Orando en la temporada de fútbol
Carmen Espaillat: Aquí está Joni Eareckson Tada.
Joni Eareckson Tada: Creo que la cosa más poderosa que una mujer puede hacer por su marido es orar por él. Orar comprometidamente. Orar específicamente. Orar fielmente. Y verás a Dios cambiar no sólo a tu marido, sino que probablemente primero te cambie a ti. Y ese es un buen lugar para comenzar.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Joni es nuestra invitada de esta semana. Ella ha venido conversando con Nancy y hoy seguiremos escuchando esta valiosa conversación. Aquí está Nancy.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Ha sido una gran alegría esta semana hablar con Joni Eareckson Tada. Joni, tengo que decirte, que prácticamente no tengo héroes vivientes. Es como si esperara hasta que se hayan ido, y es en ese momento que los convierto en mis héroes. Pero si tuviera …
Carmen Espaillat: Aquí está Joni Eareckson Tada.
Joni Eareckson Tada: Creo que la cosa más poderosa que una mujer puede hacer por su marido es orar por él. Orar comprometidamente. Orar específicamente. Orar fielmente. Y verás a Dios cambiar no sólo a tu marido, sino que probablemente primero te cambie a ti. Y ese es un buen lugar para comenzar.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Joni es nuestra invitada de esta semana. Ella ha venido conversando con Nancy y hoy seguiremos escuchando esta valiosa conversación. Aquí está Nancy.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Ha sido una gran alegría esta semana hablar con Joni Eareckson Tada. Joni, tengo que decirte, que prácticamente no tengo héroes vivientes. Es como si esperara hasta que se hayan ido, y es en ese momento que los convierto en mis héroes. Pero si tuviera un héroe, una heroína viviente, tú serías esa. Sé que no piensas en ti de esa manera, y esa es una de las cosas que me gustan de ti.
Dios ha usado tu vida y tu mensaje de vida en muchos aspectos de mi vida a través de los años—de maneras que no lo sabrás de este lado del cielo. Muchas gracias por tomar el tiempo esta semana de compartir conmigo y con las oyentes Aviva Nuestros Corazones. Te amo y te doy las gracias por ser parte de este ministerio.
Joni: Bueno, Nancy, siento tu amor. Acepto tu amor, me siento verdaderamente honrada y humilde, complacida de cualquier cosa que yo haya podido decir desde esta silla de ruedas, que te diera aliento en Cristo. Por supuesto, a nuestras oyentes, también. Yo sé que el deseo de tu corazón y el deseo de mi corazón es el de elevar los espíritus y animar los corazones de las mujeres que nos sintonizan.
Nancy: Sé que eso ha ocurrido esta semana. Permíteme decir, si te has perdido alguna de las anteriores conversaciones que hemos tenido con Joni, debes visitar nuestra página web, AvivaNuestrosCorazones.com. Allí podrás obtener los programas de estos últimos días. Han sido charlas enriquecedoras, y sé que tú querrás oír toda la conversación.
Joni, eres una oradora, de renombre mundial, muy solicitada como conferencista. Supongo que tienes que rechazar muchas invitaciones para hablar. Tú has escrito más de 35 libros. Eres una artista. Me encantan tus pinturas. Eres cantante. Eres locutora. Fundaste un importante ministerio internacional, Joni & Friends.
Joni: Me estoy cansando solo de escucharte, Nancy.
Nancy: Un día te preguntaron: «¿Cuál es la cosa más importante que haces?» Tú no mencionaste ninguna de esas cosas.
Joni: Eso es correcto.
Nancy: ¿Qué dijiste?
Joni: Cuidar de mi marido. Él es la persona más importante en mi vida. Dios pone personas en nuestra esfera de influencia, a nuestro alrededor: nuestros vecinos, nuestros amigos, gente de nuestra comunidad. Si se nos invita a ir a hablar en alguna parte, serán las personas en la audiencia. Pero ese individuo con el que estás en casa a puertas cerradas, ya sea mi marido –por supuesto– quizás los hijos, tal vez sea el caso de algunas de nuestras oyentes… madres, sus esposos, el círculo familiar. Las personas en esa esfera de influencia, ellos son los individuos más importantes. Y para mí, sin duda que es mi marido, Ken.
Estamos cumpliendo 25 años de matrimonio. Él es en verdad la persona más importante en mi vida. Si mi relación con él no funciona, si no doy testimonio viviendo con él, si no puedo ser clara y transparente con él a puerta cerrada, entonces de qué vale salir y hablar en cualquier lugar, decir algo que no haga primero en mi casa.
Nancy: Me alegro mucho de que digas eso, porque habiendo estado en el ministerio de mujeres por más de 25 años, he conocido a algunas mujeres que están saliendo a sus iglesias, a sus comunidades, algunas de ellas incluso a nivel nacional, y participando en muchos ministerios. Pero cuando entras en conversación con ellas acerca de cómo está marchando su hogar, no está nada bien. Están pasando por encima, en algunos casos, del llamado y el ministerio más importante que Dios les ha dado que es su marido y sus hijos.
Joni: Bueno, en realidad, miro a Ken como mi barómetro. Él es mi indicador de cómo y hasta qué punto tendría que estar viajando, tendría que estar escribiendo, o si es que voy a aprovechar cualquier oportunidad ministerial. Porque si siento en mi espíritu que algo no está bien en casa, entonces yo tengo que lograr corregirlo primero. Él es la persona más importante en mi vida, y puedo decir que soy también la mejor amiga de mi esposo.
Nancy: Me gustaría que él estuviera aquí hoy con nosotras en el estudio porque me encantaría que nuestras oyentes también tuvieran noticias de él. Él es un encanto. Él tiene un corazón de siervo. Ha sido un regalo para ti. Doy gracias al Señor por Ken Tada.
Joni: Yo también. Ya sabes, Nancy, a causa de mi discapacidad, quiero estar segura de que le doy a mi marido mucho descanso. Recuerdo el día que me casé con mi marido, su mejor amigo me dijo: «Joni, yo no sé lo que Dios tiene reservado para ustedes contigo en esa silla de ruedas, pero vamos a dejar que Ken siga sus sueños, ¿de acuerdo?»
Así que, ¿sabes qué? si él quiere ir a practicar pesca con mosca en Montana con un par de sus compañeros de estudios bíblicos, estoy ahí empujándolo hacia la puerta y comprándole su billete de avión. Creo que es importante que mi marido tenga buenas, enriquecedoras, profundas y significativas relaciones de amistad con otros hombres.
Nancy: Ese es un buen consejo para cualquier mujer casada.
Joni: Ah, claro, y no soy celosa. Si escucho a Ken coger el teléfono—y esto ha sucedido—es Pete llamando desde Oregón. Es su mejor amigo. Ellos se juntan a estudiar la Biblia por teléfono. A veces, cuando oigo el tono en la voz de Ken, su emoción y entusiasmo al hablar con su mejor amigo, ha habido momentos en los que me he puesto un poco celosa.
Es como cuando nos casamos que solía decirle cuando colgaba el teléfono, «¿por qué no me hablas así a mí?» Pero he visto las evidencias en los frutos de sus llamadas telefónicas y estudios bíblicos semanales. He visto cómo han madurado el carácter de mi marido tan poderosamente, tan maravillosa, y tan ricamente.
Nancy: Esto lo convierte en un mejor esposo.
Joni: A veces, cuando oigo que es Pete por teléfono, le pregunto si puedo por favor hablar con él antes de que cuelgue el teléfono. Voy al teléfono y le digo: «Oh, Pete, estoy muy contenta de que seas tan buen amigo de mi marido. Dios te bendiga. Mantente así. Yo sólo quería dejarte saber que estoy orando por ti.» Ya no envidio su relación íntima a través del teléfono cuando hacen sus estudios bíblicos. ¡Lo apoyo, y estoy emocionada por ello!
Nancy: Para aquellas de nuestras oyentes que no lo hayan oído antes, háblanos de, ¿cómo tú y Ken se conocieron?
Joni: Bueno, Nancy, yo estaba muy contenta de estar soltera a mis 30 años de edad. Estaba disfrutando el lujo de mi propio horario, viajar, cocinando comida pre-hecha si quería por la noche. Un domingo por la mañana yo estaba sentada en la iglesia. Asistíamos a la Iglesia Grace Community de John MacArthur. John estaba fuera en un viaje ministerial. Había un orador invitado, y yo no podía concentrarme en el sermón. Sin embargo, era el día del Señor. Yo no quería sentarme allí a soñar despierta, así que decidí orar.
«Vamos a ver, voy a orar. Bien, voy a orar por ese hombre de ahí. No sé quién es. No puedo ver su cara, pero yo voy a orar por él.» Así que empecé. Durante unos 20 a 30 minutos, tuve un montón de cosas por las cuales orar por este hombre. El Señor seguía dándome ideas y percepciones por los que yo debía orar; por situaciones de su trabajo, por su familia, por su salvación tal vez—por si no conocía a Jesús, o, si ya lo conocía, porque el interés por la Palabra fuera enriquecido—por todo tipo de cosas.
Al final de la bendición, yo casi ruedo hacia este hombre, y me presento para hacerle saber, «oré por usted, señor.» Pero lo dejé así. Luego alrededor de un mes o dos más tarde fuimos presentados por amigos comunes. Lo primero que le dije cuando me encontré con este hombre, Ken Tada, fue: «Date la vuelta y déjame ver la parte de atrás de tu cabeza.» ¡Era él!.
Nancy: ¡Te reconozco!
Joni: Así es. Reconozco tu cabeza. Bueno, eso provocó una conversación interesante. Nunca olvidaré nuestra primera cita. Yo estaba tan nerviosa. Le dije a Ken que él iba a tener que levantarme de mi silla de ruedas y ponerme en el asiento delantero de su coche. Caramba, cuando fuimos al restaurante, «tendrás que cortarme la comida y levantar la bebida hasta mi boca— el vaso de agua.»
Yo estaba tan nerviosa, Nancy. Seguí bebiendo tantos vasos de agua. Tenía la boca muy seca. Esta fue mi primera cita. Bueno, después de un rato comprendí que no había hecho lo correcto, porque miré hacia abajo y la bolsa de mi pierna estaba cada vez más y más grande. Me di cuenta de que, «¡Oh, santo cielo...se va a salir en la alfombra de este restaurante!»
Y es que debo vaciar una bolsa que está justo en el costado de mi pierna. Hay una pinza pequeña en la parte inferior que se quita y así es como se vacía la bolsa. Yo había estado bebiendo tanta agua. Le dije: «Ken, vas a tener que ayudarme en el baño.» A lo que él respondió: «Bueno, estoy feliz de hacer eso, pero yo no voy a entrar al baño de mujeres.» Le dije: «Bueno, yo no voy a entrar al baño de hombres.» Así que nos fuimos fuera y le dimos de beber a un árbol.
Nancy: En tu primera cita.
Joni: En mi primera cita. Fue tan vergonzoso. Estaba tan humillada. Pero ¿sabes qué? terminó siendo muy divertido. Nos reímos y reímos todo el camino a casa. Es interesante mirar atrás cómo Dios usó lo que podría haber sido una situación muy embarazosa –esta primera cita– con un tipo destapando la bolsa de mi orina para mojar un árbol. ¡Qué ridículo! Pero, sin embargo, esto sólo nos ayudó a ser más abiertos y vulnerables uno frente al otro.
Nancy: Esta es la vida real.
Joni: La vida real. Nuestra amistad se profundizó rápidamente. Cuando me pidió que me casara con él, pensé: «He aquí un hombre que puede manejar esta situación. Al igual que la manejó en mi primera cita, él podrá manejar esta discapacidad. Además, él ama a Jesucristo», y esa era la mejor parte.
Nancy: ¿Tenías algunas expectativas sobre el matrimonio que luego de estar casada te enteraste que no eran tan realistas?
Joni: Bueno, yo estaba muy metida en la Palabra de Dios y todavía lo estoy. En ese entonces yo estaba haciendo muchos estudios bíblicos de Preceptos de Kay Arthur. Así que cuando nos casamos, le dije a Ken, «¿Te importaría ser mis manos? Necesito ayuda en la preparación.»
Nancy: ¿Estás hablando de todos los lápices de colores en el método de estudio de Precepto?
Joni: Ahí fue cuando terminó la luna de miel. Nunca lo olvidaré. Nos casamos en julio. La luna de miel terminó un lunes por la noche en septiembre, cuando tenía todas mis cosas de Kay Arthur con los lapiceros rosados, verdes, amarillos y púrpuras sobre la mesa de la cocina.
Ken había dicho que sería mis manos y me ayudaría con la preparación de mis estudios de la Biblia, pero ahí estaba hurgando en la nevera en busca de coca-colas, salsa y papas fritas. Él me pasó por el lado en su camino a la televisión de la sala de estar para ver el fútbol del lunes por la noche.
Me sentí destrozada. «Oh, Dios, no me casé con un hombre que ama Tu Palabra. Estoy tan enferma. ¿Qué he hecho? He cometido un terrible error.» Bueno, empecé a fastidiarlo. Empecé a tratar de persuadirlo. Empecé a manipularlo, a empujarlo.
Nancy: Y por supuesto, a él le encantaba eso…
Joni: Oh, él lo odiaba. Te digo el primer año de nuestro matrimonio fue bastante inestable. A mitad de la temporada de fútbol leí un versículo en Filipenses, capítulo 2, versículo cuatro, donde dice: «Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses, sino por los intereses de los demás. Considerando al otro como más importante que uno mismo.» (Filipenses 2:3-4, parafraseado). Eso fue tan convincente. Así que me propuse que cada lunes por la noche durante el fútbol. . . ¿Cuánto es que duran esos juegos?
Nancy: Creo que son 12 ó 15 horas. ¡,Son interminables!
Joni: Bueno, entré al dormitorio durante la noche de fútbol. Decidí que iba a orar por mi esposo. Así que cada lunes por la noche durante toda la temporada de fútbol, oré que Dios lo animara, lo fortaleciera, que lo hiciera un hombre de la Palabra de Dios, que fortaleciera nuestro matrimonio, todo ese tipo de cosas.
Nancy: ¿Le dijiste lo que lo estabas haciendo?
Joni: Él sabía lo que estaba pasando, pero pensó que era mucho mejor que tener que ayudarme con las cosas del estudio de la Biblia de Kay Arthur. Así que estaba muy feliz de que yo me encerrara en el dormitorio y orara por él.
Te diré algo, un milagro ocurrió cuando llegó enero, próximo al tiempo del Súper Tazón (Super Bowl)—un milagro increíble. Me convertí en una fanática del fútbol. Dios me cambió a través de todas las oraciones que le ofrecí al Señor. Nancy, voy a decirte algo. Mi marido me ha superado por mucho en la memorización de las Escrituras. Este amigo del que te hablé, Pete, en Oregón. Ellos dos se desafían a memorizar las Escrituras.
Ken puede citar todo el sermón del Monte. Puede citar el Salmo 103, el Salmo 51. No sé lo que está memorizando ahora. Él me ha dejado en el polvo. Es increíble cómo él ahora es el líder en nuestro matrimonio en lo que se refiere al manejo de la Palabra de Dios. Es notable que Dios ha respondido esa oración, no sólo por el cambio de mi corazón hacia mi marido, sino también por profundizar su amor por el Salvador. Todo porque dejé la adulación, la fastidiadera, la persuasión, la manipulación, y empecé a interceder por mi marido.
Nancy: Sé que tenemos muchas, muchas oyentes que se identifican con esta historia. Los detalles pueden ser diferentes, pero hay algunas áreas del carácter de sus maridos, de su caminar con Dios—o la ausencia de este—que es una gran carga y un peso para ellas. Tú estás diciendo que tratar con tu marido resultó ser ineficaz, pero ir al Señor a elevar oraciones por este hombre, le dio a Dios la libertad de trabajar en tu vida, y en la vida de Ken, e hizo que finalmente se cumplieran los mayores deseos de tu corazón.
Joni: Creo que la cosa más poderosa que una mujer puede hacer por su marido es orar por él.
Orar comprometidamente
Orar específicamente
Orar fielmente
Orar con perseverancia
A Dios no sólo le interesa cambiar a tu marido, probablemente Él primero te cambie a ti. Ese es un buen lugar por donde comenzar.
Nancy: ¿Cómo mantienen la frescura del amor? ¿Cómo mantienen la relación fresca? Veinticinco años—tú y Ken están como recién casados.
Joni: Bueno, parece que mientras más tiempo tenemos de casados, más profundo, dulce y divertido es. Creo que eso es en parte porque somos muy honestos el uno con el otro. Hay veces, sobre todo recientemente, cuando mi discapacidad ha sido muy difícil para Ken. He estado experimentando más dolor, lo que significa que a principios de este año estuve en cama durante un par de meses. Eso implicaba que tenía que levantarse por las noches y girarme con más frecuencia. Eso fue muy, muy, muy duro. Vi el cansancio en los ojos de Ken, y esos sentimientos reprimidos. Los maridos logran reprimir sus sentimientos.
Lo mejor que podía hacer por él al verlo sentado con los hombros caídos en el borde de la cama era decirle simplemente: «Cariño, te entiendo. Si yo estuviera en tu lugar, me sentiría de la misma manera. Me sentiría cansada. Me sentiría resentida. Me sentiría enojada con esta discapacidad, y sólo quiero que sepas que no te culpo. Yo no te culpo ni una pizca. Yo te apoyo, y sólo sé que estoy orando por ti.»
¿Qué otro consuelo le puedo dar? Lo que me saca el aliento es pensar en todas las veces en que estando recién casados él ponía la misma mirada contenida, esa misma expresión cansada en la cara; no se atrevía mirarme a la cara—es ese sentido de que tu marido está ahí pero no está. Puedes ver amargura en su rostro, como que está en otro lugar.
Recuerdo que cuando me casé, me gustaba atacarlo y decirle: «¿Bueno, no sabías que iba a ser así? Cuando nos casamos, ¿no viste la silla de ruedas? ¿No puedes sumar dos más dos? ¿No te diste cuenta de que iba a ser difícil? ¿Por qué me estás echando la culpa?» Era tan acusatoria.
Nancy: Esas palabras no traen sanación.
Joni: No, en lo absoluto.
Nancy: Hieren.
Joni: De hecho, esto nos separó durante ese primer año de matrimonio. Ese fue un año difícil. Ahora, después de tantos años, lo entiendo. Yo apoyo a mi marido y me identifico con él. ¡Santo cielo! mi discapacidad es difícil para mí. Y si es difícil para mí, debe ser doblemente difícil para él. Así que cuando él tiene estos sentimientos reprimidos, en primer lugar le diré que lo entiendo, y que no lo culpo. En segundo lugar, me comprometo a que voy a orar por él.
En tercer lugar, le digo: «¿Sabes qué, Ken? es necesario que vayas a ver a tu mejor amigo, Pete. Tienes que ir a pescar con mosca con un par de sus amigos. Vamos a sacarte de esta casa. Vamos a conseguirte un cambio de escenario. ¿Qué te parece?» Creo que eso hace más por él que cualquier otra cosa.
En ese momento, ni siquiera siente que tiene que irse a pescar. Se vuelve hacia mí con lágrimas en los ojos y dice: «¡Gracias!» De repente, los sentimientos reprimidos, y las cadenas se caen. Hay un soplo de aire fresco, hay una dulce intimidad entre nosotros, porque los dos sabemos—podemos ver que estamos velando por los intereses del otro. Eso hace muy feliz el matrimonio.
Nancy: Dios hizo a la mujer para que fuera ayuda para su marido. Tu marido tiene que ayudarte de muchas maneras a causa de tu discapacidad. Además de la oración y las palabras de aliento, ¿has descubierto algunas otras maneras en las que puedes ser una ayuda para él?
Joni: Le escribo pequeñas notas. Si va en un viaje de pesca, le meto una pequeña nota en sus botas, o le envió una carta que llegue antes al albergue donde sé que él va a estar pescando con sus compañeros de estudios bíblicos. Le compro algo llamado omiagi. Mi marido es japonés-americano—un chico guapo.
Un omiagi es una palabra japonesa que se utiliza para referirse a un «pequeño regalo que no significa nada.» No es tu cumpleaños. No es tu aniversario. No es Navidad. Es sólo un pequeño regalo que no significa nada.
Nancy: Pero probablemente significa mucho.
Joni: Sí, así es. Sé que a mi marido le gusta pescar con mosca, por lo que si salgo y sé que hay una tienda de pesca con mosca o una tienda de cosas de acampar, voy y recojo una mosca. Es conmovedor para él el que yo haya pensado en él. O sólo le pregunto por sus amigos. ¿Dime cómo puedo orar por tus amigos? En este momento estamos orando por un par de buenos amigos suyos—dos de ellos tienen cáncer. Les he escrito notas. Eso bendice a Ken, saber que me preocupo por él de esa manera.
Luego, por supuesto, siempre me aseguro de que él tiene un poco de tiempo para sí mismo, ya sea durante la semana o durante el verano. Es importante que mi marido no sólo sea mi cuidador. Él no es mi enfermera. Él no es mi asistente personal. Él es mi marido. Así que quiero asegurarme de ordenar mis propios suministros médicos. Cuando conduzco mi camioneta, la llevo a cambiar el aceite. Puedo cambiar los neumáticos. Hacer todo lo que pueda. . .
Nancy: Me llevas la delantera en esas cosas.
Joni: Haciendo todo lo que pueda dejo que mi marido sepa, «ok, quiero hacer mi parte en este matrimonio, aunque mis manos no funcionen y mis pies no caminen.»
Nancy: ¿Qué hacen para divertirse, tú y Ken?
Joni: Bueno, a Ken y mi nos gusta jugar al ajedrez. Él es un buen jugador de ajedrez. Apenas puedo ganarle, pero nos encanta jugar ajedrez. Nos encanta ver fútbol de la NCAA en la televisión. Somos grandes fanáticos del fútbol americano.
Nancy: ¿Es un poco diferente que ese primer año de casados?
Joni: Así es. ¡Oh, muy diferente! Nos encanta el Tour de Francia. Nos encantan los deportes. Soy una aficionada de los deportes, así que Ken y yo disfrutamos de bajar al estadio cuando los Lakers están jugando. Nos encanta eso. Francamente, nos gusta pasar rato en el patio de casa tomándonos una bebida fría mirando sobre el Valle de San Fernando y simplemente relajarnos. Disfrutamos esos tiempos juntos.
Carmen: Nancy DeMoss de Wolgemuth y Joni Eareckson Tada estarán de regreso. Las palabras de Joni nos retan a cada una de nosotras. Reflexiona sobre lo que has estado escuchando, ¿estás poniendo los intereses de tu esposo por encima de los tuyos?
Queremos recomendarte el libro que Joni escribió junto a su esposo, titulado, «El amor de Joni: Una historia de amor jamás contada». Búscalo en tu librería cristiana favorita. Estoy segura de que este y otros libros escritos por ella serán de gran bendición para tu vida.
Bien, Joni Eareckson Tada tiene una perspectiva única sobre ciertos asuntos controversiales de nuestros tiempos, relacionados con la ética y la medicina. Escucha lo que tiene que decir acerca de eso, mañana. Ahora, volvamos a la conversación.
Nancy: Joni, estoy segura de que hay un montón de gente que ha estado escuchándonos tener esta conversación hoy y que se encuentran en un matrimonio parecido al que tú tuviste durante ese primer año de matrimonio. Pero han estado tratando durante años y años, atacándose el uno al otro y viendo el lado negativo; siendo críticos, hirientes, y este tipo de comunicación se ha convertido en el patrón de su matrimonio.
Algunas de las mujeres que escuchan han perdido la esperanza. Algunos de los hombres que escuchan Aviva Nuestros Corazones también han perdido la esperanza. Me pregunto si tú podrías tomarte un momento para orar por aquellos que pueden estar en esa situación.
Joni: Señor Jesús, estoy tan agradecida de que nos hayas amado cuando todavía éramos pecadores. De la misma manera te ruego, por las mujeres que están escuchando, o tal vez incluso por algunos hombres, yo deseo que ellos puedan tomar la iniciativa. Padre, te pido por esa mujer que está mirando a su marido pensando, «me gustaría que fuera de esta forma. Claro, yo lo amaría si él organizara su vida… si sólo se disculpara.»
Señor Jesús, te pido que esa mujer pueda tomar la iniciativa, y que su amor pueda ser derramado sobre su esposo porque si bien todavía no es la persona que ella quiere que él sea, ella puede dar su vida por él a través del servicio, a través de palabras de aliento, de la oración, pidiéndole perdón por la actitud y el tono rencoroso, por la manipulación, por lo que sea.
Padre, ayúdala a humillarse para que su marido pueda ser sanado. Gracias porque el amor siempre toma la iniciativa. Gracias por nunca esperar una disculpa. Gracias que los matrimonios pueden ser sanados por el poder—el poder transformador —de la oración.
Planta la semilla en el corazón de cada mujer que está escuchando y aviva su corazón, Señor Dios, que oren por sus maridos y que los maridos oren por las esposas. Te lo pedimos, Señor Jesús, en tu nombre poderoso porque sabemos que el enemigo está atacando a los matrimonios cristianos como nunca antes. Por eso decimos «no» al enemigo y «sí» a Tu gracia. Lo pedimos en Tu maravilloso nombre, amén.
Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
Contigo (Te Amo), Abraham y Bethliza
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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