Nuestra respuesta
Sarah: En la Biblia, los verdaderos seguidores del Señor no reducían su vida espiritual a una hora el domingo por la mañana. Aquí está Nancy DeMoss de Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Lo estaban tomando en serio. Esta es una iglesia seria. Esto es como fanatismo religioso cuando lo comparas con la forma en que vamos a la iglesia hoy en día. Hacemos nuestra actividad, de 11: 00 a 12: 00; esa es mi propina a Dios, mi cuota para Dios, cumplo con ir a la iglesia. Pero esta gente se lo tomaba en serio. Esto era el centro de sus vidas, el centro de su semana. Era su vida.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «¡Vamos a la iglesia!», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 23 de abril de 2024.
Sarah: ¿Cuántos grandes sermones has escuchado en tu vida? …
Sarah: En la Biblia, los verdaderos seguidores del Señor no reducían su vida espiritual a una hora el domingo por la mañana. Aquí está Nancy DeMoss de Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Lo estaban tomando en serio. Esta es una iglesia seria. Esto es como fanatismo religioso cuando lo comparas con la forma en que vamos a la iglesia hoy en día. Hacemos nuestra actividad, de 11: 00 a 12: 00; esa es mi propina a Dios, mi cuota para Dios, cumplo con ir a la iglesia. Pero esta gente se lo tomaba en serio. Esto era el centro de sus vidas, el centro de su semana. Era su vida.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «¡Vamos a la iglesia!», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 23 de abril de 2024.
Sarah: ¿Cuántos grandes sermones has escuchado en tu vida? En realidad, la pregunta más importante es: ¿cuántos sermones has puesto en práctica? No importa qué tan elocuente, conmovedor o acertado sea un sermón, no servirá de mucho si no impacta tu vida. Nancy nos ayudará a poner más de la verdad en práctica mientras continúa en una serie titulada: «Cómo escuchar un sermón».
Nancy: Bueno, hemos estado hablando toda esta semana acerca de sacar el máximo provecho de un sermón, cómo escuchar la predicación de tu pastor. Y confío en que las cosas que hemos compartido, ayudarán a preparar tu corazón mientras te preparas para adorar con el pueblo de Dios este próximo Día del Señor.
Permíteme animarte a que el próximo fin de semana estés con el pueblo de Dios. No vas a sacar nada del sermón de tu pastor, si no lo escuchas, si no estás allí para participar con el pueblo de Dios.
Y a menudo, he tenido la sensación a lo largo de los años, cuando he orado por un avivamiento y he querido buscar a Dios para que envíe un avivamiento a nuestros días, de que tal vez pudiera suceder, que quizás el fuego de ese avivamiento se encendería un domingo por la mañana, cuando en todo el país y en todo el pueblo de Dios en el mundo se reúne para escuchar la predicación de Su Palabra.
Ora durante este fin de semana. Ora el sábado en la noche y el domingo en la mañana. Y como hablamos anteriormente en esta serie, un pastor hizo que su gente estuviera orando hasta que llegó el avivamiento. Ora para que Dios derrame Su Espíritu sobre los corazones de Su pueblo mientras la Palabra es proclamada este fin de semana.
Y quizá estés pensando: «No hay un derramamiento del Espíritu en mi iglesia». Bueno, no sabes cuando Dios decidirá moverse. Y aunque nadie más en tu iglesia esté respondiendo a la predicación de la Palabra de Dios, tú puedes hacerlo. Dios puede hablarte, y Él te hablará si tu corazón está preparado.
Ahora bien, ya hemos hablado de cómo preparar nuestros corazones con la predicación de la Palabra, y de cómo escuchar un sermón, cómo ir a la iglesia y cómo participar en el servicio.
Pero hoy quiero enfocarme en lo que creo que es realmente otra parte importante de escuchar un sermón, y es lo que se hace cuando termina el sermón: la importancia de responder a la Palabra predicada.
Y quiero darte varias sugerencias que han sido muy útiles para mí. Veremos varios pasajes en la Palabra de Dios que nos darán una base para esto.
En primer lugar, en términos prácticos, te animo a que le pidas a Dios, mientras escuchas el sermón este próximo Día del Señor, que te permita sacar al menos una enseñanza del mensaje: quizás un concepto o una frase clave, tal vez un versículo que puedas llevar contigo y repasar durante la semana.
Pero no solo del culto dominical; si asistes a la escuela dominical o a un estudio bíblico durante la semana, puedes aplicar estos mismos principios. Pídele a Dios que te dé una enseñanza para llevar contigo. Anótalo para que no se te olvide. Es sorprendente lo rápido que olvidamos lo que escuchamos el domingo.
A mí me ha pasado, y estoy segura de que a ti también, que a veces el domingo por la noche, apenas puedo recordar lo que escuché horas antes. Eso es porque salimos de la iglesia e inmediatamente tenemos el mundo entrando en nuestro sistema.
Pasamos a leer libros, revistas, ver programas de televisión y radio, hablar con la gente, y cuando salimos de la iglesia olvidamos lo que acabamos de escuchar. Yo uso el boletín de la iglesia, o suelo llevar conmigo un cuaderno para no olvidar lo que escuché. Así que anota algo que quieras llevarte contigo y repásalo durante la semana.
Luego, cuando termina el servicio, y sé que la gente hace esto de manera diferente, y los servicios de la iglesia terminan de manera diferente, pero quiero animarte a que al final de un servicio no te apresures a entrar en una conversación que no se relaciona con lo que acabas de escuchar.
Siempre que tengas la oportunidad, habla con las personas que te rodean; tómate un tiempo para comentar lo que acabas de escuchar. No hace falta que pases horas haciéndolo. Simplemente reflexiona sobre ello: «¿No fue maravilloso? Ese versículo nunca lo había visto desde esa perspectiva». Cuando escuchas algo, solo vas a recordar un pequeño porcentaje de ello. Si escribes notas sobre lo que escuchas, recordarás un poco más. Si después se lo cuentas a otra persona, recordarás mucho más.
Y por cierto, esa es una de las razones por las que me encanta mi trabajo, porque no solo puedo estudiar la Palabra y escuchar cómo se enseña, sino que tengo la responsabilidad, día tras día, de compartirla con los demás. Para mí es una gran bendición, porque me ayuda a recordar las cosas que he escuchado y a mantener en mi corazón las cosas que he estudiado cuando las comparto con los demás.
Así que, sé una maestra; repite lo que aprendiste y escuchaste. Comparte con otros cómo Dios te ha hablado. No tengas miedo de ser diferente, de ser honesta o de tomar la iniciativa. ¡Hazlo!
Si has tenido convicción de pecado, si Dios ha señalado algo en tu corazón, si se lo has pedido, entonces no tengas miedo de ir donde alguien más y decirle: «Sabes, Dios realmente me habló esta mañana acerca de ____ (llena el espacio en blanco)». Puede que ni siquiera haya sido algo que el pastor dijo específicamente en su mensaje, sino algo que el Espíritu Santo aplicó a tu corazón.
Y madres (y sé que tenemos algunos papás que escuchan Aviva Nuestros Corazones), esta es una gran manera de discipular a sus niños desde que son pequeños: que te escuchen hablar humildemente después de escuchar el mensaje, en lugar de criticar el mensaje, la manera en que el predicador habló o no habló, de lo aburrido que era, que tus hijos puedan escucharte hablar humildemente sobre la predicación.
Mamás, ¿no les gustaría que sus hijos adolescentes tuvieran corazones humildes y receptivos a la verdad? ¿Están viendo eso modelado en ti? ¿Te escuchan decir: «Dios me habló esta mañana. Me doy cuenta de que en nuestro hogar, la forma en que he estado hablando no es consistente con lo que dice la Palabra de Dios. Por favor, perdónenme»?
Esas son palabras maravillosas. ¿Qué haría eso en el entorno de tu hogar, si tus hijos te escucharan humillarte y responder a la Palabra de Dios?
Si somos demasiado rápidas para saltar a una conversación sin sentido sobre el partido de fútbol de la noche anterior, o el partido que habrá ese día, o el programa de televisión o la película que acabamos de ver, lo que puede suceder es que interrumpamos la obra del Espíritu Santo en nuestro propio corazón o en los corazones de otras personas, la convicción del Espíritu y la obra del Espíritu.
Así que, al terminar el servicio, sé sensible a lo que Dios está diciendo y haciendo con Su pueblo que se reúne. Busca oportunidades para compartirlo con los demás mientras esté fresco en tu mente; coméntalo con los demás.
Luego, al salir del culto y en los días siguientes, sé hacedora de la Palabra y no solo oidora. No basta con escucharla, no basta con contársela a otra persona, sino que la verdadera prueba de cómo has escuchado ese sermón viene cuando llegas a casa.
Y llega el lunes por la mañana cuando estás en el trabajo. Llega el martes por la noche cuando tu familia está en medio de una gran discusión. Eso es lo primero que debes tener en mente: lo que escuchaste el domingo por la mañana, debes aplicarlo a lo largo de la semana en las circunstancias y situaciones cotidianas de la vida real. Permite que cambie la manera en que piensas y respondes; la manera en que debe vivir una hija de Dios, no solo como oidora de la Palabra, sino hacedora.
En Santiago 1:21 dice: «Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, reciban ustedes con humildad [acepten humildemente] la palabra implantada, que es poderosa para salvar sus almas». La Palabra de Dios nos transforma, pero tenemos que recibirla con humildad. Luego, Santiago dice en el versículo 22: «Sean hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos».
Si escucho la Palabra de Dios, ya sea en mi tiempo devocional a solas, o aquellas de ustedes que son estudiantes y van a un colegio cristiano, y tienen sus Biblias todos los días, cuando escuchas la Palabra de Dios, cuando vas a la iglesia o a un estudio bíblico, cada vez que escuchas la Palabra de Dios predicada y la dejas entrar en tus oídos, pero luego te vas y no haces nada acerca de lo que has escuchado, las Escrituras dicen que te estás engañando a ti misma. Te mientes a ti misma.
Te estás metiendo algo en la cabeza que no está en tu vida. Eso es hipocresía. No nos gusta verla en otros, pero somos muy rápidas para excusarla en nosotras mismas. La dejamos entrar por un oído y salir por el otro.
Y déjenme decirles esto, yo estudié en una escuela cristiana, y fui a muchas clases de Biblia, y a muchas capillas.
También fui a una universidad cristiana. He escuchado muchos sermones predicados en mi vida, y eso me hace muy responsable porque el peligro es que escucho más de lo que vivo. Entonces lo que sucede es que mi corazón se endurece, y la Palabra implantada en mi corazón no se deja ver. No hace nada en mí si no respondo a ella, si no soy hacedora de esa palabra y digo: «Sí, Señor, pondré eso en práctica en mi vida».
He citado anteriormente en esta serie a E. M. Bounds. Él dice: «Un buen oyente es un hacedor de la palabra. Su vida en la semana es una aplicación y reproducción del último sermón del Sabbath, y esto le da una buena preparación para la próxima buena predicación» (p. 226).
Si he estado aplicando lo que escuché en el último sermón, eso prepara mi corazón para escuchar el siguiente. Es como cuando recibía clases de piano en mi infancia. Yo estudié piano en la universidad. Por años tuve lecciones de piano, yo iba y tomaba mis lecciones. Mi profesor me enseñaba lo que necesitaba saber.
Pero solo había una manera que realmente me ayudaba a aprenderme las lecciones. ¿Y cuál era? Volver a casa y practicar esas escalas, esos acordes, las partes difíciles de esa pieza musical, una y otra vez. Así es como se aprende algo de verdad. Así es como lo consigues.
Y no somos las únicas que corremos el peligro de escuchar cosas sobre las que no hacemos nada. Dios habló a su siervo Ezequiel, un profeta del Antiguo Testamento, y le dijo: «Mi pueblo viene a ti, como de costumbre, y se sienta ante ti para escuchar tus palabras, pero no las ponen en práctica». Vienen a la iglesia, y lo hacen consistentemente. Vienen y te escuchan, se sientan delante de ti, escuchan tus palabras, pero no las ponen en práctica.
«. . . oyen tus palabras y no las cumplen sino que siguen los deseos sensuales expresados por su boca, y sus corazones andan tras sus ganancias. Y tú [Ezequiel] eres para ellos como la canción de amor de uno que tiene una voz hermosa y toca bien un instrumento. . .» (Ez. 33:31-32).
Ezequiel está diciendo que la gente sale del servicio y dicen: «¡Oh, qué hermoso sermón! Pastor, usted predicó de maravilla. ¡Fue un gran sermón! Usted es muy elocuente y un gran predicador. Es tan entretenido y muy interesante escucharlo». Hacen cumplidos sobre el sermón, escuchan Tus palabras, pero no las ponen en práctica.
Escucha, el sermón más hermoso, el más increíblemente predicado, es inútil si no haces algo con lo que acabas de escuchar.
Ahora bien, en la última sesión estudiamos el capítulo 8 de Nehemías. Estudiamos los primeros doce versículos. Pero quiero que retomemos ese relato y veamos lo que sucedió después del increíble servicio de adoración que leímos ayer, en el que la gente estuvo de pie y escuchó la Palabra predicada durante seis horas. ¡Un servicio largo en el que había corazones hambrientos!
Mira lo que ocurrió después. Nehemías 8:13-14:
«Al segundo día los jefes de casas paternas de todo el pueblo, los sacerdotes y los levitas se reunieron junto al escriba Esdras para entender las palabras de la ley. Y encontraron escrito en la ley que el Señor había mandado por medio de Moisés que los israelitas habitaran en tabernáculos durante la fiesta del mes séptimo».
Esa era la Fiesta de los Tabernáculos, cuando se reunían en el séptimo mes. Ellos leyeron la Palabra del Señor, y encontraron que cada séptimo mes del año se suponía que celebraran la Fiesta de los Tabernáculos, construyendo tiendas y viviendo en ellas durante esta fiesta. Pero se dieron cuenta de que no habían leído ni hecho eso por años.
Ellos escucharon la Palabra de Dios, y se dieron cuenta de que lo que estaban haciendo no era consistente con la Palabra de Dios. Entonces, ¿qué hicieron? Versículo 16:
«El pueblo salió y trajeron las ramas y se hicieron tabernáculos, cada uno en su terrado, en sus patios, en los patios de la casa de Dios, en la plaza de la puerta de las Aguas y en la plaza de la puerta de Efraín».
Estas personas no hicieron esto a medias. Cumplieron cada palabra escrita para obedecer al Señor: «Dios quiere tiendas. Quiere que vivamos en ellas». No preguntaron por qué. No dijeron: «¡Eso es anticuado!», o, «Eso no se aplica a la actualidad». Salieron y las hicieron y las pusieron por todas partes. Versículo 17:
«Toda la asamblea de los que habían regresado de la cautividad hicieron tabernáculos y habitaron en ellos. Los israelitas ciertamente no habían hecho de esta manera desde los días de Josué, hijo de Nun, hasta aquel día. Y hubo gran regocijo».
Llegamos a los servicios de nuestra iglesia y queremos que los músicos nos entretengan con una bonita adoración. Pero Dios dice: «No, una bonita adoración no es el enfoque. El enfoque es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica». Eso es lo que trae alegría, un «gran regocijo». No deberías salir triste de la iglesia.
Y puede que salgas triste, pero una vez que obedezcas lo que Dios ha dicho, una vez que te hayas arrepentido, una vez que hayas dicho «Sí, Señor», una vez que hayas aplicado la Palabra a tu vida, la tristeza se irá y el gozo vendrá.
Versículo 18: «Esdras leyó del libro de la ley de Dios cada día, desde el primer día hasta el último día».
Y esta era una fiesta de ocho días, si mal no recuerdo. Día tras día se reunieron para escuchar la Palabra de Dios. No se cansaban de escucharlo. Celebraban la fiesta siete días, y el octavo día había una asamblea solemne, según la ley, la regla.
Así que tenemos aquí a la congregación escuchando la Palabra, el pueblo de Dios reuniéndose para escuchar la Palabra de Dios.
Luego tenemos, como vimos ayer, un arrepentimiento colectivo. Lloraban mientras escuchaban la Ley, porque comprendieron que la habían desobedecido.
Y hoy estamos viendo la obediencia colectiva: salieron e hicieron lo que Dios dijo que hicieran. Finalmente, tenemos gozo colectivo: ¡gran regocijo!
Esa clase de gozo, emoción y entusiasmo no se puede fabricar. No lo puedes producir por ti misma. Lo puedes intentar, pero durará poco. Pero cuando el gozo es producido por una respuesta interna, al decir: «¡Sí, Señor!» ¡Ese es un gozo insaciable!
El pueblo de Dios debería ser el pueblo más alegre de la tierra. Nuestros lugares de adoración deberían ser gozo y celebración, y lo serán cuando se conviertan en lugares para escuchar y responder a la Palabra de Dios.
Imagínate si el pueblo de Dios en tu iglesia y en la mía, y en las iglesias de todo el mundo, no solo viniera a la iglesia a escuchar la predicación de la Palabra, sino que realmente recibieran las enseñanzas, y lleguen a sus hogares a obedecer lo que escucharon en la iglesia el domingo.
¿Puedes imaginar el impacto del pueblo de Dios en la comunidad? Cuando estudiamos sobre el perdón el domingo, y el pueblo de Dios sale a la comunidad el lunes para ser realmente perdonadores, ¿te lo imaginas? Cuando la gente en el mundo vea eso, se detendrá y tomarán nota. Dirán: «¡Esto es real!».
Pero tristemente, hoy en día es todo lo contrario, la gente del mundo mira y dice: «Son como nosotros, excepto que van a la iglesia los domingos. Bueno, yo prefiero dormir el domingo». Eso es lo que el mundo está pensando porque no están viendo en nosotros algo que les haga tener hambre de tener lo que nosotros tenemos.
A propósito, dieciséis días después de este mover del Espíritu de Dios entre Su pueblo, la gente volvió a buscar a Dios. Mira el siguiente versículo. Nehemías capítulo 9, versículos 1-3:
«El día veinticuatro de ese mes se congregaron los israelitas en ayuno, vestidos de cilicio y con polvo sobre sí. Y los descendientes de Israel se separaron de todos los extranjeros, y se pusieron en pie, confesando sus pecados y las iniquidades de sus padres. Puestos de pie, cada uno en su lugar, una cuarta parte del día estuvieron leyendo en el libro de la ley del Señor su Dios, y otra cuarta parte, estuvieron confesando y adorando al Señor su Dios».
Lo estaban tomando en serio. Esta era una iglesia seria. Esto es como fanatismo religioso cuando lo comparas con la forma en que vamos a la iglesia hoy en día. Hacemos nuestra actividad, de 11: 00 am a 12: 00 pm, y ya esa es nuestra propina para Dios, nuestra cuota para Dios; cumplí con ir a la iglesia.
Pero esta gente lo tomó en serio. Esto era el centro de sus vidas, el centro de su semana. ¡Era su vida!
La Palabra de Dios es tu vida. Algunas de nosotras estamos espiritualmente débiles, patéticas y desnutridas porque no hemos estado prestando verdadera atención a la Palabra de Dios. En nuestra adoración como congregación, estamos en modo automático, pero no hay una respuesta genuina a la Palabra de Dios.
Así que durante una cuarta parte del día, es decir, tres horas, tal como estaba configurado su reloj, durante tres horas leían la Palabra de Dios. La escuchaban. Durante otras tres horas, respondían. ¿Cómo lo hacían? En confesión y adoración. Fíjate en el orden: Primero la confesión, luego la adoración.
Cuando has confesado los pecados por los que Dios te ha dado convicción, Dios muestra misericordia hacia ti, entonces tienes razón para adorar. Al final de todo esto, el pueblo hizo un pacto nacional para obedecer a Dios.
En el libro de Hebreos, capítulo 4, el autor reflexiona sobre los hijos de Israel en un periodo anterior en el Antiguo Testamento, él dice que el mensaje que escucharon en esos días «no tenía valor para ellos». Algunas de sus traducciones dicen: «no les sirvió de nada».
¿Por qué?, porque «. . .la palabra que ellos oyeron no les aprovechó por no ir acompañada por la fe. . .» (v. 2). ¡No la creyeron! ¿Y cómo sabes si realmente creíste lo que oíste? ¡Lo haces! ¡Lo obedeces!
Amigas, jóvenes, pueden escuchar la Palabra de Dios hasta que sus oídos se cansen. Pueden ir a la iglesia todos los domingos de su vida. Algunas de ustedes no tienen opción de no asistir a la iglesia porque sus padres son cristianos, así que tienen que estar allí. Algunas de ustedes no tienen la opción de no estar en la escuela cristiana porque sus padres son cristianos y quieren que reciban una educación académica cristiana, así que tienen que estar allí.
Pero les digo, sí tienen una opción acerca de cómo escuchar la Palabra de Dios. Pueden escuchar la Palabra de Dios domingo, tras domingo, tras domingo, día, tras día, tras día, y no tendrá ningún valor para ustedes si no responden a ella con fe y obediencia.
Así que, como intentamos hacer cada día en Aviva Nuestros Corazones, pero ahora hagámoslo personal. Permíteme hacerte algunas preguntas, y tú las respondes en tu corazón.
- ¿Tienes el compromiso de obedecer todo lo que Dios te muestre de Su Palabra?
- ¿La actitud de tu corazón es: «Sí, Señor»?
- ¿Has respondido con fe? Es decir, ¿actúas conforme a la Palabra que has escuchado?
- ¿Es tu corazón buena tierra que recibe la Palabra y produce fruto?
- ¿Estás dispuesta a dejar que el mensaje que escuchas te juzgue a ti en lugar de juzgar tú al mensaje?
Y déjame decirte que hay algo muy malo en la forma en que vamos a la iglesia hoy en día para criticar al pastor, para criticar el mensaje, para destrozarlo, analizarlo y evaluarlo. Se supone que el mensaje debe evaluarnos a nosotros.
He escuchado algunos sermones no muy buenos. Y con esto me refiero a que algunos de esos pastores tal vez no son comunicadores dotados, y realmente podrían poner a las personas a dormir.
Pero si tu corazón está preparado y estás escuchando la Palabra de Dios, dejando que Dios te hable, no podrás dormirte. Especialmente si te acostaste temprano la noche anterior, para poder mantenerte despierta. Por eso decimos que tienes que preparar tu corazón el sábado por la noche para el domingo por la mañana.
Pero, cuando escuchamos predicar la Palabra de Dios, aunque sea por alguien muy sencillo o que no sea un comunicador elocuente, debemos dejar que la Palabra de Dios evalúe nuestras vidas. Debemos humillarnos, me siento bajo la proclamación de la Palabra de Dios con un espíritu sumiso.
Las Escrituras dicen: «La mujer aprenda. . . con toda sumisión» (1 Tim. 2:11). Eso significa que debemos aprender la Palabra de Dios. Debemos escucharla. Pero, ¿cuál debe ser la actitud de nuestro corazón cuando la escuchamos? Una actitud de sumisión, sumisión a la Palabra de Dios.
- ¿Te tomas el mensaje como algo personal? ¿O tiendes a pensar en cómo se aplica a las personas que están sentadas cerca de ti?
«Espero que mi esposo esté escuchando esto. Y que mi hija de dieciséis años. . .». Escuchas, y diriges esa mirada de madre a tu hijo adolescente: «¡Tienes que escuchar esto con atención!»
Ora por tus adolescentes, ora por tu esposo, ora por tus niños pequeños, ora por otros que están escuchando el mensaje. Pero primero, asegúrate de que estás escuchando el mensaje tú.
- ¿Te lo tomas como algo personal?
- ¿Compartes con los demás lo que has aprendido de la Palabra de Dios?
- ¿Eres rápida para responder con humildad y obediencia cuando la luz de la Palabra de Dios expone tu necesidad espiritual o la oscuridad en tu vida, como hicieron los hijos de Israel en los días de Nehemías?
Y permíteme añadir algo más:
- ¿Expresas aprecio y gratitud por aquellos que te ministran la Palabra de Dios?
Si no lo has hecho recientemente, sería un buen momento para que le escribas una nota a tu pastor, o a tu maestro de escuela dominical, o a alguien que enseñe una clase de estudio bíblico en la que estés y le digas: «Gracias por el tiempo que te tomas para prepararnos este alimento espiritual. Dios me ha estado hablando a través de tu ministerio, y quiero que sepas lo agradecida que estoy, y lo mucho que lo aprecio».
Trato de hacer eso con regularidad, periódicamente, al menos, para aquellos que me ministran la Palabra de Dios, para darles las gracias. Sé que esto requiere tiempo y esfuerzo. Créeme, lo sé, y les doy las gracias. Se los agradezco.
Quiero animarte a que expreses gratitud y aprecio a aquellos que te ministran la Palabra de Dios. ¿Saben cuál es la mejor manera de hacerlo? Siendo un oyente receptivo. Para que la gente pueda mirar hacia afuera en la congregación y con gozo pueda pensar en esa persona, y esa persona, y esa persona, que está respondiendo al Señor y su vida está siendo cambiada como resultado de su ministerio.
Yo sé que como maestra de la Palabra, cuando veo las caras de las personas que han dicho «Sí, Señor», a las Escrituras que he enseñado, ¡eso me da tanto gozo! Y tú también tendrás gozo cuando respondas: «Sí, Señor».
Sarah: Hemos estado escuchando a la anfitriona de Aviva Nuestros Corazones, Nancy DeMoss Wolgemuth, mientras nos ayuda a examinar nuestras propias respuestas a la predicación que escuchamos.
¿Te parecen útiles sus recomendaciones? A mí sí. Ella orará con nosotras para cerrar esta serie dentro de un momento. Todos estos principios que has estado escuchando durante estos días y muchos más, están recopilados en un recurso que escribió Nancy, titulado: «¡Vamos a la iglesia!». Este recurso es una guía para sacar el máximo provecho de sus servicios del Día del Señor, y para animar a tus líderes espirituales. También hay un apartado especialmente para los líderes.
Puedes adquirir una copia visitando nuestra página AvivaNuestrosCorazones.com o en el enlace de la transcripción de este episodio.
Ahora oremos con Nancy.
Nancy: Gracias, Señor, por el increíble privilegio que tenemos semana tras semana, día tras día, de sentarnos en la iglesia, en una escuela cristiana, en un ambiente de educación en el hogar, en estudios bíblicos, y escuchar la Palabra de Dios. Señor, en mi corazón, pienso en la gente en algunas partes del mundo donde, si hicieran eso, tendrían que temer lo que las autoridades de su país pudieran hacerles.
Pero aquí es legal, es permitido; somos libres de escuchar tu Palabra donde sea que nos encontremos. Señor, permite que se mantenga así. Bendícenos con la continua libertad de leer y escuchar Tu Palabra.
Pero Señor, si no aprovechamos lo que Tú nos has dado, Tú podrías quitárnoslo. Así que Padre, ayúdanos a apreciar, valorar y atesorar el privilegio que es sentarnos bajo el ministerio de Tu Palabra. Que nos sentemos no solo como simples espectadoras, sino como participantes, respondiendo ansiosamente, diciendo: «Sí, Señor, escucho lo que dices, y he venido aquí para obedecer».
Cambia nuestras vidas, Señor, a través de la predicación de Tu Palabra. Este próximo Día del Señor te pido que te muevas con poder en los púlpitos y en las iglesias de todo el mundo, que derrames Tu Espíritu mientras escuchamos Tu Palabra.
Oh Señor, que haya un derramamiento de Tu Espíritu sobre esos pastores mientras predican y sobre nuestros oídos mientras escuchamos. Oh Dios, ¡ven y visita a Tu iglesia con Tu presencia! Que podamos encontrarte, y no solo ir a la iglesia y hacer lo de siempre, sino que podamos ir a la iglesia para ser transformadas y ver Tu gloria.
Te pedimos esto en Cristo y por Tu glorioso reino, amén.
Débora: Ayudándote a atesorar la Palabra de Dios, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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