Obediencia en acción
Annamarie Sauter: La Biblia nos dice que la obediencia combina actitudes internas del corazón con acciones externas...
Nancy DeMoss Wolgemuth: Fíjate que la Biblia no solo dice: «Si estás dispuesta a obedecer los mandamientos de Dios, serás bendecida». Dice: «Si estás dispuesta a obedecer y realmente obedeces...» No es simplemente decir: «Yo lo haré». Es hacerlo.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
La lectura de hoy de la Biblia es 1 Crónicas capítulos 28 y 29.
Si le pides a tu hijo que organice su habitación y él se queda sin hacer nada, hay una palabra para esto: desobediencia. Realmente no importa si él estaba pensando en hacerlo o tenía la intención de hacerlo, la obediencia conlleva algún tipo de acción. Hoy continuamos considerando esto, como continuación de la serie titulada, «En busca de Dios: El gozo de un …
Annamarie Sauter: La Biblia nos dice que la obediencia combina actitudes internas del corazón con acciones externas...
Nancy DeMoss Wolgemuth: Fíjate que la Biblia no solo dice: «Si estás dispuesta a obedecer los mandamientos de Dios, serás bendecida». Dice: «Si estás dispuesta a obedecer y realmente obedeces...» No es simplemente decir: «Yo lo haré». Es hacerlo.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
La lectura de hoy de la Biblia es 1 Crónicas capítulos 28 y 29.
Si le pides a tu hijo que organice su habitación y él se queda sin hacer nada, hay una palabra para esto: desobediencia. Realmente no importa si él estaba pensando en hacerlo o tenía la intención de hacerlo, la obediencia conlleva algún tipo de acción. Hoy continuamos considerando esto, como continuación de la serie titulada, «En busca de Dios: El gozo de un avivamiento en la relación personal con Dios».
Nancy: Hace unos años, luego de terminar de hablar en una conferencia, recibí una carta de una de las damas que había estado en la conferencia. Ella compartía conmigo cómo Dios había continuado trabajando en su corazón como resultado de lo que había escuchado ese fin de semana. En su carta ella decía: «Varias veces en la conferencia usted utilizó la frase, “ondeen la bandera blanca de rendición”».
Me encanta esa frase. Es una representación visual. Es una excelente imagen, y la utilicé durante toda la conferencia. Si me han escuchado por un tiempo en Aviva Nuestros Corazones, la habrán escuchado en numerosas ocasiones. Reto a las personas y a mí misma, «a ondear la bandera blanca de rendición». Que digan: «Sí, Señor», a lo que sea que Dios les esté diciendo a ustedes.
Ella dijo: «Entonces cuando llegué a casa después de la conferencia, fui al closet de mi esposo y tomé uno de sus pañuelos grandes blancos. Ahora está frente a mi Biblia. Cuando empiezo a leer la Palabra en la mañana, literalmente lo ondeo delante del Señor, declarando mi intención de someterme a lo que sea que Él tenga para mí.
Antes de leer la Biblia, ella ondea su bandera blanca. Lo que ella está diciendo es, «Señor, lo que sea que tengas que decir, yo te obedeceré. Yo estoy ondeando la bandera blanca de rendición».
Ella dijo: «Yo sé que Dios no necesita esto, pero me sirve como recordatorio». Y entonces dijo algo que les puede parecer extraño a algunas de ustedes. Ella dijo: «Entonces me siento frente al Señor con este pañuelo sobre mi cabeza mientras leo. (Si las personas me vieran, tal vez me pondrían una camisa de fuerza!)»
Mientras leía aquello, pensé en aquel pasaje de 1 Corintios 11, que habla acerca de una mujer que cubre su cabeza como señal… ¿de qué? Como una señal de sumisión.
Ahora, créanlo o no, recibimos constantes cartas y correos electrónicos queriendo saber lo que creemos acerca de que las mujeres se cubran la cabeza, y acerca de 1 Corintios 11. No voy a cubrir este texto aquí. Pero hay algo que sí está claro en ese pasaje: El punto es que la mujer muestre evidencia de que está viviendo bajo la autoridad ordenada por Dios.
Y el cubrirse la cabeza, como haya sido en 1 Corintios 11, es una señal. Es un símbolo externo de algo que está sucediendo en su corazón –esto es que ella dice: «Sí, Señor», a lo que sea que Dios quiera de ella. Ella está bajo autoridad.
«Estoy sometiéndome a la autoridad de Tu Palabra», esto es lo que esta mujer quería decir al colocarse el pañuelo blanco sobre su cabeza.
Al pensar en obedecer los mandamientos de Dios y rendirnos y ondear nuestra bandera blanca delante de Él, quiero que recordemos que los mandamientos de Dios no son gravosos, Dios los estableció para nuestro bien.
Esto es lo que 1 Juan nos dice –que los mandamientos de Dios no son gravosos. Son buenos. Son para bendecirnos. Este es el punto que Moisés hace a los hijos de Israel en el libro de Deuteronomio capítulo 32. Escuchen los versículos 45 y 46.
«Cuando terminó Moisés de hablar todas estas palabras a todo Israel, les dijo: Fijad en vuestro corazón todas las palabras con que os advierto hoy, las cuales ordenareis a vuestros hijos que las obedezcan cuidadosamente, todas las palabras de la ley».
Déjenme decirles que como padres, no solo es importante que les enseñemos los mandamientos del Señor a los hijos, sino también que los pongamos en práctica, para que los hijos puedan ver el ejemplo de obediencia a la ley de Dios. Sus hijos son más influenciables por lo que ustedes son y hacen que por lo que ustedes quieran enseñarles al hablarles.
Se necesitan ambas. Necesitan enseñarles a ellos la ley de Dios y sus mandamientos, y también necesitan modelarla. Necesitan ser hacedores de estos mandamientos.
Moisés continúa diciendo en el versículo 47: «Porque no es una palabra inútil para vosotros». Esta ley, estos mandamientos, estos no son solo palabras vacías. Estas palabras son «nuestra vida misma, y por esta palabra prolongaréis vuestros días en la tierra adonde vosotros vais, cruzando el Jordán a fin de poseerla».
¿Qué es lo que Moisés está diciendo? «Estas palabras»—los diez mandamientos y los otros mandamientos que Dios dio –la Ley de Dios– ¡son buenos para ti! Son tu vida. Tú vivirás por esta palabra. «El hombre no solo vive de pan, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios» (ver Mateo 4:4; Deuteronomio 8:3).
Ahora bien, los israelitas tenían que aprender que ellos no tenían el poder en ellos mismos para obedecer la ley de Dios. A ellos se les dio la Palabra para que pudieran tener convicción por infringir las leyes.
Es por esto que doy gracias a Dios porque tenemos un Nuevo Pacto. ¡Gracias a Dios que tenemos la cruz. Gracias a Dios que tenemos a Cristo, la morada de su Espíritu Santo, que nos hace posible vivir en obediencia a la ley de Dios!
Y la ley de Dios, la Palabra de Dios, es para nuestra bendición. Es para nuestro bien. No vivimos solo por tener la Palabra de Dios, sino por ser obedientes a la Palabra de Dios a través del poder del Espíritu Santo.
Al estudiar los mandamientos de Dios, se darán cuenta que cada uno de Sus mandamientos está atado a una promesa. Déjenme leerles algo que leí recientemente acerca del tema. Este autor dice:
Cada mandamiento de Dios está construido sobre una promesa de Dios. Cada llamado divino a la acción (a la obediencia) es, al mismo tiempo, un divino emplazamiento a confiar en las promesas de Dios (la fe). (Confiar y obedecer)…La incredulidad siempre aparece como un acto de desobediencia, ya que cada promesa trae consigo un mandamiento.
De manera que tienes la promesa que antecede a un mandamiento. Si confías en la promesa, entonces puedes obedecer el mandamiento. Si no confías en la promesa, entonces no obedecerás el mandamiento. Él dice: «Cada vez que nosotros desobedecemos a Dios es porque no estamos confiando en Sus promesas». Confía y obedece. Confía en las promesas. Obedece los mandamientos.
Ahora bien, como he dicho, necesitamos estar familiarizadas con estos mandamientos. Mientras trabajaba en esta serie, hice una lista de algunos de los mandamientos que solo encontramos en el Nuevo Testamento y es una lista corta.
No estoy diciendo esto para ponernos en una posición de legalismo, o para decir, «Necesitas irte y luchar y esforzarte para obedecer la ley de Dios con tus propias energías, en tu propia fuerza». No puedes.
Pero si eres una hija de Dios, tienes el Espíritu Santo viviendo en ti, quien te da el deseo y el poder y la gracia de obedecer todo lo que Dios te ordena. Porque cada uno de Sus mandamientos está ligado ¿a qué? A una promesa. Nosotros confiamos en la promesa, y entonces estamos capacitadas para obedecer los mandamientos.
Hay muchos más mandamientos que estos, pero déjenme leerles algunos de ellos. Mientras lo hago, pregúntese cada una de ustedes: «¿Estoy yo obedeciendo este mandamiento? Lo conozco, pero ¿lo estoy obedeciendo? ¿Es este un mandamiento que consistentemente obedezco en mi vida?»
Por cierto, no traten de escribir todo esto que les estoy listando. Pueden descargar la transcripción de este programa y allí encontrarán todo escrito, incluyendo los versículos bíblicos. Limítate a escuchar, a meditar, y quizás a hacer unas breves anotaciones en las cosas en las que Dios te habla a ti, personalmente.
Por ejemplo, nosotros estamos llamados a reconciliarnos con nuestros hermanos y hermanas en el cuerpo de Cristo cuando ha habido una laceración en la relación (ver Mateo 5:23-24), ¿hay alguien en la familia de Dios con quien necesitas reconciliarte?
Quizás hay una brecha y la dejas pasar; no estás lidiando con esto. Simplemente estás permitiendo que el conflicto continúe.
No se imaginan la frecuencia con que conozco personas, mujeres –que tienen relaciones con problemas por largo tiempo, y por las cuales no están haciendo nada al respecto –por ejemplo un padre con el que no se habla en años. Esto es un conflicto en la relación.
Dios dice que si estás viniendo a la iglesia a traer tu ofrenda de sacrificio, que antes de hacerla, vayas y te reconcilies con tu hermano. Si sabes que alguien tiene algo contra ti –o si tú tienes algo contra alguien– en cualquiera de las posiciones, toma tú la iniciativa. Ve y busca la reconciliación.
¿Estás obedeciendo este mandamiento?
Estamos llamados a amar a nuestros enemigos y a perdonar a aquellos que pecan contra nosotros (ver Proverbios 24:17, Mateo 5:44). ¿Hay alguien que haya pecado contra ti, que te haya ofendido, que te haya hecho daño, a quien nunca has perdonado? Tú conoces los mandamientos de Dios, ¿los estás cumpliendo?
Dios nos ha mandado a no estar ansiosos acerca de las necesidades de la vida –qué comeremos, qué vestiremos, dónde viviremos (ver Filipenses 4:6, Lucas 12:29-31)– estas necesidades básicas de la vida Dios dice: «Yo me haré cargo de esas cosas». Es decir que nos dice: «No te preocupes. No estés ansiosa».
Tú conoces este mandamiento. ¿Te encuentras en medio del día, como me suele suceder a mí, ansiosa, preocupada, estresada acerca de cosas sobre las cuales no tengo ningún control? Dios dice: «No te preocupes por nada. No estés ansiosa».
Estás obedeciendo este mandamiento?
Dios nos ha mandado a tratar a los demás como quisiéramos nosotras ser tratadas. Piensa en la forma en que le hablas a tu cónyuge. Piensa en la forma en que les hablas a tus hijos. Piensa en la forma en que tratas a esa persona en el trabajo que te pone los nervios de punta.
¿Es esta la forma en que tú quieres que los demás te traten a ti? Todo el mundo conoce la regla de oro, incluso aquellas personas que no saben nada de la Biblia o de Cristo. Ellos conocen este mandamiento: «Haz a los demás como quieres que te hagan a ti» (Mateo 7:12, Lucas 6:31).
¿Estás viviendo por este mandamiento? No es solo conocerlo, sino ¿lo estás poniendo en práctica?
Dios nos ha mandado a ser generosos (ver Deuteronomio 15:11, Mateo 5:42), a no ser tacaños, sino dadivosos, dadores. Esto se puede encontrar en repetidas ocasiones a través de todo el Antiguo y el Nuevo Testamento. ¿Eres generosa, o se te hace difícil dar?
Hablé con una mujer el otro día. Ella y su esposo están en sus años de retiro, pero tienen algunas dificultades físicas, y algunas potenciales dificultades financieras.
Ella dijo: «Me encuentro en esta etapa de la vida tentada a aferrarme a las cosas por miedo al futuro. Pero entonces ella dijo: «Yo sé que el principio de Dios es dar. No es acumular –es dar; el confiar en que Él suplirá mis necesidades. Yo solo tengo que seguir aconsejando mi corazón para que sea generoso».
He aquí una mujer que no solo conoce la Palabra de Dios, sino que también la practica, que obedece sus mandamientos.
Dios nos manda a amarnos unos a otros. Estamos mandados a compartir con aquellos que están en necesidad (ver Juan 15:12, Hebreos 13:1). ¿Conoces a alguien que tenga necesidad, a alguien que carga tu corazón? ¿Le has preguntado a Dios, «Señor, hay algo que quieras Tú que yo haga para ministrar y ayudar en la necesidad de esta persona?»
Compartir con los que están en necesidad es un mandamiento. No es solo conocerlo, es también cumplirlo.
Dios nos ha mandado a no pagar mal con mal (ver Romanos 12:17-19). ¿Hay alguien que te haya hecho daño, y a quien no le hables? ¿O hablas mal de esa persona con otros? Se nos ha ordenado no pagar mal con mal. Conoces este mandamiento. ¿Lo estás obedeciendo?
Dios nos ha mandado a alejarnos de la inmoralidad sexual, a huir de ella (ver 1 Corintios 6:18, 1 Tesalonicenses 4:3), a no jugar con ella, a no pensar en ella, a no ser indulgentes con ella, sino a huir de cualquier forma de inmoralidad sexual. Esto se refiere a lo que vemos, a lo que hacemos, lo que escuchamos, lo que leemos, a nuestros pensamientos –cualquier forma de inmoralidad sexual– debemos correr de estas cosas, huir de ellas.
¿Estás coqueteando con el pecado sexual? ¿Estás coqueteando con una relación ilícita? ¿Estás jugando o dando cabida a una relación por internet o a algún coqueteo en el trabajo?
Tú conoces el mandamiento de Dios. ¿Lo estás obedeciendo? Tú dices, «oh, sería tan difícil lidiar con esto». Dios te dará la gracia cuando ondees la bandera blanca de rendición y digas: «Sí, Señor, yo obedeceré». Hay gracia para ello.
Dios nos ha mandado a hablar la verdad unos a otros (ver Efesios 4:31, Colosenses 3:9). No mentirse unos a otros, sino hablar verdad, cada hombre con su hermano, «pues somos miembros unos de otros» (ver Efesios 4:25). ¿Hay algo con lo cual no hayas sido del todo honesta con tu cónyuge? ¿Estás buscando causar una mejor impresión al decir cosas que no son del todo verdad?
Es un mandato de Dios hablar la verdad.
En Efesios 4, se nos ordena no hablar con palabras malas o groseras. Esta palabra mala implica «palabras sin sentido; palabras huecas, vanas; palabras vacías». ¿Cuántas veces al día violamos muchas de nosotras este mandamiento?
Nosotros conocemos este mandamiento, Efesios 4:29. «No salga de vuestra boca ninguna palabra mala (o sin sentido), sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan» –palabras que edifiquen.
Tú conoces este mandamiento. ¿Cómo cumplen tus palabras con este mandato?
Dios nos manda en este mismo pasaje a ser amables y compasivos y a perdonar cuando otros nos hacen daño. ¿Cómo estás tú obedeciendo este mandamiento? ¿Cómo está el ambiente en tu casa? ¿Es compasivo y amable? ¿Misericordioso?
Tú dices: «Sí, yo quisiera que mis hijos y mi esposo fueran así». Mi pregunta es, «¿eres tú así? ¿Estás tú obedeciendo estos mandamientos que ya conoces?
Dios nos manda a ser llenas del Espíritu Santo. ¿Sabías tú que no estar llenos del Espíritu Santo es un pecado? Se nos ordena, en todo tiempo, perpetuamente, a siempre estar llenos del Espíritu Santo. ¿Estás llena del Espíritu Santo ahora mismo?
¿Estabas llena del Espíritu Santo a las 7:30 de la mañana cuando te estabas alistando, y tú y tu esposo entrecruzaron algunas palabras? ¿Estabas llena del Espíritu Santo en cómo te manejaste con él? «Sed llenos del Espíritu».
Dios nos manda a obedecer a aquellos que ejercen autoridad sobre nosotros, en nuestras casas, nuestras iglesias, nuestros gobiernos, en nuestra sociedad…a obedecer a aquellos que ejercen la autoridad sobre nosotros (ver Efesios 6:5-6, Romanos 13:1-4).
Tú conoces este mandamiento. ¿Lo estás obedeciendo?
Dios nos ha ordenado, esta es una difícil... Nosotras estamos llamadas a hacer todas las cosas sin quejarnos ni discutir. Tú dices, «ojalá mis hijos hicieran esto». Escucha, tus hijos tienen más probabilidades de cumplir con esto si tú misma lo haces.
Hagamos todas las cosas sin quejarnos (murmuraciones) o discutir. Si solo obedeciéramos este mandamiento en nuestros hogares, ¡qué diferentes serían las cosas!
Estamos llamadas a regocijarnos en el Señor siempre (ver Salmos 100:2, Efesios 5:19). Siempre regocíjense en Él –esta es un área en donde el Señor ha estado tratando con mi propio corazón durante este último año. Me encuentro en muchas ocasiones sirviendo al Señor pero sirviéndole sin gozo.
Este es un mandamiento que yo quiero obedecer. Servir al Señor con gozo. En todo regocijaos. Dad gracias. No os preocupéis por nada, sino dad gracias. Oren por todo.
Estamos llamadas a no estar ociosas, a no ser entrometidas. ¿Cómo estás en este mandamiento?
Estamos llamadas a no hablarnos mal unos a otros (ver Salmos 15:3, Salmos 19:14). Mujeres, todo este pecado del chisme en la iglesia, de crítica —conocemos estos mandamientos. ¿Los estamos obedeciendo?
Dios nos ha mandado a orar por todo (ver Lucas 12:29-31). Tú conoces este mandamiento. Yo conozco este mandamiento. ¿Lo estamos obedeciendo?
Hay un versículo en Isaías que yo creo que necesitamos recordar mientras pensamos en estos mandamientos de Dios. Dios le dice a su pueblo en Isaías 1:19-20: «Si queréis y obedecéis, comeréis lo mejor de la tierra; pero si rehusáis y os rebeláis, por la espada seréis devorados. Ciertamente, la boca del Señor ha hablado».
Aquí vemos el tema otra vez; lo hemos estado viendo a través de toda la serie. La obediencia trae bendición.
Solo quiero que veamos esta parte de la frase, «si queréis y obedecéis». Si tú quieres y obedeces, comerás lo mejor de la tierra. Fíjate que no solo dice: «Si estás dispuesto a obedecer los mandamientos de Dios, serás bendecido». Dice: «Si estás dispuesto a obedecer y realmente obedeces». No está diciendo simplemente, «lo haré». Es hacerlo.
Mientras pensaba acerca de esta sección, pensé en el pasaje de Mateo 21:28-32, en donde Jesús dijo a aquellos que le escuchaban: «¿Qué os parece? Un hombre que tenía dos hijos, y llegándose al primero le dijo: “Hijo ve, trabaja hoy en la viña”». Aquí hay una dirección. Aquí hay un mandato.
«Y respondiendo él dijo: “No quiero”; pero después arrepentido, fue». Él se rehúso. Él se rebeló. «Pero después él cambió de mente y fue». «Él se arrepintió y fue. Él obedeció el mandato.
«Y entonces el hombre fue a donde el otro hijo y le dijo lo mismo: “Ve y trabaja en el viñedo”. Y este hijo dijo: “Yo iré señor”. Respetuoso, dispuesto y aparentemente sumiso, pero no fue. Él estaba dispuesto, pero no fue obediente.
Jesús dijo, «¿cuál de los dos hizo la voluntad del padre?»
Ahora, el primero estuvo mal al rehusarse y rebelarse. ¡Pero se arrepintió! El segundo dijo, «estoy dispuesto. Yo iré». Pero no fue.
Yo me pregunto cuántas de nosotras somos como ese segundo hijo. Decimos, «oh, Dios, yo quiero obedecerte. Yo quiero ondear la bandera blanca de rendición. Yo quiero decir: Sí Señor. Yo quiero ser un cristiano obediente». Nosotros decimos que lo haremos, pero no lo hacemos.
Isaías dice: «Si tú quieres y obedeces, tú comerás lo mejor de la tierra».
¿Qué es lo que has estado dispuesta a hacer, en cuanto a los mandamientos de Dios se refiere, pero que no estás realmente haciendo? Tal vez es pedir perdón a tu cónyuge o a uno de tus hijos por como has pecado contra ellos. Tú sabes que necesitas hacer esto. Sabes que necesitas tener tu conciencia limpia, pero no lo has hecho. Hay que estar dispuesto y hay que obedecer.
Tal vez sea una llamada por teléfono que necesitas hacer a uno de tus padres o suegros. Tal vez sea una nota que necesitas escribir, o alguna relación que Dios quiere que restablezcas. Tú quieres, pero simplemente no lo has hecho.
Tal vez sea tomar algunos pasos para honrar a tus padres. Tú quieres, pero necesitas obedecer. Tal vez sea algo que Dios quiere que des, y has dicho: «Sí, Señor, yo quiero; yo lo haré», pero simplemente tú no lo has hecho.
Tú quieres. Tú estás dispuesta. Ahora la pregunta es: ¿Lo vas a hacer?
Annamarie: Nancy DeMoss Wolgemuth regresará en un momento para orar.
En Aviva Nuestros Corazones queremos ayudar a las mujeres a permanecer firmes en Cristo. En un tiempo en el que muchos están buscando respuestas, continuamos usando estos programas diarios y plataformas digitales para recordarte que solo Cristo es nuestra esperanza segura.
Únete a nuestra misión, ayudándonos a llamar a más mujeres a libertad, plenitud y abundancia en Cristo. Y sobre todo, continuemos unidas en oración, clamando a Dios por un avivamiento y levantando la bandera de rendición en nuestros corazones.
Nancy regresa con nosotras para concluir la enseñanza de hoy. Ella nos lee la letra de una canción escrita por Steve Green, que nos ayuda a reflexionar sobre lo que hemos estado escuchando.
Nancy: Canción:
Tú has escuchado las palabras y sabes que es verdad, Ahora resuenan en tu interior. Te están llamando a seguir; ahora ¿tú vendrás o te quedaras?
Tú quieres; ahora, ¿lo harías?
La verdad que arde en ti como una cama de carbones encendidos contiene el poder de liberar a mil almas cautivas. Pero el que la verdad te libere depende de ti.
Tú quieres; ahora, ¿lo harías?2
¿Hay algo que necesites hacer? ¿Acaso has dicho: «Sí, Señor, estoy dispuesta», pero no lo has hecho? La pregunta ahora es, ¿lo vas a hacer?
Cuántas de ustedes dirían: Dios trajo hoy a mi mente quizás uno o más de sus mandamientos; algo que sé que el Señor ha traído a mi mente, algo que sé que el Señor quiere de mí. Yo conozco el mandamiento, pero no lo he estado obedeciendo. Dios ha hablado a mi corazón, y por Su gracia y el poder de Su Espíritu, yo estoy ondeando la bandera blanca de rendición, y estoy diciendo: «Señor, no solo estoy dispuesta, sino que yo obedeceré lo que Tú me has dicho».
Si esto es verdad para ti, y Dios ha estado hablando a tu corazón acerca de la necesidad de obedecer en alguna área, quiero orar por ti al cerrar esta sesión.
Señor, Tú ves que muchas de nuestras manos están en el aire, y sabemos que otras manos se levantan a medida que Tu traigas otras cosas a nuestras mentes mientras meditamos en lo que hemos compartido. Te doy gracias por la honestidad de estas mujeres. Te doy gracias por la ministración de Tu Espíritu, llamándonos no solo a estar dispuestas, sino también a ser obedientes.
Gracias por el poder del Espíritu Santo que vive en nosotras y que nos capacita para hacer todas las cosas que Tú nos has dicho que hagamos. Que nuestras vidas puedan mostrar la bendición que viene de decir: «Sí, Señor», y de hacer lo que hemos dicho. Oro en el nombre de Jesús. Amén.
Annamarie: Edificando nuestras vidas sobre la Roca juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
1Scott Hafemann, La promesa de Dios y la vida de fe (Crossway, 2001), pp. 86-87.
2"You Want To, Now Will You." Steve Green, Birdwing Music, ASCAP.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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Recursos del Episodio
En Busca de Dios | Semana 6
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