Nombre sobre todo nombre, día 5
Annamarie Sauter: La verdadera paz nunca la encontrarás en las cosas de este mundo.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Nunca encontrarás esa paz en una botella. Nunca la encontrarás en una pastilla. No la encontrarás en un cambio en tus circunstancias. Esa paz fue comprada por el Príncipe de Paz a un gran precio, a un gran costo –el costo de Su vida, y se nos da como un regalo. Ese regalo es una Persona, es Jesucristo mismo. Así que tenemos paz como resultado de lo que Él ha hecho por nosotras en la cruz.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
El mensaje que estarás escuchando hoy es parte de la serie titulada, Nombre sobre todo nombre. A través de esta serie queremos que conozcas mejor a Jesús—no solo que sepas más acerca de Él. Hemos estado estudiando algunos nombres de …
Annamarie Sauter: La verdadera paz nunca la encontrarás en las cosas de este mundo.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Nunca encontrarás esa paz en una botella. Nunca la encontrarás en una pastilla. No la encontrarás en un cambio en tus circunstancias. Esa paz fue comprada por el Príncipe de Paz a un gran precio, a un gran costo –el costo de Su vida, y se nos da como un regalo. Ese regalo es una Persona, es Jesucristo mismo. Así que tenemos paz como resultado de lo que Él ha hecho por nosotras en la cruz.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
El mensaje que estarás escuchando hoy es parte de la serie titulada, Nombre sobre todo nombre. A través de esta serie queremos que conozcas mejor a Jesús—no solo que sepas más acerca de Él. Hemos estado estudiando algunos nombres de Él que encontramos en el libro de Isaías, el cual hemos estado leyendo en estos días en el Reto Mujer Verdadera 365. Recuerda que los capítulos para hoy son del 29 al 32.
Si te perdiste alguno de los programas anteriores, escúchalo, descárgalo o léelo, en AvivaNuestrosCorazones.com. Aquí está Nancy con la continuación.
Nancy: Hace unos días tuve una conversación muy dulce con una pareja que me contó una historia asombrosa de la gracia de Dios en sus vidas. No tuve la oportunidad de preguntarles si tenía permiso para usar sus nombres, así que solo los voy a llamar Tim y Julie.
Tim compartió sobre la forma en que de niño había pasado por el trauma del abuso sexual y el intento de asesinato de su madre –alguien de su vecindario estuvo involucrado– y él estaba traumatizado por estas experiencias de la infancia. Luego, siendo adulto, entró en un trabajo en el área de la medicina y su trabajo era recolectar órganos después de accidentes.
Estuvo expuesto a todas estas muertes, y estaba realmente traumatizado por eso, además de las experiencias que tuvo cuando era niño. Así pues, como esposo joven y ahora también como padre joven, comenzó a sufrir de una ansiedad paralizante, de depresión y de miedo a perder a su familia.
Me contó, cómo él se medicó el miedo consumiendo drogas y alcohol por años. Como consecuencia, se volvió violento en su matrimonio, y su esposa finalmente se fue y estuvieron a punto de divorciarse. Toda su vida se estaba cayendo a pedazos. Vio un psiquiatra durante un año. El psiquiatra no fue capaz de ayudarlo. Finalmente, Tim estuvo al borde del suicidio. En realidad llegó a escribirle cartas de despedida a su familia y me dijo que tenía documentos en su billetera con los nombres y direcciones de los miembros de la familia para que los contactaran cuando encontraran su cuerpo.
Bueno, Julie estaba en el teléfono mientras estábamos teniendo esta conversación, y me contó su parte de la historia. Con siete años de edad, la madre de Julie la recogió un día en la escuela y le dijo, «hoy voy a dejar a tu papá». Y así siguieron años de disfunción. Julie iba de aquí para allá entre sus padres; también hubo abuso sexual involucrado en su vida. Cuando finalmente se casó con Tim, dijo, «bueno, Tim era mi príncipe azul. Fue él quien me rescató. Me sentí fuerte y segura con él». Ella dijo que cuando se casaron ella sabía que él estaba en recuperación del alcohol, pero pensó, esto no será un problema en nuestro matrimonio.
Pero él comenzó a beber de nuevo, y finalmente llegó a un punto donde apenas podía funcionar. Ella dijo que él no podía ir a un supermercado porque había demasiados estímulos; era disfuncional y llegó a ser violento y volátil. Y dijo: «No tenía ni idea de cómo lidiar con esto, vivía en constante temor». Estaba trabajando a tiempo completo, un turno de noche, y después que se separaron estaba trabajando y tratando de cuidar cuatro niños pequeños.
Estaba desconsolada por el hecho de que sus hijos iban a tener que pasar por lo que ella había pasado durante su infancia. Ella tenía la esperanza de que nunca se diera el caso de que sus hijos tuvieran que pasar por la separación de sus padres. Pero allí estaba viviendo ahora la misma historia con sus hijos de nuevo. Y un día Julie gritó en su desesperación: «¡Oh Dios, si tú eres real, por favor dame paz!»
Ahora, antes de decirte cómo Dios respondió esa oración, quiero hablar en estos próximos momentos acerca de «la paz». Creo que uno de los mayores anhelos del corazón humano es la paz. Es un regalo que todos quieren y muy pocos experimentan. Estamos carentes de paz en nuestros corazones. Estamos caracterizados por el estrés, el miedo y la ansiedad y no podemos dormir. Leí que en un año reciente se prescribieron ochenta y cinco millones de recetas médicas para los principales veinte medicamentos contra la ansiedad. Estamos medicando nuestro miedo, nuestro dolor y nuestro estrés.
No tenemos paz en nuestras relaciones, existenmuros y barreras entre nosotros y los demás. Hay conflicto, tensión, lucha, divorcio, divisiones en las iglesias, en las relaciones. De hecho, ¿cuántas de ustedes serían lo suficientemente honestas para decir, «tengo una relación distanciada, hay una pared entre esa persona y yo, una barrera entre nosotros. Hemos estado alejados». Yo tengo mi mano en el aire. ¿Cuántas de ustedes dirán que tienen una relación en la que no hay paz? Casi todas, sé que casi todas las que nos escuchan. No hay paz en muchas de nuestras relaciones.
Y luego no hay paz en nuestro mundo tampoco. En este mismo día hay una guerra en marcha en decenas de países diferentes del mundo…guerra.
El filósofo Henry David Thoreau tenía razón cuando dijo: «La mayoría de los hombres llevan una vida de silenciosa desesperación». Esa es realmente una forma de decir lo que Romanos 3 dice: «Y la senda de paz no han conocido» (v. 17). No tenemos paz.
Y a ese mundo Dios envió un regalo. Isaías 9 versículo 6 dice: «Un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz».
El regalo que todos quieren y pocos tienen no es una cosa. No es una emoción. Ese regalo, la paz, es una Persona. El Príncipe de Paz, quien es un regalo para las personas que no tienen paz. El Príncipe de Paz.
Ahora, en el idioma hebreo ese término es Sar Shalom. Probablemente has escuchado la palabra Shalom. Paz. Anoche conocí a una niña cuyo nombre es Shalom, es un nombre hermoso. Pero el nombre Sar significa gobernador o gobernante.
Permítanme recordarnos que la paz es posible porque Alguien está a cargo de este mundo. Y ese Alguien no soy yo y tampoco eres tú. No es tu jefe. No es tu pareja. No es el presidente de los Estados Unidos. Y no es tampoco cualquier otro rey o gobernante. Ese Alguien que está a cargo es Jesús. Él es el Príncipe, el príncipe de paz, el capitán, el jefe, el director. Es un término de regencia.
Esa palabra Shalom significa «paz». Se utiliza en el idioma hebreo como un saludo, así como nosotros decimos, hola o adiós. Es una palabra informal que se utiliza a menudo, pero significa mucho más que un simple saludo informal. Puede significar la ausencia de agitación o discordia. Pero tiene también un sentido positivo. Tener shalom es tener bienestar, plenitud, integridad, prosperidad, alegría. Significa seguridad, tranquilidad, descanso, armonía. ¿Cuántas personas quieren un poco de esa paz? Es decir, «solo déjame tener un poco de paz y tranquilidad». Ausencia de agitación, de discordia, en cambio la presencia de tranquilidad, descanso y armonía.
Bueno, Jesús es nuestro Príncipe de Paz y 700 años antes de Su nacimiento se nos prometió que se nos daría este Príncipe de Paz. Mientras miras la vida terrenal y el ministerio de Jesús, te das cuenta de que Él demostró extraordinaria serenidad, incluso bajo la presión más intensa. Me encanta cuando leo en los evangelios acerca de Jesús y veo cómo Jesús tuvo tanto que hacer. Y eso por hablar de una larga lista de cosas por hacer.
Mi lista de cosas por hacer me estresa todo el tiempo, y tengo listas de mis listas de cosas por hacer. Déjame decirte que nunca pongo mi cabeza sobre la almohada en la noche y pienso: ¡Ahhhh! Hice todo lo que tenía que hacer hoy. Hice todo lo que estaba en mi lista. Si tú eres la mujer que hizo eso, necesitas escribir un libro o algo porque se va a vender mucho. Sería un éxito de librería, porque estamos estresadas por todo lo que tenemos que hacer que no hemos hecho. Bueno, ¿piensas en alguien que tenía una larga lista de cosas por hacer? A Jesús le dieron tres años, aproximadamente, para llevar a cabo el plan eterno de redención de Dios. Eso es un montón por hacer.
Pero nunca lo ves estresado. No lo ves ansioso o irritable o apresurado. Yo siempre estoy en un apuro, y se nota. A Jesús lo ves teniendo quietud y una confianza tranquila de espíritu, nunca entrando en pánico, calmado en las circunstancias más turbulentas. Cosas que me causan agitación no perturban a Jesús en absoluto –ya sea que Él esté durmiendo en la parte trasera de una barca en medio de una tormenta donde los discípulos, que eran navegadores experimentados, estaban diciendo: «Nos estamos hundiendo, ¡nos estamos muriendo! ¿Y tú, qué haces Jesús? Estás tomando una siesta». Él es el Príncipe de Paz.
Él es el Príncipe de Paz cuando tienen una multitud hambrienta y no hay restaurantes de comida rápida alrededor. Los discípulos empiezan a agitarse como…ahora «Señor, envíalos a su casa; ¡se van a morir de hambre!»
Y Jesús dice con calma, «denles ustedes de comer». Él es el Príncipe de Paz.
Él es el Príncipe de Paz cuando está enfrentando constantes críticas de los fariseos, que siempre estaban tratando de hacerle equivocar en Sus palabras y de atraparlo. Él es el Príncipe de Paz, cuando se ha enfrentado con esas multitudes volubles que un día lo honran como Rey y a la semana siguiente están pidiendo a gritos que lo crucifiquen. Él es el Príncipe de Paz.
Quiero que recordemos que Jesús tenía paz, no porque Él no tuviera ningún problema, Su paz no era el resultado de medicar Su dolor, Su paz era fruto de Su relación con Su Padre celestial. Él confiaba en el plan soberano y la voluntad de Dios. Sabía que todo estaba bajo el control de Dios –las olas, los vientos, las personas hambrientas, la comida, los fariseos, las multitudes. Él sabía que Dios estaba a cargo. Él estaba en Su trono.
Sabía que nadie podía hacerle nada a Él, sin la autorización del Padre y de la voluntad divina. Es por eso que Él podía mantener la calma porque sabía que Alguien estaba en control, y ese Alguien era Su Padre celestial.
La mayor y la primera necesidad en nuestra vida es tener paz con Dios, paz con Dios. Fuimos creadas para tener comunión con Dios. Pero sabes cómo el pecado rompió esa comunión, y entonces nacimos alejadas del Dios santo, en enemistad con Él. En última instancia, en el corazón de toda nuestra carencia de paz, está el hecho de que Dios ha tenido que retirar Su presencia de nosotras, debido a nuestro pecado y al hecho de que un Dios santo no puede mirar el pecado. En definitiva, es nuestra culpa, en este mundo humano, lo que causa esta falta de paz.
Pero maravilla de maravillas, a través de Su muerte en la cruz en nuestro lugar, Jesús nos reconcilió con Dios. Él abrió el camino para que podamos entrar a la presencia de Dios, ser amigas de Dios. Y así Romanos 5 nos dice: «Por lo tanto, habiendo sido justificados por la fe, (se nos ha hecho bien con Dios) tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5:1). Ese es el punto de partida para toda paz.
Efesios 2 dice: «Ahora, en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo. Porque él mismo es nuestra paz» (Efesios 2:13-14).
¿Tienes paz cuando piensas en la vida después de la vida? Hace unos días recibimos un correo electrónico de una oyente que dijo:
«Mi familia tiene un ser querido camino al cielo hoy, dicen los médicos. Hemos comentado toda la semana, después de oír que sus heridas por una caída eran potencialmente mortales, de la paz que tenemos. ¿La razón? Sabemos a dónde va. Frances (quién es esta pariente que estaba muriendo) creció en la iglesia, pero nunca supo la historia del evangelio hasta hace dos años cuando su hermano estaba muriendo.
Comentamos de la alegría que él tenía, y ella dijo que deseaba tener esa seguridad. Mi cuñado (el que estaba muriendo) dijo: «Tu puedes tener esa seguridad». Le contó la historia del evangelio y ella oró para recibir a Cristo por primera vez, a los ochenta y seis años de edad. Hoy ella tiene ochenta y ocho años y los dos últimos años de su vida han estado llenos de paz y alegría, porque conoció a Jesús esa noche. Ella es una mujer diferente –afrontando la muerte con una paz que sobrepasa todo entendimiento.
¿Sabes cómo puedes tener paz cuando vas a morir o cuando piensas en la muerte? Es sabiendo que tienes paz con Dios, que estás bien con Dios porque Jesucristo ha pagado el precio por tu pecado.
Bueno, y habiendo recibido el regalo de la paz con Dios, queremos tener la paz de Dios. Y la Escritura dice que podemos. Podemos tener descanso para nuestras almas. Podemos dejar de esforzarnos. Podemos detener la agitación. Podemos estar en calma en las tormentas de la vida. Jesús dijo en el Evangelio de Juan, «la paz os dejo; mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo» (Juan 14:27).
«Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tenéis tribulación, pero confiad; Yo he vencido al mundo» (Juan 16:33).
¿Cómo se puede tener la paz de Dios? La consigues a través de tu relación con Jesús. ¿Cierto? Y recuerda que esa paz no es la ausencia de problemas. Piensas, oh, si este problema se fuera… Si esta persona se fuera… Tú sabes que yo solo podría ser una persona muy pacífica si pudiera ir y vivir en las regiones deshabitadas del mundo. Sin personas tendría mucha paz.
Sabes, puedes tener paz justo donde vives, en tu casa, en tu lugar de trabajo, en tu vecindario, con ese vecino, con esa persona problemática, con ese hijo que está tan lejos del Señor. Puedes tener paz. La paz no es la ausencia de problemas, la paz es la presencia de Cristo en medio de los problemas –Él es el Príncipe de Paz.
Pero aquí está el punto. No puedes tener la paz de Dios en tu corazón, si el Príncipe de Paz no está reinando en tu vida. Vivimos en un mundo caído y roto. Tú sabes que es así. Siempre habrá pruebas, decepciones, dolor y tristezas. Pero hasta que no veamos a Jesús cara a cara, vamos a tener que lidiar con esas cosas. Pero en medio de todo eso, no hay ninguna circunstancia en la que nuestro corazón no pueda estar en paz y en reposo, si tenemos la relación correcta con el Príncipe de Paz.
Esa paz no está basada en emociones, no está basada en sentimientos, no está basada o determinada por circunstancias externas. Es un regalo que Él da cuando confiamos en Él en medio de la confusión que hay a nuestro alrededor.
Y luego, habiendo encontrado la paz con Dios y experimentado la paz de Dios, entonces podemos experimentar paz con los demás. Porque las barreras que se han creado entre Dios y nosotros por nuestros pecados han sido destruidas, han sido rotas, ahora las barreras entre nosotros y los demás se pueden romper. Habiendo sido reconciliadas con Dios por la muerte de Su Hijo, podemos ser reconciliadas con otros. Podemos tener paz con otros.
Entonces, finalmente, habrá paz en este mundo. Recuerda, la noche que Jesús nació los ángeles dijeron: «…paz en la tierra entre aquellos con quienes Dios se complace» (Lucas 2:14). Jesús murió para hacer esa paz posible, pero no habrá paz en la tierra hasta que el Príncipe de Paz sea coronado como Rey y se siente en Su trono.
Y cuando regrese, el Príncipe de Paz derrotará a todos Sus enemigos. Él establecerá Su reino eterno de paz en la tierra, y le pondrá fin a todos los conflictos. Me encanta ese versículo en el último capítulo del libro de Romanos, Romanos 16, versículo 20, que dice: «El Dios de paz aplastará pronto a Satanás debajo de vuestros pies» (Romanos 16:20). El Príncipe de Paz es un guerrero poderoso.
Quizás te preguntes: «¿Qué tan pronto hará eso?» No lo sé, pero será pronto. El Príncipe de paz, el Dios de paz aplastará pronto a Satanás debajo de sus pies. Entonces, ¿por qué estamos tan molestas? ¿Por qué estamos tan tensas? ¿Por qué nos agitamos? Porque perdemos de vista quién es Jesús, lo que Él está haciendo y lo que hará. Saber que ese día se acerca puede ayudarnos a enfrentar las pruebas de esta vida y podemos tener Su paz ahora, mientras esperamos el día en que Él restaurará la paz en todo el mundo cuando el mundo entero se rinda ante el Príncipe de Paz.
Ahora bien, nunca encontrarás esa paz en una botella. Nunca la encontrarás en una pastilla. No la encontrarás en un cambio en tus circunstancias. Esa paz fue comprada por el Príncipe de Paz a un gran precio, a un gran costo, el costo de Su vida. Y se nos da como un regalo. Ese regalo es una Persona, es Jesucristo mismo. Así que tenemos paz como resultado de lo que Él ha hecho por nosotras en la cruz. «El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él y por sus heridas hemos sido sanados» (Isaías 53:5). Experimentamos esa paz cuando confiamos en que Él es nuestro Príncipe de Paz.
Estaba meditando sobre esto el otro día, mientras estaba inquieta alistándome para estas sesiones, y me di cuenta de que si tengo paz o no en un momento dado revela en quién o en qué estoy confiando. Si mi mente está enfocada en mí misma y mis circunstancias, si estoy confiando en mí misma, no voy a tener paz. Pero si mi mente está fija en Cristo, y estoy confiando en Él, voy a tener paz, paz de salvación, paz para toda la vida, paz por la eternidad (Isaías 26:3).
Pienso en cómo Jesús se recostó en esa barca y se durmió durante una tormenta, y hace un par de días, pensando en eso, fui capaz de recostarme mientras pensaba en tener listas todas estas sesiones, y ¡pude tomar hasta una siesta! Y me di cuenta, por veinte minutos puedo descansar. Puedo descansar mi mente. No tengo que estar luchando y esforzándome todo el tiempo para sacar esto adelante. Puedo confiar en Él ya sea si estoy durmiendo una siesta o sentada trabajando. Puedo confiar en Cristo, quien es mi Príncipe de Paz. «En paz me acostaré y así mismo dormiré; (dijo el salmista) porque solo tú, Señor, me haces habitar seguro» (Salmo 4:08).
Bueno, permítanme aquí volver a Tim y a Julie antes de cerrar. ¿Te acuerdas de ellos y de la forma en que se encontraban? Sin paz, su vida estaba en un lugar de absoluta, total devastación. Cuando los dejamos al inicio del programa, Julie estaba tratando de que Tim fuera internado. Ella estaba tratando de conseguir una orden de restricción, y ellos se separaron.
Entonces Dios trajo a un hombre a la vida de Tim a través del equipo de las pequeñas ligas de su hijo. Este hombre le tendió la mano a Tim, le dio una Biblia, compartió a Jesús con él. Y luego, tres días después de que Tim escribió esas cartas de despedida a su familia, te acuerdas, las que dejó en su billetera, él se encontró dando vueltas en agonía en el suelo. Y dijo: «Yo clamé a Dios en desesperación». Se levantó del suelo, motivado por el Señor y fue a la casa de aquel hombre. Ese hombre se sentó con él, lo llevó a través de la Palabra, y Tim dijo: «No sé explicar lo que sucedió, excepto que me arrepentí. Abracé y fui atrapado por el evangelio».
Y entonces me dijo: Nancy, me desperté a la mañana siguiente, y algo era radicalmente diferente. Me di cuenta de que estaba en paz. Ya no tenía esta horrible, ansiedad enfermiza, esta rabia quemándome dentro de mí. El miedo horrible que me había atormentado durante años se había ido. Ya no estaba escuchando voces, o alucinando. Dejé de usar drogas, deje el alcohol. Inmediatamente, el deseo de esas cosas se había ido. Jesús hizo algo esa noche mientras dormía que diecinueve años de autoayuda, psiquiatras y consejeros seculares habían sido incapaces de lograr.
Bueno, Julie me contó también su historia, y no tengo tiempo para entrar en todo eso, porque es una historia increíble, también. Pero en resumen, varios meses más tarde, Julie vino a la fe en Cristo también. Y Tim dijo: «Oh, nuestro matrimonio estaba tan roto. Pero Jesús lo ha reconstruido pieza por pieza». Sus cuatro hijos han llegado a conocer al Señor, y él dijo: «Solo tenemos que compartir con otros la esperanza que Cristo nos ha dado, para que ellos también puedan conocer la paz que tenemos en Cristo».
¿Tienes esa paz? ¿Tienes esa paz con Dios por medio de Jesucristo y has dejado de tratar de salvarte a ti misma? ¿Has reconocido tu necesidad de un Salvador ? ¿Has puesto tu confianza en Él? ¿Tienes hoy la paz de Dios en tu corazón? Es fácil tenerla mientras estamos escuchando la Escritura siendo enseñada. Pero algunas de ustedes se encuentran en circunstancias difíciles, fuertes…pero El Príncipe de Paz irá contigo a donde este programa no puede ir, a donde nadie más puede ir. Pero Él irá contigo. Si tú lo dejas, Él te dará Su paz.
Él te dará paz en tus relaciones. «Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres» (Rom. 12:18). No puedes cambiar su corazón, pero Dios te puede dar un corazón pacífico hacia ellos. Así que mi oración por ti mientras cerramos hoy es esta bendición: «Y el mismo Señor de paz (el Príncipe de Paz), siempre os conceda paz en todas las circunstancias. El Señor sea con todos vosotros». (2 Tes. 3:16). Amén.
Annamarie: Nancy DeMoss Wolgemuth te ha estado hablando sobre la fuente de verdadera paz. Y tú, ¿has reconocido tu necesidad de un Salvador y has puesto tu confianza en Jesús—El Príncipe de Paz?
A lo largo de esta serie titulada, Nombre sobre todo nombre, hemos estado conociendo más a Jesús al estudiar algunos de Sus nombres que encontramos en el libro de Isaías. El lunes Nancy regresará con otro nombre, uno que estoy segura que has escuchado pero que a lo mejor no has profundizado en su significado.
Annamarie: Te esperamos para este próximo programa de Aviva Nuestros Corazones.
Viviendo juntas la belleza del evangelio, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
Cristo es Mi Dulce Salvador, Dámaris Carbaugh, Alabanzas: Tus Himnos Favoritos, ℗ 2002 Damaris Music.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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