Oír la voz de Dios requiere escuchar
Nancy DeMoss Wolgemuth: Es fácil olvidar que la oración es una conversación en dos direcciones con Dios. Aquí está Dannah Gresh.
Dannah Gresh: Para muchas de nosotras, nuestras oraciones se asemejan a un niño malcriado que toca el timbre del frente de una casa y después sale corriendo antes que alguien abra la puerta.
Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 23 de octubre de 2024.
Nancy: Frecuentemente me escriben mujeres que están frustradas porque no saben lo que Dios quiere que hagan en tal o cual circunstancia. Esto me hace pensar: ¿Has estado escuchando? Dios se quiere comunicar con nosotras mucho más de lo que nosotras nos queremos comunicar con Él.
Él nos habla principalmente a través de Su Palabra, pero también a través de las circunstancias, a través de personas piadosas en nuestra vida y a través de …
Nancy DeMoss Wolgemuth: Es fácil olvidar que la oración es una conversación en dos direcciones con Dios. Aquí está Dannah Gresh.
Dannah Gresh: Para muchas de nosotras, nuestras oraciones se asemejan a un niño malcriado que toca el timbre del frente de una casa y después sale corriendo antes que alguien abra la puerta.
Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 23 de octubre de 2024.
Nancy: Frecuentemente me escriben mujeres que están frustradas porque no saben lo que Dios quiere que hagan en tal o cual circunstancia. Esto me hace pensar: ¿Has estado escuchando? Dios se quiere comunicar con nosotras mucho más de lo que nosotras nos queremos comunicar con Él.
Él nos habla principalmente a través de Su Palabra, pero también a través de las circunstancias, a través de personas piadosas en nuestra vida y a través de la oración. Pero este es el reto: algunas veces, cuando estamos derramando nuestro corazón delante de Dios, se nos olvida que la oración es una conversación en dos direcciones.
Bueno, el día de hoy mi amiga y coanfitriona, Danna Gresh, nos va a recordar la importancia de aprender a escuchar a Dios cuando oramos. Ella continúa el día de hoy con la serie titulada Habacuc: Recuerda la Fidelidad de Dios
¡Pongamos atención mientras aprendemos a escuchar! Aquí está Dannah.
Dannah: Cuenta la historia de Franklin Roosevelt, que cuando era presidente, frecuentemente se cansaba de atender las largas filas de personas que recibía en la Casa Blanca. Él sentía que las conversaciones eran muy superficiales. De hecho, él sospechaba que nadie realmente lo escuchaba con atención.
Así que un día tuvo la idea de susurrar «ayer maté a mi abuela» y esperar a ver como respondía la gente. Bueno, muy interesantemente, la gente decía cosas como: «¡Maravilloso! ¡Es fantástico! ¡Bravo! ¡Bien hecho! ¡Estamos tan orgullosos de ti, Señor Presidente!». Hasta que finalmente, al final de la fila, el Embajador de Bolivia le dijo: «Seguro que se lo merecía».
No somos buenas escuchando, ¿verdad? Quiero decir, esta historia es bastante creíble. Creo que en el momento de asombro por conocer al Presidente nuestra capacidad de escuchar probablemente empeora aún más… ¡y para empezar no era tan buena! Escuchar es difícil para la mayoría de nosotras. El cincuenta por ciento de nuestra comunicación consiste en escuchar y, sin embargo, no se nos da muy bien.
Tendemos a recordar solamente del 17 al 25% de las cosas que oímos, y 75% de las personas admiten que se distraen cuando están tratando de escuchar. Esto es algo muy significativo porque la investigación nos dice que la principal causa de las relaciones rotas es la inhabilidad de escucharnos unos a otros, incluyendo en el matrimonio.
¡Necesitamos aprender a escuchar! Y me hace pensar: ¿qué tan bien escuchamos a Dios? ¿Somos buenas escuchándolo? No sé tú, pero muchas veces caigo en una rutina en mi vida de oración en la que estoy hablando con Dios, o tal vez hablándole a Él, pero no estoy realmente escuchando.
Uno de los comentarios que encontré muy interesante estudiando el libro de Habacuc es de Don Carson. Cito:
«Para muchos de nosotros, nuestras oraciones se asemejan a un niño malcriado que toca el timbre de una casa y después sale corriendo antes de que alguien abra la puerta».
El día de hoy te quiero animar a que no hagas eso con el Dios del universo. Habacuc nos enseña a escuchar. Muchos expertos en comunicación dicen que la razón por la que no somos buenos escuchando es porque hoy en día hay muchos cursos que te enseñan cómo hablar, cómo exponer, pero hay muy pocos cursos donde nos enseñan a escuchar.
Pero nosotros tenemos al gran maestro en esta disciplina, Habacuc. Él nos va a enseñar hoy que, si queremos realmente experimentar una comunicación plena con Dios en tiempos de dolor o cuando tenemos infinidad de preguntas, necesitamos practicar el escuchar.
Repasemos lo que hemos estado aprendiendo hasta ahora:
- En la primera sesión hablamos de la idea de argumentar con Dios, vimos que está bien hacerle preguntas difíciles.
- En la segunda sesión fuimos animadas a ver y observar en qué áreas de nuestra vida está trabajando Dios. Muchas veces está menos interesado en lo que está pasando alrededor de nosotras. El trabajo que Él quiere hacer está dentro de nosotras, en nuestro corazón.
- Y en nuestra última sesión aprendimos que, cuando estemos en tiempos en los que argumentamos con Dios, permanezcamos firmes en la verdad de lo que ya sabemos acerca de Él, que fundamentemos nuestras preguntas en la verdad.
Y el día de hoy llegamos a un punto nuevo en la conversación entre Dios y Habacuc. En el capítulo 2, versículo 1, Habacuc dice:
«Estaré en mi puesto de guardia, y sobre la fortaleza me pondré; velaré para ver lo que Él me dice, y qué he de responder cuando sea reprendido».
Nancy (de la serie de Habacuc): Ahora bien, creo que este es el momento clave del libro en lo concerniente a la historia de Habacuc. Habacuc va a su torre de vigilia: estaré en mi puesto de guardia en la torre.
No creo que esta sea una torre de vigilia o una fortaleza en sentido literal. La mayoría estaría de acuerdo con eso. Es una imagen de Habacuc diciendo yo voy a irme a un lugar solo, apartado y silencioso, para tratar de entender lo que está pasando desde la perspectiva de Dios.
Es imaginarse una actitud de expectación. Habacuc está viéndose a sí mismo como un centinela en una fortaleza. Puedes imaginarte una torre alta y a un centinela haciendo guardia de pie, observándolo todo.
Él quiere verlo desde lo alto. Él no quiere ver lo que está pasando solo desde el suelo. Él quiere mirar el horizonte y ver qué es lo que está pasando, cuál es el panorama.
Por lo que Habacuc está diciendo: Quiero ver por encima de mis circunstancias. Quiero ver la perspectiva de Dios en todo esto.
Déjenme decirles, amigas, que es en ese puesto de guardia donde encontramos esperanza. Es donde encontramos perspectiva. Es donde miras hacia el Señor, esperas por Él y oyes lo que Él te dice. Es donde dejamos de hablar y finalmente dejamos a Dios hablar.
Y eso lo veremos múltiples veces en las Escrituras. Ya hablaremos a través de esta serie sobre algunas mujeres que tenían mucho que decirle a Dios, como Habacuc, y que al final, se quedan sin palabras.
Luego dicen: «Ok, ahora estoy lista para escucharte». Es casi como si Dios dijera: «Déjame saber cuando acabes de hablar y te voy a decir lo que pienso acerca de esto».
Pero tienes que llevar tu corazón a un lugar tranquilo y callado. Un lugar donde te dispongas a esperar y a escuchar a Dios hablar. Esa es la actitud que necesitamos tener al abrir la Palabra de Dios. Voy a ponerme de guardia en mi torre.
Dannah: Habacuc decide cerrar su boca, y subir a la torre y velar, o escuchar, a Dios. Y este es un cambio muy significativo en la historia que se está desarrollando en Habacuc. Si tú y yo queremos escuchar la voz de Dios a través del dolor, a través de las preguntas, a través de las pruebas, necesitamos aprender a vigilar. ¡Necesitamos aprender a escuchar!
Y Habacuc hace esto, creo yo, de cuatro maneras específicas, y lo veo en este versículo. Y creo que mientras estudiamos este pasaje, podemos ver a Habacuc esperando en cuatro diferentes maneras.
- Primero, lo vemos vigilando con esperanza.
- Después lo vemos vigilando en obediencia.
- Lo vemos vigilando con fidelidad.
- Lo vemos vigilando con perspectiva.
Muy bien, veamos cómo nos podemos posicionar de manera que podamos escuchar a Dios basado en estas cuatro formas en las que Habacuc lo hizo.
Primeramente, vigiló con esperanza. Si observas este versículo, dice: «Estaré en mi puesto de guardia», otras versiones dicen: «esperaré a ver…». La palabra que se usa ahí en el lenguaje hebreo original, es qa. Es una forma de la palabra qavah que quiere decir «esperar». ¿No nos encanta cuando Dios nos hace esperar por respuesta a nuestras oraciones y a nuestras preguntas? ¡Por supuesto que no!
La raíz de la palabra es qav que quiere decir «cordón». Ahora, creo que esto es importante. Me encanta cuando encuentro tesoros en la Palabra de Dios que me dan un mayor entendimiento y, en este caso, es así, déjame explicarlo.
Imagina un cordón, o una cuerda. No tengo una aquí físicamente, pero tengo una liga. Estoy sosteniendo la liga y la estoy jalando en direcciones opuestas. Como puedes imaginarte, la liga está experimentando tensión. Esto es a lo que hace referencia esta palabra qav. Estás esperando, estás esperando a que la tensión la quiebre.
Así es que si jalo con suficiente fuerza, y muchas de ustedes pueden sentir la tensión y están diciendo «¡por favor que no se rompa!», pero al mismo tiempo quieres que se rompa. Bueno, esa es la sensación, esa tensión que tenemos cuando estamos esperando alivio, y eso es lo que esta palabra nos está diciendo.
Si finalmente la jalo lo suficiente, espero con anticipación que se rompa, ¡se acaba la espera y la tensión termina! El miedo se acaba; las preguntas se acaban; el «¿cuánto tiempo tomará esto?», se acaba. Ese es el sentido que esta palabra nos está comunicando. Ahora, nuestro lenguaje es más sencillo, no tiene este tipo de expresiones.
Pero creo que cuando Habacuc escribió esta palabra en el lenguaje Hebreo, él comprendía esta sensación de tensión, de dolor, de querer que se acabe y estar aterrorizado de cómo llegará a su fin. ¿Suena familiar cuando le haces preguntas difíciles a Dios? Y esto me hizo mucho sentido. La esperanza es esa tensión.
La esperanza es esa tensión de estar en contentamiento donde Dios me tiene en este momento, en este lugar difícil donde estoy siendo probada y a la vez sabiendo: «se va a solucionar; Dios le dará un fin, de una u otra manera, ¡pasaré la prueba!». La esperanza se trata de esperar. Quisiera darte mejores noticias, pero no las tengo. Todas queremos esperanza.
La Biblia nos dice que, cuando no tenemos esperanza, ¡nuestro espíritu se debilita! (Prov. 13:12) pero la esperanza se trata de esperar. Tal vez si empezáramos a entenderlo, podríamos perseverar un poco mejor. El Salmo 39:7 dice: «Y ahora, Señor, ¿qué espero? En Ti está mi esperanza».
Esa tensión es un recordatorio de que no esperamos en Dios para que arregle nuestras circunstancias, como sanar nuestro cuerpo, aunque quisiéramos que así fuera, o arreglar nuestro matrimonio, aunque quisiéramos que así fuera, o que regrese un hijo pródigo a casa, ¡aunque sea el deseo más profundo de nuestro corazón! Lo que estamos esperando es a Él mismo. Si sucede todo lo demás, esos son regalos preciosos de su parte, pero nuestra esperanza está en Él.
También vemos a Habacuc vigilando en obediencia. Ahora bien, no lo dice abiertamente en estos versículos, pero está usando lenguaje militar cuando habla de un «puesto de guardia». Este habría sido el punto de vigilancia más alto de una ciudad, y el soldado subía a ese lugar para poder mirar a lo lejos y ver si se acercaba algún enemigo.
Y al pensar en esto, consideré el hecho de que los soldados son obedientes y Habacuc nos pone esta imagen en nuestra mente, creo yo, para recordarnos que necesitamos ser obedientes. ¿Estamos siendo obedientes cuando esperamos para escuchar lo que Dios nos quiere decir?
¿Estamos dispuestas a escuchar sus direcciones como nuestro Comandante en Jefe? ¿Como el Rey de reyes? ¿Estamos dispuestas a escuchar lo que nos quiere decir, y a obedecer? Porque, ¿cómo dará respuesta a nuestras oraciones si no estamos dispuestas a obedecer?
Y en realidad esta es una relación de amor mutuo, ¿verdad? La Biblia nos dice en el libro de Juan que el que ama a Dios le obedece. Y Él nos ama. Y por ese amor que nos tiene, hace grandes cosas en nuestros corazones. Nos libera, nos restaura, nos aviva. ¿Estamos haciendo nuestra parte obedeciendo al Señor?
Tengo que decirles que esto es muy difícil para mí. ¿Alguien más aquí lucha con la obediencia? Quiero que Dios me hable. Quiero que Él me conteste, y entonces le pregunto: «¿Qué va a pasar, Señor?». Y luego, cuando Él habla, cuando Él responde, digo: «¿En serio? ¿Tengo que hacer eso?».
Recuerdo algo que me pasó hace tiempo. Me cuesta trabajo testificar del Señor en un lugar público. Lo puedo hacer desde un escenario, lo puedo hacer en un grupo pequeño de estudio bíblico. Pero si me dices que vaya y hable con alguien y que sea una evangelista cumpliendo la gran comisión estando en una librería o en alguna tienda, bueno, ¡eso sí me aterra! ¿A alguien le pasa lo mismo?
Amo a mi pastor; tiene un tremendo don de evangelismo. Respira el evangelio y sale por su boca cada vez que conoce a alguien. ¡Pero eso no me pasa a mí! Estaba en una librería, hace un tiempo, trabajando en un libro que debía entregar en poco tiempo.
Sentí que el Señor me movía a dar testimonio a la mujer que se sentó a mi lado en la mesa, en un lugar aparte para trabajar en mi libro. Se sentó con una pila de libros, ¡y eran libros extraños! Eran sobre sesiones de espiritismo, sobre cosas místicas. Inmediatamente me di cuenta de que le interesaban muchas cosas espirituales, ¡pero no del tipo adecuado! Y el Señor susurró en mi corazón.
Y el pensamiento que vino a mi mente era: «Ella necesita saber que Yo la amo». Bueno, yo no la amaba, ¡ni siquiera la conocía! Así es que sabía que ese pensamiento venía del Señor.
Así es que pensé: «Señor, ¿qué quieres decir?». Pensé que Dios quería que orara por ella. Y sentí Su voz diciéndome: «¡Dile que la amo!». Bueno, permanecí ahí sentada, y dije lo más honesto que podía pensar en ese momento. En mi corazón le dije a Dios: «Señor, estoy escribiendo un libro para tu gloria en este momento. ¡Estoy ocupada!». ¡Pero esa sensación no desapareció! ¡La convicción de que tenía que hablar con ella no me dejó!
No sabía qué le diría a esta mujer. No sabía nada de los libros que ella estaba leyendo. Y lo digo con tristeza en mi corazón que, ese día en particular, esa mujer se fue de la librería y yo no obedecí al Señor. No me gusta contar esa historia.
Pero, ¿sabes qué? El dolor de haber sido desobediente y lo mal que me sentí en los siguientes días, me ayudó a ver claramente que la siguiente vez que el Señor me pidiera hacer algo «¡yo sería obediente!».
Unas semanas más tarde, Bob y yo nos fuimos de crucero. No nos lo pensamos mucho; fue una oferta de última hora. Por cuatrocientos dólares, cada uno de nosotros podía subir a un crucero y disfrutar de una semana entera de vacaciones. Debería habernos alertado el precio, pero no fue así. Creo que éramos las únicas personas mayores de veinticinco años en el barco. Bueno, tal vez eso sea un poco exagerado, pero nos encontrábamos en un «Receso de primavera» universitario, esencialmente, un «crucero de borrachera».
Algo bueno es que, por las mañanas, ¡el barco era nuestro! Todos los demás estaban durmiendo tratando de reponerse de la noche anterior. Uno de esos días fuimos a un paseo para bucear, y nos subimos a un pequeño barquito con un montón de jóvenes.
Me percaté que había una jovencita, una hermosa jovencita, asomándose por el lado de la barca y se veía que no se sentía bien. Supuse que estaba mareada, y una vez más, la voz: «¡Dile que la amo!».
«Oh Señor, recuerdo que te dije que la próxima vez obedecería, pero ¿ya viste qué pequeño es este barco? ¡Todos van a oír mi conversación!».
Así es que le dije: «¡Señor, necesito ayuda! Quiero obedecerte, pero estoy aterrada. ¿Hay alguna manera de que puedas hacer esto fácil?» Y en ese momento recordé que tenía un medicamento para el mareo en mi bolsa. No sabía si en realidad la chica estaba mareada, pero lo usé para comenzar la conversación. Busqué un poco de agua y el medicamento, y me acerqué a ella.
Le dije: «No parece que te encuentras muy bien».
Ella contestó: «N-o-o-o», y me miró con cara mareada.
Le dije: «¡Tengo un medicamento que podría ayudarte!» (Era mi código para «oración»)
Y me dijo: «Me encantaría».
Le di el medicamento, le di agua y después le dije, «espero que esto te ayude, pero creo que la verdadera razón por la que estoy aquí es para orar por ti y para decirte que Dios te ama».
Y me miró con los ojos llorosos, y me hizo pensar que probablemente había una mamá orando por ella en casa. Se podía ver en sus ojos. Ella me contestó: «Realmente necesitaba escuchar eso hoy». No sé lo que pasó la noche anterior, pero creo que ella necesitaba saber en ese momento y en ese lugar que Dios todavía la amaba.
Oré por ella, y entonces la chica que estaba a su lado dijo: «¿Me das un poco de eso?». Pensé que se refería a la medicina, pero estaba hablando de la oración. Quería que orara también por ella.
¡Se siente tan bien obedecer al Señor!
Y ese día hubo gente que me escuchó y que seguramente pensaba que estaba loca. Pero le obedecí, y te animo a que no sientas el dolor de no obedecer al Señor. ¡No se siente bien!
Habacuc también vigila fielmente. Recordemos que el libro de Habacuc trata de eventos que sucederán. Sí, Habacuc está afligido y haciendo preguntas a Dios acerca de las cosas que está viendo con sus ojos físicos. Pero también está recibiendo del Espíritu de Dios cosas que ve con sus ojos espirituales, eventos que no veremos cumplirse hasta que lleguemos a las páginas de Daniel.
Vendrá un tiempo de cautividad para el pueblo de Dios, la nación de Judá. Ellos serían llevados por los Caldeos, una nación despiadada y orgullosa que llegaría al poder en Babilonia. A esto se le conoce como el periodo de cautividad en Babilonia. Y podemos observar y regresar y ver que todo esto se cumplió, pero Habacuc, en este momento, lo desconocía.
Él no sabía que las cosas extrañas que estaba viendo en su cabeza y sintiendo en su corazón, aunque no sé cómo funcionaba realmente para los profetas, él no sabía que se harían realidad y, sin embargo, fue fiel en escribir lo que Dios le dijo.
Me parece muy interesante… y es una de las cosas que me hacen interesarme aún más en la arqueología, cuando veo que la escritura es afirmada a través de los descubrimientos arqueológicos. Hace muchos, muchos años, arqueólogos alemanes se encontraban excavando en lo que alguna vez fue Babilonia. Encontraron esta increíble piedra que estaba inscrita con letras antiguas.
Claramente describía acerca de la campaña de Nabucodonosor contra Jerusalén. ¡Ahí mismo me asombré!: «¡Nabucodonosor está en la arqueología!».
Esas inscripciones confirmaban muchos detalles específicos que leemos en las Escrituras, incluyendo la captura de Jerusalén, el exilio del rey Joacim, quien reinaba en aquella época. Incluso describe los tesoros que fueron robados a la nación, que también lo vemos en la Biblia, y nos da la fecha exacta de la invasión: 16 de marzo del año 596 A.C.
¿No es asombroso? ¿No te encanta cuando lo que encontramos en el mundo natural apoya lo que encontramos en los escritos sobrenaturales de las Escrituras? Es asombroso. Pero, ¿qué es más asombroso que podamos mirar hacia atrás en estos eventos a través de la documentación histórica o que Habacuc pudiera verlos de antemano?
¿Verdad que nos cuesta trabajo esperar las promesas y aquellas cosas que sabemos que las Escrituras dicen que son verdad? Es decir, ¡Dios va a poner todo en orden! Pero tal vez estamos demasiado enfocadas en nuestra propia comodidad, nuestras propias necesidades, nuestros propios anhelos, con el aquí y ahora, en vez de ser obedientes como lo fue Habacuc.
En Hebreos capítulo 11 encontramos a los héroes de la fe. Hombres y mujeres que son reconocidos por haber caminado en fidelidad.
«Esto está fuera de mi zona de confort Señor, pero tú eres Dios. Yo no. Voy a subir a esa torre de vigilancia y haré guardia para ver lo que pasa».
Aprendamos de esto. Todavía hay profecías de las Escrituras que esperan ser reveladas. ¿Las estamos manejando fielmente?
La última cosa que veo aquí es que Habacuc está vigilando con perspectiva. Ahora, no creo que estuviera en una torre de vigilancia literal. Tal vez sí lo estaba, aunque no lo creo. Pero él sube a un lugar alto que le da perspectiva. Un punto de ventaja que le permite ver más allá del aquí y del ahora. Y eso es parte de vigilar con fidelidad.
Habacuc está diciendo: «Dios, lo que sea que esté sucediendo aquí y ahora, quiero ser parte de Tu gran plan. Quiero ver lo que viene en camino. Quiero saber ¿cómo esta situación en la que estoy en este momento forma parte de tu plan para restaurar el mundo a lo que Tú quisiste que fuera? ¿Cómo vas a hacer todo nuevo? ¿Cómo va todo a estar bien?
Creo que necesitamos subir a esa «torre de vigilancia» y velar con perspectiva. ¿Cómo se ve esto para mí? Yo soy una persona sumamente visual así es que soy un poco obsesiva acerca de cómo debe verse el ambiente en el que estoy cuando dedico tiempo a solas en la Palabra. ¿A alguien más le pasa lo mismo?
Primeramente, tiene que estar limpio y ordenado. Tengo esta hermosa silla mecedora en el balcón de mi casa porque pensé: este va a ser mi lugar de vigilancia, un lugar limpio y ordenado donde pueda velar, para vigilar con perspectiva.
También me gusta prender una vela. ¡Y si la vela combinara con la portada de mi estudio bíblico, mucho mejor! Eso me hace muy feliz.
Lo que me pasa cuando estoy en ese lugar, durante mi tiempo devocional, es que tardó como 20 minutos para empezar a escuchar a Dios. Me cuesta mucho trabajo desconectarme de mi lista de cosas que hacer, desconectarme de los quehaceres de la casa.
Por ejemplo, no me gusta lavar la ropa, pero en cuanto empiezo a leer mi Biblia, de repente ¡siento la necesidad de hacerlo! ¿A alguien más le pasa? Así es que me toma tiempo concentrarme para empezar a escuchar al Señor. Y cuando lo hago, me olvido de todo y me enfoco en lo que realmente importa.
La cuenta bancaria, esté llena o vacía, me olvido de ella. Las relaciones que me rodean y que amo tanto, empiezan a perder importancia. Y así, la relación que tengo delante de mí, mi amor por Jesús, de repente pasa a primer plano.
Y ahora empiezo a ver, «O esta granja a la que amo en realidad no es tan importante para mí».
Me toca desempeñar un papel en un plan mucho más grande que Dios está desarrollando. Soy un personaje en una historia que es hermosa e interminable y que durará para siempre. Y quiero interpretar fielmente ese papel. Creo que, para tener esa perspectiva, tenemos que estar en lugares de quietud.
El punto es este: Habacuc se está colocando a sí mismo, intencionalmente; y nosotros debemos hacerlo también, de forma regular. Reconozco que hay temporadas en nuestras vidas cuando los niños son pequeños y estamos súper atareadas, que nuestra relación con Dios puede ser «a la carrera» (apresurada).
Pero te animo a velar con perspectiva, apartándote a un lugar de quietud donde puedas escuchar la voz de Dios. La mayoría de las veces necesitamos perspectivas para las cosas pequeñas, pero también para las grandes.
Y déjame recordarte que Habacuc está pasando el legado de la fe. Lo pasó a muchos que fueron antes de nosotros y nosotros tenemos la responsabilidad de continuar pasándolo, ¡porque un día llegarán los días más duros, los días más malos! ¡Será justo antes de que Jesús aparezca para arreglarlo todo! ¿Estamos transmitiendo nuestra fe para que esas personas estén preparadas?
Quiero intentar algo. ¿Por qué no encendemos el botón de «escuchar»? ¿Qué tal si nos tomamos un momento ahora mismo y nos sentamos aquí en silencio y nos quedamos quietas justo donde estamos, justo donde tú estás, y simplemente escuchamos al Señor? ¿Cerrarías los ojos?
Padre, estamos acostumbradas a hablarte a Ti, a decirte mucho y a escuchar poco. Queremos comprometernos a seguir el ejemplo de Habacuc, y subir a nuestras torres de vigilancia y estar quietas delante de Ti y reconocer que tú eres Dios; a dejar a un lado nuestra lista de peticiones que tenemos para Ti.
Queremos preguntarte: «Señor, ¿qué quieres que hagamos para ayudar en el desarrollo de esta gran y hermosa historia de rescate que estás escribiendo para el mundo?».
¿Quieres sentarte en silencio y escuchar al Señor?
Nancy: Hemos estado escuchando a mi amiga Dannah Gresh. Cuando hicimos esta grabación nos detuvimos en ese momento a escuchar al Señor. Tú puedes también hacer una pausa en tu día, donde quiera que estés, te invito a que simplemente lo hagas por unos minutos.
Pero te advierto: el escuchar requiere práctica, especialmente si no lo has estado haciendo como parte de tu vida de oración. En el nuevo estudio de Habacuc de Dannah, ella te guía a través de la práctica y la disciplina de estar quieta delante del Señor y dejar que su Espíritu controle tu mente y tu corazón al leer su Palabra, al orar en voz alta o escribir.
Ahora bien, Habacuc es un libro muy apropiado para los tiempos difíciles en los que estamos viviendo, cuando podemos ser tentadas a caminar en temor en vez de en fe. Mañana, al continuar con la serie de Habacuc, Dannah nos mostrará hacia dónde debemos dirigir nuestros temores para caminar por fe. Espero nos acompañes en Aviva Nuestros Corazones mañana.
Ahora aquí está Dannah para orar por nosotras. Espero que al terminar este pódcast hayas encontrado un lugar para estar en quietud con el Señor y que practiques el subir a esa torre de vigilancia y ver lo que Él te dirá a través de su Palabra.
Dannah: Señor, mientras escuchamos, ¿nos ayudas a ser obedientes? ¿Nos llenarías de esperanza? ¿Nos encontrarías fieles? ¿Nos darías una nueva perspectiva? En el nombre de nuestro Señor y Salvador Cristo Jesús, amén.
Llamándote a escuchar atentamente la voz de Dios, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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