios que yo haga esto? Siempre deseas hacer lo que ella piensa que es lo mejor.
Carmen:Tad reconoce que él tenía la responsabilidad de dirigir, aún si su esposa no deseaba seguirlo. En lugar de tratar de dirigir, él intentó mantener la paz, aunque eso significara permanecer pasivo.
Tad: Yo no quería lidiar con el conflicto, entonces le permití a ella hacer eso, soy igualmente culpable porque no tomé el liderazgo. En vez de decir «¿podemos hablar sobre esto?, o decir, «no, yo no creo que eso sea lo mejor». Por lo menos hubiésemos conversado sobre el asunto.
Carmen: Kim reconoce que ella fue la que lo tentó a soltar su responsabilidad de proveer un liderazgo piadoso para su familia.
Kim: Yo pienso que fue muy difícil para él. Yo creo que él es una persona tímida. Cuando yo hacía eso, él me lo permitía. Entonces él no podía ser el líder que suponía fuera. Me entristece saber que yo lo alejé de querer ser el líder que Dios lo llamó a ser.
Carmen: En el año 2008, todo cambió cuando Kim acudió a la conferencia True Woman 2008, la primera conferencia nacional patrocinada por el ministerio Revive Our Hearts.
Kim: Wow. Era mucho lo que el Señor estaba haciendo en lo más profundo de mi corazón. En particular lo que me llamó la atención fue la rendición. El Señor me demostró cómo yo me aferraba a mis caminos en lugar de aferrarme a los caminos de Él.
Janet Parshall (en una conferencia): ¿Estás dispuesta a aceptar Su voluntad para tu vida en estos momentos, aunque no sea lo que deseas? «¡Señor yo me quiero casar!» ¿Y sí Dios dice «no»? «Señor yo quiero hijos». ¿Y si Dios dice «no»? «Señor, sana a mi esposo». ¿Y sí Dios dice, «no»?
¿Se comienza a desmoronar el amor que Él tiene hacia ti? Empiezas a decir, «yo no puedo confiar en ti». ¿Por qué? ¿Porque Él no es el cajero automático de tus peticiones de oración? ¿Porque no nos da lo que deseamos? ¿Por qué en nuestra naturaleza jactanciosa suponemos saber lo que es mejor para nosotras? ¿Si todo es presionado a través de la rejilla de Su amor, y lo es, podemos aún confiar en Él?
Yo creo que muy a menudo solemos decir muy fácilmente, «oh, Dios, te amo»; pero cómo titubeamos al decir, «pero Dios, en Ti confío».
Kim: Ese es el significado de la vida –una rendición continua hacia Él. Tuve que aprender eso una y otra vez, que no fue lo suficiente rendirme solamente una vez. Necesito ir hacia Él en rendición todos los días.
Muchas veces, con mis hijos especialmente, yo trataba de ser su Espíritu Santo al tratar de condenarlos, cuando ese es el trabajo del Espíritu Santo y no el mío. Inmediatamente supe que yo necesitaba retroceder y permitir que el Espíritu Santo realizara Su trabajo y lo que yo necesitaba hacer era rendirle mis hijos al Señor.
Carmen: Esto es lo que Tad vio cuando Kim regresó a su hogar.
Tad: Una mujer cambiada.
Carmen: Ella quiso arrepentirse y pedir perdón.
Kim: No solamente con mi esposo, pero también me aseguré de que mis hijos estuvieran presentes cuando me disculpé y les dije, «les he demostrado una imagen incorrecta de lo que una mujer, una mujer bíblica hace en su hogar».
Durante ese tiempo el Señor me enseñó cómo permitirle a Tad ser el líder de nuestro hogar, y todavía estoy trabajando en eso. No es que ya lo haya logrado. Es un proceso. Pero el Señor, me atrajo hacia Él durante este tiempo.
Carmen: Kim ahora da su opinión a su esposo y hablan sobre el asunto. Pero ahora ella no siente que es su responsabilidad controlar la decisión final.
Kim: Ahora puedo ver el gozo de rendir eso al Señor y someterme a mi esposo y veo cómo las cosas funcionan mucho mejor cuando hago eso.
Carmen: Cada año desde la conferencia en el 2008, Kim ha encontrado algo diferente y valioso en cada evento de True Woman.
Kim: Cada conferencia tiene un enfoque diferente y cubren temas diferentes. Es un tiempo de refrigerio y al igual un gran tiempo para recordar lo que ya has aprendido y poder continuar caminando a la luz de esas verdades.
Carmen: Desde el principio, Kim quería compartir con otras su experiencia en esta conferencia.
Kim: Cuando llegó el tiempo de la conferencia de True Woman en el 2010, era mi deseo llevar un grupo de personas y compartir estas verdades con ellas.
Carmen: Ahora, Kim y Tad dan vida por medio de la enseñanza, el ánimo, y la oración. Fue en verdad un momento decisivo cuando Kim rindió su vida al Señor y le pidió que controlara sus palabras.
Tad: Cuando te casas no sabes o reconoces lo que pasará en tu vida. Por medio de nuestro matrimonio a mí me tocó más de lo que yo merecía. Yo he sido bendecido. Nosotros compartimos esto entre nosotros hace algunos días. Yo he sido bendecido más de lo que me pude haber imaginado. Y a Dios solo a Dios doy la gloria por eso.
Carmen: El Señor usó la conferencia True Woman 2008 como escenario para ese momento decisivo en este matrimonio. Lo mismo sucedió en la primera conferencia internacional Mujer Verdadera 2015 que se celebró en Santo Domingo, República Dominicana. Muchas mujeres han llevado estas enseñanzas a sus hogares y muchas han celebrado sus propias versiones de la conferencia en sus iglesias locales utilizando los videos de estas conferencias. Si no los has visto, encuéntralos en nuestra página avivanuestroscorazones.com.
Annamarie: Y tú, ¿ya participaste de una de nuestras conferencias? ¿Quieres experimentar libertad, plenitud y abundancia en la etapa de vida en que te encuentras? Jesús nos dice: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10:10).
Cuando estamos arraigadas en Él, Su Espíritu llena nuestras copas, nos hace rebosar, riega la tierra árida y estéril de nuestro corazón y nos hace fructificar. Y esto es lo que queremos que experimentes en la Conferencia Mujer Verdadera '23, titulada,Libertad, plenitud y abundancia. Prepara tu corazón para beber profundamente de la Palabra de Dios junto a mujeres de todo el mundo.
Esta tendrá lugar los días 31 de marzo y 1 abril del próximo año, en Guadalajara, México. Entérate de los detalles en MujerVerdadera23.com, y asegúrate de visitar la sección de Preguntas frecuentes.
Y asegúrate de regresar mañana para la continuación de la enseñanza de Nancy que hemos estado escuchando esta semana.
Nancy: No solo lo pienses acerca de tus hijos o acerca de tu pareja. Dilo. Necesitas decirlo. Si hay cosas que tú aprecias, que admiras, cosas que han cruzado por tu mente, habla esas palabras.
Y debes decirlo ahora, no esperes hasta el funeral.
Annamarie: No te pierdas este próximo episodio. Ahora oremos.
Nancy: Oh Padre, todas tenemos que confesar que hemos pecado contra Ti y contra otras personas con palabras que hemos dicho sin pensar, palabras hirientes y crueles. Y quizás no fue nuestra intención destruir a esa persona quien es hecha a Tu imagen. Pero eso es lo que hemos hecho. Y algunas de nosotras hemos compartido con otras esa maldición que hemos recibido desde nuestra niñez o que hemos recibido en los últimos años.
Oh Señor, nos arrepentimos. Confesamos que maldecimos y que hemos pecado contra Ti y contra otros. Te pedimos perdón, pedimos misericordia. Muéstranos dónde debemos retroceder y enmendar las cosas. Nosotras necesitamos aclarar nuestra conciencia donde es necesario buscar el perdón de otros. Ayúdanos a estar dispuestas a arrepentirnos. Oh Señor, y no solamente en este momento al escuchar este mensaje, sino que estemos conscientes en los próximos días de nuestra necesidad de arrepentirnos al hablar palabras que maldicen.
Y que la evidencia de nuestro arrepentimiento sea que comencemos a hablar palabras que bendicen. Señor, creo que habrá hogares que serán muy diferentes si hay un verdadero arrepentimiento. Señor que así sea, en el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Trayéndote enseñanza práctica de la Palabra de Dios, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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