Orando la Escritura, día 2
Annamarie Sauter: Cuando oramos estamos combatiendo fuerzas espirituales. Con nosotras, Margarita de Michelén.
Margarita de Michelén: La vida de oración es una guerra porque tenemos una lucha, no contra carne ni sangre, sino contra huestes de maldad en los lugares celestes.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Si estás leyendo la Biblia junto a nosotras este año, la lectura de hoy es Mateo capítulos 19 y 20.
El día de ayer dimos inicio a una serie de programas en la que queremos tocar un tema muy especial e importante para cada creyente, y es el tema de la oración. Si no escuchaste ese programa encuéntralo en AvivaNuestrosCorazones.com. Patricia de Saladín y Margarita de Michelén continúan con la conversación.
Patricia: El día de ayer iniciamos una conversación. En este mes de octubre nos hemos reunido con Revive Our Hearts …
Annamarie Sauter: Cuando oramos estamos combatiendo fuerzas espirituales. Con nosotras, Margarita de Michelén.
Margarita de Michelén: La vida de oración es una guerra porque tenemos una lucha, no contra carne ni sangre, sino contra huestes de maldad en los lugares celestes.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Si estás leyendo la Biblia junto a nosotras este año, la lectura de hoy es Mateo capítulos 19 y 20.
El día de ayer dimos inicio a una serie de programas en la que queremos tocar un tema muy especial e importante para cada creyente, y es el tema de la oración. Si no escuchaste ese programa encuéntralo en AvivaNuestrosCorazones.com. Patricia de Saladín y Margarita de Michelén continúan con la conversación.
Patricia: El día de ayer iniciamos una conversación. En este mes de octubre nos hemos reunido con Revive Our Hearts para hacer el tema de este mes, Un Clamor, el tema de la oración. Estoy aquí en el estudio con mi amiga Maggie Michelén, que es la guerrera de oración de Aviva Nuestros Corazones. Hola Maggie, bienvenida de nuevo al estudio de Aviva Nuestros Corazones.
Maggie: Hola Pati, qué bueno estar de nuevo aquí en este programa hablando de este tema que no nos cansaremos de decir, nos apasiona.
Patricia: Amén. Qué bueno. Ayer tú mencionabas 1 Tesalonicenses 5:17, donde Dios nos manda a orar sin cesar, además de otras partes de la Biblia. La verdad es que es un tema que corre a lo largo de toda la Escritura. ¿Por qué debemos orar? Porque si eres hija de Dios, Dios lo manda. Sería desobediencia no orar. A veces es presunción, como digo yo, pero es desobediencia porque Dios quiere oír de nosotros.
Dice, «pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá», y veíamos –recapitulando el programa de ayer– que nuestras necesidades son enormes: nuestras necesidades personales, las de nuestra familia, las de nuestra iglesia, aun que la salvación está en juego; la vida y la muerte, el cielo y el infierno, porque clamamos y le argumentamos al Señor por la salvación de los que amamos.
Una definición de la oración dice, «es derramar nuestros corazones a Dios en alabanza, en petición, en confesión de pecado y en agradecimiento». Y veíamos que según el pastor John Piper, es el reconocimiento honesto de que sin Cristo no puedo hacer nada. El punto es que Dios invita y espera que todos oremos, entonces no puede ser tan complicado que la persona más simple no lo pueda hacer, que un niño no lo pueda hacer, o que un gran erudito no lo pueda hacer.
También el hecho de que increíblemente pero maravillosamente, un Dios tan grande no solamente nos dice que pidamos, sino que Él escucha, responde y actúa. Tú dijiste una frase que me encantó, algo como una mezcla entre la responsabilidad humana, la soberanía de Dios y cómo eso se entrelazaba para que, de una manera que no entendemos, nuestras oraciones llevaran a Dios a actuar.
Entonces comenzaste a compartir una serie de testimonios de cómo, argumentándole a Dios Su misma Palabra –mencionaste el Salmo 1, lo de la mujer sirofenicia– y cuando comenzaste a hablar de la Palabra de Dios, de cómo debemos conocer a Dios y conocer la Palabra para poder usar esos argumentos con Dios para que no nos volvamos una lista de peticiones como si fuera una lista de supermercado, dijiste dos palabras que quiero retomar.
En una dijiste que escribías tus oraciones, y no es que necesariamente –porque aquí no estamos hablando de un esquema particular– sabemos que las oraciones son variadas, son distintas como nuestras personalidades, las épocas de la vida… pero hay herramientas que nos ayudan a ser más intencionales porque nuestra tendencia, Maggie, si somos honestas, es que lo último que hacemos es orar.
Es más fácil leer la Biblia, es más fácil llamar a una persona de carne y hueso y contarle lo que te está pasando, entrar a las redes sociales y escribir cosas, que apartar un tiempo para orar. Y por eso en estos programas, decíamos ayer, lo que queremos es motivarnos y motivar a las mujeres que nos escuchan, para que nos convirtamos en mujeres de oración, pero debemos ser intencionales.
Hay cosas que podemos hacer que nos ayudan. Decías que escribías tus oraciones, me imagino que no todas, pero algunas, y también me llamó la atención que hiciste una lista de nombres de hijos de hermanos de la iglesia que eran niños cuando nuestros hijos eran niños, y a quienes ponías delante de Dios en oración.
Yo quiero retomar esas dos cosas, lo de escribir y lo de la lista. Creo que son ayudas, dependiendo de la personalidad. Te comentaba, hablando de las listas –que si no anotamos los nombres– hay quienes dicen,«yo retengo 80 nombres», qué bueno; en mi caso si no anoto nombres específicos, oraría por mis hijos y mis nietos, y una que otra persona en particular.
Yo tengo que anotar nombres de personas que en este momento están sufriendo de Cáncer o personas que están pasando una situación financiera difícil o hermanos que te dicen, «por favor ora por mí». En ese sentido tengo que hacer lista. Cuéntame un poco de esas listas que podemos tener, por ejemplo: lista de personas; o por día: el reino de Dios, mi familia, las misiones, ministerios…diferentes cosas.
Cuéntame un poco de eso para que podamos crecer, aprender y a la vez nuestras oyentes se beneficien.
Maggie: Como dijiste, Patricia, esto no es una camisa de fuerza porque los métodos son tan variados como las personalidades que Dios nos ha dado. A mí me gusta escribir, pero me propuse escribir porque somos muy olvidadizos. Somos como el pueblo de Israel. Y yo creo que Dios dejó Su Palabra escrita precisamente para que recordemos lo que Dios ha hecho a lo largo de la historia de la redención. A mí me ha sido de mucha bendición escribir. He orado por muchas cosas, por mis hijos, por mis nietos cuando ni siquiera habían nacido.
Moisés oró por una generación que no había nacido, en el Salmo 78. Entonces yo decía, «bueno, si Moisés oró por una generación que no había nacido, voy a hacer lo mismo. Y cuando ves que oras y chequeas la lista de oración, adoras a Dios por la misericordia de haberte respondido. Dios se complace en contestar Sus oraciones.
Cuando yo oraba por mis hijos inconversos, el Espíritu Santo me puso a orar por los hijos de mis hermanos porque ellos son mis hijos también, son hijos de nuestra iglesia. Y hay veces en que –yo sufro de insomnio, a veces muy severo– y Dios trae a mi mente muchachos que pasaron por la iglesia o por el colegio de la iglesia, que hoy están en el mundo, y siento esa carga y ahí mismo, en mi cama, me pongo a orar por ellos. Algunos han venido a la fe, otros todavía siguen ahí, pero confío en que Dios va a hacer Su obra, porque después de que oyes la Palabra de Dios, yo le pido al Señor que la martille en sus cabezas, «martilla Señor Tu Palabra en sus cabezas y no los dejes pecar, cárgales la consciencia, recuérdales lo que aprendieron desde su niñez».
Eso me ayuda a recordar, a agradecer y a seguir orando con fe porque si Dios me respondió en el pasado, estoy convencida de que Él también responderá en el futuro. Ese es un motivo de gratitud y alabanza a Dios. No solamente que recuerdas sino que te lleva a alabar a Dios y a que tu fe crezca, y te anima a seguir orando.
Como familia, el 24 de diciembre dábamos gracias por todas las bondades que Dios nos había concedido durante ese año, las respuestas positivas y las respuestas negativas, porque a veces creemos que las negativas no son bondades y sí son bondades porque Dios sabe lo que nos conviene. Y el 31 de diciembre orábamos por las cosas que queríamos para el año siguiente, y yo llevaba mi diario de oración por todas esas cosas.
Oramos por hermanas que estaban solteras para que se casaran y se casaron. Oramos porque Dios concediera casa a un pastor y el pastor tiene su casa. El otro día me encontré varias listas y se me salieron las lágrimas. Lo puse en el chat familiar para que viéramos qué gran Dios tenemos; que se digna escuchar tanto las cosas grandes como las pequeñas. O cuando orábamos por la recaudación de fondos para el templo, y hoy lo tenemos. Así muchas cosas más.
Recuerdo que mi hija mayor se embarazó, pero la segunda tuvo que ponerse en un tratamiento; y una abuela cuando sabe que va a tener un nieto va con mucho ánimo a comprarle la ropa a su primer nieto, y comprando en la tienda sentí una carga tan grande, Patricia, que dije, «le voy a comprar la ropa a mi segunda nieta». El Señor puso eso en mi corazón. Llegué a mi casa, puse la ropa en una caja de regalo y oré conforme a la oración de Ana. «Concédele un hijo a mi hija porque si se lo concedes a ella me lo estás concediendo a mí». Tres meses más tarde mi hija me llamó, «mami, estoy embarazada», y yo le dije, «ven pasa por aquí», y le entregué su cajita. «Mira lo que tengo desde hace tres meses para ti», alabado sea el Señor, y ahí mismo dimos gracias.
Pero hay otras oraciones, Patricia, tú dices que soy guerrera de oración, y es que realmente la vida de oración es una guerra porque tenemos una lucha no contra carne ni sangre sino contra huestes de maldad en los lugares celestes. Mi hermano pequeño fue asaltado y baleado. Eso lo dejó postrado en cama, inválido cinco meses. Fueron cinco meses muy difíciles porque no salía de infección tras infección, hasta que cayó en una septicemia y ya no había antibióticos que resolvieran el problema.
O sea que ya lo que venía era la muerte. El día que el médico nos dijo, «vengan a despedirse porque él pronto quedará en coma, cuando me tocó el turno yo sentí la presencia del maligno y exclamé –literalmente: «en el nombre de Cristo te vas de aquí Satanás, mi hermano se va en paz a la presencia de su Señor». Ya él había hecho profesión de fe. Cuando lo vi en esa agonía dije, «tengo que hacer algo». Me vino a la mente el profeta Elías cuando iba a resucitar al hijo de la viuda de Sarepta.
Mira, Patricia, yo hice lo mismo. Me tiré sobre él, le personalicé el Salmo 23 –por eso es que hay que atesorar la Palabra, porque el Espíritu en el momento que necesitas te va a recordar la Palabra. Apocalipsis 21 y todos aquellos pasajes de esperanza de que vas a ver a tu Redentor y que estás pasando por un valle de sombras de muerte, pero que tu Señor está contigo… Yo duré allí como una hora, esa fue una experiencia que recuerdo con mucha gratitud al Señor.
Después de orar, mi hermano inspiró, no murió en ese momento pero inspiró, y pude ver su rostro de paz, dije: «Señor, gracias». Cuando mi hermana volvió a entrar y lo vio tan plácido, salió y me dijo, «qué le dijiste, qué le hiciste». Yo le dije, «le recordé quién estaba con él en su lecho de muerte, jehová su Pastor; y eso fue de testimonio para ella.
Hay otras oraciones que es lo que llamo el Getsemaní personal, donde literalmente te tienes que tirar al piso porque estás luchando con tu propio corazón; con la maldad de tu corazón, con todos esos pecados, egoísmo, egocentrismo, que crees que eres la última coca cola del desierto, o que te crees la gran cosa, o que Dos no te ha contestado algo y luchas y quieres eso y literalmente te tienes que tirar al piso. Yo me he tenido que tirar al piso, y con eso le digo al Señor, «Señor, ya no puedo ir más bajo, estoy en mi punto más bajo, ¡ayúdame, ayúdame! Como el Señor Jesucristo bebió esa copa y afirmó Su rostro para ir a la cruz para morir por ti y por mí.
En ese momento no es el pañuelito blanco de rendición el que saco. Es un arsenal de banderas blancas donde digo, «Señor, no como yo sino como Tú». Entonces hay una gran gama de oraciones, una gran gama de emociones que vas a mostrar: algarabía, vas a levantar los brazos, te vas a tirar al piso, vas a decir, «alabado sea Dios».
Por eso escribo mis oraciones, hago mis listas y no te puedes imaginar lo feliz que me siento cuando veo uno de esos muchachos bautizándose o sé que se convirtió, voy y le digo, «te borré de la lista». Es una vida de oración maravillosa y eso es lo que queremos transmitirles a las hermanas. Oremos, oremos, seamos creativas orando, apelemos a la Palabra de Dios, al carácter de Dios, porque Dios honra a los que le honran.
¿Ha contestado Dios todas mis oraciones? Yo te diría que sí porque he visto muchas respuestas positivas. Para otras la respuesta ha sido no, porque no me convienen y mi Padre celestial sabe lo que es mejor para mí. En otras me puso en modo espera, y ¿qué pasa en el modo espera? Que tu carácter se fortalece, tu fe crece, tienes que orar más y te estás asemejando al Señor Jesucristo; porque si Jesucristo el Hijo de Dios oraba por todo para cualquier cosa que iba a hacer, y Él sacaba Su tiempo para orarle a Su Padre, cuánto más nosotras.
Patricia: Claro que sí. Gracias Maggie por compartir esos testimonios personales. Oyéndote, aunque conozco las historias, me han sido de bendición otra vez; me imagino que ha sido igual para nuestras oyentes. Estábamos diciendo que para ayudarnos sugerimos orar la escritura, argumentarle a Dios, hablaste de las listas, hablaste de escribirlas, y también hay libros que nos ayudan.
Hay veces que uno se levanta por la mañana y el corazón está frío como un témpano. A veces me horrorizo con mi propio corazón y digo, «esto no lo ayuda nada», pero Dios a través de Su Espíritu nos va entrando en calor y hay cosas que ayudan como los salmos. Hay libros como El Valle de la Visión…
Maggie: Ese te dice, «tú no sabes orar», eso es lo que siento con ese libro pero es precioso.
Patricia: Y otros libros así que nos ayudan porque a veces tenemos la mente en blanco también, no solamente el corazón frío sino la mente en blanco; y saber lo que decías, que el diablo quiere distraernos para que no oremos. Porque se nos ocurren todo tipo de ideas cuando estamos en ese momento de hacer cosas que no haríamos, pero en ese momento, ¡yo quiero hacer esto» o, «yo quiero hacer aquello».
Y ni hablar del uso del teléfono, las redes y esas cosas. Eso es terrible porque nos distrae. Pero también estuvimos hablando antes del programa, de la carga por las oraciones que nos llegan. No queremos orar solamente por nuestras propias necesidades porque si realmente amamos, ¿cómo muestro mi amor de una mejor manera? Orando por el otro. Ya sea por salvación o por sus necesidades. Comentábamos que muchas veces nos sentimos abrumadas por la cantidad de carga que llega a través de las exposiciones que tenemos a las diferentes redes, o plataformas –no sé cómo se podrían llamar– donde nos llegan peticiones de todo el mundo de personas enfermas, graves, de niños con problemas…y he sentido muchas veces –eso lo digo a nivel personal– que no puedo, no puedo.
Hace un ratito decías, vamos a orar en este instante. Quiero hacer la salvedad a nuestras oyentes, porque lo pienso acerca de mí, de que cuando te llega una petición por un chat y pones tres manitas como que estás orando y no oras, estás mintiendo. Estamos entrando en un terreno…yo diría…raro. Porque yo quisiera orar por la persona que está poniendo la petición y contesto porque todo el mundo contestó que está orando y pongo mis manitas, pero si no oré estoy en falta delante de esa persona y delante de Dios porque me llegó la petición y no lo hice.
Por eso, me gustó mucho una idea de John Piper en un mensaje acerca de la oración, que dice que es bueno usar –como si fueran patrones– círculos concéntricos. Esto para no llevar la carga del mundo entero, porque no podemos llevar el mundo entero sobre nuestros hombres. Dios no nos diseñó para eso.
Maggie: Ni Jesucristo llevó la carga del mundo entero, ni sanó a todo el mundo, ni fue a todas las ciudades; y ese es un ejemplo para tener en cuenta y descargar el alma ante las tantas demandas.
Patricia: Entonces, ¿qué sugieres, Maggie? ¿Qué harías? Comienzo conmigo porque soy la peor de las pecadoras, o por mi casa, mi esposo, mis hijos, y luego voy extendiendo esos círculos a lo más cercano que voy teniendo como el grupo pequeño de parejas –porque si tu iglesia es pequeña, quizás puedas tener la lista entera y orar– pero si es muy grande, es una carga muy grande. Entonces vas haciendo tu lista de círculos y vas ampliando la oración.
Maggie: Lo primero es… bueno, yo no oro por mí primero para no poner el yo primero. Oro por mi esposo, por mis hijos, por mis nietos, por mis familiares inconversos, y por las necesidades de la iglesia y así sucesivamente como dices, en círculos concéntricos. Entonces oro por mí. Muchas veces es en mi Getsemaní que tengo que estar porque realmente el corazón está dispuesto pero la carne es muy muy débil.
Pero oro por mi esposo, y cuando oro por él no oro para que me haga feliz o que yo esté más cómoda o que él me complazca más…no, no, no. Oro conforme a las escrituras que quiero que ese esposo mío sea un hombre conforme al corazón de Dios, que sea un hombre íntegro, un hombre de la Palabra, un hombre que ame el reino y todo eso. Yo le digo que cuando leo el Salmo 112, él me representa eso. De verdad lo digo de todo corazón porque cuando lo leo…a él no le gusta. Me dice, «yo estoy muy lejos de eso». Y yo le digo, «bueno, nunca nos vamos a ver donde tendríamos que estar. Moisés no se vio cuando su rostro brillaba, pero leo el Salmo 112, y lo que Dios pone en mi mente es tu nombre, porque es una descripción de lo que es mi esposo.
Patricia: Qué bello.
Maggie: Oro por mis hijos, por mis nietos, y como te digo, no diciendo «bendícelos, Señor», sino «bendícelos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo Jesús, y ayúdalos a crecer en su hombre interior. Hazles mortificar sus pecados y hazles ser una familia que sea para la gloria de Tu nombre. Un altar, una casa de Dios y una puerta del cielo». Esas son las oraciones familiares.
Están las de la iglesia que, casi siempre en todas las iglesias hay un día que se saca para orar y te mandan una lista de oración, entonces oras. Hay que orar por los pastores, por los mensajes y por el domingo que esa Palabra no vuelva vacía.
Oro que Dios levante generaciones nuevas pero piadosas, comprometidas con el reino; y de eso somos testigos porque hemos visto cómo un grupo de parejas jóvenes se fueron a la plantación de la iglesia de tu esposo y del pastor Rafael Alcántara. Esa es una oración contestada, y Dios nos está dejando ver esa generación comprometida con el Señor, levantarse.
Porque, ¿qué es lo que queremos? Que el reino de Dios avance y ya nosotras estamos pasando. Entonces esa generación tiene que levantarse. Pero cuando ves la oración del Padrenuestro, que es la oración modelo, es para tomarla en cuenta. Nuestro Maestro es un maestro por excelencia. ¿Y qué hizo el Señor? ¿Qué nos enseña con el Padrenuestro? Que las tres primeras peticiones tienen que ver con Dios. Dios, Su reino y Su voluntad. Esas tres cosas deben ir primero en tus oraciones.
Y luego vienen las del ser humano. El sustento diario, el pedir y otorgar perdón, y ser librados de la tentación. En el sustento diario caería no solo el pan, sino todo lo que abarca el sustento para la vida: la salud, la comida, la ropa, el vestido, todo. Ahí entrarían las peticiones que dices que nos llegan. Muchas veces lo que hago cuando me llega una oración es orar ahí mismo y pongo la manita –para que no se me olvide.
Son oraciones importantes, son de hermanos que uno ama, pero que no están dentro de tu círculo más cercano. Entonces tenemos que hacer como el Señor Jesucristo. Él se movió por prioridades, no hizo todo el trabajo, sacaba tiempo para orar. No sanó a todos los enfermos, ni visitó todas las tierras. Eso nos enseña que no vamos a poder llevar todas las oraciones del mundo. Si vas a orar por algo que te llegó, hazlo en ese momento. Habrá otras oraciones que tendrás que seguir haciendo continuamente como el reino de Dios, Su voluntad, que Su nombre y Su memoria sean conocidos en la tierra; los inconversos, los misioneros, los pastores que tienen que preparar mensajes, que tienen que aconsejar…ahí podrías dividirlas por semana.
Patricia: También sucede –lo que tú y yo habíamos hablado– que la semana tiene siete días. Si no te estructuras un poco –porque hay espontaneidad pero también debe haber cierta estructura– caemos en las mismas peticiones cuando realmente son muchas cosas que debemos orar.
Annamarie: Has estado escuchando de Margarita de Michelén. Ella ha estado conversando con Patricia de Saladín y mañana retomaremos la conversación en este punto. Pero antes de concluir este programa quisiéramos preguntarte, ¿cuándo fue la última vez que apelaste a la Palabra de Dios en oración?—no a lo que tú piensas que dice esa Palabra sino a lo que Dios dice que significa esa Palabra. Hoy hemos sido animadas a hacer esto y hemos escuchado consejos prácticos para cultivar una vida de oración, como parte de la serie titulada, «Orando la Escritura».
Al hablar de temas como este podemos tender a sentirnos tan insuficientes. Pero este es un buen punto de partida. Necesitamos reconocer nuestra necesidad de Dios para aprender a orar, y orar conforme a Su voluntad. Patricia regresa para cerrar orando por esto.
Patricia: Soberano Señor, Tú eres Dios arriba en los cielos pero también abajo en la tierra. Qué bueno es saber que somos tus hijas, que nos has amado con amor eterno, que nos tienes esculpidas en las palmas de Tus manos, que nada, nada nos separará de Tu amor jamás. Y qué bueno Señor, que esa bondad la has manifestado de tantas formas, y una de ellas es abriéndonos el camino hacia Ti a través de la oración.
No solamente nos has dejado Tu preciosa Palabra, en la que nos deleitamos y vemos Tu belleza y la belleza de todo cuanto has hecho, y entendemos quiénes somos y para qué existimos, sino que nos has dejado la comunicación contigo abierta, a la que podemos recurrir todo el tiempo, Señor. Tú estás disponible para nosotros todo el tiempo. Y así como un padre bueno, Te compadeces de nosotras, sabes de qué estamos hechas, conoces nuestra debilidad, sabes cuando oramos y cuando no.
Sabes cuando nos sentimos abrumadas, conoces en Tu omnisciencia nuestro sentarnos y nuestro levantarnos, nuestro andar, nuestro reposo. Dice Tu Palabra que «todos nuestros caminos te son conocidos, que conoces aun nuestros suspiros, que la palabra no está aún en nuestras lenguas y Tú la conoces toda». Y con esa paz de saber que conoces todo eso pero que eso también está escondido, que estamos escondidas en Cristo en medio de nuestra gran debilidad, por eso nos acercamos con confianza. Porque Cristo vivió la vida perfecta que no podemos vivir. Cristo sí oró las oraciones perfectas que nosotros no podemos hacer. Y aun cuando no sabemos cómo orar, Tu Espíritu intercede con gemidos que no son palabras que pueden entenderse humanamente, y lleva todas las peticiones delante de Tu presencia.
Oh Señor, haznos mujeres de oración, danos corazones que se duelan con los demás, que puedan interceder por los demás, corazones que te alaben, que te bendigan, que te den gracias, Señor. Danos corazones sensibles a nuestro pecado y concédenos mantenernos en íntima comunión contigo; todo para la alabanza de la gloria de Tu nombre. En el nombre de Jesús. Amén.
Annamarie: Amén. Te esperamos mañana para la continuación de esta conversación.
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