Oh Dios ayuda nuestra | Día 1
Carmen Espaillat: Uno de los primeros pasos para conseguir ayuda es reconocer que necesitas ayuda. Aquí está Nancy DeMoss de Wolgemuth.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Tristemente, algunas personas, al igual que yo, preferimos vivir en derrota por un largo tiempo, en vez de hacer lo que se requiere para recibir la ayuda de Dios.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Cuando ves las profundas necesidades de las mujeres a tu alrededor, ¿te sientes inadecuada al no saber cómo ayudarlas? Nancy dice que lo primero que tienes que hacer es darte cuenta de que Dios es tu ayudador; apoyarnos en Él es el primer paso para ayudar a los demás. Ella explicará esto en el mensaje que escucharás hoy, que fue compartido en una de las conferencias para líderes que Aviva Nuestros Corazones llevó a cabo.
Con nostras …
Carmen Espaillat: Uno de los primeros pasos para conseguir ayuda es reconocer que necesitas ayuda. Aquí está Nancy DeMoss de Wolgemuth.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Tristemente, algunas personas, al igual que yo, preferimos vivir en derrota por un largo tiempo, en vez de hacer lo que se requiere para recibir la ayuda de Dios.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Cuando ves las profundas necesidades de las mujeres a tu alrededor, ¿te sientes inadecuada al no saber cómo ayudarlas? Nancy dice que lo primero que tienes que hacer es darte cuenta de que Dios es tu ayudador; apoyarnos en Él es el primer paso para ayudar a los demás. Ella explicará esto en el mensaje que escucharás hoy, que fue compartido en una de las conferencias para líderes que Aviva Nuestros Corazones llevó a cabo.
Con nostras Nancy,
Nancy: Recibí un correo electrónico de la esposa de un pastor, (que nos escucha regularmente ), que dice:
Anhelo el momento de recargar mis baterías. Somos una iglesia pequeña y las consejerías son batallas enormes, y me siento emocionalmente agotada.
En nuestra iglesia, tenemos divorcios, aventuras amorosas, hijos que están siendo acosados, dificultades con la crianza de hijos, ataques de ira (berrinches), pensamientos suicidas, madres solteras, madres en el mercado laboral, alcohólicas en recuperación, y más casos sobre los que seguimos aprendiendo.
Tú te preguntarás, «¿En la iglesia?» Sí.
Yo no tengo la menor duda de que Dios es soberano y está en control, pero sufro profundamente por el dolor de las mujeres a mí alrededor. Estoy emocionada por la oportunidad de estar mejor preparada, y poder estar al lado de estas mujeres que amo, y poder ayudarlas.
Y afortunadamente, tenemos un Salvador que ama a esas mujeres y a nosotras mujeres, tan necesitadas como somos.
Esta semana recibimos una llamada de una mujer que estaba cancelando su dos boletos para venir a esta conferencia este fin de semana, por una emergencia familiar, y nuestra representante de servicio al cliente le preguntó si había una manera en que pudiéramos orar por ella. Hasta donde tengo entendido, la mujer se quebrantó y abrió su corazón y compartió que tiene un hijo, un joven adolescente, que está bajo estricta vigilancia por intento de suicidio por segunda vez este año, y ella se sentía que no podía o no debía de estar lejos de casa, tan lejos, tanto tiempo.
Yo te motivaría, a que, si Dios mueve tu corazón, si Dios trae a esa mujer y a su hijo a tu mente, ores por ellos durante este fin de semana.
Pero ver ese correo electrónico, me recordó que esas cosas suelen sucedernos en la vida. ¿No es así? Cosas difíciles. Vivimos en un mundo dañado. Estamos aquí este fin de semana porque queremos ayudar a otras personas, pero la vida de la gente es complicada. ¿Habías notado esto? Es compleja. ¿Alguna vez has sentido que las necesidades de las personas a tu alrededor, las que has sido llamada a servir, están más allá de tus capacidades de auxiliarlas? Yo no puedo manejar esto.
O a lo mejor te has sentido como yo me siento a menudo—No puedo ayudar a otros. ¡Necesito ayuda para mí! Mi propia vida es un desastre.
Así pues, es aquí donde sentí que debíamos comenzar este fin de semana, poniendo a Dios como nuestro ayudador, nuestro fundamento, conocerlo a Él no solamente como nuestro ayudador, sino también el ayudador de aquellas que hemos sido llamadas a ayudar y a servir.
Así que quiero hacer algunas observaciones—nada profundo—solamente algunas cosas para aconsejar nuestros corazones con la verdad de quién es Dios, mientras buscamos ayudar a otras, en el nombre de Jesús.
Primero y ante todo—y es tan simple—pero pienso que tenemos que recordar que no podemos ayudar verdaderamente a otras mujeres sin la ayuda de Dios. No lo podemos hacer sin la ayuda de Dios. Somos tan limitadas. Nuestro entendimiento es limitado—nuestro entendimiento acerca de sus necesidades, nuestro entendimiento acerca de la solución.
Nuestra compasión es limitada—por lo menos aquí hablaré por mí. Tenemos una capacidad finita para llevar las cargas, para llevar las cargas de otras personas. Tú no puedes sentirte profundamente cargada por cada circunstancia, cada situación de la cual te enteras, sobre todo al ver o escuchar las noticias. Es como si tuvieras un corto circuito. Mi compasión es limitada. Mi entendimiento es limitado.
Mi disponibilidad es limitada, y la tuya también lo es. No podemos estar con las personas que necesitan ayuda todo el tiempo que necesitan ayuda. No podemos hacer eso. Pero afortunadamente tenemos un Dios que no tiene límites. Él tiene un entendimiento infinito, sabiduría infinita, compasión infinita, disponibilidad infinita. «Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.» Y gracia infinita para ayudar en tiempos de necesidad.
De manera que, no podemos ayudar a otras mujeres sin la ayuda de Dios. Entonces, tampoco podremos ayudar a otras mujeres mientras no experimentemos la gracia de Dios en nuestras propias vidas. No podremos ayudar a otras a experimentar la gracia de Dios en sus vidas hasta que nosotras la hayamos experimentado y estemos experimentando la gracia de Dios en nuestras propias vidas. No podemos llevar a otras o guiar a otras hacia donde nosotras no hemos estado. Ahora, mucha gente lo intenta, pero no podemos hacerlo bien.
Ahora, puede ser que no hayamos experimentado todas las cosas que las personas a las cuales estamos tratando de ayudar han experimentado. Hay algunas experiencias que las mujeres en la audiencia han tenido que yo no he tenido.
Por ejemplo, he sido bendecida con buena salud. Nunca he experimentado dolor crónico, ni debilitante. No he pasado por cáncer, y algunas de ustedes sí. Pero, por otro lado, he experimentado algunos desafíos y dificultades y cosas que quizás tú nunca experimentarás.
De manera que eso no significa que no podamos ayudarnos unas a otras. Lo que significa es que tenemos que haber experimentado la divina y maravillosa gracia de Dios para ayudarnos en nuestro momento de necesidad, para que así podamos compartir esa gracia y ser instrumentos de esa gracia en la vida de otras personas en necesidad. Porque, si estamos tratando de ayudar a las personas a experimentar algo que no hemos experimentado, en lo que se refiere a la gracia de Dios, entonces ciertamente es solo teoría, material de libro de texto.
Esto es solo teoría. Y hoy muchos de que los que se hacen llamar ministerio están imponiendo teorías sobre las personas, poniendo libros sobre la gente, poniendo vendajes sobre hemorragias profundas. El aprendizaje de texto nunca va a proveer la ayuda profunda y duradera que la gente necesita , la que Dios ofrece a través de Su gracia. Es por esta razón que tenemos que experimentarla por nosotras mismas. Así cuando otros miren nuestras vidas sucias, dañadas y complejas, y vean que hemos encontrado ayuda en el Señor, ¿Que hace eso? entonces esto les cree un apetito por eso. Les crea un deseo. Les de la esperanza de que podrán encontrar también ayuda en Él.
Tengo una amiga, una amiga muy cercana, con un hijo adulto joven que está viviendo un estilo de vida homosexual, y no solamente una, sino otra que me viene a la mente en este momento, una amiga en esa misma situación— sé que algunas que nos escuchan están también en esa situación. Para mi amiga, estos últimos años han sido transformadores, para ella y para su esposo, mientras tenazmente descansan en y se aferran a la gracia de Dios para que los tome de la mano y los encamine en esta situación, para que les enseñe cómo amar bien, como conectarse bien, como hablar la verdad… es decir, creemos que entendemos que es tener misericordia y hablar verdad, hasta que nos encontramos en una situación en la que solamente nos quedamos perplejos ante cómo manejar la situación, y Dios da la gracia.
Lo he visto hacer esto. Lo he visto transformar la vida de esta pareja. He visto a esta mujer convertirse en un imán para la gente que ha sido lastimada y que está necesitada. La gente es atraída hacia ella, porque ella es un canal de gracia, y se mantiene humilde, guiándolos generosamente hacia donde ella encuentra su ayuda diaria. La gracia de Dios la ha transformado, y ahora ella se está convirtiendo en un instrumento de gracia transformadora en la vida de otras personas.
Y hago otra observación aquí: Nosotras y las mujeres a las que queremos ayudar, necesitamos ayuda más allá de nosotras. No somos autosuficientes. Ahora, todas sabemos esto teológicamente. Ustedes me podrían haber dicho eso. Pero es una verdad realmente importante, cuando pensamos en mujeres ayudando a mujeres.
Creo que la primera vez que la palabra “ayuda” o “ayudante” aparece en la Escritura es en Génesis 2 donde, recordarás, que Dios dijo que no era bueno que el hombre estuviera solo, y Dios creó una ayuda para el hombre. El hombre no fue diseñado para ser independiente o autosuficiente. Por lo tanto, la mujer tampoco. La mujer necesitaba ayuda al igual que el hombre necesitaba ayuda.
La escritura dice en Génesis 4:1, «Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad (la ayuda) de Jehová he adquirido varón.»
Tú dirás: «Bueno, las mujeres solo tienen hijos. Ellas simplemente hacen eso. Simplemente lo hacen.»
No. Ella dice, «Por voluntad de Jehová he adquirido varón.»
Eva no podía hacer lo que Dios la había llamado a hacer en esta situación. Ella no podía llevar a cabo la tarea que Él le había confiado a ella sin Su ayuda. Y nosotras necesitamos la ayuda de Dios para llevar a cabo lo que Él nos ha llamado a hacer. Necesitamos la ayuda de Dios para tomar decisiones sabias y buenas, decisiones piadosas. Necesitamos la ayuda de Dios para ayudarnos en la batalla contra la tentación y el pecado. Necesitamos la ayuda de Dios cuando estamos sufriendo.
Estoy pensando al decir esto, que dos de mis mejores amigas en este mismo instante están pasando por intenso dolor, por situaciones que han llegado a sus vidas recientemente. Necesitan la ayuda de Dios. Necesitamos la ayuda de Dios para involucrarnos en la batalla espiritual. Necesitamos la ayuda de Dios para servir a las familias y para servir a las mujeres que Dios ha hecho parte de nuestras vidas en nuestras iglesias,.
Necesitamos la ayuda de Dios para todo, porque Jesús dijo: «separados de mí nada podéis hacer.» Ahora, nosotras seguimos tratando, pero el hecho es que no somos autosuficientes, y no somos independientes. Nosotras y las mujeres que estamos tratando de ayudar necesitamos ayuda, más allá de nosotras mismas.
Es por esta razón que estoy muy agradecida porque en la Escritura leemos una y otra vez que el Señor es mi ayuda, el Señor es nuestra ayuda. Él es mi ayudador . Él es nuestra ayudador. Y cuando ves una de estas frases, probablemente estás viendo una frase traducida del hebreo, Jehová— Ezer—E-z-e-r, o hay un grupo de palabras que son relacionadas a esta. Esta sería una—dos palabras más comunes: Jehová— Ezer—E-z-e-r.
Ahora, la primera palabra, Jehová, estás familiarizada con ella—el gran YO SOY, el Dios autoexistente que no necesita a nadie ni nada, el Creador de los cielos y la tierra. Ese Jehová, es nuestro Ezer—E-z-e-r— nuestro Ezer. Es una palabra que significa “ayudar, apoyar, alguien que asiste a otro con lo necesario”—precisamente lo que te imaginas que es ayudar. Así pues Jehová Ezer—YO SOY— es nuestra ayuda. Él viene a ayudarnos. Él nos rescata en tiempos de necesidad.
Ahora, he estado reflexionando en esto por meses preparándome para este fin de semana, y mucho más durante las últimas semanas, y sigo pensando, ¡Que sublime y maravilloso es que este Dios poderoso, este Dios que no necesita de nadie ni de nada, que es autosuficiente, se haya humillado para ayudarnos! Es maravilloso. Es sublime gracia.
Él hace por nosotros lo que no podemos hacer por nosotras mismas. Él provee lo que nos hace falta. Es realmente otra palabra para gracia. Es todo lo que Dios es, todo lo que Él tiene, Él da para venir y encontrarse con nosotras en nuestro punto de necesidad.
Vemos este concepto por toda la escritura, y como he estado leyendo toda la Biblia por, no sé, varios meses, a lo mejor un año o algo así, he estado marcando de los lugares donde vemos que Dios es nuestra ayuda.
Éxodo nos cuenta la historia de cómo Moisés, después de haber matado a un egipcio— ¿te acuerdas en Egipto?— huyó a Madián para escapar de la ira del faraón. Cuando llegó a Madián, se casó con una mujer de allí, y tuvo dos hijos. Y le puso como nombre a uno de ellos Eliezer, Eli— la forma corta de Elohim, Yo, Dios, el poderoso, Elohim—y Ezer—ayuda.
Él le dio el nombre de, Dios es ayuda, a su hijo, Dios es mi ayuda. Porque él dice, en Éxodo 18, «El Dios de mi padre fue mi ayuda y me libró de la espada de Faraón.» Así pues, cada vez que Moisés decía el nombre de su hijo, Eliezer, él era recordado de que, «Dios me ha ayudado, Dios es mi ayuda.» Y Moisés estaba a punto de necesitar esos recuerdos—¿no es verdad?—porque iba a ser llamado por Dios de regreso a Egipto para ayudar a redimir y rescatar al pueblo de Dios de la esclavitud. No había manera alguna que él pudiera hacer esto.
cuando Moisés dejó Egipto, él pensaba que era autosuficiente y hábil y capaz, y la Escritura dice, «Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios,» Él lo tenía todo. Pero se dio de cuenta de que verdaderamente era un inútil aparte de Jehová—Ezer, el Señor es mi ayuda. Así pues, él le dio el nombre a su hijo «Dios mi ayuda» para recordarse de esto.
En su regreso a Egipto, indudablemente lo recordaba, «Dios me ayudó, Dios me ayudó. Dios me ayudará ahora. Dios es mi ayuda.»
Algunas de ustedes están familiarizadas con el término Septuaginta. Sabes que esta es una traducción griega del antiguo testamento hebreo. Es interesante que haya una palabra en el lenguaje griego que frecuentemente se traduce como Ezer en el Antiguo Testamento hebreo. Y es una palabra que proviene de una palabra griega que proviene de dos palabras. Una es la palabra “ clamar,” y la otra es la palabra ”correr.” Así pues, cuando el Antiguo Testamento fue traducido al griego, la palabra que fue usada para traducir Ezer, ayuda, significa “llorar y correr,” y es una imagen fabulosa.
Es el concepto de alguien llorando porque está desesperado, está necesitado, está desvalido, y otra persona viene corriendo a la escena para ayudar al que está llorando. Esto es lo que Dios hace por nosotras. Él es nuestra ayuda. Nosotras clamamos a Él. Decimos, «Yo no puedo hacer esto. Yo te necesito. Estoy desvalida.» Y entonces Dios viene corriendo a la escena para ayudarnos.
Si necesitas una ambulancia en tu casa, tú no vas a conseguir una estando sentada allí pensando en ambulancias. ¿Verdad? Tienes que coger el teléfono y marcar 9-1-1. Tienes que llamar a la ambulancia, pero cuando llamas, la ambulancia está lista, y viene rápidamente a la escena donde hay una necesidad.
Y, a veces imagino que cuando reconocemos nuestra necesidad, admitimos nuestra necesidad, clamamos al Señor—en nuestra desesperación y decimos, «¡Señor, te necesito!»—Creo que nunca han llegado al corazón de Dios palabras más dulces. Yo puedo escuchar esa clase de sirena resonando en la avenida de la gracia en el cielo mientras Dios manda su Espíritu, Su Palabra, Su presencia, Su gracia—esa ambulancia de gracia para ministrarnos en nuestro punto de necesidad. Y esto es algo recurrente en toda la escritura: el pueblo de Dios clamando y entonces Dios corriendo a su rescate para ayudar.
He estado leyendo los salmos con esto en mente en las semanas pasadas, y he notado cuántas veces en los salmos, el salmista clama y dice, «Oh Dios, apresúrate a librarme; apresúrate, oh Señor, a socorrerme.» (Sal.70:1) ¡Él clama una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, y Jehová, Ezer nunca se cansa de oírnos decir, «¡Ayuda!»
Y una y otra vez, una y otra vez en esos salmos ves a David agradeciendo al Señor, bendiciendo al Señor, alabando al Señor que ha venido en su ayuda. Él es su ayudador. «Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.»
Te invito, a que si tienes una Biblia junto a ti, que busques en el Antiguo Testamento 1ero Samuel 4, y permíteme darte otra imagen de Dios como nuestro ayudador.
1 Samuel 4, y vamos a ir rápido—muy rápido por algunas partes de esta escritura. Podrás regresar a esta escritura y profundizar más, después de esta sesión. 1 Samuel 4:1 nos dice que «Y salió Israel para enfrentarse en batalla con los filisteos y acampó junto a un lugar llamado Eben-ezer,» Estas son dos palabras. Eben, que significa “roca”, y Ezer que significa— ¿qué?—«ayuda». Así que , este es un lugar que es llamado “piedra de ayuda.” Aquí es donde los israelitas acamparon, y los filisteos acamparon en Afec.
Versículo 2: «Los filisteos se pusieron en orden de batalla para enfrentarse a Israel. Entablado el combate, Israel fue derrotado delante de los filisteos, quienes mataron como a cuatro mil hombres en el campo de batalla.» Ahora, aquí ellos están en un lugar llamado “piedra de ayuda”—los israelitas—y aun asi, ellos van a la batalla contra los filisteos, y los filisteos los vencen contundentemente. Esta es una batalla humillante, y por todas las apariencias, Dios no los ayudó.
¿Por qué Él no ayudó a Su pueblo en esta batalla? ¿Por qué permitió que fueran derrotados por los filisteos? Bueno, al profundizar en este pasaje, podemos comenzar a ver claramente que Dios quería el corazón de su pueblo. Él quería llamar la atención de ellos para que así se humillaran y clamaran a Él pidiendo ayuda.
Y ahora, avanza solamente unas cuantas páginas más al capítulo 7. Estoy saltando una parte muy valiosa de este pasaje aquí, pero vamos el capítulo 7. El versículo 2, nos dice que pasó mucho tiempo—como veinte años—y durante ese tiempo, el periodo intermedio, los filisteos ganan de nuevo, una y otra vez, una y otra vez. Los israelitas están en las manos de los filisteos por poco más de veinte años. Y entonces al final del versículo 2 nos dice, «y toda la casa de Israel añoraba (lamentaba delante del ) al Señor.» ¿Qué empieza a ocurrir? Sus corazones comienzan a volverse al Señor.
Ahora, tal vez estás sentada pensando lo mismo que yo, ¿Veinte años? ¿Por qué tardaron tanto? Sabes, apresúrate/supéralo. Pero entonces esto nos lleva a preguntarnos: ¿Cuánto tiempo nos toma a nosotras, adaptarnos a la idea de que necesitamos la ayuda de Dios? ¿Cuánto tiempo nos toma clamar a Él y humillarnos?
¿Sabes que veo al estudiar este pasaje? Algunas personas—y tristemente, yo algunas veces—preferimos vivir en la derrota por un largo periodo en vez de hacer lo necesario para obtener la ayuda de Dios. Ahora, tenemos que recordar esto mientras tratamos de ayudar a la gente, y tenemos que recordar esto mientras nosotras mismas caminamos con el Señor.
A veces preferimos vivir en la derrota por un largo tiempo, antes que hacer lo que se necesita para obtener la ayuda de Dios. Pero Dios, nos ama lo suficiente para mantenernos en ese lugar de angustia, hasta que no tengamos ninguna otra alternativa, ninguna otra opción más que clamar a Él.
Y esto finalmente es lo que ocurre. Los versículos 3-4 del capítulo 7:
«Entonces Samuel habló a toda la casa de Israel, diciendo: Si os volvéis al Señor con todo vuestro corazón,(pruebenlo!) quitad de entre vosotros los dioses extranjeros y las Astorets, y dirigid vuestro corazón al Señor, y servidle sólo a Él; y Él os librará de la mano de los filisteos. Los hijos de Israel quitaron los baales y las Astorets, y sirvieron sólo al Señor.»
Ves, tenemos que estar dispuestas a deshacernos de esos dioses—con 'd' minuscula a los cuales buscamos y de los que dependemos para que nos ayuden; entonces estaremos listas para retornar a Dios, con 'D'—mayuscula como nuestro ayudador, y apoyarnos en Él.
Así pues, los versículos 5-6:
«Y Samuel dijo: Reunid en Mizpa a todo Israel, y yo oraré al Señor por vosotros. Y se reunieron en Mizpa, y sacaron agua y la derramaron delante del Señor, ayunaron aquel día y dijeron allí: Hemos pecado contra el Señor. Y Samuel juzgó a los hijos de Israel en Mizpa.»
Ellos se humillaron. confesaron sus pecados. Confesaron su idolatría. Buscaron al Señor.
Entonces llegamos al versículo 7 donde otra vez, estan bajo ataque . No pienses que porque estás buscando al Señor no habrá más problemas, no habrá más presiones. Aquí viene una prueba.
Versículos 7-8:
«Cuando los filisteos oyeron que los hijos de Israel se habían reunido en Mizpa, los príncipes de los filisteos subieron contra Israel. Cuando oyeron esto los hijos de Israel, tuvieron temor de los filisteos. Entonces los hijos de Israel dijeron a Samuel: No dejes de clamar al Señor nuestro Dios por nosotros, para que Él nos libre de la mano de los filisteos.»
Ellos finalmente estaban en un momento de desesperación, totalmente indefensos, dependientes—sin ningún otro medio de ayuda, sin ningún otro medio de liberación, excepto el Señor.
Así pues, los versículos 9-, «Tomó Samuel un cordero de leche y lo ofreció como completo holocausto al Señor; (¿no crees que esto representa o anticipa el sacrificio del Cordero de Dios que un día salvaría todo aquel que clame a Él? Este es un indicio en el antiguo testamento. Samuel ofreció esta ofrenda.) y clamó Samuel al Señor por Israel y el Señor le respondió. Mientras Samuel estaba ofreciendo el holocausto, los filisteos se acercaron para pelear con Israel. Mas el Señor tronó con gran estruendo aquel día contra los filisteos y los confundió, y fueron derrotados delante de Israel.»
«Entonces Samuel tomó una piedra y la colocó entre Mizpa y Sen, y la llamó Eben-ezer» (v. 12)
Ahora, este fue el nombre del lugar donde comenzaron y fueron derrotados, pero no importa el nombre del lugar en que tú te encuentres, si no estás buscando a Jehová para que sea tu ayudador. Finalmente acudieron a Jehová como su ayudador, y Samuel estableció este recordatorio visible de que Jehová fue su fuente de victoria—«Eben-ezer» (piedra de ayuda)—porque dijo, «Hasta aquí nos ha ayudado el Señor.»
Fue una expresión de gratitud por la ayuda de Dios y un recordatorio perpetuo de que Dios es nuestra única ayuda. Él es el único que nos puede liberar de las manos de nuestros enemigos.
Recordar cómo Dios nos ha ayudado, cómo nos liberó en el pasado nos da un corazón de gratitud , y nos da fe, nos da esperanza, y nos da valentía para enfrentar nuestras necesidades actuales, o cuando pensamos en las desgracias del futuro. El recordar a Dios como nuestro ayudador, nos libera del temor y la ansiedad. Recordamos que Él nos liberó, que Él nos está liberando, y que Él nos liberará nuevamente al clamar a Él.
Carmen: Creo que este mensaje de Nancy DeMoss de Wolgemuth nos ha dado cosas importantes en que pensar. ¿Estamos apoyándonos en el Señor para toda la ayuda que necesitamos? ¿Estamos ayudando a otros con la abundancia de la gracia que Él nos da?
Quizás has sido tentada a pensar que tu necesidad es tan grande que nadie te puede ayudar. Mañana Nancy te enseñará lo que puedes hacer cuando te sientas de esa manera, al continuar con este mensaje titulado “Oh Dios ayuda nuestra”. Por favor regresa a Aviva Nuestros Corazones.
Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras fueron tomadas de la Biblia de las Américas a menos que se indique otra fuente.
Canciones utilizadas: Es mi ayuda, Lucrecia Duran, Una vez más ℗ 2010 A & H Records
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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