No te quedes fuera de la batalla
Annamarie Sauter: Ignorar el llamado de Dios es algo serio.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Sentarte y no hacer nada cuando Dios pide tu ayuda en realidad es hacerte enemiga de Dios. No puedes ser neutral. Jesús dijo: «El que no está conmigo está contra mí».
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Imagina un atleta olímpico que ha pasado años entrenando. Llega al evento y de repente decide que ya no tiene deseos de participar. Bueno, si no corres la carrera, pierdes cualquier esperanza de recibir una medalla. Esto puede sonarte algo ridículo, pero lo hacemos en nuestra vida. Aquí está Nancy para explicarnos esto, al continuar con la serie titulada, Cuando los hombres no lideran: Un vistazo a la vida de Débora.
Nancy: Si has estado con nosotras en los últimos días, quizás estés pensando si vamos …
Annamarie Sauter: Ignorar el llamado de Dios es algo serio.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Sentarte y no hacer nada cuando Dios pide tu ayuda en realidad es hacerte enemiga de Dios. No puedes ser neutral. Jesús dijo: «El que no está conmigo está contra mí».
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Imagina un atleta olímpico que ha pasado años entrenando. Llega al evento y de repente decide que ya no tiene deseos de participar. Bueno, si no corres la carrera, pierdes cualquier esperanza de recibir una medalla. Esto puede sonarte algo ridículo, pero lo hacemos en nuestra vida. Aquí está Nancy para explicarnos esto, al continuar con la serie titulada, Cuando los hombres no lideran: Un vistazo a la vida de Débora.
Nancy: Si has estado con nosotras en los últimos días, quizás estés pensando si vamos a llegar al resto de la historia de Débora. Tomé un pequeño desvío para hablar acerca de cómo Débora es una ilustración, un ejemplo maravilloso, de lo que significa servir y aun dirigir en maneras que son distintivamente femeninas, y cómo necesitamos eso. Pero quiero que lleguemos a la batalla que forma el centro de la historia de Jueces capítulos 4 y 5. Hemos hablado de lo que llevó a esta batalla. Los cananeos habían oprimido a los israelitas por veinte años. Esta era la disciplina de Dios por el pecado de Su pueblo.
Luego Dios puso palabra en el corazón de Débora, puso un mensaje, despertó su fe. Aunque Débora vivía en la porción sur de la tierra y todos los problemas estaban tomando lugar en la parte norte de Palestina, sin embargo ella estuvo dispuesta a involucrarse. Ella buscó un hombre llamado Barac para darle la palabra de Dios de cómo esta batalla debía pelearse y ganarse.
Dios dijo: «Voy a atraer al comandante opuesto, Sísara, a este lugar cerca del río Cisón y del Monte Tabor (estos dos están al norte de Palestina). Te voy a dar una batalla, y te voy a dar victoria sobre los cananeos». Aunque los cananeos superaban en número a los israelitas, ellos tenían armas superiores y vehículos militares, Dios dijo: «Voy a ganar esta batalla».
Cuando llegamos los versículos del 12-16 de Jueces capítulo 4, encontramos una descripción de cómo Dios dio una victoria decisiva sobre los cananeos. Permíteme leer comenzando en el versículo 12. «Avisaron a Sísara que Barac, hijo Abinoam, había subido al monte Tabor. Y juntó Sísara todos sus carros, novecientos carros de hierro y a todo el pueblo que estaba con él, desde Haroset-goim hasta el torrente Cisón» (vv. 12-13).
Versículo 14: «Entonces Débora dijo a Barac: ¡Levántate! porque este es el día en que el Señor ha entregado a Sísara en tus manos; he aquí, el Señor ha salido delante de ti. Bajó, pues, Barac del monte Tabor seguido de diez mil hombres. Y el Señor derrotó a Sísara». En otra traducción aquí dice, «el Señor llenó de pánico a Sísara» (NTV).
«Y el Señor derrotó a Sísara, con todos sus carros y todo su ejército, a filo de espada delante de Barac; y Sísara bajó de su carro, y huyó a pie. Mas Barac persiguió los carros y el ejército hasta Haroset-goim, y todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada; no quedó ni uno» (vv. 15-16).
Cuando llegamos al capítulo 5 del libro de Jueces, tenemos un ensayo, un repaso, un recuento de la historia. Pero esta vez es en la forma de poesía Hebrea. Débora y Barac (al final de la batalla) cantan un cántico, un canto de victoria, un himno de victoria, un canto de liberación alabando a Dios por lo que Él había hecho.
Permíteme solo leer del capítulo 5, comenzando en el versículo 19, la parte donde ellos describen la batalla. Una vez más, estamos usando la forma de poesía hebrea aquí. Jueces 5:19: «Vinieron los reyes y pelearon; pelearon entonces los reyes de Canaán en Taanac, cerca de las aguas de Meguido; no tomaron despojos de plata. Desde los cielos las estrellas pelearon, desde sus órbitas pelearon contra Sísara. El torrente Cisón los barrió, el antiguo torrente, el torrente Cisón. Marcha alma mía con poder» (vv. 20-21).
Ahora, vamos a dividir este pasaje y veamos que realmente están describiendo qué pasó. Permíteme comenzar solo diciendo que hay un número de personajes principales en esta historia: Jabín, rey de los cananeos; Sísara, el comandante del ejército cananeo; Débora, claro, la profetisa y juez; Barac, el soldado que Dios usó para dirigir las fuerzas israelitas a la batalla; y Jael, no hemos hablado de ella todavía, pero ella es la mujer que Dios va a usar para dar muerte al comandante cananeo, a Sísara.
Pero cuando pones todos los personajes en orden, tienes que decir que el héroe verdadero y el campeón de esta historia no es otro más que Dios mismo. Esta es Su historia. El versículo 15 del capítulo 4 dice: «Y el Señor derrotó a Sísara, con todos sus carros».
Quiero tan solo decirte, el ejército israelí no pudo haber hecho esto. Habían sido derrotados por veinte años. ¿Qué les hizo pensar que podían ganar ahora? El ejército cananeo, en todo caso, era más fuerte que nunca; no tenían ninguna esperanza en contra de este ejército, pero Dios lo hizo. Dios es el victorioso; Dios es el campeón.
El versículo 23 de Jueces 4 dice: «Así sometió Dios en aquel día a Jabín, rey de Canaán, delante de los hijos de Israel».
Déjame recordarte algo… piensa en lo que está pasando en nuestro mundo y cuántas veces parece que las fuerzas del mal están ganando, y qué tan abrumador parece estar el mundo en contra de los creyentes, en contra del cristianismo, en contra del camino de Dios. Quiero recordarte, y esta historia es solo una imagen de esto, que Dios será victorioso. Él es el poderoso guerrero; Él es el que va a ganar la batalla.
El Salmo 20:7 dice: «Algunos confían en carros, y otros en caballos; (ese es Sísara y su ejército; eso es en lo que ellos confiaban) más nosotros en el nombre del Señor nuestro Dios confiaremos». Cuando tú y yo comenzamos a confiar en nuestros propios recursos humanos o habilidades o esfuerzos o nuestro propio ingenio o nuestras propias estrategias, terminamos descubriendo tarde o temprano que no somos lo suficientemente fuertes para ganar esta batalla. «Nosotros en el nombre del Señor confiaremos».
Ahora, en esta batalla, Dios usó intervención divina para ganarla. El capítulo 5, versículo 19 dice: «Vinieron los reyes y pelearon». Los reyes cananeos, vinieron contra el pueblo de Dios. Pero el versículo 20 dice que desde el cielo pelearon las estrellas. Eso es solo una manera poética de decir: «Dios divinamente intervino en nombre de Su pueblo», Dios usó las estrellas y los cielos –la creación, la naturaleza– como una pequeña arma en Su mano, para ganar esta victoria.
Ahora, ten en mente que Baal, quien era el dios de los cananeos, era considerado el dios de las guerras y las tormentas. Dios quería demostrarles a los cananeos, a los israelitas, y a cualquier otro que estaba poniendo atención –a nosotras que estamos leyendo esta historia hoy– que Dios es Dios de las tormentas y de las guerras. Él es el poderoso conquistador. Jehová está demostrando Su poder supremo sobre las tormentas y sobre Baal y sobre todos los dioses falsos.
¿Qué fue lo que pasó aquí? El torrente o el río Cisón del que leemos en este pasaje es normalmente poco profundo, con poca corriente, y a veces, simplemente un cauce de río seco. Esta era temporada seca. Si no hubiera sido, Sísara no se hubiera arriesgado a llevar sus carros al torrente Cisón, si hubiera sido durante la temporada de lluvia.
Esta era la temporada sequía. Los carros que los cananeos pensaron que eran su fuerza en realidad se convirtieron en su desventaja. Mientras Dios mandó este aguacero torrencial del cielo, el río se desbordó y las ruedas de los carros se atoraron en el lodo. El enemigo fue echado a confusión y a pánico y luego tuvo que correr, abandonar sus carros y tratar de escapar a pie.
Dios convierte este cauce de río seco en un torrente furioso, de lo cual se habla en el capítulo 5. «El torrente Cisón los barrió, el antiguo torrente, el torrente Cisón» (v. 21). ¿Pero quién hizo esto? Los israelitas no podían acordarse de esta batalla y decir: «Wow, ¿no fuimos nosotros grandiosos?» Solo estaban parados ahí, a pie, mirando, y luego participando en lo que Dios estaba haciendo desde el cielo.
¿Puedo solo recordarte –como yo he sido recordada en este pasaje– que el poder de Dios no tiene límite? Dios puede ganar cualquier batalla, cualquier guerra, cualquier victoria sobre cualquier persona, cualquier circunstancia, cualquier situación. Dios puede conquistar el corazón más duro. Si Él necesita usar las estrellas del cielo para luchar, Él lo hará. Si Él necesita mandar un aguacero torrencial, cualquier cosa que Dios necesite hacer, Él la puede hacer. Si le agrada a Él, Él lo hará para cumplir Sus propósitos.
Mientras tú te pones a la disposición de Dios, al convertirte en un instrumento dispuesto junto a Él, si es necesario, Él moverá el cielo y la tierra para defenderte y para glorificarse a sí mismo. Uno de los problemas que encuentro, mientras leo muchas de las cartas y correos electrónicos de nuestras oyentes –y siempre estoy muy agradecida por ellos porque me ayudan a realmente sentir los corazones de nuestras oyentes– una de las observaciones que he podido notar mientras he hablado y escuchado a mujeres a través de los años, es que nos rendimos muy pronto.
Nos metemos en circunstancias que parecen imposibles, y quizás realmente sí son imposibles. A menudo es en relación a un matrimonio o a una situación familiar o una situación en el trabajo o en la iglesia, y decimos: «Esto es imposible». Nos rendimos o tratamos de pelear la batalla en nuestras propias fuerzas, con nuestros propios recursos. Muchas mujeres hoy en dia, estoy descubriendo, simplemente están agotadas de estar tratando de pelear sus propias batallas.
Pienso que este pasaje nos dice: «Relájate. Deja que Dios peleé Sus batallas». Ahora, podemos participar con Él en eso. Hay momentos cuando Él nos llama a levantarnos y a ser parte de ese ejército de fe. Pero Dios va a hacer todo lo que tenga que hacer para glorificarse y para cumplir Sus propósitos en tu vida y en nuestro mundo.
Y al meditar en la batalla en Jueces capítulo 5, mientras Débora y Barac cantan el himno de victoria, están relatando la historia. Ellos señalan el hecho de que algunos eran participantes más dispuestos que otros, los voluntarios dispuestos fueron elogiados. Mira, por ejemplo el versículo 2 en el capítulo 5.
«¡Por haberse puesto al frente los jefes en Israel, por haberse ofrecido el pueblo voluntariamente, bendecid al Señor!» Versículo 9: «Mi corazón está en los jefes de Israel, los voluntarios entre el pueblo. ¡Bendecid al Señor!» Versículo 11: «Entonces el pueblo del Señor descendió a las puertas».
Versículo 13: «Entonces los sobrevivientes descendieron sobre los nobles; el pueblo del Señor vino a mí como guerreros». Luego, comenzando en el versículo 14, nombran las tribus específicas de Israel que se involucraron y luego mandaron soldados a la batalla. «De Efraín descendieron los radicados en Amalec, en pos de ti, Benjamín, con tus pueblos; de Maquir (es una ciudad de la tribu de Manasés) descendieron jefes, y de Zabulón los que manejan vara de mando». «Los príncipes de Isacar estaban con Débora; como Isacar, así también Barac; al valle se apresuraron pisándole los talones» (v. 15).
Mira el versículo 18. «Zabulón era pueblo que despreció su vida hasta la muerte. Y también Neftalí, en las alturas del campo». Varias de las tribus son nombradas: Efraín, Benjamín, Manasés, Zabulón, Isacar, Neftalí. Esos son los que vinieron a la batalla. Seguro que tenían miedo; sí, porque no sabían cuál iba a ser el resultado. Pero ellos siguieron a Dios; siguieron a sus líderes. Se involucraron, arriesgaron sus vidas y fueron a la batalla.
Neftalí y Zabulón, dos de las tribus nombradas, fueron las que más directamente fueron afectadas por el problema. Ahí es donde los poderes cananeos estaban concentrados; eran los que vivían más cerca del Rey Jabin, y habían experimentado la opresión más grande del enemigo. No es totalmente sorprendente que ellos se involucraran. Tenían mucho que ganar y mucho que perder.
Dos tribus no son mencionadas en este pasaje. Judá y Simeón. Ellos eran los que vivían más lejos, abajo muy al sur del país. No se les reprende por no involucrarse. Tal vez no se esperaba que lo hicieran; tal vez, simplemente no era logísticamente viable que ellos mandaran tropas a la parte norte del país.
Pero en este capítulo hay otros nombrados que vivían cerca pero que rehusaron involucrarse. Terminaron avergonzados y deshonrados. Mira el versículo 15 por ejemplo (Jue. 5), «entre las divisiones de Rubén había grandes resoluciones de corazón».
Ahora, mientras meditaba y estudiaba este pasaje y leía algunos comentarios acerca de él, me parece que lo que está diciendo es que ellos pensaron mucho el involucrarse. Pero cuando llegó el momento, ellos solo lo pensaron, no hicieron nada. Optaron por quedarse en casa.
Eso es lo que el versículo 16 nos dice: «¿Por qué te sentaste entre los rediles, escuchando los toques de flauta para los rebaños? Entre las divisiones de Rubén había gran escudriñamiento de corazón». Lo contemplas, lo piensas, lo consideras.
Pero cuando llega el momento, decides quedarte entre los rebaños, el lugar que es, como Matthew Henry dice, «un lugar más cálido y seguro que el campo de batalla». Decides quedarte donde estás seguro, donde no hay amenaza. Decides dejar que otros vayan a la guerra por ti.
Luego mira el versículo 17. «Galaad», la cual era parte de la tribu de Gad, «se quedó al otro lado del Jordán. ¿Y por qué se quedó Dan en las naves? Aser se sentó a la orilla del mar, y se quedó junto a sus puertos». Así que aquí están cuatro tribus: Rubén, Gad, Dan y Aser, quienes pensaron en involucrarse, pero terminaron quedándose en casa. Terminaron quedándose en casa a atender sus propios asuntos, a ocuparse de sus propias responsabilidades normales.
No hay nada malo en hacer eso en tiempos de paz, pero hay momentos cuando somos llamadas a la batalla; momentos cuando somos llamadas a involucrarnos en maneras que involucran riesgo.
Ellos no estaban dispuestos a hacer eso. Como resultado, fueron expuestos por su inactividad.
Matthew Henry dice acerca de este pasaje: «Muchos se detienen de hacer su deber por temor a las dificultades, el amor a la comodidad, un afecto desordenado a sus asuntos mundanos y sus ventajas. A los espíritus estrechos, egoístas, no les importa lo que le interesa a la iglesia de Dios, con tal de que puedan conseguir, guardar, y ahorrar dinero». Luego hace referencia a ese versículo en Filipenses 2 donde Pablo dice: «Todos buscan lo suyo» (v. 21, parafraseado). Solo están persiguiendo sus propios intereses.
Muchas veces «es el temor a la dificultad o el amor a la comodidad o un amor desordenado por nuestros asuntos mundanos y ocupaciones», que nos causa el no querer involucrarnos.
El versículo 23 de Jueces 5 continua bajo este tema diciendo: «Maldecid a Meroz», probablemente era una ciudad en Neftalí, la tribu que estaba más cerca de la batalla. «Maldecid a Meroz, dijo el ángel del Señor, «maldecid, maldecid a sus moradores». ¿Por qué? «porque no vinieron en ayuda del Señor, en ayuda del Señor contra los guerreros».
Phillip Brooks fue un escritor puritano antiguo. En uno de sus famosos sermones él dijo: «Meroz (esa es la ciudad a la que se hace referencia en este versículo), es sinónimo de perezoso. Aquel que está dispuesto a ver a otras personas pelear las batallas de la vida, mientras que él simplemente viene y toma el botín».1
Hay libertades y bendiciones y privilegios que tú y yo disfrutamos hoy en nuestros países, porque algunas personas estuvieron dispuestas a arriesgar sus vidas, a comprometerse, y a deshacerse de la opresión y a preservar estas libertades para nosotros. Ya sea que nuestros hijos y nuestros nietos y sus hijos y sus nietos tengan las mismas libertades, podrá depender de si estamos dispuestas a renunciar a algunas de nuestras comodidades y conveniencias y facilidades y a estar dispuestas a participar en esta batalla espiritual que está pasando por la vida y el corazón de nuestras naciones.
Tengo que decirte que hay veces –y digo esto no para elogiarme porque muchas veces soy yo la perezosa– pero hay veces cuando me siento muy sola en la batalla por los corazones y las almas de las mujeres. Ahora yo sé que no estoy sola, y hay otros que Dios ha levantado a ser parte de esto.
Pero a veces miro a mi alrededor y se siente como si las mujeres cristianas en general… a veces me parece a mí que simplemente están felizmente en sus asuntos, y no se dan cuenta, realmente no les preocupa, lo que está pasando con los niños que están creciendo en hogares cristianos y terminan sin tener un corazón para el Señor.
Me encuentro en ocasiones peleando las batallas por estos matrimonios, por estas familias, por estos valores en la iglesia, y en el mundo cristiano.
A veces pienso: «Señor, esto es difícil. ¿Por qué no vienen otras personas a ayudar en la causa en contra de los enemigos de nuestro día?» Matthew Henry dice de ese pasaje: «Aquél que galardonará grandemente a todos Sus soldados buenos (ese es Dios) ciertamente y severamente castigará a todos los cobardes y desertores». Cuando se cumpla el tiempo y cuando el relato de la historia sea dicho, yo no quiero que mi nombre tenga que ser registrado entre aquellos que no vinieron a la ayuda del Señor.
Mientras seguimos adelante en este pasaje, veremos que el sentarte y no hacer nada cuando Dios está pidiendo tu ayuda, en realidad es hacerte enemiga de Dios. No puedes ser neutral. Jesús dijo: «El que no está conmigo, está contra mí» (Mat. 12:30; Luc. 11:23).
Permíteme solo enfatizar que para Dios ganar la victoria no necesitaba a esas tribus que se ausentaron sin permiso. Dios lo hizo sin su ayuda. Dios ganará la victoria sobre el mal en este mundo y Su reino vendrá y Su voluntad será hecha en la tierra como en el cielo. No tengo ni un ápice de duda de esto, y Él lo hará con o sin nosotras.
Pero si tú y yo nos ausentamos sin permiso, si nos sentamos y solo nos ocupamos de nuestros asuntos cuando debemos estar participando y orando y clamando y peleando la guerra espiritual a favor de la iglesia y del mundo, tú y yo vamos a perder la oportunidad increíble de alinearnos con Dios.
Podemos hacer excusas para no involucrarnos; no voy a decir lo que eso quiere decir. Tú puedes estar haciendo absolutamente lo correcto al estar en casa y cuidar de tu compañero y tus hijos, y es la temporada de tu vida donde tus prioridades están centradas. Pero aun así, necesitamos estar conscientes y en sintonía, y sensibles a nuestro alrededor y ver de qué maneras el Señor nos quiere usar.
Veo cómo estos matrimonios se están deshaciendo en nuestras iglesias. Es tan común, es tan anticuado, que ya ni nos aflige. Es decir, decimos: «oh, no, eso es muy terrible» ¿pero por cuál pareja en tu iglesia estas de rodillas, batallando para que Dios salve ese matrimonio?
Si tú y yo no nos involucramos como Dios ordena, en maneras femeninas y como mujeres, al final pienso que va haber un sentido de vergüenza y desgracia para aquellas que se quedan sentadas en la batalla.
Pero aquellas que están dispuestas a dar sus vidas; aquellas que están dispuestas a involucrarse en el mandato de Dios y Su llamado van a experimentar el gozo de haber participado con Dios en la batalla.
Annamarie: ¡Qué buen recordatorio nos ha dado Nancy DeMoss de Wolgemuth! Ella nos ha estado mostrando un ejemplo bíblico, el ejemplo de Débora, quien no dejó de unirse a la batalla cuando Dios la llamó. Este es un recordatorio poderoso para cada una de nosotras; debemos involucrarnos en la edificación del reino de Dios hoy.
Y tú, ¿qué batalla te ha llamado a librar el Señor? ¿Quizás sea una batalla en tu casa, con tu esposo, con tus hijos, con un hermano? ¿O a lo mejor Dios te está llamando a salir de tu zona de confort e involucrarte en la vida de otras personas, o en un ministerio? En Dios tienes la fuente de fuerza y sabiduría para librar tu batalla. Para ayudarte en el camino tenemos disponibles recursos que puedes buscar por tema, por Escritura o por autor. Visítanos en AvivaNuestrosCorazones.com y haz uso de estos y de los diferentes blogs que tenemos para ti.
Para Nancy y el equipo de Aviva Nuestros Corazones, el unirse a la batalla quiere decir producir programas como este cada semana, y distribuirlos para que muchas mujeres puedan escucharlos. Dios ha llamado a algunos de nuestros oyentes a unirse a esta batalla, apoyando el ministerio financieramente.
Si nunca has apoyado Aviva Nuestros Corazones, ¿considerarías involucrarte con nosotros en esta batalla? Tu donación es importante, ya sea una ofrenda especial o pequeñas donaciones mensuales.
Este mes de mayo es el cierre de nuestro año fiscal. Esto quiere decir que cerramos nuestra contabilidad y establecemos el presupuesto para el siguiente año de ministerio. Tu contribución este mes marcará una gran diferencia en nuestra efectividad para los próximos meses.
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Como agradecimiento por tu apoyo, nos gustaría enviarte un libro que te será muy útil para animar a tu esposo a ser el líder que Dios le ha llamado a ser. Si vives en EEUU o Canadá, te enviaremos el libro escrito por Robert Wolgemuth titulado, «Como el buen pastor». Este recurso te lo ofrecemos como un regalo de agradecimiento por tu generosidad.
Bien, mañana veremos una de las historias más raras que encontramos en la Biblia; una estaca, un martillo, y una frente. Espero que puedas acompañarnos para el próximo programa de Aviva Nuestros Corazones.
Ayudándote a descubrir y abrazar el diseño de Dios para tu vida, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
“The Curse of Meroz.” Selected Sermons of Phillips Brooks. William Scarlett, ed. New York: E.P. Dutton, 1950, 127.
Venga Tu Reino, Sovereign Grace Music, Eres Dios, ℗ 2012 Sovereign Grace Music. Canción usada con permiso.
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