No temeré
Débora: ¿Estás consciente hoy de que Dios está junto a ti?
Nancy DeMoss Wolgemuth: El hecho de que la presencia de Dios es real, es el antídoto para cada temor. No es el hecho de que sientas que Dios está contigo, no es el hecho de que pienses que Dios está contigo, ni tampoco que percibas la presencia de Dios, sino el hecho de que Él está ahí. Esa es la cura. Esa es la solución. Ese es el antídoto a todo temor. Mientras caminas por el valle, Él camina contigo acompañándote para compartir la experiencia contigo.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 20 de octubre de 2023.
Necesidad e incertidumbre. Es algo que experimentamos en este mundo y ante lo cual debemos pausar y reflexionar, «¿responderé en temor o responderé con fe?» Hoy Nancy nos hablará acerca …
Débora: ¿Estás consciente hoy de que Dios está junto a ti?
Nancy DeMoss Wolgemuth: El hecho de que la presencia de Dios es real, es el antídoto para cada temor. No es el hecho de que sientas que Dios está contigo, no es el hecho de que pienses que Dios está contigo, ni tampoco que percibas la presencia de Dios, sino el hecho de que Él está ahí. Esa es la cura. Esa es la solución. Ese es el antídoto a todo temor. Mientras caminas por el valle, Él camina contigo acompañándote para compartir la experiencia contigo.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 20 de octubre de 2023.
Necesidad e incertidumbre. Es algo que experimentamos en este mundo y ante lo cual debemos pausar y reflexionar, «¿responderé en temor o responderé con fe?» Hoy Nancy nos hablará acerca de cómo podemos responder con fe, al continuar con la serie titulada, El Señor es mi pastor.
Nancy: Si entras al internet y buscas una lista de fobias, encontrarás una colección de más de 500 temores y fobias recopilados por un hombre llamado Fredd Culbertson. No estoy segura de por qué escogió este pasatiempo.
Déjame leerte unas cuantas. Es toda una lista en orden alfabético. Veamos si tienes alguno de estos temores:
Nictofobia: Miedo a la oscuridad
Acrofobia: Miedo a las alturas
Agateofobia: Miedo a la locura
Agliofobia o algofobia: Miedo al dolor
Aicmofobia: Miedo a objetos cortantes o punzantes
Anuptafobia: Miedo a permanecer soltera
Quizás en los años que estuve soltera tuve esa fobia
Apifobia: Miedo a las abejas
Araquibutirofobia: Miedo a que la mantequilla de maní se te pega al paladar.
Atomosofobia: Miedo a una explosión atómica.
Eso sí debería darnos miedo.
Atiquifobia: Miedo al fracaso
Y aquí hay una que tomé de la sección de la letra «P»:
Penterafobia –de seguro la has experimentado: Miedo a la suegra.
Bueno, estamos en el Salmo 23, y el tema del temor aparece aquí. Tenemos un buen Pastor, uno que nos ama, uno que provee para nosotras, uno que ministra a nuestras necesidades, pero a veces podemos estar en medio de circunstancias que nos asustan, lugares que nos causan temor.
El salmista dice en el versículo 4: «Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo». No temeré mal alguno.
El salmista reconoce aquí que existe el mal. Esto no quiere decir que nunca vas a enfrentar el mal. No quiere decir que Dios te va a colocar en este pequeño capullo, en esta burbuja de protección donde nunca vas a experimentar dolor o problemas. Vas a pasar por el valle.
Recuerda que en el programa anterior dijimos que el pastor dirige a sus ovejas de los lugares bajos a los terrenos más altos, pero que tienen que pasar por unos barrancos oscuros y profundos que son peligrosos. Dios nos está llevando a lugares más altos. Nos está llevando a parecernos más a Jesús. Nos está santificando y un día seremos glorificadas. Pero mientras, nos está transformando para que, cada vez más, seamos como Su Hijo Jesús.
Pero en este proceso tenemos que enfrentar el mal, así como Jesús lo hizo en este mundo. Él fue tentado por el maligno. Fue probado. Estuvo cansado. Hay una cruz en nuestro evangelio. De hecho, si no hay cruz, no hay evangelio. No habría salvación si Jesús no hubiera caminado por el valle de profunda oscuridad.
Así que, mientras seguimos Sus pasos, Dios nos guía a tomar nuestra cruz y a seguirle. En este mundo hay oscuridad. Hay muerte. Hay maldad. Pero la clave aquí es que no tenemos que temer porque el que es justicia, el que es luz, el que es vida, está con nosotros. «No temeré mal alguno porque Tú estás conmigo».
Hebreos capítulo 2, nos dice que como nosotros somos carne y hueso, Jesús mismo tuvo que hacerse de carne y hueso. Y dice en los versículos 14 y 15: «…para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que, por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida».
Esa es la victoria del calvario. Es ahí donde Jesús aplastó a la serpiente. Es ahí donde la despojó de su poder. Satanás ha mantenido a las personas en esclavitud, en cautiverio, durante todas sus vidas usando el temor a la muerte, usando el temor al valle de profunda oscuridad, el valle de sombra de muerte. El evangelio es que Jesucristo vino a darte libertad de la esclavitud, libertad del cautiverio, libertad del temor a la muerte, libertad del temor al valle de profunda oscuridad.
Así que sí, algunas circunstancias nos causan temor. Es real. No es fingido. Los barrancos son reales. Las rocas filosas son reales. La oscuridad es real. Las hienas en esos barrancos, en esos lugares oscuros, son reales.
Jesús estuvo en el desierto donde había animales salvajes. El Evangelio de Marcos nos da ese pequeño detalle, y es importante porque caminamos en lugares donde hay animales salvajes, donde hay maldad. Pero el temor no nos agobia. No nos paraliza. No nos destruye. No nos pone en cautiverio. La maldad a nuestro alrededor puede ser muy grande, muy real, muy poderosa.
Algunas de ustedes quizás están en ambientes de trabajo o en un lugar donde la presencia del mal está presente día tras día y vives con ello. Tal vez estás justo en el centro de la voluntad de Dios ahí. Pero de acuerdo a la Palabra de Dios, Él te guía y Él va contigo en el valle de profunda oscuridad; así que no debes temer al mal porque Él está contigo.
No importa cuán grande sea el mal a tu alrededor…el que está contigo es mayor.
Es interesante que, hasta este punto en el salmo, David ha estado hablando acerca de su pastor. Ha usado términos dulces, íntimos, preciosos. Pero ahora, en este valle de profunda oscuridad, él empieza a hablarle al pastor. En el lugar donde el peligro, el temor y la amenaza es mayor, él hace esta declaración de fe.
«No temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo» (v. 4).
En la profunda oscuridad a veces no puedes ver al pastor, a veces no percibes que Él está ahí. Pero David está diciendo, «voy a expresar fe en lo que sé que es verdad aun cuando todo a mi alrededor parece gritar, ¡Dios no está aquí! Dios me ha abandonado. Estoy solo».
Lo que él está diciendo es,«tal vez me siento así. Tal vez no puedo ver a Dios en este momento. Tal vez no percibo la presencia de Dios en mi vida. Pero el hecho es que Él está conmigo. Sé que es verdad. Es verdad sin importar si lo siento o no».
¿No es cierto que Dios está más cerca de nosotras, es más amado, más personal, cuando estamos pasando a través de dificultades y dolor, si le permitimos ser nuestro pastor? Cuando las cosas prosperan, cuando tenemos esos pastos verdes, esas aguas de descanso, hablamos de Dios. Pero cuando llagamos al valle de profunda oscuridad, le hablamos a Él.
Esto no es solo un conocimiento teórico y teológico de la presencia de Dios, es un hecho. Él verdaderamente está aquí conmigo, en estas circunstancias, en este hogar, en esta relación, en esta situación sobre la que no tengo control. Él está aquí.
Tal vez camines por el valle de profunda oscuridad, y a veces así será. Pero si Él es tu Pastor, si tú eres Su hija, nunca vas a pasar por el valle sola.
Dejame decirte, si no eres su oveja, si no tienes una relación personal con Jesucristo, entonces ese valle de profunda oscuridad, el valle de muerte, es algo temible porque tendrás que pasar por él sola y no podrás hacerlo sola.
He visto personas vivir tragedias y pruebas, aun hasta el punto de morir sin Cristo; y es inimaginable para mí cómo pueden hacerlo, porque no hay esperanza. Y si no tienes la presencia de Dios contigo, estás en verdaderos problemas y no puedes hacerlo. Pero para un hijo de Dios hay esta certeza, «Él está conmigo. El Pastor está conmigo».
¿No es eso lo que cantamos en ese hermoso himno, Grande es Tu fidelidad? Tierno me guías por sendas de paz; eres mi fuerza, mi fe, mi reposo, y por los siglos mi Padre serás.
Cuando necesitas ánimo, cuando necesitas guía, cuando estás en el valle de profunda oscuridad, ahí es donde encontramos Su presencia.
Isaias capitulo 43:1-2, dice:
«Mas ahora, así dice el SEÑOR tu Creador…el que te formó…: “No temas, porque yo te he redimido, te he llamado por tu nombre; mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo, y si por los ríos, no te anegarán; cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama te abrasará”» (LBLA).
¿Por qué? ¿Por qué no debes temer? Porque Él dice, «Yo estaré contigo».
No conozco una promesa más alentadora en toda la Palabra de Dios. No conozco nada mejor a qué aferrarme en cada circunstancia y época de la vida, que a la realidad, a la promesa de que Dios está conmigo.
La realidad, el hecho de la presencia de Dios, es el antídoto para cada temor. No el hecho de que sientas que Dios está contigo, no el hecho de que pienses que Dios está contigo, no el hecho de que percibas la presencia de Dios, sino el hecho de que Él está ahí. Esa es la cura. Esa es la solución. Ese es el antídoto para todo temor.
Y mientras caminas a través de ese valle, Él camina contigo. Él comparte esa experiencia contigo.
Hablé con una esposa recientemente, y tanto ella como su esposo están caminando por un valle de profunda oscuridad en este momento. Pero ella me dijo, «no estamos haciendo esto solos». ¿Y no te llena de consuelo, de esperanza, que no estás atravesando sola ninguna situación en tu matrimonio, ni en tu vida, ni en tus relaciones? Él es tu compañero. Él es el guía y te lleva a través del valle para mostrarte la salida. Es muy oscuro ese valle. No podemos ver.
Pero mi Señor conoce el camino a través del desierto. Todo lo que tienes que hacer es seguirlo. Él es un buen protector. Él es el consolador. Él está ahí en todos esos tiempos. Solo piensa, el Dios del universo que es alto y está en el cielo, que llena el universo, Él está contigo. Él está conmigo.
Tal vez estás enfrentando algún desastre o catástrofe o problema o presión en tu vida, pero sea lo que sea, no lo estás enfrentando sola. El Señor está contigo.
Esta promesa de la presencia de Dios contrasta grandemente con lo que leemos en el salmo anterior donde escuchamos estas palabras de desesperación, de angustia, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
Ahí es cuando se nos recuerda que solo Jesús, solo Cristo, pudo decir estas palabras a Dios: «¿Por qué me has abandonado?» Y ese es el Señor Jesucristo, el gran Pastor de las ovejas, quien llevó sobre Sí nuestros pecados en la cruz. Dios le dió la espalda a Su Hijo. Jesús fue abandonado en la cruz por el Padre.
Pero como Él pasó por el calvario por nosotros, y estuvo dispuesto a ser abandonado por Dios, ningún hijo de Dios tiene que decir jamás: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
Podemos sentirnos solas, abandonadas. El sentirlo no es un pecado. Lo que es pecado es asumir que lo que sientes es un hecho. El hecho es que no has sido abandonada, no estás sola. Él está contigo.
Recuerdo un tiempo en mi vida cuando todo estaba oscuro como resultado de diferentes circunstancias y pérdidas que había experimentado. Era uno de esos puntos, realmente el único que he vivido como ese, donde todos, todos los cimientos de mi vida parecían sacudirse. Cosas de las que antes siempre estaba segura ahora las cuestionaba. Estaba llena de dudas.
Durante meses tuve muy poco sentido de la presencia de Dios en mi vida. Como dijo Job, «veo a la derecha, veo a la izquierda, veo frente a mí, veo detrás de mí, y no puedo encontrar a Dios».
Pero después, en su angustia, Job recuerda, tal vez yo no pueda ver a Dios pero Él me ve a mí. Él está ahí. Job 23 dice: «Pero Él sabe el camino que tomo; cuando me haya probado, saldré como el oro» (vv.9-10).
Miro hacia atrás a esa experiencia y veo claramente que Dios estuvo ahí todo el tiempo. Él nunca se fue. Nunca me dejó. Aunque quisiera decir que pasé por esa experiencia sin temor, no fue así, no confié en mi Pastor.
Meses después de pasar por esa experiencia recuerdo que me desperté a media noche con una canción en mi corazón. No había tenido canciones en la noche durante meses y meses.
Recuerdo haber pensado, «¿por qué dudé de mi Pastor?» Y era tan claro para mí. Él estaba ahí. Él está ahí. ¿Por qué dudé de Él?
¿Por qué dudo ahora? No hay razón. El Señor es mi Pastor.
Como dice este antiguo himno:
«El alma que anhele la paz que hay en mí,
jamás en sus luchas la habré de dejar.
Si todo el infierno la quiere perder,
yo nunca, no nunca la puedo dejar,
nunca, no nunca la habré de dejar».
Así que, hemos visto:
«El Señor es mi pastor, nada me faltará; en lugares de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce. Él restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de Su nombre. Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo; Tu vara y Tu cayado me infunden aliento».
Recuerda que este es el mismo versículo donde David está hablando de caminar por el valle de profunda oscuridad. Es un lugar donde necesita y anhela ser consolado, donde necesita aliento. La palabra confortar tiene unos sinónimos en el Antiguo Testamento. Puede significar «animar, consolar, avivar, alentar, alegrar, vigorizar, alegrar el corazón, estimular, refrescar».
La palabra confortar en inglés, es una palabra compuesta por, «con» y «fort», que al ponerlas juntas significa, «con fuerza, devolver la fuerza cuando tu corazón ha perdido el consuelo; cuando ha perdido el vigor». Confortar significa que Dios está devolviendo fuerza a nuestros corazones.
Me gusta lo que un escritor dijo, un comentarista de los salmos. Él escribió: «El confortar o consolar o animar, es ayudar a otro que está ahogado en dolor y temor a respirar libremente y darle aire a su corazón».
¿No te trae esto a la memoria tiempos cuando has estado ahogada en dolor y miedo? Cuando has estado llorando tanto que apenas puedes respirar. Puede ser exteriormente, literalmente, o en lo más profundo de tu corazón. Este escritor dice: «Confortar a alguien es ayudar a esa persona a respirar libremente, darle aire a su corazón». Eso es confortar.
Al meditar en este versículo me he preguntado, «¿cuáles son algunas de las formas en que las personas buscan consuelo cuando tienen miedo, cuando se sienten amenazadas, cuando están confundidas o desalentadas?»
Recuerda que este es el mismo versículo que habla del valle de profunda oscuridad. Es un tiempo en que necesitas consuelo.
Hay muchas maneras en las que tratamos de encontrar consuelo. Algunas veces buscamos amigos, alguien que nos pueda abrazar y alentar, a la familia. A veces lo buscamos en el trabajo, tratamos de encontrar alivio del dolor.
A lo mejor tratamos de apaciguar el dolor con comida. Algunos lo hacen con el alcohol, con las drogas. Algunas personas van de compras. Eso las hará sentir muy bien, al menos hasta que les llegue la cuenta a final de mes, por supuesto.
Algunas personas buscan acabar con el dolor o encuentran consuelo a través de la pornografía o de relaciones ilícitas en brazos de hombres que las entienden. Estas son algunas de las formas en las que las personas tratan de encontrar consuelo.
Y algunas de estas cosas que hemos mencionado no tienen nada de malo. No hay nada de malo con la comida o con ir al trabajo o con tener amigos o familia; a menos que estés buscando en esa persona o en esa cosa, el consuelo que Dios y solo Dios puede traer a tu vida.
Es interesante cómo el salmista, al hablar de lo que le trae consuelo, menciona algunas cosas que yo no pensaría como medios de consuelo.
«Tu vara y tu cayado», le dice a su pastor, «me infunden aliento», me consuelan.
No sé tú, pero eso no suena muy consolador para mí. No pienso en estos como instrumentos que traigan consuelo. Sí, el brazo de alguien alrededor de mí o palabras de aliento o notas de ánimo. Pero ¿una vara y un cayado?
¿Cómo es que una vara y un cayado de un pastor pueden proveer consuelo a una oveja? ¿Cómo es que la vara de Dios y Su cayado proporcionan consuelo a Sus ovejas, a nosotras?
La vara del pastor es un símbolo de su poder. Es un palo largo y se usa para defender a las ovejas en contra de bestias salvajes, provee protección contra los lobos y los ladrones. Tal vez fue lo que usó David cuando mató al oso que estaba tratando de atacar a sus ovejas.
Esa vara provee seguridad a las ovejas. Esa vara o caña, les da la certeza de que están protegidas de sus enemigos. Ellas no se pueden proteger a sí mismas. Esas ovejas están desvalidas, indefensas.
Pero ellas saben que su pastor tiene una vara, tiene un instrumento que será usado, si es necesario, para ahuyentar a los enemigos. Así es que esa vara las conforta. Saber que la vara está en manos del pastor.
Y después tenemos el cayado que es un palo con una curva al final. Tiene múltiples usos, pero uno de ellos es evitar que las ovejas vagen.
Si vagan por ahí y caen en un hoyo, el cayado se usa para halar y sacar a la oveja de ese hoyo. O si se queda atorada en un matorral, el cayado se puede usar para empujar o guiar a las ovejas. Es un medio de consuelo.
Phillip Keller escribió un estudio clásico del Salmo 23, La vida en el redil. Él mismo fue pastor de ovejas y dice:
«Siendo criaturas muy tercas, las ovejas frecuentemente se encuentran en dilemas totalmente ridículos y absurdos. He visto a mis propias ovejas codiciando un bocado más de pasto verde, bajar por empinados acantilados donde se han resbalado y han caído al mar. Solo con mi largo cayado fue que pude sacarlas del agua y regresarlas a tierra firme. Un día de invierno estuve varias horas rescatando a una oveja que había hecho esto con anterioridad varias veces. Su terquedad era su perdición».
¿Suena eso como alguien que conoces? Tu dirás, «sí, tengo algunos niños así».
Bueno, el hecho es que con frecuencia somos así, y Dios usa Su vara y Su cayado para rescatarnos, para protegernos, para dirigirnos.
Phillip Keller también habla en ese libro de cómo usa el cayado para examinar a las ovejas, especialmente cuando la lana se pone muy gruesa; para examinarlas de parásitos, insectos, quemaduras o enfermedades. Él usa ese cayado para inspeccionarlas, para separar la lana y ver por debajo de la superficie y examinarlas a fondo.
¿No es eso lo que Dios hace con Su Palabra? Él toma Su Palabra y la hace brillar dentro de nuestros corazones por el poder de Su Espíritu Santo. Él dice: «Yo soy el Dios que escudriña todas las cosas. Yo soy el Dios que conoce todas las cosas. Quiero conocerte, no solo en la superficie, lo que otros ven de ti, lo que otros piensan que tú eres. Quiero que veas ese viejo yo dentro de ti, debajo de la superficie. Todas las personas creen que eres tan amable, amorosa y buena, pero por debajo de la superficie hay una actitud muy distinta».
El Pastor está exponiendo eso. Algo así sería aterrador. Es algo que no quisiéramos que pasara, a menos que supiéramos que lo hace un pastor amoroso que puede restaurar y sanar cualquier cosa que exponga.
Así que, al traer esa vara y ese cayado a nuestras vidas, Él nos conforta, nos consuela en nuestra aflicción, nos anima en tiempos de terror, en tiempos de peligro. Él usa Su Palabra. Su Palabra es ese cayado con el que nos guía, nos rescata cuando nos hemos extraviado. Su Palabra, mientras la leemos o la escuchamos cuando alguien la enseña o la predica.
Me encantan esos versículos del Salmo 119:50 y 52 que dicen: «Este es mi consuelo en la aflicción: que Tu palabra me ha vivificado… Me acuerdo de Tus ordenanzas antiguas, (Tu palabra), oh Señor, y me consuelo».
Y entonces Dios usa a Su pueblo. Ellos pueden ser esa vara y ese cayado en Su mano para protegernos, para dirigirnos, para consolarnos, para proveer exhortación, para que rindamos cuentas. Yo necesito personas piadosas en mi vida que sean instrumentos en las manos de Dios para ayudarme, para ser rescatada, para decirme, «hay peligro adelante y no creo que te estés dando cuenta. Cuidado. Debes tener cuidado en esa situación. Veo algo que es un punto ciego en tu vida».
Da gracias al Señor por esas personas. Se convierten en instrumentos en las manos de Dios para confortarte.
Dios usa las circunstancias. Él usa las experiencias de la vida. Exactamente las que hubiéramos querido evitar, frecuentemente se convierten en instrumentos de consuelo y de bendición en nuestras vidas al usar esas circunstancias para entrenarnos y protegernos.
Recientemente tuve una conversación con alguien que es parte de nuestro ministerio y me dijo, «¿has escuchado este mensaje de John Piper?» Yo no lo había escuchado. Así que me lo recomendó y me dijo: «pienso que esto sería de gran ayuda y de gran bendición para ti mientras estás pensando y meditando en todos estos temas. Era un mensaje sobre la vida de Adoniram Judson. Y oh, Señor, mientras me senté ahí, lloraba y sollozaba porque era justo lo que necesitaba.
La vara y el cayado especial para mi vida en ese momento. Y me retó en algunas áreas donde yo no estaba pensando correctamente, y donde yo necesitaba ese mensajero de Dios, ese instrumento de Dios para protegerme.
En última instancia, todo el consuelo viene del Señor mismo.
La segunda carta de Pablo a los Tesalonicenses en 2:16-17, dice:
«Y que nuestro Señor Jesucristo mismo, y Dios nuestro Padre, que nos amó y nos dio consuelo eterno y buena esperanza por gracia, consuele sus corazones y los afirme en toda obra y palabra buena».
Gracias, Señor, por Tu vara y Tu cayado. Gracias porque Tú sabes dónde y cuándo usarlos. Eres un buen Pastor. No nos golpeas. Tal vez nos castigas, pero es siempre con la meta de restaurarnos. Nos proteges, nos guías, nos consuelas. Alegras nuestras almas y nos animas y avivas nuestros corazones con Tu Palabra, a través de Tus medios de gracia para traernos consuelo. Te damos gracias en el nombre de Jesús, amén.
Débora: Amén. Nancy DeMoss Wolgemuth te ha estado recordando que Dios es tu verdadera fuente de consuelo. Si Él es tu Pastor, no tienes razón para vivir en temor. Te animo a reflexionar hoy acerca de lo que has escuchado, y a evaluar si estás viviendo en temor o en fe. Recuerda que en Cristo encontrarás la gracia que necesitas para enfrentar tus circunstancias.
¿Cuál es el mayor problema que estás enfrentando en este momento? Es difícil de creer, pero ese problema podría convertirse en una fuente de gozo. Acompáñanos el lunes para escuchar más sobre esto, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Confiando en nuestro buen Pastor, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación