Obediencia al llamado de Dios
Annamarie Sauter: ¿Realmente crees que la gracia de Dios es suficiente para ti, y que Su poder se perfecciona en tu debilidad?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Creemos que necesitamos ser fuertes, y cuando somos débiles, creo que tendemos, por naturaleza, a sentirnos amenazadas por esa debilidad. Pero en realidad, estoy aprendiendo que es mi debilidad lo que me hace una candidata para la gracia de Dios. Cuando soy insuficiente e inadecuada, Él es suficiente. Su gracia es suficiente para este día y todo lo que traerá.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
La lectura de hoy de la Biblia es Éxodo capítulos 19-21.
¿Cuál dirías que es el llamado de Dios para ti? Hoy exploraremos esto al mismo tiempo que celebramos el llamado de Dios para Nancy. Ella cumple ya más de 40 años en el ministerio a tiempo completo, …
Annamarie Sauter: ¿Realmente crees que la gracia de Dios es suficiente para ti, y que Su poder se perfecciona en tu debilidad?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Creemos que necesitamos ser fuertes, y cuando somos débiles, creo que tendemos, por naturaleza, a sentirnos amenazadas por esa debilidad. Pero en realidad, estoy aprendiendo que es mi debilidad lo que me hace una candidata para la gracia de Dios. Cuando soy insuficiente e inadecuada, Él es suficiente. Su gracia es suficiente para este día y todo lo que traerá.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
La lectura de hoy de la Biblia es Éxodo capítulos 19-21.
¿Cuál dirías que es el llamado de Dios para ti? Hoy exploraremos esto al mismo tiempo que celebramos el llamado de Dios para Nancy. Ella cumple ya más de 40 años en el ministerio a tiempo completo, y Dannah Gresh nos acompaña hoy para hacerle algunas preguntas y para ayudarnos a ver la fidelidad de Dios en estos 40 años.
Dannah: Nancy, sé que estás acostumbrada a sentarte en esta silla, pero hoy te sentarás del otro lado y te entrevistaré en tu propio programa de radio.
Nancy: He estado esperando este momento con muchas expectativas, Dannah. Hemos sido amigas durante mucho tiempo, y estoy deseosa de tener esta conversación contigo y con nuestras amigas que están escuchando el programa hoy.
Dannah: ¡Estoy tan emocionada! Has servido al Señor tan fielmente, incluso desde que eras una niña, luego como estudiante de secundaria y como estudiante universitaria. Y en estos días queremos celebrar el momento en que entraste en el ministerio a tiempo completo. Cuéntanos un poco, ¿de qué se trató eso?
Nancy: Hace cuarenta años—ya cuarenta y un años, recién salía de la universidad, y como dijiste, había estado sirviendo en la iglesia local. Enseñé mi primera escuela dominical cuando tenía ocho años, ¡y quedé fascinada! Me encantaba enseñar la Palabra y me encantaba ministrar a otros.
Dannah: Perdón, pero ahora, tengo que preguntarte: ¡Ocho años! ¿A quién estabas enseñando?
Nancy: Oh, a otros niños de ocho años. Creo que el maestro tuvo que ausentarse por una semana o algo así y me preguntaron si podría enseñar.
Dannah: Estaba en tu ADN.
Nancy: Sí, lo estaba. No lo hice todas las semanas en ese momento. Sabes, crecí en un hogar donde la Escritura—la Biblia, era honrada y amada. Mis padres eran cristianos de primera generación, y la maravilla de conocer a Jesús, ese primer amor, no había desaparecido en ellos como les pasa a muchos creyentes.
A ellos les encantaba el ministerio, tenían un corazón para el Señor. Siempre estaban ministrando a otras personas, así que ese era el aire que respirábamos en nuestro hogar, a pesar de que mi papá era un hombre de negocios, un hombre común. Había un verdadero corazón en él para el ministerio, y siempre me encantó eso.
Justo al salir de la universidad, yo era estudiante de piano, así que no era como que yo estaba en clases de Biblia o tomando un curso de teología. Pero yo era una ávida lectora. Me encantaba estudiar esas cosas por mi cuenta. Solo quería servir al Señor. Así que fue una bendición que al salir de la universidad obtuviera un puesto en una iglesia local en el ministerio de niños.
Había estado involucrada en el ministerio de niños desde la secundaria hasta graduarme de la universidad. ¡De eso hace cuarenta y un años ya!
Dannah: ¡Cuarenta y un años!
Nancy: ¡Era demasiado joven en ese momento para tener esa posición! No tenía idea de lo que realmente estaba haciendo.
Dannah: ¿Cuántos años tenías?
Nancy: Tenía diecinueve años cuando me gradué de la universidad, y cumplí veinte poco después de haber obtenido ese trabajo. Tenía mucho que aprender. Pensé que sabía mucho más de lo que en realidad sabía, y si pudiera regresar y volver a hacerlo, probablemente escucharía más y sería más consciente de mi necesidad de aprender.
¡Pero Dios me enseñó tanto! Tuve la alegría de servir bajo personas mayores que yo, que habían estado haciendo eso durante mucho tiempo. Jani DeSaegher era la directora de una de las áreas del ministerio para niños en esa iglesia. Ella era muy experimentada, y también tenía muchos dones en esa área. Ella tenía un don muy especial). Así que tuve ejemplos y modelos, y gente que invirtió en mi vida.
Dannah: Entonces no entraste directo a una posición de liderazgo, ¿o sí?
Nancy: Realmente, a fin de cuentas, resultó que sí. Era una iglesia grande, y tenían en el ministerio de niños un director para cada uno de los diferentes grupos de edad. Fui la directora de niños en primaria. Así que dirigí todo lo relacionado desde el primer grado hasta el tercero. Había alrededor de 400 niños en ese grupo en la iglesia.
Así que entré de lleno, pero lo había estado haciendo durante mi tiempo en la universidad. El Señor había estado preparando mi corazón, pero aún tenía mucho que aprender, ¡todavía tengo mucho que aprender!
Dannah: ¡Sin embargo es un gran estímulo para aquellas que recién comienzan en el ministerio, quizás recién salidas de la universidad o tal vez justo después de la escuela secundaria, porque el Señor las ha llamado al servicio. ¡Mira cuán lejos has llegado y a cuántas personas has impactado!
Te conocemos principalmente como la voz de Aviva Nuestros Corazones, y mujeres de todo el mundo son ministradas con tu enseñanza bíblica. También eres la autora de alrededor de 20 libros.
Y creo que a veces nos sentimos como distantes de ti, pero hoy podemos estar cerca. Le escribí a muchas de esas mujeres en diferentes partes del mundo y les dije: «Si pudieras sentarte a tomar el té con Nancy (porque tú no bebes café), ¿qué le preguntarías a ella?»
Nancy: ¡Exactamente! Tomemos té.
Dannah: Y hoy vamos a poder hacerte algunas de esas preguntas que salen del corazón de algunas de estas mujeres. ¡Esto es muy emocionante! Una mujer me dijo: «¡He soñado con esta oportunidad de sentarme con Nancy y hacerle preguntas! Incluso he ensayado en mi mente las preguntas que le haría, pero ahora que tengo la oportunidad, ¡mi mente se ha quedado en blanco!»
Nancy: ¡Estoy tan, tan agradecida! Me encanta celebrar la fidelidad de Dios en mi vida. Quiero empezar diciendo que cumplir cuarenta años sirviendo en el ministerio es un gran privilegio, pero no es algo para presumir, ¡porque todo se trata de Él! Empecé y he continuado—y trato de continuar aún hoy— en mi llamado de ser una sierva del Señor.
No soy nada especial, ni grande. Hace cuarenta años me sentía tan necesitada, insuficiente, dependiente del Señor, todo estaba por encima de mis habilidades. Y Dannah, así me siento el día de hoy. Tengo mucha más experiencia. He cometido muchos errores. He aprendido mucho. He recibido muchas bendiciones y recompensas—las bendiciones del ministerio.
¡Pero no me siento más calificada para hacer lo que hago hoy, de lo que me sentía en aquel entonces! De hecho, anoche tú y yo intercambiábamos correos electrónicos sobre esto, mientras te dirigías aquí a Aviva Nuestros Corazones. Simplemente decíamos (tú lo entiendes porque has estado haciendo esto durante mucho tiempo), que ambas sentimos que necesitamos tanto del Señor para darnos fuerza, sabiduría y gracia.
Día tras día nos despertamos y decimos: «Señor, si no lo haces hoy, yo no puedo hacerlo». Así que espero que sea un estímulo para otras que están sirviendo al Señor, ya sea en el ministerio o en cualquier llamado que Dios te haya hecho.
Ya sea que tengas tres niños pequeños en este momento, o estés enseñando, o liderando un grupo pequeño, o en el lugar donde trabajas, o donde sea que Dios te haya colocado, ¡piensa que está bien sentirse inadecuada!
Dannah: Me identifico mucho con esas palabras. ¡No sé si sentirme increíblemente animada o un poco desanimada porque esa sensación no va a desaparecer!
Nancy: ¡Deberías sentirte animada!
Dannah: Lo estoy.
Nancy: Porque si alguna vez llegamos a perder la conciencia de cuánto necesitamos a Dios, entonces correremos el riesgo de que Dios simplemente quite Su unción, Su mano, Su presencia de lo que estamos haciendo.
Y no quiero hacer nada, nada —sea bendecir a mi esposo o tener una sesión de enseñanza en Aviva Nuestros Corazones– no quiero hacer nada que no necesite la gracia de Dios y la ayuda de Dios.
Dannah: Hablas de unción, Nancy, y creo que como mujeres que te hemos seguido y que hemos aprendido de ti, podemos ver una unción de Dios en tu vida. Y estoy pensando en el origen de eso. ¿Cuándo empezó? ¿Cuándo comenzó Dios a hablar a tu corazón y supiste que Él te estaba llamando a servirle a tiempo completo?
Nancy: Yo era muy joven, y en ese momento no lo hubiera dicho con esas palabras. De hecho, conocí a Jesús cuando tenía cuatro años. Ese es mi primer recuerdo consciente de entregarle mi vida a Cristo. No conocía muchos términos o conceptos teológicos, como te imaginarás, pero sabía que necesitaba a Cristo y que Él era el Salvador y que había venido a salvarme de mis pecados.
En ese momento, y con el conocimiento que tenía, me entregué completamente a Él. Y ahora miro hacia atrás y puedo verdaderamente decir que ahí fue cuando me convertí en una nueva persona. Pero unos tres o cuatro años después de llegar a conocer al Señor siendo una una niña (probablemente cuando tenía siete u ocho años), comencé a tener cada vez más (y no fue como si fuera un día o un momento) esta sensación de que mi vida le pertenecía a Cristo.
Y quería servirle a Él con toda mi vida, y sentí que Él me estaba llamando para ser Su sierva. No tenía idea de lo que eso significaría, cómo se vería, si estaría casada o soltera. Resultó que estuve soltera la mayor parte de ese tiempo, y fue más tarde que me casé.
No sabía si sería a tiempo completo, pero sabía que quería servir al Señor con todo mi corazón, lo que fuera que eso significara. Y hubo para mí y creo que esto es importante para todas, un momento en que dije: «Señor, lo que sea que quieras hacer con mi vida, soy tuya».
De hecho, por eso es que el versículo que me ministró de manera especial durante todos esos años (¡si tuviera que elegir uno!) fue Lucas 1:38. Ahí es donde María de Nazaret, una niña de catorce años, probablemente una adolescente, le dice al ángel, que ha venido a darle este increíble e imposible llamado: «He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra».
Y te rindes al Señor y le dices: «Señor, lo que quieras, soy tuya. Envíame, dirígeme, guíame, úsame o no. Puede ser en un ministerio público, o puede ser desconocido y sin fama. No importa. ¡Lo que sea que quieras que haga, eso es lo que quiero hacer!» Y puedo decir que desde ese momento hasta hoy, nunca ha habido un momento en el que pudiera imaginarme haciendo otra cosa que servir al Señor, y en mi caso, es un llamado al ministerio.
Dios no nos llama a todas de esa manera. Mi papá no fue llamado así, ni mi mamá. Pero en mi vida, honestamente, ¡no puedo imaginarme haciendo otra cosa! He disfrutado de gran gozo, incluso a través de algunas aflicciones, pruebas, dificultades y fracasos de mi parte.
No siempre lo he hecho bien, pero siempre me he sentido… Es como en una ocasión lo dijo Eric Liddell: «Cuando corro, siento la complacencia de Dios». Cuando hago lo que Dios me ha llamado a hacer aquí, aunque a veces sea a través de «sangre, sudor y lágrimas», siento el agrado de Dios.
Dannah: Cuando te escucho compartir esa historia, la historia de tu llamado, pienso que muchas personas no tienen ese momento… Ese momento en que pasan al frente y tienen una gran sensación de que Dios les ha dicho: «Esta es tu misión. Te estoy llamando a esto». Sin embargo lo que has demostrado es una larga y lenta obediencia en la dirección correcta.
Nancy: Creo que eso es vital, Dannah. Algunas veces mujeres más jóvenes se me han acercado y me dicen: «Quiero hacer lo que tú haces». Quiero ser escritora y quiero ser maestra de la Biblia, ¿cómo lo lograste?»
No hay nada que esté haciendo en el ministerio hoy que yo me lo haya propuesto. No aspiré a nada de esto. No lo busqué. Lo que traté de hacer, Dannah, es lo que animo a cada persona a hacer, y es preguntarl, «Señor, ¿cómo puedo servirte hoy?¿Qué estás poniendo en mi camino que quieres que haga hoy?» Y aprovechar las oportunidades de bendecir y servir al cuerpo de Cristo, y a quien Dios ponga en tu camino.
Pueden ser personas que conocen a Jesús, personas que no conocen a Jesús. Ahora, mirando hacia atrás, descubro que al dar los pasos que Dios tiene para nosotras hoy… Mientras nos ponemos a Su disposición y decimos: «Señor, aquí estoy. Haz conmigo lo que quieras. ¿Con quién quieres que hable? ¿Qué quieres que haga?»
Solo estar atenta a las oportunidades, no para ganar algo para mí, no para obtener una «plataforma». Esa es una palabra que escuchamos que se usa mucho en el ministerio hoy. Creo que tenemos que sacarla de nuestro vocabulario. ¡Esto no se trata de plataformas! Se trata de reflejar a Jesús y el evangelio, cualquiera que sea el llamado que Dios nos haga.
Dannah: ¡Sí, estoy de acuerdo!
Nancy: No se trata de separar lo secular de lo espiritual. Todo se trata de un llamado a seguir a Cristo, a amarlo, a amar a los demás. Y cuando haces lo que Dios ha puesto delante de ti, Él te mostrará cuál es el siguiente paso. Y sea lo que sea, va a ser dulce.
Dannah: A menudo me preguntan, «¿cómo puedo comenzar un ministerio?» La gente me escribe con esta pregunta. Y yo digo: «Ministra un corazón. Mira ese corazón que Dios ha puesto enfrente de ti en este momento». Por supuesto que es así, Nancy;
sin embargo, hasta este punto, el Señor ha puesto delante de ti millones de corazones a través de los libros que has escrito y el programa de radio que has desarrollado, Aviva Nuestros Corazones.
Pero antes de hacerte una pregunta difícil sobre Aviva Nuestros Corazones, quiero hacerte una pregunta un poco más fácil. Una mujer me escribió y preguntó: «¿Puedes preguntarle a Nancy cómo fue que el programa de radio se convirtió en su llamado?» Nancy cuéntanos esa historia.
Nancy: ¡Hay una versión larga, y hay una versión corta! Permíteme darte la versión corta hoy, porque se desarrolló a lo largo de un proceso que duró varios años. Me han hecho esa pregunta anteriormente. Solo quiero reiterar que la radio no es mi llamado.
¡Seguir a Jesús y proclamar el evangelio es mi llamado! Así que lo hago a través de la radio, a través de podcasts, a través de escritos –libros, artículos– de la hospitalidad, amando a mi esposo, siendo tu amiga y a través de nuestra amistad. ¡Hacemos eso de muchas maneras diferentes! Así que la radio en sí misma no es el llamado.
Pero creo que mucha gente sí quiere saber cómo comenzó Aviva Nuestros Corazones. Muchas de nuestras oyentes recordarán a Elisabeth Elliot—una mujer que ha tenido un gran impacto en nuestras vidas a través de sus libros y sus escritos. Ahora ella está con el Señor.
Crecimos escuchando su programa de radio Gateway to Joy (en inglés). Transcurrieron unos pocos años, buscando lo que el Señor tenía como el siguiente paso en mi vida. Y luego fui retada a comenzar un ministerio de radio para mujeres (esto era cuando la gente realmente escuchaba la radio, y no teníamos podcasts ni Internet).
En ese transcurso, Elisabeth Elliot se retiró de su programa diario. El ministerio que dirigía su programa vino donde mí y me hicieron la pregunta: «¿Considerarías desarrollar un programa que sustituya Gateway to Joy?» Y en la providencia de Dios, así sucedieron las cosas… ¡Pero dejame decirte que estaba muerta de miedo!
Dannah: Eso iba a preguntarte, ¿te temblaban las piernas?
Nancy: ¡Elisabeth Elliot fue todo un ícono! Ella era una heroína para muchas de nosotras. Todavía me encuentro con mujeres que me dicen: «Elisabeth Elliot fue mi madre espiritual». Ella impactó nuestras vidas tan profundamente. Y pensé, ¡no puedo llenar sus zapatos!
En primer lugar, ella había enviudado dos veces—su primer esposo había sido martirizado. ¡Ella tenía una historia increíble! Siendo honesta yo no quería esa historia. No hay otra Elisabeth Elliot. Y no hay otra Dannah Gresh.
Dannah: Y no hay otra Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy: …o quien sea que nos esté escuchando ahora. Para ese tiempo yo había estado en un ministerio itinerante durante diez años más o menos, viajando y haciendo conferencias de mujeres. Así que tenía unos trece mensajes que repetía una y otra vez.
¡La idea de tener que preparar contenido diario fue un reto enormemente desalentador para mí! Estamos hablando de 260 veces al año, de lunes a viernes, ¡cincuenta y dos semanas al año! Dije: «¡No hay forma en que yo pueda hacer esto!»
Pero Dios comenzó a mostrarme que Su Palabra era un pozo de sabiduría ilimitado e inagotable, y que puedes pasar toda una vida enseñándola y no quedarte sin material y que Dios me daría lo que necesitaba, un día a la vez, para llevar a cabo ese llamado. Así que solo dije: «Está bien, Señor, soy tu sierva. Hágase conmigo como Tú has dicho».
Dannah: Sacas a relucir un buen punto, y es cuando dices: «¡No puedo hacer esto!» «No sé si pueda hacer esto». Muchas mujeres tienen preguntas acerca de las cosas duras tras bastidores. Y acabas de decir, no es lo que has hecho, sino cómo lo has hecho lo que realmente es importante en todo esto.
Otra oyente me escribió y quiere saber: «¿Cuál es el momento más difícil que puedes recordar, en que tu fe haya sido probada?» Ella también dice: «¿Cómo te ministró el Señor en ese momento?» Quizás puedas llevarnos a un momento específico de gran prueba.
Nancy: Bueno, ha habido muchos momentos diferentes, y cada nueva temporada tiene sus propias dificultades. Permíteme comenzar citando a un pastor amigo; él dice: «Lo difícil es difícil, pero lo difícil no es necesariamente malo. Lo difícil nos impulsa con fuerza hacia el corazón y a la suficiencia de Cristo».
En medio de algo difícil piensas, ¡nunca superaré esto!¡No puedo poner un pie delante del otro!No puedo continuar! He tenido muchos de esos momentos en el ministerio. Pero cuando hablas de esto, lo primero que me viene a la mente son los primeros años en la radio.
En ese tiempo grabábamos en Little Rock, Arkansas, Family Life Today (Vida en familia hoy) que es un programa que quizás muchas de ustedes escuchan. Ellos nos entrenaban, preparaban y producían el programa.
Grabábamos los lunes y los martes, no todas las semanas, pero sí muchas semanas durante la primavera y el otoño. Así que durante todo el fin de semana yo hacía la preparación final para grabar dos días completos de nuevo contenido. Han pasado los años y ya no puedo hacer dos días seguidos, pero en aquel entonces lo hacía.
Aprovechábamos hasta el último minuto. Era cuando hacíamos programas de quince minutos. Tenía que preparar treinta programas nuevos para el siguiente lunes y martes. Cuando iba por la mitad, yo pensaba: ¡No puedo, no puedo hacer esto!
Llamaba a una amiga y me echaba a llorar. Estaba sentada en mi estudio, sola, diciéndome: «¡No puedo hacer esto!» Me sentía tan necesitada, tan indefensa, tan falta de confianza. Y Bob Lepine de Vida en familia hoy (muchas reconocen ese nombre), él fue quien me dio gran parte del entrenamiento en ese tiempo.
Cuando entraba a la sesión de grabación los lunes por la mañana, muchas veces había pasado la mitad de la noche tratando de preparar mis notas, y pensando: ¡Aún no estoy lista! Y Él me decía: «Este es un momento como el del mar Rojo, ¿no es así? Estamos a la altura del mar Rojo. ¡Ahora mira lo que Dios va a hacer!»
Dannah: ¡Guau!
Nancy: Te digo, Dannah, una y otra y otra vez—y hasta el día de hoy—regreso a las sesiones de grabación. Ahora solamente grabamos un día, y es un programa más largo, por lo que hacemos solo ocho. ¡Pero es un día completo! Son horas de enseñanza de material nuevo. A menudo he estado despierta hasta pasada la medianoche, hasta la 1 o 2 de la madrugada. Tengo los ojos nublados. Todo el material es nuevo, y pienso que no está quedando bien. Entonces me digo: «¡Este es un momento frente al mar Rojo!»
Otras veces ha sido algo relacionado con las finanzas del ministerio, y nos preguntamos: «¿Cómo vamos a pagar las facturas este mes?» A veces ha estado relacionado con una necesidad de personal, «¿cómo vamos a llenar este puesto?» Llegamos a ese momento frente al mar Rojo, y decimos: «¡No hay forma de salir de esta!»
Pero te quedas quieta y ves la salvación del Señor. Y ves a Dios venir. Y dices: «¡No puedo hacer esto!» Gritas: «¡Oh Señor, ayúdame!» No sé si hay alguna otra oración— son solo dos o tres palabras—no hay otra oración que sea más dulce para el corazón de Dios.
He visto cómo Él ha respondido tantas veces esa oración, cuando me siento atrapada entre la espada y la pared, y veo como Dios abre el camino y se manifiesta.
No es que no haya estudiado, no es que no me haya preparado, no es que no hayamos hecho las cosas que creemos que debemos hacer en el ministerio para llenar cualquiera que sea la necesidad. Pero luego llegas allí, y dices: «¡No puedo hacer esto!» Y ves cómo Dios se manifiesta.
Dannah: Mientras cuentas esto, me llega a la mente la imagen de la maternidad. Tú has sido una madre espiritual para muchas mujeres, y cuando hablas de eso me llega el proceso que pasamos las que hemos sido madres biológicas.
Nancy: Bueno, comenzando con el trabajo de parto y el alumbramiento.
Dannah: Sí, el trabajo de parto y el alumbramiento. Estás agotada físicamente, pasas días sin dormir. No tienes los recursos –el dinero, la comida, lo que sea. ¡Así que es un gran estímulo para las madres jóvenes que están escuchando!
Nancy: Creemos que necesitamos ser fuertes, y cuando somos débiles, creo que tendemos, por naturaleza, a sentirnos amenazadas por eso. Pero en realidad, estoy aprendiendo que es mi debilidad lo que me hace una candidata para la gracia de Dios. Cuando soy insuficiente e inadecuada, Él es suficiente. Su gracia es suficiente para mí para ese día y todo lo que traerá.
No puedo ver cómo Él va a proveer, no puedo ver cómo Él se va a manifestar. Si alguna vez llegara a un momento donde sintiera que soy fuerte sin Él, pienso que me encontraría en un lugar peligroso.
Dannah: De lo que estás hablando es de una perspectiva importante. Tú has escrito una lista de potenciales dificultades del ministerio, en la que dices que si perdemos la perspectiva, comenzamos a perder la capacidad de ministrar con eficacia.
Nancy: Creo que perdemos la perspectiva de dos maneras, y esto es cierto ya sea que estés sirviendo en el ministerio o estés sirviendo al Señor en una oficina, o seas maestra, o compartas el cuarto en la universidad con una amiga, o seas una madre con tres adolescentes, o lo que sea, una madre soltera.
Olvidamos cuán grande es Dios, y cuando lo hacemos, eso nos lleva a desanimarnos. No puedo decirte cuántas veces, Dannah, he tenido la tentación de tirar la toalla –en el ministerio, en la vida, en las relaciones– salirme de la carrera.
Dannah: ¡Guau!
Nancy: Y sabes? Mientras más edad tengo, diría que se ha vuelto más difícil, porque estoy más cansada. No tengo la misma energía que tenía cuando comencé hace cuarenta años. Si olvido lo grande que es Dios, eso me lleva al desaliento.
Pero la otra forma de perder la perspectiva es si olvido lo poco que soy, porque eso me lleva al orgullo y la autosuficiencia. Entonces, de cualquier manera, tengo que mantener a Dios al frente y en el centro. Si Él es grande, entonces me daré cuenta de que tengo suficiente. ¿Qué no puede hacer Dios por mí? Y si me hago demasiado grande, ¿por qué necesitaría a Dios? Así que quiero mantener todo eso en perspectiva.
Y cuando me siento increíblemente abrumada... que no sé si todas las demás se identifican conmigo, pero me pasa mucho. Tal vez Dios solo quiere seguir recordándome lo grande que es Él, lo poco que soy, pero lo mucho que Él me ama, lo mucho que le importo y lo comprometido que Él está en ayudarme a dar el siguiente paso.
Dannah: Esas son excelentes herramientas para nosotras mientras nos enfrentamos a nuestros propios momentos frente al mar Rojo; en la vida y en el ministerio. Déjame hacerte otra pregunta difícil, Nancy.
Joy, de Ohio, hizo esta pregunta: ¿Tienes algo que lamentar? ¿Qué es lo que desearías haber hecho de manera diferente en los últimos cuarenta años?»
Nancy: Puedo decirte más de una. ¿Puedo decirte dos cosas?
Dannah: Claro, este es tu programa.
Nancy: Y si tuviera más tiempo para pensarlo, sin duda se me ocurrirían otras. Pero las dos primeras que vienen a mi mente... En primer lugar, desearía haberme estresado y preocupado menos acerca de cómo superar la siguiente tarea.
Ojalá hubiera confiado más, confiado en la grandeza de Dios, confiado en la bondad de Dios, confiado en la provisión de Dios, confiado en las promesas de Dios, y no haber tomado el peso del mundo sobre mis propios hombros, tan a menudo como lo hago.
Y la segunda cosa, y claramente ambas se relacionan entre sí: Aun hoy desearía estar más centrada en «ser» en mi relación con el Señor, que en «hacer». Y para mí no es solo porque creo que necesito hacer cosas para agradar al Señor, aunque sé que es una batalla que nosotras podemos tener…
Pero para mí, es muy fácil quedar atrapada en las tareas, las demandas del ministerio. ¡Y ahora con el correo electrónico y los mensajes de texto, mientras más hagas, mientras más personas tienen acceso, mientras más personas son bendecidas por el ministerio, más personas quieren cosas de ti!
Dannah: ¡Esa es una distracción!
Nancy: Hay muchas distracciones. Muchas las creamos nosotras mismas y muchas las generan otras personas. «¡Muchas personas me aman y tienen un plan maravilloso para mi vida!» Y hay muchas cosas que quiero hacer. Pero, ya sabes, hace años cuando comencé a trabajar en el ministerio, en realidad hablé con un pastor anciano, sabio y piadoso que ya lleva muchos años con el Señor.
Le pregunté: «¿Cuál sería el único consejo me darías ahora que estoy empezando en el ministerio?» (Creo que tenía dieciocho años en ese momento). Esto fue lo que me dijo: «¡Dale tus mañanas a Dios!» Fue un hombre fiel durante muchos, muchos años en el estudio, en la adoración, en la meditación, en la oración.
Y ciertamente valoro enormemente el tiempo que tengo con el Señor por la mañana y a otras horas del día, así que me empapo de la Palabra. Paso mucho tiempo simplemente estando a solas con el Señor. Pero en retrospectiva, ¡ojalá lo hubiera hecho más!
Dannah: Bueno, Nancy, muchas mujeres hicieron preguntas sobre tu vida privada de oración, pero quiero reservar ese tema para mañana. Pero eso me recuerda uno de tus libros que me encanta, y que ayuda a las mujeres a entrar en un tiempo de comunión privada con Dios.
Nancy: Creo que te estás refiriendo a, A Place of Quiet Rest (En la quietud de Su presencia), que en realidad es el primer libro que escribí. A menudo he dicho que si solo pudiera compartir un mensaje con las mujeres, sería el mensaje de ese libro, porque habla de cómo tener una vida devocional personal, cultivando la intimidad con Dios a través de ese tiempo con el Señor.
Dios ha sido tan fiel a lo largo de los años, no solo al proveer lo que necesitaba enseñar y ser sostenida en este ministerio, sino que también ha levantado muchos colaboradores que han apoyado financieramente al ministerio y han hecho posible su alcance en todo el mundo.
Dannah: Es un libro que he usado en mi propia vida para cultivar mi tiempo a solas con el Señor, y me parece tan rico y lleno de tesoros. Cuando leía sentía que no solo me estaba acercando más a Jesús, sino que era guiada por una conversación con una amiga cercana. Esa amiga eras tú, solo que en ese tiempo aún no te conocía.
Nancy: ¡Guau! Y pensar en la alegría que hemos tenido de servirle juntas, ahora, en los últimos doce años más o menos.
Dannah: Así es. Y mañana exploraremos más profundamente el tema de tener un momento personal de quietud con el Señor. Tengo muchas más preguntas de tus oyentes, Nancy. De hecho, ¡una de ellas es una pregunta sobre tu esposo Robert! Solo una pregunta.
Nancy: ¡Anticipo eso!
Dannah: ¡Sí, será divertido! Las guardaremos para mañana cuando continuemos celebrando tu cuadragésimo aniversario de ministerio, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Annamarie: Has estado escuchando a Dannah Gresh en conversación con Nancy DeMoss Wolgemuth. ¡Asegúrate de acompañarnos mañana para la continuación de esta conversación!
Celebrando la fidelidad de Dios juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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